Los principios también se aplican a la familia
En octubre de 2004, mi esposa y yo aceptamos la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días, y nuestros dos hijos también comenzaron a creer en Dios. Yo estaba especialmente feliz y pensaba: “Toda nuestra familia cree en Dios. ¡Qué maravilloso sería que todos podamos salvarnos y entrar al reino!”. Más tarde, mi esposa y yo comenzamos a hacer nuestros deberes. Mi esposa lo hacía con más entusiasmo que yo y siempre me pareció que perseguía la verdad más que yo.
En 2013, cuando mi esposa era líder de un grupo, durante una reunión, Wang Jing, la líder de la iglesia, le señaló sus desviaciones y problemas al cumplir sus deberes. Más tarde, mi esposa se aferró a las revelaciones de corrupción que había hecho Wang Jing, por lo que le hizo juicios arbitrarios y las difundió. Esto causó que los hermanos y hermanas desarrollaran prejuicios contra Wang Jing. Esto hizo que muchas tareas no se realizaran y perturbó gravemente la vida de la iglesia. La líder y el diácono hablaron con ella en varias ocasiones, pero ella se mostraba desafiante e insatisfecha; incluso discutía con argumentos falaces y no tenía el menor conocimiento de sí misma. Como consecuencia, la iglesia la relevó de su cargo. Después de esto, no mostró signos de arrepentimiento y siguió teniendo algo contra Wang Jing, difundiendo juicios y chismes por todas partes. Debido a que trastornaba y perturbaba constantemente la vida de la iglesia, algunos hermanos y hermanas la pusieron en evidencia y la denunciaron. Más tarde, tras una votación que aprobó el 80 % de los miembros de la iglesia, a mi esposa la catalogaron como persona malvada y la expulsaron. En ese momento, me dolió mucho. Pensé en cómo mi esposa había renunciado a su carrera para cumplir con su deber desde que había empezado a creer en Dios y en cómo se había enfrentado a todo tipo de adversidades durante muchos años. Ahora que la habían expulsado, ¿no significaba que todo se había acabado para ella? Ya no tenía esperanza alguna de salvación. Sin embargo, a mi esposa no le importó en absoluto y dijo: “Yo creo en Dios. No significa nada que me hayan expulsado. Seguiré creyendo en Dios, aunque me hayan expulsado”. Al ver que había hecho tantas maldades y aun así no se conocía a sí misma, y que no aceptaba la decisión de la iglesia y le guardaba rencor, sentí que la expulsión de la iglesia no había sido para nada excesiva. Tras su expulsión, muchos hermanos y hermanas que visitaban nuestra casa hablaban con ella y la animaban a reflexionar y a conocerse a sí misma, pero ella no lo aceptaba en absoluto y discutía de forma irracional, asegurando que los líderes y obreros estaban en su contra y que esa era la razón por la que la habían expulsado. Es más, aún le guardaba rencor a Wang Jing.
Más tarde, la casa de Dios exigió que todas las iglesias volvieran a evaluar a los miembros que habían echado o expulsado previamente para ver si alguno se había realmente arrepentido y lo podían readmitir. Pensé: “¿Califica mi esposa para que la readmitan? Desde su expulsión, no ha reflexionado ni ha aprendido de sus actos y sigue con sus ideas preconcebidas contra Wang Jing, juzgándola a sus espaldas. No muestra ningún signo de arrepentimiento, por lo que, según los principios, no la deberían readmitir”. Pero luego pensé: “Desde que la expulsaron, sigue leyendo las palabras de Dios de vez en cuando. Nos apoya para que cumplamos nuestros deberes y también se ocupa de la casa y cuida de mi madre, que está paralizada y postrada en cama. ¿No le podrían dar otra oportunidad?”. En ese momento, yo estaba ayudando a los líderes a organizar los materiales de los miembros que habían echado y expulsado. Mi hija me preguntó si podían readmitir a su madre en la iglesia, y mi esposa tampoco paró de preguntar si la podían readmitir. Como yo nunca había dicho que la podían readmitir, mi esposa me acusó de no tener corazón. Al oír esto, me sentí mal. Pensé: “‘El matrimonio, aunque sea breve, consolida el amor’. Si no ayudo a mi esposa a que la readmitan, no tendré la conciencia tranquila y tanto mi esposa como mi hija me guardarán rencor”. Con estos pensamientos en mente, hablé con los líderes y les dije: “Desde que la expulsaron, mi esposa ha seguido creyendo firmemente en Dios. ¿La pueden readmitir en la iglesia?”