Mi historia en el recibimiento del Señor
De pequeña no podía andar por un dolor agudo de piernas, por lo que mi madre me llevó ante el Señor. Para mi sorpresa, mis piernas sanaron milagrosamente un mes después. A fin de retribuirle a Dios Su amor, dejé los estudios en 1998 y comencé a esforzarme por el Señor con entusiasmo. Luego, la iglesia reconoció que era una candidata de peso para recibir formación, y el anciano Qu me llevaba a distintas iglesias donde él predicaba. Los pastores y ancianos solían decir que el día del Señor era inminente y que debíamos ser como las vírgenes prudentes, que prepararon aceite para sus lámparas y aguardaron la venida del Señor. Añadían: “Según la Biblia, ‘He aquí, viene con las nubes y todo ojo le verá, aun los que le traspasaron; y todas las tribus de la tierra harán lamentación por Él’ (Apocalipsis 1:7). En los últimos días, el Señor volverá con gran gloria sobre un manto de nubes y nos arrebatará al aire para que estemos con Él. Entraremos al reino de los cielos y gozaremos de bendiciones eternas. Los incrédulos llorarán y crujirán los dientes mientras sucumben a las calamidades”. Al oír los animados sermones de los pastores y ancianos, pronto imaginaba una escena gloriosa en la que todos nos agrupábamos en torno al Señor conforme Él descendía a la tierra en un manto de nubes. Imaginen mi emoción al pensar en una escena tan conmovedora.
Un día de principios de 1999, el anciano Qu y el anciano Wang convocaron una reunión de colaboradores y dijeron: “Ha surgido una nueva iglesia, denominada ‘Relámpago Oriental’, que afirma que el Señor ya se ha encarnado, ha regresado, expresa palabras y lleva a cabo la obra del juicio, que comienza por la casa de Dios. ¿Pero cómo podía ser? Las Escrituras dejan claro que Dios descenderá sobre un manto de nubes, pero ellos dicen que el Señor ha vuelto encarnado. Esto no concuerda con la Biblia, así que no deben escuchar sus sermones ni leer sus libros, y mucho menos alojarlos. ¡Quien los aloje será expulsado de la iglesia!”.
Cuando lo dijeron, pensé: “Los ancianos son creyentes desde hace años y conocen bien la Biblia, con lo que deben de tener razón. Además, si las Escrituras dejan claro que el Señor descenderá sobre las nubes, ¿cómo es posible que se haya encarnado? Como aún tengo poca estatura, no debo encontrarme con nadie del Relámpago Oriental; si no, tal vez me descarríen”. Sin embargo, no mucho después, muchos colaboradores y creyentes como yo se convirtieron al Relámpago Oriental. El anciano Wang recalcó que debíamos romper la relación con estos colaboradores y creyentes y nos mandó correr la voz a todas las iglesias de que nadie debía convertirse al Relámpago Oriental. Posteriormente, fui a todos los puntos de reunión y les ordené resguardar la iglesia. También recalqué reiteradamente: “Cuando venga el Señor, lo hará sobre las nubes, no encarnado. Todo rumor de que el Señor se ha encarnado es falso”. Al oírlo, todos los creyentes asentían con la cabeza y expresaban que si venía alguien más a difundir el evangelio, lo echarían. Para que los hermanos y hermanas no oyeran la prédica del Relámpago Oriental, me apresuré a ir a cerrar iglesias por todos lados, pero, pese a hacer todo lo posible, continuó habiendo colaboradores y creyentes que se convirtieron al Relámpago Oriental.
Un día, en casa de un colaborador, este me dijo que el colaborador Li y otros estaban estudiando el Relámpago Oriental. Otros colaboradores y yo fuimos deprisa a impedírselo. Les dije: “Según las Escrituras, el Señor descenderá sobre un manto de nubes y todos presenciaremos Su descenso. Por eso no podemos creer a esos del Relámpago Oriental cuando afirman que el Señor se ha encarnado”. No obstante, en cuanto solté esas palabras, uno de ellos replicó: “Lo que predican es muy revelador ¡y coincide con la Biblia! Así pues, ¿por qué no podemos escucharlo? ¿Quién puede comprender la totalidad de la obra de Dios? Creo que debemos seguir investigando”. Eso me angustió, y ya iba a continuar disuadiéndolos, pero, de repente, se me obstruyó la garganta y me dio un ataque de tos. Tenía la cara roja como un tomate y se me saltaban las lágrimas; no podía pronunciar palabra. Todos los presentes miraban atónitos. Enseguida, los colaboradores me vertieron un vaso de agua, pero seguí tosiendo incluso tras bebérmelo. Sentía un pánico que me puso los pelos de punta y oraba continuamente al Señor para pedirle que me parara la tos. Ante mi estado, otro colaborador siguió hablando en mi lugar, pero, tras un par de comentarios, concluyeron aprisa la reunión. Fue una escena sumamente incómoda. Después de la reunión no pude evitar preguntarme: “Si defendía el camino del Señor y estaba protegiendo el rebaño, ¿por que me dio un ataque de tos en el momento más crucial? ¿Por qué no escuchó el Señor mis oraciones? Lo que yo decía, ¿no coincidía con Su voluntad?”. Enfermé no mucho después. Me dolían la cabeza y el estómago y me mareaba. Endeble y mareada en la cama, invoqué al Señor una y otra vez, pero, por más que le implorara, mi estado no cambiaba. No pude evitar pensar: “¿No soy lo bastante devota del Señor? Si he hecho lo imposible por proteger el rebaño, ¿por qué habría de enfermar?”. Me devané los sesos en busca de una respuesta, pero no la hallé. En otoño de 1999, el anciano Wang tuvo un accidente de camino a casa después de cerrar la iglesia. Se desmayó en el choque, tuvo una lesión craneal grave y estuvo varios días en estado crítico hasta que al final se estabilizó. Me quedé boquiabierta al enterarme: el anciano Wang llevaba años trabajando a capa y espada para el Señor y había sufrido graves penurias por proteger el rebaño e impedir que los creyentes aceptaran el Relámpago Oriental. ¿Por qué le pasaba algo así? Sin embargo, entonces yo no me daba cuenta de que estaba mal luchar contra el Relámpago Oriental. Varios meses después, una tarde supe que había más creyentes que estudiaban el Relámpago Oriental, así que un par de hermanas y yo corrimos a su casa en bicicleta y les contamos muchos rumores y falacias para amenazarlos e impedírselo. Esto asustó a todos esos hermanos y hermanas, que dijeron que no escucharían más sermones del Relámpago Oriental. Hasta que no oí aquello no me sentí, por fin, algo aliviada; pero luego, de camino a casa, cuando llegué a una cuesta abajo, perdí el equilibrio sobre la bicicleta, lo vi todo negro, me caí de ella y aterricé a casi dos metros de allí. Me mareé inmediatamente y me dolía todo el cuerpo. Se me partió la clavícula con la caída. El repentino accidente me dejó perpleja y confundida: ¿No nos otorga el Señor paz y gozo? ¿Por qué tenía yo estos reveses si protegía el camino del Señor? ¿Acaso el Relámpago Oriental, al que me resistía, era el auténtico regreso del Señor? No obstante, la Biblia deja claro que el Señor descenderá sobre las nubes, con lo que el Relámpago Oriental ¡no podía ser el camino verdadero! ¿Me estaba probando el Señor por no serle lo bastante devota, o lo había ofendido en modo alguno? Muy desconcertada, no captaba la voluntad del Señor.
