Una transformación después del trato
En marzo me hice cargo de los trabajos en video de la iglesia. Como no comprendía del todo muchos de los principios porque era nuevo en ese deber, todos los días estaba de los nervios, con miedo a saltarme un paso importante en un proyecto y, con ello, demorar nuestro trabajo. Siempre oraba y me amparaba en Dios para cumplir con mi deber, y cuando descubría algún problema en el trabajo, lo debatía y resolvía inmediatamente con los hermanos y hermanas. Tras un tiempo de arduo trabajo, fuimos más productivos y pudimos diversificar nuestros videos. Según los demás hermanos y hermanas, el resultado y la calidad de nuestra producción de videos estaban mejorando. Me alegré mucho de oír eso. Aunque llevaba poco tiempo en el trabajo, estábamos obteniendo buenos resultados, con lo que pensé que, mientras siguiéramos así todos los días, todo iría bien. Con el tiempo, mi actitud hacia el deber fue cambiando. Ya no tenía el mismo sentido de la urgencia que antes y, para cuando quise darme cuenta, vivía en un estado de complacencia. Al cabo de un tiempo, mi compañera observó que nuestro ritmo de producción se estaba ralentizando y nuestros videos tenían el mismo formato de siempre, así que me llamó para debatir soluciones a estos problemas. Pensé que estaba haciendo una montaña de un grano de arena y le hice caso omiso con total indiferencia. Seguí siendo tan complaciente como siempre y haciendo mi trabajo sin entusiasmo.
Días después, cuando la líder examinó nuestro trabajo, observó que la calidad y eficacia de nuestra producción de videos habían bajado últimamente, por lo que habló con nosotros. Nos preguntó: “¿Les preocupa su productividad? ¿Dónde está su dedicación? Les da miedo agotarse por un poco de trabajo. ¿Por qué no se esfuerzan un poco más en él? Se demoran, son flojos e indisciplinados. ¿Tienen en cuenta la voluntad de Dios? Esta forma de cumplir con el deber es una mera prestación de servicio y, si no tienen dedicación en el servicio, no pueden seguir a Dios hasta el final”. Me sorprendieron sus palabras y me sentí ofendido. Era cierto que nuestros videos no era tan eficaces últimamente, pese a lo cual eran mucho mejores que antes. ¿Cómo pudo decir que no teníamos dedicación? ¿Que aquello era mero servicio? No tratábamos de prolongar las cosas ni de ser perezosos adrede. Al mismo tiempo, fui consciente de que esta poda se estaba realizando con el permiso de Dios, por que supe que era preciso que abordara esto con un corazón obediente y de búsqueda, aunque no reconocía mi problema. Oré a Dios, “Dios mío, hoy me ha criticado la líder, pero todavía no sé en qué me he equivocado. Por favor, guíame para que haga introspección y me conozca a mí mismo, de manera que pueda conocer Tu voluntad y aprender una lección de esto”. Tras orar me di cuenta de que, fueran cuales fueran mi excusas objetivas, era cierto que nuestra producción de videos se había ralentizado y tenía el mismo formato de siempre. La líder no estaba criticando nuestra conducta externa, sino hablando de nuestros estados incorrectos y nuestras actitudes hacia el deber, por lo que era preciso que hiciera introspección y me conociera a mí mismo.
