Reflexiones sobre perseguir la buena suerte
A fines de 2022, comencé mi deber como predicadora y asumí la responsabilidad de hacer el seguimiento del trabajo de varias iglesias. Un día, recibí una carta de la líder superior, que decía que las dos líderes de una iglesia no estaban bien y que eso ya había afectado los diversos temas del trabajo de la iglesia. Me pidió que acudiera allí rápidamente para comprender la situación y resolverla mediante una charla. Pensé: “Hace poco, esta iglesia sufrió una campaña de arrestos por parte del Partido Comunista, muchos hermanos y hermanas enfrentan riesgos de seguridad y no pueden cumplir sus deberes normalmente. Es comprensible que las dos líderes estén un poco negativas debido a esta dificultad. Si encuentro algunas palabras de Dios y hablo con ellas, debería poder resolver este problema”. Cuando vi a las dos líderes, su estado era terrible. Me dijeron que la falta de resultados en los diversos temas de trabajo de la iglesia se debía a que no podían realizar un trabajo real, y que estaban tan negativas que querían renunciar. De inmediato hablé con ellas y les dije: “Dios permite este entorno. No podemos atascarnos en un estado de negatividad. Lo más crucial ahora es cómo podemos trabajar juntas para asumir nuestros deberes y no demorar el trabajo de la iglesia”. Pero no importaba lo que les dijera, las dos hermanas seguían atrapadas en su estado negativo, y decían que sus calibres eran bajos, que no perseguían la verdad, y que no podían hacer el trabajo de liderazgo. Ante tal situación, pensé: “¿Por qué tengo tan mala suerte? Acabo de comenzar como predicadora, y me asignan esta iglesia donde las líderes son demasiado negativas para asumir la responsabilidad. ¿Esto no significa que todo el trabajo recaerá sobre mis hombros?”. En ese momento, simultáneamente hablaba con las líderes de la iglesia para resolver su estado e iba a diversas reuniones para implementar parte del trabajo. Estaba cansada al punto del agotamiento todos los días. Luego, una de las líderes terminó renunciando. La otra fue traicionada por un Judas y tuvo que esconderse un tiempo para evitar que la detuvieran, de modo que no podía salir a cumplir con su deber. Al enterarme de esta noticia, no pude evitar suspirar profundamente y pensar: “Hay tantos problemas en esta iglesia; las dos líderes ni siquiera pueden cumplir con sus deberes. Todo el trabajo recae solo sobre mí. ¿Por cuánto tiempo estaré ocupada con todo esto?”. Durante esos días, daba vueltas como un trompo, no podía parar de moverme. A veces, me reunía con los hermanos y hermanas durante el día para poder comprender el trabajo, y cuando regresaba a la noche, había una pila de cartas para responder. Seguía trabajando hasta tarde en la noche y aun así no podía completar todas las tareas. Frente a esta serie de problemas y dificultades, me sentía agotada, drenada mental y físicamente. Sentía como si tuviera una piedra en el pecho que me dificultaba la respiración. Pensé: “Desde que me asignaron esta iglesia, me enfrenté a una serie de eventos desfavorables. Surgen nuevos problemas antes de que se resuelvan los anteriores. Ahora ni siquiera hay un líder de la iglesia. Soy como un comandante solitario, sin nadie con quien consultar las cosas, y tengo que ocuparme de todo el trabajo sola. Mientras tanto, el otro predicador está a cargo de iglesias con tres líderes. Aunque hay muchas tareas, cada persona hace una parte, entonces no está tan agotado como yo. ¿Por qué tiene tan buena suerte? ¿Y por qué a mí me asignaron a una iglesia como esta? ¡Tengo tan mala suerte!”. Cuanto más lo pensaba, más me ofendía, y sentía que tenía mala suerte de ser asignada a esa iglesia. Aunque al parecer cumplía con mis deberes normalmente todos los días, estaba desanimada e incluso quería escaparme de este entorno.
