Las consecuencias de no perseguir la entrada en la vida
En septiembre de 2023, la policía detuvo a la hermana que era mi compañera. En ese tiempo, yo era líder de la iglesia. Al ver que los hermanos y hermanas vivían con miedo y necesitaban ayuda y apoyo, y que había que afrontar desesperadamente las consecuencias, me sentí muy ansiosa. Empecé a ocuparme sin parar de trasladar libros, compartir y resolver los estados de los hermanos y hermanas, así como regar y apoyar a los nuevos fieles. En esos días, salía de casa antes del amanecer y me quedaba hasta muy tarde por la noche antes de irme a dormir. Aunque a veces me sentía muy cansada, cuando veía que el estado de los hermanos y hermanas mejoraba y cumplían sus deberes con normalidad, y que los libros se trasladaban sin problemas a una casa segura, me sentía muy feliz, y pensaba: “En circunstancias tan peligrosas, soy capaz de manejar bien los asuntos, y el trabajo de la iglesia no ha sufrido ninguna pérdida. Si sigo así, al final definitivamente recibiré la salvación de Dios”. Al pensar en esto, cumplía con mis deberes con más energía. Todas las mañanas, al despertarme, iba directo a las reuniones y a implementar el trabajo, pero reflexionaba muy poco sobre si el trabajo que hacía estaba en línea con los principios. Incluso cuando me tomaba un tiempo para comer y beber las palabras de Dios, seguía pensando en qué pasaje de las palabras de Dios podía resolver los estados de los hermanos y hermanas. Rara vez comparaba las palabras de Dios con mi estado. A veces me daba cuenta de que solo ponía énfasis en hacer el trabajo, y muy pocas veces buscaba la verdad y reflexionaba sobre mí misma. Pero cuando veía progresos en el trabajo, sentía que no importaba si comía y bebía poco de las palabras de Dios o si no buscaba la verdad. Si hacía bien el trabajo, era suficiente. Además, la iglesia aún tenía mucho trabajo por hacer, así que seguí ocupándome de las tareas.
Más tarde, eligieron a una hermana para que fuera mi compañera. Como ella era nueva en algunos trabajos, yo hacía gran parte del trabajo. Cuando hablábamos del trabajo, noté que ella no tomaba la iniciativa, así que tuve una opinión negativa de ella, y mi tono con ella fue duro. Noté que se sentía limitada por mí, pero no reflexioné sobre mí misma. Creía que no era un problema grave y que no retrasaría el cumplimiento de mi deber. Aún tenía mucho trabajo que hacer; ¿dónde me quedaba tiempo para buscar la verdad y resolver mi estado? ¿Y si dedicaba tiempo a esto y retrasaba el trabajo? Cumplir con mi deber y obtener resultados era lo más importante. Más tarde, seguí ocupándome del trabajo. Un día, hablaba del trabajo con dos diáconos. Ambos tenían un temperamento lento y no expresaban activamente sus opiniones, así que me sentí un poco ansiosa: “Mientras habláis del trabajo, si no expresáis vuestro punto de vista, ¿cómo puede ser esto bueno?”. Luego les reproché: “Hermanos, si no expresáis activamente vuestros puntos de vista cada vez, ¿cómo vamos a discutir esta obra?”. Cuando terminé, uno de los hermanos agachó la cabeza y parecía avergonzado. Ocurrieron muchas ocasiones similares durante aquel tiempo. En cuanto vi que los hermanos no expresaban activamente sus puntos de vista, empecé a despreciarlos. Uno de los hermanos se sentía un poco negativo y dijo: “Soy mayor y tengo reflejos lentos. No puedo seguir el ritmo ni cumplir bien con este deber”. En realidad, sabía que los hermanos eran nuevos en este deber, y era normal que no lo entendieran o no pudieran hacerlo. Debería haberles animado y ayudado. Pero no creí que fuera un gran problema decir lo que dije: No les estaba pidiendo demasiado, solo esperaba un poco más de iniciativa al cumplir con su deber. Así que no puse énfasis en resolver esto. Pensé: “El carácter corrupto de uno no cambia de la noche a la mañana. Debería resolver los problemas con el trabajo mientras tengo tiempo. Si no hago el trabajo, ¿cómo puedo obtener resultados?”