Cómo emergí de la sombra de la muerte de mi madre
Por Cheng Xin, ChinaEn 2012, la policía me detuvo por cumplir con mi deber y me condenaron a cinco años de cárcel. Mi madre ya tenía más de...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
Cuando era pequeña, solía oír decir a mi abuela: “Mira a ese niño de tal o cual familia, qué ingrato insensible, qué mal hijo. Sus padres ponen tanto esfuerzo en criarlo, pero él no muestra ninguna devoción filial. ¡Los cielos les harán justicia!”. Ella me enseñó a tratar bien a mis padres y a ser filial con mis familiares políticos cuando fuera mayor. También dijo que la devoción filial era perfectamente natural y justificada y que si una persona no es buena hija o hijo está cometiendo una grave traición y carece de conciencia. Así pues, mi joven corazón sentía que debía ser buena hija para mis padres sin que importase cómo me trataran ellos y que si fuera una mala hija estaría cometiendo una traición grave y, al final, los cielos me castigarían. Desde pequeña escuchaba a mis padres con atención. Cuando comencé a trabajar y a ganar dinero, me esforzaba al máximo por ser una buena hija para ellos. Cuando se enfermaban, yo estaba a su lado para cuidarlos cada vez que tenía tiempo y, durante las festividades, les compraba toda clase de regalos. Ver a mis padres felices y satisfechos me hacía muy feliz. En 2001, acepté la obra de Dios en los últimos días. Después de un tiempo, comencé a hacer mi deber en la iglesia, pero aun así encontraba tiempo para volver a casa y visitar a mis padres. Poco más de diez años después, por la traición de un judas, la policía vino a mi casa para detenerme. Logré escapar por la protección de Dios, pero me fui tan deprisa que hubo muchas cosas que no expliqué a mis padres. Mi suegra, que era mayor, tuvo que cuidar a mi hijo y, con solo pensar que mis padres y mi suegra estaban implicados, me sentía como si hubiera causado problemas. Pensé en todo el esfuerzo que hicieron mis padres para criarme y en lo difícil que había sido proveerme de comida, ropa y educación. Ahora que se estaban haciendo mayores, necesitaban que sus hijos los cuidaran y estuvieran a su lado, pero yo no solo no había cumplido bien mis responsabilidades como hija, sino que además los había implicado, y había hecho que se preocuparan y estuvieran inquietos por mí. Me preguntaba si mis padres y vecinos dirían que carecía de conciencia y humanidad, y dirían que era una mala hija. En ese momento, debido a la vigilancia del gran dragón rojo, no me atrevía a llamar a casa. No tenía idea de cómo estaban mis padres y eso me preocupaba. No podía sosegar mi corazón mientras hacía mi deber y, a veces, mis pensamientos iban de un lado a otro. Esto afectaba mi progreso en el trabajo. Sabía que tenía que revertir rápidamente este estado, así que oré a Dios encomendándole todo a Él y pidiéndole Su guía.
Durante mis prácticas devocionales, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Debido al condicionamiento de la cultura tradicional china, según sus nociones tradicionales, el pueblo chino cree que se debe observar una devoción filial hacia los padres. Aquel que no cumple con la devoción filial es mal hijo. Al pueblo le han inculcado estas ideas desde la infancia y se enseñan en prácticamente todos los hogares, así como en todas las escuelas y en la sociedad en general. Cuando a una persona le han llenado la cabeza de esas cosas, piensa: ‘La devoción filial es más importante que nada. Si no cumpliera con ella, no sería buena persona; sería mal hijo y la sociedad me criticaría. Sería una persona carente de conciencia’. ¿Es correcto este punto de vista? La gente ha visto muchas verdades expresadas por Dios; ¿acaso Él ha exigido que uno demuestre devoción filial hacia sus padres? ¿Es esta una de las verdades que los creyentes en Dios deben comprender? No, no lo es. Dios solo ha hablado sobre ciertos principios. ¿Según qué principio piden las palabras de Dios que la gente trate a los demás? Ama lo que Dios ama y odia lo que Dios odia. Ese es el principio al que hay que atenerse. Dios ama a los que persiguen la verdad y son capaces de seguir Su voluntad; esas son también las personas a las que debemos amar. Aquellos que no son capaces de seguir la voluntad de Dios, que lo odian y se rebelan contra Él, son personas detestadas por Dios, y nosotros también debemos detestarlas. Esto es lo que Dios pide del hombre. […] Satanás usa ese tipo de cultura tradicional y esas nociones de moralidad para atar tus pensamientos, tu mente y tu corazón, lo que te vuelve incapaz de aceptar las palabras de Dios; tales cosas de Satanás te han poseído y te han hecho incapaz de aceptar Sus palabras. Cuando quieres practicar las palabras de Dios, estas cosas te perturban en tu interior, hacen que te opongas a la verdad y a Sus requisitos, y te vuelven impotente para librarte del yugo de la cultura tradicional. Tras luchar durante un tiempo, cedes: prefieres creer que las nociones