La verdad no puede alcanzarse dentro de la religión

23 Oct 2022

Por Millie, Taiwán

Cuando era niña, creía en el Señor, al igual que mis padres, y seguía fervorosamente mi fe. Participaba activamente en todas las actividades de la iglesia, fueran las que fueran. Daba el diezmo de mis ingresos y siempre participaba en el ministerio de la iglesia. A raíz de esto, llegué a diaconisa y, a los 30 años, a anciana de la iglesia. Sin embargo, tras muchos años de fe, había algo que siempre me preocupaba. Descubrí unas palabras del Señor Jesús: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’ Y entonces les declararé: ‘Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad’(Mateo 7:21-23). Esto me confundió. ¿No éramos nosotros aquellos que predicaban y trabajaban en el nombre del Señor y gritábamos “Señor, Señor”? ¿Por qué decía el Señor que no conocía a dichas personas y que estas eran malhechoras? ¿No era Su intención que trabajáramos duro para Él de esta manera? Entonces, ¿cuál era la intención del Señor? Jamás hallé respuesta.

Un día de marzo de 2020, una hermana me invitó a oír un sermón por internet. Pensé: “Como durante la pandemia no podemos ir a la iglesia, estará bien escuchar”. Accedí gustosa a ello. En esa reunión virtual, la hermana Maureen habló sobre el significado de las vírgenes prudentes y de las insensatas, lo que es Cristo, si el reino de los cielos está en el cielo o en la tierra, etc. Me pareció que hablaba muy bien de estas cosas. Todas ellas eran cuestiones sobre las que yo no sabía comunicar con claridad en mis sermones, así que su enseñanza me resultó muy atractiva. Añadió: “Todos los creyentes en el Señor esperamos entrar en el reino de los cielos, pero ¿qué clase de personas pueden entrar en él?”. Leyó entonces estos versículos bíblicos: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’ Y entonces les declararé: ‘Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad’(Mateo 7:21-23). Explicó: “Dice el Señor que no todo creyente puede entrar al reino de los cielos. Solo pueden entrar aquellos que sigan la voluntad de Dios. ¿Y qué significa seguir la voluntad de Dios? Muchos creen que, siempre que trabajen más en el ministerio, lean la Biblia, oren y hagan muchas buenas acciones, están siguiendo la voluntad de Dios y que, al regreso del Señor, entrarán en el reino. ¿Es una idea correcta? ¿Concuerda con la intención de Dios? Los fariseos del judaísmo surcaban tierra y mar para obtener una simple conversión, e hicieron muchas buenas obras, pero cuando el Señor Jesús llegó y expresó tantas verdades, no lo reconocieron como el Señor. Se resistieron a Él y lo condenaron frenéticamente, e incluso lo crucificaron en la cruz, convirtiéndose al final en malhechores. Con esto vemos que seguir la voluntad del Padre celestial no es solamente, como imaginamos, predicar el evangelio, leer la Biblia, orar y hacer buenas acciones. Este es solo un aspecto de lo que debe hacer un cristiano. ¿Y qué significa exactamente seguir la voluntad del Padre celestial? Según la Biblia: ‘Debéis ser santos, porque Yo soy santo(Levítico 11:45).* ‘Sin santidad, ningún hombre contemplará al Señor(Hebreos 12:14).* Con esto vemos que lo que Dios exige a la gente es que alcance la santidad y se libre de pecado. Esto significa ser capaz de someterse a Dios, escuchar Sus palabras, dejar de pecar, resistirse y traicionarlo a Él, y ser capaz de someterse a Su obra y aceptarla aunque sea incompatible con las nociones humanas. Esta es la única clase de persona que sigue la voluntad de Dios y que perdurará en el reino de Dios. Aunque creemos en el Señor y renunciamos y nos esforzamos por Él, solemos mentir y pecar, a menudo hay celos y disputas entre colaboradores. Ante los desastres y enfermedades, nos seguimos quejando de Dios, lo juzgamos y hasta lo traicionamos. ¿Esto supone realmente seguir la voluntad de Dios?”. Tras su comunicación, de pronto tuve una revelación: seguir la voluntad de Dios no se refiere a lo aparentemente ocupados que estamos, sino a si escuchamos Sus palabras, a si nos sometemos a Él, dejamos de pecar y de resistirnos a Él o no. Pero aún solemos pecar, vivimos en un estado de pecar de día y confesar de noche. No nos hemos librado de pecado y no sabemos practicar la palabra de Dios y, cuando sucede algo desfavorable, le guardamos rencor al Señor y nos quejamos de Él. No seguimos la voluntad de Dios en absoluto.