Mientras vivía en este estado incorrecto de abatimiento y resistencia, un día, miré un video testimonial con un pasaje de las palabras de Dios que me conmovió profundamente. Dios Todopoderoso dice: “¿Qué problema hay con las personas que siempre piensan que no tienen suerte? Siempre usan el estándar de la suerte para medir si sus acciones son acertadas o equivocadas, y para sopesar qué senda deben tomar, las cosas que han de experimentar y cualquier problema que afronten. ¿Es eso acertado o equivocado? (Equivocado). Describen las cosas malas como mala suerte y las buenas como buena suerte o beneficiosas. ¿Es acertada o equivocada esta perspectiva? (Equivocada). Medir las cosas desde ese tipo de perspectiva es una equivocación. Se trata de un método y estándar extremo e incorrecto para evaluar las cosas. Esta clase de método conduce a menudo a las personas a sumirse en la depresión, y suele volverlas intranquilas, como si nada les fuera bien y nunca consiguieran lo que quieren, lo cual las lleva a sentirse siempre ansiosas, irritables e intranquilas. Cuando estas emociones negativas no se resuelven, tales personas se hunden en una constante depresión y sienten que Dios no las favorece. Consideran que Dios trata a los demás con gracia, mientras que a ellos no, y que cuida de los demás, pero no de ellos. ‘¿Por qué siempre me siento intranquilo y ansioso? ¿Por qué siempre me pasan cosas malas? ¿Por qué nunca me llegan cosas buenas? ¡Al menos una vez, solo pido eso!’. Cuando percibes las cosas con este tipo de pensamiento y perspectiva equivocados, caerás en la trampa de la buena y la mala suerte. Al caer continuamente en esta trampa, te sentirás siempre deprimido. En mitad de esta depresión, serás especialmente sensible a si las cosas que te ocurren se deben a la buena o la mala suerte. Cuando esto ocurre, se demuestra que esta perspectiva y esta idea de la buena y la mala suerte se han apoderado de ti. Cuando estás controlado por este tipo de perspectiva, tus puntos de vista y tu actitud hacia las personas, los acontecimientos y las cosas ya no entran dentro del rango de la conciencia y la razón de la humanidad normal, sino que se han precipitado hacia una especie de extremo. Cuando caes en este extremo, no sales de la depresión. Seguirás deprimiéndote una y otra vez, y aunque normalmente no te sientas deprimido, en cuanto algo vaya mal, en cuanto sientas que ha ocurrido algo desafortunado, te sumirás inmediatamente en la depresión. Esta depresión afectará a tu juicio y toma de decisiones normales, e incluso a tu felicidad, ira, tristeza y alegría. Cuando afecte a tu felicidad, ira, tristeza y alegría, perturbará y destruirá el cumplimiento de tu deber, así como tu voluntad y deseo de seguir a Dios. Si se destruyen estas cosas positivas, las pocas verdades que has llegado a comprender se desvanecerán en el aire y no te servirán absolutamente de nada” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (2)). Las palabras de Dios expusieron exactamente mi estado. Desde mi punto de vista, cumplir con mi deber sin complicaciones ni dificultades y que todo saliera bien era buena suerte. Cuando me enfrentaba a inconvenientes o problemas en mi deber, sentía que era desafortunada y tenía mala suerte, y en seguida me abatía. Por ejemplo, cuando vine a esta iglesia y vi que ambas líderes estaban tan negativas que querían renunciar y que había una serie de dificultades y problemas en el trabajo de la iglesia, no acepté esto de parte de Dios ni busqué Su intención o pensé cómo poner toda mi energía para asumir la labor. En cambio, caí en el abatimiento, y pensé que era mala suerte enfrentarme a estas dificultades. En particular, cuando ninguna de las líderes pudo hacer el trabajo después, y cuando pensaba en el área que supervisaba el otro predicador, donde los líderes y obreros estaban en su lugar y el trabajo progresaba sin problemas, yo lo envidiaba en particular y pensaba que él tenía suerte, mientras que yo tenía mala suerte y me pasaban todas las cosas malas. Cuando miraba las cosas desde esta perspectiva errónea, me seguía sumergiendo en el abatimiento y la resistencia, y no tenía energía en mi deber e incluso quería escaparme de este entorno. Pero, en realidad, todos los entornos a los que me enfrento los dispone Dios. La intención de Dios es que yo busque la verdad, que confíe en Él y experimente este entorno de una manera práctica. Incluso cuando hay dificultades, igual debería orarle a Dios y buscar la verdad para resolverlas, asumiendo los deberes que puedo realizar. Pero yo no había pensado cómo experimentar la obra de Dios y comprender Su soberanía y orquestaciones en un entorno así. Al enfrentarme a cosas insatisfactorias, pensaba que era desafortunada y tenía mala suerte, vivía abatida y me resistía a la soberanía de Dios. ¿Cómo podía aprender lecciones de esta manera? ¿Cómo podía comprender los hechos de Dios? No podía evitar pensar en aquellos que no creen en Dios. Cuando enfrentan situaciones, nunca las aceptan de parte de Dios y no se someten a Su soberanía y arreglos. Y culpan a todos menos a sí mismos cuando las cosas no son como a ellos les gustan. Viven toda su vida sin conocer a Dios. En cuanto a mí, aunque creía en Dios y decía que Él tiene la soberanía sobre todas las cosas, igualmente juzgaba todo según el punto de vista de los no creyentes. ¿No es esta la conducta de un verdadero incrédulo?
