Desprenderme de la vanidad me hizo sentir muy liberada

27 Mar 2025

Por Liu Lu, China

En junio de 2023, me eligieron líder de la iglesia. En ese momento, me sentí un poco sorprendida y algo preocupada, y pensé: “Mi comprensión de la verdad aún es bastante superficial y tengo carencias en muchos ámbitos. ¿Qué pasará si no logro resolver los problemas de los hermanos y hermanas, fracaso en mi deber y me acaban destituyendo? ¿Qué pensarán de mí entonces? ¿Cómo volveré a asomar la cara?”. Al pensar en esto, quise rechazar el cargo. Pero, luego me di cuenta de que ese deber era la exaltación de Dios y una oportunidad para que yo practicara, así que lo acepté.

Por ese entonces, colaboraba con la hermana Lin Hui. Lin Hui me encargó que supervisara el trabajo de depuración y riego de la iglesia. Pensé: “Las hermanas que organizan los materiales para depurar a las personas colaboraban conmigo antes. Solían supervisar y guiar mi trabajo. Me conocen bien y saben cuál es mi verdadera estatura. Ahora se supone que debo supervisar su trabajo y darle seguimiento. ¿Qué pasará si no puedo resolver sus estados o abordar los problemas en su trabajo? ¿Qué pensarán de mí? ¿Pensarán que no soy capaz de hacer trabajo real? ¿Dónde me meteré entonces?”. Esos pensamientos me pusieron muy nerviosa y no tuve el valor de investigar sus estados ni de preguntarles cómo iba su trabajo, así que solo les pregunté brevemente por su progreso, sin pedir otros detalles. Unos veinte días más tarde, me enteré de que Li Xiang, quien se encargaba de organizar los materiales para depurar a las personas, vivía en las dificultades de la enfermedad y cumplía sus deberes sin tener sentido de carga. La mayoría del trabajo lo hacía Zhou Yu y su salud tampoco era muy buena, por lo que algunos materiales no se podían organizar a tiempo. Quería buscar a Li Xiang y hablar con ella para resolver su estado, pero luego pensé que no entendía los principios del trabajo de depuración tan bien como ellas y me pregunté si pensarían mal de mí si me hacían preguntas sobre el trabajo que no era capaz de responder. Por lo tanto, no fui a hablar con ellas.

Un día, recibí una carta de los líderes superiores que decía que nuestra iglesia había avanzado lentamente en organizar los materiales para depurar a las personas y se había retrasado el trabajo, por lo que me pidieron que diera seguimiento al problema y lo resolviera. Cuando leí esa carta me sentí muy culpable, ya que sabía que el estado de Li Xiang no era bueno, pero, como estaba tan preocupada por proteger mi orgullo, no había ido de inmediato a hablar con la hermana, lo que me hacía responsable del retraso en el trabajo. Lin Hui también me envió una carta que decía que no estábamos investigando los estados de los hermanos y hermanas, que no entendíamos cómo progresaba el trabajo y que ese problema estaba directamente relacionado con nuestra negligencia a la hora de supervisar el trabajo o darle seguimiento. También recurrió a las palabras de Dios para señalar que mi actitud hacia mis deberes era incorrecta. Me sentí profundamente preocupada y me di cuenta de que Dios estaba usando la poda de mi hermana para despertarme. Tenía que corregir mi actitud hacia mis deberes de inmediato. Más tarde, busqué pasajes de las palabras de Dios pertinentes al estado de Li Xiang y hablé con ella. También investigué los estados de otras hermanas, cómo iban sus deberes y compartí y aporté soluciones a sus dificultades. Después, me enteré de que el estado de Li Xiang no había mejorado y pensé: “¿Qué pensarán todos de mí si ni siquiera puedo resolver el estado de mi hermana? ¿Pensarán que me faltan realidades-verdad y que no puedo resolver los problemas de los hermanos y hermanas? ¡Estaría completamente avergonzada!”. Con eso en mente, me sentí algo negativa, pero no busqué la verdad para resolver mi estado.

