Vivir ante Dios
Dios Todopoderoso dice: “Para entrar en la realidad, uno debe enfocar todo hacia la vida real. Si, al creer en Dios, las personas no pueden llegar a conocerse a sí mismas mediante la entrada en la vida real, y si no pueden vivir la humanidad normal en la vida real, entonces se convertirán en fracasos. Todos los que desobedecen a Dios son personas que no pueden entrar en la vida real. Todos son personas que hablan de la humanidad, pero viven la naturaleza de los demonios. Todos son personas que hablan de la verdad, pero viven las doctrinas. Aquellos que no pueden vivir la verdad en la vida real son los que creen en Dios, pero Él los aborrece y los rechaza. Tienes que practicar tu entrada en la vida real, conocer tus propias deficiencias, desobediencia e ignorancia y conocer tu humanidad anormal y tus debilidades. De esa manera, tu conocimiento se integrará en tu condición y dificultades presentes. Sólo este tipo de conocimiento es real y puede permitirte comprender verdaderamente tu propia condición y lograr una transformación del carácter” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Discutiendo la vida de la iglesia y la vida real). “Al buscar la entrada en la vida, uno debe examinar sus palabras y actos, pensamientos e ideas en cada asunto que se encuentre en su vida diaria y comprender sus estados; después hay que compararlos con la verdad, buscar la verdad y entrar en la realidad-verdad de las verdades que entiende. Durante el proceso de entrar en la realidad-verdad, debe comprender sus estados y presentarse con frecuencia ante Dios para orarle y suplicarle. También debe hablar a menudo con hermanos y hermanas con un corazón abierto, buscar la senda de entrada en la realidad-verdad y buscar los principios-verdad. A la larga, llegará a saber qué actitudes revela en la vida cotidiana, si Dios se regocija en ellas o no, si la senda que practica es precisa o no, si ha comparado o no con las palabras de Dios los estados que, al hacer introspección, ha descubierto en su interior, si los ha verificado con exactitud o no, si concuerdan o no con las palabras de Dios y si realmente ha conseguido un logro y efectuado una entrada positiva en relación con los estados que concuerdan con las palabras de Dios. Cuando vives a menudo en estos estados, dentro de estas situaciones, poco a poco alcanzas una comprensión básica de algunas verdades y de tus estados prácticos” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El conocimiento del propio carácter es la base de su transformación). Las palabras de Dios nos muestran el camino a la entrada a la vida, que es examinar cada uno de nuestros pensamientos y acciones en todo lo que sucede en la vida real, y luego compararlo con las revelaciones de las palabras de Dios, reflexionar y conocer nuestro carácter corrupto y tratar de usar la verdad para resolverlo. Esta es la única manera de conocernos verdaderamente y entrar en la realidad de las palabras de Dios.
El hermano Chen compartió una de sus experiencias en una reunión hace seis meses. Cuando terminó, pensé que había sido deliberado en su deber y había ido en contra de los principios, por lo que había sido podado y tratado. Solo había tenido un poco de autocontrol sin poner excusas y parecía someterse. Pero en cuanto a por qué había sido deliberado en su trabajo, qué actitudes corruptas lo habían estado controlando o cuál era la causa, en realidad él no había reflexionado ni tratado de entender estas cosas, ni había buscado la verdad para resolverlas. Su obediencia era solo porque cumplía las reglas. No podía considerarse sumisión verdadera. Me preguntaba: “¿Debería mencionarle esta deficiencia?”. Pero luego pensé, “El hermano Chen ha sido creyente más tiempo que yo, y su comprensión y experiencia superan las mías. Si le hago una sugerencia, ¿quedaré como una niña que trata de alardear? ¿Pareceré arrogante? Mejor no digo nada”. Cuando terminó su comunicación, nos pidió que le mencionáramos cualquier deficiencia que notáramos. Quería señalar su problema, pero no pude. Pensé: “Es mucho mayor que yo. Si digo que realmente no se ha sometido y que solo está siguiendo las reglas, se sentirá humillado y lo pondré en un brete. Si no lo acepta y dice que soy demasiado arrogante e inexperta, me sentiré muy avergonzada. Realmente no lo conozco, y no vale la pena que tenga una mala impresión de mí”. Dudé por un largo rato, y luego dije: “Tienes una gran experiencia y algo de comprensión práctica”.
