Ya no vivo por el dinero
Por Weixiao, ChinaCuando era pequeña, mi familia era muy pobre. Todos nuestros familiares y vecinos nos despreciaban, y los hijos de los...
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Nací en una familia de agricultores común y corriente, mis padres me enseñaron desde pequeña que debía estudiar mucho para que, cuando creciera, llegara a ser alguien, a tener una buena vida y no terminara como ellos, sin educación y solo capaces de ganarse la vida con la agricultura, algo que era trabajoso y agotador y que, además, el resto menospreciaba. Entonces, me prometí a mí misma que estudiaría duro para hacer mucho dinero y llevar una buena vida. Cuando crecí, me recibí de doctora. Después de casarme, trabajé duro para mejorar mis habilidades profesionales, estudiando mucho y rindiendo exámenes para certificaciones. Me pasaba los días como una máquina, a veces dormía solo dos horas por día. Gracias a mi trabajo duro, me abrí camino hasta llegar a un hospital en la gran ciudad y comencé a ganar un buen salario. Como ganaba mucho, mis vecinos, familiares y amigos me envidiaban. Estaba satisfecha, me sentía superior y pensaba para mis adentros: “¡Tener dinero es genial!”. Aunque desarrollé un grave insomnio por trabajar demasiado y no podía dormir durante la noche, aún pensaba que lo que había hecho valía la pena. En marzo de 2013, junto con una colega abrimos una gran clínica para pacientes ambulatorios. Teníamos varios departamentos y algunos doctores retirados, y el negocio iba genial. Durante una cena, mis familiares, amigos y compañeros de clase me alabaron por mis capacidades, diciendo: “Eres tan joven y ya tienes una casa, auto y ahora has abierto una gran clínica. ¡Has logrado muchísimo para alguien de tu edad, de veras!”. Estaba muy feliz y quería que mi negocio fuera aún más grande y mejor. Más tarde, me convertí en la representante legal de la clínica. Manejaba todos los aspectos del establecimiento, tanto grandes como pequeños. En ese tiempo, había aceptado la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días desde hacía más de dos meses y, a través de las reuniones y de leer las palabras de Dios, comprendí que todo lo que tenía provenía de Dios, y que Dios tiene soberanía sobre todo y provee y controla todo. Dios me había traído a Su casa y me había dado la oportunidad de salvarme, y yo me sentía muy afortunada. Durante las reuniones, participaba activamente en las charlas y cada reunión me brindaba un gran regocijo y muchas ganancias. Esos días disfrutaba de verdad y, aunque tenía mucho trabajo, trataba de coordinar mi tiempo para asistir a las reuniones.
Tres meses después, el líder me preguntó si quería hacerme cargo de celebrar reuniones de grupo y realizar el seguimiento del trabajo evangélico de los hermanos y hermanas. Realmente quería practicar hacer mi deber, pero me acordé de que, durante una reunión anterior, un colega intentó derivar a un paciente a mi clínica, y, como no me localizaron por teléfono, la clínica perdió más de mil yuanes. En ese momento, mi socia me reprendió con enojo y dijo que, si esto volvía a suceder, yo tendría que compensar las pérdidas. Incluso cambió las tarjetas bancarias para las transacciones de la clínica y las puso a su nombre. Si aceptaba este nuevo deber, me llevaría mucho tiempo y pasaría aún menos tiempo en la clínica. Me daba mucho miedo perjudicar el negocio, así que me negué. Después de un tiempo, el líder me contactó nuevamente y me dijo que había un deber urgente y que en ese momento no podían encontrar a la persona correcta para hacerlo; me preguntó si estaba dispuesta a cooperar. Me vi ante un gran conflicto, porque en la clínica había más trabajo que nunca y los centros médicos también debían asistir a cursos de formación; yo era la representante legal, así que, si no asistía, tendría que formarme después para poder trabajar. Esto retrasaría el negocio por varios meses y el resultado serían unas pérdidas enormes. Por ello, puse una excusa para eludir el deber una vez más. Esa noche, me sentía mal por haber dado una excusa para eludir el deber, así que oré a Dios: “Dios, quiero hacer mi deber, pero la clínica tiene mucho trabajo y verdaderamente no puedo irme. Me siento mal de veras por rechazar mi deber, por favor guíame para comprender Tu intención”.
