Fui revelado mientras formaba a nuevos fieles
Conforme se difunde el evangelio del reino, cada vez más gente estudia la obra de Dios en los últimos días. Esto exige que más personas prediquen el evangelio y rieguen a nuevos fieles. Lo principal es formar a gente apta entre los nuevos fieles para que todos puedan cumplir con un deber. Con el tiempo descubrí que formar a nuevos fieles no era tan fácil como creía. Estos nuevos eran como recién nacidos que no sabían nada. Había que tomarlos de la mano mientras aprendían a cumplir con el deber. Cada día tenía que debatir con ellos de antemano el contenido de sus reuniones y había que enseñarles cómo celebrarlas. Cuando las celebraban, tenía que vigilar la situación. Si hablaban muy rápido, tenía que recordarles que fueran más despacio; si no, algunas personas no los entenderían. Si hablaban muy despacio, también tenía que recordarles que gestionaran el tiempo. Además, también tenía que enseñarles a resolver los problemas y dificultades que se encontraran para que los hermanos y hermanas de cuyo riego eran responsables pudieran reunirse y leer la palabra de Dios con normalidad y afianzarse pronto en el camino verdadero. Cuando estos nuevos fieles recién formados tenían problemas varios, tenía que seguir de cerca su estado y hablarles de cómo experimentar las dificultades para que su estado no se viera afectado y pudieran cumplir con el deber con normalidad.
Después de un tiempo, me parecía laborioso y agotador formar a nuevos fieles. Al ser líder del grupo, no solo era responsable del trabajo del grupo en general, sino que tenía que regar a gente que acababa de aceptar la obra de Dios. Estas tareas requerían mucho tiempo y esfuerzo. Pero ahora dedicaba la mayor parte de mi tiempo y energía a formar a nuevos fieles, y a medida que pasaba el tiempo día a día, algunos de los que regaba no venían a las reuniones, así que tenía que buscarlos para enseñarles y sustentarlos a solas. Esto me ponía muy nervioso, y me quejaba de que formar a nuevos fieles me llevaba mucho tiempo y afectaba el resultado de mi riego. Un mes más tarde tenía el peor rendimiento de mi grupo. Era muy bochornoso. Una vez, en una reunión, mi líder dijo delante de mucha gente que mi labor de riego no era eficaz, y sentí tanta vergüenza que quería escaparme. Como líder del grupo, si mi labor de riego era menos eficaz que la del resto del grupo, ¿qué opinaría la gente de mí? No podía admitirlo y estaba muy triste. Incluso empecé a hartarme de mi labor de formación de nuevos fieles. Creía que, si había invertido toda mi energía en los hermanos y hermanas que regaba, no era posible que fuera el peor del grupo. No veíamos de inmediato los resultados de la formación de nuevos fieles, y los líderes, obreros y demás hermanos y hermanas no veían el precio que pagaba yo. Al pensar en estas cosas, me sentí agobiado y de pronto se me fue la motivación por formar a nuevos fieles. Llegué a sentir que formarlos era una carga. Por entonces, varios nuevos fieles que formaba ya podían regar a otros ellos solos. Si asumían el riego de hermanos y hermanas que acababan de aceptar la obra de Dios, además de hacer seguimiento de su labor, también tendría que ayudarlos a regar. Tendría más trabajo y no me reconocerían los resultados de aquel. Me puse a echar cuentas: “Entonces, no dejaré que rieguen a otros ellos solos. Serán compañeros míos y regarán a los hermanos y hermanas de los que soy responsable. Esto me ahorrará preocupaciones, mejorará los resultados de mi labor y me dará mejor imagen”. Pero entonces yo solo pensaba en mi reputación y estatus y no me daba cuenta de lo equivocado de esta idea. Hasta que un día, en mis devociones, leí dos pasajes de las palabras de Dios que me hicieron conocer un poco mi estado. Las palabras de Dios dicen: “¿Cuál es el estándar a través del cual las acciones de una persona son juzgadas como buenas o malvadas? Depende de si en sus pensamientos, expresiones y acciones poseen o no el testimonio de poner la verdad en práctica