tradicionales de moralidad son correctas y conformes a la verdad, así que rechazas o abandonas las palabras de Dios. No aceptas Sus palabras como la verdad y no piensas en absoluto en ser salvado, pues sientes que aún vives en este mundo, y solo puedes sobrevivir apoyándote en estas cosas. Incapaz de soportar el rechazo social, preferirías renunciar a la verdad y a las palabras de Dios, abandonarte a las nociones tradicionales de moralidad y a la influencia de Satanás, y optarías por ofender a Dios en lugar de practicar la verdad. Decidme, ¿acaso no es el hombre digno de pena? ¿No tiene necesidad de la salvación de Dios? Algunos han creído en Dios durante muchos años, pero aún no comprenden el tema de la devoción filial. Realmente no entienden la verdad. Nunca pueden abrirse camino a través de esta barrera de las relaciones mundanales; no tienen la valentía, ni la fe, ni mucho menos la determinación, de modo que no pueden amar y obedecer a Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente). Mientras contemplaba las palabras de Dios, de repente me di cuenta de que siempre había vivido sintiéndome en deuda y culpable para con mis padres y que esto era porque los pensamientos tradicionales de Satanás se habían arraigado profundamente en mi corazón. Como mi abuela solía enseñarme: “Debes ser buena hija y, si no lo eres, estarás cometiendo una traición grave”. “Debes mostrar devoción filial hacia tus padres; de lo contrario, serás castigada por los cielos”. Yo siempre había tomado estas palabras como mis principios de conducta. Desde mi infancia había tratado de escuchar a mis padres y de evitar enfadarlos. Cuando comencé a ganar dinero, me esforcé al máximo para ser una buena hija. Durante las fiestas, compraba toda clase de regalos a mis padres y, cuando enfermaban, los llevaba al hospital para que recibieran tratamiento. Ver a mis padres felices me hacía feliz a mí también. Cuando el gran dragón rojo comenzó a perseguirme y me forzó a huir de casa, yo no solo fui incapaz de cuidar a mis padres, sino que también los había implicado y había hecho que se preocuparan por mí. Me sentía en deuda con mis padres y no podía enfocarme en mi deber, lo que provocó que mi trabajo se retrasara. Sabía que, como ser creado, mi deber era una responsabilidad que de ninguna manera podía eludir, pero aún vivía con el punto de vista falaz de que “La devoción filial es la principal virtud” y “No viajes muy lejos mientras aún vivan tus padres”. Como no podía ser una buena hija para mis padres, sentía la conciencia intranquila y no podía evitar que mis pensamientos vagaran mientras hacía mi deber. Vi lo mucho que me había dañado la cultura tradicional.
En mi búsqueda, leí algunas de las palabras de Dios: “¿Acaso es la verdad mostrar devoción filial hacia los padres? (No). Ser buen hijo es algo correcto y positivo, pero ¿por qué decimos que no es la verdad? (Porque la gente no tiene principios al mostrar devoción filial hacia sus padres ni es capaz de discernir qué tipo de personas son verdaderamente ellos). La manera en que se debería tratar a los padres está relacionada con la verdad. Si tus padres creen en Dios y te tratan bien, ¿deberías ser un buen hijo con ellos? (Sí). ¿De qué modo les eres buen hijo? No los tratas de la misma forma que a tus hermanos y hermanas. Haces todo lo que te dicen y, si son mayores, debes quedarte a su lado para cuidarlos, lo que te impide salir a cumplir con tu deber. ¿Está bien esto? (No). ¿Qué deberías hacer en tales ocasiones? Depende de las circunstancias. Si puedes atenderlos igualmente mientras cumples con el deber en un lugar cercano a tu hogar y tus padres no se oponen a tu fe en Dios, deberías cumplir con tu responsabilidad filial y realizar algunas tareas para ayudarlos. Si están enfermos, atiéndelos; si algo les preocupa, consuélalos; si tus circunstancias económicas lo permiten, cómprales suplementos nutritivos según tu presupuesto. Sin embargo, ¿qué debes optar por hacer si estás ocupado con el deber, no hay nadie que atienda a tus padres y también ellos creen en Dios? ¿Qué verdad debes practicar? Dado que ser filial a los padres no es la verdad, sino simplemente una responsabilidad y una obligación humanas, ¿qué deberías hacer si esta obligación entra en conflicto con tu deber? (Priorizar mi deber; anteponerlo). Una obligación no es necesariamente un deber. Decantarse por el cumplimiento del deber propio es practicar la verdad, mientras que cumplir con una obligación no lo es. Si se dan las condiciones, puedes cumplir esa responsabilidad u obligación, pero si las circunstancias actuales no te lo permiten, ¿qué deberías hacer? Deberías decir: ‘Debo cumplir con mi deber, eso es practicar la verdad. Ser filial a mis padres es vivir según mi conciencia y no llega a ser practicar la verdad’. Por tanto, debes dar prioridad a tu deber y defenderlo. Si actualmente no tienes ningún deber, no trabajas lejos de casa y vives cerca de tus padres, busca la forma de cuidar de