Después de eso, Maureen solía compartir algunas palabras conmigo en cada reunión. Estas palabras me parecían buenas y frescas, y sonaban muy claras. Poco a poco empezaron a encantarme estas reuniones, y siempre esperaba con ansia la siguiente. Este fue el momento en que descubrí que los sermones que yo predicaba antaño, así como los de muchos pastores, eran meras palabras y doctrinas con las que alentábamos a la gente. Con total honestidad, no comprendíamos para nada ni a Dios ni la verdad. Pero cuando me reunía en línea con los hermanos y hermanas y escuchaba sus enseñanzas, lo disfrutaba de verdad y me sentía que recibía provisión, además de libertad y liberación. Podía hacer preguntas si no entendía la Escritura o no sabía alguna cosa, y allí siempre hallaba respuestas. Nunca había aprendido tanto en las reuniones de mi iglesia.

En una reunión, Maureen me envió un pasaje para que lo leyera: “Una vez se me conoció como Jehová. También se me llamó el Mesías, y las personas me llamaron una vez Jesús el Salvador con amor y aprecio. Hoy, sin embargo, ya no soy el Jehová o el Jesús que las personas conocieron en tiempos pasados; Yo soy el Dios que ha regresado en los últimos días, el que pondrá fin a la era. Soy el Dios mismo que surge del extremo de la tierra, repleto de todo Mi carácter y lleno de autoridad, honor y gloria. Las personas nunca se han relacionado conmigo, nunca me han conocido y siempre han sido ignorantes de Mi carácter. Desde la creación del mundo hasta hoy, ni una sola persona me ha visto. Este es el Dios que se le aparece al hombre en los últimos días, pero que está oculto entre los hombres. Él mora entre los hombres, verdadero y real, como el sol ardiente y la llama abrasadora, lleno de poder y rebosante de autoridad. No hay una sola persona o cosa que no será juzgada por Mis palabras y ni una sola persona o cosa que no será purificada por el fuego ardiente. Finalmente, todas las naciones serán bendecidas debido a Mis palabras y también serán hechas pedazos debido a ellas. De esta forma, todas las personas durante los últimos días verán que Yo soy el Salvador que ha regresado, y que Yo soy el Dios Todopoderoso que conquista a toda la humanidad. Y todos verán que una vez fui la ofrenda por el pecado para el hombre, pero que en los últimos días también me convierto en las llamas del sol que incineran todas las cosas, así como el Sol de la justicia que revela todas las cosas. Esta es Mi obra en los últimos días. Tomé este nombre y soy poseedor de este carácter para que todas las personas puedan ver que Yo soy un Dios justo, el sol ardiente, la llama abrasadora, y que todos puedan adorarme, al único Dios verdadero, y para que puedan ver Mi verdadero rostro: no soy solo el Dios de los israelitas ni soy solo el Redentor, soy el Dios de todas las criaturas en todos los cielos, la tierra y los mares(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El Salvador ya ha regresado sobre una “nube blanca”). Una vez que leí este pasaje, Maureen me preguntó: “¿Quién crees que dijo esto?”. Me lo volví a leer rápidamente para mis adentros. Notaba que estas palabras tenían autoridad y poder, y en las palabras “Yo soy el Dios Todopoderoso que conquista a toda la humanidad” percibí la majestad de Dios. Estaba segura de que Dios había pronunciado estas palabras porque ningún ser humano podría decir cosas así. Ningún famoso, gran hombre o líder religioso podría decir unas palabras así. Contesté a Maureen: “Evidentemente, lo dijo Dios, pues solo el propio Dios sabe lo que Él va a hacer, y nadie se atrevería a decir: ‘Una vez se me conoció como Jehová. También se me llamó el Mesías, y las personas me llamaron una vez Jesús el Salvador con amor y aprecio’”. Tras mi respuesta, exclamó emocionada: “¡Amén! ¡Esta es la voz de Dios! Aquellos capaces de reconocer Su voz son vírgenes prudentes y están bendecidos”. Como nunca había leído estas palabras en la Biblia, tenía curiosidad acerca de su procedencia. Fue entonces cuando me contó que el Señor Jesús había regresado como Dios Todopoderoso, el Salvador; que Dios Todopoderoso ya había abierto el pergamino y roto los siete sellos, que estas palabras eran del pergamino y que son la verdad expresada por Dios en los últimos días. Emocionadísima al oír esto, pensé: “¿El pergamino ha sido abierto? Entonces, ¡he de darme prisa en leer la palabra de Dios!”. Ella continuó con su enseñanza: “El Señor Jesús vuelve en los últimos días. Aparece y obra bajo el nombre de ‘Dios Todopoderoso’. Ha expresado muchas verdades y realiza la obra del juicio, que comienza por la casa de Dios y es la obra de la purificación y salvación completas de la gente. Solo si aceptamos el juicio y castigo de la palabra de Dios podemos despojarnos de pecado y corrupción y purificarnos. Solo entonces podemos ser salvados y entrar en el reino de los cielos. El nuevo nombre de Dios en los últimos días, Dios Todopoderoso, cumple las profecías del Apocalipsis: ‘Yo soy el Alfa y la Omega […] el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso(Apocalipsis 1:8). ‘¡Aleluya! Porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina(Apocalipsis 19:6). Jehová, Jesús y Dios Todopoderoso son los nombres de Dios. Aunque Dios tenga un nombre distinto en cada era, Él es un solo Dios y un solo Espíritu”. Fue después de oír su enseñanza cuando me di cuenta de que el nuevo nombre de Dios en los últimos días fue profetizado hace mucho en el Apocalipsis, pero yo no me había percatado. Solo sabía que Dios era todopoderoso por naturaleza. Nunca se me ocurrió que “Dios Todopoderoso” fuera el nombre utilizado por Dios a Su regreso en los últimos días. Estaba muy feliz y emocionada. ¡Resultó que Dios ya ha vuelto y es Dios Todopoderoso! Añadió: “Dios Todopoderoso apareció y comenzó a obrar en 1991, hace 30 años. Dios Todopoderoso expresó millones de palabras de verdad, todas ellas colgadas públicamente en internet. Sus palabras ya se han extendido de Oriente a Occidente, a muchos países del mundo. Cada vez más gente oye la voz de Dios y acepta la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días. Esto cumple plenamente la profecía del Señor Jesús: ‘Como el relámpago sale del oriente y resplandece hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre(Mateo 24:27)”. Esto me sorprendió mucho. Resultaba que el Relámpago Oriental era la aparición y obra de Dios. Hace unos años leí en el periódico que el Relámpago Oriental daba testimonio del regreso del Señor. No obstante, por entonces la mayoría de los pastores y ancianos lo condenaban y no dejaban que los creyentes escucharan la prédica del Relámpago Oriental, por lo que yo creí que no era el camino verdadero. No lo busqué ni investigué y, ciertamente, no leí la palabra de Dios Todopoderoso. Jamás imaginé que Dios Todopoderoso fuera el regreso del Señor Jesús y que apareció hace 30 años y llevaba obrando desde entonces. Estaba algo ansiosa y me parecía estar demasiado rezagada, por lo que quería leer más la palabra de Dios. Gracias a las reuniones y a compartir la palabra de Dios con Maureen, pasado un tiempo llegué a entender un poco sobre por qué tiene que venir encarnado Dios para obrar en los últimos días. También me di cuenta de que Dios realiza la obra de juicio con Sus palabras, que debemos experimentar este juicio para ser purificados y entrar en el reino de los cielos, etc. Dios Todopoderoso ha revelado todos estos misterios y expresado muchas verdades, lo que cumple la profecía del Señor Jesús: “Cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad(Juan 16:13). Estaba cada vez más segura de que Dios Todopoderoso era la segunda venida del Señor Jesús. Después, mi hermana me envió un libro de las palabras de Dios. Leía la palabra de Dios cada día y hallaba provisión espiritual.