y de vivir la realidad de la verdad. Si no tienes esta realidad o no vives esto, entonces, sin duda, eres un hacedor de maldad. ¿Cómo considera Dios a los hacedores de maldad? Tus pensamientos y tus acciones externas no dan testimonio de Dios, no avergüenzan a Satanás ni lo derrotan; en cambio, ellos hacen que Dios se avergüence, en todo son la señal de provocar que Dios se avergüence. No estás testificando para Dios, no te estás entregando a Dios y no estás cumpliendo tu responsabilidad y obligaciones hacia Dios, sino que más bien estás actuando para ti mismo. ¿Qué significa ‘para ti mismo’? Significa exactamente para Satanás. Así que, al final Dios dirá: ‘Apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad’. A los ojos de Dios tus acciones no han sido buenas, sino que tu comportamiento se ha vuelto malvado. No solo no obtendrá la aprobación de Dios, además será condenado. ¿Qué busca obtener alguien con una fe así en Dios? ¿Acaso no se quedaría esta fe en nada al final?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). “Para todos los que cumplen con su deber, ya sea profundo o superficial su entendimiento de la verdad, la manera más sencilla de entrar en la realidad de la verdad es pensar en los intereses de la casa de Dios en todo, y renunciar a los deseos egoístas, a las intenciones, motivos, orgullo y estatus individuales. Poned los intereses de la casa de Dios en primer lugar; esto es lo menos que debéis hacer” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Tras leer las palabras de Dios, entendí que Él no evalúa a la gente en función de cuánto sufra, del precio que pague ni de lo eficaz que sea en el deber. Dios se fija en si la gente practica la verdad mientras cumple con el deber, o no, en si su motivación y su base en todo es proteger los intereses de la iglesia, y en si procura dar testimonio y satisfacerlo a Él, o no. Si tu intención en el deber es destacar y dar buena imagen, por más que sufras, Dios no lo dará por bueno y te condenará por malhechor. Sabía que formar a nuevos fieles era una tarea importante en la iglesia. Podía solucionar la escasez de personal de riego y permitir que los nuevos fieles cumplieran con el deber, se dotaran de la verdad y aprendieran a experimentar la obra de Dios. Así podrían madurar antes en la vida. Pero no tenía en consideración la voluntad de Dios y era irresponsable con la vida de los nuevos fieles. Solo pensaba en el resultado de mi trabajo, en mi imagen y estatus, y no quería pagar el precio de formar a los nuevos fieles. Era muy egoísta y despreciable. ¿Cómo podía afirmar que cumplía con el deber? Lo que hacía era buscar prestigio y estatus. Hacía el mal.
Luego leí otro pasaje de la palabra de Dios: “Los anticristos consideran muy seriamente la manera de tratar los principios de la verdad, las comisiones de Dios y la obra de la casa de Dios, o cómo ocuparse de algo a lo que se enfrentan. No les importa cómo cumplir la voluntad de Dios, cómo evitar dañar los intereses de Su casa, cómo satisfacerlo o cómo beneficiar a los hermanos y a las hermanas; no son esas las cosas que les interesan. ¿Qué les importa a los anticristos? Si su propio estatus y su reputación van a verse afectados, y si su prestigio va a disminuir. Si hacer algo de acuerdo con los principios de la verdad resultara en un beneficio para la obra de la iglesia y para los hermanos y las hermanas, pero provocara que su propia reputación se viera afectada y que mucha gente se diera cuenta de su verdadera estatura y supiera qué tipo de naturaleza y esencia tienen, entonces no cabe duda de que no van a actuar de acuerdo con los principios de la verdad. Si hacer algo de trabajo práctico hará que más personas piensen bien de ellos, los respeten y los admiren; permite que sus palabras tengan autoridad y causen que más personas se sometan a ellos, entonces elegirán hacerlo así. De lo contrario, no se tomarán con seriedad alguna los intereses de la casa de Dios o de los hermanos y las hermanas, para así optar por descartar sus intereses. Esta es la naturaleza y la esencia de los anticristos. ¿Acaso no es egoísta y vil?” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9: Cumplen con su deber solo para distinguirse a sí mismos y satisfacer sus propios intereses y ambiciones; nunca consideran los intereses de la casa de Dios, e incluso los venden a cambio de su propia gloria (III)). La palabra de Dios revelaba que los anticristos son muy egoístas. Priorizan sus intereses por encima de todo sin pensar en el trabajo de la iglesia ni en la entrada en la vida de los demás. Solo tienen en cuenta sus intereses. Pensé en lo que hacía yo y comprendí que era como un anticristo. Sabía que era importante formar a nuevos fieles para difundir el evangelio, pero, al ver que su formación exigía tiempo y el pago de un precio, lo único en lo que pensaba era en mis intereses personales. Me parecía que se tardaba mucho en formar a los nuevos y que ello demoraba el seguimiento del resto de mi trabajo y me hacía menos eficaz, lo que dañaba mi imagen. Me parecía injusto y expresaba mis quejas sobre la labor de formar a nuevos fieles, y hasta hacía que me ayudaran aquellos capaces de cumplir solos con el deber para mejorar los resultados de mi labor y tener mejor imagen. Con la revelación y el análisis de la palabra de Dios vi que era egoísta y despreciable. Formaba a nuevos fieles, no por satisfacer a Dios ni por defender la labor de la iglesia, sino para conservar mi puesto. Esta era la senda de resistencia a Dios. No me di cuenta hasta que no leí las palabras de Dios. Después, le oré arrepentido, diciendo que quería obedecer y esforzarme en formar a nuevos fieles. Posteriormente, mandé a unos nuevos fieles que empezaran a regar solos. Estaban contentos y agradecidos a Dios. Dijeron que sabían que habría muchas dificultades en ese deber, pero que estaban dispuestos a confiar en Dios para cumplirlo y que creían que Él los ayudaría a resolver toda dificultad. Estaba motivadísimo con las actitudes activas de los nuevos fieles hacia el deber y ya no me conformaba con enseñarles a celebrar reuniones. Más bien quería ayudarlos de veras a hacer mejor su labor de riego. Escribía algunas buenas ideas de riego y las debatía con ellos para enseñarles a regar mejor a quienes acababan de aceptar la obra de Dios. Tras cada reunión, hablaba de los problemas que advertía y los resumía. A veces, cuando tenían dificultades en la labor de riego, también los ayudaba a resolverlas. A la hora de formar a nuevos fieles, ya no me resistía ni quejaba tanto y ya no me parecía demasiado problema ayudarlos. En cambio, sentía que era mi responsabilidad y un trabajo que debía hacer bien.
No obstante, entre estos nuevos fieles había una hermana, Anna, que rara vez llevaba una carga en el deber. En ocasiones, tras prometer que haría un trabajo, no pagaba el precio preciso. Se pasó más de medio mes, pero los nuevos de los que ella era responsable aún no comprendían verdades básicas como la encarnación de Dios y las tres etapas de obra, y algunos todavía no habían ido a reuniones, por lo que insté a Anna a que los sustentara. Sin embargo, a veces no podía contactar con Anna y no me quedaba más remedio que hacerlo yo. Estaba algo enojado con Anna. Parecía que no hacía un trabajo práctico, que me frenaba. Ya estaba ocupado con mi deber, y ahora tenía que resolver sus problemas. Era como si cumpliera dos deberes. Más preocupación y esfuerzo. Más me habría valido no formarla o buscarme a otro mejor a quien formar. Eso me habría librado de la ansiedad. Mientras pensaba en dejar de formar a la hermana Anna, recordé el pasaje de la palabra de Dios que leí días antes: “Cuando el egoísmo y el oportunismo aparecen en ti, y te das cuenta de ello, debes orar a Dios y buscar la verdad para poder afrontarlo. Lo primero que debes tener en cuenta es que, en esencia, actuar de esta manera es una violación de los principios de la verdad, es perjudicial para la obra de la iglesia, se trata de un comportamiento egoísta y despreciable, no