. Los líderes hablaron conmigo y me dijeron: “La iglesia tiene principios para readmitir a las personas. Solo puede readmitir a quienes han seguido predicando el evangelio y se han arrepentido verdaderamente luego de que los hayan expulsado o echado. Quienes son readmitidos no deben volver a causar ningún tipo de perturbación en la iglesia. Según estos principios, aunque tu esposa no se ha opuesto a tu fe y ha demostrado cierto buen comportamiento desde su expulsión, nunca ha reflexionado sobre las acciones malvadas que cometió y que perturbaron la vida de la iglesia ni las ha reconocido, y aún no acepta su expulsión ni está de acuerdo con ella. No es una persona que debamos readmitir”. Al oír la plática de los líderes, me sentí avergonzado. Tenía claro que, desde la expulsión de mi esposa, ella no había reconocido en absoluto las acciones malvadas que había cometido. Incluso guardaba rencor a la líder que la había expulsado y nunca había reflexionado sobre sí misma para revertir la situación, a pesar de que otros habían hablado con ella. Siempre argumentaba con su lógica retorcida. Había vivido con ella durante muchos años, así que sabía bien el tipo de persona que era. Era especialmente arrogante, vanidosa y obstinadamente irracional. Desde que nos casamos, no admitió ni una sola vez que estuviera equivocada, independientemente de las circunstancias. Solo se calmaba cuando le hablaba con amabilidad. Sosegué mi mente, reflexioné sobre mí mismo y pensé: “Tengo claro que mi esposa no cumple con las condiciones para que la readmitan, pero ¿por qué la sigo defendiendo y poniéndome de su lado?”.
Más tarde, durante mis devociones, leí dos pasajes de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Algunas personas les dan mucha importancia a los sentimientos, reaccionan a cualquier cosa que les ocurra basándose en ellos; en su corazón, saben muy bien que esto está mal, y aun así son incapaces de ser objetivos, y mucho menos de actuar según los principios. Cuando los sentimientos constriñen siempre la conducta de las personas, ¿acaso son capaces de practicar la verdad? ¡Esto resulta extremadamente difícil! La incapacidad de muchas personas para practicar la verdad se reduce a los sentimientos; consideran que estos son especialmente importantes, las ponen en primer lugar. ¿Se trata de personas que aman la verdad? Por supuesto que no. ¿Qué son los sentimientos, en esencia? Son una clase de carácter corrupto. Las manifestaciones de los sentimientos pueden describirse utilizando varias palabras: tener favoritismo, proteger a los demás sin atenerse a los principios, mantener relaciones físicas y tener parcialidad; eso son los sentimientos” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es la realidad-verdad?). “¿Qué problemas están relacionados con los sentimientos? Lo primero es cómo evalúas a tus propios familiares y cómo abordas las cosas que hacen. En este caso, ‘las cosas que hacen’ incluye, por supuesto, cuando trastornan y perturban la obra de la iglesia, cuando juzgan a la gente a sus espaldas, cuando participan en algunas de las prácticas de los incrédulos, etcétera. ¿Puedes abordar estas cosas de manera imparcial? Cuando es necesario que redactes una evaluación de tus familiares, ¿puedes hacerlo con objetividad e imparcialidad, apartando a un lado tus propios sentimientos? Esto está relacionado con cómo abordas a tus familiares. Además, ¿albergas sentimientos hacia las personas con quienes te llevas bien o que te han ayudado en el pasado? ¿Eres capaz de contemplar sus acciones y su comportamiento de una manera objetiva, imparcial