Lo que se obtiene al hacer una denuncia con honestidad
Por Zhao Ming, China En abril de 2011, necesitaba tomar el lugar de una líder llamada Yao Lan en una iglesia en otra parte del país....
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
Empecé a creer en el Señor con 62 años. Saber que el Señor promete a Sus seguidores la entrada en el reino de los cielos y la vida eterna me hacía sentir esperanza en esta vida, y la idea de recibir semejante bendición me alegraba el corazón. Comencé a esforzarme y a entregarme por el Señor, lleno de energía ilimitada cada día. Tres años más tarde, tuve la buena suerte de aceptar la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Estaba emocionado por haber recibido el regreso del Señor y por tener la esperanza de salvarme plenamente y entrar en el reino de los cielos. Por ello, empecé a trabajar todavía más en mi búsqueda, sacrificándome y entregándome aún más, predicando activamente el evangelio y cumpliendo mi deber; incluso salía a predicar el evangelio por la noche. Luego, los hermanos y hermanas me eligieron líder de iglesia y, después, predicador. Me alegré mucho de tener la oportunidad de cumplir unos deberes tan importantes durante mi avanzada edad. Me hacía sentir especialmente honrado ver que, aún cuando era el mayor de todos los presentes en nuestras reuniones, todavía era capaz de ser anfitrión de reuniones y de ayudar a otros a resolver sus problemas. Pensaba que, mientras me esforzara en mi búsqueda, seguro que podría ser salvado como los más jóvenes, por lo que ponía todo el corazón en mi deber.
Pasaron volando 7 u 8 años, y mi salud y energía no eran las de antes. Luego, tuve un accidente cerebrovascular a los 73 años pero, tras un par de días con una vía, los síntomas prácticamente desaparecieron sin dejar problemas secundarios. Sentí que Dios debía haber visto que estaba dispuesto a entregarme por Él incondicionalmente, y por ello me había bendecido y protegido. Estaba muy agradecido y continué con mi deber. Sin embargo, en consideración a mi salud, el líder cambió mi deber a acoger a los otros hermanos y hermanas en casa. Al ver que había varios deberes que ya no cumpliría, sino que acojería hermanos y hermanas en casa, quedé desolado. Envidiaba a todos los hermanos y hermanas más jóvenes, tan llenos de energía y ocupados en todo tipo de deberes. Pensaba: “Como soy mayor y tengo mala salud, ya no puedo ir de acá para allá, por mucho que lo desee, y hay muchos tipos de deberes que ya no puedo cumplir más. ¿Esto no significa que soy un inútil? Deseo poder retroceder 10 o 20 años y cumplir con todo tipo de deberes como ellos. ¡Entonces tendría mayores oportunidades de ser bendecido y ganar la salvación! Ahora, sin embargo, soy un anciano y no puedo compararme con los jóvenes”. Esa idea me dejó sin motivación, y me sentí abatido sin darme cuenta. También recordaba cuando había tenido el accidente cerebrovascular, y pensaba que es una enfermedad que tiende a repetirse; por lo tanto, si tenía otro algún día, podría acabar conmigo y no vería el día de la gloria de Dios. ¿Entonces, cómo sería salvado? ¿Qué sentido tenía creer en Dios entonces? Estos pensamientos me abatían y desesperanzaban. Durante un tiempo, ni siquiera pude leer las palabras de Dios ni escuchar himnos. En mi sufrimiento, oré a Dios: “¡Dios mío! Creo que ya no tengo esperanza de salvación. Estoy muy negativo, sin una gota de vida. Dios mío, no quiero alejarme de Ti. Sé que no me hallo en el estado correcto, pero no sé cómo corregirlo. Por favor, ayuda a guiarme para poder salir de este estado incorrecto”.
