Difundir el evangelio es mi deber inquebrantable
Crecí en el campo con ocho hermanos. La salud de mi madre era delicada y no podía trabajar, mientras que mi padre no se ocupaba de la casa ni ganaba dinero. Solo podíamos ganarnos la vida trabajando en la granja. Todos a nuestro alrededor se reían de mis padres por no tener habilidades, e incluso nuestros parientes nos despreciaban y se negaban a tener algo que ver con nosotros. Con el tiempo, sentía que al vivir en esta familia, mi estatus social era bajo y yo era una persona de clase baja. Incluso al salir, no me atrevía a hablar con otras personas. Después de casarme, mi esposo era un trabajador común y corriente; todos sus compañeros eran más prometedores que él y, cuando nos veían, se daban aires de superioridad. A veces hablaban con sarcasmo o incluso nos reprendían. Fue muy difícil para mí y tenía una baja autoestima. Eso cambió cuando creí en Dios y leí Sus palabras. Fue entonces cuando reconocí mis puntos de vista erróneos y mi corazón encontró alivio.
En 2021, empecé a difundir el evangelio. Más tarde, conocí a algunos destinatarios potenciales del evangelio que eran jefes o dirigentes: todos ellos tenían cierto estatus y posición. Me sentía limitada, pensaba que las condiciones de mi familia eran precarias, que no tenía conocimientos ni estatus, y que no estaba a la altura para tratar con estas personas de alto estatus y posición. Pero me di cuenta de que era mi deber y no podía postergarlo, así que oré a Dios diciendo que estaba dispuesta a hacerlo.
Una vez, me disponía a difundir el evangelio a una jefa. Cuando se enteró de que yo era una trabajadora, se negó rotundamente, y dijo: “No quiero que venga aquí; solo me reúno con gente de estatus y prestigio”. Cuando oí estas palabras, me dolió mucho, y pensé: “Mi estatus y posición son bajos; ni siquiera soy digna de ver a una destinataria potencial del evangelio. ¿Cómo puedo difundir el evangelio? Si tuviera más estatus y posición, y mi familia estuviera en mejor situación, quizá otros no me menospreciarían así”. Cuando pensé en esto, perdí la disposición a transmitirle el evangelio. Quería volver al lugar donde solía vivir, donde había más personas trabajadoras con estatus y posición similares a los míos, quienes no me menospreciarían. Le dije al líder que difundir el evangelio era difícil aquí, ya que la gente tenía dinero e influencia, mientras que yo solo era una trabajadora externa, lo que dificultaba mi conexión con ellos. Además, la pandemia era grave y no había manera de cooperar. El líder estuvo de acuerdo. Después de regresar, no autoreflexioné, así que el asunto quedó sin resolver.
En el verano de 2022, alguien que había sido echada me proporcionó una destinataria potencial del evangelio de una denominación religiosa. Cuando me reuní con esta persona, ella pensó que yo era inculta y que mi ropa era sencilla, así que me preguntó: “¿Puedes difundir el evangelio? ¿Entiendes la Biblia?”. En ese momento, aún no comprendía el significado de lo que me decía, así que le dije con sinceridad: “He difundido el evangelio entre personas religiosas, y entiendo un poco la Biblia”. Ella continuó: “No es que te menosprecie, es que la destinataria potencial del evangelio lo hace. Las condiciones de su familia son buenas, y tiene un alto estatus y posición”. Me dolió escuchar eso y pensé: “Estoy vestida de manera adecuada y decorosa; simplemente no es lujosa, así que ella me menosprecia. Si ella fuera la destinataria potencial del evangelio, me miraría con desdén. Mi estatus y posición no se comparan con los suyos, ¡y será difícil difundir el evangelio!”. Pensé que, si tuviera un buen origen, si mi estatus y posición fueran un poco más altos, y si tuviera dinero e influencia, difundir el evangelio no sería tan difícil. Me sentía deprimida, así que oré y busqué a Dios, pidiéndole que me guiara para poder aprender una lección. Mientras buscaba, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Al difundir el evangelio, a menudo nos toparemos con mofas, escarnios, burlas y difamaciones, e incluso podremos hallarnos en situaciones peligrosas. Por ejemplo, hay gente malvada que denuncia o rapta a algunos hermanos y hermanas, y otros son delatados a la policía y entregados al Gobierno. Algunos pueden ser arrestados y encarcelados, mientras que a otros hasta pueden matarlos a golpes. Todas estas cosas suceden. Pero ahora que sabemos esto, ¿deberíamos cambiar de actitud hacia la obra de difusión del evangelio? (No). La difusión del evangelio es responsabilidad y obligación de todos. En cualquier momento, independientemente de lo que oigamos o veamos o del tipo de tratamiento que recibamos, siempre debemos mantener esta