Ya no desprecio a mi compañero

4 Dic 2022

Por Steven, Corea del Sur

Soy encargado de libros y objetos de la iglesia. Suelo controlar si los objetos están clasificados y ordenados de forma prolija, y si los registros de entradas y salidas están claros. Temo que, si soy negligente, todo sea un lío. El hermano Cameron, con quien trabajaba, era bastante descuidado y no se concentraba en la prolijidad. A veces, solo arrojaba las cosas o las dejaba en una pila, y yo siempre me preocupaba por él y debía controlar su trabajo. Cada vez que veía que Cameron guardaba mal las cosas, o que los registros de entradas y salidas de los objetos que él anotaba no eran claros, me ponía tan impaciente y enojado que perdía los estribos y no hablaba con él para ayudarlo. Al principio, tenía en cuenta sus sentimientos, y cuidaba el tono y mis palabras pero, con el tiempo, ya no me importaron esas cosas; en cada oportunidad, le decía que hacía mal esto o aquello. A veces me enojaba y lo regañaba, diciendo: “¿Por qué pones las cosas en el lugar equivocado otra vez? Dejas una cosa aquí y la otra, allá. ¿No puedes poner las cosas de vuelta donde las encontraste? Solo te llevaría un momento ordenar a tu paso, pero tienes que dejar las cosas sin terminar y nunca ordenas después”.

Mi actitud hacia Cameron empeoraba cada vez más. A veces, usaba un tono imperativo para decirle que limpiara el desorden. Recuerdo que, una vez, cuando revisaba los registros de entradas y salidas, descubrí que algunos los había corregido tan mal que eran ilegibles. Enseguida me enfurecí y pensé: “¡Ni siquiera puedo adivinar qué escribió aquí!”. Fui directo a ver a Cameron. Como un maestro que regaña a un alumno, le mostré los registros y le pregunté qué era cada uno. Le dije: “¿Sabes qué quiero hacer ahora? ¡Quiero mostrarle estos registros a la líder para que vea cómo cumples tu deber y lo descuidado que puedes ser!”. Cameron se veía culpable y dijo que prestaría atención en el futuro. Dijo que esta vez había sido un accidente y que, mientras estaba completando el registro, alguien lo llamó para lidiar con un asunto urgente, y por eso se había olvidado. Pero no le permití explicar. Le dije, enojado: “Si algo así vuelve a suceder, ¡llevaré la hoja del registro directamente a la líder y dejaré que ella se encargue!”. No mucho después, vi que otra hoja de los registros de Cameron tenía un borrón ilegible. Esta vez me enojé aún más. Fui a preguntarle a Cameron: “Ya te dije que si cometes un error, lo escribas de nuevo en otro lado, que no lo sobrescribas. Mira tu corrección. ¿Quién sabe qué escribiste? Si no puedo leerlo con claridad, debo venir y preguntarte. ¿No te parece molesto? Aunque a ti no, ¡a mí, sí!”. Cuando vio que yo otra vez estaba enojado, tomó la hoja del registro y dijo: “Lo volveré a corregir”. Enojado, le grité: “¡No te molestes! ¡Esto no lo solucionará!”. Tras decir eso me fui, dejándolo allí sentado y solo con la hoja del registro, perdido. En ese punto, pensé que me había excedido un poco. Pero no le di mucha importancia, y el asunto pasó. Tras unos días, volví a enojarme con Cameron por un asunto trivial. Él también se enojó conmigo, y discutimos.

