Mis días en cautividad
Por Yang Qing, ChinaEn julio de 2006 acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Mi marido apoyaba mi fe en Dios y recibía...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
Un día de 2018, mi líder me encargó que fuera a apoyar a una iglesia recién fundada. Cuando recibí esta noticia, estaba tan sorprendida como nerviosa. Parecía que la líder me tenía en alta estima; pero ¿cómo me verían mis hermanos y hermanas si no podía hacer ningún trabajo real? ¿Pensarían que no era una buena líder? Si eso ocurriera, ¿qué dignidad me quedaría? En cuanto pensaba en estas cosas, me ponía ansiosa y me costaba estar tranquila mientras cumplía con mi deber. Una semana después, con el corazón lleno de incertidumbre, partí hacia la nueva iglesia. Al principio, cuando los hermanos y hermanas me planteaban preguntas, podía resolverlas combinando las palabras de Dios y los principios con mi propia experiencia en la comunicación. Pero más adelante surgieron algunas cuestiones que no pude captar del todo ni supe cómo resolver, así que empecé a ponerme nerviosa.
Recuerdo que, durante una reunión en particular, los hermanos y hermanas habían planteado algunas preguntas y dificultades a las que se enfrentaban en su trabajo, y a mí simplemente no se me ocurría qué aspecto de la verdad debía comunicar para resolverlas. Me preocupaba que pensaran mal de mí, y era un manojo de nervios. Me devanaba los sesos, queriendo recordar pasajes de las palabras de Dios o principios para comunicar lo antes posible, pero cuanto más me agitaba, más se me quedaba la mente en blanco. Al ver a los hermanos y hermanas sentados en silencio esperando una respuesta, me entró aún más pánico, pensando: “Si no puedo resolver sus problemas, ¿acaso no significa que no comprendo la verdad y soy incapaz de llevar a cabo un trabajo real? ¿Qué pensarán de mí los hermanos y hermanas? ¡Me daría mucha vergüenza!”. Al final, le eché valor y elegí un pasaje de las palabras de Dios para la comunicación. En realidad, tenía muy claro que solo estaba recitando palabras y doctrinas y que eso no resolvería sus problemas. Pero al ver que mis hermanos y hermanas escuchaban, asentían con la cabeza y no hacían más comentarios, no pensé más en ello. En otra ocasión, una hermana preguntó por su hija, que estaba tan ocupada con el trabajo que no podía asistir habitualmente a las reuniones. La hermana estaba preocupada porque su hija no perseguía la verdad, y perdería su oportunidad de alcanzar la salvación, por lo que a menudo le recordaba que leyera las palabras de Dios y asistiera a más reuniones. Pero, al mismo tiempo, le preocupaba que si la presionaba demasiado pudiera alterarla. Esta cuestión hacía que la hermana se sintiera limitada y no sabía cómo debía proceder. En ese momento, no estaba segura de cómo debía relacionarme con ella para resolver su problema. Me dije a mí misma: “No hay manera de justificar el hecho de no proporcionar ningún tipo de enseñanza a esta hermana delante de todos. Es mi primera vez en este grupo de reunión. Si no puedo arreglar ninguno de sus problemas, ¿acaso no pensarán mal de mí los hermanos y hermanas y dirán que soy incapaz de resolver los problemas mediante la comunicación en la verdad? Pase lo que pase, tengo que salvar esta situación de alguna manera”. Así que me comuniqué diciendo: “En relación con este asunto, debemos buscar la verdad y discernir la intención de Dios. Él salva a quienes tienen verdadera fe y aman la verdad. Él nunca nos obliga a reunirnos ni a cumplir con nuestro deber, así que, si tu hija no persigue la verdad, no puedes obligarla a hacerlo. Debes someterte