Cómo me dañó ser negligente
Por Kristen, ItaliaEn octubre de 2021 empecé a practicar el riego a nuevos fieles. A la semana me percaté de que tenía mucho que aprender....
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
Cuando estaba en la escuela primaria, un texto dejó una honda impresión en mí: la historia de la entrega de peras de Kong Rong. Kong Rong dio las más grandes a sus hermanos mayores y menores, mientras que él tomó las más pequeñas, con lo que ganó el elogio de su padre. Esta historia se registró en el “El Clásico de Tres Caracteres”. Admiraba mucho su conducta moral entonces, y me dije que yo también sería una niña así. Por ello, desde mi infancia, si había algo especialmente delicioso o divertido, aunque lo quisiera para mí, imitaba a Kong Rong y se lo daba a mis hermanas mayores y menores y nunca peleaba por eso. A mis hermanas les caía muy bien por ese motivo, y mis mayores me elogiaban aún más y les decían a otros niños que aprendieran de mí. Esto me hizo creer que este era el tipo de la calidad humana que debía tener la gente. Cuando empecé a creer en Dios, así era también como me llevaba con mis hermanos y hermanas. En el deber y en la vida, no peleaba por nada. Siempre priorizaba a los demás en todo. Por consiguiente, mis hermanos y hermanas me recibían bien y todos decían que era fácil llevarse bien conmigo, que no era egoísta, y sí considerada. Estaba orgullosísima por comportarme de esta forma y siempre creí tener buena humanidad. Luego, revelada por determinados hechos, por fin logré entender un poco mi punto de vista falaz.
En enero de 2022, por necesidades de la labor evangelizadora, hubo que buscar muchos nuevos evangelizadores y regantes, por lo que se me pedía buscar sin cesar personal de riego apto para recibir formación. A veces, cuando encontraba hermanos y hermanas adecuados para el riego, el personal evangelizador se hacía con ellos antes que yo. Esto me caía muy mal, pero me daba mucha vergüenza decirlo porque pensaba que todos me creerían egoísta y competitiva. Así pues, descubrí un método. Envié adrede un mensaje al diácono de riego para decirle que los evangelizadores se llevaban a la gente adecuada para el riego. Esto provocó prejuicios del diácono de riego hacia los evangelizadores e imposibilitó la cooperación armoniosa entre ellos. Cuando se enteró una líder superior, me podó con severidad y me reveló por decir cosas para sembrar discordia y perturbar la labor de la iglesia. Me entristeció que me podara, pero no reflexioné ni me conocí en modo alguno.
Posteriormente, me enteré de que una hermana, Lyse, tenía aptitud y entendimiento, así que era muy apta para el trabajo de riego. Le pedí a la líder de la iglesia que trasladara a esta hermana al riego de nuevos fieles. Sin embargo, como hubo una necesidad urgente de predicadores, la líder de la iglesia envió a Lyse a cumplir este deber. Me sentí muy ofendida cuando me enteré y quería hablarle de ello a la líder de la iglesia, pero pensé que, en tal caso, seguro que mis hermanos y hermanas creerían que era egoísta y que me gustaba pelear por las cosas. Me dije: “No, no lo haré. Así pareceré generosa y bondadosa”. Por ello, reprimí mi resentimiento y afirmé hipócritamente que me alegraba por Lyse y que tanto el riego como la evangelización eran trabajos de la iglesia. Poco después, la líder de la iglesia señaló: “El hermano Jerome tiene aptitud y una comprensión pura”. Quería que este hermano viniera a regar a los nuevos fieles, pero, inesperadamente, la líder de la iglesia dijo que ya lo había enviado a la labor evangelizadora. No aguanté más. La última vez había pedido a Lyse que fuera a predicar. ¿Por qué asignó también a Jerome a la labor evangelizadora? Necesitábamos personal de riego. Le conté entonces la situación a la líder de la iglesia. Tras escucharme, respondió: “Te dejaré a Jerome porque es más necesario en el trabajo de riego”. Sin embargo, vi que, dado que la líder de la iglesia ya lo había enviado a la labor evangelizadora, si insistía en llevármelo, los evangelizadores podrían decir que era egoísta y que insistía en llevarme a los buenos. Así pues, decidí dejar que predicara el evangelio. Eso demostraría que yo tenía buena humanidad, que no era egoísta y que podía pensar en los demás. Puse un mensaje en el grupo de que Jerome sería un buen evangelizador y envié varios emojis alegres y de celebración. En realidad, todo era fingido. Tenía un humor de perros y me embargaban las quejas. ¿Cómo podía creer la líder que solo la evangelización necesitaba buen personal? No veía nuestras dificultades reales. Cuanto más lo pensaba, más ofendida me sentía.