Más tarde, leí estas palabras de Dios: “Hoy, lo que a vosotros se os exige lograr no son exigencias adicionales, sino el deber del hombre y lo que todas las personas deben hacer. Si ni siquiera sois capaces de hacer vuestro deber, o de hacerlo bien, ¿no os estáis acarreando problemas? ¿No estáis cortejando a la muerte? ¿Cómo podéis todavía esperar tener un futuro y perspectivas? La obra de Dios se hace por el bien de la humanidad, y la cooperación del hombre se da por el bien de la gestión de Dios. Después de que Dios haya hecho todo lo que le corresponde hacer, al hombre se le exige ser pródigo en su práctica y cooperar con Dios. En la obra de Dios, el hombre no debe escatimar esfuerzos, debe ofrecer su lealtad y no debe darse el gusto de tener numerosas nociones o sentarse pasivamente y esperar la muerte. Dios puede sacrificarse por el hombre, así que, ¿por qué no puede el hombre ofrecerle su lealtad a Dios? Dios solo tiene un corazón y una mente para con el hombre, así que, ¿por qué no puede el hombre ofrecer un poco de cooperación? Dios obra para la humanidad, así que, ¿por qué el hombre no puede llevar a cabo algo de su deber por el bien de la gestión de Dios? La obra de Dios ha llegado hasta aquí; sin embargo, vosotros veis pero no actuáis, escucháis pero no os movéis. ¿No son tales personas objetos de perdición? Dios ya le ha dedicado Su todo al hombre, así que ¿por qué es incapaz el hombre hoy de llevar a cabo su deber con seriedad? Para Dios, Su obra es Su prioridad y la obra de Su gestión es de suprema importancia. Para el hombre, poner en práctica las palabras de Dios y cumplir las exigencias de Dios son su primera prioridad. Todos vosotros deberíais entender esto” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra de Dios y la práctica del hombre). Dios está dedicado por completo a salvar a la humanidad, pagando un precio en silencio. Se ha encarnado personalmente y ha expresado millones de palabras en esta tierra, para proveer a la humanidad de toda la verdad que necesita y permitir que las personas ganen la verdad y se salven. Pero yo había sido desagradecida y, por el bien del negocio de la clínica, rechacé mi deber varias veces para ganar más dinero y llevar una vida superior a la de los demás sin considerar para nada las necesidades de la obra de la iglesia. ¿Qué manera de creer en Dios era la mía? Cuando pensaba en todas las veces que había rechazado mi deber, me sentía profundamente culpable. No quería vivir como antes, sin ninguna conciencia. En ese momento, tuve una idea. Podía arrendar la clínica y, aunque ganaría menos dinero, sería suficiente y podría hacer mi deber con la mente en paz. Llamé a mi socia para expresarle mis pensamientos, pero ella dijo: “¿Eres estúpida? La clínica tiene un futuro brillante; si continuamos así, en dos años seremos ricas y tendremos todo lo que siempre hemos querido. Tenemos que vivir con un poco de realismo. ¡En esta sociedad, nadie te respeta si no tienes dinero!”. Las palabras de mi socia me hicieron dudar y pensé: “Si arriendo mi parte, no ganaré tanto dinero y puede que ni siquiera recupere el capital inicial; ¿qué pensarán de mí mis familiares y amigos?”. Entonces, oré a Dios para que me guiara. Recordé una reunión en la que los hermanos y hermanas hablaron sobre discernir las trampas de Satanás y mantenerse firmes en su testimonio a través de las dificultades y las tentaciones, y comencé a buscar palabras de Dios sobre este tema. Dios dice: “En cada paso de la obra que Dios hace en las personas, externamente parece que se producen interacciones entre ellas, como nacidas de disposiciones humanas o de la perturbación humana. Sin embargo, detrás de bambalinas, cada etapa de la obra y todo lo que acontece es una apuesta hecha por Satanás ante Dios y exige que las personas se mantengan firmes en su testimonio de Dios. Mira cuando Job fue probado, por ejemplo: detrás de escena, Satanás estaba haciendo una apuesta con Dios, y lo que aconteció a Job fue obra de los hombres y la perturbación de estos. Detrás de cada paso de la obra que Dios hace en vosotros está la apuesta de Satanás con Él, detrás