Desprenderme del sentimiento de deuda con mi hijo
Cuando yo era pequeña, mi madre no solo era responsable de lo que comíamos y vestíamos, también tenía que ir a trabajar en el campo. Cuando terminaba con eso, tenía que volver y hacer las tareas domésticas. Por eso, yo pensaba que las mujeres tenían que vivir así para ser buenas esposas y madres amorosas. Después de casarme, al igual que mi madre, preparaba tres comidas al día para mi esposo y mi hijo, me ocupaba de sus necesidades básicas y de todas las tareas del hogar. Sin embargo, cuando mi hijo tenía un año, mi esposo murió en un accidente automovilístico. En ese momento sufrí mucho y pensaba que la vida ya no tenía sentido, pero seguí viviendo por mi hijo. Para darle una familia completa, me volví a casar. Ver que era bastante cariñoso con mi hijo me trajo algo de consuelo. Después de aceptar la obra de Dios de los últimos días, a menudo me reunía con los hermanos y hermanas para comer y beber las palabras de Dios. Comprendí algunas verdades y comencé a cumplir con mi deber. Más tarde, como en la aldea se supo que yo creía en Dios, la policía comenzó a vigilarme, y tuve que irme de mi casa para cumplir con mi deber. Encomendé a mi hijo al cuidado de mi esposo y sus padres. Mientras estaba fuera cumpliendo con mi deber, extrañaba muchísimo a mi hijo, y siempre sentí que no estaba cumpliendo con mi responsabilidad como madre. Esperaba con ansias el momento en que, si las circunstancias lo permitían, pudiera volver a casa y saldar la deuda que tenía con mi hijo.
En julio de 2023, viajé a casa en secreto y descubrí que mi esposo ya había solicitado el divorcio. También dijo que mi hijo no estaba trabajando arduamente y no podía mantener un trabajo por mucho tiempo, y que, si continuaba sin disciplinarlo, estaría acabado. Mis padres me culparon por no cuidar de mi hijo y retrasar sus perspectivas futuras. Al escuchar esto, pensé: “Si me quedo en casa y lo presiono un poco, ¿no comenzará a ocuparse de los asuntos que corresponden y podrá seguir la senda correcta?”. Al ver la situación de mi hijo y enfrentar las críticas de quienes me rodeaban, me sentí aún más culpable con mi hijo. Un día, mi tía me visitó y dijo que mi prima había ayudado a su hijo a abrir una tienda que vendía pollo asado. Sin embargo, su hijo pensaba que el trabajo era demasiado sucio y simplemente se quedaba en casa jugando todo el día. No importaba qué dijera mi prima, él no escuchaba. Al escuchar la historia de mi tía, recordé un pasaje de las palabras de Dios: “Es un error decir: ‘La incapacidad de los hijos para seguir la senda correcta es culpa de sus padres’. Quienquiera que sea, si pertenece a cierto tipo de persona, caminará por cierta senda. ¿Me equivoco? (No). La senda que toma una persona determina lo que es. La senda que toma y la clase de persona en la que se convierte dependen de ella. Son cosas predestinadas, innatas, y tienen que ver con la naturaleza de la persona. Por tanto, ¿de qué sirve la educación parental? ¿Puede gobernar la naturaleza de una persona? (No). La educación parental no puede gobernar la naturaleza humana ni resolver el problema de qué senda ha de tomar una persona. ¿Cuál es la única educación que pueden proveer los padres? Algunos comportamientos simples en la vida diaria de sus hijos, algunos pensamientos y reglas de conducta bastante superficiales; estas son cosas que tienen algo que ver con los padres. Antes de que sus hijos lleguen a la edad adulta, los padres deberían cumplir la responsabilidad que les corresponde, que es educar a sus hijos para seguir la senda correcta, estudiar mucho y esforzarse por sobresalir entre los demás cuando se hacen mayores, así como no hacer cosas malas ni convertirse en malas personas. Los padres deben también regular el comportamiento de sus hijos, enseñarles a ser educados y saludar a sus ancianos cuando los ven, así como otras cosas relativas al comportamiento; esta es la responsabilidad que los padres deben cumplir. La influencia parental equivale a ocuparse de la vida de un hijo y educarlo por medio de algunas reglas básicas de comportamiento. En cuanto a la personalidad del hijo, no es algo que puedan enseñar los padres. Algunos padres son