Posteriormente me sentía cada vez más en tinieblas y agotada. Cuando leía la Biblia no comprendía nada y no decía nada en mis sermones. Hasta mis oraciones se sentían más sosas e insulsas. Parecía haber perdido la presencia del Señor y que la mayoría de nuestros creyentes se estaban volviendo tibios en la fe. En las reuniones, la mayoría de la gente charlaba o se dormía, e incluso muchos colaboradores y creyentes se habían ido del todo de la iglesia y regresado al mundo. Para mí, lo más decepcionante era que había muchos celos entre colaboradores. En las reuniones de colaboradores, estos y los ancianos peleaban por los asuntos más nimios y terminaban mal. Ante todo esto, yo no entendía por qué estaba así la iglesia. Empezaron a hartarme las reuniones y llegué a pensar en volver a la vida laica.
En 2002, mi madre, emocionada, me dijo un día: “El Señor Jesús ha vuelto y se ha encarnado para expresar Sus palabras y llevar a cabo la obra del juicio”. Esto me dejó boquiabierta. ¿No era esto lo que predicaba el Relámpago Oriental? ¿Se había convertido mi mamá al Relámpago Oriental? Sin darle tiempo a terminar de hablar, le pregunté: “¿Quién te contó que ha regresado el Señor Jesús? ¿Se te ha olvidado que la Biblia deja claro que, cuando venga el Señor, descenderá con gloria en las nubes y que esto sacudirá los cielos y la tierra? Dices que el Señor ha vuelto; ¿y por qué no hemos visto estas señales? Añades que el Señor se ha encarnado para llevar a cabo la obra del juicio, pero ¿cómo puede ser? No deberías creerte a la ligera cualquier cosa que oigas”. Ante mi obstinación, mi madre entró en su cuarto y salió con un libro pulcramente encuadernado. Dijo con entusiasmo: “Dios Todopoderoso es el regreso del Señor Jesús. Aquí se hallan las nuevas palabras expresadas por el Señor Jesús. Léelo y verás”. El libro era nuevo y el título, La Palabra manifestada en carne, estaba impreso en grandes letras doradas en la cubierta. Recordé inmediatamente la advertencia del clero: “No deben leer su libro. Si lo leen, los engañarán”. Yo contesté: “Mamá, no debes creerte esto. Tú no has leído mucho la Biblia, pero yo la conozco bien y he asistido a numerosos reavivamientos. ¿En serio crees saber más que yo? Si te descarrías en la fe, ¿no habrán sido en vano todos tus años en la iglesia?”. Pero por entonces yo no quería buscar y no paré de intentar convencer a mi mamá de que no se uniera al Relámpago Oriental. Sin embargo, dijera lo que dijera, mi madre no cedía y no cambiaba de idea en absoluto. Incluso me dijo seriamente: “Dios Todopoderoso es realmente el Señor Jesús que hemos anhelado siempre. Es el Espíritu de Dios, encarnado de nuevo para hablar y obrar. La Palabra manifestada en carne es la palabra de Dios para los últimos días y revela todos los misterios de la Biblia. Si no has leído las palabras de Dios Todopoderoso, ¿cómo sabes que no son las palabras del regreso del Señor? Según la Biblia, ‘La fe viene del oír’ (Romanos 10:17). Si no has abierto los ojos ni los oídos, ¿cómo esperas recibir al Señor? Reflexiona: si realmente ha vuelto el Señor y no lo recibes, ¿no lamentarás haber perdido la ocasión?”. Al oír sus palabras no se me ocurrió una buena forma de refutarlas, así que, de mala gana, respondí: “No leeré este libro; yo solo leo la Biblia. Hemos gozado mucho de la gracia de Dios, ¡no puedo ser una ingrata! Digas lo que digas, ¡no traicionaré al Señor!”. En vista de mi actitud, suspiró de frustración y se fue a hacer la cena. Poco después oí una tenue música que venía de la cocina. El cántico tenía una melodía pegadiza, pero, al oírla bien, vi que no era un himno que hubiéramos aprendido antes. Como sabía que mi mamá lo ponía para que lo oyera, me fui sin demora. Luego, mi mamá comenzó a poner himnos en casa muchas veces y, de noche, solía oírla orar por mí llorando. En ese punto pensé que ella era una persona que pensaba por sí misma y que, por tanto, debía de haber buscado de manera diligente el recibimiento al Señor. ¿Acaso era el Relámpago Oriental el auténtico regreso del Señor Jesús? Si no, ¿por qué estaba tan ansiosa y preocupada mi mamá en sus oraciones por mí? No obstante, recordé entonces lo que decían los pastores y ancianos y decidí mantenerme en el camino del Señor y no ceder. Posteriormente me alejé más de mi madre.