Días después sucedió algo más: la líder nos pidió informes del personal recién formado. Vi que los evangelizadores formaban a más gente que nosotros, los obreros de riego, y no lo pude soportar más. La insatisfacción y la queja se instalaron enseguida en mi mente. No esperaba que ellos formaran a tanta gente. Hasta les había dejado a Lyse y a Jerome. ¡Era demasiado injusto! Ya había más obreros de evangelización que de riego. Al pensar en la enorme cifra de nuevos fieles futuros y en el poco personal de riego que teníamos, sentí mucha presión, así como prejuicios contra mi líder. Me parecía que solo pensaba en la labor evangelizadora y que nadie pensaba en la de riego. Cuanto más lo pensaba, más triste me sentía, y no pude evitar llorar. Al ver al diácono de evangelización y a la líder de la iglesia hablar con entusiasmo de los nuevos en el grupo, me sentía una intrusa. Estaba tan frustrada que incluso quería marcharme del grupo. Ese día, a mediodía, estaba tan triste que no pude comer. Me acosté yo sola, llorando; creía que, de seguir así, estaba destinada a enfermarme. Cuando vio mi estado una hermana, me dijo que yo no hablaba directamente y que disimulaba para que me creyeran magnánime y me admiraran los demás. Advertida por mi hermana, por fin me puse a hacer introspección. En la palabra de Dios leí estos pasajes: “¿Sabéis qué es en realidad un fariseo? ¿Hay algún fariseo a vuestro alrededor? ¿Por qué se llama a estas personas ‘fariseos’? ¿Cómo se describe a los fariseos? Se trata de personas hipócritas, completamente falsas, que actúan en todo lo que hacen. ¿De qué modo actúan? Fingen ser buenas, amables y positivas. ¿Son así en realidad? En absoluto. Como son hipócritas, todo lo que se manifiesta y se revela en ellos es falso; todo es simulación: no es su verdadero rostro. ¿Dónde se oculta su verdadero rostro? Está escondido en el fondo de su corazón, para que nadie lo vea jamás. Todo lo que hay en el exterior es una actuación, es todo falso, pero solo pueden engañar a la gente, no a Dios. […] A otros, estas personas parecen muy devotas y humildes, pero en realidad es una falsedad; parecen tolerantes, comprensivas y cariñosas, pero en realidad, es una simulación; dicen amar a Dios, pero en realidad es una actuación. Otros creen que estas personas son santas, pero en verdad es falso. ¿Dónde puede encontrarse una persona que sea verdaderamente santa? La santidad humana es totalmente falsa. No es más que una actuación, una simulación. Por fuera, parecen leales a Dios, pero en realidad solo están actuando para que otros los vean. Cuando nadie mira, no tienen ni pizca de lealtad y todo lo que hacen es superficial. En apariencia, se esfuerzan por Dios y han abandonado a su familia y su carrera, pero ¿qué hacen en secreto? Se ocupan de su propia carrera profesional y van por su propia cuenta en la iglesia, beneficiándose de la iglesia y robando las ofrendas en secreto con el pretexto de trabajar por Dios… Estas personas son los fariseos hipócritas modernos” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Seis indicadores de crecimiento vital). “Si lo que persigues es la verdad, lo que practicas es la verdad, y el fundamento de tu discurso y de tus acciones son las palabras de Dios, los principios-verdad, y si otros se benefician y ganan gracias a ti, ¿no sería eso beneficioso para ambas partes? Si, limitado por el pensamiento de la cultura tradicional, tú finges mientras los demás hacen lo mismo, brindas gestos corteses mientras ellos se muestran demasiado serviles, y todos fingen entre sí, entonces ninguno de vosotros es bueno. Tanto ellos como tú os mostráis demasiado serviles y os dedicáis a las sutilezas todo