Libre por practicar la verdad
Un mes después de aceptar la obra de Dios en los últimos días, el líder de nuestra iglesia, Zhang Lin, me designó líder de grupo tras advertir mi entusiasmo. En ese momento me halagó mucho que mi líder me diera un puesto de liderazgo al mes de estar en la iglesia. Después trabajé aún más en el cumplimiento del deber.
Como el número de miembros de la iglesia no paraba de aumentar, la iglesia se dividió en dos y me eligieron líder de una de las dos iglesias. Zhang Lin se encargaba de ambas. Una vez, Zhang Lin vino a una reunión y el hermano Luo preguntó: “¿Qué pasajes de las palabras de Dios leemos hoy?”. Zhang Lin sonrió y dijo: “Hoy no leeremos las palabras de Dios; hablaremos de nuestras experiencias”. El hermano Luo replicó: “No leer las palabras de Dios en las reuniones contraviene los principios de la vida de iglesia…”. Sin que el hermano Luo hubiera terminado de hablar, Zhang Lin lo miró con rencor y dijo: “Como tenéis poca estatura y no comprendéis la verdad, he venido a ayudaros. Creo que, además, será útil para vuestra entrada en la vida. Siempre podemos leer las palabras de Dios en casa, pero en las reuniones hemos de analizar nuestras experiencias y aprender de las de los demás. Esto acelerará nuestra entrada en la vida. No escuchas y encima intentas darme lecciones; ¡lo que haces es interrumpir! Si lo haces otra vez, no se te invitará a más reuniones”. El hermano Luo agachó la cabeza y calló. En ese momento pensé: “En las reuniones deberíamos leer las palabras de Dios y hablar de la verdad. Aunque analicemos experiencias, debemos basarnos en las palabras de Dios. Este es uno de los principios de nuestra vida de iglesia. ¿No contraviene Zhang Lin los principios al no leer las palabras de Dios en la reunión? Llegó a afirmar con grandiosidad que lo hacía por nuestra entrada en la vida; ¡miente descaradamente!”. Me indigné un poco mientras lo reflexionaba, así que decidí intentar hablar con él, pero cuando lo vi con el ceño fruncido, opté por mantener la boca cerrada. Y pensé: “Siempre me ha apreciado; si le señalo este problema y se ofende, ¿no dirá que soy una ingrata y que no sé lo que es bueno para mí?”. Pensé: “Olvídalo, mejor no digas nada mientras siga alterado. Podría acabar como el hermano Luo y llevarme una bronca. Si me señalaran por interrumpir, no solo dejaría de ser líder, sino que quizá me prohibirían ir a reuniones”.
Dos meses después, me encontré con la hermana Zheng, que estaba en la otra iglesia. Irritada, me contó que, arbitrariamente, Zhang Lin había destituido a dos diáconos y, para regar a los hermanos y hermanas, nombró a una pariente que no buscaba la verdad ni compartía su experiencia y entendimiento de la palabra de Dios, así que nadie sacaba nada de las reuniones. También me contó que, en una reunión, había tratado de hacerle una sugerencia a la pariente de Zhang Lin, pero no la aceptó y hasta insinuó que la hermana Zheng intentaba dominarla. Cuando se enteró Zhang Lin, dijo que los hermanos del grupo de la hermana Zheng perturbaban la vida de iglesia y debían meditar sobre sus actos. De repente los aisló de la iglesia, no les dejaba reunirse ni les daba los sermones recientes. Los hermanos no recibían la provisión necesaria. ¿No vulneraba los principios de la iglesia? Llorando, la hermana Zheng me preguntó si yo podía hacer algo para ayudarlos a resolver este asunto. Me quedé sorprendida y triste al ver así a la hermana Zheng. ¿Cómo habían involucionado tan rápido las cosas tras solo dos meses de división de la iglesia? Yo tampoco sabía qué hacer. Respecto a una intervención, yo no me encargaba del trabajo de esa iglesia ni conocía los detalles de su situación. Si no la resolvía, podría recibir críticas. Si se enteraba Zhang Lin, a saber qué me haría. Pensé: “¿Y si espero a que llegue la líder superior para hablar con ella?”