ellos. Haz todo lo posible para ayudarles a vivir un poco mejor y a aliviar su sufrimiento. Pero esto también depende del tipo de personas que sean tus padres. ¿Qué debes hacer si tus padres tienen poca humanidad, si te impiden constantemente creer en Dios y si continúan alejándote de creer en Dios y de cumplir con tu deber? ¿Qué verdad deberías practicar? (El rechazo). En ese momento, debes rechazarlos. Has cumplido con tu obligación. Tus padres no creen en Dios, así que no tienes la obligación de mostrarles respeto filial. Si creen en Dios, entonces tus padres son familia. Si no lo hacen, entonces camináis por sendas diferentes: Creen en Satanás y adoran al rey diablo, y caminan por su senda; son personas que recorren sendas distintas que quienes creen en Dios. Ya no sois una familia. Consideran adversarios y enemigos a los creyentes en Dios. Por tanto, eso te exime de la obligación de cuidarlos y debes cortar los lazos con ellos por completo. ¿Cuál es la verdad: ser filial a los padres o cumplir con el deber propio? Por supuesto, la verdad es cumplir con el deber propio. Cumplir con el deber propio en la casa de Dios no se limita a cumplir con la obligación propia y a hacer lo que supuestamente uno debe hacer. Se trata de cumplir con el deber de un ser creado. Aquí está la comisión de Dios; es tu obligación, tu responsabilidad. Se trata de una verdadera responsabilidad, consistente en cumplir con tu responsabilidad y tu obligación ante el Creador. Este es el requerimiento del Creador a las personas, y la gran cuestión de la vida. Pero mostrar respeto filial hacia los padres simplemente es la responsabilidad y la obligación de un hijo o una hija. En realidad, no es una comisión de Dios, y mucho menos se ajusta a Su requerimiento. Por lo tanto, entre mostrar respeto filial hacia los padres y cumplir con el deber propio, sin duda hay que cumplir con el deber de uno, y solo eso es practicar la verdad. Cumplir con el deber propio como ser creado es la verdad, y es un deber imperioso. Mostrar respeto filial hacia los padres significa ser filial a las personas. No significa que uno esté cumpliendo con su deber, ni que esté practicando la verdad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es la realidad-verdad?). “Cómo consideras las comisiones de Dios es de extrema importancia y un asunto muy serio. Si no puedes llevar a cabo lo que Dios les ha confiado a las personas, no eres apto para vivir en Su presencia y deberías ser castigado. Es perfectamente natural y está justificado que los seres humanos deban completar cualquier comisión que Dios les confíe. Esa es la responsabilidad suprema del hombre, y es tan importante como sus propias vidas. Si no te tomas en serio las comisiones de Dios, lo estás traicionando de la forma más grave. En esto eres más lamentable que Judas y debes ser maldecido. La gente debe entender bien cómo tratar lo que Dios les confía y, al menos, debe comprender que las comisiones que Él confía a la humanidad son exaltaciones y favores especiales de Dios, y son las cosas más gloriosas. Todo lo demás puede abandonarse. Aunque una persona tenga que sacrificar su propia vida, debe seguir cumpliendo la comisión de Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo conocer la naturaleza del hombre). Después de leer las palabras de Dios, comprendí los principios con los que tenemos que tratar a nuestros padres. Cuando ser un buen hijo entra en conflicto con nuestro deber, hay que dar prioridad al deber, ya que cumplir bien el deber de cada uno es lo más importante en la vida. Ser buen hijo con los propios padres implica cumplir responsabilidades y obligaciones, pero, sin importar lo bien que uno pueda realizar estas tareas, eso no es practicar la verdad. Solo cumplir bien nuestro deber como seres creados es practicar la verdad. Debido a que los deberes son la comisión que el Creador hace a los seres creados, son la responsabilidad más importante y cumplirlos es perfectamente natural y justificado. Yo no comprendía la verdad y consideraba que ser buena hija era un principio según el cual debía conducirme. Cuando estaba ocupada con mi deber o cuando me estaban persiguiendo y debía escapar, no podía cuidar a mis padres, me sentía en deuda con ellos y pensaba que era una mala hija; recién cuando leí las palabras de Dios me di cuenta de que esta perspectiva que tenía estaba equivocada. Tuve suerte de haber oído la voz de Dios. Había recibido la salvación de Dios en los últimos días, había comido y bebido muchas de Sus palabras y llegado a comprender algunas verdades, pero, sin embargo, nunca había pensado en retribuir el amor de Dios. ¡En verdad carecía de humanidad y conciencia! Ahora sabía que cumplir bien mi deber como ser creado es la prioridad principal y que es tan importante como mi propia vida; debo hacer mi mayor esfuerzo para lograrlo, ya que no hacerlo sería una traición grave. Después de eso, mi corazón fue capaz de apaciguarse y pude concentrarme en mi deber.