Luego leí algo en las palabras de Dios: “Las personas que de verdad creen en Dios cumplen con su deber de manera voluntaria, sin calcular lo que van a ganar o perder. No importa que seas alguien que busque la verdad, debes confiar siempre en tu conciencia y razón y trabajar realmente duro cuando cumplas con tu deber. ¿Qué significa esforzarse de verdad? Si te conformas simplemente con cierto esfuerzo simbólico y con padecer algunas dificultades físicas, pero no te tomas nada en serio el deber ni buscas los principios de la verdad, esto no es más que negligencia y superficialidad, no un esfuerzo de verdad. La clave para esforzarse implica volcarte en ello, temer a Dios de corazón, ser consciente de Su voluntad, tener miedo de desobedecerlo y lastimarlo, y padecer cualquier dificultad a fin de cumplir bien con el deber y satisfacer a Dios: si tu corazón ama a Dios de esta manera, sabrás cumplir correctamente con el deber. Si no temes a Dios de corazón, no tendrás ninguna carga cuando cumplas con el deber, no tendrás interés por él e, inevitablemente, serás negligente y superficial y cumplirás con las formalidades sin producir ningún efecto real, lo cual no supone cumplir con un deber. Si realmente tienes sentido de la carga y crees que cumplir con el deber es responsabilidad personal tuya, que, si no lo haces, no eres apto para vivir y eres una bestia y que solo si cumples correctamente con el deber eres digno de ser calificado de humano, y si además eres capaz de enfrentarte a tu propia conciencia —si tienes este sentido de la carga cuando cumples con el deber—, entonces podrás hacerlo todo a conciencia y sabrás buscar la verdad y hacer las cosas de acuerdo con los principios, con lo que sabrás cumplir correctamente con el deber y satisfacer a Dios. Si eres digno de la misión que Dios te ha otorgado, de todo lo que Él ha sacrificado por ti y de lo que espera de ti, entonces esto es lo que supone esforzarse de verdad. ¿Lo entiendes ahora? Si simplemente actúas por inercia al cumplir con tu deber y no buscas lograr resultados, eres un hipócrita, un lobo con piel de cordero. Puede que engañes a las personas, pero no puedes engañar a Dios. Si no hay un precio real y no hay lealtad cuando lleváis a cabo vuestro deber, entonces no está a la altura. Si no os entregáis de verdad a vuestra fe en Dios y al cumplimiento de vuestro deber, si siempre hacéis las cosas mecánicamente y sois superficiales en vuestras acciones, como un no creyente que trabaja para su jefe; si solo hacéis un esfuerzo simbólico, no usáis vuestra mente, salís del paso cada día según se presenten las cosas; si no informáis de los problemas cuando los veis, si veis algo derramado y no lo limpiáis y si desestimáis indiscriminadamente todo lo que no es para vuestro beneficio, entonces, ¿no es esto un problema? ¿Cómo podría alguien así ser miembro de la casa de Dios? Tales personas son unas incrédulas; no son de la casa de Dios. Ni una sola de ellas es reconocida por Dios. Si estás siendo sincero y te has entregado a la hora de cumplir con tu deber, Dios lo tiene en cuenta, y tú también lo sabes de sobra. Así pues, ¿alguna vez os habéis entregado por completo al cumplimiento de vuestro deber? ¿Alguna vez os lo habéis tomado en serio? ¿Lo habéis tratado como vuestra responsabilidad, como vuestra obligación? ¿Os habéis responsabilizado de ello? Debéis conocer adecuadamente estos asuntos y reflexionar sobre ellos, lo que facilitará la solución de los problemas que existen en el cumplimiento de vuestro deber, y será beneficioso para vuestra entrada en la vida. Si sois siempre irresponsables en el cumplimiento del deber, y no informáis de los problemas a los líderes y obreros cuando los descubrís, ni buscáis la verdad para resolverlos por vuestra cuenta, siempre pensando que ‘cuantos menos problemas, mejor’, viviendo siempre según filosofías mundanas, siendo siempre descuidados y superficiales en el cumplimiento de vuestro deber, no teniendo nunca ninguna devoción, y no aceptando la verdad en absoluto cuando se os poda y se os trata, si realizáis vuestro deber de esta manera, estáis en peligro; sois hacedores de servicio. Los hacedores de servicio no son miembros de la casa de Dios, sino empleados, trabajadores