Practica la verdad aunque ofenda
En mayo de 2020 acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Buscaba con entusiasmo y cumplía activamente con mi deber. Diez meses después me eligieron líder de la iglesia. En ese momento estaba bajo muchísima presión. Sentía que aún era joven y que tenía una comprensión superficial de la verdad, así que temía no estar a la altura de ese deber. Por ello, oré a Dios. Más tarde, recordé un pasaje de la palabra de Dios: “Debes creer que todo está en manos de Dios, y que la gente solo coopera. Si eres sincero, Dios lo percibirá y te ofrecerá una salida en cada situación. Ninguna dificultad es insuperable, esa es la fe que has de tener. Por tanto, cuando cumpláis con vuestros deberes, no hay necesidad de tener ningún recelo. Mientras lo des todo, de todo corazón, Dios no te pondrá en dificultades, ni te cargará con más de lo que puedas soportar” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. En la fe en Dios, lo principal es practicar y experimentar Sus palabras). La palabra de Dios me dio fe y comprendí que Él ve el corazón de las personas. Siempre y cuando yo tuviera en consideración Su voluntad y me esforzara al máximo, Dios me guiaría. Sabiendo esto, ya no me sentí limitada y comencé a abocarme de lleno al deber.
Posteriormente, la iglesia necesitaba con urgencia formar a dos diáconos de evangelización. Descubrí que el hermano Kevin tenía buena aptitud, compartía activamente en las reuniones y captaba los principios de difusión del evangelio. También estaba la hermana Janelle, activa en el deber y que obtenía algunos resultados. En comparación con otros, ellos dos parecían adecuados para este deber y mi líder coincidía conmigo. Así pues, los nombré a ambos diáconos de evangelización. Con el tiempo se familiarizaron con la función, así que dejé que cumplieran con el deber de manera independiente e invertí toda mi energía en el trabajo de riego. Unas semanas después, descubrí que algunos que acababan de recibir el evangelio se habían ido del grupo de reunión y que otros que difundían el evangelio tenían dificultades en el deber que no podían resolver. Ante todos estos problemas en la labor evangelizadora, comencé a preguntarme: “¿Hacen un trabajo práctico estos dos diáconos de evangelización?”. Así pues, fui a investigar su trabajo en detalle. Descubrí que ellos solo organizaban las cosas, pero no hacían el trabajo, no hacían una tarea de seguimiento, y en las reuniones no resolvían problemas prácticos, solo les recordaban e instaban a otros hermanos y hermanas a cumplir correctamente con el deber. Esto ocasionaba que los problemas de los hermanos y las hermanas no se resolvieran. Tras enterarme de esta situación, me sentí muy decepcionada. Pensé: “Como diáconos de la iglesia, ¿no es negligente que no resuelvan los problemas prácticos?”. También descubrí que el hermano Kevin no trabajaba adecuadamente y que se ponía a jugar, mientras que la hermana Janelle era bastante perezosa e irresponsable en el deber durante esa época. Inicialmente quería hablar con ellos y señalarles los problemas de su deber, pero, como siempre nos habíamos llevado muy bien, temía que eso deteriorara la relación. Si les señalaba sus problemas, ¿qué opinarían de mí? ¿Dirían que no veía sus esfuerzos, que solamente me centraba en sus defectos, y que me faltaba amor en el corazón? Esperaba que los hermanos y las hermanas me consideraran buena persona, comprensiva y considerada. No quería arruinar mi reputación por este incidente. Si los dos diáconos no lo admitían y se volvían negativos y reticentes a cumplir con su deber, ¿me creerían mis hermanos y hermanas incapaz de trabajar como líder? ¿Me creerían mala líder? Si mi líder se enteraba de esto, puede que tratara conmigo. Pero pensaba que, por estar a cargo del trabajo de la iglesia, era responsable de señalar sus problemas para que reflexionaran y adquirieran cierto conocimiento. Estaba confundida, pero al final no podía hacerlo. En cambio, les enviaba palabras de Dios de aliento y consuelo y les enseñaba con delicadeza cómo cumplir bien con el deber. Después me sentía muy culpable. Me parecía deshonesto y falso.