el día, sin una palabra de verdad y materializando en la vida únicamente la buena conducta promovida por la cultura tradicional. Aunque dicha conducta, desde fuera, sea convencional, toda ella es hipocresía, una conducta que engaña y desorienta a los demás, una conducta que estafa y engaña a la gente sin una sola palabra sincera. Si te haces amigo de una persona así, eres susceptible de que al final te estafe y engañe. No hay nada que te edifique en su buena conducta. No te enseña sino falsedad y engaño: tú lo engañas, y él a ti. Lo que notarás, en definitiva, será una degradación extrema de tu integridad y dignidad, y la tendrás que soportar. Tendrás que seguir presentándote con cortesía, de manera culta y sensata, sin discutir con los demás ni exigirles demasiado. Tendrás que seguir siendo paciente y tolerante, afectando, con sonrisa radiante, despreocupación y una generosidad amplia de miras. ¡Cuántos años de esfuerzo hacen falta para llegar a ese estado! Si te exiges vivir así ante los demás, ¿no te agotará la vida? Fingir tanto amor sabiendo muy bien que no lo tienes… ¡No es nada fácil semejante hipocresía! Notarías cada vez más el agotamiento de comportarte de esta forma como persona; preferirías nacer vaca o caballo, cerdo o perro en tu próxima vida, antes que como ser humano. Te resultarían demasiado falsos y malvados” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (3)). Dios revelaba que la gente vive con una hipocresía basada en ideas culturales tradicionales, lo que solo acarrea dolor, depresión y aislamiento. Esto me llegó al alma, pues estas ideas me habían hecho mucho daño. Sobre todo cuando leí “Fingir tanto amor sabiendo muy bien que no lo tienes… ¡No es nada fácil semejante hipocresía!”, sentí mucha vergüenza; estas palabras me describían. Obviamente, no era muy generosa, pero fingía que lo era, y no pensaba en el trabajo de la iglesia, pero fingía igualmente que sí. Cuando pidieron a Lyse y a Jerome que predicaran el evangelio, había sido obvia mi reticencia, pero me había forzado a sonreír y hasta envié un mensaje que decía que me alegraba de que predicaran el evangelio. Había sido muy falsa y disimulada. La palabra de Dios revela que los fariseos eran unos hipócritas que siempre disimulaban. Aparentaban buena humanidad, tolerancia y paciencia, humildad y piedad. En realidad, con estos métodos desorientaban y enredaban a la gente para preservar su estatus y su puesto. Su esencia era de odio por la verdad y por Dios, razón por la cual el Señor Jesús los condenó como serpientes y les lanzó críticas. Sentí miedo mientras meditaba estas cosas. Mis falsas pretensiones eran justo como las de los fariseos. En los distintos nombramientos de personal había exteriorizado que no pelearía con nadie, y quería intercambiar esto por una buena valoración de los demás. Afirmaba que debía priorizar los intereses de la iglesia en todo, pero, a decir verdad, pensaba en mi propia imagen. Me preocupaba que dijeran los evangelizadores que era egoísta, poco humana, y que no pensaba en el trabajo de la iglesia, así que tenía que comedirme. Aunque por fuera aparentara generosidad y magnanimidad, sufría mucho, tenía mucho resentimiento e incluso prejuicios contra la líder de la iglesia y el diácono de evangelización. Pero escondía estas ideas donde no pudieran verlas para que mis hermanos y hermanas me creyeran de buena humanidad y capaz de defender la labor de la iglesia. Reflexioné acerca de mis intenciones y de lo que había revelado, y me repugnó mi conducta. Había desorientado y atraído a la gente con mis buenas acciones visibles, y asenté mi imagen; todo cuanto había dicho y hecho era repugnante y odioso para Dios.
