Cómo tratar a los líderes según los principios
En el verano de 2016, era bastante novata en un puesto de liderazgo de la iglesia. Un día, la hermana Wang, líder superior, vino a una de nuestras reuniones. Yo estaba tratando de determinar si un hermano sería buen líder de equipo, y le pedí ayuda a ella. Cuando lo hice, sin ni siquiera informarse más sobre él ni hablar de los principios de la promoción de personas, me dijo que lo acogiera en ese puesto durante un tiempo a ver y que lo cambiara si era preciso. Me daba miedo retrasar el trabajo de la iglesia por formar a la persona equivocada, por lo que manifesté cierta duda para que ella hablara en concreto de los principios. No habló de nada más, sino que, durante un buen rato, me criticó con impaciencia por ser arrogante y no aceptar la verdad. Ese trato fue limitante para mí, y pensé: “¿No debemos enseñar la verdad para resolver los problemas? Cuando tenemos problemas, tú no nos enseñas, sino que nos reprendes con altivez. Así no nos guías para que comprendamos la verdad y sigamos los principios”. Quería compartir mi confusión, pero al pensar en lo dura que había sido conmigo delante de todos, temí que se pusiera a reprenderme de nuevo y dijera que era arrogante y que no aceptaba la verdad. Así pues, me callé.
En las siguientes reuniones, percibí que la hermana Wang enseñaba las palabras de Dios de una forma que no proveía esclarecimiento ni era práctica, sino que era mera doctrina literal y no resolvía problemas reales. Me preguntaba si ella realmente tenía la obra del Espíritu Santo. No obstante, supuse que podría no encontrarse en un buen estado y que era normal que no se evidenciara la obra del Espíritu. No le di importancia. Más adelante, se dispuso que cada iglesia eligiera a tres líderes que, juntos, se encargarían del trabajo de la iglesia. La hermana Wang nos dijo que era muy importante elegir líderes, así que teníamos que afrontarlo sin demora. Pero las cosas fueron distintas llegado el momento de hacerlas. Entonces yo era la única líder, y a veces no daba abasto con todo el trabajo. Le expliqué las cosas con la esperanza de que organizara elecciones cuanto antes. Me dijo que lo haría, pero pasó un tiempo sin que hiciera nada. Volví a escribirle para apremiarla, y nada. Me pareció extraño. Ella conocía la importancia de elegir líderes y enseñaba bien, pero daba largas cuando tocaba hacer algo. ¿No era una charlatana que soltaba doctrinas sin hacer un trabajo práctico? Luego supe que había retrasado las elecciones de otras iglesias de la misma manera, por lo que no encontraron líderes adecuados a tiempo, lo que tuvo graves efectos en la vida y la labor de la iglesia.
Pensé que, probablemente, la hermana Wang era una falsa líder que no quería hacer un trabajo práctico y que, de seguir así, todo el trabajo de la iglesia se resentiría gravemente. Se me ocurrió señalarle estos problemas. Sin embargo, cuando iba a escribirle una carta, caí en que, como ella era una líder, si lo aceptaba, bien; pero si no, podría ponerme las cosas difíciles e incluso buscar una excusa para destituirme. Decidí olvidarme de ello. Solté el bolígrafo y así lo dejé. Pero luego me quedé intranquila. Vi muy claros sus problemas sin que hubiera pronunciado palabra; esa no era la voluntad de Dios. Sabía que tenía que decir algo, pero todavía no podía ponerme a escribir. No podía ni escribir la carta ni dejar de escribirla. Me suponía un auténtico dilema. No escribí aquella carta. Sí oré a Dios por mi agonía. Luego leí estas palabras de Dios. “Todos vosotros decís que tenéis consideración por la carga de Dios y defenderéis el testimonio de la Iglesia, pero ¿quién de vosotros ha considerado realmente la carga de Dios? Hazte esta pregunta: ¿Eres alguien que ha mostrado consideración por Su carga? ¿Puedes tú practicar la justicia por Él? ¿Puedes levantarte y hablar por Mí? ¿Puedes poner firmemente en práctica la verdad? ¿Eres lo bastante valiente para luchar contra todos los hechos de Satanás? ¿Serías capaz de dejar de lado tus emociones y dejar a Satanás al descubierto por causa de Mi verdad? ¿Puedes permitir que Mis intenciones se