Me sentí incómoda después de decir esto. Pude ver sus problemas con claridad, pero no dije nada sobre ellos. En cambio, solo dije algo agradable que iba en contra de mi conciencia. No había nada sincero ni honesto al respecto. Luego pensé en nuestras reuniones durante ese tiempo en el que compartíamos la comunión. Se suponía que debíamos reflexionar y conocernos a nosotros mismos todos los días, para ver cuántas mentiras o verdades diluidas habíamos contado, cuántas cosas habíamos dicho motivados por objetivos personales, y qué cosas habíamos dicho o hecho que iban en contra de la verdad. Me di cuenta de que no había hecho más que mentirle al hermano Chen. Sabía que Dios nos exhorta una y otra vez a ser honestos, a llamar a las cosas por su nombre y decirlas como son. Y, sin embargo, no pude poner en práctica este requisito tan básico. En este punto, comencé a sentirme molesta. Me apresuré a ir ante Dios en oración para pedirle que me guiara para conocerme a mí misma. Entonces leí estas palabras de Dios: “Todos vosotros tenéis una buena formación. Todos prestáis atención a ser refinados y discretos al hablar, así como a la forma cómo habláis: sois diplomáticos y habéis aprendido a no herir el amor propio y la dignidad de los demás. En vuestras palabras y acciones dejáis margen de maniobra a las personas. Hacéis todo lo posible para que las personas se sientan tranquilas. No ponéis al descubierto sus cicatrices o defectos y tratáis de no herirlas ni avergonzarlas. Ese es el principio que sigue la mayoría de la gente al actuar. Y ¿qué clase de principio es este? Es conspirador, escurridizo, astuto e insidioso. Los rostros sonrientes de la gente ocultan muchas cosas malévolas, insidiosas y despreciables. Por ejemplo, al relacionarse con los demás, algunas personas, en cuanto ven que la otra persona tiene un poco de estatus, empiezan a hablar de una manera suave, agradable y halagadora para que la otra persona se sienta cómoda. No obstante, ¿es eso lo que están pensando? Sin lugar a duda, albergan intenciones y motivos ocultos. Esas personas tienen el corazón en tinieblas y son muy despreciables. Su manera de comportarse en la vida es repugnante y abominable” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Seis indicadores de crecimiento vital). Las palabras de Dios revelaron exactamente el estado en el que estaba. No era honesta en lo más mínimo en mis palabras y era increíblemente evasiva. Hablaba de forma indirecta para no lastimar a la gente, y siempre decía cosas agradables. Por fuera, parecía que pensaba en los demás, pero mi verdadera motivación era hacer que otros hablaran bien de mí y proteger mi propio prestigio y estatus. Al escuchar sus experiencias, supe muy bien que el hermano Chen se apegaba demasiado a las reglas, y sabía que esto no era útil para su entrada en la vida. Pero pensé que mencionar esto lo avergonzaría y le dejaría una mala impresión de mí, así que mantuve la boca cerrada. Incluso cuando me pidió sugerencias, no fui franca. En cambio, simplemente lo halagué y lo engañé. ¡Fui tan artera y engañosa! El hermano Chen nos pidió que señaláramos sus fallas porque quería enmendar sus deficiencias y defectos, pero no solo fallé en mi responsabilidad de ayudarlo, también lo elogié para engañarlo y ocultarle la verdad. Solo entonces me di cuenta de que sonaba agradable y discreta, y que nadie se ofendía, pero ante un problema no ponía en práctica la verdad. Eso no era ser una buena persona realmente, sino ser astuta y engañosa. Solía pensar que era joven e inexperta, que no sabía cómo eran las cosas. Solo cuando me expusieron los hechos, vi que en realidad era muy astuta y comencé a detestarme. Ya no quería ser tan engañosa y deshonesta. Entonces oré a Dios, dispuesta a arrepentirme, a decir la verdad y ser una persona honesta como Él lo requiere.