Un día, estando yo sentada en el sofá de la sala, mi mamá puso un himno en su cuarto. La letra del himno me atrajo: “Esta vez, Dios se ha hecho carne para llevar a cabo la obra que aún no ha completado, para juzgar y poner fin a esta era, para salvar al hombre de la vorágine del sufrimiento, para conquistar por completo a la humanidad y para transformar el carácter de vida de la gente. Son muchas las noches de insomnio que ha soportado Dios para liberar al hombre del sufrimiento y de esas fuerzas tan oscuras como la noche, y por el bien de la obra de la humanidad. Ha descendido desde lo más alto hasta lo más bajo para vivir en este infierno humano y pasar Sus días con el hombre. Dios jamás se ha quejado de la mezquindad que hay entre los hombres ni nunca le ha pedido demasiado al hombre; por el contrario, Dios ha soportado la mayor de las vergüenzas mientras realizaba Su obra. A fin de que toda la humanidad pueda gozar pronto del reposo, Dios ha soportado la humillación y padecido la injusticia para venir a la tierra y ha entrado personalmente en la boca del lobo a salvar a la humanidad. Muchas veces ha mirado las estrellas, muchas veces ha partido al amanecer y regresado al anochecer; ha soportado una agonía extrema y ha sido sometido a los ataques y embates de la gente. Dios ha venido a esta tierra de inmundicia, donde ha soportado en silencio los estragos y la opresión del hombre en las tinieblas, ¡pero nunca se ha defendido ni ha exigido demasiado a la gente! Ha llevado a cabo toda la obra necesaria para la humanidad: enseñar, dar esclarecimiento y reprender a la gente, refinarla con Sus palabras, además de advertirle, exhortarla, consolarla, juzgarla y desenmascararla. Cada paso que da es por el bien de la vida de la gente, está destinado a purificarla. A pesar de haberle quitado sus perspectivas y su destino, todo cuanto hace Dios es por el bien de la humanidad. Cada paso que da es para su supervivencia, para que la gente pueda tener un hermoso destino en la tierra” (Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos, Dios sufre un gran tormento por la salvación del hombre). La letra de este himno me hablaba en profundidad. No pude evitar recordar que el Señor Jesús se había encarnado para redimir a la humanidad. La clase dominante lo había buscado y perseguido, el mundo religioso lo había condenado y abandonado, la plebe lo había abucheado y difamado y Él nunca había tenido un lugar donde descansar ni un hogar. Pese a todo esto, expresó de todos modos la verdad para proveer a la gente, la sanaba, expulsaba demonios y acabó crucificado como eterna ofrenda de pecado por la humanidad, a la que redimió de pecado. Al recordar el amor de Dios a la humanidad y compararlo con la tortura que recibió a manos del hombre, mi corazón, dormido y endurecido, se conmovió profundamente y se me cayeron las lágrimas. ¿Acaso era Dios Todopoderoso el auténtico regreso del Señor Jesús? ¿Quién sino Dios podría expresar esas palabras? ¿Quién, si no, podría pagar ese precio por el hombre? Más tarde oí otro himno: “Después de todo, los inocentes se han ido haciendo insensibles; ¿por qué tendría Dios que hacerles siempre las cosas difíciles? El hombre débil está totalmente desprovisto de perseverancia; ¿por qué debería Dios tener siempre un enfado constante hacia él? El hombre débil y sin poder ya no tiene la menor vitalidad; ¿por qué debería Dios reprenderlo siempre por su desobediencia? ¿Quién puede resistir las amenazas de Dios en el cielo? Después de todo, el hombre es frágil, y Dios, en situación desesperada, ha empujado Su enfado en lo profundo de Su corazón, de manera que el hombre pueda reflexionar pausadamente sobre sí mismo” (Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos, Qué dura es la obra de Dios). La letra me impactó profundamente. Hablaba de la honda inquietud y el cariño de Dios por la humanidad: como cuando un niño desobediente le parte el corazón a su madre, pero esta lo llama continuamente con la esperanza de que su hijo salga de la niebla y vuelva a su lado. Estas palabras me parecieron la voz de Dios. No pude evitar recordar todas mis discrepancias con mi mamá en esa época: por más que intentara convencerme, no le hacía caso, y cuando me ponía recitaciones e himnos de las palabras de Dios, hasta me resistía y evitaba escucharlos sin la menor intención de investigar. No me parecía lo más mínimo a una cristiana. Luego, cuando mi mamá ponía himnos, ya no era tan reacia.
Un día oí este himno: “El regreso de Jesús es una gran salvación para aquellos que son capaces de aceptar la verdad, pero para los que son incapaces de hacerlo es una señal de condenación. Debéis elegir vuestro propio camino y no blasfemar contra el Espíritu Santo ni rechazar la verdad. No debéis ser personas ignorantes y arrogantes, sino alguien que obedece la dirección del Espíritu Santo, que anhela y busca la verdad; solo así os beneficiaréis” (Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos, Sé alguien que acepta la verdad). Al oír este himno, de pronto fui presa de la preocupación: “Si Dios Todopoderoso es el auténtico regreso del Señor Jesús, ¿no me condenaré por no aceptarlo? Es grave ofender a Dios, ¡un pecado que no se perdona ni en este mundo ni en el siguiente!”. También recordé que el Señor Jesús dijo: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados” (Mateo 5:6). El Señor Jesús nos enseñó que solo si buscamos y ansiamos la verdad podemos recibir el abundante sustento de Dios. Pero si estudiaba el Relámpago Oriental y me engañaban, ¿no habrían sido en vano todos mis años de fe? Como no dejaba de cambiar de idea y no podía decidirme, pedí ayuda al Señor en oración: “Oh, Señor, estoy muy confundida. Estas palabras parecen Tu voz, pero me da miedo haberlas malinterpretado y traicionarte. Señor, dudo que hayas vuelto como Dios Todopoderoso. Si esta es Tu auténtica obra, te pido esclarecimiento. Si no, que me ayudes a mantenerme firme”.