Una noche no pude dormir pensando: “La ineficacia de la labor evangelizadora guarda relación directa conmigo. Veía que había dos diáconos de evangelización irresponsables en el deber que no resolvían los problemas prácticos, lo que hacía que los hermanos y las hermanas fueran ineficaces en su deber. Algunos de ellos cayeron en un estado negativo y algunos nuevos fieles dejaron el grupo de reunión, pero yo no señalaba los problemas de estos dos diáconos”. Sentía tanta culpa dentro de mí y no sabía qué hacer, así que oré sinceramente a Dios en busca de Su esclarecimiento y pidiéndole que me guiara para resolver este problema. Después de orar, miré un video de un testimonio vivencial con unas palabras de Dios que me inspiraron mucho. Dios Todopoderoso dice: “Tanto la conciencia como la razón deben ser componentes de la humanidad de una persona. Ambas son las más fundamentales e importantes. ¿Qué clase de persona es la que carece de conciencia y no tiene la razón de la humanidad normal? Hablando en términos generales, es una persona que carece de humanidad, una persona de una humanidad extremadamente pobre. Entrando en más detalle, ¿qué manifestaciones de humanidad perdida exhibe esta persona? Prueba a analizar qué características se hallan en tales personas y qué manifestaciones específicas presentan. (Son egoístas y mezquinas). Las personas egoístas y mezquinas son superficiales en sus acciones y se mantienen alejadas de las cosas que no les conciernen de manera personal. No consideran los intereses de la casa de Dios ni muestran consideración por la voluntad de Dios. No asumen ninguna carga de desempeñar sus deberes o de dar testimonio de Dios y no poseen ningún sentido de responsabilidad. […] Hay algunas personas que no asumen ninguna responsabilidad, independientemente del deber que estén cumpliendo. Tampoco informan con celeridad a sus superiores de los problemas que descubren. Cuando ven a gente que causa interrupciones y perturbaciones, hacen la vista gorda. Cuando ven a gente malvada cometiendo el mal, no intentan detenerlos. No protegen los intereses de la casa de Dios ni consideran lo que es su deber y responsabilidad. Cuando cumplen con su deber, las personas así no hacen ningún trabajo real; son unos complacientes sedientos de comodidades; hablan y actúan solo por su propia vanidad, su imagen, su estatus y sus intereses, y están solo dispuestos a dedicar su tiempo y esfuerzo a cosas que les beneficien” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entregando el corazón a Dios, se puede obtener la verdad). Leí las palabras de Dios y me sentí muy triste. Antes, siempre había creído tener buena humanidad, que había ayudado con paciencia a mis hermanos y hermanas y que en mis actos siempre tenía en cuenta los sentimientos de los demás y no quería lastimarlos. Creía que tenía en consideración la voluntad de Dios y que era buena persona. Sin embargo, al ver que los dos diáconos eran irresponsables en su deber y que retrasaban el trabajo de la iglesia, no protegía los intereses de esta ni les señalaba sus problemas. Por el contrario, los complacía por temor a que señalar sus problemas destruyera nuestra relación. También me preocupaba que mi líder me criticara si les hacía volverse negativos y que mis hermanos y hermanas me miraran mal. Por el bien de mi imagen, mi estatus y de mis intereses personales, prefería retrasar el trabajo de la iglesia. Esto era no tener ninguna consideración por la voluntad de Dios y yo no era buena persona. De hecho, la gente de buena humanidad es honesta, capaz de practicar la verdad y de proteger los intereses de la iglesia, y cuando ven los problemas de los demás, tiene el valor de enseñarles y de exponerlos para ayudarlos a cambiar. Trata a sus hermanos y hermanas con sinceridad de corazón. Pero cuando yo veía los problemas de los diáconos, no decía nada ni los señalaba, y prefería que se resintiera el trabajo de la iglesia para salvaguardar mis propios intereses. ¡Qué humanidad más mala tenía! Me sentí avergonzada por mi falta de conciencia y humanidad normal.
