Aprender de las adversidades
Me arrestaron justo después del Año Nuevo Chino en 2020 debido a mi fe. En el examen médico de rutina, cuando me revisaron, hallaron manchas oscuras en mis pulmones. En ese momento, el brote de coronavirus era muy fuerte, así que, no se animaron a encarcelarme. La policía contactó a mi familia para que me llevaran a casa. Ya de camino a casa, mi hermana me dijo: “Papá enfermó gravemente el año pasado, se descubrió, que tenía cáncer en la vejiga. Y la cirugía duró, más de seis horas. Le extirparon la mitad de un riñón, y casi no sobrevive. Por ahora, lo mantienen con vida, pero para eso, tratan su vejiga cada mes, con quimioterapia. Y no sabemos cuánto más, soportará”. Lloraba mientras me contaba más cosas que pasaron estos últimos dos años. Me sentí horrible, no sé cómo describirlo, así que, comencé a orar en silencio: “Dios. estoy seguro, de que lo que enfrento, ha sido tu voluntad. Por favor protege mi corazón, y ayúdame a someterme a este entorno sin culparte”.
Cuando llegué a casa, vi que mi padre lucía muy frágil y su cara estaba hinchada. Comparado a cuando me fui, era una persona diferente. Y me sentí aún peor. También vi que varios árboles frutales de nuestro huerto murieron por una gran sequía, los ahorros de la familia se usaron en tratamientos y esos árboles, la fuente de ingresos, apenas producían. Eran momentos difíciles. Ver todo esto me alteró mucho, y no sabía cómo enfrentarlo. Culpé a Dios antes de darme cuenta. Hacía años, me arrestaron y encarcelaron por un mes por mi fe en Dios. Desde que salí, estuve fuera de mi pueblo cumpliendo con mi deber. ¿Cómo le pasaba esto a mi familia después de haber renunciado y sufrido tanto yo? Esa idea me abatió aún más , y no sabía cómo podría lograr superarlo. No sabía cómo animarme, solo pensaba en hallar un empleo, al terminar la pandemia. Después de un tiempo, recibí una carta de mis hermanos, decía que no estaba a salvo, que me escondiera por un tiempo. Sabía que la pandemia era la razón de no estar encarcelado, que podían apresarme en cualquier momento. Estaría más seguro si me iba, y viviría una vida de la iglesia cumpliendo mi deber. Pero no podía al ver a mi familia ante tal adversidad. Respondí a su carta y dije que no iría. Tras enviarla, me sentí muy culpable, pero no lo pensé mucho más. Al día siguiente, yendo en bicicleta a trabajar, choqué y me rompí la pierna. En ese momento, me di cuenta de que Dios, me enviaba un mensaje. Fui ante Dios y oré: “Oh, Dios, no quiero vivir dentro de mi corrupción satánica y luchar contra ti. Por favor guíame, a conocerme, para que pueda someterme en este ambiente”. Después de mi oración, leí éstas palabras de Dios: “Lo que buscas es poder ganar la paz después de creer en Dios, que tus hijos no se enfermen, que tu esposo tenga un buen trabajo, que tu hijo encuentre una buena esposa, que tu hija encuentre un esposo decente, que tu buey y tus caballos aren bien la tierra, que tengas un año de buen clima para tus cosechas. Esto es lo que buscas. Tu búsqueda es solo para vivir en la comodidad, para que tu familia no sufra accidentes, para que los vientos te pasen de largo, para que el polvillo no toque tu cara, para que las cosechas de tu familia no se inunden, para que no te afecte ningún desastre, para vivir en el abrazo de Dios, para vivir en un nido acogedor. Un cobarde como tú, que siempre busca la carne, ¿tiene corazón, tiene espíritu? ¿No eres una bestia? […] Tu vida es despreciable y vil, vives en medio de la inmundicia y el libertinaje y no persigues ninguna meta; ¿no es tu vida la más innoble de todas? ¿Tienes las agallas para mirar a Dios? Si sigues teniendo esa clase de experiencia, ¿vas a conseguir algo? El camino verdadero se te ha dado, pero que al final puedas o no ganarlo depende de tu propia búsqueda personal” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). “La relación del hombre con Dios es, simplemente, de puro interés personal. Es la relación entre el receptor y el dador de bendiciones. Para decirlo con claridad, es similar a la