es lo que la gente normal debería hacer. Deberías dejar de lado tus propios intereses y tu egoísmo, y pensar en la obra de la iglesia, eso es lo que quiere Dios. Después de reflexionar sobre ti mismo a través de la oración, si te das cuenta realmente de que actuar así es egoísta y despreciable, dejar de lado tu propio egoísmo será fácil. Una vez que dejes de lado tu egoísmo y tu oportunismo, te sentirás con los pies en la tierra, estarás en paz, alegre, y te parecerá que debe haber conciencia y razón en tu conducta, que debes pensar en el trabajo de la iglesia, que no debes obsesionarte con tus propios intereses, algo que es tan egoísta, despreciable y carente de conciencia o razón. Actuar desinteresadamente, pensar en la obra de la iglesia y hacer solo lo que satisface a Dios es lo justo y honorable, y aportará valor a tu existencia. Al vivir así en la tierra, estás siendo abierto y honesto, viviendo la humanidad normal y la verdadera imagen del hombre, y no solo tienes la conciencia tranquila, sino que también eres digno de todas las cosas que Dios te ha concedido. Cuanto más vivas así, más sentirás que tienes los pies en la tierra, te sentirás más en paz y alegre, y estarás más radiante. De este modo, ¿acaso no habrás puesto ya el pie en el camino correcto de la fe en Dios?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entregando el corazón a Dios, se puede obtener la verdad). La palabra de Dios señalaba una senda clara de práctica. Debemos renunciar a los intereses personales para proteger los de la iglesia y actuar de acuerdo con nuestra conciencia. Hacía dos meses que la hermana Anna había aceptado la obra de Dios de los últimos días, no comprendía la verdad y carecía de carga en el deber, así que debía hablar más con ella con amor para ayudarla a entender el significado de cumplir bien con el deber y con la labor de riego. Esa era mi responsabilidad. No obstante, al descubrir sus defectos, no solo no tuve amor ni paciencia, sino que la consideré problemática y quería dejarla. Realmente no tenía humanidad. Luego busqué fragmentos relevantes de la palabra de Dios y se los enseñé a Anna, y fue muy emotivo lo que escribió sobre su entendimiento de la palabra de Dios. Decía: “Antes cumplía el deber sin cargas ni sentido de la responsabilidad. He de considerar amigos a quienes acaban de aceptar la obra de Dios de los últimos días, predicarles la palabra de Dios clara y amablemente y enseñarles que aceptamos la obra de Dios de los últimos días para alcanzar la salvación. He de ponerme en su lugar y entender sus dificultades. Debo ser responsable y amar el deber que cumplo”. Después, la hermana Anna llevaba más carga en el deber. Una noche, pasadas las 12, le pregunté por qué no se había dormido aún, y me dijo que estaba viendo quiénes no habían ido a la reunión para poder hablar con ellos al día siguiente. También me contó la situación de otros hermanos y hermanas. Durante la conversación, tosió y tenía congestión nasal, por lo que le pregunté si estaba resfriada. Me dijo que su familia y ella tenían coronavirus y todavía estaban en tratamiento. Aunque a veces se encontraba mal físicamente, no dejaba el deber de lado y se amparaba en Dios para superar la enfermedad. Llorando, señaló que, si no le hubieran dado fe las palabras de Dios Todopoderoso, quizá se hubiera derrumbado. Si este deber no la hubiera motivado, podría haber muerto atormentada, pero Dios la había protegido. Lloré al oír sus palabras y me emocionó mucho su experiencia. Comprendí en lo más hondo que tiene mucho sentido formar a nuevos fieles. Aunque la hermana Anna estaba muy enferma, no sucumbió a ello. Por el contrario, tuvo más confianza para ampararse en Dios en el deber. Supe que esto era resultado de las palabras de Dios. Se recuperó del todo en una semana. Le estuve muy agradecido a Dios cuando me enteré. A su vez, me avergonzaron mi egoísmo y mi ruindad. Como siempre pensaba en mis intereses, por poco no hice perder a la hermana Anna la ocasión de cumplir su deber.