. Como solo me dedicaba a hacer cosas y nunca ponía énfasis en leer las palabras de Dios, buscar la verdad o aprender lecciones de las cosas que surgían, me sentía vacía por dentro. Una vez, organicé que una familia en peligro salvaguardara los libros de las palabras de Dios. Cuando la líder superior se enteró, me podó por no actuar según los principios. Me sentí agraviada y seguí discutiendo y oponiéndome. Al ver que no lo aceptaba, ella me dijo: “Vas por ahí haciendo muchas cosas, pero las haces sin principios. Siempre actúas según tu propia voluntad y experiencia. Esto perjudica los intereses de la casa de Dios. Además, cuando te podan, no tienes una actitud de sumisión y búsqueda, ni practicas la autorreflexión. ¿Cómo puedes progresar así?”. Más tarde, reflexioné sobre mi desempeño. Me di cuenta de que siempre ponía énfasis en correr de un lado a otro y en hacer el trabajo; realmente no tenía ninguna entrada en la vida de la que hablar. Me presenté ante Dios en oración y le pedí que me guiara para conocer y resolver mis problemas.
Mientras buscaba, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Durante los últimos días, Dios no ha realizado ninguna obra que no esté conectada a Sus palabras. Ha hablado todo ese tiempo y ha usado palabras para guiar al hombre hasta hoy. Por supuesto, mientras hablaba, Dios también ha hecho uso de palabras para preservar Su relación con aquellos que le siguen. Se ha servido de palabras para guiarlos, y estas son de enorme importancia para aquellos que desean salvarse o para los que Dios desea salvar. Dios usará esas palabras para llevar a cabo el hecho de la salvación de la humanidad. Evidentemente, ya sea en términos de contenido o número, e independientemente de qué clase sean y a qué fragmento de las palabras de Dios pertenezcan, dichas palabras tienen una enorme importancia para cada uno de aquellos que desean ser salvados. Dios está usando estas palabras para lograr el efecto definitivo de Su plan de gestión de seis mil años. Para la humanidad, ya sea la de ahora o la del futuro, tienen una enorme importancia. Esa es la actitud de Dios y ese es el objetivo y significado de Sus palabras. Entonces, ¿qué debe hacer la humanidad? Debe cooperar en las palabras y la obra de Dios, no ignorarlas. Sin embargo, ese no es el camino de la fe en Dios de algunas personas. Diga lo que diga, es como si Sus palabras no tuvieran nada que ver con ellas. Siguen persiguiendo y haciendo lo que quieren, y no buscan la verdad conforme a las palabras de Dios. Eso no es experimentar la obra de Dios. Hay otros que no prestan atención diga Él lo que diga, que tienen una única convicción en su corazón: ‘Haré cualquier cosa que me pida Dios. Si me dice que vaya al oeste, yo iré al oeste; si me dice que vaya al este, iré al este; si me dice que muera, dejaré que me vea morir’. Sin embargo, por otro lado, no asimilan las palabras de Dios. Piensan para sus adentros: ‘Hay muchas palabras de Dios. Deberían ser un poco más directas y decirme exactamente lo que tengo que hacer. Puedo someterme a Dios en mi corazón’. No importa cuántas palabras diga Dios, al final las personas así siguen siendo incapaces de entender la verdad y no pueden hablar de sus experiencias ni de sus conocimientos. Son como laicos que carecen de comprensión espiritual. ¿Creéis que Dios ama a tales personas? ¿Desea ser misericordioso con ellas? (No). Desde luego que no. A Dios no le gustan esas personas. Él afirma: ‘He pronunciado incontables miles de palabras. ¿Cómo es que no las has visto u oído? ¿Es que eres ciego o sordo? ¿Qué piensas exactamente en tu corazón? Para mí no eres más que alguien que está obsesionado con conseguir las bendiciones y el hermoso destino. Persigues los mismos objetivos que Pablo. Si no quieres escuchar Mis palabras, si no deseas seguir Mi camino, ¿por qué crees en Dios? No buscas la salvación, persigues el hermoso destino y el deseo de bendiciones. Y puesto que eso es lo que estás tramando, lo