relación entre empleado y empleador. El primero solo trabaja para recibir las recompensas otorgadas por el segundo. En una relación como esta, no hay afecto; solo una transacción. No hay un amar y ser amado; solo caridad y misericordia. No hay comprensión; solo engaño y reprimida indignación. No hay intimidad; solo un abismo que no se puede cruzar. Ahora que las cosas han llegado a este punto, ¿quién puede cambiar ese rumbo? ¿Y cuántas personas son capaces de entender realmente lo grave que se ha vuelto esta relación? Considero que, cuando las personas se sumergen en el gozo de ser bendecidas, nadie puede imaginar lo embarazosa y desagradable que es una relación así con Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Apéndice III: El hombre sólo puede salvarse en medio de la gestión de Dios). Todo lo que Dios exponía era mi verdadero estado . Me sentí avergonzado. Cuando vi lo enfermo que estaba mi papá, todos esos árboles muertos, mi familia en dificultades, malinterpreté y culpé a Dios, y puse excusas ante Él. Sentí que hice sacrificios, estuve en prisión, y sufrí mucho sin traicionarlo, y Él debería protegerme y bendecir a mi familia. Vi que, en mi deber no buscaba, la verdad, ni cambiar mi carácter, quería usar mis sacrificios, para negociar con Dios a cambio de bendiciones. ¿No estaba convirtiendo a mi deber en una simple transacción? Cumplir el deber así, era como tener un trabajo en el mundo. Un intercambio por beneficios sin sentimiento real.
Supe que tenía mucha suerte de recibir la obra de Dios de los últimos días, de disfrutar del sustento y riego de Sus palabras, de tener Su juicio y purificación, y la posibilidad de ser salvado al final. ¡Qué bendición increíble! Pero no buscaba la verdad ni cumplía bien mi deber para retribuir el amor de Dios. Al ver las dificultades de mi familia, no busqué la verdad para mantenerme firme en el testimonio. Solo en mi beneficio, calculé mis propias ganancias y pérdidas. Hasta culpé y malinterpreté a Dios, y no quise cumplir más con mi deber. Eso era traicionar a Dios yo carecía de humanidad.
Después de eso, leí las palabras de Dios: “Nadie tiene una vida exenta de sufrimiento. Para algunas personas guarda relación con la familia; para otras, con el trabajo; para otras, con el matrimonio, y para otras, con una enfermedad física. Todo el mundo sufre. Algunos dicen: ‘¿Por qué tiene que sufrir la gente? Qué bien estaría vivir siempre felices y en paz. ¿No podemos evitar sufrir?’. No, todo el mundo ha de sufrir. El sufrimiento hace que cada persona experimente las innumerables sensaciones de la vida física, sean positivas, negativas, activas o pasivas; el sufrimiento te da distintas sensaciones y apreciaciones que para ti son experiencias de vida. Si a partir de ellas eres capaz de buscar la verdad y la voluntad de Dios, te acercarás cada vez más a los objetivos que Él te ha dado. Ese es un aspecto y, además, pretende aportar más experiencia a la gente. Otro aspecto es la responsabilidad que Dios da al hombre. ¿Qué responsabilidad? Someterse a este sufrimiento. Debes soportarlo. Si lo soportas, eso es un testimonio” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se corrigen las propias nociones es posible tomar el buen camino de la fe en Dios (1)). Esto me demostró que tanto los creyentes como los incrédulos enfrentan luchas y adversidades en su vida. Cuánto sufrimiento atravesamos, y contratiempos enfrentamos en la vida, lo decide Dios, que nos da a probar dulce, agrio, amargo como prueba en la vida, para darnos experiencia y probarnos en la adversidad. También es que Él nos da una responsabilidad. Ver a mi padre tan enfermo y las dificultades de mi familia fue realmente difícil pero Dios no me dificultaba las cosas. Revelaba mi actitud equivocada en años de fe de buscar bendiciones, para que cambiara y buscara la verdad. Pero no entendía la voluntad de Dios, solo intentaba razonar con Él y le peleaba. Fui muy rebelde y defraudé a Dios. Debía dejar de quejarme, someterme a su soberanía y arreglos, y ser firme en mi testimonio.
