Nunca más me quejaré de mi suerte

3 Sep 2024

Por Yi Xin, China

Nací en una familia normal de granjeros, mis padres confiaban en los cultivos para subsistir. Había una familia pudiente en nuestro pueblo, con una casa grande y bonita. Los niños solían tener buena ropa y buena comida. Yo les tenía bastante envidia. Pensaba que debía estudiar mucho, ir a una buena universidad en el futuro y encontrar un buen trabajo. Así destacaría de la mayoría y los demás me estimarían y me envidiarían. Sin embargo, en mi primer año de instituto me diagnosticaron lupus eritematoso sistémico. Es una enfermedad reumática autoinmune incurable. Tienes que tomar medicación el resto de tu vida. En aquel momento me deprimí mucho, no sabía por qué había contraído esta enfermedad. Puse toda mi energía en estudiar. Mis notas solían ser de las mejores de clase, y pensé que si podía ir a la universidad perfecta sería capaz de reescribir mi destino. Pero de improviso, veintitantos días antes del examen de acceso a la universidad, tuve fiebres altas que no remitían y tuve que ingresar en el hospital, lo que afectó mi rendimiento en el examen. Al final, no fui a la universidad perfecta sino solo a una escuela superior de formación profesional. Pero no estaba dispuesta a rendirme ante mi destino y tras entrar en la escuela me apunté a clases preparatorias para ir a la universidad. Pero tras solo medio año de clases mi enfermedad fue a peor. Tenía fiebre baja a menudo, las articulaciones de las manos y las piernas se me hinchaban y me dolían, y hasta subir escaleras me costaba. A veces ni siquiera podía mover una botella. Al final no tuve elección, dejé la escuela y volví a casa. Los amigos de mi edad estaban sanos y se esforzaban por perseguir sus sueños. No podía evitar mirar al cielo suspirando y pensar: “¿Por qué el destino es tan injusto conmigo? ¿Por qué me han venido tan mal las cosas?”. A menudo culpaba a todo y a todos y a veces hasta pensé en la muerte. Pero viendo a mis padres ocuparse de mí, no tuve valor para concretar esas ideas. Lo único que podía hacer era ver pasar los días en vano.

Más tarde acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Me recuperé bastante de salud y pude llevar una vida normal. El líder dispuso que me pusiera a producir vídeos. En ese momento estaba entusiasmada y estudié seriamente producción audiovisual. Después me ascendieron a supervisora y me puse extremadamente contenta. Me volví todavía más activa cumpliendo con mi deber. A veces tenía fiebre baja, pero seguía empeñada en mi tarea. Más tarde, teniendo en cuenta mi estado de salud, el líder decidió que volviera a casa e hiciese allí las tareas que pudiese. Me sentí un poco perdida. Parecía que jamás tendría la oportunidad de ser cultivada, y pensé: “¿No es todo por esta horrible enfermedad? Realmente no tengo suerte”. Después de eso realicé tareas con textos en la iglesia. Pensaba a menudo: “Solo hago tareas con textos; no puedo destacar ni estar en el candelero”. Estaba muy deprimida. Viendo que los líderes a menudo iban a distintos lugares de reunión para hablar sobre las palabras de Dios y resolver problemas, lo impresionantes y exitosos que parecían, pensé: “Si pudiera entender un poco más de la verdad y resolver cuestiones sobre el estado de los hermanos y las hermanas, tal vez también podrían elegirme a mí como líder”. Así, siempre que iba a una reunión prestaba atención al estado de los hermanos y las hermanas. Al volver a casa hallaba algunas palabras de Dios y luego compartía estas palabras con los hermanos y las hermanas en la seguiente reunión. No hace falta decir que me hacía muy feliz ver a todos escuchando mi enseñanza. Y cuando todo iba en la buena dirección, me caí de la bici mientras iba a una reunión. Me hice tanto daño en la pierna que no podía andar y tuve que quedarme en casa recuperándome. Estaba muy confusa, pensando: “He sido muy activa en mi deber últimamente; ¿por qué me ha pasado esto de repente? ¿Por qué soy tan desafortunada?”. Todavía me molestaba más que la iglesia fuera a celebrar elecciones pronto; había pensado que podrían elegirme, pero el líder me dijo: “Los líderes se encargan de todo el trabajo de la iglesia. Teniendo en cuenta tu salud, me temo que te agotarías. Es mejor para ti que sigas con tus tareas con textos”. Al oír al líder fue como si me hubiesen echado un cubo de agua fría por encima y mi corazón se enfrió. Parecía que ser líder no era para mí. Después, en las siguientes reuniones me faltaba el vigor de antes. No quería hacer el esfuerzo de considerar los problemas de los hermanos y las hermanas. La líder recién elegida, Chen Fang, era de mi edad y realmente la envidiaba. Tenía buena salud y podía ser elegida como líder, mientras yo solo podía hacer tareas con textos. Me quejé para mí misma, pensando: “Quiero esforzarme por Dios con diligencia; ¿por qué tengo un cuerpo tan débil? Tengo el corazón, pero no tengo la fuerza. Realmente no tengo suerte”. Me sentía perdida, y pensaba: “Aunque no pueda ser líder, si lo hago bien con mis tareas con textos, ¿no me tendrán los hermanos y las hermanas en alta estima?”. Con esta idea, examinaba los manuscritos con entusiasmo. Pero al final del año la pierna me dolía tanto que no podía caminar. Resultó ser una osteonecrosis. Poco después hubo detenciones en la iglesia y no podía salir a contactar con los hermanos y las hermanas. Estaba muy deprimida, pensando: “¿Cómo puedo haber tenido tan mala suerte? En el pasado quise confiar en los estudios para cambiar mi destino, pero aquello no salió como esperaba. Pensé que tras creer en Dios sería capaz de tener buena suerte, pero las cosas tampoco me salieron bien. Ahora mi enfermedad es grave, y no puedo realizar mi tarea porque es peligroso. Nunca llegará el día en que pueda florecer. ¡Mi destino es sufrir!”. Me pasaba el día llorando, y no sabía cómo se suponía que iba a segur viviendo. En ese momento, se me ocurrió que podía escribir artículos, pero en cuanto pensaba en mi destino y en que todos mis esfuerzos serían inútiles, ya no tenía ganas de escribir, y pasaba todo el día deprimida.