de todo ello hay una batalla” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). Después de leer las palabras de Dios, comprendí que las personas, acontecimientos y cosas que encontramos a diario parecen interacciones entre personas, pero que detrás de ellos hay una batalla espiritual y necesitamos mantenernos firmes en nuestro testimonio. Como cuando Job afrontó sus pruebas. Aunque parecía que había perdido a sus hijos y que los ladrones se habían llevado sus posesiones durante la noche, en realidad las tentaciones de Satanás estaban detrás de todo ello. Cuando Job se mantuvo firme en su testimonio de Dios, Satanás quedó avergonzado y huyó. A primera vista, el amable consejo de mi socia parecía ser por mi propio bien; sin embargo, detrás estaba la trampa de Satanás, quien intentaba usar el dinero para tentarme a continuar administrando la clínica, con el fin de que no me quedara tiempo de realizar mis deberes, y, de esa forma, distanciarme de Dios. No podía caer en los trucos de Satanás. Así que le dije a mi socia: “Ayúdame a subarrendar la clínica, tú te quedas el 60% y yo el 40%, y tu parte seguirá generando dividendos”. Mi socia dijo que contactaría a un compañero de clase para que se hiciera cargo. Inesperadamente, la otra parte bajó tanto el precio que, al final, no se arrendó. Yo no lo entendía, ¿por qué él no la arrendó a un precio tan bajo? Más tarde, me enteré de que el compañero de mi socia era en realidad su novio y que ambos habían conspirado para presionarme a subarrendar la clínica a un precio bajo. Yo estaba muy molesta, había tratado a mi socia con sinceridad y ella me había engañado. ¡Sentí que el mundo era realmente aterrador y que los verdaderos amigos no existían! Sabía que creer en Dios es bueno, ya que los hermanos y hermanas son puros y abiertos, comen y beben las palabras de Dios, conversan sobre la verdad y buscan despojarse de sus actitudes corruptas, así que ya no quería dirigir la clínica con mi socia. Pero cuando pensaba en todos los ahorros que había invertido a lo largo de los años para abrir el negocio y que estaría abandonando antes de recuperar el capital inicial, me pregunté cómo me verían los demás. Todos dicen que dirigir una clínica es altamente rentable pero, si yo perdía todo el dinero que había invertido allí, ¿qué pensarían de mí mis amigos y familiares? ¿Qué pensarían de mí los otros médicos? Cuando reflexionaba sobre todo esto, sentía una gran presión y tristeza, y pensaba que la única opción que tenía era permanecer en la clínica.
En septiembre de 2013, un niño pequeño de alrededor de un año y medio acudió a la clínica para un tratamiento con gotero. El primer día, hice una prueba cutánea para el medicamento y pregunté a los padres para confirmar que el niño no tuviera antecedentes de alergias. Inesperadamente, la tercera mañana, cuando se terminó el gotero y estaba a punto de quitar la aguja, los ojos del niño se pusieron en blanco, comenzó a convulsionar y el rostro se le puso de un violeta azulado; luego sus ojos se cerraron muy fuerte y no podía gritar. Yo estaba aturdida y me apresuré a tratarlo como una alergia al medicamento. Pasaron dos minutos y el rostro del niño se tornó de un violeta negruzco, como si hubiera muerto. Estaba aterrorizada y completamente presa del pánico y pensé: “¡Todo ha terminado! ¡Todo ha terminado! Este niño morirá en mis manos. ¿Qué voy a hacer si muere?”. Cuanto más pensaba en ello, más me asustaba y clamaba sin cesar a Dios en mi corazón: “¡Dios, por favor, cuida a este niño! ¡Dios, por favor, sálvalo!”. Después de unos momentos, me asaltó una intuición: “El fluido que este niño recibió contenía potasio. ¿Podría tratarse de una hiperpotasemia?”