Reflexiones de una “buena líder”

4 Dic 2022

Por Rubylen, Filipinas

Desde que yo era pequeña, mis padres me enseñaron a ser amigable con la gente y a ser una persona accesible y empática. Si las personas que me rodeaban tenían problemas o defectos, se suponía que no debía revelarlos directamente, y que tenía que pensar en su orgullo. Debido a esta educación, nunca me metí en conflictos ni disputas con nadie, y quienes me rodeaban pensaban que yo era una buena persona y querían estar conmigo. Yo pensaba que esta era una buena forma de comportarme también. Después de comenzar a creer en Dios, interactuaba de la misma manera con mis hermanos y hermanas. Sobre todo tras convertirme en líder de iglesia, creía que debía ser amigable con los hermanos y hermanas y no acusar a la ligera a otros de haberse equivocado. Así, no arruinaría la buena relación que tenía con ellos, y los hermanos y hermanas querrían interactuar conmigo, me elogiarían por ser una líder amistosa y buena.

Más tarde, supe que una líder de grupo, la hermana Joan, no llevaba ninguna carga en su deber y no hacía ningún trabajo real. Le recordé varias veces: “Como líder de grupo, deberías preocuparte y entender los estados de tus hermanos y hermanas, y hacer seguimiento de su trabajo”. Pero ella seguía sin hacer lo que le había dicho, así que tuve que recordárselo otra vez y preguntarle por qué. Ella me dijo que solo tenía una hora libre, pero la usaba para Facebook y para mirar películas, por lo que no había hecho el seguimiento de nada del trabajo. Tras oír esto, me enojé mucho y pensé: “Eres holgazana y no llevas nada de carga. Algunos hermanos y hermanas no están asistiendo a las reuniones y tú no estás pensando en formas de apoyarlos”. Quería podarla por salir del paso en su deber y ser irresponsable, pero entonces pensé que eso podría hacer que se distanciara de mí y dijera que yo no era una líder buena y accesible. No quería arruinar nuestra relación armónica, así que, en vez de podarla, traté de incentivarla. Le dije: “Puedes usar esa hora libre para intentar entender los estados de tus hermanos y hermanas, y así podrás cumplir bien con tu deber”. Después de haberle dicho esto, mejoró unos pocos días, pero pronto regresó a sus viejos hábitos. Debido a su forma de salir del paso en su deber, cada vez más recién llegados dejaron de asistir a reuniones con regularidad, y algunos recién llegados dejaron de asistir por completo. Yo estaba en verdad enojada. ¡Ella era tan irresponsable! De verdad quería podarla, pero también me preocupaba que se distanciara de mí; por ello, no decía nada y tenía que regar y apoyar a aquellos recién llegados yo misma. Después de hablar con ellos, descubrí que no estaban asistiendo a las reuniones porque tenían muchas dificultades que no se habían resuelto, pero Joan antes me había dicho que ellos simplemente no respondían los mensajes. Tras ver la actitud negligente de Joan hacia su deber, de verdad quería podarla y hacerle saber que su irresponsabilidad en su deber había traído consecuencias graves. Pero también quería ser una buena líder, amigable y accesible, por lo que cambié de opinión y, una vez más, solo dije cosas para alentarla. El resultado fue que seguía sin cambiar. En una reunión, Joan se quejó: “Hace mucho que estoy en este grupo. ¿Por qué no me ascendieron aún?”. Tras oír esto, pensé: “Eres muy holgazana, sales del paso en tu deber y eres irresponsable. ¿Cómo podrías ser ascendida?”. Aunque estaba enojada con ella, la consolé y le dije: “Cualquiera sea el deber que cumplimos, lo hacemos por la soberanía y arreglos de Dios. Aunque nuestros deberes sean diferentes, todos regamos a los recién llegados”. Pensé que con esto ella sentiría que la comprendía y que me importaba, y que yo era una buena líder. Así es como, al enfrentar los problemas de mis hermanos y hermanas, nunca los exponía ni los podaba. En cambio, decía algunas cosas agradables para consolarlos y alentarlos. Pensé que hacer esto mantendría en los corazones de todos mi imagen de buena y accesible.