Días después, mi mamá volvió a sacar La Palabra manifestada en carne y me comentó: “Lee de forma diligente las palabras de Dios Todopoderoso y sabrás que es el regreso del Señor Jesús. Si no investigas, ¿cómo sabrás si lo es? Es como el bufé de un banquete: si solamente lo miras, pero no pruebas la comida, nunca sabrás a qué sabe. Si creemos en el Dios verdadero, ¿qué temes? Soy tu madre; ¿en serio crees que te voy a perjudicar?”. Las palabras de mi mamá fueron bastante convincentes. Pensé: “Cierto, solo he escuchado a los pastores y ancianos, cuyas palabras repito como un loro, pero nunca he oído los sermones del Relámpago Oriental ni leído las palabras de Dios Todopoderoso. Entonces, ¿cómo podría saber si Dios Todopoderoso es el regreso del Señor Jesús? Al leer la Biblia, ¿no había comprobado que el Señor Jesús era el Redentor?”. Con esa idea, tomé el libro y me puse a hojearlo. Vi lo que dice Dios Todopoderoso: “Quizás, habiendo oído el camino de la verdad y leído la palabra de vida, creas que solo una de cada diez mil de estas palabras está en sintonía con tus convicciones y con la Biblia, y entonces deberías seguir buscando en esa diezmilésima parte de esas palabras. Sigo aconsejándote que seas humilde, no te confíes demasiado y no te exaltes mucho. Con esta exigua reverencia por Dios en tu corazón, obtendrás mayor luz. Si examinas detenidamente y contemplas repetidamente estas palabras, entenderás si son o no la verdad, y si son o no la vida” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. En el momento que contemples el cuerpo espiritual de Jesús, Dios ya habrá vuelto a crear el cielo y la tierra). Con esta ferviente exhortación empecé a ponerme nerviosa y a asustarme: “¿Acaso son estas las auténticas palabras de Dios? Si no, ¿por qué se afirma que son las palabras de vida y el camino de la verdad, y por qué se aconseja a la gente que siga buscando aunque solo una palabra de cada 10000 coincida con sus convicciones y con la Biblia?”. Decidí investigar. Si no, sería demasiado tarde para lamentarme una vez que perdiera la ocasión de recibir al Señor. Cuando ya me había decidido, continué leyendo y encontré este pasaje. “Tengo la esperanza de que todos y cada uno de los hermanos y hermanas que buscan la aparición de Dios, no repetirán la tragedia histórica. No debéis convertiros en los fariseos de los tiempos modernos y clavar a Dios de nuevo en la cruz. Deberíais considerar cuidadosamente cómo darle la bienvenida al retorno de Dios y tener claridad acerca de cómo ser alguien que se somete a la verdad. Esta es la responsabilidad de todo aquel que está esperando que Jesús vuelva montado sobre una nube. Deberíamos frotarnos los ojos espirituales para aclararlos y no empantanarnos en palabras de exagerada fantasía. Deberíamos pensar en la obra práctica de Dios y echar un vistazo al aspecto práctico de Dios. No os dejéis llevar demasiado ni os perdáis en fantasías anhelando siempre el día en que el Señor Jesús descienda repentinamente sobre una nube entre vosotros, y os lleve a vosotros, que nunca lo habéis conocido o visto y que no sabéis cómo hacer Su voluntad. ¡Es mejor pensar en asuntos más prácticos!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prefacio). Esta lectura me resultó algo confusa. Si la Biblia deja claro que el Señor regresará con gran gloria sobre las nubes, ¿por qué decía este pasaje lo siguiente?: “Deberíamos frotarnos los ojos espirituales para aclararlos y no empantanarnos en palabras de exagerada fantasía”. “No os dejéis llevar demasiado ni os perdáis en fantasías anhelando siempre el día en que el Señor Jesús descienda repentinamente sobre una nube entre vosotros”. En realidad, ¿no volvía el Señor sobre las nubes? ¿Qué pasaba aquí? Le di vueltas y vueltas a la cuestión, pero no la entendía. Luego pensé en que venían mucho a casa unos creyentes en Dios Todopoderoso, así que decidí preguntarles, a ver qué respondían.
Un día vino a casa la hermana Muyu, de la Iglesia de Dios Todopoderoso, y le hablé de mi confusión. Sonriente, me respondió: “Cierto que la Biblia señala el regreso del Señor sobre las nubes, pero, en cuanto a cómo volverá el Señor, la Biblia contiene otras profecías aparte de las de Su venida sobre las nubes. ‘Porque así como el relámpago sale del oriente y resplandece hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre’ (Mateo 24:27). ‘Porque como el relámpago al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro extremo del cielo, así será el Hijo del Hombre en su día. Pero primero es necesario que Él padezca mucho y sea rechazado por esta generación’ (Lucas 17:24-25). Y ‘Vosotros también estad preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no esperéis’ (Lucas 12:40). ‘Por tanto, si no velas, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti’ (Apocalipsis 3:3). ‘He aquí, vengo como ladrón’ (Apocalipsis 16:15). ‘Pero a medianoche se oyó un clamor: “¡Aquí está el novio! Salid a recibirlo”’ (Mateo 25:6). Además, ‘He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo’ (Apocalipsis 3:20). En estos versículos, ¿por qué el Señor no hace más que recalcar ‘la venida del Hijo del hombre’, ‘vendrá el Hijo del hombre’ y ‘el Hijo del hombre en Su día’? ¿A qué alude ‘Hijo del hombre’? Al Espíritu de Dios, que se encarna y se convierte en el Hijo del hombre. Por sí solo, al Espíritu de Dios no se le puede llamar Hijo del hombre. Asimismo, el Señor señala reiteradamente que volverá ‘como ladrón’ y dice que ‘a medianoche se oyó un clamor’. Esto indica que, cuando vuelva el Señor, lo hará en silencio y en secreto, que se encarnará en el Hijo del hombre y descenderá en secreto sin que nadie descubra lo sucedido. Es como cuando el Espíritu de Dios se encarnó en el Señor Jesús para aparecer y realizar Su obra. El Señor Jesús parecía una persona normal y, cuando iba predicando por todas partes, nadie reconocía que era Dios encarnado, la manifestación de Cristo. Por eso podemos estar totalmente seguros de que, cuando vuelve el Señor, lo hace encarnado en el Hijo del hombre para aparecer y obrar”. Me sentí muy desconcertada cuando dijo esto Muyu. Los pastores y ancianos solían explicar que “Hijo del hombre” aludía al Señor Jesús, no al regreso del Señor Jesús. Los pastores y ancianos conocían bien la Biblia, así que no podían equivocarse. Razoné que tal vez Muyu había malinterpretado la Biblia y decía lo que no era. Al darme cuenta, de pronto señalé: “Muyu, los pastores y ancianos nos decían que ‘Hijo del hombre’ aludía al Señor Jesús, no al regreso del