. Enseguida, corrí al consultorio, diluí la inyección de calcio y se la administré por vía intravenosa. Clamé a Dios en mi corazón mientras aplicaba la inyección. Cuando había aplicado la mitad, el niño lloró fuerte, tosió escupiendo flema y saliva desde la garganta y su rostro ya no tenía el mismo tono violeta negruzco de antes. Cuando terminé de darle la inyección de calcio, la mano del niño ya no estaba tiesa y el pequeño volvió a la normalidad. En ese momento, me di cuenta de lo frágil que es verdaderamente la vida. También supe que Dios había oído mi oración y salvó al niño. Yo seguía agradeciendo a Dios en mi corazón. Luego llamamos a una ambulancia para que llevara al niño al hospital. Los días que siguieron estuve llena de preocupación y temor, y me preguntaba a mí misma: “¿Qué pasará con este niño? ¿Tendrá secuelas graves? ¿Cuánto tendré que pagar en compensación?”. También temía que, si algo fatal como esto volvía a suceder, todo mi dinero, mi fama y mis ganancias estarían perdidos. Sentía como si una roca gigante me aplastara el corazón y pasaba noche tras noche sin poder dormir. Inesperadamente, unos pocos días después, ocurrió otro accidente. Un hombre de mediana edad acudió a la clínica para un gotero. Hice una prueba cutánea antes de administrar la medicación y confirmé con él que no tenía antecedentes de alergia. A mitad de la aplicación, el hombre comenzó a tener dificultades para respirar y se quedaba sin aliento. Su rostro pasó de pálido a un color azulado oscuro. Yo estaba asustada y nerviosa, y pensé: “¡El problema del niño aún no está resuelto y ahora este paciente tiene un accidente también! ¿Se acabó todo para mí?”. Sentí que mi corazón se rompía y no me atreví a pensar más. Oré a Dios por protección y mi corazón de a poco se calmó. Rápidamente seguí el procedimiento para alergias al tratamiento y pude salvarlo. En ese tiempo, hubo una cadena de incidentes en la clínica y, si no hubiera sido por el cuidado y la protección de Dios y Su guía para esclarecerme y pensar en las medidas de emergencia, estas dos personas ya estarían muertas. Por mucho dinero que ganara en mi vida, ¡nunca hubiera podido pagar la indemnización! Fue entonces cuando me di cuenta de que el dinero, la fama, la ganancia, y la riqueza material son como un castillo de naipes y pueden desaparecer de un momento a otro. Solo viviendo ante Dios y haciendo bien mi deber podía tener paz y calma verdaderas.
Más tarde, recordé un pasaje de las palabras de Dios que había leído en una reunión: “Si en estos momentos colocase dinero en frente de vosotros, y os diera la libertad de escoger, y si no os condenara por vuestra elección, la mayoría escogería el dinero y renunciaría a la verdad. Los mejores de entre vosotros renunciarían al dinero y de mala gana elegirían la verdad, mientras que aquellos que se encuentran en medio tomarían el dinero con una mano y la verdad con la otra. ¿No se haría evidente de esta manera vuestra verdadera esencia? Al elegir entre la verdad y cualquier cosa a la que sois leales, todos tomaríais esa decisión, y vuestra actitud seguiría siendo la misma. ¿No es así? ¿Acaso no hay muchos entre vosotros que han fluctuado entre lo correcto y lo incorrecto? En todas las luchas entre lo positivo y lo negativo, lo blanco y lo negro —entre la familia y Dios, los hijos y Dios, la armonía y la fractura, la riqueza y la pobreza, el estatus y lo ordinario, ser apoyados y ser rechazados, y así sucesivamente— seguramente sois conscientes de las elecciones que habéis hecho. Entre una familia armoniosa y una fracturada, elegisteis la primera, y sin ninguna vacilación; entre la riqueza y el deber, de nuevo elegisteis la primera, aun careciendo de la voluntad de regresar a la orilla; entre el lujo y la pobreza, elegisteis lo primero; entre vuestros hijos e hijas, esposa, marido y Yo, elegisteis lo primero; y entre la noción y la verdad, una vez más, elegisteis la primera. Al enfrentarme a toda forma de acciones malvadas de vuestra parte, simplemente he perdido la fe en vosotros. Estoy absolutamente asombrado de que vuestro corazón sea tan incapaz de ablandarse. La sangre del corazón que he gastado durante muchos años sorprendentemente solo me ha traído vuestro abandono y resignación, pero Mis esperanzas hacia vosotros crecen con cada día que pasa, porque Mi día ha sido completamente expuesto ante todos. Sin embargo, continuáis buscando cosas oscuras y malvadas, y os negáis a dejarlas ir. Entonces, ¿cuál será vuestro resultado? ¿Habéis analizado detenidamente esto alguna vez? Si se os pidiera que eligierais de nuevo, ¿cuál sería, entonces, vuestra postura? ¿Seguiría siendo lo primero? ¿Seguiríais dándome decepciones y una tristeza miserable? ¿Seguirían vuestros corazones teniendo solo un ápice de calidez? ¿Seguiríais sin ser conscientes de qué hacer para consolar a Mi corazón?