A fin de que estos pensamientos negativos no se apoderaran de mí, me obligué a comenzar a leer nuevamente las palabras de Dios. Un día leí esto en las palabras de Dios: “El deseo de Dios es que todas las personas sean hechas perfectas, en última instancia ganadas por Él, que sean completamente purificadas por Dios y que se conviertan en personas que Él ama. Sin importar que Yo diga que sois atrasados o de un bajo calibre, es un hecho. Esto que afirmo no demuestra que Yo pretenda abandonaros, que haya perdido la esperanza en vosotros, y mucho menos que no esté dispuesto a salvaros. Hoy he venido a hacer la obra de vuestra salvación, y esto quiere decir que la obra que hago es la continuación de la obra de salvación. Cada persona tiene la oportunidad de ser hecha perfecta: siempre y cuando estés dispuesto y busques, al final podrás alcanzar este resultado, y ninguno de vosotros será abandonado. Si eres de bajo calibre, Mis requisitos respecto a ti serán acordes con ese bajo calibre; si eres de alto calibre, Mis requisitos respecto a ti serán acordes a tu alto calibre; si eres ignorante y analfabeto, Mis requisitos estarán a la altura de tu nivel de analfabetismo; si eres letrado, Mis requisitos para ti serán acordes al hecho de que seas letrado; si eres anciano, Mis requisitos para ti serán según tu edad; si eres capaz de proveer hospitalidad, Mis requisitos para ti serán conforme a esta capacidad; si afirmas no poder ofrecer hospitalidad, y sólo puedes realizar cierta función, ya sea difundir el evangelio, cuidar de la iglesia o atender a los demás asuntos generales, te perfeccionaré de acuerdo con la función que lleves a cabo. Ser leal, someterse hasta el final mismo y buscar tener un amor supremo a Dios, esto es lo que debes lograr y no hay mejores prácticas que estas tres cosas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso). Las palabras de Dios me aclararon inmediatamente las cosas. Dios no decide el destino de la gente en función de cuánto han sufrido por Él, del alcance de sus aptitudes o del alcance de sus deberes. Siempre que sean capaces de verdaderamente entregarse por Él, perseguir la verdad, demostrar una sumisión genuina a Él, cumplir su deber acorde al estándar y dar testimonio real de Él, Él los aprobará. Pero yo no entendía Su intención, ni sabía a qué clase de personas Él salva. Siempre había creído que al entregarme a Dios, ser capaz de sufrir y pagar un precio, y hacer mucho trabajo, Dios me aprobaría. Pero como me estaba haciendo viejo y no podía trabajar igual de duro que los jóvenes, ya había descartado mi salvación. Me sumí en la negatividad y los malentendidos. ¡Era tan rebelde contra Dios! La verdad es que, aunque era mayor y no podía cumplir tantos deberes como los jóvenes, Dios no exigía lo mismo de mí. Y tampoco me estaba privando de oportunidades de perseguir la verdad y cumplir mi deber. Mi mente y mi razón aún se mantenían intactas; todavía podía leer las palabras de Dios y hacer todo aquello de lo que era capaz en el deber. Pero, sin buscar la intención de Dios, me había definido como viejo e inútil, un caído en desgracia ante Dios. ¿Acaso no estaba haciendo conjeturas sobre Dios? Dios nunca dijo que cumplir muchos deberes haría que una persona se salvara ni que, una vez que alguien se hace mayor, Él lo descartará y ya no lo salvará. De hecho, Dios ha hablado claramente sobre cómo una persona mayor debe perseguir la verdad y abordar su deber. Mientras fuera leal y me sometiera hasta el fin, y pudiera esforzarme por amar a Dios, tenía esperanza de salvación. Fue muy necio de mi parte no analizar las cosas según las palabras de Dios. Consideraba mis nociones e imaginaciones como la verdad y malinterpreté la intención de Dios todo el tiempo. Darme cuenta de esto me remordió la conciencia, y me presenté ante Dios a orar: “¡Oh, Dios mío! Dejaré de ser negativo y reacio por mis ideas equivocadas. Mientras tenga la capacidad de cumplir mi deber un día más, me seguiré esforzando y daré lo mejor para perseguir la verdad”. La oración y la guía de las palabras de Dios me consolaron un poco; ya no estaba tan alterado. Pensé: “Mientras tenga pleno uso de mi razón y aún pueda moverme, me ampararé en Dios para acoger bien a mis hermanos y hermanas, hacer mi mayor esfuerzo en el deber y ofrecer a Dios mi servicio sincero”.