cumplan en ti? ¿Has ofrecido tu corazón en el momento más crucial? ¿Eres alguien que hace Mi voluntad? Hazte estas preguntas y piensa a menudo en ellas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 13). Cada pregunta de Dios parecía dirigida a mí. Por ello, me pregunté: ¿Tengo en consideración la carga de Dios? ¿Protejo los intereses de la casa de Dios? Reflexioné sobre el hecho de que la hermana Wang no enseñaba la verdad ni resolvía problemas, y reprendía y coaccionaba autoritariamente a los demás. Solo enseñaba doctrina, sin abordar ningún problema práctico de nuestro trabajo. Las elecciones iban a paso de tortuga. Su conducta ya había dificultado la labor de la casa de Dios. Sabía que debía hablar con ella para que supiera lo grave que era eso. Pero temía que, en tal caso, se negara a admitirlo, me pusiera las cosas difíciles y buscara una excusa para apartarme del deber. No me atrevía a decir nada, sino que me mantenía en guardia, con lo que no protegía para nada la labor de la casa de Dios. Solamente pensaba en mis intereses personales. ¡Qué egoísta y carente de humanidad! Yo era líder de la iglesia, pero cuando se estaba retrasando su labor no me atrevía a ponerle coto a eso. ¿No permitía yo la maldad de la hermana Wang? Si no protegía la labor de la casa de Dios de las formas más básicas, ¿cómo iba a ser digna de ser líder? Cuanto más lo pensaba, más culpa sentía, y le juré a Dios que rechazaría mi carne y practicaría la verdad.
Leí los principios de la organización del trabajo para el trato a obreros y líderes y descubrí que a los que buscan la verdad y saben hacer un trabajo práctico, si cometen transgresiones en el deber o a veces no tienen mucho éxito, hay que ayudarlos con amor o reprobarlos y tratarlos, pero no condenarlos ni destituirlos a la ligera. Los que no hagan un trabajo práctico o no busquen la verdad, si se empeñan en ir por libre y no aceptan la verdad ni se arrepienten ante las críticas, está comprobado que son falsos líderes y hay que destituirlos. Yo no tenía mucha experiencia personal con ella. Había visto bastantes indicios de que era una falsa líder, pero no podía estar totalmente segura. Sabía que tenía que empezar por hablar con ella y que ese era mi deber. Así pues, tomé un bolígrafo para escribir sus problemas y, sinceramente, estaba bastante nerviosa. Oré entonces para pedirle fortaleza a Dios para aborrecerme y proteger los intereses de la iglesia. Después no me sentí tan forzada, y escribí uno por uno los problemas de la hermana Wang. En el momento en que envié la carta terminada, realmente tuve una sensación de paz.
No me contestó. Las elecciones de la iglesia aún estaban retrasadas y muchas iglesias no tenían los obreros y líderes que necesitaban para ejecutar los proyectos a tiempo. Eso dificultaba gravemente la labor de la casa de Dios. Le escribí más veces para apremiarla, pero no conseguí nada. Vi que era una charlatana, que no hacía un trabajo práctico y que no iba a cambiar después de muchas críticas, por lo que, a tenor de su conducta constante, era una falsa líder que no hacía un trabajo práctico. Le escribí a un líder superior para explicarle sus problemas. Poco después, una investigación interna de la casa de Dios confirmó que era una falsa líder que no hacía un trabajo práctico, y la destituyeron. Esta experiencia me enseñó que en la casa de Dios imperan la verdad y la justicia. Tal vez los falsos líderes tengan un puesto, pero no buscan la verdad ni hacen un trabajo real, así que no pueden entrar en la casa de Dios. Siempre me había dado miedo ofender a un líder y que me destituyeran del deber, por lo que no me atrevía a exponer sus problemas. Entonces me di cuenta de que no comprendía el carácter justo de Dios. La casa de Dios tiene decretos administrativos, principios y normas, así que, por muy arriba que esté un líder, ha de hacer las cosas según las palabras de Dios y los principios de la verdad. Quien vaya a su aire se quedará sin su posición. Además, Dios está a cargo de todo deber que yo cumpla en la iglesia. Eso no depende de ningún líder. No lo deciden ellos. No tenía nada de lo que preocuparme.