y precisa? Si trastornan y perturban la obra de la iglesia, ¿serás capaz de informar de ellas o de desenmascararlas de inmediato después de haberte enterado del caso? Por otro lado, ¿albergas sentimientos hacia las personas relativamente cercanas a ti o con quien compartes intereses? ¿Puedes evaluar, definir y tratar sus acciones y su comportamiento de una manera imparcial y objetiva? Supongamos que a estas personas, con quienes tienes una conexión sentimental, la iglesia las trata de acuerdo con los principios y que el desenlace no es conforme a tus propias nociones; ¿cómo abordarías esto? ¿Serías capaz de obedecer?” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (2)). Las palabras de Dios pusieron en clara evidencia la raíz del problema. Mis sentimientos me limitaban. Tenía claro que mi esposa había trastornado y perturbado la vida de la iglesia y había juzgado a la líder, y que nunca se había arrepentido de verdad luego de que la hubieran expulsado, por lo que no cumplía los requisitos para que la iglesia la readmitiera. Sin embargo, el temor a que mi esposa y mi hija me acusaran de no tener corazón y la preocupación por que nuestro matrimonio se desmoronara hicieron que fuera en contra de los principios para defenderla. Me aproveché de mi deber para hablar a su favor con la esperanza de que la iglesia la readmitiera. ¡Mis sentimientos eran demasiado fuertes! La casa de Dios requería que readmitiéramos a aquellos que se habían arrepentido de verdad luego de que los hubiesen echado o expulsado. Eso era la tolerancia y la misericordia de Dios, que les da a las personas la oportunidad de arrepentirse en la mayor medida posible. Si esas personas podían aborrecer sus propias acciones, arrepentirse de ellas, y compensar sus transgresiones con acciones reales, eso demostraba que no habían perdido completamente su humanidad y razón. Además, mostraba que, como mínimo, su fe en Dios era genuina. Sin embargo, aquellos que no aceptaron en absoluto la verdad y cometieron muchas acciones malvadas eran personas cuya esencia-naturaleza era la aversión y el odio a la verdad, y quienes nunca se arrepentirían. Esas personas serían descartadas. Había ido en contra de los principios, me había dejado llevar por mis sentimientos y había querido readmitir a una persona malvada en la iglesia, lo cual permitiría que siguiera perturbando la vida de la iglesia. Al hacerlo, ¿acaso no estaba perturbando el trabajo de la iglesia? Al darme cuenta de esto, sentí un profundo remordimiento y ya no quise vivir más acorde a mis sentimientos.
Más tarde, leí las palabras de Dios: “¿Según qué principio piden las palabras de Dios que la gente trate a los demás? Ama lo que Dios ama y odia lo que Dios odia. Ese es el principio al que hay que atenerse. Dios ama a los que persiguen la verdad y son capaces de seguir Su voluntad; esas son también las personas a las que debemos amar. Aquellos que no son capaces de seguir la voluntad de Dios, que lo odian y se rebelan contra Él, son personas detestadas por Dios, y nosotros también debemos detestarlas. Esto es lo que Dios pide del hombre. […] Durante la Era de la Gracia, el Señor Jesús dijo: ‘¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?’. ‘Porque cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre’. Estas palabras ya existían en la Era de la Gracia, y ahora las palabras de Dios son incluso más claras: ‘Ama lo que Dios ama, y odia lo que Dios odia’. Estas palabras van directas al grano, pero las personas a menudo son incapaces de captar su verdadero sentido. Si una persona es alguien que niega y se opone a Dios, y que está maldecida por Él, pero se trata de uno de tus padres o de un familiar tuyo que no te parece que sea una persona malvada y te trata bien, entonces podrías encontrarte con que eres incapaz de odiarla, y puede incluso que sigas en contacto cercano con ella, sin que cambie vuestra relación. Oír que Dios odia a tales personas te genera conflicto