contratados. Una vez el trabajo termine, serán expulsados, y naturalmente se verán sumidos en la catástrofe. […] Lo cierto es que Dios desea en Su corazón trataros como miembros de Su familia, y sin embargo no aceptáis la verdad y sois siempre descuidados, superficiales e irresponsables al cumplir con vuestro deber. No os arrepentís, da igual cómo se os comunique la verdad. Sois vosotros los que os habéis colocado fuera de la casa de Dios. Dios desea salvaros y convertiros en miembros de Su familia, pero vosotros no lo aceptáis. Estáis entonces fuera de Su casa, sois incrédulos. A quienquiera que no acepte el menor atisbo de verdad solo se le puede tratar como a un incrédulo. Sois vosotros los que habéis decidido vuestro propio desenlace y posición. Habéis decidido que sea fuera de la casa de Dios. ¿Quién tiene la culpa de eso aparte de vosotros?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Para cumplir bien con el deber, al menos se ha de tener conciencia y razón). Sentí vergüenza tras leer las palabras de Dios. Con estas palabras entendí que conformarse con un poco de sufrimiento físico no cuenta como dedicación en el deber. La clave es tener una auténtica carga y sentido de la responsabilidad hacia el deber, considerar cada cosa que hacemos parte de nuestra responsabilidad, mientras damos todo lo que tenemos para poder obtener mejores resultados en el deber. Alguien que tiene una auténtica carga no necesita que nadie lo presione, sino que toma la iniciativa de pensar en la voluntad de Dios. Cuando termina sus tareas diarias, piensa en lo que no hizo bien y en cómo podría hacerlo mejor. Así es como se piensa en la voluntad de Dios y se es digno de ser considerado parte de Su casa. Sin embargo, los hacedores de servicio no se vuelcan en el deber. Se conforman con esfuerzos superficiales, pero, en el fondo, no llevan una carga. Nunca reflexionan sobre el modo de cumplir bien con el deber y no sienten preocupación ni urgencia alguna cuando surgen problemas en su trabajo. Afirman cumplir con un deber, pero no piensan para nada en la voluntad de Dios. Son como los incrédulos que hacen un trabajo y se esfuerzan un poco a cambio de un salario. Esa clase de persona no cumple verdaderamente con un deber, sino que presta servicio. Esto no recibe el visto bueno de Dios. Al pensar en mi conducta y mi actitud hacia mi deber, me di cuenta de que era igual que un hacedor de servicio. Desde que mejoráramos nuestra producción de videos, me encontraba estancado en un estado de complacencia. A mi parecer, al fin y al cabo, nos manteníamos ocupados, por lo que, mientras siguiéramos por el mismo camino y no cometiéramos grandes errores, bastaba con cumplir con nuestro deber de esa forma. Por eso, cuando comprobé que nuestros videos tenían el mismo formato de siempre, no me preocupé en absoluto. Parecía dedicarme todo el tiempo al deber, pero en el fondo no llevaba una auténtica carga. Creía que, como éramos un poco más eficaces que antes, eso se consideraba progreso y un éxito en el deber. Empecé a sentirme satisfecho conmigo mismo y me quedé estancado en la rutina. Nunca pensaba en si podíamos hacer un poco más o mejorar un poco nuestros resultados, y si podíamos llevar nuestra eficacia a otro nivel. Tampoco reflexionaba acerca de si estaba siguiendo los principios en el deber ni sobre los descuidos o errores que había. Esa manera de cumplir con mi deber era, en esencia, una prestación de servicio. Las palabras de Dios revelan que cuando la gente no es sincera en el deber, sale del paso y engaña a Dios. Al observar la totalidad de mi conducta, vi que engañaba a Dios y que me faltaba mucha humanidad. Hasta que no fui tratado y recibí esclarecimiento de las palabras de Dios, no entendí que era realmente absurdo ser tan descuidado e irresponsable en el deber, considerándolo como lo haría un hacedor de servicio, pero, pese a ello, deseando el visto bueno de Dios. Esa forma de abordar el deber no solo demoraba el trabajo de la iglesia, sino que tampoco yo podía progresar. Si eso se prolongaba demasiado, sin duda sería descartado. Como me angustiaba mucho pensarlo, me presenté ante Dios en oración, dispuesto a arrepentirme, a cambiar esa mentalidad incorrecta y a hacer bien mi labor.