No obstante, aún había algo que no entendía. ¿Por qué me puse tan negativo al ver que no era tan capaz como los jóvenes, hasta el punto en el que incluso pensé en traicionar a Dios? ¿Cuál fue la causa de todo aquello? Mientras buscaba, leí estas palabras de Dios: “La gente cree en Dios para ser bendecida, recompensada y coronada. ¿Esto no se encuentra en el corazón de todo el mundo? Es un hecho que sí. Aunque la gente no suele hablar de ello e incluso encubre su motivación y su deseo de recibir bendiciones, este deseo y esta motivación que hay en el fondo del corazón de la gente han sido siempre inquebrantables. Sin importar cuántas teorías espirituales comprenda la gente, qué conocimiento vivencial tenga, qué deber pueda cumplir, cuánto sufrimiento soporte ni cuánto precio pague, nunca renuncia a la motivación por las bendiciones que oculta en el fondo del corazón, y siempre se esfuerza silenciosamente a su servicio. ¿No es esto lo que hay enterrado en lo más profundo del corazón de la gente? Sin esta motivación por recibir bendiciones, ¿cómo os sentiríais? ¿Con qué actitud cumpliríais con el deber y seguiríais a Dios? ¿Qué sería de la gente si se eliminara esta motivación por recibir bendiciones que se oculta en sus corazones? Es posible que muchos se volvieran negativos, mientras que algunos podrían desmotivarse en el deber. Perderían el interés por su fe en Dios, como si su alma se hubiera desvanecido. Parecería que les hubieran robado el corazón. Por eso digo que la motivación por las bendiciones es algo oculto en lo más profundo del corazón de las personas” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Seis indicadores de crecimiento vital). “Los anticristos creen en Dios solo con el propósito de obtener beneficios y bendiciones. Incluso si soportan un poco de sufrimiento o pagan algún precio, todo tiene la finalidad de hacer un trato con Dios. Su intención y su deseo de obtener bendiciones y recompensas son inmensos y se aferran a ellos con fuerza. No aceptan ninguna de las muchas verdades que Dios ha expresado, siempre piensan en el corazón que creer en Dios consiste en obtener bendiciones y procurarse un buen destino, que este es el principio más elevado y que nada puede sobrepasarlo. Piensan que la gente no debería creer en Dios, salvo por ganar bendiciones y que si no fuera por estas, creer en Él no tendría ningún significado ni valor, perdería ambas cosas. ¿Alguna otra persona inculcó estas ideas en los anticristos? ¿Se derivan de la formación o la influencia de otra persona? No, estas ideas vienen determinadas por la esencia-naturaleza inherente de los anticristos, que nadie puede cambiar. A pesar de que el Dios encarnado pronuncia muchas palabras hoy en día, los anticristos no aceptan ninguna de ellas y, por el contrario, se resisten a ellas y las condenan. Su naturaleza de sentir aversión por la verdad y de odiarla nunca puede cambiar. Si no pueden cambiar, ¿qué indica esto? Que su naturaleza es perversa. Esto no es una cuestión de perseguir o no la verdad; es un carácter perverso, es clamar y contrariar a Dios de forma descarada. Esta es la esencia-naturaleza de los anticristos; es su verdadera cara” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 7: Son perversos, insidiosos y falsos (II)). “Los anticristos consideran su deber como una transacción. Desempeñan su deber con la intención de hacer una transacción y obtener bendiciones. Les parece que creer en Dios debería servir para obtener bendiciones y que es adecuado que las obtengan si llevan a cabo su deber. Distorsionan lo positivo que es cumplir el deber y denigran el valor y el significado de cumplir el propio deber como un ser creado y, además, denigran la legitimidad de hacerlo; convierten el deber que los seres creados deberían cumplir de manera natural en una transacción” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VII)). En las palabras de Dios vi que los anticristos