Después leí un pasaje de las palabras de Dios y me comprendí más a mí misma. Dios Todopoderoso dice: “Algunos líderes de la iglesia, al ver a los hermanos o hermanas cumplir con sus deberes de forma descuidada y superficial, no los reprenden, aunque deberían hacerlo. Cuando ven algo claramente perjudicial para los intereses de la casa de Dios, hacen la vista gorda y no indagan para no ocasionar la más mínima ofensa a los demás. De hecho, no están realmente mostrando consideración por las debilidades de la gente, sino que su intención es ganarse a la gente. Son completamente conscientes de ello, y piensan: ‘Si sigo así y no ofendo a nadie, me considerarán buen líder. Tendrán una buena opinión, positiva, de mí. Me reconocerán y les caeré bien’. Por mucho que se menoscaben los intereses de la casa de Dios, por más que se impida al pueblo escogido de Dios entrar en la vida o por más que se perturbe la vida de su iglesia, dichos líderes se aferran a su filosofía satánica y no ofenden a nadie. Nunca sienten un reproche en su corazón. Al ver que alguien causa interrupciones y perturbaciones, a lo sumo, puede que mencionen brevemente este problema, así de pasada, y con eso basta. No hablan de la verdad ni señalan la esencia del problema de esta persona, y menos aún analizan minuciosamente su estado. Nunca comunican la voluntad de Dios. Los falsos líderes nunca exponen ni analizan minuciosamente qué tipo de errores comete la gente, o el carácter corrupto que revela a menudo. No resuelven ningún problema real, sino que siempre toleran la mala conducta y las efusiones de corrupción de la gente, y siguen sin preocuparse por muy negativa o débil que esta se encuentre, simplemente predicando algunas palabras y doctrinas, haciendo algunas exhortaciones superficiales, tratando de evitar conflictos. Como consecuencia, los escogidos de Dios no reflexionan sobre sí mismos ni tratan de conocerse, no obtienen ninguna resolución sobre la revelación de su carácter corrupto, y viven rodeados de palabras, doctrinas, nociones e imaginaciones, sin ninguna entrada en la vida. Incluso creen de corazón que ‘Nuestro líder es incluso más comprensivo con nuestras debilidades que Dios. Nuestra estatura puede ser demasiado pequeña para estar a la altura de las exigencias de Dios, pero solo tenemos que cumplir las exigencias de nuestro líder; al obedecer al líder, obedecemos a Dios. Si, un día, lo alto releva a nuestro líder, nos haremos oír; para conservarlo y evitar que sea relevado, negociaremos con lo alto y los obligaremos a acceder a nuestras exigencias. Así haremos lo correcto por nuestro líder’. Cuando la gente piensa así en su interior, cuando tiene tal relación con el líder y, en el fondo, siente dependencia, admiración y veneración hacia él, entonces llegará a tener una fe cada vez mayor en este líder; son las palabras de este líder las que quieren escuchar y dejan de buscar la verdad en las palabras de Dios. Este líder casi ha ocupado el lugar de Dios en el corazón de la gente. Si un líder está dispuesto a mantener dicha relación con el pueblo escogido de Dios, si recibe una sensación de gozo en su corazón y cree que los escogidos de Dios deben tratarlo de esa forma, entonces no hay diferencia entre él y Pablo y ya ha puesto un pie en la senda de los anticristos. Los anticristos ya han engañado al pueblo escogido de Dios y este no tiene discernimiento. […] Los anticristos no hacen un trabajo real, no enseñan la verdad ni resuelven problemas, no guían a la gente a comer y beber las palabras de Dios y a entrar en la realidad verdad. Trabajan únicamente por el estatus y el renombre, solo se preocupan por ganarse un lugar, por cuidar el sitio que ocupan en el corazón de la gente y por hacer que todos los idolatren, veneren y sigan; estos son los objetivos que quieren conseguir. Así es como los anticristos intentan ganarse a la gente y controlar a los escogidos de Dios. ¿No es malvada esa forma de trabajar? ¡Es aberrante!” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 1: Tratan de ganarse a la gente). Tras leer este pasaje de las palabras de Dios, noté un profundo rubor de vergüenza porque las palabras de Dios habían revelado mi estado con precisión. Tenía claro que los dos diáconos no estaban trabajando realmente y que el problema era grave. Debí haber utilizado las palabras de Dios que juzgan y revelan el carácter corrupto de la gente para enseñarles, de modo que pudieran conocer sus problemas y cambiar de actitud hacia el deber a tiempo, para evitar las constante demoras en el trabajo de la iglesia. Sin embargo, por darles una buena impresión y para que dijeran que yo era una buena líder, no revelaba la esencia de sus problemas y solo los alentaba con palabras reconfortantes de Dios, lo que significaba que los problemas no se resolvieran en forma oportuna. Esto afectaba la labor de la iglesia e incluso ocasionaba que algunos que acababan de recibir el evangelio abandonaran el grupo de reunión. Comprendí que yo era la principal causante de