En octubre de 2019 me trasladaron a cumplir con un deber en otra iglesia. Poco después, reparé en que la hermana Chen, mi líder, no nombraba a nadie según los principios. Teníamos una diaconisa de riego, la hermana Zhang, muy egoísta y astuta. Veía que interrumpían la vida de iglesia, pero no hacía nada por temor a ofender. Otras personas le señalaban problemas, pero ella evadía su responsabilidad, así que no se abordaban estos problemas a tiempo. Lo investigaron y quedó claro que se debía a la conducta sistemática de la hermana Zhang, que nunca había defendido el trabajo de la iglesia ni hecho un trabajo práctico, por lo que había que destituirla inmediatamente. Sin embargo, cuando la hermana Chen fue a hacerlo, la hermana Zhang habló con autoconciencia, así que le engañó su apariencia y retrasó la destitución. Veía que la hermana Chen no seguía los principios de destitución de líderes y obreros, lo que es un grave problema. Quise comentárselo. No obstante, pensé en que yo era bastante nueva en aquel deber y ella me valoraba mucho, así que estaría genial que aceptara mis sugerencias, pero, si no, a lo mejor decía que yo era arrogante y que me obsesionaban sus problemas tras unos pocos días en ese puesto. ¿Y si por ello no continuaba promoviéndome? Ese pensamiento ahuyentó mi idea de planteárselo. Aunque sí sentía cierta culpa al respecto, terminé por rendirme.
Una vez, la hermana Chen se incorporó a la reunión de mi grupo y quise sacarlo a colación, pero comentó que era nueva en el deber y que le costaba, que no se encontraba en un buen estado. Pensé que, si le comentaba sus problemas cuando ya estaba esforzándose en el liderazgo, ¿me consideraría inhumana y nada afectuosa? Decidí dejarlo por temor a no resolver el problema, a que terminara sintiéndose negativa y a que se llevara una mala impresión de mí. No lo saqué a colación. No relevaron a la diaconisa de riego, lo que dejó muchos problemas sin resolver en su trabajo y dañó enormemente la entrada en la vida de los hermanos y hermanas y la labor de la casa de Dios. Me sentía muy culpable por esto. Si lo hubiera planteado a tiempo, tal vez no habría terminado tan mal. Más adelante, en una reunión, leímos unas palabras de Dios que me conmovieron mucho. “Muchos en la iglesia no tienen discernimiento. Cuando sucede algo engañoso, inesperadamente se ponen del lado de Satanás; incluso se ofenden cuando se les llama lacayos de Satanás. Aunque las personas podrían decir que no tienen discernimiento, siempre se ponen del lado donde no está la verdad, nunca se ponen del lado de la verdad en el momento crítico, nunca se ponen de pie y defienden la verdad. ¿Acaso carecen verdaderamente de discernimiento? ¿Por qué se ponen inesperadamente del lado de Satanás? ¿Por qué nunca dicen una palabra que sea justa y razonable a favor de la verdad? ¿Ha surgido esta situación auténticamente como resultado de su confusión momentánea? Cuanto menos discernimiento tienen las personas, menos capaces son de ponerse del lado de la verdad. ¿Qué muestra esto? ¿Acaso no muestra que los que no tienen discernimiento aman el mal? ¿Acaso no muestra que son la simiente leal de Satanás? ¿Por qué siempre pueden ponerse del lado de Satanás y hablan su idioma? Todas sus palabras y acciones, la expresión en su rostro, todo ello es suficiente para probar que no son amantes de la verdad; más bien, son personas que detestan la verdad” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Una advertencia a los que no practican la verdad). Mi conciencia sintió esta lectura como una auténtica acusación. Había visto a la hermana Chen ir contra los principios del traslado de líderes y obreros. No había destituido a tiempo a la falsa obrera delatada, lo que había afectado al trabajo de la iglesia. Sabía que tenía que brindarle enseñanzas y ayudar a proteger la labor de la casa de Dios. Sin embargo, temía ofenderla y que cambiara de idea sobre mí, así que me callé y no defendí los principios. Eso supuso repercusiones en el trabajo de la casa de Dios y yo estaba implicada. Entendí que yo no amaba la verdad ni tenía ningún sentido de la justicia, sino que era alguien despreciable que defendía sus intereses y estaba del lado de Satanás. Dios me había enaltecido para que evolucionara en un deber tan importante y enseñara tenazmente muchas verdades para aprender la verdad y adquirir discernimiento. Él también me había guiado para que percibiera estos problemas con la esperanza de que defendiera los principios y tomara partido por Su casa. Pero fui egoísta y mordí la mano que me daba de comer. Por proteger mis intereses, no hice más que dar la espalda a la guía del Espíritu, lo que perjudicó y retrasó el trabajo de la casa de Dios, y cometí transgresiones ante Él. Además, para disgusto de Dios, vivía en las tinieblas.