Con el tiempo, la iglesia me ordenó formar a a dos nuevos. Al principio estaba muy atento a ayudarlos, pero luego vi que los resultados del trabajo del que era responsable no habían podido mejorar. Además, pensé que, para formar bien a estos dos nuevos, todavía quedaba mucho trabajo, que requeriría mucho tiempo y esfuerzo, y no pude evitar pensar de nuevo: “Ya he formado a algunos nuevos fieles. Ahora he de esforzarme por regar a los hermanos y hermanas de quienes soy responsable. Si no, mi trabajo no será eficaz. ¿Qué opinarán de mí mis hermanos y hermanas?”. Por tanto, les pasé estos dos nuevos fieles a otra gente para que los formara. Inesperadamente, menos de tres días después del traslado de los dos nuevos fieles, por determinados motivos, no pudieron continuar en el deber. Lo que me entristeció aún más fue que la hermana Jenny, a quien yo formaba, habría sido capaz de regar ella sola, pero de pronto dejó el grupo y me bloqueó. Después supe que la hermana Jenny dejó el grupo por dificultades prácticas en casa. Su hijo estaba enfermo y quería llevarlo a un médico. En esa época estaba muy débil, pero yo no comprendí sus dificultades ni la sustenté. Incluso cuando quería hablar conmigo, la ignoraba alegando que estaba ocupado con el trabajo. Así pues, sus dificultades no se resolvieron a tiempo, por lo que se volvió pasiva y abandonó. Ante estos sucesos repentinos, me quedé en blanco y con dolor de corazón. Traté de calmarme y oré a Dios para pedirle que me guiara hasta comprender Su voluntad y aprender lecciones.
Más tarde, mi líder me envió un pasaje de la palabra de Dios mientras charlábamos de mi estado. “Si alguien dice que ama y busca la verdad, pero, en esencia, el objetivo que persigue es distinguirse, alardear, hacer que la gente piense bien de él y lograr sus propios intereses; y el cumplimiento de su deber no consiste en obedecer o satisfacer a Dios, sino que en cambio tiene como fin lograr prestigio y estatus, entonces su búsqueda no es legítima. En ese caso, cuando se trata de la obra de la iglesia, ¿son sus acciones un obstáculo o ayudan a que avance? Claramente son un obstáculo, no hacen que avance. Algunas personas enarbolan la bandera de realizar la obra de la iglesia mientras buscan su propio prestigio y estatus, se ocupan de sus propios asuntos, crean su propio grupito y su propio pequeño reino: ¿acaso esta clase de persona está cumpliendo con su deber? En esencia, todo el trabajo que hacen interrumpe, perturba y perjudica la obra de la iglesia. ¿Cuál es la consecuencia de su búsqueda de estatus y prestigio? En primer lugar, esto afecta la manera en la cual el pueblo escogido de Dios come y bebe de Su palabra y entiende la verdad; obstaculiza su entrada en la vida, les impide ingresar en la vía correcta de la fe en Dios, y los conduce hacia la senda equivocada, lo que perjudica a los escogidos y los lleva a la ruina. Y, en definitiva, ¿qué ocasiona eso a la obra de la iglesia? Causa el desmantelamiento, la interrupción y el perjuicio. Esta es la consecuencia derivada de que la gente busque la fama y el estatus. Cuando cumplen con su deber de esta manera, ¿acaso no puede definirse esto como caminar por la senda de un anticristo? Cuando Dios pide que las personas dejen de lado el estatus y el prestigio, no es que les esté privando del derecho de elegir; más bien es porque, durante la búsqueda de estatus y prestigio, las personas dañan la obra de la iglesia, interrumpen la entrada en la vida de los hermanos y hermanas, e incluso afectan que otros coman y beban de las palabras de Dios con normalidad y que comprendan la verdad y, así, logren la salvación de Dios. Lo más grave es que, cuando la gente persigue su propio prestigio y estatus, tal comportamiento y tales actos pueden caracterizarse como una cooperación con Satanás para