a los arreglos de Dios y abstenerte de actuar según tus afectos”. La hermana no dijo nada después de que yo terminara mi comunicación, pero seguía con el ceño fruncido. Al ver que el problema de la hermana no se había resuelto, la líder, la hermana Wang Lin, ofreció su propia comunicación: “Deberías seguir ayudando a tu hija y ofrecerle una comunicación con amor. A su debido tiempo, quedará claro si tu hija es una buscadora de la verdad. Si es una auténtica creyente en Dios, aunque al principio tenga deseos mundanos y no persiga la verdad, debes ser paciente, aceptarla y apoyarla con amor. Entonces, una vez que empiece a captar algo de la verdad, comenzará a darle más importancia de manera natural. Si no es amante de la verdad, y su fe en Dios es solo superficial y con el propósito de recibir bendiciones, entonces ninguna ayuda u oración para ella será de ninguna utilidad, porque Dios no salva a los incrédulos. Por lo tanto, primero ayudémosla y apoyémosla con amor y luego, una vez que sepamos con certeza qué clase de persona es, podremos decidir cómo tratarla según los principios”. La hermana no paró de asentir con la cabeza, y yo también había adquirido una comprensión más clara de la cuestión. La comunicación de la hermana Wang Lin esbozaba una senda de actuación clara. Pero no estaba dispuesta a reconocer nada de aquello en voz alta; pensé que, si lo hacía, los hermanos y hermanas tendrían aún más motivos para darse cuenta de que yo solo había hablado sobre conocimiento doctrinal, y sería una completa vergüenza. A partir de ese momento, me sentí cada vez más agobiada, aterrorizada de no poder resolver los problemas planteados por mis hermanos y hermanas. A veces, cuando me encontraba con dificultades, quería comunicar con ellos para escuchar sus ideas y opiniones. Pero entonces recordaba que yo estaba allí para regarles y apoyarles y que, si cambiaba las tornas y acudía a ellos en busca de ayuda, seguramente pensarían mal de mí. No paraba de darle vueltas a la cabeza, y justo cuando estaba a punto de decir algo, dudaba de mí misma y me quedaba callada. A veces me excusaba para ir al baño, o me inventaba un pretexto para ir a ocuparme de otro asunto cuando surgía un tema difícil y pedía a los hermanos y hermanas que lo discutieran primero entre ellos. De este modo, nadie podía darse cuenta de cómo era en realidad. Cada vez que hacía algo así, me machacaba a mí misma, sabiendo que no tenía una comprensión firme del asunto, y que, si me abría en la comunicación y buscaba la ayuda de mis hermanos y hermanas, obtendría una comprensión más profunda. En esos momentos, siempre me proponía no evitar esas situaciones en el futuro, pero cuando surgía alguna dificultad, quería instintivamente salvaguardar mi estatus y mi dignidad. Me las arreglaba para salir del paso en un debate pronunciando ciertas palabras y doctrinas, o simplemente evitaba la situación por completo. Durante ese período, mi estado fue empeorando poco a poco: no tenía ninguna percepción cuando comunicaba durante las reuniones, constantemente me chocaba contra la pared en el trabajo, y cada vez me resultaba más difícil cumplir con mi deber. Me sentía muy reprimida y sufría al tener que fingir y disimular constantemente. Hasta llegué a pensar que tal vez este deber era demasiado para mí, y que sería mejor volver a mi puesto anterior. Me di cuenta de que estaba en un pésimo estado, y entonces le pedí a Dios: “¡Querido Dios! Últimamente mi trabajo me resulta muy laborioso y me falta lucidez. Parece que te has alejado de mí, pero no sé en qué me he equivocado. Oh, Dios, quisiera que me guíes para entenderme mejor a mí misma”.