y no eres capaz de ponerte del lado de Dios y rechazarlas sin piedad. Siempre te constriñen los sentimientos y no puedes abandonarlas por completo. ¿Por qué pasa esto? Esto sucede porque tus sentimientos son demasiado intensos y te dificultan practicar la verdad. Esa persona es buena contigo, así que no puedes llegar a odiarla. Solo podrías odiarla si te lastimara. ¿Ese odio estaría en consonancia con los principios-verdad? Además, también te atan las nociones tradicionales, pues piensas que es uno de tus padres o un familiar, así que, si la odias, la sociedad te despreciaría y la opinión pública te denostaría, te condenaría por ser poco filial, carente de conciencia, ni siquiera humano. Crees que sufrirías la condena y el castigo divinos. Incluso si quieres odiarla, tu conciencia no te lo permite. ¿Por qué funciona así tu conciencia? Porque desde que eras niño te han inculcado una manera de pensar, a través de la herencia de la familia, de la educación que recibiste de tus padres y del adoctrinamiento de la cultura tradicional. Tienes esta manera de pensar arraigada profundamente en el corazón y te hace creer erróneamente que la devoción filial es perfectamente natural y está justificada, y que cualquier cosa que hayas heredado de tus ancestros siempre es buena. La aprendiste primero y sigue siendo dominante, lo que crea un enorme obstáculo y una perturbación en tu fe y en la aceptación de la verdad, y te deja incapacitado para poner en práctica las palabras de Dios y amar lo que Él ama y odiar lo que odia” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente). Las palabras de Dios me enseñaron que Él nos pide que tratemos a las personas según el principio de amar lo que Dios ama y odiar lo que Dios odia. Debemos amar a aquellos que aman la verdad y defienden el trabajo de la iglesia, y debemos detestar y rechazar a las personas malvadas que odian la verdad, se resisten a Dios y perturban Su obra. Solo al practicar de esta manera estamos de acuerdo con la intención de Dios. Sin embargo, mis sentimientos me habían limitado y no podía amar lo que Dios ama ni odiar lo que Dios odia. Sabía que mi esposa había hecho el mal para perturbar la vida de la iglesia, y que rechazaba por completo la verdad. Su esencia era la de una persona malvada que odiaba la verdad y debía ser expulsada y descartada. Sin embargo, había ido en contra de los principios y había intentado que la readmitiesen en la iglesia. ¡Mis sentimientos eran demasiado fuertes! Creía en dichos como: “El matrimonio, aunque sea breve, consolida el amor”, “La sangre es más espesa que el agua” y “El hombre no es inanimado; ¿cómo puede carecer de emociones?”. Al vivir acorde a estos venenos satánicos, no había podido distinguir entre el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto. Me había dejado llevar por mis sentimientos y actuado sin ningún principio en todo. Ver que mi esposa seguía apoyándome a mí y a nuestros hijos para cumplir con nuestros deberes, que se ocupaba de las tareas del hogar y que cuidaba de mi madre paralítica, aún después de que la expulsaran, me hacía sentir que tenía una deuda con ella. Si no luchaba por ella, temía que mis hijos se enfadaran conmigo y me guardaran rencor. Para mantener mis lazos emocionales de la carne y mi imagen de buen esposo y padre, me había puesto de su lado y la había defendido para tratar de que la readmitieran, lo que permitiría seguir perturbando la vida de la iglesia y la entrada en la vida de los hermanos y hermanas. Eso era una acción malvada y realmente no tenía conciencia ni humanidad. Dios nunca nos pide que tengamos conciencia con las personas malvadas, ni tampoco dice que sea cruel o inhumano rechazar a los familiares satánicos. En cambio, nos exige amar lo que Él ama y odiar lo que Él odia. Al darme cuenta de esto, tuve la mente mucho más clara y me sentí dispuesto a actuar según los principios, sin defender más a mi esposa ni actuar basándome en mis sentimientos.