solo creen en Dios para recibir bendiciones; su mentalidad negociadora no cambia nunca y ellos no se rinden por muy difícil o lamentable que se pongan las cosas. Si pierden toda esperanza de ser bendecidos, es como si hubieran perdido la vida por completo. Les parece que continuar creyendo en Dios no tiene sentido, y luchan y se resisten contra Dios. Al compararme con las palabras de Dios, vi que yo actuaba exactamente igual que un anticristo. Cuando empecé a creer en el Señor, estaba encantado de saber que podría entrar en el reino de los cielos por creer en Dios. Sentía que, para ganar la gracia en esta vida y luego la vida eterna en el mundo venidero, todo sufrimiento por el Señor valdría la pena. Ser bendecido y entrar en el reino de los cielos se convirtió en el objetivo de mi fe y pensaba que, cuanto más me sacrificara y me entregara, mayores serían mis bendiciones en el futuro. Tras aceptar la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días, creía más aún que se haría realidad mi sueño de recibir bendiciones y tenía más vigor para el deber. Aunque por entonces tenía 66 años, no me consideraba viejo para nada. Simplemente me esforzaba en el deber. Iba en bicicleta a todos lados para las reuniones, y aunque luego me diera un ictus, no me importaba. Solo quería esforzarme en el deber y, a cambio del sudor de mi frente y mi sufrimiento, recibir bendiciones. Pero cuando vi que había envejecido y que ya no podía cumplir con tantos deberes, que no podía seguir viajando como solía hacerlo y que de a poco estaba perdiendo la capacidad de hacer mucho, sentí que se reducían mis esperanzas de ser bendecido. No quería admitirlo. Aunque no decía nada, en mi corazón culpaba a Dios; no quería aceptar Su soberanía, así que me volví negativo, reacio e irracional. La motivación de mi fe era ser bendecido, lo que significaba negociar con Dios. ¿No era esa la idea falaz de la creencia en Dios que tenía un anticristo? Había tergiversado algo tan positivo y maravilloso como cumplir un deber. Solo sabía negociar con Dios utilizando mi deber y el hecho de ir por ahí a cambio de las bendiciones del reino de los cielos, y consideraba el deber un instrumento y una moneda de cambio para satisfacer mis ambiciones y deseos. Estaba en verdad muy aturdido por mi deseo de recibir bendiciones y no podía pensar más que en entrar en el reino de los cielos. Solo me importaba si recibiría bendiciones y cuáles serían mi destino y mi resultado. No pensaba en retribuir el amor de Dios ni en entender Sus sinceras intenciones. ¿Acaso carecía por completo de conciencia? Dios me ha dado el aliento de vida y la oportunidad de cumplir un deber. Esto ya es Su enorme gracia para mí. Pero aún así me quejaba con Dios, siempre tratando de razonar con Él, siendo negativo y reacio. Era tan rebelde y, aún si Dios me quitara la vida, sería Su justicia. Al darme cuenta de todo esto, oré a Dios de corazón para pedirle que me guiara hasta renunciar a mi motivación por las bendiciones, y someterme a Su soberanía y Sus arreglos. Pensé en las palabras de Dios: “Yo decido el destino de cada persona, no con base en su edad, antigüedad, cantidad de sufrimiento ni, mucho menos, según el grado de compasión que provoca, sino con base en si posee la verdad. No hay otra opción que esta” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prepara suficientes buenas obras para tu destino). Las palabras de Dios me ayudaron a entrar en razón. Comprendí que, cuando Dios decide nuestro resultado y destino, estos no tienen nada que ver con cuánto hayamos sacrificado o entregado por Él, ni cuánto hayamos trabajado o sufrido. Él los decide en función de si hemos alcanzado la verdad y si se han transformado nuestras actitudes. Cumplir con muchos deberes no es lo mismo que tener la verdad o haber transformado nuestro carácter. Por muchos deberes que cumpla, la clave es si voy o no por la senda de búsqueda de la