responsabilidad de difundir el evangelio. Bajo ninguna circunstancia podemos renunciar a este deber por negatividad o debilidad. El deber de difundir el evangelio no es pan comido, sino que está lleno de peligros. Cuando difundáis el evangelio, no os enfrentaréis a ángeles, extraterrestres ni robots. Solo os enfrentaréis a la humanidad malvada y corrupta, a demonios vivientes, bestias; todos son humanos que sobreviven en este espacio maligno, este mundo malvado, que han sido hondamente corrompidos por Satanás y se oponen a Dios. Por lo tanto, durante la difusión del evangelio hay, ciertamente, todo tipo de peligros, por no hablar de mezquinas calumnias, burlas y malentendidos, que son moneda corriente. Si realmente consideras la difusión del evangelio una responsabilidad, una obligación y tu deber, podrás considerar correctamente estas cosas y hasta ocuparte correctamente de ellas. No renunciarás a tu responsabilidad y obligación ni te desviarás de tu intención original de difundir el evangelio y dar testimonio de Dios por ellas, y jamás dejarás de lado esta responsabilidad, pues es tu deber. ¿Cómo debe entenderse este deber? Es el valor y la obligación principal de la vida humana. Difundir la buena nueva de la obra de Dios en los últimos días y el evangelio de Su obra es el valor de la vida humana” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes). Las palabras de Dios nos dicen que, al difundir el evangelio, es normal ser objeto de burlas, ridiculizaciones, desdén y humillaciones, porque aquellos a quienes nos enfrentamos al difundir el evangelio son todos seres humanos corrompidos por Satanás. Pero sin importar las circunstancias o dificultades que encontremos, debemos mantener esta responsabilidad de difundir el evangelio. En ese entonces, cuando supe que la destinataria potencial del evangelio no quería verme, sentí que, dado que mi estatus y posición no estaban a su altura, ella me menospreciaría y me avergonzaría, y sería mejor no transmitirle el evangelio para evitar la humillación. Lo mismo sucedió hoy. Mi ropa era sencilla, no tenía estatus ni posición; los demás me menospreciaban, y sentí que, si difundía el evangelio a la destinataria potencial del evangelio, ella me despreciaría y me avergonzaría. Comencé a retirarme, temiendo que mi reputación y orgullo se vieran afectados negativamente. Lo atribuí a mi origen pobre. No me di cuenta de que esto era vanidad, que mi deseo de reputación y estatus era el que causaba problemas. Pensé en los hermanos y hermanas detenidos y torturados bajo el régimen satánico por difundir el evangelio. Soportaron muchas dificultades, y algunos casi perdieron la vida, pero pudieron confiar en Dios y mantenerse firmes en su testimonio. Cuando salieron de la cárcel, siguieron difundiendo el evangelio y dando testimonio de Dios. En comparación con ellos, mis dificultades eran insignificantes. Perdí la disposición de difundir el evangelio después de una pequeña humillación. Descubrí que no estaba cumpliendo con mi deber sinceramente; no tenía ningún testimonio. Dios ha expresado millones de palabras durante Su obra en los últimos días para salvar a aquellos que sinceramente creen en Él y buscan Su aparición. Como un ser creado, debería ser considerada con las intenciones de Dios, difundir el evangelio y dar testimonio de Dios, permitiendo a otros oír Su voz y ver Su aparición. Esto es lo más justo, y es mi misión y responsabilidad. Aunque enfrentemos dificultades y humillaciones durante este tiempo, todo esto tiene valor y significado. Ahora que entendí la intención de Dios, ya no estaba dispuesta a escapar ni a retirarme. No importaba cómo la destinataria potencial del evangelio me menospreciara o me avergonzara, debía dejar de lado mi orgullo y cumplir con mi deber. Al mismo tiempo, también comprendí que, después de que Satanás corrompiera a la humanidad, esta solo mira la apariencia externa de una persona, si tienen estatus y posición: Si es así, la gente la admira y la respeta, pero si carece de estatus y posición, de dinero e influencia, la menosprecian. Todo esto se debe a que Satanás corrompió a la humanidad. La persona a la que echaron y la destinataria potencial del evangelio me menospreciaban por mi estatus y posición, y esto era normal. Al darme cuenta de esto, mi estado cambió un poco. Más tarde, volví a ponerme en contacto con la persona a la que echaron y ella estuvo dispuesta a cooperar. Durante nuestra interacción, descubrí que tenía entendimientos muy absurdos y, sobre todo, que se aferraba a sus propias nociones y figuraciones. Tuvimos que desistir. Pero gracias a estas circunstancias, gané un mayor conocimiento sobre mí misma; esto es el amor de Dios.