Leí más de las palabras de Dios que dicen: “Estas personas que siempre están preocupadas por si tienen buena o mala suerte, ¿es correcta su forma de ver las cosas? ¿Existe la buena o la mala suerte? (No). ¿Qué base hay para decir que no existe? (Las personas que conocemos y las cosas que nos pasan todos los días vienen determinadas por la soberanía y los arreglos de Dios. No hay nada semejante a la buena o la mala suerte, todo ocurre por necesidad y tiene un significado detrás). ¿Es eso cierto? (Sí). Ese punto de vista es correcto, y es la base teórica para asegurar que la suerte no existe. Te ocurra lo que te ocurra, sea bueno o malo, todo es normal, igual que lo es el tiempo a lo largo de las cuatro estaciones: no todos los días pueden ser soleados. No puedes decir que los días soleados los ha dispuesto Dios, mientras que los días nublados, la lluvia, el viento y las tormentas no. Todo está determinado por la soberanía y los arreglos de Dios, y lo genera el entorno natural. Este entorno natural surge según las leyes y reglas que Dios dispuso y estableció. Todo esto es necesario e imperativo, de modo que sea cual sea el tiempo que haga, se genera y se produce conforme a las leyes naturales. No hay nada bueno ni malo en ello: solo los sentimientos de la gente al respecto son buenos o malos. […] El hecho es que el que una persona se sienta bien o mal por algo se basa en sus propios motivos, deseos e intereses egoístas, más que en la esencia de la cosa en sí. Por tanto, la base sobre la que la gente evalúa si algo es bueno o malo es inexacta. Como la base es inexacta, las conclusiones a las que llegan también lo son. Volviendo al tema de la buena y la mala suerte, ahora todo el mundo sabe que este dicho de la suerte no se sostiene, y que no es ni buena ni mala. Las personas, los acontecimientos y las cosas con las que te encuentres, ya sean buenos o malos, vienen todos determinados por la soberanía y los arreglos de Dios, así que debes afrontarlos como es debido. Acepta de Dios lo bueno, y acepta de Él también lo malo. No digas que tienes suerte cuando suceden cosas buenas, y que tienes mala suerte cuando suceden cosas malas. Solo se puede decir que hay lecciones que la gente debe aprender dentro de todas esas cosas, y no deben rechazarlas ni evitarlas. Agradece a Dios las cosas buenas, pero también agradécele las cosas malas, porque todas son arreglos Suyos. Las personas, los acontecimientos, las cosas y los entornos buenos proporcionan lecciones de las que se debe aprender, pero hay aún más que aprender de las personas, los acontecimientos, las cosas y los entornos malos. Todas estas experiencias y episodios deberían formar parte de nuestra vida. La gente no debería utilizar la idea de suerte para evaluarlos” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (2)). “Sin embargo, si renuncias a la idea de la suerte que tienes o que no tienes, y tratas las cosas con calma y corrección, te darás cuenta de que la mayoría de las cosas no son tan desfavorables o difíciles de afrontar. Cuando te desprendes de tus ambiciones y deseos, cuando paras de rechazar o evitar cualquier infortunio que recae sobre ti, y dejas de evaluar tales cosas según la suerte que tengas o que te falte, muchas de las cosas que solías percibir como desafortunadas y malas, ahora pensarás que son buenas; las cosas malas se tornarán en buenas. Tu mentalidad y la manera que tienes de ver las cosas cambiarán, lo cual te permitirá tener una sensación distinta sobre tus experiencias de vida, y al mismo tiempo cosechar recompensas diferentes. Esta es una experiencia extraordinaria, que te acarreará recompensas