En otra oportunidad, Edna, la diaconisa de evangelio y Anne, una líder de grupo, no estaban colaborando con armonía. Edna me dijo, enojada: “¡Anne es muy holgazana! Cuando le pregunté por los estados y las dificultades de los hermanos y hermanas en su grupo, tardó largo rato en responder. Esto significaba que yo no era capaz de comprender la situación con rapidez. ¡Ella no cumple bien su deber!”. Sabía que Edna tenía un carácter bastante arrogante y que hablaba con un tono más bien de orden o exigencia que era difícil de aceptar para los demás. Anne era bastante orgullosa y era posible que no pudiera soportar el tono de Edna y que por ello no quisiera responder. Quería señalarle esto a Edna, pero al mismo tiempo no quería que ella se sintiera herida o que sintiera que no la entendía, por lo que, de modo amigable, le dije: “Tal vez Anne estaba ocupada y no vio tu mensaje”. Después, hablé con Anne, y ella me dijo con tristeza: “¡Edna es demasiado arrogante! Siempre me exige, por eso no quiero responder sus mensajes”. Cuando vi que ella no aceptaría consejos de otros, quise advertirle sobre eso, pero me preocupaba que no lo aceptara y que eso destruyera la armonía entre nosotras, por lo que dije: “Tal vez no comprendiste a Edna. Solo quiere que cumplas bien tu deber”. Y así fue que solo las consolé y las exhorté, y no señalé sus problemas. Ninguna de ellas se entendía a sí misma. Edna seguía sin tener una forma de hacer seguimiento del trabajo de Anne, y Anne creía que había sido perjudicada al nivel de sentirse incapaz de cumplir su deber. Sabía que yo no había cumplido mis responsabilidades como líder, y que por eso ellas no eran conscientes de sus propios problemas. Yo había causado que sucediera eso. Oré a Dios, pidiéndole que me esclareciera para poder conocerme.

Un día, leí en las palabras de Dios: “Practicar la verdad no consiste en decir palabras vacías ni gritar consignas. Más bien consiste en cómo, independientemente de lo que la gente encuentre en la vida, siempre que tenga que ver con los principios de la conducta humana, sus perspectivas sobre las cosas, o el cumplimiento de sus deberes, se enfrenta a una elección y debe buscar la verdad, encontrar un fundamento y principios en las palabras de Dios, y luego debe encontrar una senda de práctica. Aquellos capaces de practicar de este modo son personas que persiguen la verdad. Ser capaz de perseguir la verdad de este modo, por muy grandes que sean las dificultades que uno encuentre, es recorrer la senda de Pedro, la senda de búsqueda de la verdad. Por ejemplo: ¿Qué principio debe seguirse a la hora de relacionarse con los demás? Tal vez tu perspectiva original sea que ‘La armonía es un tesoro y la paciencia, una virtud’, que debes mantenerte en una posición en la que agrades a todos, evitar que los demás queden mal y no ofender a nadie, con lo que logras tener buenas relaciones con ellos. Constreñido por esta perspectiva, guardas silencio cuando presencias que otros hacen cosas malas o vulneran los principios. Preferirías que la obra de la iglesia sufriera pérdidas antes que ofender a nadie. Tratas de estar del lado de todos, sin importar quiénes sean. Tan solo piensas en los sentimientos humanos y en guardar las apariencias cuando hablas, y siempre pronuncias palabras que suenan bien para complacer a los demás. Incluso si descubres que otros tienen problemas, optas por tolerarlos y te limitas a hablar sobre ellos a sus espaldas, pero a la cara respetas la paz y mantienes la relación. ¿Qué opinión te merece tal conducta? ¿Acaso no corresponde a la de una persona complaciente? ¿No es muy poco fiable? Vulnera los principios de la conducta humana. ¿No es una bajeza comportarse de esa forma? Quienes actúan así no son buenas personas, esa no es una manera noble de comportarse. Da igual lo mucho que hayas sufrido y cuántos precios hayas pagado, si te comportas sin principios, entonces habrás fracasado a este respecto, y tu conducta no será reconocida, recordada ni aceptada ante Dios(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Para cumplir bien con el deber, al menos se ha de tener conciencia y razón). Tras meditar sobre las palabras de Dios, comprendí que practicar la verdad significa actuar según los principios-verdad, sin importar qué pase, y no temer ofender a la gente. Y sin embargo, cuando interactuaba con mis hermanos y hermanas, siempre quería dejarles una impresión positiva y mantener la armonía entre nosotros. Me esforzaba por ser una líder accesible y empática para ganar sus elogios, pero no me enfocaba en practicar la verdad. Cuando vi que Joan regaba a los recién llegados sin llevar una carga y siendo holgazana, quise podarla por ser irresponsable, pero para mantener una buena relación con ella y hacerle pensar que yo era una líder buena y accesible, no expuse su problema. Como resultado, por su irresponsabilidad, algunos problemas de los recién llegados quedaban sin resolver y ellos no asistían a las reuniones. Con Edna y Anne, vi que no estaban cooperando en armonía y que no se conocían a sí mismas, pero debería haber señalado sus problemas y haberlas ayudado a conocerse. Esto hubiera sido beneficioso para el trabajo y las habría ayudado con su entrada en la vida, pero yo solo trataba de suavizar las cosas y darles palabras de consuelo y exaltación. Como resultado, ninguna de las dos cumplía bien sus deberes. Para mantener mi imagen de buena líder, amigable y accesible, no protegí para nada los intereses de la iglesia. Preferí dejar que la obra de la iglesia sufriera para que yo pudiera mantener mis relaciones con la gente. Era muy egoísta y despreciable. Era una persona complaciente y falsa. Mi forma de actuar y conducirme se basaba por completo en mi carácter corrupto. No practicaba la verdad para nada. Aunque me elogiaran otros, nunca sería recomendada por Dios. No exponía ni señalaba los problemas de mis hermanos y hermanas, y no compartía la verdad para resolverlos. Esto significaba que ellos no reconocían sus propias actitudes corruptas ni cumplían bien sus deberes, lo que afectaba la obra de la iglesia. No estaba ayudando a los hermanos y hermanas a conocerse a sí mismos ni a progresar en su entrada en la vida. En cambio, estaba protegiendo la imagen que las personas tenían de mí como buena líder, para que me elogiaran y me admiraran, algo que es repugnante para Dios. Cuando comprendí esto, me sentí muy triste, por lo que oré a Dios y le pedí que me guiara para corregir mi carácter corrupto.