Después, escuché varias veces las enseñanzas de Dios que diseccionan la cultura y la virtud tradicional y me puse a reflexionar sobre mí misma y sobre la clase de ideas de la cultura tradicional que me controlaban para vivir de forma tan hipócrita y dolorosa. Leí unas palabras de Dios: “En la cultura tradicional está la historia de la entrega de las peras más grandes por parte de Kong Rong. ¿Qué opináis? ¿Es mala persona aquella que no pueda ser como Kong Rong? La gente creía que todo aquel que pudiera ser como Kong Rong era de personalidad noble y sólida integridad, sacrificando sus propios intereses por los demás, una buena persona. ¿Es el Kong Rong de este relato histórico un ejemplo seguido por todos? ¿Lleva la gente al personaje en algún lugar de su corazón? (Sí). No es su nombre, sino sus pensamientos y prácticas, su moralidad y su conducta, lo que lleva la gente en el corazón. La gente estima dichas prácticas, las ve con buenos ojos y admira para sus adentros la conducta moral de Kong Rong” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (10)). “La influencia de la cultura tradicional en los intelectuales es especialmente profunda. No solo aceptan la cultura tradicional, sino que también aceptan en su corazón muchas ideas y puntos de vista de esta, y los tratan como cosas positivas, incluso hasta el punto de tomar algunos dichos bien conocidos como lemas, y al hacerlo se embarcan en la senda equivocada en la vida. La cultura tradicional está representada por la doctrina de Confucio. La doctrina de Confucio abarca toda una serie de teorías ideológicas, promueve sobre todo la cultura moral tradicional y fue venerada por las clases regentes de las dinastías a lo largo de la historia, que veneraban a Confucio y a Mencio como a santos. La doctrina confucianista sostiene que una persona debe defender los valores de la benevolencia, la rectitud, la decencia, la sabiduría y la fiabilidad, aprender primero a mantener la calma, la serenidad y la paciencia ante cualquier eventualidad, conservar los nervios y hablar las cosas, no pelearse ni enzarzarse por ellas, y aprender a ser cortésmente complaciente y a ganarse el respeto de todo el mundo: esto es comportarse con decoro. Los intelectuales se colocan a sí mismos en una posición superior a la de la plebe y, a sus ojos, todas las personas merecen su paciencia y tolerancia. ¡Los ‘efectos’ del conocimiento son bastante grandes! Esta gente se parece mucho a los falsos caballeros, ¿verdad? Las personas que adquieren demasiados conocimientos se convierten en falsos caballeros. Si este grupo de refinados eruditos se describe en una frase, sería refinada elegancia erudita. […] Son especialistas en aprender e imitar la refinada elegancia que muestran los caballeros. ¿En qué tono y de qué manera hablan y discuten entre ellos? Sus expresiones faciales son especialmente amables y hablan con educación y reserva. Solo expresan sus propias opiniones y no dicen nada aunque sepan que las de los demás son erróneas. Nadie hiere los sentimientos de nadie y sus palabras son extremadamente suaves, como si estuvieran envueltas en algodón para no herir ni irritar a los demás, lo que llega a provocarte náuseas, ansiedad o enfado con solo escucharlas. El hecho es que nadie tiene puntos de vista claros ni cede ante los demás. A este tipo de personas se les da muy bien disimular. Ante el asunto más trivial, se disfrazan y se enmascaran, y ninguno da una explicación clara. Ante la gente corriente, ¿qué postura quieren adoptar y qué imagen quieren dar? En concreto, hacer ver a la gente corriente que son modestos caballeros. Los caballeros están por encima de los demás y son objeto de la veneración de la gente. Las personas creen que tienen más perspicacia que la gente corriente y que entienden mejor las cosas que esta, por lo que todo el mundo les consulta cuando tienen un problema. Este es precisamente el resultado que desean estos intelectuales, todos esperan que se les venere como a santos” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (I)). La palabra de Dios describía mi problema