El despertar de una esclava del dinero

27 Mar 2025

Por Mei Hua, China

Cuando era pequeña, mi familia vivía en un área montañosa remota. Mis padres se ganaban la vida trabajando en la granja, y las cosas eran bastante difíciles. Escuchaba decir a la gente que volvía de trabajar en otros lugares que había muchas oportunidades para ganar dinero en la ciudad y que la vida era mucho mejor allí. Por eso, ansiaba vivir en la gran ciudad. Soñaba con dejar las montañas algún día, mudarme a la ciudad para ganar dinero, mejorar las condiciones de vida de mi familia y ser la envidia de la gente de nuestro pueblo. Estudiaba muy duro y mis notas siempre eran buenas, pero, cuando llegué al primer año de secundaria, mi familia ya no pudo costear mis estudios y tuve que abandonarlos. Sin embargo, mi deseo de dejar las montañas seguía intacto, y aún soñaba con ganar mucho dinero en la ciudad, tener una vida mejor y hacer que todos me envidiaran.

En 2007, alguien me presentó a un posible pretendiente que era de la ciudad. Pensé que casarme con él me daría una vida mejor, pero al hacerlo, descubrí que su familia era la más pobre de la zona. Mi esposo y mi familia política no tenían educación y solo podían depender del trabajo forzado para ganarse la vida. La casa que habían construido ellos mismos ni siquiera tenía un techo decente. Las paredes y el suelo eran de cemento, y cada vez que llovía fuerte, el agua se filtraba en la casa. Lo que más me entristecía era que algunos vecinos nos ignoraban por nuestras pobres condiciones de vida. Eso me hacía arrepentirme de la decisión tan tonta que había tomado. Pero cuando pensaba en que me había casado en una gran ciudad, donde había más oportunidades para ganar dinero que en el campo, creía que, si mi esposo y yo trabajábamos duro, nuestras vidas mejorarían sin duda, y que, una vez que ganáramos dinero, nuestros vecinos nos envidiarían.

Un año después, mi esposo consiguió un trabajo pesado en una fábrica de herramientas, y poco después de dar a luz a nuestro hijo, encontré un empleo tejiendo a mano. Para ganar más dinero, yo solía trabajar hasta las dos o tres de la mañana y, con el tiempo, me fatigué. A veces me dolían tanto los brazos que ni siquiera podía levantarlos y tenía las dos muñecas hinchadas. Pero al pensar que una tarea más me haría ganar unos centavos más, sentía que valía la pena soportar esas adversidades. Especialmente cuando usaba el dinero que había ganado con mi trabajo duro para comprar comida y elementos necesarios para mejorar nuestras vidas, sentía que estas adversidades merecían la pena. Entonces, me convencí aún más de que, mientras mi esposo y yo pudiéramos soportar las adversidades, nuestras vidas no serían peores que las de los demás.

Un día, la tía de mi esposo vino a predicarme el evangelio y dijo: “El Salvador ha venido, y Él es Dios Todopoderoso, quien está realizando la obra de salvar a las personas en los últimos días. Solo aceptando la salvación de Dios y liberándose del pecado, la gente puede ser protegida por Dios y sobrevivir a la gran catástrofe…”. Creí en Dios en mi corazón, pero luego pensé: “Todavía vivo en una casa con goteras, mi hijo es muy pequeño y necesitamos dinero para todo tipo de cosas. Si creo en Dios, eso retrasará mi posibilidad de ganar dinero. No puedo dejar que eso suceda. Ganar dinero es lo más importante para mí en este momento, y en cuanto a creer en Dios, solo tendré que posponerlo hasta que mis condiciones de vida hayan mejorado”. Así que lo rechacé.

