Qué aprendí tras mi destitución

27 Mar 2025

Por Clara, Estados Unidos

En 2021, regaba a los recién llegados en la iglesia. Debido a mi actitud superficial hacia mi deber, muchos recién llegados asistían a las reuniones de manera irregular. Además de eso, por mi carácter arrogante, siempre los demás se sentían constreñidos cuando colaboraban conmigo. Así que los líderes me destituyeron y me reasignaron a gestionar asuntos generales. Al enterarme de esa noticia, me sentí muy angustiada. Pensé en que había creído en Dios durante más de diez años, y en que, tras abandonar mis estudios, había estado cumpliendo mis deberes en la iglesia todo ese tiempo. Además, como tenía conocimientos de un idioma extranjero, siempre me sentía más capaz que otros hermanos y hermanas. No esperaba que, en ese momento crítico de la difusión del evangelio del reino, me destituyeran y me asignaran un deber de bajo perfil en el que me ocuparía de asuntos generales. ¿Acaso esta destitución era la forma de Dios de ponerme en evidencia y descartarme? Al pensar en eso, me abrumó una mezcla de desilusión, dolor y preocupación. Me dije a mí misma en mi interior: “En el futuro, tengo que ser cautelosa y meticulosa al cumplir mis deberes, para evitar causar problemas que puedan llevarme a que me destituyan de nuevo. De lo contrario, verdaderamente podría perder toda esperanza de salvarme”.

Después de un tiempo, me enteré de que habían destituido a algunos hermanos y hermanas porque tuvieron malos resultados en sus deberes. De pronto, me puse ansiosa y pensé: “¿Cómo he estado cumpliendo mis deberes últimamente? ¿Corro el riesgo de que me destituyan a mí también?”. De inmediato, comencé a considerar qué problemas tendría aún en mis deberes, qué actitud tenía la supervisora hacia mí y si había indicios de que me destituirían. Cuando veía que había problemas en mis deberes y que los resultados no eran muy buenos, me sentía muy inquieta y me preguntaba: “¿Me destituirá la supervisora algún día? Si me destituyen de nuevo, puede que me descarten por completo”. Durante ese tiempo, al cumplir mi deber era muy cautelosa y temía cometer errores. En ocasiones, cuando mi supervisora me enviaba mensajes, me preocupaba que estuviera planeando destituirme. Vivía en un estado de reserva y sospecha, me sentía extremadamente reprimida, como si tuviera encima una pesada roca.