Después, tras saber mi estado, una hermana me envió un pasaje de las palabras de Dios: “La esencia de una buena conducta, como ser accesible y amable, puede calificarse con una sola palabra: fingimiento. Esa buena conducta no nace de las palabras de Dios ni es resultado de la práctica de la verdad o de un comportamiento con principios. ¿De qué es fruto? De las motivaciones de la gente, de sus maquinaciones, su fingimiento, su disimulo, su astucia. Cuando la gente se aferra a estas buenas conductas, su objetivo es conseguir lo que quiere; si no, jamás se oprimiría a sí misma de esta forma ni viviría en contra de sus deseos. ¿Qué significa vivir en contra de sus deseos? Que su auténtica naturaleza no es tan dócil, inocente, gentil, amable y virtuosa como la gente imagina. La gente no vive de acuerdo con la conciencia y la razón, sino para alcanzar determinado objetivo o exigencia. ¿Cuál es la auténtica naturaleza del hombre? Es atolondrada e ignorante. Sin las leyes y los mandamientos otorgados por Dios, la gente no sabría qué es el pecado. ¿Antes no era así la humanidad? Hasta que no dictó Dios las leyes y los mandamientos, la gente no tuvo concepto de pecado. Sin embargo, aún no tenía concepto del bien y del mal ni de las cosas positivas y negativas. Y en ese caso, ¿cómo podía conocer los principios correctos para hablar y actuar? ¿Podía saber qué maneras de actuar, qué buenas conductas, debían presentarse en la humanidad normal? ¿Podía saber qué provoca una conducta verdaderamente buena, qué tipo de camino seguir para vivir con semejanza humana? No podía saberlo. Debido a la naturaleza satánica de la gente, a sus instintos, aquella solamente podía fingir y disimular para vivir decorosamente y con dignidad, lo que dio lugar a falsedades como ser culto y sensato, gentil y refinado, cortés, respetuoso con los mayores y cariñoso con los pequeños, amable y accesible; así surgieron estos trucos y técnicas de engaño. Y, una vez surgidos, la gente se aferró selectivamente a uno o varios de ellos. Unos optaron por ser amables y accesibles, otros, cultos y sensatos, gentiles y refinados; otros más optaron por ser corteses, respetar a los mayores y amar a los pequeños, y hubo quienes optaron por todas estas cosas. Sin embargo, Yo califico con un solo término a las personas que tienen esas buenas conductas. ¿Cuál es ese término? ‘Piedras lisas’. ¿Qué son las piedras lisas? Esas piedras lisas de los ríos, socavadas y pulidos sus bordes, afilados por muchos años de paso del agua. Y aunque no duela al pisarlas, la gente, si no tiene cuidado, puede resbalar en ellas. En apariencia y forma, estas piedras son muy hermosas, pero cuando te las llevas a casa son bastante inútiles. No te haces a la idea de tirarlas, pero tampoco tiene sentido conservarlas; eso es lo que es una ‘piedra lisa’. Para Mí, los que tienen estas conductas aparentemente buenas son tibios. Fingen ser buenos por fuera, pero no aceptan la verdad en absoluto, dicen cosas que suenan bien, pero no hacen nada real. No son sino piedras lisas(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (3)). Antes, siempre sentía que la gente que era accesible y amigable era buena gente, sin anticipar nunca que las actitudes corruptas satánicas, y las intenciones y objetivos personales se esconderían detrás de este tipo de “buen” comportamiento. Me había esforzado para ser una persona accesible y amigable desde pequeña, y todos los que me rodeaban me elogiaban por ser empática, pero en realidad todo lo que hacía era hacer que los demás me admiraran y elogiaran. Usaba los comportamientos aparentemente buenos de ser accesible y amistosa para mentir y engañar a mis hermanos y hermanas. Dios describe a la gente con este tipo de “buena” conducta como “piedras lisas”. Estas piedras se ven bien por fuera y no duele pisarlas, pero es muy fácil resbalar con ellas y caer. Son decorativas, pero no tienen uso práctico. Así era yo. Aparentaba ser accesible y amigable, y nunca habría lastimado a nadie, pero tampoco ofrecía ayuda real a mis hermanos y hermanas. En cambio, mi corazón estaba lleno de falsedad y engaño. Me llevaba bien con todos y no ofendía a nadie. Era, justamente, una “piedra lisa”, una complaciente que estaba siempre anclada en el punto medio, y una hipócrita astuta. Tal y como revela la palabra de Dios: “Los que caminan por el sendero del medio son las personas más insidiosas de todas. No ofenden a nadie, son hábiles y astutos, saben seguir el juego en todas las situaciones y nadie puede ver sus defectos. Son como satanases vivientes(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo al practicar la verdad es posible despojarse de las cadenas de un carácter corrupto). Solía pensar que ser accesible y amistosa me haría agradarles a otras personas y que Dios me aprobaría también. Entonces supe que mis acciones no estaban en línea con los principios-verdad ni con la palabra de Dios. Eran revelaciones de mi carácter falso. Las personas que actúan de esta forma no tienen dignidad ni calidad humana, y Dios las odia. Sabía que si no me arrepentía y cambiaba, un día Dios me revelaría y descartaría. Ya no quería ser esa clase de persona. Por eso, oré a Dios y me arrepentí. Le pedí que me ayudara a cambiar mi carácter, que me diera fuerza para practicar la verdad y ser sincera con Él y con mis hermanos y hermanas.