La líder se enteró de que no podíamos trabajar juntos en armonía, por lo que habló conmigo y me leyó un pasaje de la palabra de Dios: “En cualquier deber que un anticristo esté llevando a cabo, sin importar quién lo acompañe, siempre habrá conflictos y disputas. Algunos pueden decir: ‘Si está a cargo de la limpieza y asea las habitaciones todos los días, ¿en qué sentido es poco cooperativo con los demás?’. Hay un problema de carácter. Independientemente de la persona con quién esté interactuando o haciendo un trabajo, siempre la desdeñará, siempre querrá darle lecciones para asegurarse de que haga lo que él dice. ¿Diríais que una persona así puede ser colaboradora con los demás? No puede ser colaboradora con nadie porque su carácter corrupto es demasiado grave. No solo no puede colaborar con otros, siempre está dándoles lecciones y limitándolos desde arriba; siempre quiere sentarse a horcajadas sobre los hombros de la gente y forzarla a que lo obedezca. No se trata de un mero problema de carácter, también existe un serio problema en su humanidad. No tiene conciencia ni razón. […] Se deben dar ciertas condiciones para que las personas se lleven bien unas con otras normalmente: antes de poder colaborar unas con otras, deben tener, al menos, una conciencia y razón y ser pacientes y tolerantes. La gente debe tener las mismas opiniones para poder colaborar al llevar a cabo un deber; debe recurrir a las fortalezas del otro y subsanar sus propias debilidades, y ser paciente y tolerante, y tener un punto de referencia para su comportamiento. Esa es la manera de llevarse bien en armonía. Aunque a veces puede haber conflictos y disputas, la colaboración puede continuar o, al menos, no surgen enemistades. Si una persona no tiene dicho punto de referencia y carece de conciencia y racionalidad y hace las cosas concentrándose en los beneficios, buscando únicamente obtenerlos, deseando en todo momento beneficiarse a expensas de otros, la colaboración será imposible. Así son las cosas entre las personas malvadas y entre los reyes diablos, quienes combaten entre sí sin descanso. Los diversos espíritus malignos del reino espiritual no son compatibles entre ellos. Aunque en algunas ocasiones puede que los diablos formen consorcios, todo gira en torno de la explotación mutua para lograr sus propios objetivos; su consorcio es temporario y, más temprano que tarde, se destruye por sí solo. Lo mismo sucede entre las personas. Las personas sin humanidad son las manzanas podridas que echan a perder el cesto; solo es sencillo colaborar con aquellas que tienen humanidad normal, que son pacientes y tolerantes, capaces de hacer caso a las opiniones de los demás y de dejar de lado su estatus en el trabajo que realizan para hacerlo debatiendo con los otros. Ellas también tienen actitudes corruptas y siempre quieren que los demás les hagan caso —ellas también tienen esa intención—, pero, dado que tienen una conciencia y razón, que pueden buscar la verdad, que se conocen a ellas mismas y que sienten que hacer algo así no es apropiado, se lo reprochan y son capaces de restringirse, sus maneras y métodos de hacer las cosas cambiarán poco a poco. Por consiguiente, serán capaces de colaborar con otros. Revelan un carácter corrupto, pero no son personas malvadas y no tienen la esencia de los anticristos, así que no tendrán mayores problemas para colaborar con los demás. Si fuesen personas malvadas o anticristos, no serían capaces de hacerlo. Así es como son todas las personas malvadas y los anticristos de quienes la casa de Dios se deshace. No son capaces de colaborar con nadie y, como resultado, se los pone en evidencia y se los descarta(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (I)). Tras leer la palabra de Dios, la líder me recordó, diciendo: “Para llevarse bien con la gente, debemos al menos respetarla. Si le gritas así a Cameron y lo regañas todo el tiempo, careces hasta del más básico respeto. ¿Esto no es demasiado arrogante de tu parte? Desprecias todo lo que él hace y nunca dejas pasar sus problemas. ¿Es esto apropiado? Cameron está ocupado con el trabajo y tiene mala memoria. Algunos problemas son inevitables. ¿No deberías tratarlo adecuadamente y ayudarlo más? Además, él siempre está mejorando. Pero tú le gritas constantemente. Eso es un carácter corrupto y también un problema de humanidad. ¿Acaso ves la paja en el ojo de tu hermano, pero ignoras la viga en el tuyo?”. Luego, la líder me leyó otro pasaje de la palabra de Dios que decía: “¿Qué decís, es difícil cooperar con otras personas? En realidad, no lo es. Incluso se podría decir que es fácil. Sin embargo, ¿por qué la gente sigue pensando que es difícil? Porque tienen un carácter corrupto. Para aquellos que poseen humanidad, conciencia y razón, cooperar con los demás es relativamente fácil, y pueden sentir que se trata de algo placentero porque no es fácil para nadie lograr las cosas por sí mismo y sea cual sea el campo en el que se involucre o lo que esté haciendo, siempre es bueno tener a alguien ahí para indicar las cosas y ofrecer ayuda; es mucho más fácil que hacerlo por tu cuenta. Además, hay límites en cuanto a lo que el calibre de las personas puede hacer o lo que ellas pueden experimentar. Nadie puede ser experto en todos los ámbitos. Es imposible que alguien pueda saberlo todo, ser capaz de todo, hacerlo todo; eso es imposible, y todo el mundo debería poseer tal razón. Y, así, hagas lo que hagas, ya sea importante o no, siempre necesitarás a alguien ahí para ayudarte, para señalarte el camino y darte consejos o cooperar contigo para hacer cosas. Es la única manera de asegurarse de que las harás del modo más correcto, de que cometerás menos errores, y será menos probable que te desvíes; se trata de algo bueno(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (I)). Tras leer las palabras de Dios, la líder me enseñó un poco más, y al final me preguntó: “Si te ocuparas de los objetos tú solo, ¿podrías hacerlo sin cometer ningún error?”. Avergonzado, dije: “No”. La líder dijo: “Así es. Nadie sabe todo, y todos necesitan un compañero para cumplir sus deberes. Si no puedes cooperar en armonía, ¿cómo puedes cumplir bien tu deber? Debes pensar esto y reflexionar sobre tus propios problemas”.