verdad. Antes cumplía muchos deberes e iba por todos lados, pero nunca buscaba la verdad. Quería un buen destino a cambio de mis esfuerzos superficiales. No veía la mentalidad negociadora y conflictiva que tenía muy dentro de mí hacia Dios. Cuando mi deseo de bendiciones se hizo añicos, discutí con Dios y me opuse a Él. En verdad, si solo era capaz de ir de acá para allá y de entregarme sin perseguir la verdad, solo me volvería más egoísta y arrogante y nunca alcanzaría una transformación de carácter. Terminaría razonando y discutiendo con Dios por el trabajo que había hecho, haciéndome cada vez más perverso. Igual que el caso de Pablo: él hizo mucho trabajo y trabajo importante, pero solo lo hizo a cambio de una corona de justicia. Siempre era una negociación con Dios. No se arrepintió ni al borde de la muerte, y acabó castigado por Dios. Pedro, en cambio, no trabajaba mucho, pero en su fe perseguía la verdad con sinceridad, y en todo buscaba la intención de Dios y aspiraba someterse a Él. No ponía condiciones, ni pensaba en si recibiría o no bendiciones. Al final, alcanzó el amor supremo de Dios y la sumisión hasta la muerte, recibió Su visto bueno y fue perfeccionado por Él. Tanto Pablo como Pedro eran creyentes, pero sus motivaciones y perspectivas de búsqueda eran distintas, y sus resultados también lo fueron. En esto podemos ver que Dios es justo, y que solo nos alineamos con la intención de Dios si perseguimos la verdad y la transformación del carácter. Mi búsqueda y la senda por la que iba eran tan absurdas y erradas como las de Pablo, y seguro que mi resultado hubiera sido el mismo que el suyo. Por suerte, el esclarecimiento y la guía de las palabras de Dios me hizo entender Su intención y la perspectiva que debía tener hacia mi fe. También aprendí a someterme a la soberanía y las disposiciones de Dios, y a ser un ser creado razonable. Esto es el amor de Dios. Mi estado mejoró mucho tras entender la intención de Dios, y le estaba muy agradecido. Luego, cuando venían a reunirse los hermanos y hermanas, les brindaba hospitalidad. Cuando no venían, leía en calma las palabras de Dios y buscaba la verdad según mi estado.
Un día leí un pasaje de las palabras de Dios: “Dios no se limita a pagar un precio por cada persona en las décadas que van desde su nacimiento hasta el presente. Según lo ve Dios, has venido a este mundo innumerables veces y te has reencarnado infinitas veces. ¿Quién se encarga de ello? Dios es el responsable. Tú no puedes saber estas cosas. Cada vez que vienes a este mundo, Dios se ocupa personalmente de hacer los arreglos para ti: Él dispone cuántos años vivirás, el tipo de familia en la que nacerás, cuándo construirás un hogar y una carrera, así como lo que vas a hacer en este mundo y cómo te ganarás la vida. Dios dispone para ti una manera de ganarte la vida, para que puedas cumplir sin obstáculos tu misión en esta vida. Y en cuanto a lo que debes hacer en tu próxima encarnación, Dios dispone y te concede esa vida según lo que debes tener y lo que se te debe dar… Dios ha dispuesto estos arreglos para ti muchas veces, y por fin has nacido en la era de los últimos días, en tu familia actual. Dios dispuso para ti un entorno en el que pudieras creer en Él, te permitió oír Su voz y volver ante Él, y que fueras capaz de seguirle y cumplir un deber en Su casa. Gracias a esta guía de Dios, has vivido hasta hoy. No sabes cuántas veces has nacido entre los hombres, ni cuántas ha cambiado tu apariencia, ni cuántas familias has tenido, ni cuántas épocas y dinastías has vivido, pero la mano de Dios te ha estado apoyando todo el tiempo y Él ha estado velando siempre por ti. ¡Cuánto se esfuerza Dios por el bien de una persona! Algunos dicen: ‘Tengo sesenta años. Durante este tiempo, Dios me ha estado cuidando, protegiendo y guiando. Si, cuando sea viejo, no puedo cumplir un deber y no puedo hacer nada, ¿se seguirá preocupando Dios por mí?’