Después, me encontré con este pasaje de las palabras de Dios: “Todos los seres humanos corruptos adolecen de un problema común: cuando no tienen estatus, no se dan importancia al relacionarse o hablar con alguien ni adoptan un determinado estilo o tono discursivo; son, sencillamente, normales y corrientes y no necesitan aparentar. No sienten presión psicológica y saben compartir abiertamente y de corazón. Son accesibles y es fácil relacionarse con ellos; a los demás les parecen muy buena gente. En cuanto logran estatus, se vuelven petulantes, ignoran a la gente común, nadie puede acercarse a ellos; creen tener cierta nobleza y que ellos y la gente normal están cortados por distintos patrones. Desprecian a las personas corrientes, se dan importancia al hablar y dejan de compartir abiertamente con los demás. ¿Por qué ya no comparten abiertamente? Sienten que ahora tienen estatus y son líderes. Piensan que los líderes deben tener determinada imagen, estar un poco por encima de la gente normal, tener más estatura y que son más capaces de asumir responsabilidad; creen que, en comparación con la gente normal, los líderes deben tener más paciencia, ser capaces de sufrir, de esforzarse más y de soportar toda tentación de Satanás. Incluso si sus padres u otros miembros de su familia mueren, sienten que deben tener autocontrol para no llorar, o que al menos deben llorar en secreto, sin que los vean, para que nadie vea ninguna de sus limitaciones, defectos ni debilidades. Llegan a creer que los líderes no pueden decir a nadie que han caído en la negatividad; por el contrario, deben ocultar todas esas cosas. Creen que así debe actuar una persona con estatus. Cuando se reprimen hasta ese punto, ¿acaso el estatus no se ha convertido en su dios, en su señor? Y siendo así, ¿poseen todavía una humanidad normal? Cuando tienen tales ideas, cuando se meten en esa cesta y simulan de esa manera, ¿acaso no se han enamorado del estatus?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo resolver las tentaciones y la esclavitud del estatus). Mediante la revelación de las palabras de Dios, me di cuenta de que la razón por la que mi trabajo era tan penoso y agotador era que me había obsesionado demasiado con la reputación y el estatus. Antes de llegar a esa iglesia, me había sentido muy libre y sin restricciones en las reuniones con mis hermanos y hermanas: no había presión, y si no entendía algo, sacaba el tema para debatirlo en la comunicación. Pero desde que llegué a aquella iglesia para apoyarla, me había puesto a mí misma en un pedestal, pensando que debía ser mejor y más hábil que aquellas personas, ya que había ido para apoyarlas. Creía que solo resolviendo cada uno de los problemas que mis hermanos y hermanas planteaban estaría actuando en consonancia con mi estatus. Para ganarme la admiración y la aceptación de mis hermanos y hermanas, me disfrazaba y guardaba las apariencias. A pesar de que era evidente que no dominaba los temas, no estaba dispuesta a abrirme y buscar, sino que insistía en salir del paso con palabras y doctrinas, engañando a mis hermanos y hermanas, y a veces incluso encontrando excusas para evitar la situación por completo. No tenía la más mínima consideración respecto a si los problemas de mis hermanos y hermanas se habían resuelto o no, y ni siquiera me atrevía a decir algo tan simple como “no entiendo este asunto”. Solo entonces me di cuenta de que había dado demasiada importancia al estatus, y que todo lo que hacía tenía como fin salvaguardar ese estatus. La iglesia había dispuesto que fuera allí a cumplir con el deber, de manera que pudiera trabajar con mis hermanos y hermanas para resolver los problemas y cuestiones que afrontaba esa iglesia, pero no consideré en absoluto cuál era la mejor manera de cumplir con mi deber y realizar un trabajo real, sino que solo pensé en la opinión que tendrían de mí los hermanos y hermanas, y en la mejor manera de proteger mi estatus y dignidad. Incluso buscaba la manera de engañarlos para preservar mi dignidad y mi estatus. Al descuidar mis deberes, no solo me hacía sufrir a mí misma, sino que también perjudicaba a mis hermanos y hermanas y retrasaba la labor de la iglesia. Eso seguro que hizo a Dios encontrarme muy detestable y despreciable. Había caído en las tinieblas; esto demostraba el carácter justo de Dios, y debía reflexionar sobre mí misma y arrepentirme ante Él.