. Me decidí por el comportamiento menos ofensivo para todos. Le dije a la hermana Zheng: “Cuando venga la líder superior, hablaré con ella, pues comprende la verdad y llega al fondo de los asuntos; sabrá resolver mejor la situación con sus enseñanzas”. Pero la hermana Zheng contestó: “No se puede esperar ni un día más. Podrías escribir una carta a los líderes superiores para informarles del problema…”. Su petición me dejó indecisa. Si no informaba a los líderes superiores, se vería perjudicada la vida de mis hermanos, pero si les informaba, dado que Zhang Lin no estaba abierto a sugerencias y reprimía a todo aquel que tratara de sugerir algo, en cuanto supiera que había informado a los líderes superiores, me aguardaba un trato mucho más duro que el recibido por el hermano Luo. Podría acusarme de una ofensa todavía más grave. Cuando la hermana Zheng vio lo dubitativa e insegura que estaba, negó suavemente con la cabeza y se marchó. Esa cara de decepción, agravio y desamparo de la hermana Zheng fue como si me atravesara el pecho un cuchillo. No puedo ni expresarlo. Me fui a casa abatida y no tenía ni ganas de cenar. Aquella noche no paré de dar vueltas a la cama. No podía pensar más que en la cara de dolor y decepción de la hermana Zheng, así que me presenté ante Dios a orar: “Amado Dios, te ruego que me guíes. ¿Qué comportamiento concuerda con Tu voluntad?”.
Y leí este pasaje de las palabras de Dios: “Tanto la conciencia como la razón deben ser componentes de la humanidad de una persona. Ambas son las más fundamentales e importantes. ¿Qué clase de persona es la que carece de conciencia y no tiene la razón de la humanidad normal? Hablando en términos generales, es una persona que carece de humanidad, una persona de una humanidad extremadamente pobre. Analicemos esto en profundidad. ¿Qué manifestaciones de humanidad perdida exhibe esta persona para que los demás digan que no tiene humanidad? ¿Qué características tienen tales personas? ¿Qué manifestaciones específicas presentan? Tales personas son superficiales en sus acciones y se mantienen alejadas de las cosas que no les conciernen de manera personal. No consideran los intereses de la casa de Dios ni muestran consideración por la voluntad de Dios. No asumen ninguna carga de testificar por Dios o de desempeñar sus deberes y no poseen ningún sentido de responsabilidad. […] Incluso hay personas que, cuando ven un problema cuando cumplen con su deber, permanecen en silencio. Ven que otros están causando interrupciones y perturbaciones, pero no hacen nada para detenerlos. No consideran en absoluto los intereses de la casa de Dios ni piensan en su propio deber ni en las responsabilidades. Hablan, actúan, sobresalen, se esfuerzan, y gastan energía sólo para su propia vanidad, prestigio, posición, intereses y honor” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entrega tu verdadero corazón a Dios y podrás obtener la verdad). Las palabras de Dios me hicieron comprender de repente que quienes no se responsabilizan y solo piensan en su reputación y estatus sin pensar en los intereses de la casa de Dios ni en la entrada en la vida de otros hermanos, con una actitud de no intervención, no tienen conciencia ni razón y son egoístas y viles. ¿No era yo así? Cuando Zhang Lin no nos dejó leer las palabras de Dios y el hermano Luo le hizo una sugerencia, él lo reprendió y condenó. Supe que vulneró los principios de la iglesia y no aceptaba la verdad; Debería haberme plantado y haberlo denunciado, pero no tuve fuerzas para decir lo correcto para no ofenderlo. Al saber que Zhang Lin había destituido a gente por decisión propia y elegido a una pariente para un importante deber, que reprimía a todo aquel que hiciera sugerencias y no les enviaba las palabras de Dios, debería haber investigado qué pasaba e informado a los líderes superiores. Pero como no quería que Zhang Lin me reprimiera, me inventé una excusa para eludir mi deber. Esperaba que la líder superior se ocupara de ello (a su llegada). Tenía claro que reprimían a mis hermanos, que habían perdido la vida de iglesia, no podían acceder a las últimas palabras de Dios y vivían con dolor, pero solo pensé en mis intereses y perspectivas de futuro, no en su entrada en la vida ni en salvaguardar los intereses de la casa de Dios. Me di cuenta de lo egoísta y despreciable que era, de cuánta conciencia y razón me faltaban, y me avergonzaba volver a ver a mis hermanos y hermanas.