más adecuado para ti es ser un contribuyente de mano de obra’. De hecho, ser un leal contribuyente de mano de obra es también una manifestación de sumisión a Dios, pero constituye el estándar mínimo. Seguir siendo un leal contribuyente de mano de obra es mucho mejor que hundirse en la perdición y la destrucción como un no creyente. En particular, la casa de Dios tiene necesidad de contribuyentes de mano de obra, y ser capaz de ser mano de obra para Dios también cuenta como bendición. Eso es mucho mejor, incomparablemente mejor, que ser lacayos de los reyes diablos. Sin embargo, a Dios no le satisface del todo que seas mano de obra para Él, porque Su obra de juicio es para salvar, purificar y perfeccionar a las personas. Si la gente se contenta con simplemente contribuir con mano de obra para Dios, ese no es el objetivo que Él desea alcanzar al obrar en la gente ni el efecto que desea ver. Sin embargo, a las personas les carcome el deseo, son necias y ciegas, están hechizadas, consumidas por algún mezquino beneficio, y desechan las preciosas palabras de vida pronunciadas por Dios. Ni siquiera pueden tratarlas con seriedad, y mucho menos apreciarlas. No leer las palabras de Dios y tampoco apreciar la verdad: ¿es eso inteligente o es una estupidez? ¿Puede la gente alcanzar la salvación de esa manera? Todo eso es algo que las personas deben comprender. Solo tendrán esperanza de salvación si dejan de lado sus nociones y figuraciones y se centran en perseguir la verdad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Atesorar las palabras de Dios es la base de la fe en Dios). Dios pone al descubierto que la gente solo se enfoca en las acciones superficiales. No importa cómo Dios les hable, siempre mantienen una actitud indiferente hacia Sus palabras. No ponen énfasis en comer y beber Sus palabras ni en buscar la verdad en ellas. Creer en Dios de este modo no es experimentar Su obra en absoluto. Al comparar mi comportamiento con las palabras de Dios, vi que yo era así. Creía que si hacía todo lo que la iglesia me pedía y lo hacía bien, podría satisfacer a Dios y ganar Su aprobación. Por eso, mientras cumplía con mi deber, sólo ponía énfasis en hacer cosas. Ignoraba por completo las palabras de Dios, e incluso pensaba que comer y beber Sus palabras me retrasaría en cumplir con mi deber. Sabía que Dios había expresado tantas palabras durante Su obra en los últimos días para que la gente persiguiera la verdad y un cambio de carácter, de modo que al final puedan ganar la verdad y recibir la salvación de Dios. Pero como yo no amaba la verdad, seguía persiguiéndola según mis propias nociones y figuraciones, pensando que era suficiente con hacer las cosas. Por eso, cuando se reveló mi corrupción en mis relaciones con otros, no busqué la verdad para corregirla. Dios expresa la verdad y pone al descubierto todo tipo de actitudes corruptas en los humanos. Además, establece circunstancias reales para que las experimentemos, para que seamos capaces de comprender la verdad, despojarnos de nuestra corrupción y ser purificados. ¡Este es el amor de Dios! Si Él solo quisiera que la gente se esforzara y trabajara, entonces no tendría que trabajar paso a paso hasta ahora, ni tendría que encarnarse, expresar la verdad y soportar tantas penurias. A pesar de haber leído tantas palabras de Dios, seguía sin entender Su intención de salvar a la gente, mi carácter corrupto no había cambiado nada. Era exactamente el tipo de laico del que hablan las palabras de Dios. Si seguía así, aunque trabajara más, al final no me salvaría. Al darme cuenta de eso, me presenté ante Dios y oré: “Dios Todopoderoso, a través de la exposición de Tus palabras, por fin me he dado cuenta de los puntos de vista erróneos hacia la búsqueda en mi fe en Dios. Estoy dispuesta a arrepentirme y cambiar. Por favor, guíame para salir de mis puntos de vista erróneos, esforzarme en Tus palabras, perseguir la verdad y centrarme en la entrada en la vida”.