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿A quién eres leal?). En las palabras de Dios vi Su intención urgente y Sus esfuerzos minuciosos. Dios espera que cada uno de nosotros pueda perseguir la verdad para alcanzar la salvación. Reflexioné sobre cómo, desde que había abierto la clínica, siempre había pensado en formas de ganar más dinero y llevar una buena vida, y en cómo lograr la admiración y la envidia de los demás. También pensé en que había rechazado mis deberes varias veces y no estaba dispuesta a invertir tiempo y energía en perseguir la verdad y hacer mis deberes. Quería creer en Dios y salvarme, pero también quería ganar más dinero. Trataba de alcanzar tanto la riqueza como la verdad y, si perdía la oportunidad de ganar la verdad y salvarme, sería muy tarde para llorar y rechinar los dientes de arrepentimiento en medio de las catástrofes. Recordé que el Señor Jesús dijo: “¿Qué aprovecha al hombre, si granjeare todo el mundo, y perdiere su alma? O ¿qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16:26). En ese momento, me di cuenta de lo tonta que era y de que no había sido capaz de ver las cosas con claridad. No sabía qué era lo más importante que teníamos que perseguir en la vida. Si no hubiera sido por estos dos accidentes, mi corazón entumecido e intransigente no hubiera dado un vuelco. Si no fuera por la misericordia y la protección de Dios, estas dos personas podrían haber muerto e, incluso si hubiera sacrificado mi vida, no habría servido de nada. Probablemente hubiera tenido que vivir mi vida en la miseria de estar endeudada tanto vital como monetariamente, y nunca encontraría paz. Cuando pensaba en que había rechazado mis deberes repetidamente, sentía que en verdad no merecía el amor y la salvación de Dios. Ya no quería abandonar la oportunidad de ganar la verdad solo para perseguir el dinero. Más tarde, llamé a mi socia y le hablé sobre transferir la clínica. Ella vio lo decidida que estaba y no dijo nada más. Poco después, como los requisitos de mi socia eran demasiado exigentes, la clínica no se pudo transferir. Miré a Dios y le confié todo a Él, esperando que Él abriera un camino para mí. Más tarde, un grupo de doctores que trabajaban en un hospital de pueblo se hicieron cargo de la clínica por medio de un contrato de arrendamiento que firmaron por dos años. Después de eso, comencé a hacer mis deberes en la iglesia y a menudo asistía a reuniones, comía y bebía las palabras de Dios y compartía sobre la verdad, y encontré paz y calma en mi corazón.
Sin embargo, después de un año y dos meses, la otra parte dio por terminado el contrato. Cuando mi socia me vio me dijo: “Si regresas para dirigir la clínica, te garantizo que serás rica. Si no lo haces, compraré tu parte a un precio bajo”. Otro colega me propuso: “Podemos dirigir la clínica los dos, tú puedes ir a ocuparte de tus asuntos, no interferirá en tu fe. Muchos pacientes aún confían en ti. Ayudaré a traer pacientes desde el hospital y en el lapso de un año habremos hecho dinero a montones. Para entonces, ambos tendremos riqueza y éxito en nuestras carreras. ¡Seremos la envidia de todos!”. Pensé para mis adentros: “Si me hago cargo de la clínica, no solo recuperaré mi inversión, sino que también tendré una buena vida”. Pero luego pensé: “Si me hago cargo de la clínica, mis deberes sin dudas se verán afectados”. Después de pensarlo mucho, decidí no aceptar. Más tarde, leí estas palabras de Dios: “Que Satanás usa fama y ganancia para controlar los pensamientos del hombre hasta que todas las personas solo puedan pensar en ellas. Por la fama y la ganancia luchan, sufren dificultades, soportan humillación, y sacrifican todo lo que tienen, y harán cualquier juicio o decisión en nombre de la fama y la ganancia. De esta forma, Satanás ata a las personas con cadenas invisibles y no tienen