Después, leí un pasaje de las palabras de Dios y gané un mayor conocimiento sobre mi propio estado. Dios Todopoderoso dice: “Sin importar tu identidad o tu estatus, todo está predestinado por Dios. Independientemente de la clase de familia o del entorno familiar que Dios haya predestinado para ti, la identidad que heredas no es ni vergonzosa ni honorable. El principio según el cual abordas tu identidad no debe basarse en el principio del honor y la vergüenza. Sin importar el tipo de familia en la que Dios te coloque ni la clase de familia de la cual Él te permita proceder, tú tienes solo una identidad ante Dios: la identidad de un ser creado. Ante Dios, eres un ser creado, así que a Sus ojos eres igual que cualquier otra persona de la sociedad con diferente identidad y estatus social. Sois todos integrantes de la humanidad corrupta y sois personas que Dios quiere salvar. Y por supuesto, ante Dios, todos tenéis la misma oportunidad de cumplir con vuestros deberes de seres creados y de perseguir la verdad y alcanzar la salvación. En este punto, en función de la identidad de ser creado que Dios te ha dado, no debes tener muy buena opinión de ella ni debes menospreciarla. En cambio, debes tratar correctamente tu identidad como criatura de Dios, debes ser capaz de llevarte bien en armonía con cualquiera en pie de igualdad y de acuerdo con los principios que Dios enseña a las personas y con los cuales las amonesta. Sin importar cuál sea el estatus o la identidad sociales de otra gente y cuáles sean los tuyos, todo aquel que entre a la casa de Dios y se presente ante Él tiene una única identidad: la de un ser creado. Por lo tanto, quienes tienen un estatus social y una identidad humildes no deben sentirse inferiores. Independientemente de si tienes o no talento, de lo grande que sea tu calibre y de que tengas o no capacidad, debes desprenderte de tu estatus social. Asimismo debes desprenderte de las ideas u opiniones sobre clasificar y calificar o catalogar a la gente como distinguida o humilde en función de su historia o sus antecedentes familiares. No debes sentirte inferior porque tu identidad y estatus sociales sean humildes. Deberías alegrarte de que, si bien tu entorno familiar no es tan poderoso y espectacular, y el estatus que has heredado es humilde, Dios no te ha abandonado. Él eleva a los humildes del estercolero y el polvo, y te otorga la misma identidad que a los demás: la de un ser creado. En la casa de Dios y ante Él, tu identidad y estatus son los mismos que los de todas las demás personas que han sido escogidas por Dios. Una vez que te des cuenta de ello, debes desprenderte de tu complejo de inferioridad y dejar de aferrarte a él” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (13)). Tras leer las palabras de Dios, me sentí bastante conmovida. En el pasado, solía pensar que las personas con estatus social y una buena situación familiar tenían una posición noble, que pertenecían a una clase superior, y que aquellas sin estatus y posición eran vulgares y de clase baja. Esta idea no era conforme a la verdad. Desde joven, la situación de mi familia era precaria. No tuve una buena educación ni aprendí ningún oficio, y los demás me menospreciaron durante toda mi infancia y hasta la edad adulta. Después de casarme, como mi esposo también era pobre y no tenía estatus social, sentía que mi estatus y posición eran muy bajos, y me sentía muy inferior. Envidiaba y admiraba sobre todo a los que tenían estatus y posición. Después de creer en Dios, como yo era una trabajadora, la destinataria potencial del evangelio no me dejaba transmitirle el evangelio, así que me sentí aún más limitada. Creía que, debido a mi origen humilde y mi bajo estatus, solo conseguiría que los demás me avergonzaran, y que sería difícil difundir el evangelio, así que deseaba escapar y retirarme. A los ojos de Dios, todos son seres creados, tienen el mismo estatus y la misma posición, y no hay distinción entre alto y bajo. Aunque los humanos se clasifican en diferentes clases según su origen familiar y estatus social, Dios trata a todos con justicia. La gente solo tiene que aceptar la verdad para que Dios la salve. Soy un ser creado, así que debo cumplir con mi deber sin que mi estatus y posición me limiten.