preciso. ¿Por qué era capaz de ver estos buenos actos hipócritas como cosas positivas que emular? Por influencia de la idea cultural tradicional de la entrega de las peras más grandes por parte de Kong Rong. Vivía de acuerdo con esta idea desde pequeña. Para que la gente creyera que era una niña buena, les había dado a mis hermanas muchos de mis juguetes y bocados favoritos. De mayor también mostraba generosidad en todo. Aunque lo hacía a regañadientes, creía que solo una persona así poseía buena humanidad y conocía los modales y que era el único modo de ganarme la admiración y el respeto de los demás, así que aguantaba a regañadientes. Como creyente en Dios, aún practicaba esta noción tradicional como la verdad. En estos dos nombramientos de personal, solo fui paciente. Era evidente la falta de personal de riego, pero me puse una máscara de abnegación y dejé que predicaran el evangelio dos personas aptas para el riego. Con esto parecía noble y generosa, pero en realidad estaba tan negativa que lloré varias veces a escondidas por la falta de personal. Albergaba prejuicios contra la líder de la iglesia y, al final, el trabajo de riego se vio afectado. ¿Qué sentido tiene “dar” de esa manera? Por mi buena imagen, adoptaba una postura noble, como Kong Rong, y me daba igual si afectaba a la labor de la iglesia. Era una auténtica hipócrita. Si de veras me hubiera interesado la labor de la iglesia, habría evaluado la necesidad de personal según las demandas reales del trabajo de riego, pero, por preservar mi imagen, no seguí para nada los principios. Aunque el trabajo de riego se viera afectado por la falta de personal, seguí empeñada en ceder “generosamente” a algunas personas. Me había ganado el elogio de los demás a costa de demorar la labor de riego. Con razón le resulta hipócrita a Dios la gente así. Me di cuenta de que mi conducta era muy falsa.
Más tarde leí unas palabras de Dios que me sacudieron. Dios Todopoderoso dice: “Debéis tener claro que ningún tipo de dicho sobre la conducta moral es la verdad, y que ni mucho menos puede sustituir a la verdad. Ni siquiera es una cosa positiva. Entonces ¿qué son exactamente? Cabe decir con certeza que estos dichos sobre la conducta moral son falacias heréticas con que Satanás desorienta a la gente. No son en sí mismas la realidad-verdad que debe tener la gente ni cosas positivas con que la humanidad normal deba vivir. Estos dichos sobre la conducta moral constituyen falseamientos, apariencias, falsificaciones y trampas; son conductas artificiales y en absoluto tienen su origen en la conciencia y la razón del hombre ni en su pensamiento normal. Por tanto, todos los dichos de la cultura tradicional respecto a la conducta moral son herejías y falacias absurdas y ridículas. Con estas pocas charlas, en este día han sido condenados, en su totalidad y a muerte, los dichos que propone Satanás sobre la conducta moral. Si ni siquiera son cosas positivas, ¿cómo puede aceptarlas la gente? ¿Cómo puede vivir la gente de acuerdo con estas ideas y perspectivas? Se debe a que estos dichos sobre la conducta moral se adaptan muy bien a las nociones y figuraciones de la gente. Provocan admiración y aprobación, por lo que la gente los acepta en su interior y, aunque no sepa ponerlos en práctica, para sus adentros los asume e idolatra con deleite. Por ende, Satanás emplea varios dichos sobre la conducta moral para desorientar a la gente, para controlar su corazón y su conducta, pues, en su interior, la gente idolatra y cree ciegamente todo tipo de dichos sobre la conducta moral, y a toda ella le gustaría utilizar estas afirmaciones para fingir mayor dignidad, nobleza y amabilidad y, así, lograr su objetivo de ser muy apreciada y elogiada. En resumen, los diversos dichos sobre la conducta moral requieren que, cuando la gente haga cierta cosa, demuestre algún tipo de conducta o cualidad humana en el ámbito de la conducta moral. Estas conductas y cualidades humanas parecen bastante nobles y son veneradas, por lo que, en su interior, toda persona aspira encarecidamente a ellas. Sin embargo, lo