Mientras reflexionaba, descubrí otro motivo de este fracaso: era demasiado obstinado. En el deber me guiaba por mi voluntad, en vez de buscar los principios correctos. Leí lo siguiente en las palabras de Dios: “Un deber no es un asunto privado tuyo y no lo estás haciendo para ti mismo ni vas por tu cuenta, no se trata de tu propio negocio personal. En la casa de Dios, hagas lo que hagas, no estás trabajando en tu propia empresa; es la obra de la casa de Dios, la obra de Dios. Debes tener en cuenta este conocimiento y percepción constantemente y decir: ‘Este no es un asunto personal; estoy llevando a cabo mi deber y cumpliendo con mi responsabilidad. Estoy llevando a cabo la obra de la iglesia. Esta es una tarea que Dios me encomendó y la hago por Él. Este es mi deber, no un asunto propio y privado’. Esta es la primera cosa que debe entender la gente. Si tratas un deber como un asunto personal y no buscas los principios de la verdad cuando actúas, y lo llevas a cabo según tus propias motivaciones, puntos de vista y agenda, entonces es muy seguro que cometas errores” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es el desempeño adecuado del deber?). En las palabras de Dios descubrí que el deber de uno no es un asunto personal, sino una comisión de Dios. El deber hay que cumplirlo según las exigencias de Dios y los principios de la verdad. Es entonces cuando está en consonancia con la voluntad de Dios. Si consideras el deber un asunto personal y haces lo que quieres, sin buscar para nada la voluntad de Dios ni los principios de la verdad, no cumples con el deber. Por muy trabajador que parezcas, por mucho que sufras y te sacrifiques, Dios no te dará Su visto bueno. Me di cuenta de que era exactamente así como yo cumplía con el deber. Parecía ocupadísimo, pero siempre hacía las cosas como quería, de acuerdo con mis preferencias. No seguía estrictamente los principios. La casa de Dios nos ha dicho una y otra vez que, en la producción de videos, tenemos que garantizar la eficacia y, al mismo tiempo, mejorar la calidad. Al principio accedí, pero durante el trabajo me olvidaba de estos principios y hacía las cosas como quería. Cuando mi hermana señaló que nuestra producción se había ralentizado y que utilizábamos el mismo formato de siempre, no le di importancia. Incluso cuando trataron conmigo seguí pensando que yo no tenía la culpa; me sentí ofendido. Era muy insensible e inflexible y no me conocía nada a mí mismo. Me conformaba con saber lo que exige la casa de Dios en teoría, pero, al ponerlo en práctica, iba en contra de estos principios y hacía las cosas a mi modo, lo que en última instancia demoraba los trabajos en video. Hasta entonces no me percaté de que tenía un grave problema. Las críticas de la líder hacia mí fueron exclusivamente para defender el trabajo de la iglesia y tener en consideración la voluntad de Dios. Me merecía esas críticas. Se debieron a que me tomaba el deber a la ligera, hacía lo que quería y vulneraba los principios. La líder lo hizo para que viera mis errores y cumpliera con mi deber según los principios. Al darme cuenta, comprendí que el trato fue, en realidad, el amor y la protección de Dios.