A mediados de mayo de 2020, fui en secreto a la casa de mis padres. Cuando apenas me vio, la actitud de mi papá era amable, pero, después de un tiempo, su expresión cambió de repente y comenzó a regañarme. Me interrogó sobre lo que había estado haciendo durante esos últimos años y también me dijo que, dos años atrás, había enfermado de gravedad y casi perdió la vida, pero sin embargo no había visto ningún rastro de mí. Le preocupaba que mi esposo y yo fuéramos capturados mientras predicábamos el evangelio, no podía dormir de noche y tenía mucho sufrimiento mental. Incluso me dijo que era una ingrata insensible y una mala hija. Antes pensaba que yo lo cuidaría cuando él envejeciera. En cambio, después de todo lo que había hecho por mí, casi lo había matado del disgusto. Escucharlo fue como una puñalada en el corazón. Sentía que mi padre había trabajado muy duro para criarme, darme comida y ropa y solventar mi educación, y que yo no solo había fallado en ser una buena hija sino que también había hecho que se preocupara por mí. Incluso cuando estuvo enfermo de gravedad, yo no estuve ahí para cuidarlo o estar a su lado. ¡Era una mala hija de verdad! Me sentía muy en deuda con mis padres. Mientras escuchaba, las lágrimas me caían por la cara y de veras quería quedarme en casa un poco más para poder cuidar a mis padres como correspondía y compensar esta deuda que tenía en mi corazón. En ese entonces, no pude sosegar mi corazón durante mucho tiempo, así que oré a Dios en silencio para pedirle que protegiera mi corazón y evitara ser perturbado. Después de orar, mi corazón se calmó mucho y recordé las palabras de Dios que había comido y bebido. Comprendí con claridad en mi corazón que ser una buena hija para mis padres no era practicar la verdad, que practicar la verdad significaba cumplir bien nuestro deber como seres creados y que abandonar nuestro deber para permanecer con nuestros padres y cumplir las responsabilidades de un hijo o hija sería traicionar a Dios; sería una traición grave. Después de eso, razoné serenamente con mi padre y su actitud se fue ablandando gradualmente. Me apresuré a irme después de terminar lo que había venido a hacer.