Después de eso, iba a casi todas las reuniones que podía. Pero los horarios de reunión solían coincidir con los servicios a los que todavía acudía en la iglesia. Pensaba: “¿Debería irme de mi iglesia?”. Sin embargo, hacía 18 años que era anciana. Cada mandato duraba cuatro años y todavía faltaba más de un año para que acabara el mío. ¿Qué opinarían mis hermanos y hermanas de mí si me iba de la iglesia en mitad de mi mandato? ¿Creerían que me iba tan tranquila y sin lealtad hacia el Señor? No obstante, luego pensaba que, si el Señor había vuelto, ¿debía permanecer en la religión? Sabía muy bien que lo que decían los pastores en el púlpito ya no podía proveer a los creyentes. Debatían una y otra vez de las señales y los milagros del Señor Jesús y solían hablar sobre cómo imitar al Señor, amar al prójimo como a ti mismo, ser paciente, etc. Los pastores llevaban décadas predicando estas viejas y manidas palabras y doctrinas y yo tampoco era capaz de proveer a mis hermanos y hermanas. Sabía muy bien que el mundo religioso había estado desolado desde hace tiempo. Mientras consideraba esto, le oraba a Dios: “Dios mío, quiero irme de la iglesia, pero aún tengo algunas inquietudes. Me preocupa que mis hermanos y hermanas chismorreen de mí. ¿Qué hago, Dios mío? Te pido que me guíes”. Al orar recordé lo que manifiesta la Biblia: “Vienen días, […] en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová(Amós 8:11).* “Y también os detuve la lluvia, cuando aún faltaban tres meses para la siega; e hice llover sobre una ciudad, y no hice llover sobre otra ciudad; sobre una parte llovió, y la parte sobre la cual no llovió se secó(Amós 4:7).* Me acordé de los siete años de hambruna de Israel, cuando no había comida y todos los hermanos de José fueron a Egipto a pedírsela. Ahora, el mundo religioso entero padecía hambruna y carecía de la obra del Espíritu Santo. Pero en la Iglesia de Dios Todopoderoso comía y bebía las palabras actuales de Dios, lo que recibía era luz real y la clara guía del Espíritu Santo. Si no me daba prisa en ir al compás, quedaría descartada de la obra del Espíritu Santo. Ya había encontrado la iglesia que tenía la obra del Espíritu Santo, había oído la voz de Dios y recibido al Señor, por lo que no debía seguir en esa religión desolada. Posteriormente, no iba a la iglesia a menos que me tocara trabajar. Sin embargo, al ser anciana, de vez en cuando iba allí al culto.

Un día, seis meses después, miré una obra de teatro en internet, “Una decisión prudente”. La historia me conmovió hondamente. El protagonista, Li Mingzhi, pertenecía al gobierno municipal. Tras aceptar la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días, comprendió algo de la verdad. Reflexionó sobre sus años al servicio del PCCh y cómo lo había obedecido para hacer el mal. Se dio cuenta de que iba por el camino a la perdición y tuvo claro que solo podría alcanzar la verdad y la vida siguiendo a Cristo y esforzándose por Dios. Oró a Dios para decirle que estaba decidido a dejar el trabajo y a dedicarse a Él. Cuando se enteró su esposa, se opuso enérgicamente, y luego su familia trató de obligarlo a dejar de creer en Dios. Asediado de esa manera, no cedió, discutió con ellos y, al final, dejó decididamente su empleo y optó por seguir a Dios. Entonces pensé en mí. Si permanecía en la religión y no seguía a Dios de todo corazón, jamás alcanzaría la verdad y Dios me descartaría. Además, gracias a las reuniones y comunicaciones sobre las palabras de Dios durante esa época, tenía cada vez más claro el hecho de la resistencia del mundo religioso hacia Dios. Sentía que Dios me guiaba y que ya era hora de que dejara la religión.

La obra de Dios Todopoderoso de los últimos días se extendió a Taiwán hace varios años. En esa época se publicaron en los periódicos las palabras de Dios Todopoderoso, pero los círculos religiosos de Taiwán declararon un boicot conjunto al Relámpago Oriental, una declaración firmada por muchos pastores. Hacía mucho que estos pastores sabían que había vuelto el Señor, pero no buscaban ni investigaban, ni tampoco contaban a los otros la noticia del regreso del Señor. Se unieron, incluso, para resistirse a Dios e impedir la difusión del evangelio del reino de Dios en Taiwán. Esto me recordó a los sumos sacerdotes, escribas y fariseos de hace 2000 años. Veían con claridad que las palabras y la obra del Señor Jesús tenían autoridad y poder, pero no admitían que el Señor Jesús era el Mesías porque les preocupaba que todos los creyentes lo siguieran a Él y ellos perdieran su estatus y sus rentas. Por eso se inventaron rumores y condenaron al Señor Jesús. Es igual en el mundo religioso actual. Los pastores temen que, si todo el mundo cree en Dios Todopoderoso y no va a la iglesia, nadie hará ofrendas y ellos no recibirán un salario, así que para mantener su estatus y sus rentas, condenaron y se resistieron conjuntamente a la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días. Esto me hizo recordar lo que manifestó Él al maldecir a los fariseos: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres, pues ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que están entrando. […] ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis el mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando llega a serlo, lo hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros(Mateo 23:13-15). Estos pastores del mundo religioso tienen claro que el Señor ha regresado y expresado muchas verdades, pero no lo buscan ni investigan, y desorientan y prohíben a otros explorar la nueva obra de Dios e impiden que los creyentes reciban al Señor. ¡Qué detestables son estos líderes religiosos! No son auténticos seguidores del Señor; son los fariseos contemporáneos.