Luego descubrí una senda de práctica en otro pasaje de las palabras de Dios. Dios dice: “Hoy día, hay quienes han empezado a ser diligentes en el cumplimiento del deber y se han puesto a pensar en cómo llevar adecuadamente a cabo el deber de un ser creado para satisfacer el corazón de Dios. No son negativos ni perezosos, no esperan pasivamente a que lo Alto dicte órdenes, sino que toman la iniciativa. A juzgar por vuestro cumplimiento del deber, sois un poco más eficaces que antes, y aunque todavía no está a la altura, se ha dado cierto crecimiento, lo que es bueno. Sin embargo, no debéis conformaros con el estado de cosas, hay que seguir buscando, seguir creciendo; será entonces cuando cumpliréis mejor con el deber y alcanzaréis un nivel aceptable. No obstante, cuando algunos cumplen con el deber, nunca hacen todo cuanto está a su alcance ni lo dan todo; solo dan el 50-60 % de su esfuerzo, y únicamente hasta que terminan lo que estén haciendo. Nunca son capaces de mantener un estado de normalidad. Cuando no hay nadie que los vigile ni les brinde sustento, se relajan y flaquean; cuando hay alguien que les enseña la verdad, se animan, pero si no se les enseña la verdad durante un tiempo, se vuelven indiferentes. ¿Cuál es el problema de estas constantes idas y venidas? Que así son las personas cuando no han alcanzado la verdad: que todas viven con fervor, un fervor sumamente difícil de mantener: han de tener a alguien que les predique y enseñe todos los días; una vez que no hay nadie que las riegue y provea y nadie que las sustente, se les enfría de nuevo el corazón, flaquean una vez más. Y cuando su corazón flaquea, se vuelven menos eficaces en el deber; si se esfuerzan más, la eficacia aumenta, el cumplimiento de su deber se hace más productivo y aprenden más. […] A decir verdad, todo lo que Dios le pide a la gente es alcanzable para ella; siempre y cuando uséis la conciencia y seáis capaces de obedecerla en el cumplimiento del deber, os será fácil aceptar la verdad, y si podéis aceptar la verdad, podréis cumplir adecuadamente con el deber. Debéis pensar así: ‘A base de creer en Dios estos años, a base de comer y beber de Sus palabras estos años, he obtenido muchísimo y Dios me ha otorgado maravillosas gracias y bendiciones. Vivo en las manos de Dios, bajo el poder de Dios, bajo Su dominio, y Él me ha dado este aliento, por lo que debo usar la cabeza y esforzarme por cumplir con el deber con todas mis fuerzas, esta es la clave’. La gente debe tener voluntad; solamente aquellos que tienen voluntad pueden esforzarse verdaderamente por la verdad, y solo una vez que hayan comprendido la verdad podrán cumplir correctamente con el deber, satisfacer a Dios y avergonzar a Satanás. Si tú tienes esta clase de sinceridad y no haces planes en aras de tu propio bien, sino nada más que para alcanzar la verdad y cumplir correctamente con el deber, tu cumplimiento de él se volverá algo normal y se mantendrá constante todo el tiempo; sin importar con qué circunstancias te encuentres, sabrás perseverar en el cumplimiento del deber. Independientemente de quién o qué pueda llegar a confundirte o perturbarte, sea tu estado de ánimo bueno o malo, serás capaz igualmente de cumplir con el deber con normalidad. De esta manera, Dios podrá tomarse un respiro respecto a ti, y el Espíritu Santo podrá darte esclarecimiento para que comprendas los principios de la verdad y guiarte para que entres en la realidad de la verdad; en consecuencia, seguro que tu cumplimiento del deber estará a la altura. Siempre y cuando te esfuerces sinceramente por Dios, cumplas con el deber con los pies en la tierra y no actúes de manera escurridiza ni hagas trampas, serás aceptable para Dios. Dios observa la mente, los pensamientos y las motivaciones de la gente. Si tu corazón anhela la verdad y eres capaz de buscarla, Dios te dará esclarecimiento e iluminación. En cualquier