Un día, una hermana que vivía cerca me trajo algunas palabras de Dios. Me sentí muy agradecida a Dios y oré: “Dios, gracias por Tu misericordia. En este tiempo he vivido una depresión. Siempre he pensado que tengo mala suerte, y nunca he buscado la verdad ni aprendido la lección. ¡Dios, soy tan rebelde!”. Después leí dos pasajes de las palabras de Dios y entendí mejor mi estado. Dios Todopoderoso dice: “La causa fundamental para el surgimiento de la emoción negativa de la depresión es diferente en cada uno. La emoción de depresión de cierta persona puede surgir de su constante creencia en su propio terrible destino. ¿No es esta una causa? (Sí). Cuando era joven, vivía en el campo o en una región pobre, su familia no era próspera y, aparte del simple mobiliario, no poseían nada de mucho valor. Tal vez tenían una muda o dos de ropa que debían llevar a pesar de tener agujeros, y por lo general no podían consumir comida de buena calidad, sino que en vez de eso tenían que esperar a Año Nuevo o días festivos para comer carne. A veces pasaban hambre, les faltaba ropa de abrigo y tener un gran plato lleno de carne que llevarse a la boca era un sueño, e incluso una pieza de fruta era difícil de conseguir. Al vivir en ese entorno se sentía diferente a otras personas que residían en la gran ciudad, aquellos cuyos padres eran acomodados, que podían comer cualquier cosa que les apeteciera y ponerse cualquier prenda de ropa, que tenían al momento lo que quisieran y poseían conocimiento sobre todo. Pensaba: ‘Su destino es tan bueno. ¿Por qué el mío es tan malo?’. Siempre quiere destacar entre la multitud y cambiar su destino. Sin embargo, no es tan fácil cambiar el propio destino. Cuando uno nace en esa situación, aunque lo intente, ¿cuánto puede cambiar y mejorar su destino? Después de convertirse en adulto, se ve frenado por obstáculos allá donde va en la sociedad, lo acosan dondequiera que va, así que se siente lleno de infortunio. Piensa: ‘¿Por qué soy tan desafortunado? ¿Por qué siempre conozco a personas malas? Tuve una vida dura de niño, y así eran las cosas. Ahora que soy grande, sigue siendo muy mala. Siempre quiero mostrar lo que puedo hacer, pero nunca tengo oportunidad. Si nunca la tengo, que así sea. Solo quiero trabajar duro y ganar suficiente dinero para tener una buena vida. ¿Por qué ni siquiera puedo hacer eso? ¿Por qué es tan difícil tener una buena vida? No hace falta tener una vida superior a la de los demás. Al menos quiero vivir la vida de alguien de ciudad, que nadie me menosprecie, no ser un ciudadano de segunda o tercera clase. Como poco, que cuando la gente me llame no me grite: ‘¡Eh, tú, ven aquí!’. Por lo menos que me llamen por mi nombre y se dirijan a mí con respeto. Sin embargo, no puedo disfrutar siquiera de que se dirijan a mí con respeto. ¿Por qué es tan cruel mi destino? ¿Cuándo terminará?’. Cuando una persona así no cree en Dios, considera cruel su destino. Tras empezar a creer en Dios y darse cuenta de que este es el camino verdadero, piensa: ‘Todo ese sufrimiento merecía la pena. Todo lo orquestó y lo hizo Dios, y lo hizo bien. Si no hubiera sufrido así, no habría llegado a creer en Dios. Ahora que creo en Él, si puedo aceptar la verdad, mi destino debería cambiar a mejor. Ahora puedo llevar una vida en igualdad de condiciones en la iglesia con mis hermanos y hermanas, y la gente me llama ‘hermano’ o ‘hermana’, y se dirigen a mí con respeto. Ahora disfruto de la sensación de contar con el respeto de los demás’. Parece como si su destino hubiera cambiado, y como si ya no sufrieran ni tuvieran un mal destino. Una vez que han empezado a creer en Dios, se proponen cumplir bien con su deber en la casa de Dios, se vuelven capaces de soportar adversidades y trabajar duro, capaces de aguantar más que nadie en cualquier asunto, y se esfuerzan por ganarse la aprobación y la estima de la mayoría de la gente. Les parece que incluso pueden llegar a ser elegidos líderes de la iglesia, alguien responsable o un líder de equipo, y ¿no estarán entonces honrando a sus antepasados y a su familia? ¿No habrán cambiado su destino? Sin embargo, la realidad no está a la altura de sus deseos y se sienten abatidos y piensan: ‘Llevo años creyendo en Dios y me relaciono muy bien con mis hermanos y hermanas, pero ¿cómo es posible que cada vez que llega el momento de elegir a un líder, a un responsable o a un líder de equipo nunca me toca a mí? ¿Será porque mi aspecto es muy sencillo o porque no he rendido lo suficiente y nadie se ha fijado en mí? Cada vez que hay una votación, tengo una ligera esperanza, e incluso me alegraría que me eligiesen líder de equipo. Me entusiasma mucho retribuirle a Dios, pero acabo decepcionado cada vez que hay una votación y me dejan fuera de todo. ¿Qué es lo que pasa? ¿Será que en realidad solo soy capaz de ser una persona mediocre, corriente, alguien anodino toda mi vida? Cuando recuerdo mi infancia, mi juventud y mis años de mediana edad, esta senda que he recorrido siempre