Luego me puse a reflexionar sobre por qué no podía evitar protegerme cuando me sucedía alguna cosa. ¿Qué clase de naturaleza corrupta me controlaba? Descubrí la causa de todo esto en un vídeo de lectura de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Mientras las personas no hayan experimentado la obra de Dios y no hayan obtenido la verdad, la naturaleza de Satanás es la que toma las riendas y las domina desde el interior. ¿Qué cosas específicas conlleva esa naturaleza? Por ejemplo, ¿por qué eres egoísta? ¿Por qué proteges tu propia posición? ¿Por qué tienes emociones tan fuertes? ¿Por qué te gustan esas cosas injustas? ¿Por qué te gustan esas maldades? ¿Cuál es la base para que te gusten estas cosas? ¿De dónde proceden? ¿Por qué las aceptas de tan buen grado? Para este momento, todos habéis llegado a comprender que esto se debe, principalmente, al veneno de Satanás que hay dentro de vosotros. Entonces, ¿qué es el veneno de Satanás? ¿Cómo se puede expresar? Por ejemplo, si preguntas ‘¿Cómo debería vivir la gente? ¿Para qué debería vivir?’, te responderán: ‘Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda’. Esta sola frase expresa la raíz del problema. La filosofía de Satanás se ha convertido en la vida de las personas. Sea lo que sea lo que persigue la gente, lo hacen para sí mismos, por tanto solo viven para sí mismos. ‘Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda’: esta es la vida y la filosofía del hombre y también representa la naturaleza humana. Estas palabras se han convertido ya en la naturaleza de la humanidad corrupta, en el auténtico retrato de su naturaleza satánica, la cual se ha convertido ya en la base de la existencia de esta humanidad corrupta. La humanidad corrupta ha vivido según este veneno de Satanás durante varios miles de años y hasta nuestros días” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro). Lo que aprendí de esto fue que siempre protegía mis intereses porque me controlaban los venenos satánicos. “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda”, “guarda silencio para protegerte y solo procura escapar de la culpa”, “cuando sepas que algo está mal, más te vale callar”. Esos venenos satánicos llevaban tanto tiempo impregnados en mí que eran mi propia naturaleza. Vivía de acuerdo con ellos, por lo que solo protegía mis intereses en toda situación. Entre los hermanos y hermanas, no pensaba sino en mi reputación y mi estatus, no en la labor de la casa de Dios. Vi que una líder infringía claramente los principios del traslado de personas, pero temía que me perjudicara decir algo, así que me mantuve en guardia para proteger mi posición y mi futuro. No le enseñé ni le ofrecí ayuda a tiempo, dispuesta a que se resintieran la entrada en la vida de los demás y la labor de la iglesia antes que a arriesgar mis intereses. Comprobé lo egoísta y despreciable que era. Vivía según estos venenos satánicos, que me habían hecho cada vez más egoísta y astuta, y sin humanidad. Me había lastimado a mí misma y había retrasado e interrumpido la labor de la casa de Dios. Estos venenos no hacen más que corromper y herir a la gente, por lo que es inevitable que nos rebelemos y opongamos a Dios. Sabía que, si no me arrepentía y buscaba la verdad para resolver estos problemas, terminaría expulsada, eliminada por Dios, y perdería la ocasión de salvarme. También descubrí el perdón y la salvación de Dios para conmigo. Dios había dispuesto las cosas una y otra vez pese a ser yo tan rebelde, y me guió con Sus palabras para mostrarme mi corrupción. Supe que tenía que dejar de desobedecer a Dios, rechazar mi carne y practicar la verdad.