En una reunión, leí estas palabras de Dios Todopoderoso: “Hay algunos que leen la Biblia en grandes iglesias y la recitan todo el día, pero ninguno de ellos entiende el propósito de la obra de Dios. Ninguno de ellos es capaz de conocer a Dios y mucho menos es conforme a las intenciones de Dios. Son todos personas inútiles y viles, que se ponen en alto para sermonear a Dios. Se oponen deliberadamente a Él mientras llevan Su estandarte. Afirman tener fe en Dios, pero aun así comen la carne y beben la sangre del hombre. Todas esas personas son diablos que devoran el alma del hombre, demonios jefes que perturban deliberadamente a aquellos que tratan de entrar en la senda correcta y obstáculos en el camino de quienes buscan a Dios. Pueden parecer de ‘buena constitución’, pero ¿cómo van a saber sus seguidores que no son más que anticristos que llevan a la gente a levantarse contra Dios? ¿Cómo van a saber sus seguidores que son diablos vivientes dedicados a devorar a las almas humanas?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Todas las personas que no conocen a Dios son las que se oponen a Él). Al meditar la palabra de Dios, me percaté de que a los pastores del mundo religioso se les paga con las ofrendas que los hermanos y hermanas le dan a Dios, pero impiden que la gente se vuelva hacia Él, con lo que malogran la oportunidad de que las personas reciban al Señor y entren en el reino de los cielos. ¿No son meros diablos que devoran el alma de la gente? También reflexioné sobre cómo habían suspendido las iglesias todos los servicios debido a la pandemia. En una reunión, los pastores debatieron si vender los cultivos de los hermanos y hermanas fuera de nuestra oficina del comité, con el fin de ayudar a aumentar las rentas de los creyentes, para que así pudieran continuar pagando el diezmo. Me enojé mucho cuando me enteré y me opuse firmemente. Les dije: “A los pastores debe importarles la vida de la gente. ¿Cómo les puede preocupar solamente el dinero?”. El secretario general me respondió: “Cuando la iglesia suspende reuniones, disminuyen las ofrendas de los hermanos y hermanas, lo que reduce notablemente las rentas de la iglesia”. Vi que a los pastores solo les importaban su salario y sus rentas, no el hecho de regar a los hermanos y hermanas y de fortalecer su fe. Ellos eran los fariseos hipócritas de los que habló el Señor Jesús. Codiciaban las ofrendas que daban a Dios los hermanos y hermanas, y no les importaban sus vidas. Además impedían que la gente recibiera al Señor y trataban de controlarla con firmeza. Vi con más claridad la verdadera cara de los pastores. Estos pastores religiosos no eran sino unos anticristos que negaban y se resistían a Dios. Tras muchos años de fe en el Señor, por fin había discernido cómo eran. Por fin había despertado. Di gracias a Dios por Su misericordia y por darme la oportunidad de oír Su voz y de aceptar Su obra en los últimos días. Si no, al igual que los pastores, habría hecho el mal, me habría resistido a Dios y habría perdido la ocasión de salvarme.