que no ha tenido nadie en cuenta es que estos dichos sobre la conducta moral no son, en absoluto, los principios de conducta que deba seguir una persona normal, sino una serie de conductas hipócritas que se pueden fingir. Son desviaciones de los criterios de la conciencia y la razón, divergencias de la voluntad de la humanidad normal. Satanás emplea dichos falsos y fingidos sobre la conducta moral para desorientar a la gente, para que esta los idolatre a él y a esos hipócritas presuntamente sabios, lo que hace que la gente considere la humanidad normal y los criterios de conducta humana cosas corrientes, simples y hasta despreciables. La gente desprecia esas cosas y le parecen deleznables. Esto es porque los dichos de conducta moral defendidos por Satanás son muy vistosos y están muy adaptados a las nociones y figuraciones del hombre. La realidad, no obstante, es que ningún dicho sobre la conducta moral, sea el que sea, es un principio que deba seguir la gente en su conducta ni en sus relaciones en el mundo. Reflexionad: ¿acaso no es así? Básicamente, los dichos de conducta moral son meras exigencias para que, superficialmente, la gente tenga una vida más digna y noble, con lo que otras personas llegarán a idolatrarla o elogiarla en lugar de menospreciarla. La esencia de estos dichos indica que son meras exigencias para que la gente demuestre buena conducta moral mediante un buen comportamiento, de modo que oculte y modere las ambiciones y los deseos absurdos de la humanidad corrupta y, además, encubra la malvada y horrible esencia-naturaleza del hombre, así como las manifestaciones de diversas actitudes corruptas. Están destinadas a mejorar la personalidad de alguien mediante conductas y prácticas superficialmente buenas, a mejorar la imagen que los demás tengan de ella y la valoración que reciba del resto del mundo. Estos puntos demuestran que los dichos de conducta moral tratan de encubrir los pensamientos, las opiniones, los objetivos y las intenciones del interior del hombre, su rostro horrendo y su esencia-naturaleza mediante conductas y prácticas superficiales. ¿Se puede llegar a encubrir estas cosas? ¿Tratar de encubrirlas no las hace aún más evidentes? No obstante, a Satanás no le importa eso. Su propósito es encubrir el rostro horrendo de la humanidad corrupta, encubrir la verdad de la corrupción del hombre. Así, Satanás hace que la gente adopte las manifestaciones conductuales de la conducta moral para disimular; es decir, con los preceptos y conductas de la conducta moral hace un primoroso envoltorio de la apariencia del hombre que mejora las cualidades humanas y la personalidad de alguien para que los demás lo estimen y elogien. En principio, estos dichos sobre la conducta moral determinan si una persona es noble o despreciable a tenor de sus manifestaciones conductuales y estándares morales” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (10)). Tras leer las palabras de Dios fue cuando entendí que siempre había tenido una idea falaz: consideraba las virtudes de la cultura tradicional un criterio para evaluar si la humanidad de una persona era buena o mala. Opinaba, erróneamente, que la virtud era la verdad y creía que la gente virtuosa tenía buena humanidad. A decir verdad, la virtud no es el principio vital que debe seguir la gente. Es un acto hipócrita y, en esencia, una táctica y un método de Satanás para desorientar y corromper a la gente. Con la cultura tradicional, Satanás le inculca normas morales de vida a la gente. Así, esta puede utilizar las buenas acciones visibles para disimular y ocultar su corrupción interna y su fealdad a fin de ganarse la estima de los demás; por ende, la gente cada vez es más hipócrita y astuta. Vi que también yo era así. Las virtudes de la cultura tradicional eran mi criterio de actuación. Aunque pareciera que no rivalizaba con los demás y que podía llevarme bien con ellos, en realidad me forzaba a hacer buenas acciones para que dijeran que era buena y para conservar mi imagen en sus corazones. Pero afirmaba tener en cuenta la labor de la iglesia. ¡Qué astuta!