Un día, una hermana me envió estas palabras de Dios:

¿Cuál es el estándar a través del cual las acciones y el comportamiento de una persona son juzgados como buenos o malvados? Que en sus pensamientos, revelaciones y acciones posean o no el testimonio de poner la verdad en práctica y de vivir la realidad-verdad. Si no tienes esta realidad ni vives esto, entonces, sin duda, eres un malhechor.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción

Responsabilidades de los líderes y obreros:

1. Guiar a la gente para que coma y beba de las palabras de Dios, las entienda y entre en su realidad.

2. Conocer los estados de cada tipo de persona y resolver diversas dificultades que afronten en su vida real en relación con su entrada en la vida.

3. Compartir los principios-verdad que se han de entender para ejecutar correctamente cada deber.

4. Estar al día de las circunstancias de los supervisores de distintos trabajos y del personal responsable de diversas tareas importantes y cambiar sus deberes o destituirlos de inmediato según sea necesario para evitar o paliar las pérdidas causadas por emplear a gente inapropiada y garantizar la eficacia y buena marcha del trabajo.

5. Mantenerse al día en la captación y la comprensión del estado y el progreso de cada aspecto del trabajo, y saber resolver con prontitud los problemas, corregir las desviaciones y poner remedio a los fallos en el trabajo para que marche sin contratiempos.