la fuerza ni el valor de deshacerse de ellas. Sin saberlo, llevan estas cadenas y siempre avanzan con gran dificultad. En aras de esta fama y ganancia, la humanidad evita a Dios y le traiciona, y se vuelve más y más perversa. De esta forma, entonces, se destruye una generación tras otra en medio de la fama y la ganancia de Satanás. Consideremos ahora las acciones de Satanás, ¿no son sus siniestros motivos completamente detestables? Tal vez hoy no podáis calar todavía sus motivos siniestros, porque pensáis que uno no puede vivir sin fama y ganancia. Creéis que, si las personas dejan atrás la fama y la ganancia, ya no serán capaces de ver el camino que tienen por delante ni sus metas, que su futuro se volverá oscuro, tenue y sombrío. Sin embargo, poco a poco, todos reconoceréis un día que la fama y la ganancia son grilletes enormes que Satanás usa para atar al hombre. Cuando llegue ese día, te resistirás por completo al control de Satanás y a los grilletes que Satanás usa para atarte. Cuando llegue el momento en que desees deshacerte de todas las cosas que Satanás ha inculcado en ti, romperás definitivamente con Satanás y detestarás verdaderamente todo lo que él te ha traído. Sólo entonces la humanidad sentirá verdadero amor y anhelo por Dios” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). “Satanás utiliza el dinero para tentar a la gente y la corrompe para que adore el dinero y venere las cosas materiales. ¿Cómo se manifiesta esta adoración por el dinero en las personas? ¿Os parece que no podríais sobrevivir sin dinero en este mundo, que pasar un solo día sin dinero sería imposible? El estatus de las personas y el respeto que imponen se basan en el dinero que tienen. Las espaldas de los pobres se encorvan por la vergüenza, mientras que los ricos disfrutan de su elevada posición. Se alzan llenos de soberbia, hablando en voz alta y viviendo con arrogancia. ¿Qué aportan a las personas este dicho y esta tendencia? ¿No es cierto que mucha gente realiza cualquier sacrificio en su búsqueda del dinero? ¿No sacrifican muchos su dignidad y su integridad en la búsqueda de más dinero? ¿No pierde mucha gente la oportunidad de cumplir con su deber y seguir a Dios por culpa del dinero? ¿Acaso perder la oportunidad de recibir la verdad y ser salvadas no es la mayor pérdida de todas para las personas? ¿No es Satanás siniestro al usar este método y este dicho para corromper al hombre hasta ese punto? ¿No es una artimaña malévola?” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único V). La exposición de las palabras de Dios es muy clara. Satanás usa la fama y la ganancia para controlar los pensamientos de las personas y para desorientarnos y corrompernos. A lo largo de los años, yo había estado persiguiendo tanto la fama como la ganancia, y me esforzaba por destacar. Había estado fiándome de proverbios como: “El hombre lucha hacia arriba; el agua fluye hacia abajo”, “El dinero es lo primero”, “El dinero mueve el mundo” y “El dinero no da la felicidad, pero ayuda”. Estas filosofías satánicas habían llegado a guiar mi vida y yo pensaba que, con dinero, tenía todo. Todo lo que quería era tener más dinero, hacerme muy rica y ganar la admiración y la envidia de los demás, y llevar una buena vida. Pensaba que no importaba cuántas adversidades sufriera por dinero, fama y ganancia, todo valía la pena e, incluso sabiendo que Dios se ha encarnado y ha expresado la verdad para salvar a las personas, no perseguía la verdad correctamente ni hacía mis deberes. En mi persecución del dinero, rechacé repetidamente mis deberes y me alejé más de Dios. La verdad era que mi familia ya era adinerada y no tenía que preocuparse por la comida o la ropa, pero yo no estaba satisfecha y aún quería hacer más dinero. Valoraba el dinero, la fama y las ganancias por sobre todo lo demás y esto hacía que perdiera mi oportunidad de cumplir mis deberes y ganar la verdad. Solo entonces me di cuenta de que había estado cegada por el dinero, la fama y la ganancia, que me había convertido en una esclava del dinero y que, si no rectificaba, me convertiría en una víctima de la fama y la ganancia.