relajados y lo hacen todo a un ritmo tranquilo, mientras que sus hijos son muy impacientes y no pueden permanecer quietos ni siquiera un rato. Se marchan a hacer su propia vida cuando tienen catorce o quince años, toman sus propias decisiones en todo, no necesitan a sus padres y son muy independientes. ¿Se lo enseñan sus padres? No. Por tanto, la personalidad de una persona, el carácter e incluso su esencia, así como la senda que elige en el futuro, no tienen nada que ver en absoluto con sus padres. […] Hay un problema con la expresión ‘Crecer sin aprender es culpa del padre’. Aunque los padres tienen la responsabilidad de educar a sus hijos, el destino de un hijo no lo deciden sus padres, sino la naturaleza del hijo. ¿Puede la educación resolver el problema de la naturaleza de un hijo? No puede resolverla de ningún modo. La senda que toma una persona en la vida no la determinan sus padres, sino que está predestinada por Dios. Se dice que ‘El cielo decide el destino del hombre’, y este dicho condensa la experiencia humana. No puedes saber qué senda va a tomar una persona antes de que alcance la edad adulta. Una vez que se hace adulta y tiene pensamientos y puede reflexionar respecto a los problemas, elegirá qué hacer cuando se halle en una comunidad más amplia. Algunas personas dicen que quieren ser funcionarios superiores, otros aseguran querer ser abogados y otros escritores. Todo el mundo cuenta con sus propias elecciones e ideas. Nadie dice: ‘Me limitaré a esperar que mis padres me eduquen. Me convertiré en aquello para lo que mis padres me eduquen, sea lo que sea’. Nadie es tan necio. Tras llegar a la edad adulta, las ideas de la gente comienzan a agitarse y a madurar poco a poco, y así la senda y los objetivos que tiene por delante se vuelven cada vez más claros. En este momento, poco a poco, resulta obvio y visible a qué tipo de persona pertenece y de qué grupo forma parte. A partir de este punto, la personalidad de cada persona se define claramente y de manera gradual, al igual que su carácter y la senda que persigue, su dirección en la vida y el grupo al que pertenece. ¿En qué se basa todo esto? En última instancia, esto es lo que Dios ha predestinado, no tiene nada que ver con los padres de uno” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (I)). Dios habla con tanta claridad. El que un hijo siga la senda correcta no depende de cómo lo eduquen sus padres; lo determina su naturaleza. Los padres pueden enseñar y regular el comportamiento superficial de su hijo, pero no pueden cambiar su destino. La profesión que elija su hijo y la senda que siga no es algo que los padres puedan cambiar o determinar. Por ejemplo, mi prima vigilaba a su hijo todos los días y lo disciplinaba mucho, pero él aún así se convirtió en lo que estaba destinado a ser: jugaba todo el día y ni siquiera iba a la escuela. Mi prima le abrió una tienda, pues quería que se ocupara de lo que correspondía, pero él igualmente siguió holgazaneando; solamente pidiendo dinero a sus padres para gastar. También pensé en mi cuñada, que a menudo discutía con su marido. Cuando se enojaba, se iba a quedar en casa de su madre y no tenía ganas de educar a su hijo. No obstante, su hijo siempre obtenía buenas calificaciones y demostraba una madurez notable para su edad. Esto no era porque mi cuñada le enseñara especialmente bien, simplemente tenía una voluntad innata de estudiar. Era capaz de esforzarse y ser diligente. Cuando mi hijo era pequeño, a menudo le enseñaba a estudiar mucho y a seguir la senda correcta, pero era el tipo de niño que no respondía bien a la disciplina. Cuando volvía de la escuela, se ponía a jugar con los videojuegos y no prestaba atención a lo que le decía, y si trataba de ser estricta con él, se enojaba. Ahora, no va por la senda correcta ni se ocupa de lo que corresponde, y es una decisión que él tomó, determinada por su naturaleza. Lo que le enseñara no cambiaría su elección, ni determinaría sus perspectivas futuras. Al comprender esto, ya no me culpé por no estar al lado de mi hijo y educarlo. También pude ver mi propia arrogancia e ignorancia. Siempre quise confiar en educar a mi hijo para cambiar su futuro y su vida. ¡Carecía totalmente de razón!