Planeaba escribir los problemas que había descubierto en el hermano Chen y enviárselos, pero mientras escribía dudé una vez más. Me preocupaba no estar redactando las cosas adecuadamente, que no le cayese bien, y que pensara que era demasiado puntillosa. Es más, como no lo había mencionado en ese momento, si hacía problema por eso ahora, ¿pensaría que estaba haciendo un escándalo por nada? “Quizás no debería hacer nada esta vez”, pensé, “pero hablaré la próxima”. Pero ese pensamiento me hizo sentir molesta de nuevo. Dios no había arreglado esta situación solo para mi propio entendimiento y nada más. Esperaba que aceptara Sus palabras y las pusiera en práctica. Si me rindiera y lo dejara pasar, ¿no sería eso engañar a Dios? Oré de nuevo a Dios, diciendo: “Ya no quiero preocuparme por la vanidad del hermano Chen, ni considerar lo que otros puedan pensar de mí. Por favor, Dios, guíame para practicar la verdad”. Después, contemplé la experiencia del hermano Chen y la integré con las palabras de Dios. Escribí los problemas que había notado y un poco de mi propia comprensión y se los envié al hermano Chen. Me sentí mucho más a gusto cuando lo puse en práctica de esa manera. Recibí la respuesta del hermano Chen justo al día siguiente. Dijo que se conmovió mucho cuando leyó mi carta, y que escribirle sobre sus problemas había provenido del amor de Dios. Se dio cuenta de que no se había centrado en buscar la verdad cuando surgieron problemas, y que cuando lo podaron y lo trataron, simplemente salió del paso. Escribió que estaba listo para corregir los errores en la forma en que experimentaba las cosas. Cuando terminé de leer su respuesta, me emocioné mucho. Sentía que no tenía que preocuparme tanto por mis interacciones con los hermanos y hermanas. Solo tenía que tener el motivo correcto para señalar un problema y entonces estarían dispuestos a aceptarlo. Todas mis preocupaciones habían sido mi imaginación y había estado bajo el control de mi carácter corrupto. También llegué a entender que las relaciones en la iglesia no se basan en filosofías para vivir o trucos engañosos, sino en poner en práctica las palabras de Dios y la honestidad mutua.
Pero Satanás me había corrompido tan profundamente y mi carácter corrupto estaba tan arraigado que cuando mi prestigio e intereses se veían amenazados, me resultaba difícil poner en práctica la verdad.
Algún tiempo después, descubrí que una hermana joven a menudo leía novelas en línea. Mi corazón comenzó a acelerarse y pensé: “La mayoría de estas novelas en línea son solo ficciones hechas por el hombre. Si su cabeza se ocupa de eso, no querrá leer las palabras de Dios ni cumplir con su deber. Entonces, perderá la obra del Espíritu Santo y eso sería una gran pérdida en su vida. Tengo que plantearle este problema”. Pero justo cuando estaba a punto de abrir la boca, dudé: “¿Se enojará y pensará que me estoy metiendo en lo que no me corresponde? Si no acepta lo que digo, será muy incómodo vernos todos los días. Quizás debería informarlo a la líder de la iglesia y dejar que ella le hable al respecto”. Pero sabía que pensar así estaba mal. Tenía la responsabilidad de hablar con ella al respecto porque había sido yo quien lo descubrió. No debería pasarle el problema a otra persona. Pensé en plantearle el problema varias veces después de eso, pero nunca podía pronunciar las palabras y no sabía por dónde empezar. Esto sucedió día tras día hasta que un día la líder de la iglesia me preguntó sobre el estado de la hermana. Recién entonces le mencioné este tema a la líder. Para mi sorpresa, la líder dijo que estaba ocupada con algo más y me pidió que hablara con la hermana. Me di cuenta de que Dios estaba arreglando esta situación para mí para ver si podía abandonar la carne y practicar la verdad. Pensé en cómo me había estado sintiendo incómoda por un tiempo. Especialmente cuando veía a esa hermana, me obsesionaba no haber hablado con ella. No le había demostrado amor ni había asumido responsabilidad, y mi conciencia estaba sufriendo. Conocía muy bien los peligros de quedar envuelto en novelas en línea. El diablo Satanás usa estas tendencias malvadas para engañar y corromper a las personas, para controlar sus pensamientos y hacerlos huir de Dios, para que estén cada vez más degenerados y desanimados, hasta que finalmente los devore. No había pensado lo más mínimo en cómo podría dañarse la vida de la hermana, o sobre cómo, al distraerse en su deber, eso podría causar un gran daño a la obra de la iglesia. Había tenido miedo de mencionarlo y ofenderla, y había sido muy precavida para mantener nuestra relación. ¡Estaba siendo tan egoísta y despreciable!