inimaginables. Es algo bueno, no es malo” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (2)). Las palabras de Dios me iluminaron. De hecho, no hay tal cosa como la buena o mala suerte. Todo lo que me sucede, ya sea que, en apariencia, coincida o no con mis nociones, está orquestado por Dios y debe suceder, y también es una experiencia necesaria en mi vida. Dios arregla estas cosas para enseñarme lecciones. Mientras yo me enfoque en buscar la verdad, obtendré algo; lo que parece malo para las personas puede convertirse en algo bueno. Por ejemplo, cuando Job se enfrentó a las tentaciones de Satanás, perdió su gran riqueza, sus hijos murieron aplastados, y él mismo se llenó de llagas. Desde una perspectiva humana, la serie de eventos que le ocurrieron a Job parecía muy desafortunada y de mala suerte. Sin embargo, desde la perspectiva de Dios, Él permitió que Job enfrentara estas tentaciones para darle la oportunidad de dar testimonio de Dios, y de demostrarle a Satanás que Job era un hombre justo que temía a Dios y evitaba el mal. Esto hizo que Satanás no pudiera acusarlo ni atacarlo más. Job, con su fe en Dios y temiéndole, se mantuvo firme en su testimonio durante estas pruebas y obtuvo la aprobación de Dios. ¡Esto fue algo tan significativo! A través de la experiencia de Job, podemos ver que no hay tal cosa como la buena o mala suerte, y que todo lo que sucede se debe a la soberanía y las orquestaciones de Dios, y está diseñado para enseñarnos distintas lecciones en medio de diversos entornos. Sin embargo, yo no reconocía la soberanía de Dios y siempre medía todo lo que me ocurría según la suerte. Se debía a que era demasiado considerada con mi carne, y siempre quería cumplir con mis deberes sin complicaciones y sin que mi carne sufriera. Mientras beneficiara a mi carne y yo no tuviera que sufrir, sentía que tenía buena suerte. Por el contrario, si encontraba dificultades y problemas y necesitaba sufrir y pagar un precio, sentía que tenía mala suerte y muchas veces me quejaba en mi corazón. ¡Mi opinión al juzgar las cosas estaba demasiado distorsionada! La serie de dificultades y problemas que enfrentaba ahora eran al parecer desfavorables en la superficie, pero Dios había usado estas dificultades para enseñarme a confiar en Él, buscar la verdad, rebelarme contra mi carne, y aprender algunas lecciones. En el pasado, cuando ejecutaba mi deber en un entorno cómodo y seguía la misma rutina todos los días, por fuera parecía fácil, pero obtenía muy poco. No comprendía muchos principios-verdad y mi crecimiento en la vida era lento, mientras que, ahora, este entorno actual era beneficioso para mi vida. Al comprender la intención de Dios, me sentía mucho más aliviada, y ya no me quedaba en el abatimiento y la resistencia. Tenía la voluntad de someterme al entorno que Dios había dispuesto para mí y experimentar la obra de Dios de una manera práctica. Después, comencé a llevar a cabo mi deber con seriedad, implementando el trabajo según los requerimientos de la casa de Dios. Después de un tiempo, de a poco empezó a recuperarse parte del trabajo de la iglesia. Me familiaricé más con el personal y los diversos temas de trabajo, y comprendí los principios del trabajo mejor que antes, lo que me hizo ganar confianza. Recién entonces experimenté de primera mano la consideración de Dios al disponer estos entornos. Vi que al no juzgar a las personas, los acontecimientos y las cosas que me rodeaban desde la perspectiva de la buena o la mala suerte y al aceptar todo de parte de Dios y buscar la verdad, no me sentía cansada en mi deber. En cambio, me sentía satisfecha y en paz.