ha sido muy mediocre y no he hecho nada digno de mención. No es que no posea ninguna ambición o mi calibre sea demasiado escaso, y no es que no me esfuerce lo suficiente o que no pueda soportar las adversidades. Tengo determinación y metas, e incluso puede decirse que también ambición. Entonces, ¿por qué nunca puedo destacar entre la multitud? A fin de cuentas, simplemente tengo un mal destino y estoy condenado a sufrir, y así es como Dios ha dispuesto las cosas para mí’. Cuanto más piensan en ello, peor creen que es su destino. […] Da igual lo que les ocurra, siempre lo atribuyen a que tienen un mal destino; le dedican un esfuerzo constante a esta idea de tener un mal destino, se esfuerzan por tener una comprensión y una apreciación más profundas de ella y, a medida que le dan vueltas en su mente, sus emociones se vuelven más depresivas. Cuando cometen un pequeño error en el cumplimiento de su deber, piensan: ‘Oh, ¿cómo voy a cumplir bien con mi deber si tengo un destino tan malo?’. En las reuniones, sus hermanos y hermanas comunican mientras ellos meditan las cosas una y otra vez, pero no entienden, y piensan: ‘Oh, ¿cómo voy a entender las cosas si tengo un destino tan malo?’. Cuando ven a alguien que habla mejor que ellos, que debate sobre su comprensión de una manera más clara e iluminada, se sienten aún más deprimidos. Cuando ven a alguien que puede soportar penurias y pagar el precio, que muestra resultados en el cumplimiento de su deber, que recibe la aprobación de sus hermanos y hermanas y consigue ascensos, sienten infelicidad en su corazón. Cuando ven a alguien convertirse en líder u obrero, se sienten aún más deprimidos, e incluso al ver que alguien canta y baila mejor que ellos, se sienten inferiores a esa persona y se deprimen. No importa con qué personas, acontecimientos o cosas se encuentren, o cualquier situación con la que se topen, siempre responden a ellos con esta emoción de depresión. Incluso cuando ven a alguien que lleva ropa un poco más bonita que la suya o cuyo peinado es un poco mejor, siempre se sienten tristes, y los celos y la envidia surgen en su corazón hasta que, finalmente, regresan a esa emoción depresiva(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (2)). “Al final, al creerse siempre con un mal destino, caen en la desolación, viven sin un propósito real y solo comen y duermen, esperando la muerte. De este modo, pierden cada vez más interés en la búsqueda de la verdad, en cumplir bien con su deber, en alcanzar la salvación y en otros requerimientos similares de Dios, e incluso repelen y rechazan cada vez más estas cosas. Toman su mal destino como su razón y fundamento para no perseguir la verdad, y el no poder alcanzar la salvación como algo natural. No analizan sus propias actitudes corruptas o emociones negativas en las situaciones con las que se encuentran, para de ese modo llegar a conocer y resolver sus actitudes corruptas, sino que utilizan su punto de vista de que tienen un mal destino como modo de responder a toda persona, acontecimiento y cosa con los que se encuentran y que experimentan, con lo cual caen aún más profundamente en su emoción de depresión(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (2)). Lo que Dios puso al descubierto era exactamente mi estado. Siempre había pensado que tenía mala suerte y un destino cruel y por ello había tenido a menudo sentimientos depresivos. Cuando era joven vi que había nacido en una familia corriente y quería confiar en los estudios para cambiar mi destino, pero por desgracia, en mi primer año de secundaria me diagnosticaron lupus eritematoso. Cuando se recrudeció mi enfermedad justo antes del examen de acceso a la universidad, no fui capaz de entrar en la universidad perfecta. Más tarde tuve que dejar la escuela e irme a casa debido a mi grave estado de salud. Al ver que no podía confiar en el conocimiento para cambiar mi destino, sentía un gran dolor en el corazón y me quejaba a menudo de lo injusto que era el destino conmigo. Despues de empezar a creer en Dios, estaba todo el tiempo en segundo plano haciendo de mala gana tareas con textos, y quería resolver activamente los estados de los hermanos y las hermanas para que me eligieran como líder. No obstante, teniendo en cuenta mi estado de salud, los hermanos y hermanas no me eligieron. Sentía todavía más que realmente no tenía suerte, y ya no era tan activa como antes en las reuniones. De acuerdo con mi situación, la iglesia decidió que permaneciera en la casa de mi familia de acogida y analizase manuscritos. Todavía quería alcanzar algunos logros y que la gente me tuviera en alta estima, pero mi estado de salud fue a peor de manera inesperada, y la osteonecrosis me impedía salir a cumplir con mi deber. Me deprimí todavía más. Pensaba que nada de lo que hacía iba bien, que mi destino era sufrir. Tenía sentimientos depresivos y perdí la esperanza en mí misma, ya no quería perseguir la verdad, ni siquiera escribir más artículos. Creía que me había tocado tener mala suerte y que no tenía sentido seguir intentándolo. Mi forma de ver las cosas era la de esa gente que no cree en Dios: cuando me enfrentaba a la adversidad, llegaba a la conclusión de que tenía mala suerte y quería luchar contra mi destino, hiciera lo que hiciera. Al perder la lucha, me quejaba de que no tenía suerte. Había creído en Dios durante años pero no me había sometido de verdad a Él. No sabía que debía buscar la verdad para resolver mis propios problemas, solo vivía en un estado de depresión y culpaba a Dios. ¿Cómo podía considerarme a mí misma una creyente?