Luego miré una lectura en vídeo de la palabra de Dios Todopoderoso: “De ahora en adelante, ¿entendéis verdaderamente qué son en realidad la creencia en la religión y la fe en Dios? ¿Hay alguna diferencia entre la creencia en la religión y la fe en Dios? ¿Dónde radica tal diferencia? ¿Habéis llegado al fondo de estas cuestiones? ¿Qué tipo de persona es el creyente en la religión habitual? ¿En qué se centra? ¿Cómo se debe definir la creencia en la religión? La creencia en la religión consiste en reconocer que existe un Dios, y los creyentes en la religión introducen ciertos cambios en su comportamiento; no golpean ni insultan a nadie, no hacen cosas malas que perjudiquen a la gente ni cometen diversos delitos ni infringen la ley. Los domingos van a la iglesia. Estas personas son creyentes en la religión. Esto quiere decir que comportarse bien y asistir a menudo a las reuniones es una prueba de que alguien cree en la religión. Cuando alguien cree en la religión, reconoce que existe un Dios, y piensa que creer en Él conlleva ser una buena persona; mientras no peque o haga cosas malas, podrá ir al cielo al morir y tendrá un buen final. Su fe le proporciona sustento en el ámbito espiritual. Por tanto, creer en la religión también puede definirse de la siguiente manera: creer en la religión es que uno reconozca, en el corazón, que existe un Dios, crea que podrá ir al cielo al morir, tenga un pilar espiritual en el corazón, cambie un poco el comportamiento y sea bueno. Eso es todo. La gente no tiene ni idea de si el Dios en el que cree existe o no, de si Él puede expresar la verdad ni de qué le requiere. Las personas infieren e imaginan todo esto basándose en las enseñanzas de la Biblia. Esto es la creencia en la religión. La creencia en la religión es principalmente la búsqueda de cambios de comportamiento y de sustento espiritual. Pero la senda que estas personas recorren —la senda de la búsqueda de bendiciones— no ha cambiado. Sus ideas, nociones y figuraciones erróneas sobre la fe en Dios no han cambiado. El fundamento de su existencia y los objetivos y la dirección que buscan en la vida se sustentan en las ideas y opiniones de la cultura tradicional y no han cambiado en absoluto. Tal es el estado de todos los que creen en la religión. Por tanto, ¿qué es la fe en Dios? ¿Cómo define Dios la fe en Dios? (La creencia en Su soberanía). Se trata de creer en la existencia de Dios y en Su soberanía: eso es lo más fundamental. Creer en Dios es prestar atención a las palabras de Dios, existir, vivir, cumplir el deber y participar en todas las actividades de la humanidad normal como requieren las palabras de Dios. La implicación es que creer en Dios es seguirlo, hacer lo que Él pide, vivir como Él lo exige; creer en Dios es seguir Su senda. ¿Acaso no son los objetivos y la dirección de la vida de las personas que creen en Dios completamente diferentes de los de las personas que creen en la religión? ¿Qué implica la fe en Dios? Implica el hecho de si las personas son capaces o no de escuchar las palabras de Dios, de aceptar la verdad, de despojarse de las actitudes corruptas, de dejarlo todo para seguir a Dios y de ser leales en sus deberes. Estas cosas se correlacionan directamente con la posibilidad de que se salven o no. Ahora conocéis la definición de la fe en Dios; así pues, ¿cómo se debería practicar la fe en Dios? ¿Qué requiere Dios a quienes creen en Él? (Que sean honestos y persigan la verdad, la transformación del carácter y el conocimiento de Dios). ¿Cuáles son Sus requisitos por lo que respecta a la conducta externa de las personas? (Que sean devotas, no depravadas, y que vivan una humanidad normal). La gente debe tener el decoro básico de un santo y vivir una humanidad normal. Entonces, ¿de qué debe alguien estar poseído para tener una humanidad normal? Esto está relacionado con muchas verdades que uno debe practicar como creyente. Solo al poseer todas esas realidades-verdad se tiene una humanidad normal. ¿Cree alguien en Dios si no practica la verdad? ¿Qué consecuencias tiene no practicar la verdad? ¿Cómo debe la gente creer en Dios para alcanzar la salvación y someterse y adorar a Dios? Todas estas