Entonces leí estas palabras de Dios: “Mucha gente cree que, de hecho, ser una buena persona es fácil, y simplemente requiere hablar menos y hacer más, tener un buen corazón y no tener malas intenciones. Creen que esto garantiza que prosperarán dondequiera que vayan, que agradarán a las personas y que con eso basta para ser esa clase de persona. Llegan hasta el punto de ni siquiera querer buscar la verdad, están ya satisfechas con ser una buena persona. Piensan que el asunto de buscar la verdad y servir a Dios es simplemente demasiado complicado; les parece que requiere entender muchas verdades y ¿quién puede lograr eso? Sólo quieren tomar un camino más fácil: ser buena gente y llevar a cabo sus deberes, y creen que con eso basta. ¿Es válida esta posición? ¿Realmente es tan simple ser una buena persona? Encontraréis por el mundo a muchas buenas personas en la sociedad, que hablan de una manera muy noble y, aunque exteriormente parece que no han hecho ningún gran mal, en el fondo son deshonestas y escurridizas. Son particularmente capaces de ver hacia dónde sopla el viento y son suaves y experimentadas en su elocuencia. Como Yo lo veo, una ‘buena persona’ es falsa, hipócrita, una persona así sólo finge ser buena. Aquellas que se apegan a un término medio son las más siniestras. Intentan no ofender a nadie, son aduladoras, están de acuerdo con las cosas y nadie puede averiguar sus intenciones. ¡Una persona así es un Satanás viviente!” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo poniendo en práctica la verdad es posible deshacerse de las cadenas de un carácter corrupto). Las palabras de Dios atravesaron mi corazón cuando vi que era una persona “conciliadora” que siempre tomaba el camino del medio, nunca ofendía a nadie ni señalaba los problemas de los demás; exactamente lo que revelaban las palabras de Dios. Si alguna vez decía algo, tenía que considerar con quién estaba hablando y la situación. Nunca podía lastimar una amistad o permitir que alguien me señalara errores. Había visto que esta hermana tenía un problema y quería decírselo, pero tan pronto como pensé que podría ofenderla, lo evité una y otra vez, y pasé el problema a la líder de la iglesia. Me di cuenta de que solo estaba pensando en mí misma, que hacía que otros asumieran tareas controvertidas, y que no quería que mis propios intereses fueran perjudicados de ninguna manera. Así me había estado comportando con mis hermanos y hermanas. A veces, cuando veía que alguien estaba en mal estado o revelaba corrupción, miraba para otro lado, sin mencionarlo ni compartirlo. En las apariencias, parecía llevarme bien con todos. Parecía realmente considerada. Pero todo era falso, todo fingido. Escondía mis verdaderas y sinceras palabras, solo aparentaba. ¡Fui tan hipócrita! Había engañado descaradamente a mis hermanos y hermanas, pero todavía quería que pensaran bien de mí. ¡Fui tan desvergonzada! Vi que no era más que una aduladora insidiosa y engañosa, y una falsa.
