Mi práctica de exaltación y testimonio de Dios era muy absurda
Cada vez que veía que algunos líderes y colaboradores de la Iglesia se convertían en anticristos y eran eliminados por Dios porque siempre daban testimonio de sí mismos y llevaban a los hermanos y hermanas ante ellos, me advertía a mí mismo: debo asegurarme de exaltar a Dios y dar testimonio de Él en todos los asuntos; bajo ninguna circunstancia debo presumir o exaltarme a mí mismo, pues de lo contrario pondré un pie en el camino de los perdedores. Así, cada vez que comunicaba, me enfocaba únicamente en la revelación de mi propia corrupción y jamás hablaba sobre la práctica o la entrada desde el aspecto positivo. Cuando otros decían que había habido un poco de entrada o cambio en mí, yo lo negaba tajantemente. Yo creía que practicar así era exaltar a Dios y dar testimonio de Él.
Un día, escuché estas palabras en una comunicación: “El conocimiento de algunas personas de exaltar a Dios y dar testimonio de Él está incompleto, así que lo que practican no es totalmente correcto. Piensan que hablar sobre experimentar la obra de Dios significa principalmente hablar de conocer su propia corrupción, exponer su propia corrupción y practicar la apertura y analizar la revelación de su propia corrupción: que solo esto es exaltar a Dios y dar testimonio de Él. Hablar de esos aspectos de la experiencia y el testimonio como cambios en uno mismo y del proceso mediante el cual uno cambia o entra en la realidad es como si estuvieras dando testimonio de ti mismo y no de Dios. ¿Es correcto tal conocimiento? ¿Acaso hablar sobre el proceso a través del cual experimentaste un cambio equivale a dar testimonio de ti mismo? No es así. […] Lo que debemos entender es que, para ser más eficaces en traer a más personas ante Dios, cuando hablas únicamente de las experiencias negativas y no dices nada acerca de la entrada positiva, el efecto es limitado y no ideal y las personas seguirán sin un camino. Durante tus comunicaciones, otras personas sólo verán cómo te abres, cómo te analizas y cómo te muestras al descubierto. ¿Qué hay de tu entrada positiva? ¿Qué hay de tu práctica? ¿Qué camino de práctica ofreces a las personas? No le has dicho a las personas cómo deben practicar de ahora en adelante. […] Algunas personas no entienden lo que significa dar testimonio de uno mismo. Piensan que hablar acerca de sus aspectos positivos y sobre el aspecto de su entrada a la realidad es dar testimonio de sí mismos, pero esto es, de hecho, un mejor testimonio de Dios, un testimonio perfecto de Dios. Que seamos capaces de un poco de realidad, de algunos buenos actos, de cierta lealtad a la hora de llevar a cabo nuestros deberes, ¿no es el amor de Dios? ¿No es la gracia de Dios? ¿No es el efecto de la obra del Espíritu Santo? Al comunicar acerca de tales cosas eres más capaz de dar testimonio de la omnipotencia de Dios, de cómo la obra de Dios es la obra de la salvación del hombre, de cómo las palabras de Dios pueden cambiar a las personas y hacerlas perfectas y salvarlas. Así pues, el testimonio de la obra de Dios también requiere hablar de tu propia entrada positiva, de cómo pasaste de no poder entrar a finalmente poder hacerlo; de cómo pasaste de no poder conocerte a ti mismo a finalmente poder hacerlo y ser capaz de conocer la esencia de tu naturaleza; de cómo pasaste de resistirte a Dios y rebelarte contra Él a poder obedecerle, satisfacerle y dar testimonio de Él. Si puedes comunicar tales experiencias y dar tal testimonio en su totalidad, entonces tu testimonio de Dios es íntegro y completo. Solo esto es exaltar a Dios y dar testimonio de Él en el verdadero sentido. […] Si de lo único que hablas es de tu propia corrupción y fealdad, y si después de una década o más no puedes hablar de cambios en ti mismo, ¿es esto exaltar a Dios y dar testimonio de Él? ¿Es esto glorificar a Dios? ¿Puede esto dar testimonio de la omnipotencia de la obra de Dios? […] Si tu testimonio hace que las personas se vuelvan negativas y se alejen de Dios, entonces no es un testimonio. Tu obra se opone a Dios; es la obra de Satanás; es la obra que se opone a Dios” (‘Respuestas a preguntas’ en “Sermones y enseñanzas sobre la entrada a la vida (III)”). Cuando oí esto, de pronto pude comprender que exponerme obstinadamente y hablar sobre la revelación de mi propia corrupción no era exaltar a Dios ni dar testimonio de Él; el verdadero testimonio y exaltación de Dios no solo implica hablar sobre llegar a conocer tu propia esencia corrupta al tiempo que experimentas la obra de juicio y castigo de Dios; lo más importante es decir algo acerca de tu práctica y entrada positivas. Por ejemplo, qué verdades has llegado a conocer, lo que has llegado a conocer acerca de Dios, qué efectos ha tenido la obra de Dios en ti, qué cambios ha habido en tu antiguo carácter, etcétera. Si hablas genuinamente de estos aspectos de la experiencia y el conocimiento, a través de las experiencias reales que comunicas permitirás que los hermanos y hermanas alcancen el conocimiento de Dios y vean que la obra de Dios realmente puede salvar a las personas y cambiarlas, produciendo en ellas, así, verdadera fe en Dios y, al mismo tiempo, dándoles un camino de práctica y de entrada e informándoles acerca de cómo satisfacer a Dios y cómo entrar en la realidad de las palabras de Dios. Solo esto es exaltar verdaderamente a Dios y dar testimonio de Él, y solo un testimonio así puede avergonzar a Satanás. Por otro lado, mi entendimiento de exaltar a Dios y dar testimonio de Él había sido demasiado unilateral, demasiado absurdo. Pensé que hablar más acerca de mi propia corrupción delante de los hermanos y hermanas para que pensaran mal de mí era exaltar a Dios y dar testimonio de Él. Pensé que hablar acerca de los aspectos positivos de mi entrada era exaltarme y dar testimonio de mí. ¡Qué estúpido fui! A esta altura, no puedo evitar pensar acerca de mi práctica y el efecto que tiene exaltar a Dios y dar testimonio de Él.