Luego, cada vez que pensaba en las palabras de mi papá sentía una punzada de dolor en el corazón. Podía aceptar que otros no me comprendieran, ¿pero por qué mi papá tenía que decir esas cosas sobre mí? Durante ese tiempo, aunque pasaba los días haciendo mi deber, mi corazón se sentía oprimido, como si estuviera llevando una carga pesada, vivía agobiada por el sentimiento de culpa. Mientras vivía en estas emociones negativas, mi corazón se sentía oscuro y reprimido y la eficiencia en mi deber decayó significativamente. Esto duró como uno o dos meses antes de que mi estado se acomodara de a poco. Luego, después de leer la verdad que Dios comparte, sobre que nuestros padres no son nuestros acreedores, comencé a ver la relación entre padres e hijos con más claridad y me liberé de esas emociones represivas. Dios Todopoderoso dice: “En la gente existe este aliento y esta vida, y sus padres no son la fuente ni el origen de ellos. Lo que ocurre es que las personas nacen a través de sus padres, que las engendran; en su origen, es Dios quien le concede a la gente tales cosas. Por tanto, Dios es el Amo de tu vida, no tus padres. Él creó a la humanidad, creó las vidas que hay en ella y les insufló el aliento vital, el origen de la vida del hombre. Por tanto, ¿acaso no resulta fácil de entender la frase ‘Tus padres no son los amos de tu vida’? Tus padres no te concedieron el aliento, y mucho menos la continuación de este. Dios cuida y rige todos los días de tu vida. Tus padres no deciden cómo transcurren estos días, si se trata de un día feliz y pasa sin incidentes, a quién conoces o en qué entorno vives a diario. Lo que sucede es que Dios te cuida a través de tus padres; ellos son simplemente las personas que Dios envió para protegerte. […] En pocas palabras, son seres creados normales y corrientes. Lo que ocurre es que, desde tu perspectiva tienen una identidad especial: te engendraron y te criaron, son tus jefes y tus padres. Pero, desde la perspectiva de Dios, no son más que humanos corrientes, miembros de la humanidad corrupta, y no tienen nada de especial. Ni siquiera son amos de su propia vida, ¿cómo van a ser amos de la tuya? Aunque te engendraron, no saben de dónde proviene tu vida y no pudieron decidir en qué momento, a qué hora y en qué lugar llegaría o cómo sería esta. No saben ninguna de estas cosas. Se limitan a esperar con pasividad, aguardan la soberanía de Dios y Sus arreglos. Al margen de si esto los hace felices o de que lo crean o no, todo lo instrumenta Dios y ocurre por Su mano. Tus padres no son los amos de tu vida, ¿acaso no es fácil de entender? (Sí)” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (17)). “Al criarte, tus padres solo cumplían con su responsabilidad y obligación, y no corresponde remunerarla, no debe ser una transacción. Así pues, no es necesario que abordes a tus padres ni que manejes tu relación con ellos con la idea de recompensarlos. Si efectivamente tratas a tus padres, les retribuyes y abordas tu vínculo con ellos en función de esta idea, eso es inhumano. A su vez, es probable que eso haga que tus sentimientos carnales te limiten y te aten, y te resultará dificultoso salir de ese enredo, hasta el punto de que incluso podrías perder el camino. Tus padres no son tus acreedores, así que no tienes la obligación de concretar todas sus expectativas. No tienes la obligación de correr con los gastos de sus expectativas. Es decir, ellos pueden tener expectativas; tú cuentas con tus elecciones y con la senda vital y el porvenir que Dios ha dispuesto para ti, lo cual no tiene nada que ver con tus padres. Por lo tanto, cuando uno de ellos dice: ‘No eres un buen hijo. No has venido a verme durante muchos años y han pasado muchos días desde la última vez que me llamaste. Estoy enfermo y no tengo quien me cuide. Realmente te crie en vano. ¡Sin duda eres un ingrato indiferente, y un mocoso desagradecido!’, si no entiendes la verdad ‘Tus padres no son tus acreedores’, escuchar esas palabras será tan doloroso como un cuchillo que te atraviesa el corazón, y te condenará la conciencia. Cada una de estas palabras se grabará en tu corazón y hará que te avergüences de enfrentar a tus padres, que te sientas en deuda con ellos y te invada la culpa. Cuando tus padres digan que eres un ingrato indiferente, realmente pensarás: ‘Tienen toda la razón. Me criaron hasta esta edad y no han podido pasarlo bien debido a mí. Ahora están enfermos y esperaban que yo pudiera quedarme a cuidarlos, que los sirviera y los acompañara. Necesitaban que retribuyera su amabilidad y yo no estuve ahí. ¡De verdad soy un ingrato indiferente!’