Luego, leí más de las palabras de Dios: “La gente agota toda una vida de energía luchando contra el sino, y se pasa toda su vida ajetreada intentando proveer para sus familias y yendo y viniendo apresuradamente en aras del prestigio y el beneficio. Las cosas que las personas valoran son el amor familiar, el dinero, la fama y la ganancia, y consideran que son las cosas más valiosas en la vida. Todas las personas se quejan de su mal sino, pero relegan en sus mentes las cuestiones que la gente debería entender y explorar más: por qué está vivo el hombre, cómo debería vivir y cuál es el valor y el sentido de la vida humana. Pasan toda su vida, por muy larga que esta sea, corriendo de acá para allá buscando fama y ganancia simplemente, hasta que su juventud se ha ido y se llenan de canas y arrugas, hasta que se dan cuenta de que la fama y la ganancia no pueden impedir que envejezcan, que el dinero no puede llenar el vacío de sus corazones, y hasta que entienden que nadie puede escapar de las leyes del nacimiento, el envejecimiento, la enfermedad y la muerte, y que nadie puede despojarse de los arreglos del sino. Solo cuando tienen que hacer frente a la coyuntura final de la vida comprenden verdaderamente que, aunque uno tenga una fortuna inmensa y muchos bienes, aunque uno sea un privilegiado y de alto rango, nadie puede escapar de la muerte y debe volver a su posición original: un alma solitaria, con nada a su nombre” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). “Las personas gastan su vida persiguiendo el dinero y la fama; se agarran a un clavo ardiendo, pensando que son sus únicos apoyos, como si teniéndolos pudiesen seguir viviendo, eximirse de la muerte. Pero solo cuando están cerca de morir se dan cuenta de cuán lejos están estas cosas de ellas, cuán débiles son frente a la muerte, cuán fácilmente se hacen añicos, cuán solas y desamparadas están, sin ningún lugar adónde ir. Son conscientes de que la vida no puede comprarse con dinero ni fama, que no importa cuán rica sea una persona, no importa cuán elevada sea su posición, todas son igualmente pobres e insignificantes frente a la muerte. Se dan cuenta de que el dinero no puede comprar la vida, que la fama no puede borrar la muerte, que ni el dinero ni la fama pueden alargar un solo minuto, un solo segundo, la vida de una persona” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). Después de leer las palabras de Dios, comprendí que si una persona pasa toda su vida persiguiendo el dinero, la fama y la ganancia, al final todo es en vano. Los dos incidentes cercanos a la muerte en la clínica me hicieron comprender que, cuando se acerca el peligro, el dinero y la riqueza no pueden proteger la seguridad de una persona ni salvar su vida, y que Dios es el Único que una persona verdaderamente necesita y en quien puede confiar, y que solo Dios gobierna y controla el porvenir de una persona. También pensé en una vecina mía que era gerente general de un departamento del Banco de China, su esposo era el director de la Agencia de Transporte y su padre era jefe de sección en el Banco Popular Chino. Su familia era rica e influyente y, en ese momento, todos en nuestra calle la admirábamos y envidiábamos. Sin embargo, a los treinta y dos años, le diagnosticaron cáncer de mama y murió no mucho después. También tenía un familiar que había sido rico y reconocido pero, más tarde, murió mientras estaba de viaje. Me quedó claro que no importa cuánto dinero, fama o admiración pueda uno lograr, cuando viene la muerte, ni el dinero, ni la fama ni la ganancia pueden salvarte la vida. El dinero, la fama y la ganancia solo pueden proporcionar satisfacción y disfrute temporales para la carne, y si no cuentas con el cuidado y la protección de Dios, morirás. En ese caso, ¿qué sentido tendría tener más dinero? Oré a Dios: “Dios, me diste la oportunidad de perseguir la verdad y salvarme, pero no la valoré. Invertí todo mi tiempo y energía en perseguir el dinero, la fama y la ganancia. ¡Fui ciega y tonta de veras! Ahora sé que buscar para ganar la verdad y hacer mis deberes son las cosas más significativas e importantes que puedo hacer”. Después de eso, llamé a mi socia y le dije que sin importar cuánto perdiera de mi parte y de mi capital inicial de la clínica, estaba dispuesta a hacer la transferencia. No mucho después, transferí mi parte de la clínica. Aunque perdí decenas de miles, en el momento en que lo hice me sentí liberada y feliz.
Luego, dediqué más tiempo y energía a mis deberes y, siempre que tenía tiempo, leía las palabras de Dios y llegaba a comprender más verdades. También me había vuelto más hábil para desentrañar los métodos de corrupción de Satanás. ¡Se sentía tan bien saber que creyendo en Dios y haciendo mis deberes puedo comprender la verdad! Últimamente, algunos de mis amigos dijeron que pagarían para cooperar conmigo en la apertura de una clínica y me alentaban a dirigirla; algunos incluso me aconsejaron que trabajara en un hospital, pero estas cosas ya no tenían influencia sobre mí. Elegí hacer los deberes de un ser creado y predicar el evangelio para dar testimonio de Dios. Esto es más significativo y valioso que cualquier otra cosa que pudiera hacer en este mundo, y esta es la decisión más sabia que he tomado en mi vida.
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.
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