Cuando volví, me sentía muy mal. ¿Cómo podía no estar al tanto de tener un problema tan grave? Solía pensar que tenía buena humanidad y que podía llevarme bien con mis hermanos y hermanas, pero desde que comencé a cooperar con Cameron en mi deber, siempre fui sentencioso y pensaba que mis ideas y acciones estaban bien. Le imponía mi voluntad y hacía que hiciera lo que yo quería. No compartía sobre la verdad para ayudarlo; solo me enojaba, lo acusaba y lo regañaba. ¡Carecía de humanidad y razón! Siempre creía que era mejor que mi hermano, y por eso lo despreciaba. Él me parecía desagradable y yo no podía abordar sus fortalezas y debilidades correctamente. Alardeaba todo el tiempo y lo menospreciaba. Al principio, Cameron y yo éramos responsables de los artículos de la iglesia juntos, pero yo no consultaba nada con él. Siempre era egocéntrico y tenía la última palabra, y le daba órdenes a Cameron. Solía regañarlo y aleccionarlo como si fuera un niño. ¡Mi carácter era demasiado arrogante y Dios lo odiaba! Sabía que yo era arrogante y que siempre obligaba a los demás a escucharme, pero no sabía cómo solucionar este problema. Oré a Dios y busqué pasajes relevantes de Su palabra. Leí estas palabras de Dios: “Los anticristos tienen la ambición y el deseo constantes de controlar y conquistar a la gente. Es un problema más grave que el de su incapacidad para cooperar con nadie. ¿Qué tipo de personas diríais que son aquellas a las que les gusta controlar y conquistar a los demás? ¿Qué tipo de persona tiene la ambición y el deseo de controlar y conquistar a los demás? Os daré un ejemplo. Quienes se sienten especialmente atraídos por el estatus, ¿disfrutan de controlar y conquistar a los demás? ¿No son acaso de la calaña de los anticristos? Desorientan, controlan y subyugan a otras personas, que luego los veneran y les hacen caso. Así se ganan el aprecio y el respeto de la gente y consiguen que esta los venere y los admire. ¿No hay entonces un lugar para ellos en el corazón de las personas? Si no convencieran a la gente ni lograran su aprobación, ¿los venerarían? De ninguna manera. Por eso, una vez que estas personas han alcanzado cierto estatus, tienen todavía que convencer a los demás, ganárselos por completo y hacer que las admiren. Solo entonces la gente los venerará. Ese es un tipo de persona. Hay otro; los que son especialmente arrogantes. Tratan a la gente de la misma manera: empiezan por subyugarla, haciendo que todos los veneren y admiren, y solo entonces se dan por satisfechos. A las personas muy crueles también les gusta controlar a los demás, que la gente les haga caso, orbite a su alrededor y haga cosas por ellos. Una vez que han tomado el poder, tanto las personas muy arrogantes como las que tienen actitudes crueles se convierten en anticristos. Los anticristos tienen la ambición y el deseo constantes de controlar y conquistar a los demás; cuando se encuentran con otras personas, siempre quieren determinar qué opinión tienen de ellos, si hay un lugar para ellos en el corazón de la gente y si los demás los admiran y los veneran. Si se topan con alguien que es hábil para lamer botas, halagar y adular, se ponen muy contentos. Entonces, se suben a un pedestal y le empiezan a dar sermones a la gente y parlotean sobre ideas grandilocuentes; les inculcan a las personas preceptos, métodos, doctrinas y nociones. Hacen que la gente acepte esas cosas como la verdad, e incluso adornan su discurso diciendo: ‘Si puedes aceptar esto, eres alguien que ama y persigue la verdad’. Las personas sin criterio pensarán que lo que dicen es razonable y, aunque les resulte indistinto y no sepan si está de acuerdo con la verdad, solo creerán que no hay nada malo en ello y que no vulnera la verdad. Y, de esa manera, obedecen a los anticristos. Si alguien tiene la capacidad de discernir a un anticristo y es capaz de desenmascararlo, provocará la ira del anticristo, que sin contemplaciones lo culpará, lo condenará y lo amenazará haciendo gala de su fuerza. Aquellos que carecen de discernimiento quedan totalmente subyugados por los anticristos y los admiran desde el fondo de su corazón. De ahí nace en ellos la veneración por los anticristos, la confianza en ellos e incluso el temor. Tienen la sensación de estar esclavizados por el anticristo, como si perder su liderazgo, sus enseñanzas y sus reproches los hiciera sentir íntimamente inquietos e inseguros y Dios pudiera dejar de quererlos. Por lo tanto, todos han aprendido a vigilar la expresión del anticristo cuando actúan, por temor a que se disguste. Todos intentan complacerlo; tales personas están empecinadas en seguir al anticristo. En su trabajo, los anticristos predican palabras y doctrinas. Son buenos enseñándoles a las personas a cumplir con ciertos preceptos; nunca les dicen cuáles son los principios-verdad que deben acatar, por qué deben actuar de esa manera, cuáles son las intenciones de Dios, qué arreglos ha hecho la