Una vez, escribí una carta a una hermana sobre algunos problemas que había en el trabajo de cultivo de personas. Cuando terminé de escribir la carta, Lin Hui le añadió muchas cosas e hizo muchas correcciones. Pensé: “Todavía tengo que molestar a otras personas con mis deberes. ¿Qué pensarán los demás de mí si lo supieran? ¿Pensarán que soy incapaz de hacer nada como líder? Antes, pensaba que era capaz de realizar ciertas tareas y ganar la aprobación de los hermanos y hermanas, pero nunca esperé quedar tan en evidencia tras convertirme en líder. ¡Si no hubiera asumido este deber, no me habrían humillado de esta manera!”. Esos pensamientos me hicieron sentir negativa y desmotivada en mis deberes y ya no quería dar seguimiento al trabajo del que era responsable. Me di cuenta de que mi estado era incorrecto, así que oré a Dios para que me guiara. Un día, leí un pasaje de las palabras de Dios: “En vez de buscar la verdad, la mayoría de la gente tiene sus propios planes mezquinos. Sus propios intereses, su imagen y el lugar o posición que ocupan en la mente de los demás tienen gran importancia para ellos. Estas son las únicas cosas que aprecian. Se aferran a ellas con mucha fuerza y las consideran como su propia vida. Y cómo los vea o los trate Dios tiene para ellos una importancia secundaria. Es algo que, de momento, ignoran. Lo único que les importa es si son el jefe del grupo, si otros los admiran y si sus palabras tienen peso. Su primera preocupación es la de ocupar esa posición. Cuando se encuentran en un grupo, casi todas las personas buscan este tipo de posición, este tipo de oportunidades. Si tienen un gran talento, por supuesto que quieren estar en lo más alto; si tienen una capacidad normal, querrán tener una posición superior en el grupo; y si están en una posición baja, siendo de calibre y habilidades normales, también desearán que los demás los admiren, no querrán que los miren por encima del hombro. La imagen y la dignidad de estas personas es donde marcan el límite: tienen que aferrarse a tales cosas. Puede que no tengan integridad, y no posean ni la aprobación ni la aceptación de Dios, pero en absoluto pueden perder entre los demás el respeto, el estatus o la estima por los que se han esforzado. Ese es el carácter de Satanás(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios pusieron al descubierto mi estado. Siempre quería destacar y me preocupaba que los demás me menospreciaran y perder estatus ante ellos. Daba más importancia al orgullo y al estatus que a mi propia vida. Reflexioné sobre mi período como líder. Por ese entonces, había entendido que esa era una oportunidad de práctica que Dios me daba y que debía centrarme en cumplir mi deber con firmeza, compartir con los hermanos y hermanas y resolver sus estados y dificultades. En cuanto a los problemas que no podía resolver, podría haberlos hablado con las hermanas con las que colaboraba y haber pedido a los líderes superiores que me orientaran. Pero no pensaba en cómo hacer bien mis deberes. Primero que nada, me preocupaban mi orgullo y estatus. Como las hermanas que organizaban los materiales ya habían colaborado conmigo antes y conocían mejor que yo los principios de este deber, tenía miedo de que me menospreciaran si no podía resolver sus problemas, así que no me atreví a dar seguimiento a su trabajo. Más tarde, me enteré de que el estado de Li Xiang era malo y que eso había retrasado el trabajo, pero seguí ignorando el asunto, ya que temía quedar humillada si no podía resolver el problema. Lin Hui leyó la carta que escribí, añadió ciertas cosas y corrigió las partes que tenían defectos. Eso benefició el trabajo, pero sentí que el hecho de no poder siquiera redactar una carta adecuada significaba que ella me desentrañaba, lo que me hizo querer volver a hacer mis deberes originales. Mi preocupación por el orgullo y el estatus me tenía atada de pies y manos, solo pensaba en mi reputación y estatus, e incluso desatendía el trabajo que se suponía debía hacer.

Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Satanás usa fama y ganancia para controlar los pensamientos del hombre hasta que todas las personas solo puedan pensar en ellas. Por la fama y la ganancia luchan, sufren dificultades, soportan humillación, y sacrifican todo lo que tienen, y harán cualquier juicio o decisión en nombre de la fama y la ganancia. De esta forma, Satanás ata a las personas con cadenas invisibles y no tienen la fuerza ni el valor de deshacerse de ellas. Sin saberlo, llevan estas cadenas y siempre avanzan con gran dificultad. En aras de esta fama y ganancia, la humanidad evita a Dios y le traiciona, y se vuelve más y más perversa. De esta forma, entonces, se destruye una generación tras otra en medio de la fama y la ganancia de Satanás. Consideremos ahora las acciones de Satanás, ¿no son sus siniestros motivos completamente detestables? Tal vez hoy no podáis calar todavía sus motivos siniestros, porque pensáis que uno no puede vivir sin fama y ganancia. Creéis que, si las personas dejan atrás la fama y la ganancia, ya no serán capaces de ver el camino que tienen por delante ni sus metas, que su futuro se volverá oscuro, tenue y sombrío. Sin embargo, poco a poco, todos reconoceréis un día que la fama y la ganancia son grilletes enormes que Satanás usa para atar al hombre. Cuando llegue ese día, te resistirás por completo al control de Satanás y a los grilletes que Satanás usa para atarte. Cuando llegue el momento en que desees deshacerte de todas las cosas que Satanás ha inculcado en ti, romperás definitivamente con Satanás y detestarás verdaderamente todo lo que él te ha traído. Sólo entonces la humanidad sentirá verdadero amor y anhelo por Dios(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). Por las palabras de Dios entendí que Satanás controla los pensamientos de las personas mediante la fama y la ganancia, y las lleva por la senda equivocada; hace que vivan encadenadas a la fama y la ganancia, se aparten de Dios y lo traicionen. Al reflexionar sobre mí misma a la luz de las palabras de Dios, me di cuenta de que había hecho de la búsqueda de la reputación y el estatus mi objetivo en la vida. Desde que era niña, siempre había luchado por la reputación y el estatus, independientemente del grupo en el que estuviera, ya que creía que tener reputación y estatus me ganaría la estima de las personas. Pensaba que vivir así era la única manera de vivir una vida con sentido. Incluso después de encontrar a Dios, seguí persiguiendo esas cosas y vivía según los venenos satánicos como “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela” y “Mejor ser cabeza de ratón que cola de león”. Después de que me eligieron líder de la iglesia, me preocupaba perder mi orgullo y estatus si no hacía bien mi deber, así que quise rechazarlo. Cuando asistí a la reunión con las hermanas que organizaban los materiales para depurar a las personas, como ellas habían supervisado mi trabajo antes, tenía miedo de quedar mal si no podía resolver sus problemas, así que no supervisé ni di seguimiento a su trabajo, lo que acabó retrasando la labor de depuración. Cuando la hermana con la que colaboraba corrigió la carta que yo había escrito y añadió muchas cosas, en lugar de usar eso para aprender y captar principios, sentí que había quedado en evidencia, me sentí profundamente humillada y quise eludir ese deber. A través de las revelaciones de los hechos, vi que los venenos de Satanás me tenían atada de pies y manos y que era incapaz de cumplir adecuadamente mi deber como ser creado, lo que perjudicaba el trabajo y significaba que estaba cometiendo transgresiones ante Dios. Vivir según los venenos de Satanás solo me llevaría a rebelarme contra Dios e ir por una senda opuesta a Él. Al reflexionar al respecto, me sentí con miedo, arrepentida y llena de culpa, así que oré a Dios: “Dios mío, no quiero seguir así. Quiero arrepentirme. Te ruego que me guíes para encontrar una senda de práctica”.