Luego leí esto en la palabra de Dios: “Una persona que comprenda la verdad debe diseccionar las diversas afirmaciones y exigencias de la cultura tradicional acerca de la conducta moral. Debes diseccionar cuál valoras más, aquella a la que siempre te aferras, la que siempre te sirve de fundamento y criterio a la hora de contemplar a las personas y cosas, y al comportarte y actuar. Luego debes contrastar las cosas a las que te aferras con las palabras y exigencias de Dios, y considerar si esos aspectos de la cultura tradicional se oponen o contradicen a las verdades que Dios expresa. Si descubres realmente un problema, debes diseccionar de inmediato en qué se equivocan y por qué son absurdos exactamente estos aspectos de la cultura tradicional. Cuando tengas claras estas cuestiones, sabrás qué es la verdad y qué es falacia; tendrás una senda de práctica y serás capaz de elegir la senda por la que deberás ir. Busca la verdad de esta manera, y podrás enmendarte” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (5)). Con la palabra de Dios entendí que, si no quieres vivir según estas ideas tradicionales, primero has de discernirlas y diseccionarlas, averiguar qué errores y absurdos contienen, en qué vulneran la verdad y qué consecuencias acarrea vivir de acuerdo con ellas. Hasta que no tengas esto claro no podrás renunciar a ellas y aceptar la verdad. Empecé a preguntarme: ¿Se ajusta a los principios-verdad la “entrega” de las peras más grandes de Kong Rong? ¿Es esta “entrega” una exigencia de Dios para tener una humanidad normal? Los que lo aguantan todo, ¿son realmente buenas personas? Mi paciencia ciega había ocasionado una grave escasez de personal de riego. Para mostrar generosidad y aguante en todo, dije muchas mentiras hipócritas. La educación en estas ideas tradicionales, en vez de convertirme en una buena persona, me había hecho hipócrita y astuta. Cuando me ganaba la estima de los demás, no estaba contenta, sino cada vez más deprimida y desdichada. Eran las consecuencias de haber idolatrado la cultura tradicional. Si no revelara Dios la esencia de la cultura tradicional, habría estado ciega toda la vida. No podía parar de darle gracias por expresar la verdad y diseccionar las ideas tradicionales, gracias a lo cual desperté.
Después pensé: “Como la virtud de Kong Rong de entregar las peras más grandes era una mera buena conducta externa y no implicaba que tuviera buena humanidad, ¿qué es la auténtica buena humanidad?”. En la palabra de Dios leí: “Debe haber un estándar para tener buena humanidad. No consiste en tomar la senda de la moderación, no apegarse a los principios, esforzarse por no ofender a nadie, ganarse el favor dondequiera que se vaya, ser suave y habilidoso con todo el que se encuentre y hacer que todos hablen bien de ti. Este no es el estándar. Entonces, ¿cuál es el estándar? Es ser capaz de someterse a Dios y a la verdad. Consiste en acercarse al deber propio y a toda clase de personas, acontecimientos y cosas desde los principios y un sentido de responsabilidad. Esto es evidente para todos; todos lo tienen claro en su interior. Además, Dios escruta el corazón de la gente y conoce su situación, a todos y cada uno; sean quienes sean, nadie puede engañar a Dios. Algunas personas alardean de poseer buena humanidad, de jamás hablar mal de los demás, jamás perjudicar los intereses de otros, y sostienen que jamás han codiciado los bienes del prójimo. Cuando hay una disputa sobre los intereses, incluso prefieren perder a aprovecharse de los demás, y todos piensan que son buenas personas. Sin embargo, cuando llevan a cabo sus deberes en la casa de Dios, son maliciosos y escurridizos, siempre maquinando para sí mismas. Nunca piensan en los intereses de la casa de Dios, nunca tratan como urgentes las cosas que Dios considera urgentes ni piensan como Dios piensa, y nunca pueden dejar a un lado sus propios intereses a fin de llevar a cabo su deber. Nunca abandonan sus propios intereses. Aunque ven a las personas malvadas hacer el mal, no las exponen; no tienen principio alguno. ¿Qué clase de humanidad es esta? No es humanidad buena. No prestes atención a lo que dice la gente así; debes ver qué vive, qué revela y cuál es su actitud cuando lleva a cabo sus deberes, así como cuál es su condición interna y qué ama. Si su amor por su propia fama y ganancia excede su lealtad a Dios, si su amor por su propia fama y ganancia excede los intereses de la casa de Dios, o excede la consideración que muestra por Dios, entonces ¿acaso esta gente posee humanidad? No se trata de personas con humanidad. Tanto los demás como Dios pueden observar su comportamiento. Es muy difícil que tales personas ganen la verdad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entregando el corazón a Dios, se puede obtener la verdad). Con la palabra de Dios entendí que alguien con auténtica buena humanidad ama la verdad y las cosas positivas, es responsable en el deber, se atiene a los principios-verdad y defiende la obra de la iglesia. Quienes aparentemente no ofenden, aguantan ciegamente y sin principios y prefieren sufrir una pérdida antes que aprovecharse de otros, aunque aparenten tener buen temperamento, en el deber siempre aspiran a proteger sus intereses y jamás practican la verdad ni piensan en la obra de la iglesia. Esa gente no es de buena humanidad en absoluto. Ya no quería vivir de acuerdo con la cultura tradicional y ser una buena persona en apariencia. Quería vivir con semejanza humana según lo exigido por Dios.