En ese momento, mi hijo acababa de aprender a caminar, y yo oía decir a la gente que el trabajo en la fábrica de alimentos era muy pesado, pero que el salario era tres o cuatro veces mayor que lo que yo ganaba en ese entonces. Me tentó un poco y pensé: “Mientras no tema a la adversidad o el cansancio, podré ganar más dinero en la fábrica de alimentos. ¿Eso no conducirá a una vida mejor?”. Así que confié mi hijo a mi suegra y comencé a trabajar en la fábrica de alimentos. Durante ese tiempo, mi esposo ocasionalmente decía que le dolía mucho la espalda, pero yo no le daba importancia y pensaba: “¿Cómo puedes ganar más dinero sin trabajar duro? ¿Acaso yo no suelo hacer horas extra hasta las dos o tres de la mañana? Solo perseverando podremos ganar más dinero”. Así que mi esposo y yo apretamos los dientes y perseveramos para ganar más dinero juntos. Poco después, conseguí otro trabajo en una fábrica de herramientas operando las afiladoras. Todos los días, mientras pulía las herramientas, debía sumergir las manos en agua con varios químicos que se agregaban para prevenir que los metales se oxidaran. Como no podía usar guantes para manejar muchas herramientas, pasaba todo el día con las manos sumergidas en esa agua. Uno de mis colegas tuvo una falla renal por este empleo, pero yo seguí trabajando allí durante ocho o nueve años. Mi esposo y yo trabajábamos duro para ganar un poco de dinero, y la comida y las prendas que podíamos costear mejoraron mucho en comparación con antes, e incluso logramos ahorrar para el anticipo de una casa. Nuestros vecinos, que solían ignorarnos por ser pobres, empezaron a acercarse más a nosotros. Nos saludaban con sonrisas al pasar e incluso nos mencionaban con envidia, diciendo que, como pareja, trabajábamos duro y vivíamos mejor gracias a nuestros esfuerzos. Me sentía orgullosa al escuchar eso; sentía que mis años de esfuerzo finalmente estaban dando frutos, y no podía estar más contenta. Pero una mañana, mientras nos preparábamos para ir a trabajar, mi esposo de repente dio un grito de dolor desde la cama y me pidió desesperado que lo llevara al hospital. El doctor lo examinó y dijo que tenía múltiples hernias de disco en la columna lumbar. El doctor recomendó una cirugía, porque de lo contrario corría el riesgo de quedar paralizado. Dijo que la cirugía costaría más de cien mil yuanes. Yo estaba anonadada: “¿Más de cien mil yuanes? Es todo lo que mi esposo y yo hemos logrado con años de esfuerzo, y todo desaparecerá solo por una enfermedad. ¿Acaso todos estos años de sufrimiento han sido en vano? Pero, si no recibe el tratamiento y termina paralizado, ¿quién luchará conmigo por esta familia? ¿Nuestras vidas no se harían más difíciles?”. Mi esposo lucía igual de angustiado y no podía aceptar que el dinero que tanto esfuerzo le había costado ganar desapareciera, así que decidió regresar a casa y descansar. Durante ese tiempo, yo era la única de la familia que llevaba dinero a casa, así que trabajaba aún más duro e, incluso cuando no me sentía bien, apretaba los dientes y perseveraba.

Un día, casi tres meses después, mientras me preparaba para salir a trabajar, sentí un dolor terrible en el cuello, tanto que no podía levantar la cabeza. Todo lo que veía estaba borroso y nublado, y sentía que no podía mantener la comida en el estómago. Mi esposo me pidió que fuera al hospital de inmediato. El doctor me dijo que tenía tres hernias graves en las vértebras cervicales y lumbares. Además, la hernia lumbar ya estaba comprimiendo los nervios de mi pierna izquierda. La cirugía costaría más de doscientos mil yuanes y ni siquiera garantizaba que pudiera curarme. Sin embargo, si no me trataba, podía quedar paralizada. Cuando oí esto, me sentí al borde del colapso y pensé: “Mi esposo todavía está mal, y ahora yo también podría quedar paralizada. ¡El dinero por el que mi esposo y yo hemos trabajado tanto ni siquiera alcanza para que ambos podamos ir al médico! Durante todos estos años, trabajamos muy duro para ganar dinero, pero, al final, no hemos disfrutado de nada y terminamos con varias enfermedades. ¿En verdad trabajamos por todo ese dinero en vano? Y lo peor es que, incluso si gastamos el dinero, no hay garantía de que me cure, y llegado el momento, el dinero se habrá ido, al igual que mi vida. ¿Para qué he vivido toda mi vida?”. Me sentía perdida por completo y pasaba los días entristecida. Más tarde, gracias a un familiar, mi esposo y yo conseguimos trabajos más ligeros. También recibimos algo de dinero por la demolición de nuestra casa y parecía que nuestras vidas comenzaban a mejorar. Sin embargo, el dolor en mi cuerpo a menudo me hacía sentir una corazonada y pensaba: “¿Podría quedar paralizada de repente? ¿Y si mi vida se termina antes de tiempo?”. Cuanto más pensaba en ello, más miedo sentía. A menudo me arrepentía de lo tonta que había sido todos esos años en los que no valoré mi cuerpo solo por ganar dinero. Ahora, aunque tengo algo de dinero, ninguna cantidad puede curar mi enfermedad. Estaba preocupada: “¿Cómo se supone que debo seguir así?”.