Reflexioné sobre mí mismo. Creí en Dios durante años. Sabía que tener fe era lo correcto, sin negociar con Dios. Entonces, ¿por qué no podía evitar buscar bendiciones y negociar con Dios? ¿Cuál era la causa? Después leí las palabras de Dios, Las palabras de Dios dicen: “Todos los humanos corruptos viven para sí mismos. Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda; este es el resumen de la naturaleza humana. La gente cree en Dios para sí mismos; abandonan las cosas, se esfuerzan por Él y le son fieles, pero aun así, todo lo que hacen es para sí mismos. En resumen, su único propósito es ganarse bendiciones para sí mismos. En la sociedad, todo se hace para beneficio personal; se cree en Dios solamente para lograr bendiciones. La gente lo abandona todo y puede soportar mucho sufrimiento para obtener bendiciones. Todo esto es una prueba empírica de la naturaleza corrupta del hombre. Sin embargo, las personas que han experimentado un cambio en su carácter son diferentes; creen que la manera en que se vive con sentido, en que se cumple con los deberes de una persona para ser dignos de ser llamados humanos, en que se adora a Dios, y en que se satisface y somete a Dios, todo esto es el fundamento de lo que significa ser un humano y es una obligación ordenada por el Cielo y reconocida por la tierra. De otra manera, ellas no serían dignas de ser llamadas humanas; sus vidas estarían vacías y no tendrían significado. Ellas sienten que las personas deben vivir para satisfacer a Dios, para cumplir bien con sus deberes y para vivir una vida significativa, de manera que, incluso cuando llegue la hora de su muerte, se sentirán contentas y no tendrán el menor remordimiento, y que no habrán vivido en vano” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La diferencia entre los cambios externos y los cambios en el carácter). Así supe por qué buscaba bendiciones después de años de fe. Los venenos de Satanás, como: “Cada hombre por sí solo, y sálvese quien pueda” calaron hondo en mi corazón y antepuse mi ganancia personal a todo. Siempre consideraba mi propio interés. Podía seguir cumpliendo mi deber mientras el PCCh me perseguía y no podía volver a casa, pero sin esforzarme por Dios ni cumplir sinceramente. Esperaba que Dios me bendijera y tener un destino maravilloso. Al llegar los problemas a mi casa y atravesar dificultades, mi esperanza de bendiciones se esfumó, me volví negativo y ya no quise cumplir. Vi que en mi fe y en mi deber, solo quería recibir enormes bendiciones a cambio del mínimo esfuerzo. Es ser calculador y usar a Dios. ¡Era tan egoísta y despreciable!
Dios dijo: “Tener un carácter inalterado es estar enemistado con Dios”, y eso es correcto. Aunque por años hice sacrificios y en apariencia me esforcé por Dios, y sufrí en mi deber, mi carácter corrupto no había cambiado porque no busqué la verdad ni me concentré en aceptar el juicio y el castigo de las palabras de Dios. Al suceder lo que no encajaba en mis nociones, me rebelé y resistí a Dios. Estaba enemistado con Dios. Mi visión de la fe era igual a la de los religiosos que solo quieren llenarse la barriga y usar sus sacrificios como boleto al cielo. ¡Estaba en un camino contra Dios, como Pablo! Quienes buscan la verdad y el cambio de carácter no contaminan su deber con negociaciones, sino que buscan la verdad y trabajan de corazón para retribuir el amor de Dios. Buscan amar y satisfacer a Dios, y vivir vidas significativas. Son como Pedro, buscando el amor supremo a Dios y obedecer hasta la muerte. Fue crucificado por Dios y dio testimonio. Eso gana la aprobación de Dios y solo así se vive con significado y valor.