Hallé una senda de práctica al leer Su palabra. Dice Dios: “Debes buscar la verdad para resolver cualquier problema que surja, sea el que sea, y bajo ningún concepto simular o dar una imagen falsa ante los demás. Tus defectos, carencias, fallos y actitudes corruptas… sé totalmente abierto acerca de todos ellos y compártelos. No te los guardes dentro. Aprender a abrirse es el primer paso para la entrada en la vida y el primer obstáculo, el más difícil de superar. Una vez que lo has superado, es fácil entrar en la verdad. ¿Qué significa dar este paso? Significa que estás abriendo tu corazón y mostrando todo lo que tienes, bueno o malo, positivo o negativo; que te estás descubriendo ante los demás y ante Dios; que no le estás ocultando nada a Dios ni estás disimulando ni disfrazando nada, libre de mentiras y falsedades, y que estás siendo igualmente sincero y honesto con otras personas. De esta manera, vives en la luz y no solo Dios te escrutará, sino que otras personas podrán comprobar que actúas con principios y cierto grado de transparencia. No necesitas ningún método para proteger tu reputación, imagen y estatus, ni necesitas encubrir o disfrazar tus errores. No es necesario que hagas estos esfuerzos inútiles. Si puedes dejar de lado estas cosas, estarás muy relajado, vivirás sin limitaciones ni dolor y completamente en la luz” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Con la palabra de Dios entendí que no debía disimular para dar una falsa imagen ante los demás. En cambio, debía ser una persona honesta, sencilla y abierta, sincerarme y comunicar los problemas o las dificultades que tuviera para que mis hermanos y hermanas pudieran ayudarme mejor. Cuando no hablaba, aguantaba ciegamente las cosas y disimulaba, todos creían que no había falta de personal de riego y que iba bien el trabajo. En realidad, sin embargo, yo sufría y se perjudicaba el trabajo de la iglesia. Así pues, practiqué conscientemente según la palabra de Dios y comuniqué las dificultades de forma clara con mis hermanos y hermanas. Posteriormente, todos aportaron personal capaz de realizar el trabajo de riego. De ese modo vi lo fácil y agradable que es practicar según la palabra de Dios. Al vivir según la cultura tradicional, cada vez somos más corruptos, más falsos y astutos y más desdichados. Solo la práctica de la verdad nos permite vivir con semejanza humana, ser auténtica buena gente y experimentar una paz y un gozo reales. ¡Gracias a Dios!
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.
Por Kristen, ItaliaEn octubre de 2021 empecé a practicar el riego a nuevos fieles. A la semana me percaté de que tenía mucho que aprender....
Por Chen Hui, provincia de Heilongjiang En 1994, junto con mi madre, acepté la obra de Dios de los últimos días. Cuando me enteré de cómo...
Por Xingdao, Corea del Sur “¡Oh, Dios! Tenga estatus o no, ahora me entiendo a mí mismo. Si mi estatus es alto, se debe a Tu elevación; y...
Por Ai Meng, Myanmar En octubre del año pasado supervisé la obra del evangelio en la iglesia. Había unos pocos miembros nuevos en la...