En mi dolor y confusión, mi tía me predicó el evangelio una vez más. Me puso un himno titulado “El porvenir del hombre está controlado por las manos de Dios”. Oí que la letra decía: “La suerte del hombre está controlada por las manos de Dios. Tú eres incapaz de controlarte a ti mismo: a pesar de que el hombre siempre va apresurado y se ocupa de sus propios asuntos, sigue siendo incapaz de controlarse. Si pudieras conocer tu propia perspectiva, si pudieras controlar tu propio sino, ¿seguirías siendo un ser creado?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso). Esta canción inmediatamente tocó una fibra de mi corazón. Durante todos estos años, había trabajado sin descanso para ganar dinero y soporté mucha adversidad para tener una vida que diera envidia al resto. Pero, al final, tanto mi esposo como yo terminamos enfermos y con riesgo de parálisis. Si perdiéramos nuestras vidas, ¿de qué nos habría servido todo el dinero que habíamos ganado? Al pensar en esto, me di cuenta de que el porvenir de una persona no está realmente en sus manos. Durante los días que siguieron, mi tía vino a comer y beber las palabras de Dios conmigo y me habló del origen de la humanidad, los misterios de las tres etapas de la obra de Dios y Su intención de salvar a la humanidad. Vi que Dios ha expresado muchas verdades y que Sus palabras tienen autoridad y poder, y me convencí de que Dios Todopoderoso es el verdadero Dios y que puede salvar a la humanidad. También prediqué el evangelio a mi esposo y juntos aceptamos la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días.

Tras aceptar la obra de Dios de los últimos días, leí muchos pasajes de Sus palabras. Un día, leí algo de las palabras de Dios: “Cuando la gente no sabe en qué consiste el sino ni entiende la soberanía de Dios, está forcejeando y tropezando a través de la niebla basándose en su propia voluntad, y el viaje es demasiado arduo, demasiado descorazonador. Por tanto, cuando las personas se dan cuenta de que Dios es soberano sobre el sino humano, los inteligentes escogen conocer y aceptar la soberanía de Dios y decir adiós a los dolorosos días de ‘intentar construir una buena vida con sus propias manos’, en lugar de seguir luchando contra el sino y en lugar de seguir persiguiendo a su propia manera los supuestos objetivos de la vida. Cuando una persona no tiene a Dios, cuando no puede verlo, cuando no puede conocer claramente la soberanía de Dios, cada día carece de sentido, no tiene valor y es indescriptiblemente doloroso. Independientemente de dónde esté una persona y de cuál sea su trabajo, sus medios de subsistencia y los objetivos que persigue no le traen otra cosa que una angustia infinita y un dolor que es difícil de superar, de forma que no puede soportar echar la vista atrás hacia su pasado. Solo aceptando la soberanía del Creador, sometiéndose a Sus instrumentaciones y disposiciones y buscando la obtención de la verdadera vida humana, puede una persona librarse gradualmente de toda angustia y dolor y deshacerse poco a poco de todo el vacío de la vida humana(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). En las palabras de Dios vi que, si las personas no se presentan ante Dios, solo pueden vivir bajo los engaños de Satanás, persiguiendo el dinero, la fama y la ganancia. Solo presentándonos ante Dios, sometiéndonos a Su soberanía y Sus arreglos, y persiguiendo la senda que Dios nos ha señalado, podemos ser protegidos por Él y escapar de los daños de Satanás. Al pensarlo, yo era una persona que sufría mucho bajo el control de Satanás. Antes, no reconocía la soberanía de Dios y siempre quise confiar en mí misma para salir de las montañas y tener una buena vida en la gran ciudad que otros envidiarían. Pero el origen de la familia de mi esposo no satisfacía mis deseos, así que decidí depender del trabajo para ganar dinero y cambiar mi porvenir humilde, usando mis propias manos para crear una vida mejor y convertirme en alguien rico que otros envidiarían. Me rompí el lomo para ganar dinero y, aunque el trabajo dañó gravemente mi cuerpo, no me detuvo en mi búsqueda de riqueza. Al final, no solo no gané mucho dinero, sino que quedé exhausta y enferma, enfrentándome incluso a la posibilidad de una parálisis. Estos recuerdos dolorosos me hicieron sentir que las personas no pueden controlar para nada su porvenir. Siempre había querido confiar en mí misma para cambiar mi porvenir, pero, al final, fui torturada por los engaños de Satanás.