Señor encarnado”. Me respondió pacientemente: “Hermana, todos estos versículos dejan claro que son las profecías del regreso del Señor Jesús. Cualquier persona con discernimiento lo tiene claro. ¿Cómo va a aludir esto al Señor Jesús? ¿No malinterpreta ese clero las palabras del Señor? Además, mira el Evangelio de Lucas 17:24-25: ‘Porque como el relámpago al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro extremo del cielo, así será el Hijo del Hombre en su día. Pero primero es necesario que Él padezca mucho y sea rechazado por esta generación’. En estos versículos, el Señor profetiza las condiciones que habrá a Su regreso. Si el Señor regresara con gran gloria en un manto de nubes, seguro que todo el mundo quedaría aterrado y caería cuerpo a tierra. ¿Quién osaría entonces resistirse y rechazar al Señor? ¿Cómo se cumpliría la profecía ‘Pero primero es necesario que Él padezca mucho y sea rechazado por esta generación’ que aparece en la Biblia? Así, según las palabras del Señor, no cabe duda de que Su regreso es el Hijo del hombre encarnado. La aparición y obra de Dios Todopoderoso cumplen plenamente las profecías del Señor Jesús”.
Tras su enseñanza sentí mucha vergüenza. Su enseñanza estaba bien fundada y me convenció por completo. Por fin vi por qué, cuando hablaba el Señor Jesús de Su regreso, siempre mencionaba “la venida del Hijo del hombre”, “vendrá el Hijo del hombre” y “el Hijo del hombre en Su día”. Recalcaba reiteradamente “Hijo del hombre” para decirnos que volvería encarnado para aparecer y obrar como Hijo del hombre. Jamás imaginé que, pese a conocer bien la Biblia y explicársela a menudo a otros, no vería que la Biblia deja claro que el regreso del Señor será el Hijo del hombre para aparecer y obrar. Creía ciegamente lo que me contaban los pastores y ancianos. Estaba confundidísima en la fe y todos mis años de estudios bíblicos habían sido en vano. No comprendía lo más mínimo las palabras del Señor y todavía era ciegamente arrogante y limitadora. ¡Qué irracional! Me alegré de poder sosegarme por dentro y escuchar la enseñanza de Muyu. Si no, si solo hubiera escuchado los sermones de los pastores y ancianos, seguiría mirando hacia las nubes aguardando el descenso del Señor. ¡Al final, Dios me descartaría y abandonaría! Muyu continuó su enseñanza: “El regreso de Dios en los últimos días sucede en dos etapas. Primero, se encarna y llega en secreto; luego, vendrá en las nubes y aparecerá públicamente. Por ahora, la aparición y obra de Dios Todopoderoso encarnado es la primera etapa, la llegada del Señor en secreto. Dios expresa la verdad para realizar la obra de juicio, para purificar y salvar a la humanidad y para que esta se libre por completo de pecado. Los que realmente creen en Dios y anhelan Su aparición reconocen Su voz en las palabras de Dios Todopoderoso, se aseguran de que es el regreso del Señor Jesús y se presentan ante Él. Todos ellos son vírgenes prudentes, arrebatadas ante el trono de Dios y que ya reciben y experimentan el juicio y la purificación de las palabras de Dios. Así, en esta época es imposible que veamos aparecer al Señor sobre un manto de nubes. Hasta que Dios no haya formado un grupo de vencedores y concluido Su obra secreta en la carne, no infligirá los desastres, premiará a los buenos y castigará a los malos y descenderá al fin en un manto de nubes para revelarse a todos los pueblos. Entonces, los que antes condenaron a Dios Todopoderoso y se resistieron a Él llorarán, se darán golpes de pecho y crujirán los dientes con pesar en los desastres cuando vean que se resistían al regreso del Señor Jesús. Esto cumple plenamente la profecía del Apocalipsis: ‘He aquí, viene con las nubes y todo ojo le verá, aun los que le traspasaron; y todas las tribus de la tierra harán lamentación por Él’ (Apocalipsis 1:7)”.
Muyu me leyó luego un pasaje de las palabras de Dios Todopoderoso. “Muchas personas pueden no preocuparse por lo que digo, pero aun así quiero decirle a cada uno de estos llamados santos que siguen a Jesús que, cuando lo veáis descendiendo del cielo sobre una nube blanca con vuestros propios ojos, esta será la aparición pública del Sol de justicia. Quizás será un momento de gran entusiasmo para ti, pero deberías saber que el momento en el que veas a Jesús descender del cielo será también el momento en el que irás al infierno a ser castigado. Ese será el momento del final del plan de gestión de Dios, y será cuando Él recompense a los buenos y castigue a los malvados. Porque Su juicio habrá terminado antes de que el hombre vea señales, cuando solo exista la expresión de la verdad. Aquellos que acepten la verdad y no busquen señales, y por tanto hayan sido purificados, habrán regresado ante el trono de Dios y entrado en el abrazo del Creador. Solo aquellos que persisten en la creencia de que ‘El Jesús que no cabalgue sobre una nube blanca es un falso Cristo’ se verán sometidos al castigo eterno, porque solo creen en el Jesús que exhibe señales, pero no reconocen al Jesús que proclama un juicio severo y manifiesta el camino verdadero y la vida. Y por tanto, solo puede ser que Jesús trate con ellos cuando Él vuelva abiertamente sobre una nube blanca. Son demasiado tozudos, confían demasiado en sí mismos, son demasiado arrogantes. ¿Cómo puede recompensar Jesús a semejantes degenerados? El regreso de Jesús es una gran salvación para aquellos que son capaces de aceptar la verdad, pero para los que son incapaces de hacerlo es una señal de condenación. Debéis elegir vuestro propio camino y no blasfemar contra el Espíritu Santo ni rechazar la verdad. No debéis ser personas ignorantes y arrogantes, sino alguien que obedece la dirección del Espíritu Santo, que anhela y busca la verdad; solo así os beneficiaréis” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. En el momento que contemples el cuerpo espiritual de Jesús, Dios ya habrá vuelto a crear el cielo y la tierra). Tras oír las palabras de Dios Todopoderoso, deseché mi orgullo y por fin descubrí que tenía todo tipo de nociones y fantasías sobre la venida del Señor. No era de extrañar que no hubiera visto al Señor descender sobre las nubes en todos esos años. Se ha encarnado y ha venido en secreto, expresa palabras para salvar a la humanidad y no aparecerá en las nubes hasta que no forme un grupo de vencedores, pero a mí me había engañado el clero, que sacaba pasajes fuera de contexto y se ceñía a la Biblia literal. Estuve a punto de perder la ocasión de recibir al Señor y ser abandonada por Dios. ¡No ocurrió por muy poco!