Más tarde, leí estas palabras de Dios: “Estos días, la mayoría de las personas se encuentran en este tipo de estado: ‘Con el fin de ganar bendiciones, debo entregarme por Dios y pagar un precio por Él. Para conseguir bendiciones, debo abandonarlo todo por Dios; debo completar aquello que Él me ha confiado, y cumplir bien con mi deber’. Este estado está dominado por la intención de obtener bendiciones, lo que es un ejemplo de entregarse por completo por Dios con el propósito de obtener Sus recompensas y ganar una corona. Tales personas no tienen la verdad en su corazón y, sin duda, su entendimiento solo consiste en unas pocas palabras y doctrinas de las que presumen por todas partes. La suya es la senda de Pablo. La fe de tales personas es un acto de labor constante y, en lo más profundo, sienten que cuanto más hagan, más quedará probada su lealtad a Dios; que cuanto más hagan, con toda certeza Dios estará más satisfecho, y que cuanto más hagan, más merecerán que se les otorgue una corona ante Dios y mayores serán las bendiciones que obtengan. Piensan que si pueden soportar el sufrimiento, predicar y morir por Cristo, si pueden sacrificar su propia vida, y si pueden acabar todos los deberes que Dios les ha encomendado, entonces serán aquellos que obtienen las mayores bendiciones, y sin duda se les concederán coronas. Es exactamente lo que Pablo imaginó y buscó. Es la senda exacta por la que transitó, y fue bajo la guía de tales pensamientos que trabajó para servir a Dios. ¿Acaso esos pensamientos e intenciones no surgen de una naturaleza satánica? Igual que los seres humanos mundanos, que creen que mientras estén en la tierra deben buscar el conocimiento y, después de obtenerlo, pueden destacar entre la multitud, convertirse en un oficial y tener estatus. Piensan que, una vez que tienen estatus, pueden concretar sus ambiciones y llevar sus negocios y prácticas familiares a cierto nivel de prosperidad. ¿Acaso no siguen todos los no creyentes esta senda? Los que son dominados por esta naturaleza satánica solo pueden ser como Pablo en su fe. Ellos piensan: ‘Debo desecharlo todo para entregarme por Dios. Debo ser leal a Dios y, al final, recibiré grandes recompensas y coronas’. Esta es la misma actitud que la de las personas mundanas que buscan cosas mundanas. No difieren en absoluto y están sujetas a la misma naturaleza. Cuando las personas tienen ese tipo de naturaleza satánica, en el mundo buscarán obtener conocimiento, aprendizaje, estatus y destacar entre la multitud. Si creen en Dios, buscarán obtener grandes coronas y grandes bendiciones. Si las personas no persiguen la verdad cuando creen en Dios, con toda seguridad tomarán esta senda. Este es un hecho inmutable, es una ley natural. La senda que toman los que no persiguen la verdad es diametralmente opuesta a la de Pedro” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro). Dios pone al descubierto que las personas renuncian y se esfuerzan por su fe en Dios y por hacer su deber para recibir bendiciones y un buen resultado y destino para ellos mismos. Se rigen por la motivación de recibir bendiciones. Cuando reflexioné, descubrí que yo tenía exactamente estas opiniones respecto a la búsqueda. Creía que hacer más trabajo y deberes cumplir las tareas que me encomendaban los líderes y lograr resultados, obtendría la aprobación de Dios y tendría un buen resultado y destino. Por ello, me zambullí de lleno en hacer las cosas, y cada día me ocupaba de trabajar. Pensé en Pablo, quien solo hacía hincapié en predicar y trabajar. Viajó mucho y pagó un precio alto, pero no puso en práctica las palabras de Dios, y su carácter corrupto no cambió en absoluto. Todo lo que hacía era negociar con Dios, con la esperanza de recibir una corona y recompensas. Al final, incluso dio testimonio de sí mismo, y dijo “Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21), que había ofendido el carácter de Dios y que Él lo había descartado y castigado. Ahora, al mirar atrás, veo que yo caminaba por la senda de Pablo: Confiaba en mis propias nociones y figuraciones. Creía que si trabajaba más y cumplía los deberes que se me encomendaban, logrando resultados, sin duda Dios me daría un buen destino al final. De este modo, sólo ponía énfasis en hacer las cosas, llegando incluso a sentir que comer y beber las palabras de Dios me retrasaría. Revelé un carácter arrogante, limité a los demás, pero no me enfoqué en resolverlo. Solo quería cambiar mis sacrificios, mis gastos superficiales y los resultados de mi trabajo por bendiciones de Dios. ¿Cómo podría esto ganarme la aprobación de Dios? En el exterior, parecía que trabajaba sin parar todos los días y cumplía con mi deber con lealtad. Pero en realidad, no lo hacía para satisfacer a Dios en absoluto ni para el bien del trabajo de la iglesia. En cambio, estaba tramando mi propio resultado y destino, aprovechándome de Dios y tratando de negociar con Él, esto es lo que Dios odia. Si siguiera persiguiendo con un corazón egoísta y unas intenciones adulteradas, y mi carácter corrupto no cambiara en absoluto, sin duda Dios acabaría por descartarme.