Más tarde, me pregunté: “¿Por qué en el pasado estuve dispuesta a sufrir y esforzarme por dinero, pero era reacia a creer en Dios y presentarme ante Él?”. Mi esposo y yo leímos juntos un pasaje de las palabras de Dios: “‘El dinero mueve el mundo’ es una filosofía de Satanás. Prevalece en toda la humanidad, en cada sociedad humana; podríais decir que es una tendencia. Esto se debe a que se ha introducido en el corazón de cada persona que, al principio, no aceptaba este dicho, pero luego lo aceptó tácitamente cuando entró en contacto con la vida real, y empezó a sentir que estas palabras eran de hecho ciertas. ¿Acaso no es este un proceso por el que Satanás corrompe al hombre? Quizás las personas no entiendan este dicho en el mismo grado, pero cada uno tiene diferentes grados de interpretación y reconocimiento de este dicho en base a cosas que han acontecido a su alrededor y a sus propias experiencias personales, ¿no es ese el caso? Independientemente de cuánta experiencia tenga alguien con este dicho, ¿cuál es el efecto negativo que puede producir en el corazón de alguien? Algo es revelado por medio del carácter humano de las personas en este mundo, incluyéndoos a todos y cada uno de vosotros. ¿Qué es? Es la adoración al dinero. ¿Es difícil eliminar esto del corazón de alguien? ¡Es muy difícil! ¡Parece que la corrupción del hombre por parte de Satanás es realmente profunda! Satanás utiliza el dinero para tentar a la gente y la corrompe para que adore el dinero y venere las cosas materiales. ¿Cómo se manifiesta esta adoración por el dinero en las personas? ¿Os parece que no podríais sobrevivir sin dinero en este mundo, que pasar un solo día sin dinero sería imposible? El estatus de las personas y el respeto que imponen se basan en el dinero que tienen. Las espaldas de los pobres se encorvan por la vergüenza, mientras que los ricos disfrutan de su elevada posición. Se alzan llenos de soberbia, hablando en voz alta y viviendo con arrogancia. ¿Qué aportan a las personas este dicho y esta tendencia? ¿No es cierto que mucha gente realiza cualquier sacrificio en su búsqueda del dinero? ¿No sacrifican muchos su dignidad y su integridad en la búsqueda de más dinero? ¿No pierde mucha gente la oportunidad de cumplir con su deber y seguir a Dios por culpa del dinero? ¿Acaso perder la oportunidad de recibir la verdad y ser salvadas no es la mayor pérdida de todas para las personas? ¿No es Satanás siniestro al usar este método y este dicho para corromper al hombre hasta ese punto? ¿No es una artimaña malévola? Conforme pasas de la objeción a este dicho popular a aceptarlo finalmente como verdad, tu corazón cae por completo en las garras de Satanás y, por tanto, sin darte cuenta acabas viviendo por este dicho(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único V). Después de leer las palabras de Dios, comprendí que las personas se distancian de Dios y de la verdad porque están influenciadas y envenenadas por diversos puntos de vista erróneos inculcados por Satanás. Satanás usa proverbios como “El dinero mueve el mundo” y “El hombre muere por la riqueza como las aves por el alimento” para tentar a las personas a perseguir el dinero, llevándolas a luchar y dedicar toda su vida a ganarlo. ¡Yo había sufrido tanto por hacer esto! Creía que solo si ganaba dinero mejoraría mi vida, disfrutaría de una vida cómoda, ganaría el respeto de los demás y sería envidiada por ellos. Cuando hacía trabajo manual, trabajaba hasta las dos o tres de la mañana cada día para ganar unos centavos más. Cuando trabajaba en la fábrica de alimentos no dormía lo suficiente, pero nunca perdía la oportunidad de hacer horas extra para ganar más dinero. Los químicos usados en el trabajo con la afiladora eran extremadamente dañinos para la salud, pero, como el salario era bueno, aceptaba hacerlo. Durante todos estos años, lo único en lo que pensaba era en cómo ganar más dinero. Incluso cuando este trabajo tan intenso causó problemas de salud tanto a mi esposo como a mí, seguí resistiéndome a retrasar el trabajo para descansar y me repetía constantemente: “Si quiero una buena vida, tengo que apretar los dientes y aguantar”. Al final, con nuestro trabajo duro, pudimos ganar algo de dinero y la admiración de nuestros vecinos. Pero tanto mi esposo como yo habíamos agotado nuestros cuerpos y, tristemente, el dinero que habíamos ganado ni siquiera alcanzaba para cubrir nuestras cirugías. Había vivido bajo el veneno de Satanás que dice: “El dinero mueve el mundo” y casi termino paralizada. Lo que más lamentaba era haber rechazado el evangelio de Dios de los últimos días, que mi tía me trajo, por ganar dinero. Si Dios no hubiera usado a mi tía para predicarme el evangelio de nuevo, habría estado a punto de perder la oportunidad de seguir a Dios, ganar la verdad y ser salvada. ¡Hubiera sido verdaderamente tonta! En ese momento, me di cuenta de que Satanás había usado el dinero para controlar mis pensamientos y dominar mi vida, alejando mi corazón cada vez más de Dios. ¡Las tácticas de Satanás para desorientar a las personas son verdaderamente despreciables y perversas!