Más tarde leí dos pasajes más de las palabras de Dios y aprendí que no hay cosas tales como la buena o la mala suerte. Dios Todopoderoso dice: “El arreglo de Dios sobre cuál va a ser el destino de una persona, ya sea bueno o malo, no es algo que se deba contemplar o medir con los ojos de un hombre o de un adivino, ni tampoco que se deba medir en función de cuánta riqueza y gloria esa persona disfruta en su tiempo de vida, del sufrimiento que experimenta o el éxito que tenga en su búsqueda de perspectivas, fama y fortuna. Sin embargo, este es precisamente el grave error que cometen quienes dicen tener un mal destino, así como una forma de medir el propio destino que usa la mayoría de la gente. ¿Cómo mide la mayoría de la gente su propio destino? ¿Cómo mide la gente mundana si el destino de una persona es bueno o malo? Principalmente, se basan en si a esa persona le va bien en la vida o no, si puede disfrutar o no de la riqueza y la gloria, en si puede vivir con un estilo de vida superior al de los demás, cuánto sufre y cuánto disfruta durante su vida, cuánto vive, qué carrera tiene, si se trata de una vida esforzada o si es cómoda y fácil. Estas y otras cosas son las que usan para medir si el destino de una persona es bueno o malo. ¿No lo medís vosotros así también? (Sí). Entonces, cuando la mayoría de vosotros os topáis con algo que no es de vuestro gusto, cuando los tiempos son duros o no sois capaces de disfrutar de un estilo de vida superior, pensaréis que también tenéis un mal destino y os hundiréis en la depresión(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (2)). “Hace mucho que Dios predestinó los destinos de las personas, y son inmutables. Este ‘buen destino’ y este ‘mal destino’ difieren de una persona a otra, y dependen del entorno, de cómo se sienten las personas y de lo que buscan. Por eso el destino no es ni bueno ni malo. Puede que vivas una vida muy dura, pero tal vez pienses: ‘No busco vivir una vida de lujo. Me basta con tener suficiente para comer y vestirme. Todo el mundo sufre a lo largo de su vida. La gente mundana dice: ‘No puedes ver un arcoíris a menos que esté lloviendo’, así que el sufrimiento tiene su valor. Esto no es tan malo, y mi destino no es malo. El cielo me ha dado algo de dolor, algunas pruebas y tribulaciones. Eso es porque Él me tiene en alta estima. Este es un buen destino’. Algunas personas piensan que el sufrimiento es algo malo, que implica que tienen un mal destino, y que solo una vida sin sufrimiento, con comodidad y tranquilidad, significa que tienen un buen destino. Los no creyentes llaman a esto ‘una cuestión de opinión’. ¿Cómo consideran los creyentes en Dios esta cuestión del ‘destino’? ¿Hablamos de tener un ‘buen destino’ o un ‘mal destino’? (No). No decimos cosas así. Digamos que tienes un buen destino porque crees en Dios, entonces si no sigues la senda correcta en tu fe, si eres castigado, puesto en evidencia y descartado, ¿significa eso que tienes un buen o un mal destino? Si no crees en Dios, no puedes ser puesto en evidencia o descartado. Los no creyentes y la gente religiosa no hablan de poner en evidencia o discernir a la gente, y tampoco de expulsarla o descartarla. Debería significar que las personas tienen un buen destino cuando son capaces de creer en Dios, pero si al final son castigadas, ¿significa entonces que tienen un mal destino? Su destino es bueno en un momento y malo al siguiente, así que ¿cuál de los dos es? Si alguien tiene un buen destino o no, no es algo que se pueda juzgar, la gente no puede juzgar este asunto. Todo lo hace Dios y todo lo que Él dispone es bueno. Lo único que ocurre es que la trayectoria del destino de cada individuo, o su entorno, y las personas, los acontecimientos y las cosas con las que se encuentra, y la senda vital que experimenta a lo largo de su vida son todos diferentes; estas cosas difieren de una persona a otra. El entorno vital y en el que crece cada persona, ambos dispuestos para ella por Dios, son todos diferentes. Las cosas que cada individuo experimenta durante su vida son todas diferentes. No existe un supuesto destino bueno o destino malo: Dios lo arregla y lo hace todo. Si consideramos el asunto desde la perspectiva de que todo lo hace Dios, todo es bueno y correcto. Lo que ocurre es que, desde la perspectiva de las predilecciones, los sentimientos y las elecciones de las personas, algunas eligen