casa de Dios para la obra y cuál es el trabajo más esencial, relevante o primordial a realizar. Los anticristos no dicen nada en absoluto sobre esos asuntos importantes. Nunca comparten la verdad a la hora de hacer y organizar el trabajo. Ellos mismos no entienden los principios-verdad, así que lo único que pueden hacer es enseñarle a la gente a cumplir con unos cuantos preceptos y doctrinas, y si la gente va en contra de estos dichos y preceptos, se enfrentarán al regaño y la amonestación de los anticristos. Los anticristos a menudo trabajan bajo la bandera de la casa de Dios amonestando a los demás y sermoneándolos desde una posición elevada. A algunas personas incluso las pone tan nerviosas su sermón que sienten que, al no actuar de acuerdo con los requisitos de los anticristos, están en deuda con Dios. ¿No han caído bajo el control de los anticristos? (Sí). ¿Qué tipo de comportamiento es este, por parte de los anticristos? Es un comportamiento propio de la esclavitud(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (I)). Dios describía mi estado exactamente. Cuando trabajaba con Cameron, él me parecía fácil de tratar. Si había un problema en el trabajo, él aceptaba mis críticas y no intentaba refutarlas. Creí que era débil y fácil de mandonear, por lo que era autoritario con él y tenía la última palabra en todo. Muchas veces, cuando discutía asuntos con él, solo lo hacía por inercia. Al final, yo decidía qué hacer. Además, algunas precauciones que yo formulaba para manejar los objetos parecían no causar problemas y ayudar a organizarlos, pero no me basaba en principios relevantes para formularlas. En cambio, las generaba para abordar los problemas de Cameron. Podría decirse que las hacía a medida para él. Cuando él no lograba tomar esas precauciones, yo tenía una excusa para acusarlo y regañarlo, y él no tenía forma de protestar. Como la última vez, cuando no completó la hoja del registro como yo había instruido, lo regañé sin dudarlo y lo obligué a hacer lo que yo quería. Recuerdo que ese día dijo: “Cuando te veo ordenando, intento evitarte. Temo que me vuelvas a criticar si no lo hago bien”. Ese pensamiento me abatió. El carácter satánico que yo revelaba ensombrecía el corazón de mi hermano y lo limitaba. Es justo como expone la palabra de Dios: “Si la gente va en contra de estos dichos y preceptos, se enfrentarán al regaño y la amonestación de los anticristos. Los anticristos a menudo trabajan bajo la bandera de la casa de Dios amonestando a los demás y sermoneándolos desde una posición elevada. A algunas personas incluso las pone tan nerviosas su sermón que sienten que, al no actuar de acuerdo con los requisitos de los anticristos, están en deuda con Dios. ¿No han caído bajo el control de los anticristos?”. Al final, me di cuenta de que mi problema era grave. Desde que era compañero de Cameron, mi carácter de anticristo se había revelado. No tenía estatus en ese momento pero, de tenerlo, ¿no habría sido aún más fácil limitar y controlar a la gente? De ser así, ¿no sería un anticristo? No solía concentrarme en buscar la verdad o en hacer introspección. Solía revelar un carácter corrupto sin darme cuenta. Era increíblemente insensible. Pensé en las palabras de Dios: “Si eres un miembro de la casa de Dios, pero siempre te comportas de manera impulsiva, pones de manifiesto lo que es natural en ti y revelas tu carácter corrupto, haciendo las cosas a través de medios humanos y con un carácter satánico corrupto, la consecuencia final será que harás el mal y te opondrás a Dios. Y si no te arrepientes en ningún momento y no puedes recorrer la senda de la búsqueda de la verdad, tendrás que ser revelado y descartado(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Un carácter corrupto solo se puede corregir aceptando la verdad). Recordé cómo trataba a Cameron. Para descargar mi insatisfacción en pos de un alivio temporario, ignoraba por completo los sentimientos de mi hermano. Cuando me enojaba porque la hoja del registro era ilegible, sermoneaba a Cameron como a un niño que había cometido un error. Él solo se quedaba sentado sin decir nada y, cuando admitía que se había equivocado, yo lo rechazaba fríamente. Esa imagen estaba congelada en mi mente, imposible de olvidar. Al pensarlo, no podía expresar la culpa y el dolor en mi corazón. Me pregunté: “¿Cómo pude tratar así a mi hermano? Nunca le compartí ni lo ayudé, ¿quién soy yo para regañarlo? ¿Cómo tengo las agallas de llamarlo mi hermano?”. Cada pregunta me dejó sin palabras. En el pasado, siempre pensaba que Cameron tenía la culpa, que él tenía demasiadas fallas y me causaba muchos problemas. Ahora me daba cuenta de que era yo quien tenía el verdadero problema. Era yo quien no había cambiado, ni siquiera después de varios recordatorios, ¡y era yo el demasiado arrogante y carente de humanidad! Sentí un enorme remordimiento, por lo que oré a Dios en silencio y le dije que quería arrepentirme.