Después de una reunión, la líder arregló que yo fuera a ocuparme de algo en una iglesia. En principio, planeé terminarlo en un día y luego ir a otra iglesia para implementar el trabajo, pero inesperadamente, en cuanto llegué a esta iglesia, el supervisor me dijo nervioso: “Sucedió algo. Ayer detuvieron a muchos hermanos y hermanas”. Tras escuchar su relato, me di cuenta de que casi todas las personas detenidas eran líderes y obreros, de modo que ahora sería casi imposible desarrollar el trabajo de la iglesia normalmente. Los líderes de la iglesia también tenían que esconderse debido a su contacto con esas personas y no podían salir a realizar sus deberes. Justo después, recibí una carta de la líder superior, donde me indicaba que me quedara en esta iglesia temporalmente para ocuparme de las consecuencias de los arrestos. Al principio, pude aceptar esto de parte de Dios y someterme. En ese momento, había muchos riesgos de seguridad para muchas familias de acogida y para los hermanos y hermanas, y había que ocuparse de muchas de las tareas de la iglesia. Estaba ocupada todo el día, y cuando regresaba al hogar de acogida a la noche, tenía que responder cartas de otras iglesias. Tenía que quedarme despierta hasta tarde casi todas las noches. El entorno también era hostil y, casi todos los días, recibía cartas que decían que habían arrestado a más hermanos y hermanas. Cada vez que salía, tenía el corazón en la boca, sin saber si iba a regresar a salvo esta vez. Pasó un tiempo, y me sentía exhausta física y mentalmente. Al ver que dos líderes cercanos a mí solo respondían cartas y trabajaban desde casa, mientras que yo siempre estaba corriendo, moviéndome de un lado a otro constantemente como un trompo con más cosas para hacer que las que el tiempo me permitía, y mis nervios estaban al límite, pensé: “Los deberes que ellos realizan son muy fáciles. No tienen que preocuparse ni andar corriendo. En cambio yo ni siquiera puedo descansar. ¿Por qué yo siempre quedo atrapada en ocuparme de los arrestos en la iglesia? ¡Tengo tan mala suerte! ¿Por qué me siguen pasando estas cosas una tras otra?”. Aunque no me atrevía a quejarme abiertamente, en el fondo, tenía mucha resistencia, y siempre estaba resignada y reticente cuando realizaba mi deber. Mientras permanecía en este estado erróneo, no podía evitar recordar mis experiencias previas, y en cierto modo sabía que Dios había dipuesto este entorno para que yo pudiera aprender una lección. Le oré a Dios: “Oh, Dios, cuando me suceden cosas, sin querer sigo viéndolas desde la perspectiva de la buena o la mala suerte y sigo sintiendo que es por mi mala suerte y mi desgracia que suceden. No puedo comprender verdaderamente Tu intención. Dios, por favor, ilumíname y guíame para que pueda aprender a experimentar en medio de este entorno”.
Después, busqué conscientemente las palabras de Dios para leer, con la voluntad de comprender exactamente qué tenía de malo perseguir siempre la buena suerte. Leí este pasaje en las palabras de Dios: “Entonces, ¿cuáles son los pensamientos y las perspectivas de las personas que utilizan la suerte para valorar si las cosas son buenas o malas? ¿Cuál es la esencia de esas personas? ¿Por qué prestan tanta atención a la buena y a la mala suerte? Las personas que se centran mucho en la suerte, ¿esperan que esta sea buena o que sea mala? (Esperan que sea buena). Así es. De hecho, buscan la buena suerte y que les ocurran cosas buenas, y simplemente se aprovechan de ellas y se benefician. No les importa cuánto sufran los demás, ni cuántas adversidades o dificultades otros tengan que soportar. No quieren que les ocurra nada que perciban como desafortunado. En otras palabras, no quieren que les ocurra nada malo: ni contratiempos, ni fracasos, ni situaciones embarazosas, ni ser podados, ni perder nada, ni salir perdiendo, ni ser engañados. Si algo de eso ocurre, lo consideran mala suerte. No importa quién lo haya dispuesto, si ocurren cosas malas, se trata de mala suerte. Esperan que todas las cosas buenas les ocurran a ellos, desde ser ascendidos, destacar entre el resto y beneficiarse a costa de los demás, hasta obtener ganancias de algo, ganar mucho dinero o convertirse en un funcionario de alto rango, y piensan que en eso consiste la buena suerte. Siempre valoran a las personas, los acontecimientos y las cosas con los que se encuentran en función de la suerte. Buscan la buena suerte, no la mala. En cuanto lo más mínimo sale mal, se enfadan, se disgustan y se quedan insatisfechos. Dicho sin rodeos, este tipo de personas son egoístas. Buscan beneficiarse a costa de los demás, obtener ganancias para sí mismos, llegar a la cima y destacar entre el resto. Se darían por satisfechos si todo lo bueno les ocurriera solo a ellos. Esta es su esencia-naturaleza; es su verdadero rostro” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (2)). Las palabras de Dios me hicieron sentir muy avergonzada. Resultó que mi constante búsqueda de la buena suerte y la evasión de las dificultades o la adversidad se debía en realidad a mi naturaleza egoísta. Adhería a una filosofía para los asuntos mundanos de “obtener