. Te catalogarás de ingrato indiferente; ¿es eso razonable? ¿Eres un ingrato indiferente? Si no hubieras dejado el hogar para cumplir con el deber en otro lugar y te hubieras quedado al lado de tus padres, ¿podrías haber evitado que enfermaran? (No). ¿Puedes controlar si tus padres viven o mueren? ¿Si son ricos o pobres? (No). Sea cual sea la enfermedad que contraigan, no será porque estaban agotados de criarte ni porque te extrañaban; en especial, no contraerán ninguna enfermedad importante, grave y posiblemente mortal por tu causa. Ese es su sino, y no tiene nada que ver contigo. Por muy buen hijo que seas, lo que puedes lograr, a lo sumo, es reducir un poco su sufrimiento carnal y sus cargas, pero en cuanto a en qué momento enfermen, qué enfermedad contraigan, cuándo y dónde mueran: ¿tienen estas cosas algo que ver contigo? No. Si eres un buen hijo, si no eres un ingrato indiferente y te pasas todo el día con ellos, cuidándolos, ¿acaso no se enfermarán? ¿No morirán? Si se van a enfermar, ¿no se enfermarán de todos modos? Si van a morir, ¿no morirán igualmente? ¿No es así? […] Independientemente de si tus padres dicen que eres un ingrato indiferente, al menos desempeñas el deber de un ser creado ante el Creador. Siempre y cuando no seas un ingrato indiferente a los ojos de Dios, con eso basta. No importa lo que diga la gente. Lo que tus padres dicen sobre ti no es necesariamente cierto ni es útil. Tienes que tomar las palabras de Dios como tu fundamento. Si Él dice que eres un ser creado idóneo, no importa si la gente te considera un ingrato desinteresado, esta no puede conseguir nada. Lo que sucede es que a la gente la afectan estos insultos por efecto de su conciencia, o cuando no entiende la verdad y tiene escasa estatura; estará un poco de mal humor y se sentirá un tanto deprimida, pero, cuando regrese ante Dios, todo eso quedará subsanado y ya no le supondrá un problema” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (17)). “Como hijo, deberías entender que tus padres no son tus acreedores. Hay muchas cosas que has de hacer en esta vida, y todas ellas le corresponden a un ser creado, el Creador te las ha encomendado y no tienen nada que ver con retribuirles a tus padres su gentileza. Mostrarles piedad filial, retribuirles y devolverles su gentileza son cosas que no tienen nada que ver con tu misión en la vida. También se puede decir que no es necesario mostrarles piedad filial a tus padres, retribuirles o cumplir con ninguna de tus responsabilidades hacia ellos. En palabras sencillas, puedes dedicarte un poco a eso y al mismo tiempo desempeñar alguna de tus responsabilidades si las circunstancias lo permiten. Cuando no sea así, no hace falta que te empeñes en ello. Si no puedes desempeñar tu responsabilidad de mostrarle piedad filial a tus padres, tampoco es un gran error, solo contradice levemente tu conciencia, la moral y las nociones humanas. Pero al menos no va en contra de la verdad y Dios no te condenará por ello. Cuando entiendas la verdad, tu conciencia no recibirá ningún reproche por este motivo” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (17)). Por las palabras de Dios comprendí que Él es la fuente de vida para todas las cosas y que mi vida provenía de Él. Yo respiraba el aliento que me había dado Dios y disfrutaba el alimento de Sus palabras y también había disfrutado mucho de Su gracia. Sabía que debía cumplir bien mi deber como ser creado y retribuir el amor de Dios y que eso es lo que significa tener conciencia y humanidad. En apariencia, mis padres me habían dado la vida y me habían criado. Trabajaron duro para hacerlo, me dieron comida, ropa y educación. Pero en realidad todo esto fue arreglado y ordenado por Dios. Los padres meramente cumplen sus responsabilidades y obligaciones, esto no puede considerarse amabilidad y yo no tengo necesidad de retribuirlo o devolverlo. Vivía de acuerdo a los pensamientos y puntos de vista de Satanás sin buscar la verdad, trataba a mis padres como si fueran mis acreedores pensando que, como ellos habían trabajado duro para criarme, yo debía retribuir su amabilidad. Cuando mi padre estuvo gravemente enfermo, yo no estuve ahí para cuidar de él. Esto me hizo pensar que era una ingrata insensible y una mala hija, y mi corazón a menudo se llenaba de culpa. Aunque parecía estar haciendo mi deber, mis sentimientos de culpa afectaban la eficiencia de mi trabajo. Al comer y beber las palabras de Dios, comprendí que, como ser creado, no había venido a este mundo a fin de ser una buena hija para mis padres y que era más importante para mí completar mi misión y cumplir bien mi deber como ser creado. Esto es lo que debe hacer una persona con conciencia y humanidad. También entendí que tenía que haber principios relacionados con cómo tratar a mis padres. Si las condiciones lo permiten, puedo cumplir mis responsabilidades y obligaciones como hija y cuidar a mis padres; pero si no, no tengo que sentirme culpable ni agobiada por esto al hacer mi deber. En realidad, la relación entre padres e hijos no es más que un lazo biológico y nadie le debe nada a nadie. Si yo abandonara mi deber para ir a casa y ser una buena hija para retribuir la amabilidad de mis padres, o si me sintiera culpable y abatida por no ser capaz de ser una buena hija para mis padres y por ello retrasara mi deber, ¡entonces carecería por completo de conciencia y humanidad!