vivir una vida cómoda, tener fama y fortuna, una buena reputación, tener prosperidad en el mundo y llegar a lo más alto. Creen que eso significa que tienen un buen destino, y que una vida de mediocridad y de no tener éxito, viviendo siempre en lo más bajo de la sociedad, es un mal destino. Así es como se ven las cosas desde la perspectiva de los no creyentes y de la gente mundana que busca cosas mundanas y vivir en el mundo, y así es como surge la idea del buen destino y del mal destino. Esta idea solo surge de la estrecha comprensión de los seres humanos y de su percepción superficial del destino y, entre otras cosas, de los juicios de la gente sobre cuánto sufrimiento físico soportan, cuánto disfrute, fama y fortuna obtienen. De hecho, si lo miramos desde la perspectiva de los arreglos y la soberanía de Dios sobre el destino del hombre, no existen tales interpretaciones de buen o mal destino. ¿Acaso esto no es exacto? (Sí). Si consideras el destino del hombre desde la perspectiva de la soberanía de Dios, entonces todo lo que Él hace es bueno, y es lo que cada individuo necesita. Esto se debe a que la causa y el efecto desempeñan un papel en las vidas pasadas y presentes, están predestinados por Dios, Él tiene soberanía sobre ellos y los planifica y arregla: la humanidad no tiene elección. Si lo consideramos desde este planteamiento, la gente no debería juzgar su propio destino como bueno o malo, ¿verdad?(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (2)). Trasa leer las palabras de Dios me di cuenta por fin de que, desde la perspectiva de Dios, no hay cosas tales como la buena o la mala suerte. Todo lo que hace Dios es bueno. Dios tiene soberanía sobre el destino de cada persona y Él lo dispone. El estándar de la gente para juzgar si su suerte es buena o mala se basa en cuánto sufren en su vida, en cuánto prestigio y riqueza pueden disfrutar, y cuánto éxito tienen en su búsqueda de fama y ganancias y de sus expectativas de futuro. Esto es desde la perspectiva de las preferencias carnales del hombre y no está en absoluto de acuerdo con la intención de Dios. Esto es lo que yo había creído; pensaba que quienes tenían buena salud, quienes alcanzaban fama y ganancias y disfrutaban de prestigio y riquezas eran gente con buena suerte, mientras que quienes tenían enfermedades, vivían en la pobreza y pasaban sus vidas en la mediocridad sin que nadie les tuviese en alta estima eran gente con mala suerte. Así que, como yo estaba siempre acosada por la enfermedad y como quería alcanzar fama, ganancias y mis expectativas de futuro, pero nunca tenía éxito, pensaba que tenía mala suerte. Mi forma de ver las cosas era la de los no creyentes; era el punto de vista de los incrédulos. Alguna gente tiene buena salud y pasa su vida luchando constantemente por dinero, fama, ganancias y estatus. Incluso si sus deseos se han cumplido, no conocen el valor ni el sentido de la vida. Alguna gente pasa sus días sitiéndose vacía, mientras otra busca todo tipo de estimulaciones. Algunos se hunden en la autocomplacencia mientras que otros incluso eligen acabar con su vida suicidándose. ¿Tiene esta gente grandes destinos? ¿Son de verdad felices y gozosos? Pensé que aunque algunos hermanos y hermanas vinieran de familias corrientes y no hubieran sido promocionados para ser líderes o supervisores en la casa de Dios, aun así cumplían con su deber y entendían algunas verdades. Algunos incluso escribían artículos que daban testimonio de Dios; no tenían mala suerte. Aunque me atormentaba la enfermedad, oraba a Dios a menudo por esto y mi corazón no se atrevía a apartarse de Él. Además, durante todos estos años llegué a entender algunas verdades a través de mis tareas con textos. Todo esto era bueno para mi entrada en la vida. Además, yo era muy arrogante por naturaleza y mi deseo de reputación y estatus era fuerte, de forma que no ser promocionada para aquellos deberes de perfil alto era la manera de Dios de protegerme. Lo que es más importante, si no tuviera esta enfermedad, me dedicaría por completo a alcanzar dinero, fama y ganancias en el mundo, viviría bajo el poder de Satanás, sufriendo su daño y sus engaños y totalmente capturada por él, y no recibiría la salvación de Dios de los últimos días. De hecho, obtuve mucho de esa enfermedad, pero siempre me quejaba de que no tenía suerte. Había tenido la bendición a mi alrededor todo el tiempo, ¡y no tenía ni idea! Pensaba en las palabras de Dios, que decían: “Algunas personas empiezan a creer en Dios a causa de la enfermedad. Esta enfermedad es la gracia de Dios para ti; sin ella, no creerías en Dios, y si no creyeras en Dios entonces no habrías llegado hasta aquí, y, por eso, incluso esta gracia es el amor de Dios(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo al experimentar pruebas dolorosas puedes conocer la hermosura de Dios). Ahora ya había experimentado en primera persona estas palabras de Dios. Ya no he vuelto a quejarme de tener mala suerte por mi enfermedad.