beneficios sin sufrir pérdidas”, siempre priorizando mi propio interés. Siempre quería que me pasaran todas las cosas buenas, que todo fluyera sin tener que soportar ninguna dificultad; eso era lo que me hacía feliz. Cuando me enfrentaba a inconvenientes o dificultades que afectaban mis intereses carnales y hacían que sufriera, comenzaba a quejarme y a irritarme, y perdía totalmente el equilibrio. Antes de creer en Dios, cuando veía colegas que provenían de buenos orígenes, con familiares que tenían empleos estables y lindas casas, mientras yo vivía en la pobreza sin siquiera tener casa propia y con familiares desempleados en casa que necesitaban que yo los mantuviera, me sentía muy desequilibrada. Sentía que era mala suerte tener esa familia, y estaba especialmente envidiosa y celosa de mis colegas. Siempre sentía que solo a los demás les pasaban cosas buenas, que yo simplemente era una persona con mala suerte. Al reflexionar sobre este último tiempo, cuando estas dos iglesias de las que era responsable sufrieron los arrestos del PCCh, eso me exigió sufrir y pagar un precio y afectó mis intereses carnales, así que comencé a quejarme por todo y a culpar a mi mala suerte y a la desgracia. No solo no pensé en cumplir mi deber bien de manera proactiva, sino que también me volví abatida y reticente, y me quejaba de que Dios todo el tiempo me dispusiera entornos así. Mi búsqueda de la buena suerte era esencialmente para satisfacer mis intereses carnales; deseaba que me vinieran todas cosas buenas y siempre quería beneficiarme a expensas de otros. En cuanto a las tareas que requerían arriesgarse y sufrir, pensaba que otros debían asumirlas. Mientras yo pudiera estar cómoda y mi carne se beneficiara, estaba satisfecha. ¡Era realmente tan egoísta! Exteriormente, parecía que estaba cumpliendo con mi deber en la casa de Dios, pero mi corazón consideraba mis intereses carnales más que el trabajo de la iglesia y las impacientes intenciones de Dios. Dios detestaba y odiaba esto, y si realizaba mi deber así, finalmente no obtendría Su aprobación.
Luego, leí más de las palabras de Dios que dicen: “¿Es fácil salir de ella? En realidad, es fácil. Basta con desprenderse de las perspectivas erróneas, no esperar que todo vaya bien, exactamente como uno quiere o sin problemas. No temas, no te resistas ni rechaces las cosas que salen mal. Al contrario, despréndete de tu resistencia, cálmate y preséntate ante Dios con una actitud de sumisión, y acepta todo lo que Dios disponga. No busques lo que se llama ‘buena suerte’, y no rechaces la denominada ‘mala suerte’. Entrega tu corazón y todo tu ser a Dios, deja que Él actúe y orqueste, y sométete a Sus instrumentaciones y arreglos. Dios te dará lo que necesites y cuando lo necesites en su justa medida. Él orquestará los entornos, las personas, los acontecimientos y las cosas que requieras, de acuerdo con tus necesidades y carencias, para que puedas aprender las lecciones que debes de las personas, los acontecimientos y las cosas con los que te cruces. Por supuesto, la condición previa para todo esto es que tengas una mentalidad de sumisión hacia las instrumentaciones y arreglos de Dios. Por tanto, no busques la perfección; no rechaces ni tengas miedo de que ocurran cosas no deseadas, embarazosas o desfavorables; y no utilices tu depresión para resistirte en tu interior a que ocurran cosas malas” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (2)). De las palabras de Dios, comprendí Su intención. Los entornos que Dios me dispuso eran todos buenos y tenían el propósito de enseñarme lecciones. Ya no debería perseguir esta supuesta buena suerte y querer siempre cumplir con mi deber en un entorno cómodo. Seguir así solo llevaría a una labor infructuosa. En cambio, debía aprender a someterme a los entornos que Dios disponía, y fueran favorables o desfavorables, debía buscar la verdad en ellos, enfocarme en reflexionar acerca de las actitudes corruptas que revelaba y rebelarme contra la carne y actuar según los requerimientos de Dios. Esto es lo que concuerda con la intención de Dios. Ahora, estaban arrestando a hermanos y hermanas, había riesgos de seguridad para las dos líderes de la iglesia, y no podía realizarse parte del trabajo. Como líder, yo debía cumplir mi responsabilidad en este momento crítico. Aunque ocuparme del trabajo de la iglesia sería difícil e implicaría cierto sufrimiento carnal, mientras fuera beneficioso para este, yo debería hacer todo lo posible para colaborar. Al comprender esto, ya no vivía en la negatividad, y comprendí desde el corazón que este era mi deber, que era la responsabilidad que yo debía cumplir. Después de eso, mientras llevaba a cabo mi deber, compartía activamente para resolver cualquier problema o desviación en el trabajo de la iglesia. Si me enfrentaba a problemas que no podía comprender, los hablaba con las dos líderes para que ellas los captaran rápidamente, y luego buscábamos los principios para resolverlos. Al realizar esta práctica, aunque yo estaba ocupada todos los días, si arreglaba las cosas de manera razonable, podía ingeniármelas y no me resultaba insoportable o difícil.