Después cayó en mis manos el sexto de “Los diez decretos administrativos que el pueblo escogido de Dios debe obedecer en la Era del Reino”: “Haz lo que el hombre debe hacer, lleva a cabo tus obligaciones, cumple tus responsabilidades y cíñete a tu deber. Puesto que crees en Dios, debes hacer tu contribución a Su obra; si no lo haces, entonces no eres apto para comer y beber las palabras de Dios ni para vivir en Su casa” (“La Palabra manifestada en carne”). Tras leer este pasaje me sentí muy culpable. Soy una criatura de Dios y he gozado de la provisión de Sus palabras. Debería defender a Dios, salvaguardar la obra de Su casa y proteger a mis hermanos. Pero temía ofender a Zhang Lin, que me reprimiera y perder mi estatus de líder, por lo que falté a mi deber. Solo me preocupaba ofender a la gente, no a Dios. No había hueco para Él en mi corazón. Entendí que no era digna de ser considerada creyente. En ese momento, supe que ya no podía ser tan egoísta y despreciable como para pensar solo en mí. Como la hermana Zheng y los demás no recibían las últimas palabras de Dios, a su vida espiritual le faltaba Su provisión. Debía responsabilizarme y ayudarlos a resolver el problema. Al día siguiente fui a ver a la hermana Zheng para profundizar en la situación con Zhang Lin y confirmar la veracidad del relato de la hermana Zheng. Denuncié ante los líderes superiores lo que había descubierto. También envié las últimas palabras de Dios a la hermana Zheng y al resto y nos reunimos juntos.
Cuando Zhang Lin supo que me había reunido con la hermana Zheng y los demás, se enfadó mucho. Un día, sobre las 6 de la tarde, envió a una hermana mayor a mi casa para que me dijera que, por haber confraternizado en secreto con miembros de otra iglesia y haber sido tan arrogante y ególatra, me señalaría por ocho ofensas. Me prohibía hacer cualquier deber y, además, iba a denunciarme y a delatarme ante los diáconos y líderes de ambas iglesias. El mensaje transmitido por la hermana mayor me cayó como un jarro de agua fría; “¿Ha descubierto Zhang Lin que lo he denunciado? Hasta va a delatarme ante los líderes y diáconos de ambas iglesias. ¿Me van a echar de la iglesia? Si realmente lo hacen, ¿tendré la posibilidad de salvarme?”. Esta idea me hizo sentir desesperanzada y débil, y no sabía qué hacer. Al día siguiente, hubo otra reunión con la hermana Zheng y tenía la mente acelerada: Zhang Lin ya me había prohibido públicamente cumplir con mi deber, así que, si de verdad iba a asistir a la reunión, a saber por qué ofensa me señalaría Zhang Lin si se enteraba. Decidí no ir a las reuniones a partir de entonces. Me quedé en casa y me perdí la vida de iglesia. Sentí un vacío en el corazón y menos apetito y sueño. Iba tirando sin rumbo y me sentía abrumada. Unos diez días después, la iglesia publicó la última comunión de Dios. Y pensé: Zhang Lin reprime a los hermanos del punto de reunión de la hermana Zheng; no pueden reunirse ni leer las últimas palabras de Dios. Debería dárselas cuanto antes. No obstante, también pensé que, si Zhang Lin lo descubría y me señalaba por otra ofensa, podrían echarme de la iglesia y perdería mi vinculación con la casa de Dios. No era capaz de decidirme y no paraba de deshojar la margarita, pero al final decidí no darle las palabras de Dios a la hermana Zheng. Me pasé un par de días como una zombi por ahí y no me apetecía hacer nada. Cuando pensaba que la hermana Zheng y los demás no podían leer las últimas palabras de Dios y, como yo, debían de estar sufriendo mucho, me sentía terriblemente culpable.