. ¿Acaso no es esto decir una tontería? Dios tiene soberanía sobre el porvenir de una persona, y la vigila y protege no solo durante una única vida. Si fuera cuestión de tiempo de vida, de una sola vida, eso no demostraría que Dios es todopoderoso y tiene soberanía sobre todo. La labor que Dios realiza y el precio que paga por una persona no es simplemente disponer lo que hace en esta vida, sino disponer para ella un número incontable de vidas. Dios se hace plenamente responsable de cada alma que se reencarna. Él trabaja cuidadosamente, pagando el precio de Su vida, para guiar a cada persona y organizar cada una de sus vidas. Dios se esfuerza y paga un precio de esta manera por el bien del hombre, y le otorga todas estas verdades y esta vida. Si las personas no cumplen con el deber de los seres creados en estos últimos días, y no regresan ante el Creador; si al final, por muchas vidas y generaciones que hayan vivido, no cumplen bien con sus deberes y no satisfacen las exigencias de Dios, ¿no sería entonces demasiado grande la deuda de las personas con Dios? ¿No serían indignos de todos los precios que ha pagado Dios? Su carencia de conciencia sería tal que no merecerían ser llamados personas, ya que su deuda con Dios sería demasiado grande. […] La gracia, el amor y la misericordia que Dios le muestra al hombre no son meramente una clase de actitud; son también un hecho. ¿Qué hecho es ese? Que Dios pone Sus palabras en ti, esclareciéndote, para que veas lo que es hermoso en Él y en qué consiste este mundo, para que tu corazón se llene de luz, y te permite así entender Sus palabras y la verdad. De esta manera, sin saberlo, obtienes la verdad. Dios hace mucho trabajo en ti de una manera muy real, permitiéndote ganar la verdad. Cuando ganas la verdad, cuando ganas esa cosa tan preciosa que es la vida eterna, las intenciones de Dios quedan satisfechas. Cuando Dios ve que las personas persiguen la verdad y están dispuestas a cooperar con Él, se siente feliz y contento. Entonces tiene una actitud, y mientras tiene esa actitud, se pone a obrar y aprueba y bendice al hombre. Dice: ‘Te recompensaré con las bendiciones que mereces’. Y entonces habrás ganado la verdad y la vida. Cuando conozcas al Creador y te hayas ganado Su aprecio, ¿seguirás sintiendo un vacío en tu corazón? No. Te sentirás realizado y tendrás una sensación de disfrute. ¿No es esto lo que significa que la vida de uno tenga valor? Es la vida más valiosa y significativa” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Es de gran importancia pagar el precio por alcanzar la verdad). Las palabras de Dios fueron increíblemente conmovedoras y reconfortantes para mí. No importaba mi edad ni la salud que tuviera; mientras amara y persiguiera la verdad, Dios jamás me despreciaría. Desafortunadamente, yo había malinterpretado la intención de Dios. Pensaba que, como era mayor y ya no era útil, ya no podía cumplir tantos deberes. Pensaba que un día podría enfermar gravemente e irme de repente, sin esperanza de salvación. Sentía que creer en Dios no tenía sentido y no quería esforzarme más. Influenciado por mis ideas equivocadas, había malinterpretado la intención de Dios. Me había hundido en un estado de debilidad y negatividad, y Satanás jugó conmigo. Antes, no sabía que, como ser creado, tenía que someterme y satisfacer a Dios. Sin ese sentido, solo mantenía mi fe a cambio de gracia y bendiciones; estaba negociando con Dios. Ahora veía que, con esa búsqueda, ni aunque viviera cien años más tendría sentido o valor. Cuando Job enfrentó todos aquellos desastres, por ejemplo, nunca pensó en lo que ganó o perdió. Cuando le salieron llagas y la vida era insoportable, jamás culpó a Dios. Tenía una creencia verdadera en Dios, se sometió a Su soberanía y disposiciones y alababa Su nombre. Dio ante Satanás un rotundo testimonio de Dios y, al final, Dios lo bendijo. También estaba Pedro, quien toda su vida siempre buscó amar y