Seis meses después, comencé a cumplir mis deberes en la iglesia. Al principio, mis deberes eran relativamente fáciles y no impedían que ganara dinero en mi empleo, pero luego, cuando me convertí en líder, mi carga de trabajo en la iglesia aumentó y me encontré sin tiempo. En varias ocasiones, durante las reuniones, mi jefe me llamaba y me preocupaba que seguir así afectara mi empleo y mis ingresos. Después de todo, este empleo no era extenuante y, si lo perdía, ¡no podría ganar nada de dinero! Pero sabía que intentar equilibrar mi empleo y mis deberes retrasaría el trabajo de la iglesia. Me sentía muy en conflicto, así que oré a Dios: “Dios, por favor guíame para que el dinero no me limite y para no perder la oportunidad de hacer mis deberes”.

Un día, el predicador comprendió mi estado, y comió y bebió un pasaje de las palabras de Dios conmigo: “Si en estos momentos colocase dinero en frente de vosotros, y os diera la libertad de escoger, y si no os condenara por vuestra elección, la mayoría escogería el dinero y renunciaría a la verdad. Los mejores de entre vosotros renunciarían al dinero y de mala gana elegirían la verdad, mientras que aquellos que se encuentran en medio tomarían el dinero con una mano y la verdad con la otra. ¿No se haría evidente de esta manera vuestra verdadera esencia? Al elegir entre la verdad y cualquier cosa a la que sois leales, todos tomaríais esa decisión, y vuestra actitud seguiría siendo la misma. ¿No es así? ¿Acaso no hay muchos entre vosotros que han fluctuado entre lo correcto y lo incorrecto? En todas las luchas entre lo positivo y lo negativo, lo blanco y lo negro —entre la familia y Dios, los hijos y Dios, la paz y la alteración, la riqueza y la pobreza, el estatus y lo ordinario, ser apoyados y ser rechazados, y así sucesivamente— seguramente sois conscientes de las elecciones que habéis hecho. Entre una familia pacífica y una fracturada, elegisteis la primera, y sin ninguna vacilación; entre la riqueza y el deber, de nuevo elegisteis la primera, aun careciendo de la voluntad de regresar a la orilla; entre el lujo y la pobreza, elegisteis lo primero; entre vuestros hijos e hijas, esposa, marido y Yo, elegisteis lo primero; y entre la noción y la verdad, una vez más, elegisteis la primera. Al enfrentarme a toda forma de acciones malvadas de vuestra parte, simplemente he perdido la fe en vosotros. Estoy absolutamente asombrado de que vuestro corazón sea tan incapaz de ablandarse. La sangre del corazón que he gastado durante muchos años sorprendentemente solo me ha traído vuestro abandono y resignación, pero Mis esperanzas hacia vosotros crecen con cada día que pasa, porque Mi día ha sido completamente expuesto ante todos. Sin embargo, continuáis buscando cosas oscuras y