esto. El deber de un líder es supervisar y seguir el trabajo de los diáconos y líderes de grupo de la iglesia y resolver los problemas a tiempo. Hemos de conocer las situaciones de nuestros hermanos y hermanas, y cuando descubrimos que alguien hace cosas en su deber que vulneran los principios o afectan la labor de la iglesia, debemos enseñarle y ayudarlo con amor. Si nuestra enseñanza reiterada sigue sin cambiar las cosas, debemos podarlo, tratar con él o destituirlo. Es la única forma de proteger el trabajo de la iglesia. Pero yo, como líder de la iglesia, no había sido en absoluto responsable en mi deber y no me había comportado como líder. ¿En qué me diferenciaba de esos falsos líderes que no hacían ningún trabajo real? Me sentía avergonzada y triste. De haber hablado de sus problemas y haberlos expuesto, no habría provocado estas pérdidas al trabajo de la iglesia. Los problemas actuales habían ocurrido a causa de mi negligencia. No ayudaba a mis hermanos y hermanas a comprender la verdad y no sabía llevarlos ante Dios. Siempre quería que me vieran con buenos ojos y me resguardaran, para que tuvieran una buena imagen de mí en su corazón y para yo poder tener estatus. Iba por la senda de resistencia a Dios del anticristo. Sin el juicio y castigo de la palabra de Dios, no sé qué otras maldades podría haber cometido también.
Una vez que lo reconocí, lamenté mis actos, por lo qué oré sinceramente a Dios: “Dios mío, no me daba cuenta de que mi egoísmo haría tanto daño al trabajo de la iglesia y pondría en peligro la vida de mis hermanos y hermanas. Soy indigna de un trabajo tan importante. Dios mío, deseo arrepentirme; por favor, guíame para reflexionar y así conocerme. No quiero volver a cometer los mismos errores”. Mi estado mejoró algo después de orar, pero aún me sentía muy culpable. Me sentía pecadora, como si todo lo que hacía representara a Satanás; creía que no podría salvarme y que no había esperanza para mí. Una hermana envió entonces un pasaje de las palabras de Dios al chat grupal. Dicen las palabras de Dios: “Se podría decir que tus muchas experiencias de fracaso, de debilidad, y los momentos de negatividad son pruebas de Dios para ti. Esto se debe a que todo procede de Dios, todas las cosas y todos los eventos están en Sus manos. Tanto si fracasas como si eres débil y tropiezas, todo se sustenta en Dios y Él lo tiene agarrado. Desde la perspectiva de Dios, esto es una prueba para ti, y si no lo puedes reconocer, esto se convertirá en tentación. Existen dos clases de estados que las personas deberían reconocer: uno procede del Espíritu Santo, y el otro probablemente de Satanás. En un estado, el Espíritu Santo te ilumina y te permite conocerte, detestarte y arrepentirte, así como ser capaz de tener amor genuino por Dios, y de disponer tu corazón para satisfacerlo. El otro estado es que te conoces, pero eres negativo y débil. Podría decirse que esto es el refinamiento de Dios. Podría decirse también que es la tentación de Satanás. Si reconoces que esto es la salvación de Dios hacia ti y sientes que ahora estás increíblemente en deuda con Él, y si de ahora en adelante intentas compensarlo y no caes más en tal depravación; si pones tu esfuerzo en comer y beber Sus palabras, si siempre consideras que eres deficiente y que tienes un corazón que anhela, esta es la prueba de Dios. Después de que el sufrimiento haya terminado y una vez que avances de nuevo, Dios seguirá dirigiéndote, iluminándote, esclareciéndote, y nutriéndote. Pero si no lo reconoces y eres negativo, si te limitas a abandonarte hasta la desesperación, si piensas de esta forma, la tentación de Satanás habrá caído sobre ti” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los que serán hechos perfectos deben someterse al refinamiento). Tras leer este pasaje de las palabras de Dios, me sentí reconfortada y, además, tuve una senda para practicar. Antes, cuando leí las duras palabras de Dios en las que se revelaba mi carácter corrupto, creía que me había condenado y no tenía esperanza de salvación, por lo que estaba negativa y débil. No obstante, cuando leí este pasaje de las palabras de Dios, comprendí Su voluntad. Si la gente no defiende los intereses de la iglesia en el deber, la revelan y tratan con ella, y es normal que se sienta negativa y débil. Si yo podía buscar la verdad de mi fracaso y hacer introspección, esa era mi oportunidad de aprender una lección. Pero si me volvía negativa, abandonaba, me entregaba al desánimo o me rendía, estaría cayendo en la trampa de Satanás y sucumbiendo a la tentación. Las palabras de juicio y revelación de Dios son para purificar y salvar a la gente. Dios quería que yo me conociera, que aprendiera de mis fracasos y que no estuviera controlada por actitudes satánicas. Eso era bueno, era una oportunidad de crecimiento para mi vida. Al reconocerlo ya no me sentí negativa ni malinterpreté a Dios. Estaba dispuesta a cumplir con el deber según Su palabra y los principios. Ya no protegería mi nombre, reputación y estatus.