En noviembre de 2023, me puse en contacto con mi hijo. En ese momento, él vivía solo en nuestra antigua casa y no con mi esposo y sus padres. No cocinaba, solo salía a comprar comida y no limpiaba su habitación, sino que dejaba que la ropa sucia se amontonara en su cama. Me dolía el corazón al ver esto. Era frío e indiferente cuando le hablaba, me guardaba rencor por no cuidarlo y no me reconocía como su madre. Me sentí aún más en deuda con él. Pensaba que, como su madre, no lo había cuidado bien ni había cumplido mi responsabilidad con él. Me encargué de limpiar a fondo su habitación y lavé toda su ropa. A menudo faltaba al trabajo y se quedaba en casa jugando, por lo que le dije: “Deberías ocuparte de lo que corresponde. No hagas que tu familia se preocupe constantemente por ti”. Sin embargo, él no me escuchó en absoluto ni cambió después de eso. Con el tiempo, mi esposo se alejó de nuestro hijo porque no se enfocaba en lo que debía y decidió no seguir ocupándose de él. Pensé: “Tal vez debería buscar un trabajo y trabajar mientras cuido a mi hijo, y cumplir mi responsabilidad como madre”. Pero todavía tenía que regar a los recién llegados y, si conseguía un trabajo para ganar dinero y cuidar a mi hijo, retrasaría el trabajo de riego. Me sentía muy conflictuada. Al pensar que mi deber venía de Dios y que no podía actuar sin conciencia y abandonarlo, decidí no buscar trabajo. Sin embargo, no podía desprenderme de mi hijo. Cuando no estaba ocupada con mi deber, iba a casa y lo cuidaba, y también pensaba en él mientras cumplía con mi deber. Más tarde, la iglesia quiso que fuera a cumplir con mi deber en otra parte del país, y la idea de desprenderme de mi hijo me costaba aun más. Me preocupaba que, si estaba lejos de casa, no podría cuidarlo de ninguna manera. Pero entonces pensé en que la expansión del evangelio del reino necesitaba la cooperación de la gente. Había estado cumpliendo con mi deber durante algunos años, capacitándome un poco y entendiendo algunas verdades, y no podía dejar de tener conciencia ante la gracia de Dios, así que acepté ir a cumplir con mi deber en otro lugar. Pero, lo que no me esperaba fue que, por la misma época, mi hijo encontró un trabajo que le gustaba. Iba a trabajar y a ganar dinero. Podía cubrir sus propios gastos de vida, y mi esposo lo aceptó de nuevo. Realmente fue algo inesperado.