Al día siguiente, me sinceré con mis hermanos y hermanas sobre mi estado reciente, y también les planteé algunas cuestiones con las que tenía problemas para la comunicación. Gracias a compartirlo juntos, y con la guía de Dios, acabamos comprendiendo mejor estas cuestiones, y encontramos una senda de práctica. Después de eso, como seguía disimulando instintivamente cuando encontraba dificultades o no lograba captar ciertos temas, al no querer exponerles mis debilidades a mis hermanos y hermanas, oré a Dios, pidiendo Su guía. Entonces encontré un pasaje de las palabras de Dios que me aportó una senda de práctica. Dios Todopoderoso dice: “Para liberarte del control que el estatus tiene sobre ti, ¿qué debes hacer primero? Debes purgarlo de tus intenciones, de tus pensamientos y de tu corazón. ¿Cómo se consigue esto? Antes, cuando no tenías estatus, ignorabas a aquellos que no te llamaban la atención. Ahora que tienes estatus, si ves a alguien que no te llama la atención o tiene problemas, te sientes responsable de ayudarlo, y por eso pasas más tiempo comunicando con él, tratando de resolver algunos de los problemas prácticos que tiene. ¿Y qué sientes en tu corazón cuando haces tales cosas? Un sentimiento de alegría y paz. Así que también deberías confiar en la gente y sincerarte con ella más a menudo cuando te halles en dificultades o experimentes un fracaso, comunicar tus problemas y debilidades, hablar de cómo te rebelaste contra Dios y cómo saliste de esto y fuiste capaz de satisfacer Sus intenciones. ¿Y cuál es el efecto de confiar en la gente de esa manera? Es, sin duda, positivo. Nadie te mirará por encima del hombro, y es posible que envidien tu capacidad para atravesar estas experiencias. Alguna gente siempre piensa que cuando las personas tienen estatus, deben actuar más como funcionarios y hablar de una determinada manera para que las tomen en serio y las respeten. ¿Es correcta esta forma de pensar? Si eres capaz de darte cuenta de que esta forma de pensar es errónea, debes orar a Dios y rebelarte contra las cosas carnales. No te des importancia y no vayas por la senda de la hipocresía. En cuanto pienses así, debes abordarlo buscando la verdad. Si no la buscas, este pensamiento, este punto de vista, tomará forma y se arraigará en tu interior. En consecuencia, llegará a dominarte y tú simularás y moldearás tanto tu imagen que nadie podrá verte a través de ella ni entender tus pensamientos. Hablarás con los demás como si lo hicieras a través de una máscara que les oculta tu verdadero ser. Debes aprender a permitir que los demás te vean tal como eres y a abrirles tu corazón y acercarte a ellos. Debes rebelarte contra las preferencias de tu carne y comportarte de acuerdo con las exigencias de Dios. Así, tendrás paz y felicidad de corazón” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo resolver las tentaciones y la esclavitud del estatus). Las palabras de Dios me ayudaron a darme cuenta de que, para despojarme de los grilletes de la reputación y el estatus, tenía que aprender a dejar de lado el deseo de estatus dentro de mi corazón. De hecho, no importaba el deber que desempeñara o el estatus que tuviera, seguía estando profundamente corrompida por Satanás y tenía muchas carencias y deficiencias. Esto era completamente normal; no es que llegar a ser un líder y tener estatus signifique que alguien de repente se vuelva mejor que todos los demás, gane estatura, entienda la verdad y pueda captar y resolver todos los problemas. Necesitaba tener un concepto adecuado de mí misma. Más tarde, cada vez que quería salvaguardar mi estatus y ocultar mis propias insuficiencias, hacía exactamente lo contrario: me abría y me exponía ante todos sin pretensiones, permitiendo que mis hermanos y hermanas vieran mi verdadera estatura. Cuando me encontraba con un problema que no podía resolver, admitía siendo realista que no lo entendía y buscaba la verdad junto con mis hermanos y hermanas, complementando las fortalezas y debilidades de cada uno. Practicando de este modo, me sentía mucho más libre y relajada, y mi deber ya no parecía tan agotador.