asunto, Dios te esclarecerá en tanto que busques la verdad. Él abrirá tu corazón a la luz y te concederá una senda de práctica, y tu cumplimiento del deber dará entonces fruto. El esclarecimiento de Dios es Su gracia y Su bendición” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. En la fe en Dios, lo principal es practicar y experimentar Sus palabras). Con las palabras de Dios aprendí que, como mínimo, la gente debe apoyarse en su conciencia en el deber y, cuando se tope con un problema, buscar activamente la voluntad de Dios y los principios, volcándose en obedecer las exigencias de Dios para poder recibir Su guía y lograr buenos resultados en el deber. Yo tenía la oportunidad de supervisar los trabajos en video por la gracia de Dios. Debería haber hecho todo lo posible por cumplir con mi deber y seguir avanzando en nuestros progresos y resultados. No debería haber holgazaneado en el trabajo ni haber sido tan negligente. Al comprenderlo, oré a Dios: “Oh, Dios mío, he descubierto que, en el deber, tiendo a seguir una rutina fija y a no esforzarme por progresar. Por favor, guíame para que, por muchas dificultades que afronte, me emplee a fondo en el deber. Si vuelvo a demorar el progreso de nuestro trabajo, te pido que me disciplines”. Después, los hermanos y hermanas y yo debatimos en qué modo nos habíamos atrasado y habíamos rendido menos de lo esperado en el deber, e ideamos un plan para cada video. Intentamos aportar ideas de producción bien meditadas. Con la cooperación de todos, nuestra producción de videos fue notablemente más exitosa que antes, y diversificamos los estilos. Estaba muy agradecido a Dios por este resultado. Aparte de alegría, también sentía culpa y reproche por mi actitud previa hacia el deber. Fue entonces cuando comprendí lo grave que era, en comparación, mi dejadez anterior en el deber. Era lento, me demoraba y solamente trataba de sobrellevar el día, pero creía que tenía dedicación. No me conocía en absoluto. Si aquella vez no hubieran tratado conmigo y, por el contrario, yo hubiera seguido cumpliendo con mi deber con aquella actitud despreocupada y complaciente, a saber cuánto habría demorado nuestro trabajo. Sentí de todo corazón que las críticas de la líder llegaron justo a tiempo.
En una reunión posterior leí lo siguiente en las palabras de Dios: “La actitud de Noé hacia la orden del Creador fue de obediencia. No fue despreocupado al respecto y no hubo oposición en su corazón ni hubo indiferencia. Por el contrario, trató diligentemente de comprender la voluntad del Creador mientras anotaba cada detalle. Cuando comprendió la apremiante voluntad de Dios, decidió acelerar el ritmo para terminar a toda prisa aquello que Dios le había confiado. ¿Qué quería decir ‘a toda prisa’? Quería decir completar, en el menor tiempo posible, trabajo que anteriormente habría llevado un mes, completándolo tal vez tres o cinco días antes de lo previsto, sin arrastrar los pies para nada o con la menor dilación, impulsando en cambio todo el proyecto lo mejor que pudiera. Naturalmente, al llevar a cabo cada tarea, se esforzaba al máximo por minimizar las pérdidas y los errores y por no hacer ningún trabajo que debiera repetirse; asimismo, habría completado cada tarea y procedimiento a tiempo y los habría hecho bien, garantizando su calidad. Esta fue una verdadera manifestación de no demorar las cosas. Así pues, ¿cuál fue la condición previa para que fuera capaz de no arrastrar los pies? (Había escuchado la orden de Dios). Sí, esa fue la condición previa y el contexto para lograrlo. Ahora bien, ¿por qué fue capaz Noé de no arrastrar los pies? Algunos dicen que Noé tenía verdadera obediencia. ¿Y qué poseía él que le permitiera alcanzar la verdadera obediencia? (Era consciente de la voluntad de Dios). ¡Exacto! ¡Esto es lo que significa tener corazón! La gente con corazón es capaz de ser consciente de la voluntad de