malvadas, y os negáis a dejarlas ir. Entonces, ¿cuál será vuestro resultado? ¿Habéis analizado detenidamente esto alguna vez? Si se os pidiera que eligierais de nuevo, ¿cuál sería, entonces, vuestra postura? ¿Seguiría siendo lo primero? ¿Seguiríais dándome decepciones y una tristeza miserable? ¿Seguirían vuestros corazones teniendo solo un ápice de calidez? ¿Seguiríais sin ser conscientes de qué hacer para consolar a Mi corazón?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿A quién eres leal?). A partir de lo que exponían las palabras de Dios, vi que, tras ser corrompidos por Satanás, cuando enfrentamos la elección entre el dinero y la verdad, solemos elegir el dinero sin dudar y abandonamos la oportunidad de perseguir la verdad. Aunque había entrado en la casa de Dios, y a través del riego de las palabras de Dios había llegado a comprender algunas verdades, cuando el trabajo de la iglesia entraba en conflicto con mis intereses financieros personales, dudaba y daba más importancia al dinero que a la verdad. ¿Acaso no seguía aún a Satanás? Al darme cuenta de esto, fui consciente de que esto era Dios dándome la oportunidad de elegir nuevamente, para ver si seguiría a Satanás y perseguiría el dinero o si seguiría a Dios y perseguiría la verdad. Al observar a los hermanos y hermanas a mi alrededor, vi que llegaban a comprender más y más verdades a medida que se entrenaban en sus deberes en la iglesia. También noté que la iglesia me estaba cultivando como líder, con la esperanza de que, al cumplir mis responsabilidades, también pudiera ganar más verdades. No podía perder mi oportunidad de ganar la verdad por hacer dinero, y no podía defraudar la buena intención de Dios. Además, siempre me preocupaba que, si abandonaba mi empleo y dejaba de ganar dinero, nuestras condiciones de vida serían peores que las de los otros. Pero, en realidad, aunque ahora tenía una casa y algo de dinero extra, nada de esto lo había ganado yo. Fue Dios quien me lo proveyó a través de circunstancias como la demolición de nuestra casa. Verdaderamente comprendí que la riqueza de una persona no depende de sus propias elecciones sino que está sujeta a la ordenación de Dios. Vi que, sin importar cuánto confiara en mí misma, no podría ganar más dinero del que Dios ya estaba destinado para mí. Pero aún me preocupaba que, si no podía ganar dinero, mi vida sería pobre y no sería respetada por los otros, así que vacilaba entre el dinero y mis deberes. ¿Acaso no estaba en el mismo estado que cuando había rechazado el evangelio de Dios de los últimos días por mi afán de dinero? No podía seguir desperdiciando mi tiempo persiguiendo el dinero y el disfrute, ya que esto me haría perder la oportunidad de ganar la verdad y me llevaría a la ruina.

Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Debes sufrir adversidades por la verdad, debes sacrificarte por la verdad, debes soportar humillación por la verdad y, para obtener más de la verdad, debes padecer más sufrimiento. Esto es lo que debes hacer. No debes desechar la verdad en beneficio del disfrute de una vida familiar armoniosa y no debes perder toda una vida de dignidad e integridad por el bien de un disfrute momentáneo. Debes buscar todo lo que es hermoso y bueno, y debes buscar un camino en la vida que sea de mayor significado. Si llevas una vida tan vulgar y no tienes ningún objetivo que perseguir, ¿no es eso malgastar tu vida? ¿Qué puedes obtener de una vida así? Debes abandonar todos los placeres de la carne en aras de una verdad y no debes desechar todas las verdades en aras de un pequeño placer. Las personas así, no tienen integridad ni dignidad; ¡su existencia no tiene sentido!(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Las palabras de Dios llegaron a mi corazón, y comprendí que solo es verdaderamente significativo y valioso presentarse ante Dios y perseguir para ganar la verdad. Recordé que mi tía me había predicado el evangelio de Dios hace quince años, pero lo rechacé para ganar dinero, ¡y durante todo ese tiempo perdí la salvación de Dios! Todos esos años trabajé como un robot, haciendo trabajo duro día tras día, sin permitirme ni un momento para hacer una pausa y respirar. Como resultado, terminé con todo tipo de enfermedades por el agotamiento. Quince años de lucha por el dinero al final me dejaron completamente vacía, y vi que vivir de esa manera no tenía ningún sentido. Pensé en un familiar mío, que había ganado mucho dinero, era la envidia de todos en su pueblo y se volvió dueño de un negocio. Sin embargo, solía socializar y beber con sus socios de negocios, y esto finalmente le produjo una enfermedad en el hígado por intoxicación por alcohol. El doctor le indicó que no bebiera más. Sin embargo, para ganar más dinero, no dudó en dañar su cuerpo continuando con el alcohol y las reuniones sociales. Al final, desarrolló cáncer de hígado y murió joven. Recordé lo que dijo el Señor Jesús: “Pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?(Mateo 16:26). Las palabras de Dios me dicen que el dinero, la fama y las ganancias no pueden comprar la vida y solo conducen a la destrucción. Si yo no hacía mis deberes adecuadamente y seguía el camino de perseguir el dinero, mi cuerpo seguramente colapsaría. No solo arruinaría mi vida, sino que también perdería mi oportunidad de salvación. Aunque ahora ganaba menos dinero que antes, a menudo podía comer y beber las palabras de Dios y compartir experiencias con hermanos y hermanas, ¡y eso era una gracia de Dios! También entendí que Dios me permitió entrenarme en mis deberes en la iglesia para equiparme con más verdad, discernir cómo Satanás daña a las personas, conocer mi carácter satánico corrupto y encontrar la dirección correcta de la vida en las palabras de Dios. La verdad que una persona gana de Dios es la vida eterna, algo que nadie puede quitarle. No se compara con el dinero y es lo más preciado de la vida. Al darme cuenta de esto, oré a Dios diciendo que estaba dispuesta a dejar mi empleo, a creer en Dios y a hacer mis deberes como corresponde en los días venideros.

Poco después, dejé mi empleo y me dediqué por completo a mis deberes. Ahora, tanto mi esposo como yo gozamos de buena salud, y los mareos, dolores de espalda y molestias que solíamos sentir desaparecieron por completo. Lo que me hace aún más feliz es que, al entrenarme en mis deberes, he llegado a comprender mejor mi carácter corrupto. Estoy muy agradecida a Dios por rescatarme de las ataduras del dinero, la fama y las ganancias, y por traerme ante Él y darme más oportunidades para ganar la verdad.

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