Más tarde, reflexioné y me pregunté: “¿Cuál es la causa principal por la que no puedo desprenderme de mi hijo?”. Leí estas palabras de Dios: “Satanás ha corrompido profundamente a las personas que viven en esta sociedad real. Independientemente de si han recibido formación o no, una gran parte de la cultura tradicional está arraigada en sus pensamientos e ideas. En particular, las mujeres deben atender a sus maridos y criar a sus hijos, ser buenas esposas y madres cariñosas, dedicar su vida entera a sus maridos e hijos y vivir para ellos, asegurarse de que la familia tome tres comidas completas al día, lavar la ropa, limpiar la casa y hacer bien todas las otras tareas domésticas. Este es el estándar aceptado para ser una buena esposa y una madre afectuosa. Las mujeres también piensan que las cosas deberían hacerse de esta manera; si las hacen de otro modo, no son buenas mujeres e infringen la conciencia y los criterios de moralidad. Infringir estos criterios morales pesará mucho en la conciencia de algunas; sentirán que han decepcionado a sus maridos e hijos y que no son buenas mujeres. Pero una vez que creas en Dios y hayas leído muchas de Sus palabras, entendido algunas verdades y calado algunos asuntos, pensarás: ‘Soy un ser creado y debería cumplir mi deber como tal y esforzarme por Dios’. En este momento, ¿hay algún conflicto entre ser una buena esposa y una madre amorosa y cumplir tu deber como ser creado? Si quieres ser una buena esposa y una madre cariñosa, no puedes dedicar todo tu tiempo a cumplir tu deber, pero si quieres dedicarte por completo a cumplir tu deber, no puedes ser una buena esposa y una madre afectuosa. ¿Qué haces en ese caso? Si eliges cumplir bien tu deber, encargarte del trabajo de la iglesia y ser leal a Dios, debes renunciar a ser una buena esposa y una madre amorosa. ¿Qué pensarías en esta situación? ¿Qué tipo de desacuerdo surgiría en tu mente? ¿Sentirías que has decepcionado a tus hijos y a tu marido? ¿De dónde proviene este sentimiento de culpa y desasosiego? Cuando no cumples bien el deber de un ser creado, ¿sientes que has decepcionado a Dios? No tienes ningún sentimiento de culpa o reproche porque no hay el más ligero indicio de la verdad en tu corazón y en tu mente. Por tanto, ¿qué es lo que entiendes? La cultura tradicional y ser una buena esposa y una madre cariñosa. De esta manera, surgirá en tu mente esta noción: ‘Si no soy una buena esposa y una madre afectuosa, no soy una mujer buena ni decente’. A partir de ese momento, esta noción te atará y te encadenará, y seguirá siendo así incluso después de que creas en Dios y cumplas tu deber. Cuando haya un conflicto entre cumplir tu deber y ser una buena esposa y una madre amorosa, aunque tal vez elijas de mala gana cumplir tu deber, pues quizá tienes un poco de lealtad, seguirás sintiéndote desasosegada y culpable en el corazón. Por tanto, cuando tengas un poco de tiempo libre mientras cumplas tu deber, buscarás la oportunidad de cuidar de tus hijos y de tu marido, querrás compensarlos aún más y pensarás que eso está bien, aunque debas sufrir más, con tal de tener la conciencia tranquila. ¿Acaso no proviene todo esto de la influencia de las ideas y las teorías de la cultura tradicional sobre ser una buena esposa y una madre cariñosa? Ahora tienes un pie puesto en cada lado: quieres cumplir tu deber bien, pero también quieres ser una buena esposa y una madre afectuosa. Sin embargo, ante Dios solo tenemos una responsabilidad, una obligación, una misión: cumplir correctamente el deber de un ser creado. ¿Has cumplido bien este deber? ¿Por qué volviste a desviarte del camino? ¿Realmente no te sientes culpable ni te haces reproches en tu interior? Al cumplir tu deber, puedes alejarte del camino porque la verdad todavía no se ha asentado ni reina en tu corazón. Aunque ahora seas capaz de cumplir tu deber, en realidad aún no estás a la altura de los criterios de la verdad ni de los requisitos de Dios. […] El hecho de que podamos creer en Dios es una oportunidad que Él ofrece; Él así lo decreta y es Su gracia. Por tanto, no es necesario que cumplas tus obligaciones o responsabilidades hacia nadie más; solo deberías cumplir tu deber hacia Dios como ser creado. Esto es lo que la gente debe hacer por encima de cualquier