Un día, la líder superior envió una carta donde nos pedía que reuniéramos rápidamente un conjunto de materiales sobre la depuración y la expulsión, y enfatizó que era bastante urgente y que el material debía ser recopilado y organizado por personas que no tuvieran riesgos de seguridad. Al leer esta carta, supe que lo más adecuado era que yo lo hiciera. Pero al pensar que tendría que corroborar con tantos hermanos y hermanas y definitivamente estaría corriendo todo el día, no pude evitar empezar a tener los mismos pensamientos de antes: “Ay, la líder claramente pidió a alguien que no tuviera riesgos de seguridad, así que no puedo evitarlo, aunque quisiera. Tener que correr de un lado a otro así, quién sabe cuánto tiempo llevará reunir y corroborar estos materiales”. Sentí que tenía mala suerte. Al pensar en esto, recordé las palabras de Dios que dicen: “No hagas siempre las cosas para tu propio beneficio y no consideres constantemente tus propios intereses; no consideres los intereses humanos ni tengas en cuenta tu propio orgullo, reputación y estatus. Primero debes considerar los intereses de la casa de Dios y hacer de ellos tu prioridad. Debes ser considerado con las intenciones de Dios y empezar por contemplar si ha habido impurezas en el cumplimiento de tu deber, si has sido leal, has cumplido con tus responsabilidades y lo has dado todo, y si has estado pensando de todo corazón en tu deber y en la obra de la iglesia. Debes meditar sobre estas cosas” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Las palabras de Dios iluminaron mi corazón. Cualquiera fuera el deber al que me enfrentara, contenía las intenciones de Dios. En particular, como este trabajo era tan importante, ¿no era acaso la oportunidad de realizar este trabajo una exaltación de Dios? Sin embargo, al enfrentarme a un deber, lo primero que consideraba era que mi carne tendría que sufrir otra vez, y pensaba que tenía mala suerte. ¡Era realmente tan egoísta! Debía priorizar el trabajo de la iglesia en lugar de pensar primero en esas dificultades carnales y hacer todo lo posible para confiar en Dios y colaborar. Al darme cuenta de esto, ya no me resistí tanto a este deber, y conversé con los líderes de la iglesia acerca de cómo encontrar personas para corroborar los materiales. Durante el proceso de corroboración, me enfrenté a algunas dificultades, pero las acepté de parte de Dios y ya no me quejé, mientras revisaba las desviaciones y confiaba en Dios para seguir colaborando. Finalmente, logramos recopilar los materiales. Le agradecí a Dios sinceramente por su guía.
A través de esta experiencia, pude comprender el punto de vista erróneo de perseguir la buena suerte y vi que detrás de este afán existe un carácter corrupto que es egoísta y despreciable. De hecho, todos los entornos que Dios dispone para mí, ya sea que yo los vea como buenos o malos, los dispone según mi estatura y mis necesidades. Su finalidad es ayudarme a buscar la verdad, reconocer mi carácter corrupto y aprender lecciones a partir de estos entornos. En ellos está la sabiduría y la intención meticulosa de Dios. En el futuro, no quiero seguir juzgando a las personas, los acontecimientos y las cosas a los que me enfrento con un punto de vista basado en la suerte. Quiero aprender a someterme a los entornos que Dios dispone y experimentar la obra de Dios.