Muyu continuó su enseñanza: “Todos sabemos que, hace 2000 años, todos los israelitas aguardaban al Mesías, pero cuando llegó y obró el Señor Jesús, los fariseos se ciñeron a la Escritura literal y estaban llenos de nociones sobre la llegada del Mesías. Creían que, cuando viniera Dios, se le llamaría Mesías, nacería en una familia aristocrática, tendría estatus y poder de rey y los liberaría a ellos del Imperio romano, pero cuando vino el Señor Jesús, no fue llamado Mesías. Nació en una familia plebeya, en un pesebre, y no era especialmente alto ni imponente. Llegaron a oprimirlo y perseguirlo. Renegaron de Él, lo condenaron y finalmente lo crucificaron, con lo que cometieron un pecado atroz, provocaron las maldiciones y el castigo de Dios y acarrearon la subyugación de los israelitas durante 2000 años. ¡Una lección brutal para ellos! Vale la pena que reflexionemos sobre la raíz de su fracaso. Si no entendemos esto, entonces, respecto a la venida del Señor, es probable que sigamos la misma senda de resistencia a Dios por la que fueron los fariseos”. Cuando terminó la hermana, leyó conmigo otro pasaje de las palabras de Dios Todopoderoso: “¿Deseáis conocer la raíz de la oposición de los fariseos a Jesús? ¿Deseáis conocer la esencia de los fariseos? Estaban llenos de fantasías sobre el Mesías. Aún más, solo creían en su venida, pero no buscaban la verdad de la vida. Por tanto, incluso hoy siguen esperándole, porque no tienen conocimiento del camino de la vida ni saben cuál es el camino de la verdad. Decidme, ¿cómo podrían obtener la bendición de Dios tales personas insensatas, tozudas e ignorantes? ¿Cómo podrían contemplar al Mesías? Se opusieron a Jesús porque no conocían la dirección de la obra del Espíritu Santo ni el camino de la verdad mencionado por Jesús y, además, porque no entendían al Mesías. Y como nunca le habían visto ni habían estado en Su compañía, cometieron el error de aferrarse al mero nombre del Mesías mientras se oponían a Su esencia por todos los medios posibles. Estos fariseos eran tozudos y arrogantes en esencia, y no obedecían la verdad. El principio de su creencia en Dios era: por muy profunda que sea Tu predicación, por muy alta que sea Tu autoridad, no eres Cristo a no ser que te llames el Mesías. ¿No es esta creencia absurda y ridícula?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. En el momento que contemples el cuerpo espiritual de Jesús, Dios ya habrá vuelto a crear el cielo y la tierra). Muyu me enseñó esto: “Dios Todopoderoso ha revelado la esencia y la raíz de la resistencia de los fariseos al Señor Jesús. Se debió a su naturaleza, terca y arrogante, y a que estaban hartos de la verdad y la odiaban. Además, no entendían la obra de Dios y se ceñían a la Escritura literal, con lo que limitaban la aparición y obra de Dios a sus nociones. Hasta cuando el Señor Jesús expresó muchas verdades e hizo abundantes milagros siguieron sin buscar ni aceptar esto en absoluto. Se aferraron a la Escritura literal, queriendo usarla para criticar, condenar y resistirse al Señor, a quien acabaron crucificando. Por eso, teniendo en cuenta la venida del Señor en los últimos días, solo si aprendemos la brutal lección del fracaso de los fariseos, renunciamos a nuestras nociones y estudiamos la aparición y obra de Dios, podemos esperar recibir al Señor. Hoy día, los pastores y ancianos del mundo religioso son como los fariseos. Cuando oyen que se da testimonio de la venida del Señor, no la buscan ni estudian en absoluto, e incluso se aferran, obstinados, al pasaje bíblico sobre la venida del Señor en las nubes. Según ellos, ‘el que afirme ser el Señor Jesús, pero no venga sobre una nube, es un falso Cristo’, con lo que se resisten sin motivo a Dios Todopoderoso e impiden que los creyentes estudien el camino verdadero. Si no se arrepienten nunca, Dios los expondrá en los últimos días como falsos creyentes y anticristos y, concluida la obra de salvación de Dios, llorarán y crujirán los dientes mientras sucumben a calamidades inauditas”.