Después, busqué cómo tratar a mis hermanos y hermanas de acuerdo con los principios. En la palabra de Dios leí este pasaje: “Debe haber principios en la forma de interactuar de los hermanos y hermanas. No te centres siempre en las faltas de los demás, sino examínate a ti mismo a menudo y luego admite de forma proactiva ante otro aquello que has hecho que causó una interferencia o un daño para él, y aprende a abrirte y a compartir. De esta manera, alcanzarás la comprensión mutua. Además, independientemente de lo que te ocurra, debes ver las cosas basándote en las palabras de Dios. Si las personas son capaces de comprender los principios-verdad y de encontrar una senda de práctica, llegarán a ser de un solo corazón y una sola mente, y la relación entre hermanos y hermanas será normal, y no serán tan indiferentes, fríos y crueles como los no creyentes, y se librarán de su mentalidad de sospecha y recelo mutuo. Los hermanos y hermanas tendrán más intimidad entre sí; serán capaces de apoyarse y amarse; habrá buena voluntad en su corazón, y podrán ser tolerantes y compasivos los unos con los otros, y se apoyarán y ayudarán mutuamente, en lugar de distanciarse, envidiarse, compararse y competir en secreto y desafiarse unos a otros. ¿Cómo puede la gente cumplir bien con sus deberes si es como los no creyentes? Esto no solo afectará a su entrada en la vida, sino que también perjudicará y afectará a los demás. […] Cuando las personas viven según sus actitudes corruptas, es muy difícil que estén en paz ante Dios y es muy difícil que practiquen la verdad y vivan según las palabras de Dios. Para vivir ante Dios, primero debes aprender a reflexionar y a conocerte a ti mismo, a orarle sinceramente, y luego debes aprender a llevarte bien con los hermanos y hermanas. Debes ser tolerante con los demás, indulgente con ellos, y ser capaz de ver los puntos fuertes y los méritos de los demás; debes aprender a aceptar las opiniones de otros y las cosas que son correctas. No te des caprichos, no tengas deseos y ambiciones, ni te creas siempre mejor que los demás, y luego te creas una gran figura, obligando a los demás a hacer lo que dices, a obedecerte, a admirarte, a exaltarte: esa es una conducta desviada. […] Entonces, ¿cómo trata Dios a las personas? A Dios no le importa el aspecto de las personas, si son altas o bajas. En cambio, Él mira si su corazón es amable, si aman la verdad y si aman y se someten a Dios. En esto se basa el comportamiento de Dios hacia las personas. Si las personas también pueden hacer esto, serán capaces de tratar a los demás con justicia, y de acuerdo con los principios-verdad. En primer lugar, hay que entender las intenciones de Dios y saber cómo se comporta Dios con el hombre; de este modo, nosotros también tendremos un principio y una senda para saber cómo comportarnos con las personas(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Sí. Cuando interactuamos con los demás en nuestros deberes, deberíamos al menos vivir una humanidad normal, apoyarnos y ayudarnos mutuamente, ser tolerantes y pacientes, cuidarnos, hablar sobre la verdad para ayudar a las personas cuando actúan contra los principios y, en casos serios, exponerlos y podarlos. Esta es la única forma de hacer las cosas de acuerdo con los principios. Los hermanos y hermanas vienen de distintos lugares, y las circunstancias de vida, experiencias, edades y aptitudes de todos son diferentes. No importa cuáles sean sus deficiencias o defectos, deberíamos tratarlos adecuadamente, nunca pedirles demasiado y ser considerados y tolerantes con ellos. Cameron solía estar ocupado con el mantenimiento. Además, no era bueno para registrar la entrada y salida de los objetos. Yo debería haber asumido más responsabilidad y haber sido más comprensivo, y no debería haberlo obligado a hacer las cosas a mi modo. Yo carecía por completo de humanidad. Mi hermano era bueno en mantenimiento, cuando reparaba algo lo hacía a conciencia y no temía sufrir en su deber. En este aspecto, era muy superior a mí. Pero yo no miraba las fortalezas de mi hermano. Me concentraba en sus fallas, lo acusaba y regañaba. ¡Fui tan arrogante y estúpido!