Después, vi un video de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “No existe correlación entre el deber del hombre y que él sea bendecido o maldecido. El deber es lo que el hombre debe cumplir; es la vocación que le dio el cielo y no debe depender de recompensas, condiciones o razones. Solo entonces el hombre está cumpliendo con su deber. Ser bendecido es cuando alguien es perfeccionado y disfruta de las bendiciones de Dios tras experimentar el juicio. Ser maldecido es cuando el carácter de alguien no cambia tras haber experimentado el castigo y el juicio; es cuando alguien no experimenta ser perfeccionado, sino que es castigado. Pero, independientemente de si son bendecidos o maldecidos, los seres creados deben cumplir su deber, haciendo lo que deben hacer y haciendo lo que son capaces de hacer; esto es lo mínimo que una persona, una persona que busca a Dios, debe hacer. No debes llevar a cabo tu deber solo para ser bendecido y no debes negarte a actuar por temor a ser maldecido. Dejadme deciros esto: lo que el hombre debe hacer es llevar a cabo su deber, y si es incapaz de llevar a cabo su deber, esto es su rebeldía. Es por medio del proceso de llevar a cabo su deber que el hombre es cambiado gradualmente, y es por medio de este proceso que él demuestra su lealtad. Así pues, cuanto más puedas llevar a cabo tu deber, más verdad recibirás y más real será tu expresión. Los que solo cumplen con su deber por inercia y no buscan la verdad, al final serán eliminados, pues esas personas no llevan a cabo su deber en la práctica de la verdad y no practican la verdad en el cumplimiento de su deber. Ellos son los que permanecen sin cambios y serán maldecidos. No solo sus expresiones son impuras, sino que todo lo que expresan es malvado” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La diferencia entre el ministerio de Dios encarnado y el deber del hombre). Cuando pensé en esto, vi que un deber es algo que deberíamos hacer como seres creados. Es una responsabilidad inevitable. No puede contaminarse con transacciones ni beneficios. Es como la piedad filial, es el orden natural y se da por sentado. Nos sometemos al juicio y castigo de Dios en nuestro deber; nuestra corrupción puede cambiar y purificarse. Solo así tendremos la salvación y un buen destino. Sin buscar la verdad, creyendo por años sin cambiar nuestro carácter corrupto, aferrados a la mentalidad de negociación y deseos extravagantes, por mucho que creamos o nos sacrifiquemos, Dios no nos aprobará y nos eliminará. Pensé en Job, que había perdido toda posesión, hasta a sus hijos, pero no culpó a Dios. Sabía que todo Dios se lo dio, y cuando se lo quitó, debía obedecer incondicionalmente. Por eso, Job dijo: “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová” (Job 1:21).* En su corazón sabía que si Dios le diera recompensas o se las quitara, debía adorarlo. Ese era su deber. Job mantuvo su deber hacia Dios y fue firme en el testimonio. Eso es lo que debería hacer una verdadera criatura de Dios. Debía seguir ese ejemplo. Ya no podía usar mis sacrificios como moneda de cambio para exigirle cosas a Dios, sino debía ver mi deber como mi responsabilidad y obligación. Eso era tener conciencia y razón.
Poco después, como la policía iba a volver a arrestarme, me quedé un tiempo en casa de un hermano anciano. Después leí en las palabras de Dios: “Si puedes dedicar tu corazón, tu cuerpo y todo tu amor verdadero a Dios, ponerlos delante de Dios, serle completamente obediente y ser absolutamente considerado con Su voluntad, no por la carne, no por la familia y no por tus propios deseos personales, sino por los intereses de la casa de Dios, tomando la palabra de Dios como el principio y fundamento de todo, entonces, al hacer esto, todas tus intenciones y perspectivas estarán en el lugar correcto y serás una persona ante Dios que recibe Sus elogios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Aquellos que de verdad aman a Dios son los que pueden someterse completamente a Su practicidad). Las palabras de Dios me dieron un camino y una dirección. No debería pensar solo en mi familia e intereses, sino que debía corregir mis motivos y enfocar mi energía y pensamientos en cumplir mi deber. Al entender la voluntad de Dios, calmé mi corazón y leí más de sus palabras. Después de un tiempo, me dieron otro deber, Gracias al juicio y castigo de Dios, mi enfoque hacia mi fe fue corregido y ahora mi objetivo es el correcto.
La cita bíblica marcada (*) ha sido traducida de AKJV.