otra cosa, la acción principal que se debe llevar a cabo como asunto primordial de la vida de cada uno. Si no cumples bien tu deber, no eres un ser creado cualificado. A ojos de otros, es posible que seas una buena esposa y una madre cariñosa, una ama de casa excelente, una buena hija y un miembro destacado de la sociedad, pero ante Dios eres alguien que se rebela contra Él, que no ha cumplido en absoluto su obligación o deber, que aceptó Su comisión, pero no la completó, y que se rindió a mitad de camino. ¿Puede alguien así ganar la aprobación de Dios? Este tipo de personas no tiene ningún valor” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente). Las palabras de Dios me permitieron comprender que, cuando vi que las mujeres a mi alrededor buscaban ser buenas esposas y madres, yo también consideré que esto era el estándar de una buena mujer. Creía que una buena mujer cuidaba bien de su hijo y de su esposo, manteniendo todos los asuntos del hogar en orden. Después de casarme, asumí todas las tareas del hogar, pensando que era algo que debía hacer sin importar lo agotador que fuera. Cuando me fui a cumplir con mi deber y no podía preparar tres comidas al día para mi hijo o cuidarlo en su vida diaria, pensé que había fallado en cumplir mi responsabilidad como madre, y me reprochaba a mí misma y me enojaba al sentirme en deuda con mi hijo. Cuando la gente del mundo me criticaba y juzgaba, sentía aún más que había sido descuidada y solo pensaba en cómo podía cuidar a mi hijo, hacerlo sufrir menos y hacer todo lo posible para saldar mi deuda con él. Cuando vi que los recién llegados no podían reunirse con normalidad, no busqué rápidamente las verdades relevantes para resolver sus problemas, solo los apoyé cuando se volvieron tan negativos que querían irse. Eso perjudicó la vida de los recién llegados. Yo había priorizado los elogios de la gente del mundo y el cumplir mi responsabilidad con mi hijo, sin considerar la obra de la iglesia y siendo superficial en mi deber. Incluso si hubiera cumplido mi responsabilidad como madre y hubiera preparado tres comidas al día para mi hijo, no habría cumplido bien con el deber que me correspondía como ser creado. Pensé en todos los santos y profetas a través de los tiempos, así como en muchos hermanos y hermanas que habían renunciado a sus familias y profesiones para difundir el evangelio y dar testimonio de Dios, trayendo a más personas ante Dios para que pudieran aceptar Su salvación. Esto es algo que Dios aprueba, una acción buena y recta, y vivir así tiene valor y significado. Mi vida y todo lo que tenía provenía de Dios. Había disfrutado de tanto riego y provisión de las palabras de Dios, y era todo de Su amor y gracia. Esto significaba que yo debía cumplir bien con mi deber y retribuir el amor de Dios. Sin embargo, cuando no cumplía bien con mi deber, no me sentía en deuda con Dios, sino con mi hijo. ¿Tenía algo de conciencia o humanidad? Vi que, si bien buscar ser una buena madre a los ojos de los demás podía satisfacer a las personas y hacer que te elogiaran, significaba vivir solo para la familia y la carne. Todo era una pérdida de tiempo y no me permitiría llevar una vida con significado.
Luego, leí dos pasajes más de las palabras de Dios y aprendí una senda para practicar sobre cómo tratar a los hijos. Dios Todopoderoso dice: “No importa si sus hijos son adultos o no, la vida de los padres les pertenece solo a sí mismos, no a sus hijos. Naturalmente, los padres no son sus niñeras gratuitas ni tampoco sus esclavos. Por mucho que los padres esperen de sus hijos, no es necesario que consientan que les den órdenes arbitrarias a cambio de nada, ni que se conviertan en sus sirvientes, criadas o esclavos. Más allá de los sentimientos que albergues por tus hijos, tú sigues siendo una persona independiente. No deberías hacerte responsable de sus vidas adultas solo porque sean tu descendencia, como si eso fuera lo más correcto. No hace ninguna falta. Son adultos, ya has cumplido con tu responsabilidad de criarlos. En cuanto a si van a pasarla bien o mal en el futuro, si van a ser ricos o pobres y si van a experimentar una existencia plena o desdichada, es asunto suyo. Son cosas que a ti no te atañen. Como padre o madre, tu obligación no es cambiar esas