Más tarde, leí más palabras de Dios: “Cualquier cosa en la vida de Pedro que no satisfacía las intenciones de Dios hacía que se sintiera incómodo. Si no complacía las intenciones de Dios, se sentía lleno de remordimiento y buscaba una forma adecuada de esforzarse para satisfacer el corazón de Dios. Incluso en los aspectos más pequeños e irrelevantes de su vida, seguía exigiéndose satisfacer las intenciones de Dios. No era menos severo cuando se trataba de su viejo carácter, siempre riguroso en sus exigencias a sí mismo para progresar más profundamente en la verdad. […] En su creencia en Dios, Pedro buscó satisfacerle en todas las cosas y someterse a todo lo que viniera de Él. Sin la más mínima queja, fue capaz de aceptar el castigo y el juicio, así como el refinamiento, la tribulación y la necesidad en su vida, nada de lo cual pudo alterar su corazón amante de Dios. ¿No era esto el máximo amor a Dios? ¿No era esto el cumplimiento del deber de un ser creado? Ya sea en el castigo, el juicio o la tribulación, siempre eres capaz de lograr la sumisión hasta la muerte y esto es lo que debe conseguir un ser creado; esta es la pureza del amor a Dios. Si el hombre puede conseguir tanto, es un ser creado calificado y no hay nada que satisfaga más las intenciones del Creador. Imagina que eres capaz de obrar para Dios, pero no te sometes a Él y eres incapaz de amarlo verdaderamente. De esta forma, no solo no habrás cumplido el deber de un ser creado, sino que Él también te condenará, porque eres alguien que no posee la verdad, incapaz de someterse a Él y que se rebela contra Dios. Solo te preocupas de obrar para Dios y no de poner en práctica la verdad ni de conocerte a ti mismo. No entiendes ni conoces al Creador y no te sometes a Él ni lo amas. Eres una persona que es rebelde contra Dios de manera innata, y el Creador no ama a tales personas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine). Las palabras de Dios dicen que, sin importar las trivialidades que Pedro enfrentó en su vida, pudo buscar la verdad y perseguir la satisfacción de Dios. También pudo reflexionar con prontitud sobre las actitudes corruptas que revelaba y, mientras trabajaba, hizo hincapié en su propia entrada. Llevaba una carga por la comisión de Dios y su propia entrada en la vida. La senda que seguía era la del éxito. Pero sólo hacía hincapié en correr y trabajar, no en buscar la verdad. Cuando revelaba corrupción, no le daba importancia, no reflexionaba ni me conocía a mí misma, y hasta hoy no he cambiado en nada. La senda que he seguido era la del fracaso. La gente debe pagar el precio y entregarse a Dios: este es su deber, no es como lo que yo imaginaba, que bastaba con hacer mi trabajo. Para avanzar en la vida, es crucial buscar el principio-verdad cuando surgen cosas, poner énfasis en conocer la propia corrupción y las deficiencias en el proceso de cumplir con el deber, buscar la verdad para resolver el propio carácter corrupto, y tomar la verdad como criterio para actuar y comportarse. Aunque mi carácter corrupto no cambiará de la noche a la mañana, debería poner énfasis en conocerlo y cambiar de rumbo. Debería reflexionar sobre mí misma basándome en las palabras de Dios, encontrar los principios a los que debo atenerme y practicar de acuerdo con las palabras de Dios.
Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Por muy ocupados que estén en el deber quienes persiguen la verdad, son capaces, de todos modos, de buscarla para resolver los problemas que les ocurren, de procurar hablar de las cosas que no les quedan claras de los sermones que han oído y de sosegar el corazón diariamente para reflexionar sobre cómo lo hicieron, para luego contemplar las palabras de Dios y mirar videos de testimonios vivenciales. De esto aprenden cosas. Por muy ocupados que estén en el deber, esto no obstaculiza para nada su entrada en la vida, ni tampoco la retrasa. Es natural que practiquen así quienes aman la verdad. Quienes no aman la verdad no la buscan y no están dispuestos a sosegarse ante Dios para hacer introspección y conocerse, independientemente de que estén ocupados con el deber y de los problemas que les sobrevengan. Así pues, estén ocupados u ociosos en el deber, no persiguen la verdad. Lo cierto es que si alguien persigue de corazón la verdad, la anhela y lleva la carga que supone la entrada en la vida y la transformación del carácter, se acercará más a Dios en su corazón y le orará por muy ocupado que esté en el deber. Seguro que adquiere cierto esclarecimiento y vivacidad del Espíritu Santo, y su vida se desarrollará sin cesar. Si alguien no ama la verdad y no lleva ninguna carga para la entrada en la vida ni para la transformación del carácter, o si no le interesan estas cosas, no puede aprender nada. Reflexionar sobre las propias manifestaciones de corrupción es algo que hay que hacer en todo momento y lugar. Por ejemplo, si uno ha manifestado corrupción en el deber, entonces, en su interior, debe orar a Dios, hacer introspección, conocer su carácter corrupto y buscar la verdad para corregirlo. Es un asunto del corazón; no tiene nada que ver con la tarea en cuestión. ¿Es fácil? Depende de si eres o no una persona que persigue la verdad. A aquellos que no aman la verdad no les interesan las cuestiones relacionadas con la madurez vital. No piensan en esas cosas. Solo quienes persiguen la verdad están dispuestos a aplicarse para madurar en la vida; son los únicos que suelen meditar sobre los problemas que hay realmente y sobre cómo buscar la verdad para resolver esos problemas. De hecho, los procesos de resolución de problemas y de búsqueda de la verdad son los mismos. Si uno se centra constantemente en buscar la verdad para resolver los problemas en el deber y ha resuelto bastantes problemas a lo largo de varios años practicando así, su cumplimiento del deber está, sin duda, a la altura. Esas personas tienen muchas menos manifestaciones de corrupción y han adquirido mucha experiencia real en el deber. Por tanto, pueden dar testimonio de Dios. […] Que alguien persiga la verdad no depende de lo ocupado que esté en el deber ni del tiempo que tenga; depende de si ama la verdad de corazón. La realidad es que todo el mundo tiene la misma cantidad de tiempo; lo que difiere es a qué lo dedica cada persona. Es posible que cualquiera que diga que no tiene tiempo de perseguir la verdad dedique su tiempo a los placeres carnales o esté ocupado en algún proyecto externo. No dedica ese tiempo a buscar la verdad para resolver problemas. Así son las personas negligentes en su búsqueda. Esto demora la gran cuestión de su entrada en la vida” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Qué significa perseguir la verdad (3)). Encontré la senda de la práctica en las palabras de Dios: dedicar tiempo cada día para comer, beber y meditar las palabras de Dios, reflexionar sobre mí misma, qué corrupción he manifestado hoy y qué cosas he hecho sin principios. No importa cuánto tiempo dedique, sino si obtengo beneficios. Cuando no estoy ocupada con mi deber, puedo dedicar algo de tiempo a leer las palabras de Dios, y cuando estoy ocupada, me concentro en cumplir con mi deber, llevando las palabras de Dios a la vida real para practicarlas y experimentarlas. Antes, cuando se trataba de devoción espiritual o de buscar las palabras de Dios para