Luego leí unas palabras de Dios: “Debéis saber que a Dios le gustan los que son honestos. En esencia, Dios es fiel, y por lo tanto siempre se puede confiar en Sus palabras. Más aún, Sus acciones son intachables e incuestionables, razón por la cual a Dios le gustan aquellos que son absolutamente honestos con Él. Honestidad significa dar tu corazón a Dios; ser auténtico y abierto con Dios en todas las cosas, nunca esconder los hechos, no tratar de engañar a aquellos por encima y por debajo de ti, y no hacer cosas solo para ganarte el favor de Dios. En pocas palabras, ser honesto es ser puro en tus acciones y palabras, y no engañar ni a Dios ni al hombre” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Tres advertencias). “No hagas siempre las cosas para tu propio beneficio y no consideres constantemente tus propios intereses; no consideres los intereses humanos ni tengas en cuenta tu propio orgullo, reputación y estatus. Primero debes considerar los intereses de la casa de Dios y hacer de ellos tu prioridad. Debes ser considerado con la voluntad de Dios y empezar por contemplar si ha habido impurezas en el cumplimiento de tu deber, si has sido devoto, has cumplido con tus responsabilidades y lo has dado todo, y si has estado pensando de todo corazón en tu deber y en la obra de la iglesia. Debes meditar sobre estas cosas” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Con la palabra de Dios entendí que Él detesta a los mentirosos, pero ama a los honestos. Los honestos son capaces de proteger los intereses de la iglesia, asumen responsabilidad por las vidas de sus hermanos y hermanas y cumplen bien con su deber. Debía dejar de lado mi orgullo y estatus; tenía que priorizar los intereses de la iglesia y practicar la verdad al enseñar y exponer a los dos diáconos, para que comprendieran la gravedad de sus problemas, se arrepintieran sinceramente y empezaran a actuar de forma responsable otra vez. Si no eran capaces de cambiar después de mi enseñanza, tenía la responsabilidad de destituirlos y de proteger el trabajo de la iglesia.
Más tarde, encontré unas palabras de Dios y hablé primero con el hermano Kevin para advertirle que las tendencias sociales malignas son tentaciones de Satanás y que debía renunciar a sus inclinaciones carnales y abocarse al deber, que solo eso sería conforme a la voluntad de Dios. Después hablé con la hermana Janelle, le señalé la falta de celeridad y responsabilidad en su deber y le dije que tuviera en consideración la voluntad de Dios. Tras enseñarles, ambos estaban dispuestos a cambiar de actitud hacia el deber. Posteriormente, el hermano Kevin hizo algunos cambios; al verse tentado nuevamente, era capaz de renunciar conscientemente a la carne. La hermana Janelle también era capaz de ser más proactiva en el deber. Ante este resultado, me culpé por no haber señalado sus problemas antes. También entendí que la palabra de Dios no hace que la gente sea negativa y que quienes pueden aceptar la verdad y son capaces de conocerse a sí mismos, se arrepienten sinceramente y cumplen mejor con el deber. Me alegro mucho de haber tenido esta experiencia. El esclarecimiento y guía de las palabras de Dios me aportaron cierta comprensión de mi propia corrupción. Experimenté, además, que las palabras expresadas por Dios Todopoderoso son la verdad y realmente pueden transformar y salvar a la gente. ¡Doy gracias a Dios Todopoderoso!
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.