Tras experimentar eso, pensé que había ganado cierto conocimiento sobre la esencia de los sentimientos. Sin embargo, más tarde me enfrenté a la expulsión de mi hija mayor. En diciembre de 2020, me encontraba lejos de casa cumpliendo con mis deberes. Un día, de repente recibí una carta de casa que me informaba que a mi hija mayor, a quien habían puesto en evidencia como una persona malvada, la habían expulsado de la iglesia. La razón era que había trastornado y perturbado el trabajo de la iglesia, y cometido un gran número de acciones malvadas sin arrepentirse. En ese momento, me quedé atónito, me sentí profundamente dolido y no pude evitar quejarme: “¿Por qué también han expulsado a mi hija mayor? En esa época, ella había dejado sus estudios para cumplir con sus deberes. Contra viento y marea, no se había demorado ni una sola vez en sus deberes. Ahora que la han expulsado, ¿no significa eso que no tiene esperanza de salvarse?”. Cada vez que cerraba los ojos, se me pasaban por la cabeza imágenes del pasado. Antes, nuestra familia de cuatro creía en Dios. Solíamos leer las palabras de Dios, cantábamos himnos y hablábamos juntos sobre la verdad. Ahora solo quedábamos mi hija menor y yo. Pensar en esto me hacía sentir un profundo dolor. Oré a Dios: “¡Dios mío! Han expulsado a mi hija mayor. Sé que esto es Tu justicia. Pero no soy capaz de asimilarlo y no puedo desprenderme de mis sentimientos. Te ruego que me esclarezcas y me guíes para entender Tu intención”. Por ese entonces, estábamos filmando una obra de teatro llamada: “La batalla para expulsar al malvado”. La protagonista, que se sentía dolida y negativa porque habían expulsado a su padre, se encontraba en un estado similar al mío. Ver cómo el protagonista se apoyaba en las palabras de Dios para superar las limitaciones de sus sentimientos me conmovió profundamente. Pensé: “Yo también debo confiar en Dios, practicar la verdad y mantenerme firme en mi testimonio. Hoy, saber que expulsaron a mi hija me ha entristecido, pero creo que Dios es justo. Cuando la iglesia echa o expulsa a alguien lo hace basándose en su esencia y no perjudica a nadie. Debo someterme a Dios y dejar de quejarme y resistirme a Él”.
Luego, me calmé para reflexionar sobre el comportamiento reiterado de mi hija mayor y comprobé la notificación sobre su expulsión, la cual confirmaba que, en efecto, era una persona malvada que había cometido muchas acciones malvadas. En apariencia, parecía racional y no hablaba mucho, pero cuando sus intereses estaban en juego, revelaba su verdadera naturaleza. En ese momento, cuando destituyeron a mi esposa y la aislaron para que reflexionara, Wang Jing, la líder, habló con mi hija sobre las acciones malvadas de mi esposa. Ella no solo no la escuchó, sino que defendió a mi esposa y le dijo: “No he visto esos comportamientos. No creo que mi madre haya perturbado la vida de la iglesia”. Por mucho que la líder le hablara, ella no lo aceptaba y afirmaba que la líder había reprimido y perjudicado a su madre, lo que perturbaba reiteradamente la vida de la iglesia. La iglesia la destituyó debido a su comportamiento. Desde entonces, le guardó rencor a Wang Jing. Más tarde, parecía haber mejorado y haberse desprendido de esto. Después de un tiempo, la eligieron líder de iglesia. En ese momento, a Wang Jing la reasignaron al trabajo relacionado con textos por no hacer un trabajo real, así que mi hija se vengó de ella. No solo la destituyó de su trabajo relacionado con textos, sino que también preparó materiales para que la expulsaran de la iglesia. En ese momento le dije: “La depuración de la iglesia debe basarse en los principios. Expulsar a alguien injustamente es hacer el mal. Es una grave transgresión. Wang Jing es solo una falsa líder que no puede hacer ningún trabajo real, pero no es una persona malvada y no cumple los requisitos para que la expulsen”. Hablé con ella muchas veces, pero no me escuchaba e insistía en que Wang Jing era una persona malvada y un anticristo que merecía que la expulsaran. Más tarde, la evidencia que presentó contra Wang Jing no fue suficiente y los líderes, obreros, hermanos y hermanas no aprobaron su expulsión. Ella no se dio por vencida y continuó recabando información en secreto con la determinación de expulsar a Wang Jing de la iglesia. No solo quería expulsarla, sino que también quería castigar y reprimir al esposo y al hijo de Wang Jing. Desorientaba e incitaba a los hermanos y hermanas para que rechazaran y marginaran al esposo de Wang Jing, e incluso amenazó con destituirlo, lo que causó gran dolor y negatividad a la familia de Wang Jing. Como diácono de la iglesia, yo estuve presente cuando destituyeron a mi hija mayor y, como no la defendí, me guardó rencor. Más tarde, cuando escribió las valoraciones, me describió como inhumano, extremadamente egoísta, insensible, como un animal de sangre fría, y me dio unas valoraciones muy malas.