Después cambié de estado a conciencia y practiqué según los principios. Cuando volvieron a pasar cosas, estuve mucho más tranquilo y fui más comprensivo con Cameron. Una vez, salí a hacer un mandado por el que debía alejarme un tiempo, y Cameron quedó solo para manejar las cosas. Después de unos días, llamé a Cameron para preguntarle cómo iba el proceso. Con calma y cautela, contestó: “¿Qué crees? Exactamente como crees que va”. Me sentí muy molesto al oír eso. ¿Por qué mi hermano diría algo así? ¿Acaso no era por mi forma de tratarlo en el pasado debido a mi carácter corrupto, que siempre le hacía sentir que no era nada y que no podía hacer nada bien? Cuanto más lo pensaba, más dolía, pero reforzó mi decisión de practicar la verdad y cambiar. Consolé a Cameron y le dije: “Solo mira alrededor a ver qué está fuera de lugar y tómate tiempo para ordenarlo. Sueles estar ocupado con otras cosas, así que un poco de desorden es inevitable. Si de verdad no tienes tiempo de ordenar, podemos hacerlo juntos cuando regrese”. Después de la llamada, pensé que Cameron no podría encargarse solo, por lo que le pedí a otros que lo ayudaran. En el pasado, cuando pasaba algo así, siempre lo regañaba y reprendía por sus errores. Ahora, cuando suceden las mismas cosas, puedo encararlo correctamente, y también puedo hablarle y ayudarlo. Esto me hace sentir cómodo y en paz. Aunque es un cambio menor, estoy feliz porque creo que es un gran comienzo. Creo que, si practico y entro en las palabras de Dios, podré deshacerme de mi carácter corrupto. ¡Gracias a Dios Todopoderoso!

Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.

Contenido relacionado

El egoísmo es vil

Por Yang Shuo, ChinaA principios de 2021, la hermana Zhang Yichen y yo asistíamos a una iglesia que se había establecido recientemente....

Tras el terremoto

Por Jane, Filipinas Acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días en julio de 2019. Más tarde, leí muchas de las palabras de Dios...

Reducir tamaño de fuente
Aumentar tamaño de fuente
Pantalla completa
Salir de pantalla completa