circunstancias. Si no son felices, no estás obligado a decir: ‘Como eres infeliz, voy a pensar en maneras de remediarlo, venderé todo lo que tengo, dedicaré todos mis esfuerzos a hacerte feliz’. No es necesario. Solo tienes que cumplir con tus responsabilidades, eso es todo. Si quieres ayudarlos, puedes preguntarles por qué son infelices y ofrecerles asistencia para que comprendan el problema a un nivel teórico y psicológico. Si aceptan tu ayuda, mejor aún. Si no, solo tienes que atender tus responsabilidades como padre y ahí concluye la cuestión. Si tus hijos quieren sufrir, es su problema. No hace falta que te preocupes ni te alteres por eso, o que no comas ni duermas adecuadamente. Resultaría excesivo. ¿Por qué? Porque son adultos. Deberían adquirir la habilidad de manejar por sí mismos todo lo que se les presente en la vida. Si te preocupas por ellos, es solo por afecto; si no te preocupas, no quiere decir que no tengas corazón y que no hayas cumplido con tus responsabilidades. Son adultos y, como tales, han de afrontar los problemas de los adultos y lidiar con todo lo que a estos les corresponde. No deberían depender de sus padres para todo. Desde luego, una vez que los hijos se hacen mayores, los padres no tendrían que responsabilizarse de cómo les va en el trabajo, la carrera, la familia o el matrimonio. Puedes preocuparte por esos temas e interesarte por ellos, pero no hace falta que te los eches por completo a la espalda, que los encadenes a tu lado, que los lleves contigo a todas partes, que los vigiles vayan donde vayan y pienses: ‘¿Han comido bien hoy? ¿Son felices? ¿Les va bien en el trabajo? ¿Los aprecia su jefe? ¿Lo ama su cónyuge? ¿Son obedientes sus hijos? ¿Sacan buenas notas?’. ¿Qué tienen que ver contigo semejantes cosas? Tus hijos pueden resolver sus propios problemas, no hace falta que te involucres. ¿Por qué te pregunto qué tienen que ver estas cosas contigo? Porque con esto pretendo darte a entender que no tienen que ver contigo en absoluto. Has cumplido con tus responsabilidades hacia tus hijos, los has criado hasta la edad adulta, así que deberías dar un paso al costado. En cuanto lo des, no querrá decir que no te quede nada por hacer. Todavía quedan muchas cosas pendientes por hacer. En lo que se refiere a las misiones que tienes que completar en esta vida, aparte de criar a tus hijos hasta que se hacen adultos, también tienes otras. No solo eres padre o madre de tus hijos, eres un ser creado. Debes presentarte ante Dios y aceptar el deber que ha establecido para ti. ¿Cuál es tu deber? ¿Lo has llevado a cabo? ¿Te has dedicado a él? ¿Has tomado la senda de la salvación? Estos son los aspectos sobre los que debes reflexionar. En cuanto a dónde irán tus hijos al hacerse adultos, cómo serán sus vidas y sus circunstancias, si serán felices y estarán alegres, no tienen nada que ver contigo. Tus hijos ya se han emancipado, tanto externa como mentalmente. Deberías dejarlos ser independientes, desprenderte, y no deberías intentar controlarlos. Ya sea en términos del aspecto externo de las cosas, el afecto o el parentesco carnal, has cumplido con tus responsabilidades y no existe ninguna relación entre tú y tus hijos” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (18)). “Como alguien que cree en Dios y persigue la verdad y la salvación, deberías emplear la energía y el tiempo que te queda de vida en cumplir con tu deber y con aquello que Dios te ha encomendado; no deberías dedicar nada de tiempo a tus hijos. Tu vida no les pertenece y no debes consumirla en aras de su existencia o su supervivencia, ni en satisfacer tus expectativas respecto a ellos. En su lugar, deberías dedicarla al deber y a la tarea que Dios te ha encomendado, además de a la misión que deberías cumplir como ser creado. Aquí es donde radica el valor y el significado de tu vida. Si estás dispuesto a perder tu propia dignidad y a convertirte en esclavo de tus hijos, a preocuparte y hacer cualquier cosa por ellos para satisfacer tus propias expectativas hacia ellos, entonces todo esto carece de significado y valor, y no será recordado. Si insistes en hacerlo y no te desprendes de estas ideas y acciones, solo puede significar que no eres alguien que persigue la verdad, que no eres un ser creado apto y que eres