cosas están relacionadas con la práctica de las palabras de Dios y de muchas verdades. Por tanto, uno debe creer en Dios según Sus palabras y exigencias y practicar de acuerdo con Sus requisitos; solo esa es la fe verdadera en Dios. Esto lleva a la raíz del asunto. Practicar la verdad, seguir las palabras de Dios y vivir de acuerdo con ellas: ese es el camino correcto de la vida humana; la fe en Dios está relacionada con la senda de la vida humana y con muchísimas verdades, y los seguidores de Dios deben entender esas verdades. ¿Cómo podrían seguir a Dios si no entendieran ni aceptaran la verdad? Las personas que creen en la religión solo reconocen que existe un Dios y confían en Su existencia, pero no entienden ni aceptan esas verdades, por lo que no son seguidoras de Dios. Para creer en la religión, basta solo con comportarse bien exteriormente, refrenarse, acatar los preceptos y tener sustento espiritual. Si alguien se comporta bien y cuenta con un pilar y un sustento para su espíritu, ¿cambia su senda en la vida? (No). Algunos dicen que la creencia en la religión y la fe en Dios es lo mismo. ¿Siguen esas personas a Dios? ¿Creen en Dios según Sus requisitos? ¿Han aceptado la verdad? Si alguien no hace nada de todo eso, no es un creyente en Dios ni lo sigue. La manera más obvia en la que la creencia en la religión se manifiesta en alguien es no aceptar la obra presente de Dios ni la verdad que Él expresa. Este es el rasgo que caracteriza a los creyentes en la religión; no son seguidores de Dios en absoluto(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. No es posible salvarse por creer en la religión ni participar en ceremonias religiosas). ¡Muy ciertas las palabras de Dios! Me acordé de cuando estaba dentro de la religión, sin la obra del Espíritu Santo y sin el riego y provisión de las palabras actuales de Dios. Solo sabía observar preceptos y ritos religiosos y, aparentemente, hacer algunas buenas acciones. Cuando veía negativo a algún hermano o hermana, los sustentaba y a menudo les imponía las manos y oraba, participaba activamente en el ministerio, pensando que eso era conforme a la intención de Dios. Hasta que no leí las palabras de Dios, no supe que creía en la religión, no en Dios. No eran más que buenas acciones de cara a la galería, no practicaba las palabras de Dios ni me sometía a Él, y no iba a transformar mi carácter. Creía que podíamos intercambiar el trabajo duro por un buen destino y nuestra salvación, pero esto eran simples espejismos y no concordaban con la intención de Dios. También recordé que solía decirles a mis hermanos y hermanas que buscaran y trabajaran duro para el Señor; que, cuando entráramos en el cielo, dirigiríamos cinco o diez ciudades. Ahora, después de leer la palabra de Dios, mi prédica me parecía absurda y poco realista. Ninguno de nosotros habíamos experimentado el juicio de Dios en los últimos días, no se había purificado nuestro carácter corrupto y no éramos merecedores de entrar en absoluto en el reino de Dios. La idea de que cuando entráramos en el cielo dirigiríamos cinco o diez ciudades era pura imaginación. Para los creyentes en Dios, hacer buenas obras de cara al exterior no es suficiente. La clave es experimentar la obra y las palabras de Dios, lograr transformar el carácter y someterse a Dios y adorarlo. Esto concuerda con Su intención. Comprobé que había estado confundida respecto a mi fe en el Señor, no era algo que elogiara Dios. De seguir creyendo en Dios y reuniéndome en el marco de la religión, jamás alcanzaría la verdad, pero luego pensé que tenía mi posición como anciana, así que aún tenía que ir a la iglesia. Si abandonaba la iglesia, seguro que me harían de lado y me despreciarían, los otros me faltarían al respeto y considerarían que no era fiel al Señor. Al pensarlo, dudé. También pensé contarles que había recibido al Señor y aceptado a Dios Todopoderoso, pero sabía que, en cuanto lo dijera, los pastores y los demás colaboradores me perseguirían y me pondrían trabas. Me debatí conmigo misma. Sabía que, tarde o temprano, dejaría la religión, pero no cómo presentarles mi renuncia. Con frecuencia oraba y buscaba a Dios al respecto.