dañar y obstruir, en la mayor medida posible, el progreso adecuado de la obra de Dios, e impedir que Su voluntad se lleve a cabo con normalidad entre Su pueblo escogido. En forma deliberada, se oponen y discuten sin sentido con Dios. Esta es la naturaleza de la búsqueda de estatus y prestigio por parte de la gente. El problema de las personas que buscan sus propios intereses es que los objetivos que persiguen son los mismos que los de Satanás, unos objetivos malvados e injustos” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9: Cumplen con su deber solo para distinguirse a sí mismos y satisfacer sus propios intereses y ambiciones; nunca consideran los intereses de la casa de Dios, e incluso los venden a cambio de su propia gloria (I)). Cuando buscamos prestigio y estatus, nuestras motivaciones y nuestra base son hostiles a Dios y vienen de Satanás, y lo que hacemos es entorpecer y perturbar la labor de la iglesia. Todo esto es malvado. Vi que, una y otra vez, hice trampa al formar a los nuevos. Siempre que las cosas llevaban tiempo y esfuerzo, elegía el trabajo que pudiera hacerme destacar, y hasta los nuevos fieles que formaba eran algo que podía echarles encima a los demás. Sabía que hacerlo tenía muchas desventajas. Trasladar a nuevos fieles implica que otro formador tiene que llegar a conocerlos a ellos y sus estados, y si los nuevos fieles tenían un nuevo formador, podrían no adaptarse o no poder afrontar los cambios, pero no pensé en su situación real ni tuve para nada en cuenta sus sentimientos. Por mi prestigio y estatus, para tener más tiempo de mejorar la eficacia de mi trabajo, aparté a unos nuevos fieles a la fuerza. ¡Qué insensibilidad! Sobre todo en el caso de la hermana Jenny, cuando mi hermana tenía problemas, estaba negativa y débil y quería pedirme ayuda, no me importó nada. Mi hermana se sintió muy desconsolada por mi conducta. Cuanto más lo pensaba, más me odiaba, y tenía ganas de abofetearme. Tras ser revelado por la realidad, vi que pensaba en mis intereses personales en todo y que buscaba reputación y estatus. No solo demoré la labor de formación de nuevos fieles, sino que hice que una abandonara y eché a perder su oportunidad de ser salvada. ¡Cometía el mal y esto era una transgresión! Me sentía muy culpable. Durante unos días, llamé y envié mensajes una y otra vez a la nueva fiel. Tenía muchas ganas de encontrarla de nuevo y disculparme, pero el daño ya estaba hecho. Con hondo pesar, veía que mis ideas de la búsqueda eran atroces.
Para corregir mi carácter corrupto y no volver a las andadas, busqué fragmentos pertinentes de la palabra de Dios que comer y beber. En la palabra de Dios leí: “Aunque la mayoría de la gente dice que busca de buena gana la verdad, cuando llega la hora de ponerla en práctica o pagar un precio por ella, algunas personas simplemente se rinden. Esto es, en esencia, una traición. Mientras más crucial es un momento, más necesario es que renuncies a los intereses de la carne y dejes de lado la vanidad y el orgullo. Si no eres capaz de hacerlo, no puedes obtener la verdad, y demuestra que no eres obediente con Dios. Si mientras más fundamental es un momento, más capaces son las personas de someterse y renunciar a sus intereses, su vanidad y su orgullo, y de cumplir apropiadamente con sus deberes, solo entonces las recordará Dios. ¡Todas esas acciones son buenas! Cumplan el deber que cumplan o hagan lo que hagan las personas, ¿qué es más importante: su vanidad y orgullo o la gloria de Dios? ¿Qué deberían elegir? (La gloria de Dios). ¿Qué es más importante: tus responsabilidades o tus intereses? Cumplir con tus responsabilidades es lo más importante y estás obligado a cumplirlas. […] Cuando practiques de acuerdo con los principios de la verdad, se producirá un efecto positivo y darás testimonio de Dios, lo