Luego leí más palabras de Dios: “Mientras las personas no hayan experimentado la obra de Dios y hayan obtenido la verdad, la naturaleza de Satanás es la que toma las riendas y las domina desde el interior. ¿Qué cosas específicas conlleva esa naturaleza? Por ejemplo, ¿por qué eres egoísta? ¿Por qué proteges tu propia posición? ¿Por qué tienes emociones tan fuertes? ¿Por qué te gustan esas cosas injustas? ¿Por qué te gustan esas maldades? ¿Cuál es la base para que te gusten estas cosas? ¿De dónde proceden? ¿Por qué las aceptas de tan buen grado? Para este momento, todos habéis llegado a comprender que esto se debe, principalmente, al veneno de Satanás que hay dentro de vosotros. En cuanto a qué es el veneno de Satanás, se puede expresar por completo con palabras. Por ejemplo, si les preguntas a algunos malvados por qué cometieron el mal, te responderán: ‘Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda’. Esta sola frase expresa la raíz del problema. La lógica de Satanás se ha convertido en la vida de las personas. Puede que hagan las cosas con un propósito u otro, pero solo lo hacen para sí mismas. Todos piensan que ya que el plan es cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda, deben vivir para ellos mismos, hacer todo lo que esté en su mano para asegurarse una buena posición y la comida y ropa de calidad. ‘Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda’: esta es la vida y la filosofía del hombre y también representa la naturaleza humana. Estas palabras de Satanás son precisamente el veneno de Satanás, y cuando la gente lo internaliza, se convierte en su naturaleza. La naturaleza de Satanás queda expuesta a través de estas palabras; lo representan por completo. Este veneno se convierte en la vida de las personas y en el fundamento de su existencia, y la humanidad corrompida ha sido sistemáticamente dominada por este veneno durante miles de años” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro). Estas palabras me dieron cierta comprensión de la causa de ser una complaciente, que era principalmente porque las filosofías y venenos de Satanás estaban profundamente arraigados en mí. Después de haber sido envenenada por cosas como “Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda” “Callarse los errores de los buenos amigos hace la amistad larga y buena” y “Di palabras de bien de acuerdo con los sentimientos y la razón de los demás, pues la franqueza incomoda”. Solo pensé en mi propio prestigio y estatus. Quería que otros hablaran bien de mí en todo lo que hacía y me volví muy egoísta, astuta y engañosa. Desde pequeña, mi mamá y mi papá siempre me decían que escuchara más de lo que hablara, y cuanto menos se dijese, mejor. Me decían que no fuera demasiado directa con los demás, ya que no les gustaría. Había estado viviendo según estas filosofías satánicas y rara vez era abierta y honesta con otras personas. Incluso con mi mejor amiga, muy raramente me abría para señalar sus fallas, tenía miedo de disgustarla y arruinar la imagen que tenía de mí. En cambio, prefería aceptar lo que sentía y halagarla, ¡pero todo era una mentira, todo un engaño! Me di cuenta de que vivir de acuerdo a estas filosofías satánicas para siempre solo podía hacerme increíblemente falsa, astuta, egoísta y vil. Pensaba solo en mis propios intereses y no pensaba en los demás en absoluto. No era sincera con la gente y no los amaba. Alguien como yo no podía ayudar ni beneficiar a nadie de ninguna manera, y simplemente no valía la pena acercarse a una persona así. Vi que estas filosofías satánicas eran realmente absurdas y que nunca deberían ser principios de conducta. Vi que vivir de acuerdo con estas filosofías satánicas para siempre solo puede hacernos más corruptos y más carentes de humanidad. Pensé en cómo cada vez que notaba un problema, no decía nada, y más tarde me sentía culpable, como con una pesada piedra en el corazón que no podía eliminar. Sentía que sabía la verdad pero no podía ponerla en práctica. Había sido tan cobarde, sin dignidad ni integridad. A mi edad, todavía no podía ser una persona decente, y no conocía los principios para las interacciones humanas. En cambio, había seguido los caminos seculares enseñados y propagados por Satanás. Realmente me odiaba en ese momento. Ya no quería seguir viviendo con estas filosofías satánicas. Solo quería actuar y conducirme de acuerdo con las palabras de Dios.