Dios; quienes no tienen corazón son cáscaras vacías, tontos, no saben ser conscientes de la voluntad de Dios: ‘No me importa lo apremiante que sea esto para Dios. Haré lo que me dé la gana; en cualquier caso, no estoy siendo ocioso ni perezoso’. Este tipo de actitud, esta clase de negatividad, la falta total de proactividad, son propias de gente que no es consciente de la voluntad de Dios ni tampoco entiende cómo serlo. En tal caso, ¿poseen verdadera fe? Por supuesto que no. Noé era consciente de la voluntad de Dios, tenía verdadera fe y, así, fue capaz de cumplir con la comisión de Dios. Por lo tanto, no basta con simplemente aceptar la comisión de Dios y estar dispuesto a hacer algún esfuerzo. También debes ser consciente de la voluntad de Dios, entregarte por completo y ser devoto, lo cual exige tener conciencia y razón; eso es lo que la gente debería tener, y es lo que existía en Noé” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Digresión tres: Cómo escucharon Noé y Abraham las palabras de Dios y lo obedecieron (II)). Me conmovió la lectura de este pasaje de las palabras de Dios. Vi que Noé quería tener en consideración la voluntad de Dios y que, cuando Dios le ordenó construir el arca, percibió el apremio de la voluntad de Dios y prosiguió con lo que Dios consideraba más urgente. En todas y cada una de las tareas, hizo todo lo que estuvo en su mano para evitar retrasos, hizo todo lo posible por avanzar. Y, en todo lo que hacía, se empleaba a fondo para minimizar los errores y pérdidas. La actitud de Noé hacia su deber demostraba una sincera consideración por la voluntad de Dios. La experiencia de Noé me resultó muy motivadora. Además, me ayudó a entender la voluntad de Dios y me dio una senda de práctica. Tenía que ser como Noé y tener en cuenta la carga de Dios, hacer una lista de todos los pormenores de mi trabajo, organizarlos correctamente y hacer lo imposible por realizar bien cada tarea. Ante las dificultades en el trabajo, tenía fe para salir adelante y no quedarme estancado en ellas, pues creía que con Dios nada era imposible. Por ello, oraba e invocaba a Dios para pedirle que me diera más carga y me guiara para cumplir bien con mi deber. Posteriormente, hacíamos resúmenes frecuentes de nuestro trabajo, corregíamos enseguida cualquier error o descuido y cooperábamos en el deber. Nuestra eficacia mejoró bastante.
En una ocasión tuvimos que trabajar en un tipo de proyecto que desconocíamos por completo y que teníamos que terminar en muy poco tiempo. Me sentía algo nervioso. No sabía si esta vez podríamos hacerlo. No dije nada, pero por dentro sentí temor. Me di cuenta de que de nuevo estaba pensando en mis intereses carnales, por lo que oré: “Dios mío, antes, mi trabajo era muy descuidado. No me dedicaba al deber y demoraba el progreso de nuestra labor. En este momento he de sufrir y pagar un precio, no puedo volver a pensar únicamente en mi comodidad. Por favor, dame la determinación para sufrir y hacer bien este trabajo”. Me sentí bastante más tranquilo tras orar. Luego aprendí con los demás las competencias profesionales necesarias, debatimos el proyecto y mantuvimos nuestro calendario de producción dentro del tiempo establecido. Al final terminamos el video según lo previsto.
Al recordar estas experiencias descubrí que, con demasiada frecuencia, había salido del paso en el deber y había sido escurridizo. Sufrí un poco en mi deber en esa época, pero estaba en paz y me sentía de maravilla. Cuando nos reuníamos, todos compartíamos nuestras experiencias y nuestros logros. Todos sentíamos realmente que, sin el trato y la revelación de las palabras de Dios, no habríamos conocido nuestras faltas y nuestra corrupción y no habríamos progresado por muchos años que trabajáramos. El trato es algo bueno. Es el amor de Dios y es sumamente beneficioso para nosotros, tanto en el deber como para nuestra entrada en la vida.