Luego, leí algunas palabras de Dios: “Caminas por la senda correcta, has elegido cumplir con el deber de un ser creado y presentarte ante el Creador para aceptar la salvación de Dios. Esa es la única senda correcta en este mundo. Has tomado la decisión correcta. Al margen de lo mucho que no puedan entenderte o se sientan decepcionados contigo aquellos que no creen, incluidos tus padres, eso no debería afectar a tu elección de caminar por la senda de creer en Dios o a tu determinación de cumplir con tu deber, ni tampoco a tu fe en Él. Deberías perseverar porque estás caminando por la senda correcta. Con más motivo, debes desprenderte de las expectativas de tus padres. No deberían convertirse en cargas para ti mientras recorres la senda correcta. Seguirla ha sido la mejor decisión de tu vida, si tus padres no te apoyan, si siempre te regañan por ser un ingrato descuidado, entonces deberías tener si cabe más discernimiento de ellos, desprenderte a un nivel emocional y no permitir que te limiten. Si no te apoyan, te animan ni consuelan, estarás bien; no ganarás ni perderás nada con o sin estas cosas. Lo más importante son las expectativas de Dios hacia ti. Dios te está animando, proveyendo y guiando. No estás solo. Sin las expectativas de tus padres, puedes de igual manera cumplir bien con el deber de un ser creado y, sobre esta base, seguirías siendo una buena persona. Desprenderse de las expectativas de tus padres no significa que hayas perdido tu ética y moral, y desde luego tampoco que hayas renunciado a la humanidad o a la moral y la justicia. La razón de que no hayas estado a la altura de las expectativas de tus padres es que elegiste las cosas positivas y cumplir con el deber de un ser creado. Esto no tiene nada de malo, es la senda más correcta. Debes perseverar y mantenerte firme en tu fe. Es posible que no obtengas el apoyo de tus padres, y desde luego tampoco sus bendiciones, porque crees en Dios y estás cumpliendo con el deber de un ser creado, pero da igual. No es relevante, no has perdido nada. Lo más importante es que cuando elegiste caminar por la senda de la fe en Dios y de cumplir con el deber de un ser creado, Él empezó a albergar expectativas y grandes esperanzas respecto a ti. Mientras vive en este mundo, si la gente se desvía de sus amigos y parientes, todavía es capaz de vivir bien. Ciertamente, las personas también pueden vivir con normalidad después de separarse de sus padres. Solo caen en la oscuridad cuando se apartan de la guía y bendiciones de Dios. Comparadas con las expectativas de Dios y Su guía, las expectativas de los padres son simplemente insignificantes y no merece la pena mencionarlas” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (17)). “¿Qué clase de personas son las que más respeto merecen en este mundo? ¿Acaso no son aquellas que caminan por la senda correcta? ¿Qué significa aquí la ‘senda correcta’? ¿No significa eso perseguir la verdad y aceptar la salvación de Dios? ¿No son aquellos que caminan por la senda correcta personas que siguen y se someten a Dios? (Lo son). Si perteneces a esta clase de persona o te empeñas en serlo, y tus padres no te entienden e incluso siempre te maldicen; si cuando estás débil, deprimido y perdido, no solo no te apoyan, te consuelan ni te animan, sino que a menudo te exigen que vuelvas para mostrarles piedad filial, ganar mucho dinero y para que los cuides, no los defraudes, les permitas compartir contigo el centro de atención y vivir una buena vida junto a ti, ¿acaso no se debería desechar a estos padres? (Sí). ¿Son dignos de tu respeto los padres así? ¿Merecen tu piedad filial? ¿Son dignos de que cumplas con tu responsabilidad hacia ellos? (No). ¿Por qué no? Porque sienten aversión por las cosas positivas, ¿no es ese un hecho? (Sí). Porque odian a Dios, ¿no es eso un hecho? (Sí). Porque desdeñan que camines por la senda correcta, ¿no es eso un hecho? (Sí). Desdeñan a la gente que participa en causas justas; se mofan de ti y te menosprecian porque sigues a Dios y cumples con tu deber. ¿Qué clase de padres son? ¿Acaso no se trata de unos padres despreciables y viles? ¿De unos padres egoístas y perversos? (Sí). El gran dragón rojo te ha puesto en la lista de los buscados y te ha cazado por tu fe en Dios, has estado huyendo, sin poder regresar a casa, e incluso hay quienes han tenido que marcharse al extranjero. Todos tus parientes, amigos y compañeros de clase dicen que eres un fugitivo, y a causa de estos rumores y chismes externos, tus padres creen que los has hecho sufrir injustamente y los has avergonzado. No solo no te entienden, no te apoyan ni empatizan contigo, no solo no les reprochan nada a aquellos que difunden esos rumores ni a los que te desprecian y discriminan, sino que tus