Luego descubrí este pasaje de las palabras de Dios: “La mayoría de las personas desean buscar y practicar la verdad, pero gran parte del tiempo simplemente tienen la determinación y el deseo de hacerlo; la verdad no se ha convertido en su vida. Como resultado, cuando se topan con las fuerzas del mal o se encuentran con personas malvadas y malas que cometen actos malvados o con falsos líderes y anticristos que hacen las cosas de una forma que viola los principios —y provocan que la obra de la casa de Dios sufra pérdidas y dañan a los escogidos de Dios— las personas pierden el coraje de plantarse y decir lo que piensan. ¿Qué significa cuando no tienes coraje? ¿Significa que sois tímidos o poco elocuentes? ¿O que no tenéis un entendimiento profundo y, por tanto, no tenéis la confianza necesaria para decir lo que pensáis? Nada de esto; lo que pasa es que estás siendo controlado por diversos tipos de actitudes corruptas. Una de estas actitudes es la astucia. Piensas primero en ti mismo y piensas: ‘Si digo lo que pienso, ¿cómo va a beneficiarme? Si digo lo que pienso y provoco que alguien se disguste, ¿cómo nos llevaremos bien en el futuro?’. Esta es una mentalidad astuta, ¿cierto? ¿No es esto resultado de un carácter astuto? Otra es una actitud egoísta y mezquina. Piensas: ‘¿Qué tiene que ver conmigo una pérdida para los intereses de la casa de Dios? ¿Por qué debería importarme? No tiene nada que ver conmigo. Aunque lo vea y oiga, no tengo que hacer nada. No es mi responsabilidad, no soy líder’. En tu interior se encuentran esas cosas, como si hubieran surgido de tu mente inconsciente y ocuparan posiciones permanentes en tu corazón; son las corruptas actitudes satánicas del hombre. […] Tu carácter satánico corrupto está controlándote; ni siquiera eres dueño de tu propia boca. Aun si quieres expresar palabras honestas, eres incapaz de decirlas y tienes miedo de hacerlo. No puedes realizar ni una diezmilésima parte de las cosas que debes hacer, de las cosas que debes decir y de la responsabilidad que debes asumir; tus manos y tus pies están atados por tu carácter satánico corrupto. Tú no estás al mando en absoluto. Tu carácter satánico corrupto te dice cómo hablar y, por tanto, hablas de esa manera; te dice qué hacer, y así lo haces. Dentro de ti, piensas: ‘Esta vez voy a esforzarme y a orar a Dios. Tengo que plantarme y reprender a los que interrumpan el trabajo de la casa de Dios, a los irresponsables en el deber. Debo asumir esta responsabilidad’. Por ello, con gran dificultad, te armas de valor y hablas. Consecuentemente, en el momento en que la otra persona pierde los estribos, te acobardas. ¿Estás realmente al mando? ¿De qué ha servido tu determinación y tu firmeza? De nada. […] Nunca la buscas, y ni mucho menos la practicas. Solo continúas orando, fortaleciendo tu determinación, tomas decisiones y haces juramentos. Y ¿qué resultado ha dado todo esto? Sigues siendo una persona complaciente, no provocas ni ofendes a nadie. Si algo no es de tu incumbencia, te mantienes alejado de ese asunto: ‘No diré nada sobre las cosas que no tienen que ver conmigo, y no haré excepciones. Si algo puede perjudicar mis propios intereses, mi orgullo o mi autoestima, no le prestaré atención y lo enfrentaré todo con precaución; no debo actuar precipitadamente. El clavo que sobresale es el primero en ser golpeado ¡y no soy tan estúpido!’. Estás totalmente bajo el control de tus actitudes corruptas de maldad, astucia, dureza y rechazo hacia la verdad. Te controlan férreamente y se han vuelto más difíciles de soportar para ti que el aro dorado que llevaba puesto el rey Mono. ¡Vivir bajo el control de un carácter corrupto es sumamente agotador e insoportable!” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo quienes practican la verdad temen a Dios). Las palabras de Dios exponían mi carácter corrupto. Cuando Zhang Lin me señaló por ofensas y me prohibió cumplir con el deber, temí más represión o la expulsión de la iglesia y, como quería proteger mis perspectivas de futuro, temí darles las últimas palabras de Dios a la hermana Zheng y los demás, más que delatar la conducta inicua de Zhang Lin, y no me importó que la vida de mis hermanos se viera perjudicada, con lo que hice a un lado la comisión de Dios. Comprobé que no tenía ninguna lealtad hacia Dios, que lo había traicionado. En ese momento crucial, debía practicar la verdad, pero estaba dominada por mi carácter corrupto, de maldad y astucia, y no podía practicarla en absoluto. En consecuencia, mis hermanos no recibían provisión de vida y vivían negativos y débiles. ¿No les estaba perjudicando? Al darme cuenta de lo cobarde, egoísta y despreciable que era, sentí remordimiento y culpa.
Encontré otro pasaje de las palabras de Dios: “Todos vosotros decís que tenéis consideración por la carga de Dios y defenderéis el testimonio de la Iglesia, pero ¿quién de vosotros ha considerado realmente la carga de Dios? Hazte esta pregunta: ¿Eres alguien que ha mostrado consideración por Su carga? ¿Puedes tú practicar la justicia por Él? ¿Puedes levantarte y hablar por Mí? ¿Puedes poner firmemente en práctica la verdad? ¿Eres lo bastante valiente para luchar contra todos los hechos de Satanás? ¿Serías capaz de dejar de lado tus emociones y dejar a Satanás al descubierto por causa de Mi verdad? ¿Puedes permitir que Mis intenciones se cumplan en ti? ¿Has ofrecido tu corazón en el momento más crucial? ¿Eres alguien que hace Mi voluntad? Hazte estas preguntas y piensa a menudo en ellas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 13). También vi este pasaje de “Es muy importante comprender el carácter de Dios”: “Su tristeza se debe a la humanidad, en la que Él tiene esperanzas, pero esta ha caído en la oscuridad, porque la obra que Él hace en el hombre no alcanza Sus expectativas, y porque no toda la humanidad a la que Él ama tiene la capacidad de vivir en la luz. Él se entristece de la humanidad inocente, del hombre honesto pero ignorante, y del hombre que es bueno pero tiene carencias en sus propios puntos de vista. Su tristeza es símbolo de Su bondad y de Su misericordia, símbolo de belleza y benevolencia” (“La Palabra manifestada en carne”). Meditando las palabras de Dios, me sentía más culpable aún: “La hermana Zheng me vino con sus problemas porque confiaba en mí. Debería haber salvaguardado los intereses de la casa de Dios, pero, a pesar de mi conciencia, no practiqué la verdad. Estaba del lado de Satanás y me convertí en su guardiana. Ahora, mis hermanos viven en las tinieblas y no reciben la provisión de vida necesaria. Dios está triste y angustiado: espera que me plante, piense en Sus propósitos y proteja a Su pueblo escogido. Aunque Zhang Lin me hubiera prohibido cumplir con mi deber de líder de la iglesia, soy miembro de la casa de Dios, así que mi responsabilidad es proteger el trabajo de la casa de Dios y a Sus escogidos. Debo dejar de faltar a mis deberes y de protegerme”. Me presenté ante Dios y oré: “¡Dios mío! Me has enaltecido con el deber de líder, pero soy egoísta y despreciable y solo pienso en mí, y no merezco la comisión que me has otorgado. Dios mío, ya no voy a pensar en mis perspectivas de futuro y quiero arrepentirme sinceramente, levantarme y cumplir con el deber. Dios mío, te pido que me guíes”. Tras orar estaba mucho más tranquila, así que envié los últimos sermones de Dios a los hermanos y me reuní con ellos. Después, los líderes superiores recibieron mi denuncia y, confirmadas las malas acciones de Zhang Lin, destituyeron de sus puestos a él y a su grupo.