Entonces leí estas palabras de Dios: “¿Cuál es la práctica más importante de ser una persona honesta? Que vuestro corazón esté abierto a Dios. ¿Qué quiero decir con ‘abierto’? Significa darle a Dios una visión transparente de todo lo que pensáis, de vuestras intenciones y de lo que os controla. Lo que dices es lo que está en tu corazón, sin la menor diferencia y sin guardar ningún secreto, hablando sin una cara oculta, sin hacer que otros tengan que hacer conjeturas o profundizar haciéndote preguntas y sin necesidad de andar con tapujos; en cambio, dices lo que piensas sin ninguna otra intención. Esto quiere decir que tu corazón está abierto. A veces tu franqueza puede herir y disgustar a los demás. Sin embargo, ¿te diría alguien ‘Hablas de forma muy honesta y me has lastimado mucho; no puedo aceptar tu honestidad’? No, nadie lo haría. Aunque de vez en cuando lastimes a las personas, si puedes abrirte a ellas y disculparte, admitir que hablaste de forma insensata y sin tomar en consideración sus debilidades, verán que no guardas rencor, que eres honesto, que simplemente no te fijas mucho en tu forma de hablar y que, sencillamente, eres muy directo; nadie te lo echará en cara. […] Lo más importante de ser una persona honesta es que vuestro corazón esté abierto a Dios. Después podéis aprender a abriros a otras personas, a hablar con honestidad y sinceridad, a decir lo que hay en vuestro corazón, a ser una persona con dignidad, integridad y personalidad y a no hablar con grandilocuencia o falsedad ni emplear las palabras a modo de máscara o para engañar a los demás” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se es honesto se puede vivir con auténtica semejanza humana). Mientras reflexionaba sobre las palabras de Dios, me conmoví increíblemente. Sentí que Dios me había tomado de la mano para enseñarme cómo comportarme como ser humano. Para ser una persona honesta, hablar y actuar con honestidad, abrir completamente mi corazón a Dios, ser abierta con los hermanos y hermanas, y no tener que usar tácticas o simular: vivir de esta manera no es agotador. Le planteé el problema a esa hermana más tarde y hablé con ella sobre los peligros de quedar envuelta en las novelas en línea. Al principio, se la veía bastante triste y fue un poco incómodo. Pero al abrirme y comunicarme con ella, se dio cuenta de que estaba en un estado peligroso. Dijo que ya no leería novelas en línea y que ocuparía su mente en su deber. Al escucharla decir esto, finalmente pude respirar aliviada, pero también sentí reproche. Si hubiera hablado antes, tal vez su estado se habría corregido antes. Fue solo porque siempre quise ser agradable que había sucumbido a mí misma y no practicaba la verdad, y las cosas no se solucionaban. Ser una complaciente es realmente dañino. Después de eso, cuando veía un problema en los deberes de los hermanos y hermanas, a veces todavía me preocupaba ofenderlos, pero orando a Dios, practicando conscientemente la verdad y siendo una persona honesta, siempre pude señalar el problema sinceramente más adelante. Solo por la guía de las palabras de Dios pude aprender a conducirme e interactuar con los hermanos y hermanas. Percibí cuán preciosas son las palabras de Dios. Son los principios de nuestra conducta y acciones. Ya sea en nuestro deber o en nuestra conducta, siempre necesitamos las palabras de Dios para guiarnos. Mientras busquemos la verdad cuando surja un problema, tendremos un camino a seguir.
Pensando en el pasado, estaba de acuerdo en teoría que era engañosa, pero nunca me comparé con las palabras de Dios con franqueza para examinar y diseccionar mi carácter corrupto. También, rara vez busqué un camino de práctica o principios a partir de las palabras de Dios, así que mi carácter engañoso no cambió en absoluto. Aunque he experimentado solo algunos asuntos triviales en la vida, cuando me concentro en examinarme a mí misma y buscar la verdad en las palabras de Dios, recojo una cosecha y llego a un cierto entendimiento. También siento verdadera paz interior y obtengo un poco del camino hacia la entrada en la vida. ¡Llegar a este entendimiento y recoger esta cosecha se debe completamente a la guía de las palabras de Dios! ¡Gracias a Dios!
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