Leí más palabras de Dios: “¿Habéis comprendido si son acertados o equivocados los pensamientos y puntos de vista de las personas que siempre aseguran tener un mal destino? (Son equivocados). Claramente, estas personas experimentan la emoción de la depresión al verse sumidas en el extremismo. […] Consideran los asuntos y a las personas desde este planteamiento extremo e incorrecto, así que viven, perciben a las personas y las cosas, y se comportan y actúan una y otra vez bajo el efecto y la influencia de esta emoción negativa. Al final, no importa cómo vivan, parecen tan cansados que no son capaces de reunir ningún entusiasmo por su fe en Dios y la búsqueda de la verdad. Con independencia de cómo elijan vivir su vida, no pueden cumplir positiva o activamente con su deber, y a pesar de llevar muchos años creyendo en Dios, nunca se concentran en entregarse al deber en cuerpo y alma o hacerlo satisfactoriamente y, por supuesto, ni mucho menos persiguen la verdad o practican de acuerdo con los principios-verdad. ¿A qué es debido? En última instancia, a que siempre piensan que tienen un mal destino, y esto los lleva a tener una emoción profundamente depresiva. Acaban totalmente desanimados, impotentes, como un cadáver andante, sin ninguna vitalidad, sin mostrar ningún comportamiento positivo u optimista, y mucho menos ninguna determinación o resistencia para dedicar la lealtad que deberían a su deber, a sus responsabilidades y a sus obligaciones. Más bien, luchan a regañadientes día a día con una actitud descuidada, sin rumbo y con la cabeza confundida, e incluso los días se les pasan sin que se den cuenta. No tienen ni idea de cuánto tiempo van a seguir así. Al final, no les queda más remedio que reprenderse a sí mismos y decirse: ‘Oh, seguiré saliendo del paso mientras pueda. Si un día no puedo más y la iglesia quiere expulsarme y descartarme, que me descarte y ya está. Es que tengo un mal destino’. Ya ves, incluso lo que dicen es muy derrotista. Esta emoción de la depresión no es un simple estado de ánimo, sino que, lo más importante, causa un impacto devastador en los pensamientos, en el corazón y en la búsqueda de las personas. Si no puedes dar un giro a tu emoción de depresión a tiempo y con rapidez, no solo afectará a toda tu vida, sino que también la destruirá y te conducirá a la muerte. Aunque creas en Dios, no podrás obtener la verdad y alcanzar la salvación y, al final, perecerás. Por eso, los que creen que su destino es malo deberían despertar ya; estar siempre investigando si su destino es bueno o malo, andar siempre detrás de algún tipo de destino, preocuparse siempre por este… eso no es bueno. Al tomarte siempre muy en serio tu destino, cuando te encuentras con una pequeña perturbación o decepción, o cuando te sobrevienen fracasos, reveses o situaciones embarazosas, llegas rápidamente a creer que se debe a tu propio mal destino y mala suerte. Así, te recuerdas repetidamente a ti mismo que eres alguien con un mal destino, que tu destino no es bueno como el de otras personas, y te sumerges una y otra vez en la depresión, rodeado, atado y atrapado por la emoción negativa de esta, incapaz de escapar de ella. Que pase esto es algo muy aterrador y peligroso. Aunque esta emoción de la depresión no provoque que te vuelvas más arrogante o taimado, o que reveles perversidad o intransigencia, u otras actitudes corruptas; aunque no se llegue al punto en el que reveles un carácter corrupto y desafíes a Dios, o reveles un carácter corrupto y vulneres los principios-verdad, o causes trastornos y perturbaciones, o realices actos malvados, sin embargo, en términos de esencia, esta emoción de la depresión es una manifestación gravísima de la insatisfacción de la gente con la realidad. En esencia, esta manifestación de descontento con la realidad es también una muestra de insatisfacción hacia la soberanía y los arreglos de Dios. ¿Y cuáles son las consecuencias de estar insatisfecho con la soberanía y los arreglos de Dios? Sin duda, son muy graves y, como mínimo, harán que te rebeles y desafíes a Dios, y te llevarán a ser incapaz de aceptar Sus declaraciones y Su provisión, a que seas incapaz de entender y no estés dispuesto a escuchar las enseñanzas, exhortaciones, recordatorios y advertencias de Dios(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (2)). Las palabras de Dios me hicieron darme cuenta de que las consecuencias de permanecer siempre atrapado en esta emoción negativa de pesimismo y depresión son graves. No solo hace que la gente sea incapaz de considerar correctamente las cosas que le pasan, también hace que no se interese en cumplir su deber y perseguir la verdad y termina perdiendo su oportunidad de ser salvada. Lo que es todavía más serio es que este tipo de emoción depresiva es un descontento con la realidad y con la soberanía y las disposiciones de Dios. Su esencia es la de quejarse ante Dios y rebelarse silenciosamente contra Él. La naturaleza de esto es muy