Un día, leí otro pasaje de las palabras de Dios Todopoderoso: “Dios busca a aquellos que anhelan que Él aparezca. Busca a aquellos que son capaces de oír Sus palabras, los que no han olvidado Su comisión y le ofrecen su corazón y su cuerpo. Él busca a aquellos que son sumisos como bebés ante Él y que no se le resisten. Si te dedicas a Dios, sin impedimento de ningún poder o fuerza, entonces Dios te mirará con buenos ojos y te concederá Sus bendiciones. Si tienes una posición alta, una reputación honorable, si posees un conocimiento abundante, si tienes muchas propiedades y muchas personas te apoyan, pero estas cosas no te impiden venir ante Dios para aceptar Su llamamiento y Su comisión, para hacer lo que Él te pide, entonces todo lo que haces será la causa más significativa de la tierra y el proyecto más recto de la humanidad. Si rechazas la llamada de Dios por causa de tu estatus o de tus propios objetivos, todo lo que hagas será maldito y será incluso detestado por Dios(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Apéndice II: Dios preside el destino de toda la humanidad). Con la palabra de Dios entendí que había dudado varias veces si dejar la iglesia porque no era capaz de renunciar al puesto de anciana. Debido a mi estatus, mis hermanos y hermanas me admiraban y respetaban. Me trataban distinto y siempre pensaban en mí cuando había algo de lo que podría sacar provecho. Me preocupaba perder todo eso cuando me fuera de la iglesia. Anhelaba el estatus y codiciaba sus beneficios. Esta no era la senda adecuada y desagradaba a Dios. Tuve claro que tenía que librarme de las cadenas del estatus. Si no cambiaba las cosas, iría por la senda de resistencia a Dios. Ese no era el resultado que quería. Ya no podía ansiar la estima de mis hermanos y hermanas. Daba igual si los demás me tenían en alta estima o no. Lo importante era si podía recibir el visto bueno de Dios. Tenía que ser leal a Dios, no al estatus. Con esto presente, mi determinación de abandonar la iglesia se hizo mayor.