Recuerdo una ocasión en la que una hermana que estaba hospedándome me dijo: “Ustedes, los líderes, han abandonado a sus familias y carreras para llevar a cabo su deber lejos de casa, han sufrido muchas dificultades, experimentado muchas cosas y han llegado a comprender muchas verdades. En todos ustedes ha habido cierta entrada y cambio. Sin embargo, al quedarme en casa estoy demasiado limitada por la carne, los momentos en los que mi corazón está en paz ante Dios son muy pocos y no ha habido un cambio en mí. Me gustaría ser como ustedes”. Al escuchar esto, pensé para mis adentros: “Debo exaltar a Dios y dar testimonio de Él; debo comunicar mi propia corrupción y no hablar de mis propios cambios pues, de lo contrario, esta hermana me tendrá en muy alta estima”. Como resultado, me aseguré de hablar de cómo, en el pasado, era arrogante y desobediente en relación con las disposiciones de la Iglesia cuando llevaba a cabo mi deber; de cómo fui incapaz de llevarme bien con mis hermanos y hermanas; de cómo mucho de lo que decía estaba manchado de falsedad; de cómo traté de engañar y albergar sospechas acerca de las personas. […] Después de escuchar mi comunicación, la hermana dijo: “Pensé que todos ustedes habían cambiado más o menos completamente, pero resulta que ustedes tampoco han cambiado. ¡Vaya! Ninguno de ustedes ha cambiado, lo cual hace que yo sea todavía peor”. Después de eso, aunque la hermana ya no me tuvo en alta estima y no me admiraba, como resultado adoptó una actitud negativa y pensó que no tenía esperanza de salvación. En una ocasión, durante una asamblea, hablé con los hermanos y hermanas de un aspecto de mi corrupción: cómo tenía nociones acerca de Dios. Hablé únicamente acerca de cómo tenía nociones acerca de Dios, y no acerca de cómo resolví esas nociones, y resultó que los hermanos y hermanas no habían tenido tales nociones; sin embargo, las tuvieron después de escuchar mi comunicación. Y así sucesivamente. Ese fue el efecto de mi supuesta exaltación y testimonio de Dios. La exaltación y testimonio de Dios que practiqué no sólo no dio testimonio de la autoridad y majestuosidad de las palabras de Dios, sino que, más bien, hizo que los hermanos y hermanas tuvieran dudas y nociones acerca de la obra de Dios de salvar, cambiar y perfeccionar a las personas; perdieron la fe en la salvación y tampoco tuvieron la motivación para buscar la verdad ni la determinación para cooperar activamente. La exaltación y el testimonio de Dios que yo practiqué no dio testimonio ante las personas de la amabilidad, la belleza y la justicia de Dios; no dio testimonio de las intenciones benevolentes de Dios de salvar al hombre, mostrar el amor de Dios a las personas y permitirles conocer a Dios. En cambio, en los hermanos y hermanas se produjeron nociones y malentendidos acerca de Dios y vivieron en el estado equivocado. ¿Cómo estaba yo exaltando y dando testimonio de Dios? Simplemente estaba esparciendo negatividad y lanzando muerte. En esencia, estaba lastimando a las personas y llevándoles destrucción. Aunque desde afuera no parecía que hubiera hecho algo evidentemente malo, la esencia de mis acciones era opuesta a Dios; fue sembrar distanciamiento en la relación de las personas con Dios; fue un ataque sobre la actitud positiva de los hermanos y hermanas y eso provocó que se alejaran de Dios. Estaba haciendo el mal, ¡simple y llanamente! ¡Dios verdaderamente desprecia y detesta esto!
Gracias a Dios por esclarecerme en cuanto a lo que significa verdaderamente exaltar a Dios y dar testimonio de Él; por permitirme saber cuán absurdo era mi propio entendimiento de la exaltación y testimonio de Dios; por permitirme ver que, en esencia, mi supuesta exaltación y testimonio de Dios eran una lamentable resistencia hacia Él. Si hubiera seguido así, al final lo que me habría ocurrido es que habría sido eliminado y castigado porque había servido a Dios, pero me había resistido a Él. A partir de ese día, aspiré a cambiar por completo mis absurdas formas de practicar; cuando comunique acerca de conocerme a mí mismo, debo hablar más del camino hacia la entrada positiva y del testimonio para experimentar y practicar las palabras de Dios. Debo dar testimonio de todo lo que he llegado a conocer, de modo que, con la ayuda de mis experiencias y conocimiento, los hermanos y hermanas puedan entender la voluntad de Dios, sean capaces de experimentar Su obra y puedan alcanzar el conocimiento de Dios, lo cual los llevará verdaderamente ante Él.
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