seria. Mi calificación en el examen de acceso a la universidad se resintió debido al recrudecimiento de mi enfermedad, y también abandoné la escuela superior y volvía a casa debido a ella. Sufría mucho por esto, culpaba a todo y a todos. Después de empezar a creer en Dios, mi enfermedad me impedía ascender y desarrollarme, y siempre pensaba que no tenía suerte y culpaba a Dios por haberme dado este cuerpo. También cumplía con mi deber por inercia, sin un deseo de cooperar activamente. Estaba siempre atrapada en este punto de vista erróneo de que tenía mala suerte y me deprimía cada vez más, me quejaba ante Dios y lo malinterpretaba constantemente. Si no cambiaba el rumbo, al final lo único que conseguiría es perder mi portunidad de ser salvada por oponerme a Dios. Este tipo de pensamiento y punto de vista erróneos son muy tóxicos. Hace que la gente encare las cosas que le ocurren sin una actitud de sumisión y a final solo pueden ser embaucados y dañados por Satanás. Al darme cuenta de esto, oré a Dios: “Dios, siempre me he quejado de que no tengo suerte y he vivido en esta emoción depresiva negativa. Esto era una rebelión silenciosa contra Ti; estaba oponiéndome a Ti. Dios, no quiero seguir así; por favor, guíame”.

Después de esto, leí las palabras de Dios y aprendí cómo considerar mi destino correctamente. Dios Todopoderoso dice: “¿Qué actitud debe tener la gente hacia el destino? Debes cumplir con los arreglos del Creador, buscar activa y enérgicamente el propósito y la intención del Creador en Su arreglo de todas estas cosas y lograr la comprensión de la verdad, desempeñar las mayores funciones en esta vida que Dios ha arreglado para ti, cumplir bien los deberes, responsabilidades y obligaciones de un ser creado, y volver tu vida más significativa y de mayor valor, hasta que finalmente el Creador esté complacido contigo y te recuerde. Por supuesto, lo que sería aún mejor sería alcanzar la salvación a través de tu búsqueda y denodado esfuerzo; ese sería el mejor resultado. En cualquier caso, con respecto al destino, la actitud más apropiada que debería tener la humanidad creada no es la de juzgar y definir sin sentido, ni la de utilizar métodos extremos para enfrentarse a dicho destino. Por supuesto, mucho menos deberían las personas intentar resistirse, elegir o cambiar su destino, sino que deberían usar su corazón para apreciarlo, buscarlo, explorarlo y cumplirlo, antes de afrontarlo positivamente. Por último, en el entorno vital y en el periplo que Dios te ha marcado en la vida, debes buscar la forma de conducta que Él te enseña, buscar la senda que Dios te exige que sigas, y experimentar el destino que Dios ha dispuesto para ti de esta forma, y al final, serás bendecido. Cuando experimentas el destino que el Creador ha dispuesto para ti de esta manera, lo que llegas a apreciar no es solo pena, tristeza, lágrimas, dolor, frustración y fracaso, sino, lo que es más importante, experimentarás alegría, paz y consuelo, así como el esclarecimiento y la iluminación de la verdad que Dios te otorga. Es más, cuando te pierdas en la senda de la vida, cuando te enfrentes a la frustración y al fracaso, y tengas que tomar una decisión, experimentarás la guía del Creador, y al final alcanzarás la comprensión, la experiencia y la apreciación de cómo vivir la vida con mayor sentido. Entonces ya no volverás a perderte en la vida, ya no volverás a estar en un constante estado de ansiedad y, por supuesto, jamás volverás a quejarte sobre tener un mal destino, y mucho menos caerás en la emoción de depresión porque sientas que tu destino es malo. Si tienes esta actitud y usas este método para afrontar el destino que el Creador ha arreglado para ti, no solo tu humanidad se volverá más normal, tendrás una humanidad normal y el pensamiento, los puntos de vista y principios sobre cómo ver las cosas de la humanidad normal, sino que, por supuesto, también llegarás a poseer los puntos de vista y la comprensión respecto al significado de la vida que los no creyentes nunca tendrán(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (2)). A partir de las palabras de Dios comprendí que no importa qué tipo de destino dispone Dios para nosotros, deberíamos someternos siempre a Sus instrumentaciones y arreglos. Esta es la razón que deberían tener los seres creados. Al margen de nuestro destino, lo más importante es que podamos perseguir al verdad, cumplir bien con nuestro deber como ser creado y vivir una vida valiosa y signifactiva. Con Job, cuando Dios lo bendijo por primera vez con un gran montón de ganado, enormes riquezas e hijos hermosos, la gente pensó que tenía buena suerte. Pero Job no veía estas cosas como goces, y se centraba solo en seguir la senda de temer a Dios y apartarse del mal. Más tarde enfrentó pruebas. Todas sus propiedades desaparecieron en una noche, sus hijos murieron y todo su cuerpo de cubrió de llagas. A ojos de la gente, había conocido un gran infortunio. Pero Job no veía