Entonces, leí más palabras de Dios: “Decidme, ¿cómo podéis ser personas normales y ordinarias? ¿Cómo puedes, como dice Dios, asumir el lugar propio de un ser creado, cómo puedes no intentar ser un superhombre o una gran figura? ¿Cómo deberías practicar para ser una persona normal y corriente? ¿Cómo se puede lograr eso? ¿Quién va a responder? (Antes que nada, tenemos que admitir que somos personas corrientes, muy comunes. Hay muchas cosas que no entendemos, no comprendemos y no podemos dilucidar. Hemos de admitir que somos corruptos y tenemos defectos. Después de eso, debemos tener un corazón sincero y acudir a menudo ante Dios para buscar). En primer lugar, no te otorgues a ti mismo un título y le cojas apego, y digas: ‘Soy el líder, soy el jefe del equipo, soy el supervisor, nadie conoce este tema mejor que yo, nadie entiende las habilidades más que yo’. No te dejes llevar por tu autoproclamado título. En cuanto lo hagas, te atará de pies y manos, y lo que digas y hagas se verá afectado. Tu pensamiento y juicio normales, también. Debes liberarte de las limitaciones de este estatus. Primero bájate de este título y esta posición oficial y ponte en el lugar de una persona corriente. Si lo haces, tu mentalidad se volverá más o menos normal. También debes admitirlo y decir: ‘No sé cómo hacer esto, y tampoco entiendo aquello; voy a tener que investigar y estudiar’, o ‘Nunca he experimentado esto, así que no sé qué hacer’. Cuando seas capaz de decir lo que realmente piensas y de hablar con honestidad, estarás en posesión de una razón normal. Los demás conocerán tu verdadero yo, y por tanto tendrán una visión normal de ti y no tendrás que fingir, ni existirá una gran presión sobre ti, por lo que podrás comunicarte con la gente con normalidad. Vivir así es libre y fácil(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Atesorar las palabras de Dios es la base de la fe en Dios). Antes, pensaba que, como líder, tenía que saber y entender todo y ser mejor que los demás. Al llevar el título de líder en mi deber, estaba atrapada por la reputación y el estatus, era incapaz de sentirme liberada y me volví excesivamente cautelosa en mi deber. Aunque estaba claro que carecía de mucho, seguía fingiendo y me ocultaba, ya que temía que los hermanos y hermanas me menospreciaran si no era capaz de resolver problemas. La verdad era que los hermanos y hermanas ya conocían mis defectos, así que no había necesidad de que disimulara. Aunque me faltaba entender los principios del trabajo de depuración, aún podía colaborar con las hermanas y aprender y equiparme con los principios-verdad relevantes, lo que también compensaría mis deficiencias. No podía seguir viviendo en aras del orgullo y el estatus. De ahí en adelante, debía dejar a un lado el título de “líder” y enfrentar mis defectos y deficiencias de manera correcta. Cuando no entendiera algo, debía dejar de lado mi orgullo y estatus, compartir abiertamente con los hermanos y hermanas, y aprender de las fortalezas de los demás para compensar mis deficiencias y cumplir bien con mi deber.