Más adelante leí otro pasaje. “Promover y cultivar a alguien no quiere decir que ya entienda la verdad ni que ya sepa cumplir satisfactoriamente con el deber. […] La gente no debe tener grandes expectativas ni unas exigencias poco realistas de quienes son promovidos y cultivados; sería poco racional e injusto para ellos. Podéis observarlos e informar de aquellas cosas que hagan que creáis problemáticas, pero solo están en la etapa de cultivo y no se les debe considerar personas perfeccionadas, y ni mucho menos libres de culpa o poseedoras de la realidad de la verdad. Son como vosotros: este es el período en que se les está formando. […] ¿Por qué digo esto? Para advertiros a todos de que no se han de malinterpretar la promoción y el cultivo por parte de la casa de Dios de diversos tipos de talentos ni se ha de ser duro en las exigencias a estas personas. Naturalmente, la gente tampoco ha de tener una opinión poco realista de ellas. Es de necios darles demasiado reconocimiento o reverencia y no es humano ni realista ser demasiado duros en vuestras exigencias hacia ellas. Entonces, ¿cuál es la manera más racional de comportarse con ellas? Pensar que son personas corrientes y, cuando haya un problema que requiera búsqueda, hablar con ellas, aprender de los respectivos puntos fuertes y complementarse unos a otros. Además, es responsabilidad de todos vigilar si los líderes y obreros hacen un trabajo real y si son competentes en el desempeño del deber. Si no lo son y lo habéis descubierto, no tardéis en denunciarlos o destituirlos; elegid a otros y no demoréis el trabajo de la casa de Dios. Las demoras en el trabajo de la casa de Dios te perjudican a ti y a los demás, no son buenas para nadie” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros). Este pasaje me enseñó los principios del trato a líderes y obreros. Al principio no comprenden la verdad ni son idóneos para ese puesto. Están en período de prácticas, tienen fallos y defectos, así que hemos de ser justos e imparciales con ellos, no demasiado exigentes, pero, a su vez, tenemos la responsabilidad de vigilar su trabajo. Cuando sea conforme a la verdad, hemos de aceptarlo; si no, hemos de señalárselo, enseñarles y ayudarlos para que vean sus errores en el deber y los subsanen cuanto antes. Esto es bueno para su entrada en la vida y para el trabajo de la casa de Dios. Si evidencian que son unos falsos líderes que ni hacen un trabajo práctico ni son capaces, hay que denunciarlo inmediatamente. Sabía que la hermana Chen era nueva en ese deber; o sea, susceptible de cometer errores. Al haber detectado problemas, tenía la responsabilidad de señalárselos y enseñarle. Podría denunciarla y dejarla en evidencia si no lo admitía. No podía esperar impasible y ver resentirse el trabajo de la casa de Dios. En ese momento ya no quise proteger mis propios intereses, sino enmendar mis motivaciones para proteger la labor de la casa de Dios. Días más tarde, vino la hermana Chen a ver nuestro trabajo, así que le hablé de que había infringido los principios y me sinceré con ella sobre mi egoísmo y mi astucia de los últimos tiempos. Hizo introspección a la luz de las palabras de Dios, vio los errores cometidos y la corrupción que había revelado al ocuparse de esos asuntos y manifestó su deseo de cambiar.
Después hablamos más de los principios concretos para cambiar de deber a la gente. Tras compartirlos, teníamos más lucidez y apreciamos la guía y las bendiciones de Dios. Posteriormente, relevó a la hermana Zhang como exigían los principios. Esta experiencia me enseñó que es positivo brindar críticas y ayuda en cuanto vea problemas en el deber de un líder. Sencillamente, eso protege la labor de la casa de Dios. Entendí, asimismo, que la casa de Dios trata a todos según los principios de la verdad. Nadie pierde su deber por una transgresión momentánea ni por revelar cierta corrupción, sino que se sopesan su senda, su naturaleza y esencia y su actitud hacia la verdad y se le trata en consecuencia. Es justo y razonable. Solo el trato a los líderes y obreros según los principios puede beneficiar a la labor de la casa de Dios y a los demás, y concuerda con la voluntad de Dios. Estas experiencias me enseñaron la estrategia correcta respecto a los líderes y obreros y los principios para abordar los diversos problemas que puedan tener. También comprendí un poco mis actitudes corruptas, egoístas y astutas, y deseé dejar de vivir egoístamente. Por fin defendía los principios y tenía sentido de la justicia. Le estoy muy agradecida a Dios por lo que he aprendido.