lo que le había pasado desde el punto de vista del hombre, y no se rebeló ni se opuso. Más bien, aceptó las cosas de parte de Dios, buscó la intención de Dios y ensalzó Su sagrado nombre, manteniéndose firme en su testimonio al final. Dios se reveló a Job, y Job lo vió. Su corazón obtuvo paz y gozo y, al final, murió lleno de días. No obstante, al considerar mi destino, siempre quería cambiarlo y librarme de él. No lo buscaba o lo enfrentaba diligentemente y con positividad, y por lo tanto vivía en un dolor insoportable. Pensé en las palabras de Dios, que decían: “¿Cuál es la causa de este dolor? ¿Es debido a la soberanía de Dios, o porque una persona nació sin suerte? Obviamente ninguna de las dos es cierta. En última instancia, es debido a las sendas que las personas toman, la forma en que eligen vivir su vida(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). Reconocí que tenía tanto dolor porque había un problema con mi senda de búsqueda. Antes de creer en Dios quería confiar en el conocimiento para cambiar mi destino. Trataba de destacar entre la multitud y vivir una vida de comodidades y riquezas. Después de empezar a creer en Dios seguía buscando reputación y estatus en mi deber, quería que los demás me tuvieran en alta estima. Cuando la enfermedad impidió que mis deseos se cumpliesen, me quejaba de no haber tenido suerte y vivía en un estado depresivo. Mi deseo de reputación y estatus era muy fuerte. No podía evitar preguntarme: “¿La suerte de uno es buena y vivir tiene realmente valor solo si uno gana reputación y estatus?”. Pensé en cómo la iglesia había puesto en evidencia y descartado a muchos. Aunque algunas personas eran ascendidas para hacer tareas de liderazgo, algunas de ellas no perseguían la verdad, sino que busaban reputación y estatus tercamente y se enaltecían y daban testimonio de sí mismas entre los hermanos y las hermanas. No aceptaban ser podadas, y al final las pusieron en evidencia y las descartaron. Vi que si las personas no perseguían la verdad y no cumplían su deber con los pies en el suelo, entonces, aunque se las ascendiera y se las formara, y consiguieran que mucha gente las tuviera en alta estima, no obtendrían la aprobación de Dios y terminarían siendo puestas en evidencia y descartadas. Pensé en cómo, en un primer momento, empecé a creer en Dios por mi enfermedad. Disfrutaba la provisión de las palabras de Dios y llegué a comprender algunas verdades. Cuando caía enferma y vivía dentro de mi negatividad, Dios usaba Sus palabras para esclarecerme y guiarme y permitirme seguir viviendo. Realmente, Dios me había dado tanto… Sin embargo, no pensaba en devolver Su amor y ceñirme a mi deber con los pies en el suelo. Todo lo que deseaba era mi propia reputación y estatus, y no era sincera con respecto a Dios. ¡Realmente era tan rebelde! No podía hacer más que derramar lágrimas de remordimiento, y oré a Dios: “Dios, he sido tan rebelde. Si empre he buscado reputación y estatus y no he seguido la senda correcta; he sido indigna de Tu elección. Dios, todo lo que quiero es creer en Ti y someterme a Ti adecuadamente, cumplir con mi deber con los pies en el suelo”. Al entender todo esto dejé de sentirme deprimida.

Durante ese tiempo no pude ponerme en contacto con mis hermanos y hermanas, así que seguí leyendo a diario las palabras de Dios, orando y acercándome a Él, y practicando la redacción de sermones. A veces mi salud empeoraba un poco y me dolían tanto las articulaciones que no podía moverme ni levantarme. Sin darme cuenta me sentía un poco afligida, en especial cuando veía vídeos de los hermanos y las hermanas cantando, bailando y alabando a Dios. Estaba muy celosa, y pensaba: “Esos hermanos y hermanas están sanos, pueden cantar, bailar y alabar a Dios. ¡Debe de ser muy bonito! Y yo ni siquiera puedo levantarme”. Me di cuenta de que mi estado era incorrecto y oré a Dios en silencio, pidiéndole que protegiese mi corazón. Pensé en las palabras de Dios, que decían: “Las funciones no son las mismas. Solo hay un cuerpo. Cada cual cumple con su obligación, cada uno en su lugar y haciendo su mejor esfuerzo, por cada chispa hay un destello de luz, y buscando la madurez en la vida. Así estaré satisfecho(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 21). Dios dispone un deber diferente para cada persona. Aquellos hermanos y hermanas cantaban, bailaban y alababan a Dios, y yo hacía tareas con textos y daba testimonio de Él. Cada deber tiene su propia función. En la medida en que cada cual cumpla con el suyo lo mejor que pueda, Dios lo aprobará. Después de pensar esto sentí mucho más libre el corazón. Ahora ya no creo que no tengo suerte. Solo quiero someterme a la soberanía y las disposiciones de Dios, perseguir la verdad adecuadamente y hacer bien mi deber. Que fuese capaz de salir de este punto de vista erróneo de que tenía mala suerte es todo gracias a la guía de las palabras de Dios.

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