Sin embargo, hubo ocasiones en las que no logré poner en práctica la verdad. Una vez, la hermana Wang Lin, la líder, llegó a una reunión antes que yo. Pensé para mis adentros: “La hermana Wang Lin ya es consciente de mis carencias y deficiencias desde mi última charla, en la que solo hablé de palabras y doctrinas. Si vuelvo a fracasar en la resolución de los problemas de mis hermanos y hermanas, seguramente pensará aún peor de mí. ¿Qué pasaría entonces con mi dignidad?”. Me puse algo ansiosa después de tener ese pensamiento y sentí que habría mucha presión sobre mí para dirigir la reunión junto a ella. Le dije a la hermana Wang Lin: “Si tienes otros deberes que atender, vete sin problemas, yo puedo encargarme de esta reunión”. La hermana Wang Lin se fue sin decir nada. Para mi sorpresa, unos días más tarde me dijo: “Aquel día, mi plan original era revisar algunos de los problemas y desviaciones en el trabajo al final de la reunión, pero en cuanto llegué me dijiste que yo no hacía falta allí. Me lo he pensado mejor y he decidido que debo llamar tu atención sobre algunos problemas que tienes. Esto será beneficioso para ti y para la obra de la iglesia”. La hermana Wang Lin me dijo que yo salvaguardaba mi estatus y mi dignidad en todo lo que hacía, ocultando siempre mis carencias y disimulando, y que no lograba una verdadera cooperación con mis hermanos y hermanas. Sería difícil que obtuviera la obra del Espíritu Santo y lograra algún resultado en mi trabajo, dado que había puesto la intención equivocada al cumplir con mi deber. Los comentarios de la hermana Wang Lin hicieron que mi rostro se sonrojara de vergüenza. Me avergoncé de mí misma y me sentí realmente mal. Lo que había dicho era cierto, mi trabajo consistía en apoyar a la iglesia, pero como me preocupaba que me expusieran y deshonraran, encontré una excusa para deshacerme de ella cuando quiso trabajar conmigo para identificar y resolver los problemas lo antes posible. Ella estaba más familiarizada con el trabajo de la iglesia, así que ¿cómo iba a conseguir yo buenos resultados sin cooperar con ella en el cumplimiento de nuestro deber? Wang Lin no solo se había dado cuenta de que yo carecía de la realidad-verdad y era incapaz de resolver los problemas, sino que también había descubierto lo obsesionada que estaba con el estatus y la reputación. En ese momento, me sentí completamente humillada. En medio de mi sufrimiento, me presenté ante Dios en oración: “¡Querido Dios! Hoy Wang Lin señaló mis problemas y deficiencias. Debo aprender de esta situación y por eso te suplico que me guíes para obtener una mayor comprensión de mí misma, de modo que pueda rectificar mi carácter corrupto y experimentar una verdadera transformación”. Después de la oración, me encontré con un pasaje de las palabras de Dios que exponía mi estado en ese momento. Dios Todopoderoso dice: “Las propias personas son seres creados. ¿Pueden los seres creados alcanzar la omnipotencia? ¿Pueden alcanzar la perfección y la impecabilidad? ¿Pueden alcanzar la destreza en todo, llegar a entenderlo todo, ver la esencia de todo y ser capaces de cualquier cosa? No pueden. Sin embargo, dentro de los humanos hay un carácter corrupto y una debilidad fatal. En cuanto aprenden una habilidad o profesión, las personas sienten que son capaces, que tienen estatus y valor, que son profesionales. Sin importar lo mediocres que sean, quieren presentarse como figuras famosas o excepcionales, convertirse en una celebridad de poca importancia, y hacer creer a la gente que son perfectos y sin ningún defecto. A ojos de los demás, desean hacerse famosos, poderosos o figuras importantes y quieren volverse imponentes, capaces de cualquier cosa y sin que haya nada que no puedan lograr. Creen que si pidieran ayuda parecerían incapaces, débiles e inferiores y la gente los despreciaría. Por eso siempre quieren mantener las apariencias. […] ¿Qué tipo de carácter es este? La arrogancia de estas personas no tiene límite, han perdido toda razón. No quieren ser como los demás, no quieren ser gente corriente, gente normal, sino superhumanos, personas excepcionales, peces gordos. ¡Este es un problema descomunal! En cuanto a las debilidades, deficiencias, ignorancia, estupidez y falta de entendimiento dentro de la humanidad normal, lo ocultan todo y no dejan que otras personas lo vean y siguen disfrazándose. […] Ni ellos mismos saben quiénes son, no saben vivir una humanidad normal. Ni una vez han actuado como seres humanos prácticos. Si te pasas los días con la cabeza en las nubes, saliendo del paso, sin hacer nada de forma realista y viviendo