bastante rebelde. No aprecias ni la vida ni el tiempo que Dios te da. Si gastas tu vida y tu tiempo solo en tu carne y tus afectos, y no en el deber que Dios te ha encomendado, tu existencia es innecesaria y carece de valor. No mereces vivir, no mereces disfrutar de la vida ni de todo lo que Él te ha concedido” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (19)). A partir de las palabras de Dios, entendí que la responsabilidad y obligación de un padre es criar a su hijo hasta que sea adulto, enseñándole cómo comportarse. Una vez que el niño es un adulto y tiene la capacidad de vivir independientemente y manejar los problemas, los padres deben dejarlo ser libre. Si uno busca ser una buena esposa y madre y pasa toda su vida viviendo solo para su familia y sus hijos sin cumplir bien con su deber como ser creado, entonces su vida no tiene ningún valor ni sentido. La única responsabilidad que tengo hacia mi hijo es criarlo hasta que sea adulto, esclareciendo su mente y educándolo para que siga la senda correcta y se ocupe de lo que corresponde. Pensé en cómo, cuando mi hijo era pequeño, solía jugar hasta altas horas de la noche. Le hablé sobre el daño que podía causar jugar juegos en línea y le enseñé a ser pragmático, incluso le dije cómo Dios había creado los cielos y la tierra y todas las cosas, y le di testimonio de la verdadera existencia de Dios. Sin embargo, no escuchó y solo buscó el placer y el disfrute, y mi esposo lo rechazó por no encargarse de lo que correspondía y no quiso ocuparse de él. Esta fue la consecuencia de la senda que siguió, y era un sufrimiento que debía soportar. Yo ya había cumplido con mi responsabilidad como su madre y no estaba en deuda con él. Si solo me preocupara por su vida y me desprendiera de mi deber para ir a cuidarlo, le dedicara todo mi tiempo y energía y me hiciera cargo por completo de su futuro, tanto como para sacrificar mis últimos años en el proceso, entonces realmente sería demasiado insensata. Me di cuenta de esto: mi hijo ya es un adulto. Toma sus propias decisiones y tiene su propia senda de vida que seguir, así como la capacidad de vivir independientemente y lidiar con los problemas. No puedo cuidarlo para siempre, y mucho menos cambiar su destino. No solo soy su madre, sino que también soy un ser creado. Debo vivir para completar la misión que Dios me encomendó y cumplir bien con mi deber. Todavía hay muchas personas que no han llegado a Dios, así como muchos recién llegados que aún no han echado raíces y necesitan ser regados lo antes posible. Esta es mi responsabilidad y deber, y debo dedicarle más tiempo y energía. En cuanto a mi hijo, todo lo que puedo hacer es encomendárselo a Dios y someterme a Su soberanía y a Sus disposiciones.
Más tarde, seguí leyendo las palabras de Dios: “Dios determina el destino de cada persona; por tanto, nadie puede por sí mismo predecir ni cambiar la cantidad de bendiciones o sufrimientos que experimenta en la vida, el tipo de familia, el matrimonio o los hijos que tenga, las experiencias que viva en la sociedad y los acontecimientos que vivencie en su existencia, y los padres tienen todavía menos capacidad para cambiarlos” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (19)). A partir de las palabras de Dios, entendí que el sufrimiento que uno soporta en la vida, la felicidad que disfruta y lo que experimenta está predeterminado por Dios y nadie puede cambiarlo. Los padres ni siquiera pueden cambiar su propio destino, así que, ¿cómo podrían cambiar el de su hijo? El destino de un hijo en la vida, así como los altibajos y las tribulaciones por los que debe pasar, fueron predeterminados por Dios hace mucho tiempo. Es su senda de vida y debe experimentarla por sí mismo. Debido a los arrestos y la persecución del gran dragón rojo, ahora no puedo cuidar a mi hijo, y no puedo brindarle ningún apoyo económico. Ya ha crecido y necesita vivir independientemente, mantenerse y seguir su senda para el futuro. Ahora que tengo una senda para practicar, me siento sanada. Si las circunstancias lo permiten y encuentro una buena oportunidad, voy a casa a visitarlo, pero dedico más tiempo y energía a cumplir bien con mi deber. Viviendo así, mi corazón está seguro y en paz.
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.