Después, un hermano me mostró un pasaje de las palabras de Dios que me conmovió bastante. Dios Todopoderoso dice: “Pensad en ello: ¿cómo debéis abordar el valor, el estatus social y los antecedentes familiares del hombre? ¿Cuál es la actitud correcta que deberíais tener? Primero de todo, a partir de las palabras de Dios, debéis ver cómo Él aborda este asunto; solo así podréis comprender la verdad y no hacer nada que vaya en contra de ella. Entonces, ¿cómo considera Dios los antecedentes familiares de alguien, su estatus social, la educación que recibió y la riqueza que posee en la sociedad? Si no ves las cosas según las palabras de Dios y no puedes ponerte de Su lado y aceptar las cosas de parte de Dios, entonces la forma en que las ves estará ciertamente muy alejada de las intenciones de Dios. Si no hay mucha diferencia, tan solo una pequeña discrepancia, eso no es un problema; pero si la forma en que ves las cosas va completamente en contra de las intenciones de Dios, entonces no se ajusta a la verdad. En lo que a Dios respecta, lo que Él da a las personas y cuánto les da depende de Él, y el estatus que estas tienen en la sociedad también está ordenado por Dios y de ninguna manera es obra de la propia gente. Si Dios hace que alguien padezca el dolor y la pobreza, ¿significa eso que esa persona no tiene esperanza de salvación? Si tiene una valía y una posición social bajas, ¿no la salvará Dios? Si tiene un estatus bajo en la sociedad, ¿lo tiene también ante los ojos de Dios? No necesariamente. ¿De qué depende esto? Depende de la senda que esa persona recorra, de lo que persiga y de su actitud hacia la verdad y hacia Dios. Si alguien tiene un estatus social muy bajo, una familia muy pobre y un bajo nivel de educación, pero cree en Dios de manera sensata, ama la verdad y las cosas positivas, a los ojos de Dios, ¿tiene un valor alto o bajo, es valioso o despreciable? Es valioso. Viéndolo desde esta perspectiva, ¿de qué depende el valor de alguien, independientemente de que este sea alto o bajo, noble o humilde? Depende de cómo te ve Dios. Si Dios te ve como alguien que persigue la verdad, entonces tienes valía y eres valioso: eres un recipiente valioso. Si Dios ve que no persigues la verdad y que no te entregas sinceramente a Él, eres despreciable y careces de valor: eres un recipiente insignificante. No importa cuán educado seas o cuán alto sea tu estatus en la sociedad, si no persigues ni entiendes la verdad, tu valía nunca podrá ser alta; incluso si muchas personas te apoyan, te alaban y te adoran, sigues siendo un desgraciado deleznable. Entonces, ¿por qué ve Dios a las personas de esta manera? ¿Por qué a una persona tan ‘noble’, con un estatus tan alto en la sociedad, con tantas personas que la alaban y la admiran, e incluso con un prestigio tan elevado, Dios la considera insignificante? ¿Por qué la forma en que Dios ve a las personas es totalmente contraria a la opinión que estas tienen de los demás? ¿Acaso Dios se pone a sí mismo en contra de la gente adrede? En absoluto. Es porque Dios es verdad, Dios es justicia, mientras que el hombre es corrupto y no tiene ni verdad ni justicia, y Dios mide al hombre según Su propio criterio y Su criterio para medir al hombre es la verdad” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 7: Son perversos, insidiosos y falsos (I)). A través de las palabras de Dios, comprendí que Dios ordena los lugares y las familias en los que nace la gente, no es algo que los humanos puedan elegir, así que la gente debe someterse a la soberanía y los arreglos de Dios. Dios no mira el estatus social o la educación de la gente, ya sea alto o bajo, Él mira si puede practicar Sus palabras y cumplir con su deber de acuerdo con los principios-verdad. Si alguien tiene un estatus social alto y proviene de una buena familia, pero no persigue ni acepta la verdad, Dios no lo salvará. Si alguien no tiene conocimientos ni estatus, pero ama las cosas positivas, puede aceptar la verdad y actúa según las palabras de Dios, entonces Dios lo valorará. Dios mira los corazones de las personas y su actitud hacia la verdad. No importa lo alto que sea el estatus social de alguien, si puede presentarse ante Dios, leer Sus palabras, buscar conocerlo y cumplir con el deber de un ser creado, es noble a Sus ojos. Todos los que no se presentan ante Dios son bajos y carecen de valor. Dado que Dios pudo elevarme y que recibí Su gracia, cumpliendo con el deber de un ser creado, debo valorar la oportunidad que Dios me ha dado para cumplir con mi propio deber.
Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “No importa si tu familia te acarrea gloria o vergüenza, o si la identidad y el estatus social que heredas de tu familia son nobles o humildes, en lo que a ti respecta, la familia no es más que eso. No determina si puedes comprender y perseguir la verdad, o si puedes emprender la senda de la búsqueda de la verdad. Por lo tanto, la gente no debería considerarlo un asunto muy importante, porque no determina el destino ni el futuro de una persona, y menos aún la senda que esta toma. La identidad que uno hereda de su familia solo puede determinar sus propios sentimientos y percepciones entre los demás. Con independencia de que la identidad que heredes de tu familia sea algo que desprecies o de lo que merezca la pena presumir, no puede determinar si serás capaz de emprender la senda de la búsqueda de la verdad. Así pues, cuando se trata de perseguir la verdad, no importa qué tipo de identidad o estatus social hayas heredado de tu familia. Aunque la identidad que heredes te haga sentir superior y respetado, no merece la pena mencionarla. O, en caso de producirte sentimientos de vergüenza, inferioridad y baja autoestima, no afectará a tu búsqueda de la verdad. ¿Me equivoco? (No). No afectará a tu búsqueda de la verdad en lo más mínimo, ni a tu identidad como ser creado ante Dios. Al contrario, no importa qué identidad y estatus social heredes de tu familia; desde el punto de vista de Dios, todos tienen la misma oportunidad de salvarse, y cumplen con su deber y persiguen la verdad con el mismo estatus e identidad. La identidad que heredes de tu familia, ya sea honorable o vergonzosa, no determina tu humanidad ni la senda que sigas. Sin embargo, si le das mucha importancia y la consideras una parte esencial de tu vida y de tu ser, te aferrarás a ella con fuerza, no te desprenderás nunca de ella y te resultará motivo de orgullo. Si la identidad que heredas de tu familia es noble, la considerarás una especie de capital, mientras que, si es baja, la percibirás como algo vergonzoso. No importa que la identidad que hayas heredado de tu familia sea noble, gloriosa o vergonzosa, solo se trata de tu entendimiento personal, y es el mero resultado de enfocar la cuestión desde la perspectiva de tu humanidad corrupta. No es más que tu propia sensación, percepción y entendimiento, que no concuerdan con la verdad y no tienen nada que ver con ella. No es un capital para tu búsqueda de la verdad y, por supuesto, tampoco es un obstáculo para ella. Que tu estatus social sea noble y elevado, no significa que sea un capital para tu salvación. Que tu estatus social sea bajo y humilde, no significa que sea un obstáculo para tu búsqueda de la verdad, y mucho menos para tu búsqueda de la salvación” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (12)). Después de leer las palabras de Dios, me di cuenta de que la familia y el estatus social no tienen nada que ver con creer en Dios, perseguir la verdad y recibir la salvación. Además, difundir el evangelio no tiene nada que ver con el estatus y la posición de uno, sino con su actitud hacia el deber, así como con su capacidad para compartir y dar testimonio de la obra de Dios con claridad mientras difunde el evangelio. También influye si los destinatarios potenciales del evangelio creen sinceramente en Dios, porque solo los que creen sinceramente en Él son Sus ovejas, y solo ellos pueden oír y entender Su voz. Recordé a un hermano en una película evangélica que era un sacerdote católico con estatus y posición altos. Cuando los hermanos y hermanas le llevaron el evangelio, él no se enfocó en su estatus y posición, sino que escuchó las palabras de Dios y estuvo dispuesto a buscar e investigar. Determinó que era la voz de Dios y la aceptó. Descubrí que lo que los creyentes sinceros quieren oír son las palabras de Dios y la verdad. La razón por la que a menudo me sentía limitada por mi bajo estatus y posición era porque no había lugar para Dios en mi corazón y no veía las cosas según Sus palabras. En este punto, entendí que yo era un ser creado, y difundir el evangelio era mi responsabilidad y obligación. Sin importar si el estatus y la posición de un destinatario potencial del evangelio eran altos o bajos, todos eran personas corruptas que necesitaban la salvación de Dios. Mi responsabilidad era dar testimonio de lo que Dios dice y hace; en cuanto a si ellos podían aceptarlo, dependía de si eran Sus ovejas. Si lo eran, naturalmente podrían oír y entender Su voz.