siempre de acuerdo con tu imaginación, esto es un problema. La senda que eliges en la vida no es correcta. Si haces esto, entonces da igual cuánto creas en Dios, no entenderás la verdad ni podrás obtenerla. Para serte sincero, no puedes obtener la verdad porque tu punto de partida es equivocado” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Las cinco condiciones que hay que cumplir para emprender el camino correcto de la fe en Dios). La revelación de las palabras de Dios me ayudó a darme cuenta de que la razón por la que siempre me había disfrazado instintivamente para ganar la admiración de los demás era que estaba controlada por mi carácter arrogante. Yo no era más que un ser creado, por lo que no podía entenderlo todo ni tener completamente claras todas las cuestiones. Era completamente normal que me encontrara con problemas y dificultades en el transcurso del cumplimiento de mi deber. Sin embargo, en cuanto alcanzaba un determinado estatus, me creía “extraordinaria” y no reconocía mi verdadero ser ni afrontaba mis carencias. Siempre intentaba convertirme en una persona grande e importante, en un modelo de perfección, y por eso me disfrazaba y fingía a cada momento para salvaguardar mi imagen y mi estatus a los ojos de mis hermanos y hermanas. Me corrompieron y me influyeron profundamente máximas satánicas como “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela” y “El orgullo es tan necesario para la gente como respirar”. Independientemente del grupo de personas con el que me relacionara, siempre quería dejar la mejor impresión y ganarme la admiración y los elogios de todos, creyendo que solo así estaría viviendo con dignidad y calidad humana. Entonces, cuando mis carencias y deficiencias quedaban expuestas delante de todo el mundo, sufría mucho y encontraba formas de ocultarlas y disfrazarlas. Este último caso fue un ejemplo perfecto; como me preocupaba que la hermana Wang Lin se diera cuenta de cómo era en realidad, le dije que se fuera con toda la intención, para así poder ocultar el hecho de que no entendía la verdad. En mi afán por salvaguardar mi propio estatus y dignidad, no di la más mínima importancia al trabajo de la iglesia ni consideré mi propio deber. ¡Había sido tan egoísta y vil! Me di cuenta de que todavía había muchos asuntos reales que tratar en la iglesia, y si no cooperaba con la hermana Wang Lin, los problemas no se resolverían. Eso retrasaría el trabajo de toda la iglesia, y causaría daños en la vida de nuestros hermanos y hermanas. Estaba sacrificando los intereses de la iglesia para preservar mi imagen: ¿no estaba cometiendo una maldad? Dios requiere que vivamos como seres humanos normales, adorando y sometiéndonos a Dios, y conduciéndonos con seriedad y haciendo nuestros deberes de acuerdo con las peticiones de Dios. Sin embargo, yo, en mi salvaje arrogancia, me había desprovisto de la racionalidad que debe tener cualquier humano normal, pretendiendo siempre proyectar una imagen perfecta de mí misma para ganarme la admiración de los demás. Estaba recorriendo una senda de resistencia a Dios, y si no me arrepentía, al final sería arrojada al infierno para recibir el castigo. Cuando me di cuenta de todo esto, me sentí asqueada y avergonzada de mí misma, y le oré a Dios, dispuesta a arrepentirme y a cumplir de manera honesta y práctica mi deber como ser creado.
Después de haber hecho estas comprobaciones, busqué una senda de práctica para resolver mis problemas. Me encontré con dos pasajes de las palabras de Dios que decían lo siguiente: “En presencia de Dios, no importa cómo te disfraces, cómo te ocultes ni qué te inventes, Dios capta con claridad todos tus pensamientos más sinceros y lo que escondes en lo más profundo de tu ser; no hay una sola persona cuyas cosas ocultas e íntimas puedan escapar al escrutinio de Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Seis indicadores de crecimiento vital). “Debes buscar la verdad para resolver cualquier problema que surja, sea el que sea, y bajo ningún concepto simular o dar una imagen falsa ante los demás. Tus defectos, carencias, fallos y actitudes corruptas… sé totalmente abierto acerca de todos ellos y compártelos. No te los guardes dentro. Aprender a abrirse es el primer paso para la entrada en la vida y el primer obstáculo, el más difícil de superar. Una vez que lo has superado, es fácil entrar en la verdad. ¿Qué significa dar este paso? Significa que estás abriendo tu corazón y mostrando todo lo que tienes, bueno o malo, positivo o negativo; que te estás descubriendo ante los demás y ante Dios; que no le estás ocultando nada a