Un domingo fui a la iglesia como de costumbre y, tras el servicio, les conté a todos que iba a dejar mi trabajo como anciana. Todos se sorprendieron al enterarse e intentaron convencerme de que me quedara. Luego me llamaron algunos pastores y me dijeron que ser anciana era un pacto con Dios que no podía romper. Pensé: “El Señor ha vuelto, ha expresado muchas verdades y ha realizado una nueva obra. ¿Tengo que mantener igualmente este pacto y no recibir al Señor?”. Recordé que los sumos sacerdotes, escribas y fariseos servían a Dios en el templo todo el año, pero, cuando el Señor Jesús vino a obrar, condenaron y se resistieron al Señor, y lo crucificaron en la cruz. ¿Fue eso lealtad a Dios? No eran leales a Dios en absoluto. De hecho se resistían a Él. En la actualidad, el Señor Jesús había vuelto y expresado nuevas palabras. Si mantenía este presunto “pacto”, me quedaba en la iglesia y no iba al compás de las palabras y la obra actuales de Dios, ¡no era leal a Dios! Me acordé de que el Señor Jesús afirmó: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen(Juan 10:27). Las ovejas de Dios deben escuchar Sus palabras y seguirlo sin dudar. Así pues, por más que trataron de convencerme los pastores, no vacilé. Le estoy muy agradecida a Dios por sacarme de la religión, por dejarme comer y beber Sus palabras actuales y por concederme la obra del Espíritu Santo, gracias a lo cual pude experimentar un alivio que no había conocido antes. Sin mi estatus de anciana, ya no pronunciaba palabras y doctrinas pobres y vacías desde el púlpito. En cambio, me concentraba en dotarme de la palabra de Dios Todopoderoso y todos los días me parecían plenos y mi corazón estaba lleno de gozo.

Pronto se corrió la voz de que me había ido de la iglesia. Dos meses después, una hermana publicó un vídeo de la Iglesia de Dios Todopoderoso en un grupo religioso de internet, por lo que los pastores habían comenzado a cerrar la iglesia. Comunicaron en un mensaje que, como una persona la había abandonado, la iglesia debía tomar precauciones respecto al Relámpago Oriental. Esta noticia me alteró y me dieron pena los pastores. Estaba más segura que nunca de que a la mayoría de los pastores del mundo religioso no les gusta la verdad. Por naturaleza, sienten aversión por la verdad y la odian. Creen conocer la Biblia y a Dios, pero en realidad son ciegos que llevan a otros ciegos al abismo. Aún hay muchas ovejas de Dios vagando por ahí sin recibir el regreso del Señor. Tenía que predicarles el evangelio del reino, cumplir mis responsabilidades y retribuir el amor de Dios, así que me puse a predicar el evangelio de Dios de los últimos días. He visto a algunas personas que creen sinceramente en Dios regresar a Él una tras otra, lo que me alegra y emociona mucho. Además, cada día me parece pleno y lleno de sentido. Agradezco a Dios que me sacara de la religión y me dejara seguir Sus huellas. Me siento realmente bendecida por ello.

Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.

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