Esto me dejó asustada y temblando. Pensé en lo que ella había dicho a la luz de mi propia conducta: me ceñía a la Biblia literal en cuanto al recibimiento al Señor, pues, según mis nociones, creía que Él llegaría sobre un manto de nubes. Cuando oía afirmar a alguien que había vuelto el Señor Jesús, no solo no lo estudiaba, sino que, con los pastores y ancianos, lo condenaba a ciegas, difundía toda clase de rumores para difamar y calumniar a Dios Todopoderoso e impedía que los creyentes estudiaran el camino verdadero. No había diferencia entre mi conducta y la de los fariseos que se resistieron al Señor Jesús. Yo era una farisea moderna, un obstáculo para que los creyentes no estudiaran el camino verdadero. De no ser por la clemencia de Dios, manifestada en la enseñanza de la verdad por parte de Muyu, gracias a la que oí la voz de Dios, alguien tan terca e intolerante hacia la verdad como yo sería finalmente abandonada, descartada, maldecida y castigada por Dios. Luego le pregunté: “Ya que el Señor se ha encarnado para realizar Su obra en secreto, ¿cómo podemos estar seguros de que Dios Todopoderoso es Dios encarnado, Cristo de los últimos días?”. Me leyó más pasajes de las palabras de Dios Todopoderoso. “La ‘encarnación’ es la aparición de Dios en la carne; Él obra en medio de la humanidad creada a imagen de la carne. Por tanto, para que Dios se encarne, primero debe ser carne, una carne con una humanidad normal; esto, como mínimo, es el requisito previo más básico. De hecho, la implicación de la encarnación de Dios es que Él vive y obra en la carne; Dios se hace carne en Su misma esencia, se hace hombre” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de la carne habitada por Dios). “El Dios encarnado se llama Cristo y Cristo es la carne vestida con el Espíritu de Dios. Esta carne es diferente a cualquier hombre que es de la carne. La diferencia es porque Cristo no es de carne y hueso; Él es la personificación del Espíritu. Tiene tanto una humanidad normal como una divinidad completa. Su divinidad no la posee ningún hombre. Su humanidad normal sustenta todas Sus actividades normales en la carne, mientras que Su divinidad lleva a cabo la obra de Dios mismo” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de Cristo es la obediencia a la voluntad del Padre celestial). “Aquel que es Dios encarnado poseerá la esencia de Dios, y Aquel que es Dios encarnado tendrá la expresión de Dios. Puesto que Dios se hace carne, Él traerá la obra que pretende llevar a cabo y puesto que se hace carne expresará lo que Él es; será, asimismo, capaz de traer la verdad al hombre, de concederle la vida y de señalarle el camino. La carne que no contiene la esencia de Dios definitivamente no es el Dios encarnado; de esto no hay duda. Si el hombre pretende investigar si es la carne encarnada de Dios, entonces debe corroborarlo a partir del carácter que Él expresa y de las palabras que Él habla. Es decir, para corroborar si es o no la carne encarnada de Dios y si es o no el camino verdadero, la persona debe discernir basándose en Su esencia. Y, así, a la hora de determinar si se trata de la carne de Dios encarnado, la clave yace en Su esencia (Su obra, Sus declaraciones, Su carácter y muchos otros aspectos), en lugar de fijarse en Su apariencia externa. Si el hombre sólo analiza Su apariencia externa, y como consecuencia pasa por alto Su esencia, esto muestra que el hombre es ignorante” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prefacio). Tras terminar de leer, Muyu me enseñó esto: “Las palabras de Dios Todopoderoso nos dejan claro que la encarnación implica que el Espíritu de Dios se reviste de carne y se hace una persona normal que aparece en el mundo a expresar la verdad y a obrar. Por fuera, Cristo parece una persona normal, pero el Espíritu de Dios está en Él, es la encarnación del Espíritu de Dios. Por eso Cristo no solo tiene una humanidad normal, sino también plena divinidad; es decir, el carácter inherente de Dios, lo que Dios tiene y es, Su autoridad, omnipotencia y sabiduría se hacen realidad en Su cuerpo encarnado. Cristo es el propio Dios, Señor de la creación. Así, Cristo puede expresar la verdad, revelar misterios en todo momento, expresar el carácter de Dios y todo cuanto Él tiene y es, y realizar la obra de redención y salvación de la humanidad. De igual modo, el Señor Jesús era la encarnación de Dios, Cristo. Aunque el Señor pareciera una persona normal por fuera y, en efecto, viviera entre los seres humanos en la tierra, podía expresar la verdad y revelar los misterios del reino de los cielos en cualquier momento y le brindó a la humanidad el camino del arrepentimiento. El Señor Jesús perdonó los pecados a la gente y expresó el carácter amable y misericordioso de Dios. También hizo muchos milagros: sanaba a enfermos, expulsaba demonios, resucitaba a los muertos, calmó los vientos y los mares y alimentó a 5000 personas con cinco panes y dos peces. Las palabras y la obra del Señor Jesús eran manifestación plena de la autoridad y el poder de Dios. Todos comprobamos que el Señor Jesús era Cristo, Dios encarnado, a tenor de Sus palabras y Su obra. Por tanto, al comprobar si alguien es o no Dios encarnado, no debemos evaluarlo en función de su apariencia externa, de la familia en que nació, de si tiene estatus o poder ni de si los demás lo respaldan o lo rechazan, sino únicamente en función de si puede expresar la verdad y realizar la obra de Dios. Esta es la clave. Siempre que pueda expresar la verdad y realizar la obra de salvar a la humanidad, por muy normal que parezca por fuera y por más que lo condenen y rechacen, es innegable que, de todos modos, es Dios encarnado, Cristo. Desde que apareciera para realizar Su obra, Dios Todopoderoso ha expresado millones de palabras y revelado todos los misterios del plan de gestión de Dios. Reveló el objetivo de Su plan de gestión, la historia interna de las tres etapas de Su obra, el misterio de Sus encarnaciones y nombres, la historia interna de la Biblia, cómo Su obra de juicio en los últimos días purifica y salva a la humanidad, el resultado y destino de cada tipo de persona, cómo se materializa el reino de Cristo en la tierra, y mucho más. Y sobre todo, Dios Todopoderoso también juzga y expone la naturaleza satánica de la gente, de resistencia a Dios, y todas sus actitudes corruptas. Además, muestra a la gente la senda para librarse de pecado y salvarse. Las verdades expresadas por Dios Todopoderoso son tan abundantes que ha expresado cada aspecto de la verdad que precisamos para salvarnos plenamente y jamás se ha escuchado hablar sobre estos misterios y verdades. Los escogidos de Dios han experimentado el juicio y castigo de Sus palabras y tienen una comprensión real de su carácter corrupto, reconocen el carácter justo y majestuoso de Dios, se liberan poco a poco de los grilletes y limitaciones del pecado y han transformado su carácter vital en diversa medida. Solo con la lectura de las palabras de Dios Todopoderoso y la vivencia personal de Su obra en los últimos días hemos conocido que Dios Todopoderoso es Dios encarnado, Cristo de los últimos días”.