[…]

La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (1)

Tras leer las palabras de Dios, comprendí que Su estándar para evaluar nuestra humanidad no es cuántos comportamientos aparentemente “buenos” parezcamos tener, ni cuánta gente piense bien de nosotros. En cambio, se trata de si podemos someternos a Dios y si en nuestros pensamientos y acciones poseemos el testimonio de poner en práctica la verdad. Solo esa clase de gente tiene buena humanidad. Había visto que Joan salía del paso en su deber y era irresponsable, y que Edna y Anne vivían en sus actitudes corruptas y el rencor mutuo. Sus acciones ya habían tenido consecuencias negativas a la obra de la iglesia. Como líder de iglesia, debería haber compartido enseñanza con ellas, debería haberlas expuesto y diseccionado la naturaleza de lo que hacían pero, en cambio, solo dije palabras amables e intenté apaciguar las cosas. Incluso al ver que la obra de la iglesia sufría, seguí tratando únicamente de mantener mi buena imagen. No solo no tenía testimonio de practicar la verdad, sino que había fallado en cumplir mis responsabilidades como líder de iglesia y no había ayudado en lo más mínimo a la entrada en la vida de mis hermanos y hermanas. En el pasado había creído que si podía vivir en armonía con mis hermanos y hermanos, y hacerlos pensar que era accesible y amigable, entonces era una buena líder. En realidad, eso es un malentendido, y no se alinea para nada con los requerimientos de Dios. Esto se debe a que un verdadero buen líder es alguien que puede practicar la verdad para proteger los intereses de la iglesia, alguien que puede compartir la verdad para solucionar los problemas y dificultades de sus hermanos y hermanas, y guiarlos para ingresar en la realidad de la palabra de Dios. Mientras que yo no exponía ni señalaba los problemas de mis hermanos y hermanas, y no los ayudaba a comprender la verdad y cumplir bien con sus deberes. En cambio, usaba trucos para proteger mi propio orgullo y mi imagen, les daba palabras de consuelo y aliento, y no solucionaba ninguno de los problemas reales. Al hacerlo, estaba mintiendo y engañando a mis hermanos y hermanas. Me di cuenta entonces de que, para ser una líder verdaderamente buena, cada una de mis palabras y mis actos debían estar a la altura de los estándares de la palabra de Dios y que si no practicaba la verdad, iría por el camino de resistencia a Dios. Esto se debe a que Dios quiere gente que actúe según Sus palabras y requisitos, y no líderes que se atengan a las virtudes culturales tradicionales, que busquen elogios de los demás, y que no practiquen la verdad. Con ese pensamiento, entendí que debía cambiar la forma en la que interactuaba con las personas. No podía continuar siguiendo filosofías para los asuntos mundanos mientras interactuaba con los hermanos y hermanas, ni al cumplir mi deber. En cambio, debía ayudar a mis hermanos y hermanas a resolver sus problemas y dificultades según la palabra de Dios, para que todos pudieran cumplir sus deberes de acuerdo con los principios-verdad. Esa era mi responsabilidad. Hallé una senda de práctica en la palabra de Dios. Por eso, oré a Dios y le pedí que me guiara para practicar la verdad para corregir mi corrupción.