Temporalmente, los líderes me asignaron la responsabilidad de trabajar en las dos iglesias. Zhang Lin siguió sin arrepentirse y con resentimiento hacia mí. Mintió a nuestros hermanos y hermanas de la iglesia, diciendo que hacía poco que yo era creyente, que no entendía nada y solo tenía más educación que ellos, pero no sabía resolver problemas en las reuniones. Y que, como el PCCh estaba deteniendo a creyentes y había cámaras de seguridad en cada rincón de la campiña, yo podría estar poniéndolos en riesgo yendo a las reuniones. De hecho, se las arregló para convencer a algunos y se inventaron falsas acusaciones contra mí. Zhang Lin ya me había señalado por ocho ofensas; y ahora eran trece. Hasta enviaron las acusaciones a los líderes superiores, así que estos asignaron su investigación a unas hermanas. Cuando me enteré, caí abatida. Sentía como si me cayeran encima mil kilos y apenas pudiera respirar. Zhang Lin se había aliado con algunos para acusarme en falso; si los líderes creían su versión de la historia y me expulsaban, ¿se terminaría mi vida de creyente? Al pensarlo, se me cayeron las lágrimas de los ojos. Recordé, además, que muchos hermanos estaban en la misma iglesia que Zhang Lin antes de aceptar la nueva obra de Dios y que Zhang Lin les había predicado la obra de Dios en los últimos días. Algunos hermanos no tenían discernimiento para con él y hasta lo admiraban y respetaban. ¿Cómo podía decir la verdad esta gente? Si las hermanas investigaban la cuestión, ¿entenderían lo que pasaba? Tenía un caos mental, así que oré a Dios. Luego, descubrí este pasaje de las palabras de Dios: “¡Yo soy justo, soy digno de confianza y soy el Dios que examina lo más íntimo del corazón del hombre! Yo revelaré inmediatamente quién es verdadero y quién es falso. No os alarméis; todas las cosas obran de acuerdo con Mis tiempos. Quién me quiere sinceramente y quién no, yo os lo diré, uno por uno. Solo procurad comer y beber, y acercaros a Mí cuando vengáis a Mi presencia; y Yo mismo haré Mi obra. No estéis demasiado ansiosos por obtener resultados rápidos; Mi obra no es algo que pueda hacerse de golpe. En ella están Mis pasos y Mi sabiduría, y es por eso que Mi sabiduría puede revelarse. Yo os permitiré ver lo que hacen Mis manos: el castigo del mal y la recompensa del bien. Ciertamente, Yo no favorezco a nadie. A ti, que me amas sinceramente, Yo te amaré sinceramente, y en cuanto a aquellos que no me aman sinceramente, Mi ira estará siempre con ellos, de forma que puedan recordar por toda la eternidad que Yo soy el Dios verdadero, el Dios que examina lo más íntimo del corazón del hombre” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 44). El poder y autoridad de las palabras de Dios sosegaron enseguida mi corazón. Dios es justo y fidedigno. Cristo, la verdad y la justicia gobiernan la casa de Dios. Como no conocía la justicia de Dios ni creía que Él lo examinara todo, me preocupaba que las hermanas creyeran a Zhang Lin cuando investigaran mi situación y que me expulsaran. ¿No estaba equiparando la casa de Dios con el país del gran dragón rojo? El PCCh gobierna de forma tiránica y arbitraria. Distorsiona la verdad y los hechos para reprimir a los contestatarios. Se