resolver mi estado, solía decir que no tenía tiempo. En realidad, no era que estuviera ocupada haciendo mis deberes y no tuviera tiempo para leer las palabras de Dios; era que no amaba la verdad y solo ponía énfasis en hacer las cosas. Incluso cuando no estaba ocupada con mi deber, seguía sin centrarme en leer las palabras de Dios ni en buscar la verdad para corregir mis propias actitudes corruptas. Ahora entiendo que no hay ninguna separación entre cumplir con el deber y la entrada en la vida. Mientras cumplimos con nuestro deber, buscamos la verdad para resolver los problemas y nuestro carácter corrupto. Todo esto implica la entrada en la vida. Debemos hacer el trabajo que nos corresponde, pero no podemos ignorar la entrada en la vida. Después, hice hincapié en meditar sobre las palabras de Dios, buscar la verdad y reflexionar sobre mí misma. Aprovechaba cualquier momento libre. Mientras comía, daba un paseo o hacía la colada, también meditaba sobre mi propio estado y las palabras de Dios. Mientras quisiera perseguir y buscar, siempre había tiempo. También reflexionaba sobre mí misma. Siempre despreciaba a mis compañeros y solía ser temperamental. ¿Qué tipo de problema era este? Me presenté ante Dios para orar y encontré pasajes en la palabra de Dios para comer y beber sobre mi propio estado. Entendí que mi impulsividad se originaba en mi naturaleza arrogante y que mis exigencias hacia los demás eran demasiado altas. Mi compañero era mayor y nunca antes había cumplido ese deber. Era normal que reaccionara con lentitud. Siempre le exigía según mis propios criterios, y le hablaba en tono de desaprobación. No adoptaba su perspectiva para considerar las cosas, y no enfocaba los asuntos según la situación diferente de cada persona. De este modo, cuando interactuaba con los demás, siempre les hacía sentirse perjudicados y limitados. Realmente estaba siendo muy poco razonable. Cuando me di cuenta de esto, por fin empecé a tomar en serio este problema. Cuando volvimos a hablar del trabajo y vi que los hermanos tardaban en responder, pude abordarlo correctamente y darles tiempo para meditar. Pude compartir los principios correspondientes con más detalle, lo mejor que pude, y cuando me hacían ciertas preguntas, hablaba pacientemente con ellos, buscaba la verdad y entraba en la verdad juntos. Más tarde, empecé a poner énfasis en examinar lo que había revelado cuando surgían problemas. Cuando tenía pensamientos o ideas incorrectos, o cuando revelaba un carácter corrupto, oraba a Dios a conciencia y buscaba las verdades relacionadas para resolverlos, en lugar de tratar esos asuntos según mi carácter corrupto.
Después, hubo un periodo en el que volví a estar ocupada con mi deber. Algunos de los hermanos y hermanas iban en contra de los principios en sus acciones y necesitaban enseñanzas y soluciones. Además, había algunos destinatarios potenciales del evangelio que necesitaban que se les predicara el evangelio. Cuando vi todo el trabajo por hacer, mi primer pensamiento fue darme prisa y hacerlo. Fue entonces cuando de repente pensé en cómo antes siempre me preocupaba solo por hacer las cosas, iba donde tenía que ir y hacía lo que tenía que hacer, sin obtener ninguna ganancia. No podía volver a hacer eso. Tenía que buscar los principios. Así que me calmé y medité sobre las manifestaciones de los hermanos y hermanas. Encontré algunas de las palabras de Dios y pensé en cómo compartir para lograr resultados y hacerles conocer la esencia del problema. En cuanto a los destinatarios potenciales del evangelio, también averigüé cuáles eran sus problemas principales y busqué la verdad relevante para prepararme de antemano. Mediante esta búsqueda, entendí ciertos principios-verdad que no había captado antes, obtuve algunas ganancias y logré algunos resultados en mi deber. A través de esta experiencia me di cuenta de la importancia de prestar atención a la entrada en la vida y de buscar los principios-verdad mientras cumplo con mi deber.
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