cual es una forma de avergonzar a Satanás y dar testimonio de Dios. Usar varios métodos para dar testimonio de Él y hacer que Satanás vea tu determinación de renunciar y rechazar a Satanás, eso es avergonzar a Satanás y dar testimonio de Dios, es algo positivo que coincide con Su voluntad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo alcanzar la verdad supone recibir realmente a Dios). “Cuando alguien busca la verdad, es capaz de ser considerado con la voluntad de Dios y es consciente de Su carga. Cuando cumple su deber, sostiene la obra de la iglesia en todos los aspectos. Es capaz de exaltarlo y de dar testimonio de Él, genera beneficio en los hermanos y hermanas, les brinda apoyo y les provee, y Dios obtiene gloria y testimonio, lo que humilla a Satanás. Como resultado de su búsqueda, Dios gana a una criatura que es realmente capaz de temerlo y de rechazar el mal, que es capaz de adorarlo. A consecuencia de su búsqueda, además, se concreta la voluntad de Dios, y Su obra logra progresar. A ojos de Dios, tal búsqueda es positiva, es recta. Dicha búsqueda es de enorme beneficio para los escogidos de Dios y absolutamente beneficiosa para el trabajo de la iglesia, ayuda a mover las cosas hacia adelante y es elogiada por Dios” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9: Cumplen con su deber solo para distinguirse a sí mismos y satisfacer sus propios intereses y ambiciones; nunca consideran los intereses de la casa de Dios, e incluso los venden a cambio de su propia gloria (I)). A medida que meditaba la palabra de Dios, se me agitaba el corazón. Como ser creado, no debo buscar prestigio y estatus, sino cumplir con el deber. Cuanto más decisivo el momento, más debo renunciar a mis intereses y mi vanidad y cumplir bien el deber. Esta es una buena acción. El evangelio del reino ya se está difundiendo y Dios espera que más gente se levante a predicarlo y a dar testimonio de Él para que quienes viven en tinieblas oigan Su voz, se presenten ante Él y acepten Su salvación. A su vez, espera que más nuevos fieles puedan asumir un deber en la difusión del evangelio. Así pues, mi principal labor era formar a nuevos fieles. Ya no podía vivir de forma tan egoísta y despreciable para mí mismo. Tenía que corregir mis afanes e ideas falaces y vivir ante Dios con un corazón puro y honesto. Pensaran lo que pensaran de mí los líderes y obreros o mis hermanos y hermanas, solo quería formar a nuevos fieles de manera realista y cumplir bien con el deber.
Más adelante, me sinceré y hablé con los hermanos y hermanas, analicé la corrupción y las ideas erradas de búsqueda que exhibía al formar a los nuevos y asumí activamente la instrucción de aquellos con potencial para ser formados. Entre estos nuevos fieles, había un hermano tan ocupado con el trabajo cada día que no podía celebrar todas las reuniones. Sabía que me llevaría más tiempo y energía formar a este nuevo fiel, pero no me resistí como antes. Esta vez fui más paciente con los nuevos fieles que formaba. Sin importar sus dificultades, me esmeraba por ayudar. A fin de mes, sus resultados de riego eran mejores que los míos, y me alegré mucho. Con este resultado me sentí muy seguro y tranquilo. También entendí que lo que quiere Dios no es únicamente cuánto logre en mi trabajo. Espera, más aún, que tenga en consideración Su voluntad en el deber, que no trame a favor de mis intereses personales, cumpla mis responsabilidades y forme a nuevos fieles para que puedan cumplir con el deber. Aunque, ese mes, mis resultados de riego no fueron tan buenos como los de otra gente del grupo, no estaba tan triste como antes, mi deseo de prestigio y estatus no era tan irrefrenable y llevaba una carga mayor en la labor de formar a nuevos fieles. Sabía que esto era resultado de la obra de Dios en mí. ¡Gracias a Dios!