inventa cargos contra ellos y les destroza la vida. La gente corriente lidia con el acoso; no puede recurrir a la justicia. Sin embargo, la verdad gobierna la casa de Dios; si los anticristos o los inicuos llegan al poder, al final los delatan y eliminan. Este es el carácter justo de Dios. Y la casa de Dios expulsa a gente de acuerdo con los principios-verdad: la juzga según la realidad de sus acciones malvadas. No se expulsa a nadie solo por señalarlo por unas pocas ofensas. No cometí las fechorías que decían; tergiversaron la verdad y los hechos. La verdad y los hechos se revelarán al final. Sé que Dios está examinándolo todo. Al recordarlo, no me puse tan triste y se renovó mi fe en Dios. Oré a Dios: “¡Amado Dios! Tanto si me expulsan como si no, estoy dispuesta a someterme y a experimentar Tu obra”. Días después los líderes vinieron a averiguar la verdad y vieron que se tergiversaban los hechos y eran inventos. Descubrieron que Zhang Lin siempre actuaba arbitrariamente y que había aislado y apartado a gente del deber por decisión propia mientras favorecía y cultivaba a su pariente. Había reprimido y excluido a quien tratara de darle sugerencias y no se arrepintió ni después de destituido. Mintió en un vano intento por controlar al pueblo escogido de Dios y fundar su propio reino; en realidad, era un anticristo malvado y siniestro. Los líderes iban a preparar los documentos para expulsarlo de la iglesia. Cuando me enteré, me emocioné mucho. Vi que Dios era realmente justo y que, por muy astutos y satánicos que sean los anticristos, su influencia será flor de un día, ya que al final no tendrán hueco en la casa de Dios y quedarán al descubierto, eliminados y abandonados por siempre por el pueblo escogido de Dios. También sentí vergüenza y culpa por no conocer a Dios, malinterpretarlo y culparlo; al creer que la iglesia era como el mundo laico blasfemaba contra Dios. Sin embargo, Él no me trató de acuerdo con mis transgresiones y siguió guiándome para que experimentara este ambiente. Le estaba muy agradecida. Más adelante, todos mis hermanos supieron discernir a Zhang Lin y acordaron expulsarlo de la iglesia. ¡Siempre es gratificante la expulsión de un anticristo! A mis hermanos y hermanas ya no les mentía ni controlaba el anticristo y podían cumplir libres con el deber, hablar de la verdad y llevar una vida normal de iglesia.
Al experimentar la represión y falsa acusación del anticristo, aprendí a discernirlos, vi cómo mienten y destrozan a la gente y que tienen una naturaleza y esencia que odian la verdad. Y fui testigo de la justicia, omnipotencia y sabiduría de Dios. Con las astutas tramas de Satanás, Dios nos ayuda a comprender la verdad y a discernir para que nos libremos de la oscura influencia de Satanás, abandonemos a todos los anticristos y malvados y regresemos ante Dios y nos sometamos a Él. Con la revelación de Dios también aprendí algo sobre mi carácter corrupto y sobre lo egoísta y despreciable que era. Experimenté la serenidad y libertad de traicionar la carne y practicar según las palabras de Dios. Con esta experiencia aprendí, además, que siempre tenemos el permiso de Dios en los buenos y malos tiempos. Así nos perfecciona y salva Dios.