Dios ni estás disimulando ni disfrazando nada, libre de mentiras y falsedades, y que estás siendo igualmente sincero y honesto con otras personas. De esta manera, vives en la luz y no solo Dios te escrutará, sino que otras personas podrán comprobar que actúas con principios y cierto grado de transparencia. No necesitas ningún método para proteger tu reputación, imagen y estatus, ni necesitas encubrir o disfrazar tus errores. No es necesario que hagas estos esfuerzos inútiles. Si puedes dejar de lado estas cosas, estarás muy relajado, vivirás sin limitaciones ni dolor y completamente en la luz” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Dios escruta el corazón y la mente del hombre; en cuanto a mi carácter corrupto, mis intenciones e impurezas, Dios estaba al tanto de cada aspecto de estas cosas. No importaba cómo me disfrazara y levantara una falsa fachada, mi carácter corrupto se mantenía, mi estatura no cambiaba, y seguía sin entender la verdad ni tener la realidad-verdad. Además, no solo Dios había detectado mi intento de encubrimiento, sino que cualquier hermana o hermano que entendiera la verdad también podría haber descubierto mi farsa. Mi esfuerzo por disfrazarme de persona perfecta no era más que una forma de autoengaño. No fue hasta entonces cuando al fin me di cuenta de que levantar una fachada y disfrazarse en nombre del estatus y la dignidad era una búsqueda sin sentido, y cuanto más me envolvía, más me exponía. Era una manera insensata de vivir. Al darme cuenta de estas cosas, acepté conscientemente el escrutinio de Dios, y cuando me apetecía salvaguardar mi estatus y mi dignidad, me abría activamente y practicaba la verdad.
El día antes de abandonar aquella iglesia, quise preguntarle a una hermana si todavía tenía algún problema o dificultad que discutir, pero también me preocupaba que, si no podía ayudar a resolver sus problemas, entonces haría el ridículo delante de ella. Pensé para mis adentros: “De todos modos, me iré de aquí mañana; practicaré la verdad la próxima vez”. Justo entonces, me vino a la mente un pasaje de las palabras de Dios: “Si cuando te encuentras con algunas dificultades especiales o te hallas ante determinados entornos, tu actitud consiste siempre en evitarlos o huir de ellos para intentar desesperadamente rechazarlos y librarte de ellos; si no quieres ponerte a merced de las instrumentaciones de Dios, te resistes a someterte a Sus instrumentaciones y disposiciones y no quieres dejar que la verdad se ocupe de ti; si siempre quieres tener la sartén por el mango y controlar todo lo relativo a ti de acuerdo con tu carácter satánico, entonces, las consecuencias serán que, tarde o temprano, con seguridad, Dios te dejará a un lado o te entregará a Satanás. Si la gente entiende este tema, debe dar la vuelta rápidamente y seguir su camino en la vida de acuerdo con la senda correcta que Dios exige. Esta es la senda correcta, y cuando la senda es correcta, esto quiere decir que la dirección es la correcta” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios me ayudaron a darme cuenta de que, aunque preguntarle a mi hermana si tenía algún problema o dificultad parecía insignificante, seguía siendo una oportunidad para renunciar a mi deseo de estatus y dignidad y practicar la verdad. Si seguía disimulando y poniéndome una máscara para desorientar a los demás y salvaguardar mi estatus y mi dignidad, nunca podría liberarme de los grilletes y las limitaciones de mi carácter corrupto. No podía seguir cediendo a mis deseos; tenía que practicar la verdad y vivir una apariencia de humanidad para avergonzar a Satanás. Así que, antes de partir, pregunté proactivamente a mi hermana si tenía algún problema o dificultad. Cuando me parecía que había captado su situación, le proporcionaba comunicación, y cuando no tenía una respuesta, le decía: “No sé cómo resolver este asunto, busquemos juntas una respuesta”. Después de practicar de esta manera, me sentí muy afianzada y en paz.
Realmente he ganado mucho a partir de esta experiencia. Si no hubiera ido a esa iglesia a cumplir con mi deber, lo que hizo que me expusiera a través de esta situación real, nunca me hubiera dado cuenta de que tenía tal obsesión con el estatus, y que salvaguardar el estatus y la dignidad de uno era una forma de resistencia hacia Dios. El juicio y la revelación de las palabras de Dios me ayudaron a liberarme de los grilletes del estatus y la dignidad y a dejar de disfrazarme. ¡Gracias a Dios Todopoderoso por salvarme!
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.
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