Al reflexionar sobre el comportamiento de mi hija, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Cuando se poda a los anticristos, su actitud no es de aceptación y obediencia. En cambio, se resisten y sienten aversión por ello, lo que genera odio. Odian en lo más profundo de su corazón a todo el que los pode, a cualquiera que revele sus secretos ocultos y deje en evidencia sus circunstancias reales. ¿Hasta qué punto te odian? Rechinan los dientes con odio, desean que desaparezcas de su vista y les parece que ambos no podéis coexistir. Si los anticristos son así con las personas, ¿pueden entonces aceptar las palabras de Dios que los dejan en evidencia y los condenan? No. A cualquiera que los desenmascare, lo odiarán por el simple hecho de haberlos desenmascarado y por ser contrario a ellos, y tomarán represalias. Desean tener lejos de su vista a la persona que los podó. No pueden soportar que le vaya bien. Si esa persona muriera o se encontrara con el desastre, se alegrarían; mientras siga viva y haciendo su deber en la casa de Dios, y todo se desarrolle como siempre, sienten sufrimiento, intranquilidad y molestias en su corazón. Cuando no tienen manera de tomar represalias contra alguien, lo maldicen en secreto o incluso oran a Dios para conducir al castigo y la retribución a esa persona y para que Dios repare sus agravios. Una vez que los anticristos han generado semejante odio, esto lleva a una serie de acciones. Entre estas se incluyen las represalias y maldiciones, y por supuesto algunas otras acciones, como incriminar, calumniar y condenar a los demás, que surgen del odio. Si alguien los poda, socavarán a esa persona a sus espaldas. Cuando esta diga que algo es correcto, ellos dirán que es incorrecto. Distorsionarán todas las cosas positivas que hace y las volverán negativas, difundirán tales mentiras y causarán perturbaciones a sus espaldas. Incitarán y atraerán a otros que sean ignorantes y no puedan desentrañar las cosas o discernirlas por su cuenta, a fin de que se pongan de su lado y los apoyen. Está claro que la persona que los poda no ha hecho nada malo, pero siguen queriendo endosarle algunas fechorías para que todo el mundo crea erróneamente que hace esa clase de cosas y haga un frente común para rechazarla. Los anticristos perturban la vida de iglesia de esta manera y perturban a las personas en el cumplimiento de su deber. ¿Cuál es su objetivo? Hacérselo pasar mal a la persona que los poda y provocar que todo el mundo la abandone. Hay además algunos anticristos que dicen: ‘Me has podado y me lo has hecho pasar mal, así que yo voy a hacértelo pasar mal a ti. Vas a probar lo que es la poda y el abandono. Te voy a tratar a ti de la misma manera que me trates tú a mí. Si no me lo pones fácil, ¡no te creas que lo vas a pasar bien tú tampoco!’” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VIII)). Las palabras de Dios me mostraron que los anticristos son especialmente crueles y malévolos, que odian sobre todo a quienes los desenmascaran o los ofenden, y que no descansan hasta haberlos vencido y arruinado. Al comparar esto con el comportamiento de mi hija mayor, pude discernir más sobre ella. La echaron porque perturbó la vida de la iglesia al defender a su madre y guardó rencor a la líder, Wang Jing, esperando una oportunidad para vengarse. Después de obtener un cargo, había usado su poder para incriminar y atormentar malévolamente a Wang Jing y a su familia. Por mucho que todos hablaran con ella para decirle que Wang Jing no cumplía con los criterios para que la echaran o expulsaran, ella hacía oídos sordos e insistía en que la expulsaran de la iglesia. Vi que el carácter de mi hija era extremadamente insidioso y malévolo, y que siempre protegía a la persona malvada y tomaba represalias contra quien se oponía, sin detenerse hasta destruir a los demás. Comprendí que era un diablo y que, en efecto, debían expulsarla. Si permanecía en la iglesia, solo seguiría causando trastorno y perturbación, y se convertiría en un azote para la iglesia.