Después, leí algo en la palabra de Dios: “La gente debería esforzarse al máximo por hacer de las palabras de Dios su base y de la verdad su criterio; tan solo entonces podrá vivir en la luz y vivir a semejanza de una persona normal. Si quieres vivir en la luz, debes actuar según la verdad; debes ser una persona honesta que dice palabras honestas y hace cosas honestas. Lo fundamental es tener los principios-verdad en el comportamiento propio; una vez que las personas pierden los principios-verdad, y se centran solo en el buen comportamiento, esto da lugar inevitablemente a que sean falsas y finjan. Si no hay principios en la conducta de las personas, entonces, por muy bueno que sea su comportamiento, son hipócritas; pueden ser capaces de desorientar a los demás durante un tiempo, pero nunca serán dignas de confianza. Solo cuando las personas actúan y se comportan de acuerdo con las palabras de Dios tienen una base verdadera. Si no se comportan de acuerdo con las palabras de Dios, y solo se centran en fingir que se comportan bien, ¿podrán así convertirse en buenas personas? Por supuesto que no. Las buenas doctrinas y el buen comportamiento no pueden cambiar las actitudes corruptas del hombre ni su esencia. Solo la verdad y las palabras de Dios pueden cambiar las actitudes corruptas, los pensamientos y las opiniones de las personas, y convertirse en su vida. […] En casos especiales, se hace necesario sacar directamente a la luz los errores de otras personas y podarlas para que adquieran conocimiento de la verdad y deseen arrepentirse. Es entonces cuando se consigue el efecto pretendido. Esta forma de practicar beneficia enormemente a la gente. Le supone una verdadera ayuda y es muy constructiva, ¿verdad?(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (3)). Las palabras de Dios me señalaron la senda para que cambiara mi carácter. Necesitaba actuar y manejarme según las palabras de Dios, y usar la verdad como mi criterio. Debía dejar de disfrazarme con acciones buenas en apariencia, y necesitaba practicar la verdad y volverme una persona honesta. Cuando veía que sucedían cosas en contra de los principios-verdad, o cuando veía a hermanos y hermanas cumplir sus deberes basados en actitudes corruptas, yo necesitaba serles sincera y lidiar con ellos de acuerdo con los principios. Cuando alguien necesitaba ayuda por medio de la enseñanza, debía compartir y ayudarlos; cuando alguien necesitaba que se le señalara algo, debía señalarlo; cuando alguien necesitaba ser podado, debía podarlo. Solo haciendo estas cosas los hermanos y hermanas podían entender que había desviaciones en la forma en que cumplían sus deberes y corregir las cosas a tiempo. Esta era la única forma de ayudarlos de verdad. Debía construir mis relaciones con ellos basada en la palabra de Dios; así debe ser una relación normal entre personas. Tras entender la senda de la práctica de la verdad, me dije: “No temas hablar sobre los errores de otros y no les digas solo cosas buenas todo el tiempo. Dios odia a los que se disfrazan y engañan a otros. Mis palabras y acciones deben estar de acuerdo con las palabras de Dios y debo hacer las cosas de acuerdo a los principios-verdad”. Después, cuando vi que Joan holgazaneaba otra vez, aunque aún me preocupaba perder mi buena imagen en su corazón si se lo señalaba directamente, pensé en la palabra de Dios que había leído antes y comprendí que aún seguía la idea de ser accesible y amigable en mi forma de comportarme y conducirme. Oré a Dios y le pedí que me guiara para practicar la verdad. Después, busqué a Joan y le dije: “Porque sales del paso en tu deber y eres irresponsable, muchos recién llegados no están asistiendo a las reuniones. Cumplir así tu deber en verdad genera mucho retraso en la entrada en la vida de los recién llegados y en la obra de la iglesia”. Tras señalarle su problema, también compartí mis propias experiencias. Pensé que se enojaría y me ignoraría, pero lo que sucedió me sorprendió. No solo no estaba enojada, sino que hizo introspección y me dijo: “Este es mi defecto y debo corregirlo”. Después de eso, Joan empezó a cumplir su deber con diligencia, y los recién llegados que ella regaba asistían a las reuniones con más regularidad. Nuestra relación no se arruinó por haberla aconsejado y ayudado, sino que en realidad mejoró. Después, cuando volví a verla revelar alguna clase de corrupción, solo se la señalé directamente, y ella fue capaz de aceptar mi consejo y conocerse. Ahora, su actitud hacia su deber ha cambiado mucho, y la designaron como líder de iglesia. También señalé los problemas de Edna y de Anne. Edna fue consciente de su arrogancia y soberbia, y dijo que debía cambiar la forma en que hablaba a otros. Anne también reconoció su propio carácter corrupto y dijo que estaba dispuesta a cambiar. Esto me alegró mucho. ¡Gracias a Dios! ¡Solo la palabra de Dios puede cambiar a la gente!

Estas experiencias me mostraron que una persona verdaderamente buena no es, como la gente cree, alguien con comportamientos aparentemente buenos. Es alguien que actúa y se conduce según la palabra de Dios, practica la verdad y es una persona honesta. Esa es la clase de persona que Dios ama. También me di cuenta de que cuando veo problemas en los hermanos y hermanas, debo hablarles y ayudarlos sin demora, y exponerlos y podarlos cuando sea necesario. Esta es la única forma de ayudarlos a comprender su propia corrupción y sus defectos, para que luego puedan buscar la verdad para corregir su corrupción y cumplir sus deberes de acuerdo con los principios. Esta es la mejor manera que tengo de ayudar a mis hermanos y hermanas. Ahora, ya no temo señalar sus problemas. Sin importar qué puedan pensar de mí, practicaré ser una persona honesta, sostener los principios y salvaguardar la obra de la iglesia. ¡Gracias a Dios!

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