Más tarde, reconocí otra opinión falaz que tenía. Sentía que, como líder, tenía que ser capaz de resolver los problemas de los hermanos y hermanas. En respuesta a esa opinión, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Cuando alguien es elegido líder por los hermanos y hermanas, o la casa de Dios lo asciende para que lleve a cabo determinado trabajo o deber, esto no significa que tenga un estatus o una posición especiales, que las verdades que comprenda sean más profundas y más numerosas que las de otras personas, y ni mucho menos que esta persona sea capaz de someterse a Dios y no traicionarlo. Desde luego, tampoco significa que conozca a Dios y que sea una persona temerosa de Él. De hecho, no ha logrado nada de esto. El ascenso y el cultivo son solamente ascenso y cultivo en el sentido simple, y no es lo mismo que Dios los haya predestinado y aprobado. Su ascenso y cultivo simplemente significan que ha sido ascendida y está a la espera de ser cultivada. El resultado final de este cultivo depende de si esta persona persigue la verdad, y de si es capaz de elegir la senda de búsqueda de la verdad. Por lo tanto, cuando en la iglesia alguien es ascendido y cultivado para que sea líder, solo se le asciende y cultiva en sentido directo; no quiere decir que ya sea acorde al estándar y competente como líder, que ya sea capaz de asumir la labor de liderazgo y hacer un trabajo real; eso no es así. […] Entonces, ¿qué objetivo y significado tiene ascender y cultivar a alguien? El de que se asciende a esta persona, como individuo, para que practique y para que se la riegue y la forme especialmente, de modo que se la capacite para comprender los principios-verdad y los principios, medios y métodos para hacer cosas diferentes y resolver diversos problemas, así como para manejar y lidiar con los diversos tipos de entornos y personas con los que se topan, conforme a las intenciones de Dios y de una manera que proteja los intereses de la casa de Dios. A juzgar por estos puntos, ¿cuentan las personas con talento a las que asciende y cultiva la casa de Dios con la capacidad adecuada para emprender el trabajo y hacer bien su deber durante el período de ascenso y cultivo o antes de este? Por supuesto que no. En este caso, es inevitable que, durante el período de cultivo, estas personas experimenten la poda, el juicio y el castigo, sean desenmascaradas y hasta despedidas; es normal, en eso consiste ser formado y cultivado(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (5)). Las palabras de Dios me mostraron que, en la casa de Dios, cultivar a una persona para el deber de liderazgo no significa que posea las realidades-verdad, pueda compartir y resolver cualquier problema o sea mejor que los demás, sino que está recibiendo más oportunidades para practicar. Es normal tener deficiencias en el deber, y las personas deben confiar más en Dios en las cosas que no entienden, colaborar con sus hermanos y hermanas, hacer las cosas de acuerdo con los principios y requisitos de la casa de Dios y centrarse en buscar la verdad en las situaciones que Dios dispone. De esa manera, el crecimiento espiritual de las personas se acelera. Aunque hacía el deber de líder, eso no significaba que entendiera todo. Sin embargo, a través de la práctica, podía llegar a captar de a poco varios principios-verdad. ¡En eso estaba el amor de Dios! Había malinterpretado a Dios, pensaba que Él me estaba poniendo en evidencia mediante esta situación y que realmente había defraudado el cuidadoso esfuerzo de Dios. No podía seguir malinterpretando a Dios y debía dejar de lado mi orgullo y estatus, perseguir la verdad con sinceridad y buscar compartir con mis hermanos y hermanas cuando no entendiera algo.

Más tarde, los líderes superiores nos pidieron que compartiéramos con los hermanos y hermanas buenas maneras de regar a los nuevos fieles, así que pensé en cómo redactar estos métodos con claridad. Cuando terminé de redactar lo que había escrito, se lo quise mostrar a Lin Hui para ver si era adecuado, pero, al pensar en mis pobres habilidades comunicativas, me preocupé y pensé: “Si no está bien, ¿qué pensará Lin Hui de mí? ¿Me menospreciará?”. Así que dudé en mostrarle lo que había escrito. Pero me di cuenta de que, si lo que había escrito no estaba claro, no beneficiaría mucho a mis hermanos y hermanas, y que obtendría un mejor resultado si Lin Hui lo complementaba y mejoraba. Así que oré en silencio a Dios y le pedí que me guiara para que no me limitaran el orgullo ni el estatus. Recordé unas palabras de Dios: “No finjas ni coloques una fachada. Primero, muéstrate abierto sobre lo que piensas en tu corazón, tus verdaderos pensamientos, para que todos los conozcan y los comprendan. De este modo, se eliminarán tus preocupaciones, y las barreras y sospechas entre tú y los demás(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Atesorar las palabras de Dios es la base de la fe en Dios). Tenía que dejar a un lado mi orgullo y reconocer abiertamente mis defectos. La verdad era que Lin Hui me conocía tal como era y que sus grandes capacidades de expresión complementarían perfectamente mis deficiencias, ayudarían a evitar desviaciones y beneficiarían nuestro trabajo. Así que mostré a Lin Hui la carta que había escrito y ella me señaló algunos defectos. Lo que me dijo me ayudó mucho y se lo agradecí sinceramente a Dios.

Ahora me doy cuenta de que perseguir la reputación y el estatus perjudica realmente a las personas, ya que no solo me impide sentirme liberada, sino que también afecta el trabajo. Solo al practicar conforme a las palabras de Dios y al dejar de lado el orgullo y el estatus puedo vivir liberada y en paz. Asimismo, también siento que admitir nuestra propia corrupción y deficiencias no es algo humillante y que sincerarnos con los hermanos y hermanas sobre nuestro verdadero estado permite que nos ayuden. Siento que esto me ha beneficiado enormemente.

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