Más tarde, leí estas palabras de Dios: “Todavía hoy te mezclas con esos demonios y los tratas con conciencia y amor, pero, en este caso, ¿no estás teniendo buenas intenciones con Satanás? ¿Acaso no te estás compinchando con los demonios? Si las personas han llegado a este punto y siguen sin ser capaces de distinguir entre lo bueno y lo malo, y continúan siendo ciegamente amorosas y misericordiosas sin ningún deseo de buscar las intenciones de Dios o sin ser capaces de ninguna manera de considerar las intenciones de Dios como propias, entonces su final será mucho más desdichado. Cualquiera que no cree en el Dios en la carne es Su enemigo. Si puedes tener conciencia y amor hacia un enemigo, ¿no careces del sentido de la rectitud? Si eres compatible con los que Yo detesto y con los que estoy en desacuerdo, y aun así tienes amor o sentimientos personales hacia ellos, entonces ¿acaso no eres rebelde? ¿No estás resistiéndote a Dios de una manera intencionada? ¿Posee la verdad una persona así? Si las personas tienen conciencia hacia los enemigos, amor hacia los demonios y misericordia hacia Satanás, ¿no están perturbando de manera intencionada la obra de Dios? Esas personas que creen solo en Jesús y no creen en Dios encarnado durante los últimos días, y aquellas que verbalmente afirman creer en Dios encarnado, pero hacen el mal, todas son anticristos, sin mencionar a aquellas que ni siquiera creen en Dios. Todas estas personas serán objetos de la destrucción” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). En la casa de Dios, Cristo tiene el poder y la verdad reina. La iglesia expulsó a mi hija basándose en su esencia y siguiendo los principios para expulsarla. Pero, cuando esto ocurrió, no busqué la intención de Dios. No pude comprender la esencia demoníaca de mi hija, así que simpatizaba con ella y la compadecía. Pensaba que había creído en Dios desde pequeña, que había abandonado sus estudios, soportado el sufrimiento y pagado un precio hasta entonces; ¿cómo la podían expulsar? Así que me quejé a Dios por dentro e intenté razonar con Él. ¿No era esto exactamente lo que Dios pone en evidencia cuando dice: “teniendo buenas intenciones con Satanás” y “te estás compinchando con los demonios”? ¿No estaba oponiéndome y resistiéndome a Dios? Había creído en Dios durante muchos años, había comido y bebido muchas de Sus palabras, y les solía decir a los demás: “echar y expulsar a alguien debe basarse en principios, no en sentimientos, incluso si se trata de tus propios padres”. Sin embargo, cuando expulsaron a mi esposa y mi hija, rompí las reglas a sabiendas y quise mantenerlas en la iglesia debido a mis sentimientos. ¿Acaso no estaba tolerando que personas malvadas perturbaran el trabajo de la iglesia? ¡Eso era ponerse del lado de las personas malvadas y resistirse a Dios! Al darme cuenta de esto, sentí un poco de miedo en el corazón, así que oré a Dios, dispuesto a arrepentirme ante Él y liberarme de la limitación de los sentimientos.
Luego leí estas palabras de Dios: “El resultado de cada uno se determina de acuerdo a la esencia que surge de su propia conducta y siempre se determina apropiadamente. Nadie puede cargar con los pecados de otro; más aún, nadie puede recibir castigo en lugar de otro. Esto es incuestionable. […] Al final, los hacedores de justicia son hacedores de justicia y los malhechores son malhechores. A los justos se les permitirá sobrevivir al final, mientras que los malhechores serán destruidos. Lo santo es santo; no es inmundo. Lo inmundo es inmundo y ni una parte de eso es santa. Las personas que serán destruidas son todas malvadas y las que sobrevivirán son todas justas, incluso si los hijos de los malvados hacen obras justas e incluso si los padres de los justos hacen obras malvadas. No existe relación entre un esposo creyente y una esposa no creyente y no existe relación entre los hijos creyentes y los padres no creyentes; son dos tipos de personas completamente incompatibles. Antes de entrar al reposo, se tienen parientes físicos, pero una vez que se ha entrado en el reposo, ya no se tendrán parientes físicos de los cuales hablar. Los que cumplen su deber son enemigos de los que no; los que aman a Dios y los que lo odian se oponen entre sí. Los que entrarán en el reposo y los que habrán sido destruidos son dos clases incompatibles de seres creados. Los seres creados que cumplen su deber podrán sobrevivir y las que no cumplen su deber serán objeto de destrucción; lo que es más, esto durará toda la eternidad. […] Las personas hoy en día tienen relaciones físicas entre ellas, así como asociaciones de sangre, pero en el futuro todo esto se hará pedazos. Creyentes y no creyentes no son compatibles, sino que más bien se oponen entre sí. Los que están en el reposo creerán que hay un Dios y se someterán a Él, mientras que los que son rebeldes contra Dios habrán sido todos destruidos. Las familias ya no existirán sobre la tierra; ¿cómo podría haber padres o hijos o relaciones conyugales? ¡La misma incompatibilidad entre creencia e incredulidad habrá roto por completo estas relaciones físicas!