En agosto de 2023, una hermana me pidió que difundiera el evangelio a una destinataria potencial del evangelio. Cuando supe que la familia de esta persona era rica e influyente, y uno de sus familiares era un oficial militar, lo primero que pensé fue que mi estatus y posición eran bajos, que había demasiada distancia entre nosotros y que no podría cooperar. ¿Y si me menospreciaba y no quería escucharme dar testimonio? Pensé en lo que sentía cuando se burlaban de mí y me menospreciaban, así que no tenía muchas ganas de ponerme en contacto con personas de estatus alto. Luego recordé estas palabras de Dios: “Entonces, ¿cómo considera Dios los antecedentes familiares de alguien, su estatus social, la educación que recibió y la riqueza que posee en la sociedad? Si no ves las cosas según las palabras de Dios y no puedes ponerte de Su lado y aceptar las cosas de parte de Dios, entonces la forma en que las ves estará ciertamente muy alejada de las intenciones de Dios” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 7: Son perversos, insidiosos y falsos (I)). Me di cuenta de que aún me sentía limitada por el estatus y la posición, y que debía opinar basándome en las palabras de Dios. Sin importar cuán alto fuera el estatus y la posición de la destinataria potencial del evangelio, a los ojos de Dios, todos somos seres creados con actitudes corruptas similares y todos necesitamos la salvación de Dios. Solo necesitaba confiar en Dios y cooperar lo mejor posible. En cuanto a si la destinataria potencial del evangelio podía aceptar el evangelio, eso estaba en manos de Dios. Cuando pensé en esto, ya no me sentí limitada. Más tarde, cuando fui a difundir el evangelio a esta persona, me sentí muy tranquila y enfocada en cómo ganármela. ¿Quién hubiera pensado que nos recibiría con tanta hospitalidad? Le leí las palabras de Dios Todopoderoso, compartiendo y dando testimonio de Su obra en los últimos días. Ella escuchó y pudo entender. Cuando compartí por cuarta vez, dijo: “Hermana, disfruto escucharte predicar. Eres bienvenida a venir a mi casa todos los días. Si traes gente para una reunión, pueden venir al quinto piso. Te mostraré el lugar ahora mismo”. Cuando vi que no solo no me ignoraba, sino que estaba dispuesta a investigar la obra de Dios, me sentí muy conmovida. Vi que los que creen sinceramente en Dios escuchan Sus palabras y la verdad. Solo necesitamos compartir y dar testimonio de Su obra con claridad para que logren resultados. Si son las ovejas de Dios, pueden oír y entender Su voz, y pueden presentarse ante Él. No importa cuál sea su estatus y posición en la sociedad. Más tarde, al encontrarme con otros destinatarios potenciales del evangelio con un estatus y una posición altos mientras difundía el evangelio, según las palabras de Dios y los principios, evalué si eran personas a las que se podía difundir el evangelio. Si era alguien que creía sinceramente en Dios, yo cooperaba de todo corazón, compartiendo y dando testimonio de la obra de Dios. Ya no me sentía limitada por el estatus y la posición, y mi corazón encontró alivio. ¡Gracias a Dios!
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