padres también te odian, dicen las mismas cosas sobre ti que los que no creen en Dios y los que ostentan el poder. ¿Qué piensas de estos padres? ¿Son buenos? (No). Entonces, ¿os sigue pareciendo que estáis en deuda con ellos? (No). […] Algunos padres afirman a menudo: ‘Criarte a ti es peor que criar a un perro. Cuando crías a un perro, este al menos es muy cercano a ti y menea la cola cuando ve a su amo. ¿De ti qué se puede esperar? Te pasas todo el día creyendo en Dios y cumpliendo con tu deber, no haces negocios, no te pones a trabajar, ni siquiera quieres un sustento seguro, y al final todos los vecinos han empezado a reírse de nosotros. ¿Qué he ganado contigo? No he obtenido ni una sola cosa buena de ti ni he compartido contigo el centro de atención’. Si siguieras las tendencias malvadas del mundo secular y te esforzaras por triunfar en él, probablemente tus padres te apoyarían, animarían y consolarían si sufrieras, enfermaras o te sintieras triste. Y sin embargo, no se sienten felices ni se alegran por el hecho de que creas en Dios y tengas una oportunidad de salvarte. Al contrario, te odian y te maldicen. Según su esencia, estos padres son tus enemigos y tus acérrimos adversarios, no pertenecen al mismo tipo de persona que tú ni caminan por la misma senda. Aunque en apariencia parecéis una familia, según tus esencias, tus búsquedas, tus preferencias, las sendas que sigues y las diversas actitudes con las que afrontas a las cosas positivas, a Dios y a la verdad, ellos no son la misma clase de persona que tú. Por tanto, por mucho que digas: ‘Tengo esperanzas de salvación. He emprendido la senda correcta en la vida’, permanecerán inamovibles y no estarán contentos ni se alegrarán por ti. En su lugar, se sentirán avergonzados. A nivel emocional, estos padres son tu familia, pero en base a su esencia-naturaleza no lo son, sino que son tus enemigos” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (17)). Después de leer estas palabras de Dios, mi corazón se iluminó. Dios ha compartido claramente los principios según los cuales debemos tratar a nuestros padres. No se trata de obedecer ciegamente todo lo que los padres dicen; uno debe discernir qué tipo de personas son. Recordé cómo, en mis deberes, a menudo sentía la influencia de las palabras de mi padre, y esto era porque no podía discernir las falacias engañosas que brotaban de su boca y porque no veía a las personas ni los acontecimientos, ni me comportaba según las palabras de Dios. Mi padre quería que yo ganara dinero para que fuera una buena hija para ellos, los mantuviera en su vejez y los honrara. Antes, cuando estaba en casa e iba a visitar a mi papá durante las festividades, solía llevarle cigarrillos finos, alcohol y buena comida. Cuando enfermaba, lo acompañaba al hospital para tratarse y él me alababa por ser obediente y sensible y decía que era una buena hija. Pero ahora que no podía ir a visitarlo y sus necesidades físicas no eran atendidas, él estaba disgustado conmigo. Yo no podía regresar a casa porque el gran dragón rojo me estaba persiguiendo. Sin embargo, él no le guardaba rencor al gran dragón rojo. En cambio, sentía que yo lo había avergonzado, me maldecía como a una mala hija, insensible e ingrata y me arrojaba todas las palabras duras que se le ocurrían. Incluso dejó de lado nuestro vínculo como padre e hija. Mi papá no hacía estas cosas por mi bien. Si de veras se preocupara por mí, debería haberme apoyado mientras recorría la senda correcta en la vida al creer en Dios y perseguir la verdad. En cambio, no solo no me apoyó, sino que me insultó y, una vez, incluso se arrojó al río para tratar de usar su muerte para obligarme. Vi que su verdadera naturaleza era odiar la verdad y odiar a Dios, que su esencia era la de un diablo que se resiste a Dios y que él era un enemigo de Dios. Un padre como ese no se merecía mi preocupación ni que fuera una buena hija para él. Pero yo no tenía discernimiento sobre su esencia y siempre sentía que lo defraudaba. Era una verdadera tonta, atolondrada y ¡ciega a la diferencia entre el bien y el mal! Una vez que discerní la esencia de mi padre, ya no me sentí en deuda con él.
Al leer las palabras de Dios, aprendí cómo tratar a mis padres. También llegué a entender que la senda de vida correcta solo es cumplir bien mi deber como ser creado y perseguir la verdad y que debo recorrer esta senda sin dudar. Después de eso, me despojé del sentimiento de carga que pesaba sobre mi corazón y me dediqué a mis deberes y, con el tiempo, mi eficiencia en los deberes mejoró notablemente. Ser capaz de tener estos entendimientos y ganancias se debió al esclarecimiento y la guía de las palabras de Dios. ¡Gracias a Dios!
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