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). Las palabras de Dios me enseñaron que Dios es justo y santo. Dios determina los destinos de las personas sin ningún tipo de sentimiento carnal y trata a todos de forma justa y equitativa. Para decidir el destino de las personas, Dios no juzga basándose en cuánto parece que alguien haya renunciado o se haya esforzado, sino en su esencia y acciones; y las personas malvadas están destinadas a que las descarten. Yo no comprendía la justicia de Dios, así que, cuando oí que habían expulsado a mi hija, no busqué la verdad ni consideré su esencia-naturaleza para ver el tipo de persona que realmente era, sino que viví según mis sentimientos, simpatizando con ella y compadeciéndola. Ahora lo veía con claridad: aunque mi hija dejó sus estudios y cumplió con sus deberes, soportando sufrimientos y pagando un precio, todos sus esfuerzos eran para ganar estatus y reputación. Una vez que perdió su cargo y sus intereses se vieron afectados, su naturaleza cruel quedó completamente al descubierto. Antes pensaba que toda nuestra familia creía en Dios y que todos podríamos salvarnos y entrar en el reino de los cielos, pero ahora veía que eso era solo una noción e imaginación mía. Si alguien no ama la verdad o incluso la odia y su carácter satánico no cambia en absoluto, pese a creer en Dios durante años, ¿cómo podría salvarse? A través de la experiencia de la expulsión de mi hija y mi esposa vi que, aunque toda nuestra familia creía en Dios al principio, recibió la provisión de Sus palabras y cumplió con sus deberes. Con el paso de los años, la esencia y la senda de cada uno se fueron revelando poco a poco. Mi esposa y mi hija mayor cometieron muchas acciones malvadas y quedaron en evidencia como personas malvadas; somos dos tipos de personas incompatibles y ninguno puede ayudar o salvar al otro. Pensé en estas palabras de Dios: “En el futuro, cuando la humanidad entre en el hermoso reino, no existirá ninguna de las relaciones entre esposo y esposa, entre padre e hija o entre madre e hijo que las personas imaginan encontrar. En ese tiempo, cada humano seguirá a los de su propia especie y las familias ya habrán sido destruidas. Al haber fracasado por completo, Satanás nunca más volverá a molestar a los humanos y los humanos ya no tendrán un carácter satánico corrupto. Aquellas personas rebeles ya habrán sido destruidas y solo las personas que se sometan permanecerán. Y de este modo muy pocas familias sobrevivirán intactas; ¿cómo pueden continuar existiendo las relaciones físicas?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). No entendía la obra de Dios y, debido a mis sentimientos, protegí a mi esposa y a mi hija, ya que quería mantener nuestras relaciones familiares de la carne y hasta casi cometí actos de resistencia contra Dios. ¡Qué necio y ciego fui! Pensé: “Mis sentimientos ya no pueden limitarme. Necesito liberarme de la esclavitud de los sentimientos y someterme a esta situación”. Poco a poco, mi estado mejoró y ya no sentí tanto dolor.
Después de experimentar todo esto, discerní mejor a mi familia. Me desprendí de mis sentimientos hacia ellas en lo más profundo de mi corazón. Al mismo tiempo, también vi con claridad que vivir según los sentimientos hace que uno no pueda distinguir entre el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, y que incluso pueda hacer cosas que van en contra de los principios-verdad, resistiéndose y rebelándose contra Dios. De hecho, los sentimientos son el enemigo de Dios. Vivir según los sentimientos hace que sea imposible practicar la verdad. También vi que mi estatura era demasiado pequeña y que mis sentimientos eran demasiado fuertes. Me faltaba someterme de verdad a Dios y necesitaba experimentar Su juicio y castigo para transformar mi carácter corrupto.