Las palabras de Dios Todopoderoso y las de Muyu tenían esclarecimiento. Vi que la clave para determinar si alguien es Dios encarnado radica en si puede expresar verdades, realizar la obra de salvación y expresar el carácter de Dios y todo cuanto Él tiene y es. Así pues, Dios Todopoderoso es realmente Dios encarnado, el regreso del Señor Jesús; si no, ¿quién más podría abrir el rollo y los siete sellos para revelar todos los misterios y verdades ocultos? Aparte de Dios, ¿quién podría salvar a la humanidad liberándonos de los grilletes del pecado?
Muyu prosiguió: “En esta aparición, Dios expresa sobre todo Sus palabras para identificar a aquellos que ansían Su llegada y oyen Su voz. El Señor Jesús dijo: ‘Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen’ (Juan 10:27). Todas las ovejas de Dios anhelan la verdad y lo veneran. Cuando alguien afirma que el Señor ha vuelto, buscan y estudian el camino verdadero. Al leer las palabras de Dios Todopoderoso, reconocen la voz de Dios, aceptan a Dios Todopoderoso y tienen la ocasión de salvarse. Los que no son ovejas de Dios se aferran arrogante y tercamente a las nociones religiosas, se niegan a escuchar la voz de Dios y hasta juzgan y condenan Su obra en los últimos días. Al final recibirán el castigo que merecen. Por tanto, con Sus palabras, Dios revela cada tipo de persona en los últimos días y las clasifica según su tipo para premiar a los buenos y castigar a los malos. Esto manifiesta plenamente la justicia de Dios”.
Al oír esto, agaché la cabeza y se me saltaron las lágrimas. Sabía que me había resistido mucho a Dios. Al recordar la época en que daban testimonio del regreso del Señor, no lo busqué ni estudié, sino que obedecí ciegamente a los pastores y ancianos, difundí mentiras e intimidé a los creyentes para que no estudiaran el camino verdadero. En consecuencia, me dio tal ataque de tos que no podía hablar, enfermé y hasta me partí la clavícula. También el anciano Wang tuvo un accidente de tráfico. Entendí que nada de esto fue un mero accidente. Fueron castigos y retribución por resistirnos a Dios, pero estaba dormida y no sabía que me hacía falta despertar. Incluso condenaba y me resistía continuamente a la aparición y obra de Dios porque creía que protegía el camino del Señor y el rebaño. ¡Qué dormida estaba! Ni en mis mejores sueños imaginé que el Relámpago Oriental, al que había difamado y me había resistido continuamente, ¡era realmente el Señor Jesús al que tanto había aguardado! Sentí una angustia y un pesar indescriptibles y me odié por estar tan ciega y ser tan necia. Había creído en Dios sin reconocer Su obra y, como los ancianos, hasta me había opuesto a Él y había impedido que los creyentes estudiaran el camino verdadero. Por mi conducta, realmente merecía el castigo de Dios, pero Él no obró en mí en función de mis transgresiones, e incluso utilizó a mi madre, que ponía himnos de Sus palabras para que los oyera una y otra vez, y a Muyu, que me enseñó la verdad, para que mi corazón dormido y terco despertara y entendiera poco a poco, de modo que aceptara Su aparición y obra. ¡Gracias a Dios Todopoderoso por Su clemencia y Su salvación!
Luego devoré con avidez las palabras de Dios Todopoderoso. Con ellas conocí el significado de los nombres de Dios en las distintas eras, la intrahistoria de la Biblia, cómo ha corrompido Satanás a la humanidad y cómo nos salva Dios. También aprendí que nuestra pecaminosidad y nuestra resistencia a Dios radican en nuestra naturaleza satánica, y a buscar la manera de librarme de la corrupción y alcanzar la salvación. Vi que las palabras y la obra de Dios Todopoderoso cumplen plenamente las palabras del Señor Jesús: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir” (Juan 16:12-13). Las palabras de Dios Todopoderoso subsanaron gran parte de mi confusión y mis falsas nociones y me aseguré totalmente de que eran las declaraciones personales de Dios. Dios Todopoderoso era el Señor Jesús, a quien había aguardado tanto tiempo. Me sentía como una niña perdida durante años que por fin se reencontraba con su madre. No pude evitar abrazar el libro de las palabras de Dios y echarme a llorar. Me odié por estar tan ciega y no reconocer a Dios, por resistirme a Su obra de los últimos días y condenarla sin pensar, y por ser un muro para los creyentes que buscaban y estudiaban el camino verdadero. Era rebelde y enemiga de Dios. Al percatarme, sentí un hondo pesar y decidí empezar a difundir el evangelio en cuanto pudiera para devolver al rebaño a aquellos a quienes había engañado y obstaculizado y para compensar mis transgresiones pasadas y reconfortar el corazón de Dios. Después me incorporé a aquellos que difundían el evangelio. Mientras lo difundía, solía contarle a la gente que antes me aferraba a la Biblia literal y cometía malas acciones de resistencia a Dios. Le decía que aprendiera de mis fallos anteriores y le predicaba las palabras de Dios Todopoderoso para que oyera la voz de Dios. Como cada vez más gente aceptaba la obra de Dios en los últimos días, me sentía muy feliz, enraizada y en paz.
Al mirar el camino recorrido desde mi resistencia a Dios hasta que Sus palabras me conquistaron, descubrí Su arduo esfuerzo a cuenta mía. Pese a lo rebelde que era, Dios no me abandonó y hasta me permitió oír Su voz y recibirlo. ¡Estos son el gran amor y la salvación de Dios para conmigo! ¡Demos gracias a Dios Todopoderoso!