satisfacer a Dios y se centró en practicar las palabras del Señor en su vida real. Acabó crucificado cabeza abajo por Dios, demostrando su amor supremo y su total sumisión a Él, viviendo una vida con sentido y ganando la aprobación de Dios. Ahora comprendía que, como creyente, perseguir la sumisión a Dios y satisfacerlo en todo, cumplir bien el deber de un ser creado, comprender y ganar la verdad al cumplir el deber, y llegar a someterse a Dios y amarlo, es el camino para no vivir una vida vacía, sino una vida con sentido. Esta es la única forma de ganar la aprobación de Dios. Tratar siempre de negociar con Dios e intercambiar el trabajo duro y el esfuerzo propio por las bendiciones del reino de los cielos es un comportamiento miserable y resulta en una vida que no tiene sentido ni valor. No podía seguir pensando en si sería bendecido en el futuro o no. Simplemente debía perseguir la verdad cada día que me restara de vida, esmerarme para cumplir bien mi deber amparado en Dios y aspirar a transformar mi carácter. Aunque algún día enfermara de gravedad, enfrentara la muerte, ya sin la habilidad de cumplir mi deber, me sometería igualmente a los arreglos de Dios. Ahora debía centrarme en esmerarme para cumplir bien mi deber y cumplir mi responsabilidad en esta vida. Sea cual sea mi resultado, la vida o la muerte, depende de la soberanía y los arreglos de Dios. No es algo que yo, como un ser creado, deba plantearme. Me sentí mucho más relajado al pensarlo de ese modo.
Después de eso, leía regularmente las palabras de Dios y escuchaba himnos cada día. Cuando me daba cuenta de que revelaba corrupción, oraba, buscaba la verdad, reconocía mis actitudes satánicas y me sinceraba en la búsqueda y la comunión con mis hermanos y hermanas. Poco a poco, fui ganando algo de todo aquello. En general, cuando había un deber que yo tenía que hacer, participaba activamente y predicaba el evangelio a aquellos de mi entorno todo lo que me era posible. Al ver que los hermanos y hermanas escribían artículos de testimonios vivenciales, yo también practiqué escribir artículos según mis experiencias para dar testimonio de Dios. Hacer todo eso me hacía sentir satisfecho y en paz.
Un día oí este himno de las palabras de Dios: Un ser creado debería estar a merced de la instrumentación de Dios. Me llegó en verdad. El segundo pasaje, sobre la experiencia de Pedro, me resultó especialmente emotivo. Las palabras de Dios dicen: “En el pasado, Pedro fue crucificado cabeza abajo por Dios, pero tú debes satisfacer a Dios al final y agotar toda tu energía por Él. ¿Qué puede hacer por Dios un ser creado? Por tanto, debes entregarte a Dios con anticipación para que Él te instrumente como lo desee. Mientras Él esté feliz y complacido, permítele hacer lo que quiera contigo. ¿Qué derecho tienen los hombres de quejarse?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Interpretaciones de los misterios de “las palabras de Dios al universo entero”, Capítulo 41). Lo escuchaba una y otra vez y no me cansaba. Cada verso me resultaba motivador y conmovedor, y no podía evitar que me cayeran las lágrimas por el rostro. Era un ser creado que había sido corrompido por Satanás y había llegado a una edad muy avanzada, pero todavía tenía la oportunidad de seguir a Dios y experimentar Su obra, cumplir mi deber y dar testimonio de Dios. ¡Qué bendición maravillosa! Ahora, al comer y beber de las palabras de Dios, he llegado a comprender mis propias corrupciones y he cambiado mis motivaciones egoístas y despreciables de recibir bendiciones. ¡Esta es la gracia de Dios! Alabaré a Dios hasta el fin, aunque Él no me conceda nada. ¡Mi vida aún habría valido la pena! Buscaré ser un ser creado razonable y sumiso ante Dios. Sin importar mi salud ni mi resultado, estoy dispuesto a dejar que Dios instrumente como Él desee.
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.
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