Un día, en una reunión, leí un pasaje de las palabras de Dios que me hizo comprender un poco mi propio estado. Dios Todopoderoso dice: “Algunas personas no creen que la casa de Dios pueda tratar con justicia a la gente. No creen que Dios reine en Su casa y que la verdad reine en ella. Creen que, no importa cuál sea el deber que desempeñe una persona, si surge un inconveniente, la casa de Dios se encargará de esa persona inmediatamente, privándola de su derecho a cumplir con ese deber, enviándola lejos, o incluso expulsándola de la iglesia. ¿Realmente es así como funcionan las cosas? Desde luego que no. La casa de Dios trata a cada persona según los principios-verdad. Dios es justo en Su tratamiento de cada persona. Él no se fija solo en cómo se comporta una persona en un solo caso; mira la esencia-naturaleza de una persona, sus intenciones, su actitud, y se fija en concreto en si una persona puede reflexionar sobre sí misma cuando comete un error, si tiene remordimientos, y si puede penetrar en la esencia del problema basándose en Sus palabras, llegar a comprender la verdad, odiarse a sí misma y arrepentirse de veras. […] Si no aceptas la verdad en absoluto en el cumplimiento de tu deber y siempre temes ser revelado y descartado, entonces este miedo tuyo está contaminado por una intención humana y un carácter satánico corrupto, además de por la sospecha, la cautela y el mal entendimiento. Ninguna de estas son actitudes que una persona deba tener. Debes empezar por resolver tu miedo, así como tus malentendidos sobre Dios. ¿Cómo surgen en una persona los malentendidos hacia Dios? Cuando les van bien las cosas, sin duda las personas no malinterpretan a Dios. Creen que Dios es bueno, que es honorable, que es justo, que Él es compasivo y amoroso, acertado en todo lo que hace. Sin embargo, al toparse con algo que no concuerda con sus nociones, piensan: ‘Parece que Dios no es muy justo, al menos no lo es en este asunto’. ¿Acaso no es esto un malentendido? ¿Cómo es que Dios no es justo? ¿Qué es lo que dio lugar a este malentendido? ¿Qué fue lo que hizo que formaras tu opinión y entendimiento de que Dios no es justo? ¿Puedes decir con seguridad qué fue? ¿Qué frase fue? ¿Qué asunto? ¿Qué situación? Dilo, para que todo el mundo pueda hacerse una idea y comprobar que tienes algo en lo que basarte. Y cuando una persona malinterpreta a Dios o se enfrenta a algo que no se conforma a sus nociones, ¿qué actitud debe tener? (Buscar la verdad y la sumisión). Primero tienen que someterse y considerar: ‘No lo entiendo, pero voy a someterme porque esto es lo que ha hecho Dios y no algo que deba analizar el hombre. Además, no puedo dudar de las palabras de Dios o de Su obra porque la palabra de Dios es la verdad’. ¿Acaso no es esa la actitud que debe tener una persona? Con esta actitud, ¿supondrá todavía un problema tu incomprensión? (No). No afectará o perturbará el cumplimiento del deber(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Yo era tal como Dios lo describía: cuando cometía errores en mi deber, siempre temía que me destituyeran. Eso se debía a mi reserva y a que malentendía a Dios, a que no entendía los principios que rigen las destituciones en la casa de Dios y a que no reconocía Su carácter justo. Pensaba que, siempre que hubiera problemas o errores al hacer nuestro trabajo, o si los resultados no eran buenos durante cierto período de tiempo, nos destituirían, al igual que en el mundo no creyente, donde los errores conducían a una reprimenda y una posible destitución, así que teníamos que ser extremadamente cautelosos para mantener nuestro puesto. Sin embargo, en Su casa, Dios da a las personas tantas oportunidades de arrepentirse como sea posible, y las destituciones de las personas también se basan en ciertos principios. No sucede que a alguien lo destituyan solo por cometer un error menor en su deber o por tener malos resultados durante un breve período. En lugar de esto, se basa en una evaluación integral del desempeño habitual y la esencia-naturaleza de la persona, especialmente si puede reflexionar sobre sí misma, conocerse y demostrar un verdadero arrepentimiento después de cometer un error. Por ejemplo, cuando cumplía con mi deber de regar a los recién llegados, por mi carácter arrogante, siempre constreñía a los demás cuando colaboraba con ellos. Mis hermanos y hermanas me habían señalado este problema. Sin embargo, solo me sentí molesta por un tiempo y luego no puse atención a tratar mi carácter arrogante. Además, regaba a los recién llegados y cumplía mi trabajo negligentemente, solo haciendo tareas superficiales. Cuando los recién llegados tenían dificultades y no asistían a las reuniones regularmente, no les brindaba ayuda ni apoyo. Al sintetizar el trabajo y ver que tantos recién llegados asistían de manera irregular, solo me sentía molesta por un tiempo, pero, aun así, después no hacía ningún esfuerzo para abordar estos problemas. La iglesia me destituyó basándose en mi desempeño habitual, pero no me quitó la oportunidad de cumplir con mi deber, sino que, en cambio, me reasignó a un deber de asuntos generales y me dio la oportunidad de arrepentirme. Sin embargo, en lugar de reflexionar sobre mí misma y comprenderme, albergaba reserva y malentendía a Dios. ¡Era realmente falsa! Ahora, aunque tenía algunos problemas y desviaciones en mi deber de asuntos generales, después de enterarse de eso, la supervisora me ofrecía consejos o me hablaba de los principios. Cuando seguí esas sugerencias, los problemas en mi deber se resolvieron y la iglesia no me destituyó por estos. Vi que las destituciones de personas en la casa de Dios sí se hacían de acuerdo con los principios, y que mi reserva y mi malentendido eran en realidad engañarme y constreñirme a mí misma.

Después, seguí reflexionando y me di cuenta de que, no solo tenía que resolver mi reserva y mi malentendido, sino también ese temor a que me destituyeran si cometía un error en mi deber. Me pregunté: “¿Por qué tenía miedo?”. Oré a Dios y le busqué sobre este tema. Un día, en mi práctica devocional, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Hay personas que han experimentado algunos fracasos en el pasado, como haber sido reemplazadas por no realizar ningún trabajo real como líder o por codiciar los beneficios del estatus. Tras ser reemplazadas varias veces, algunas de ellas experimentan un verdadero cambio. Por lo tanto, ¿es bueno o malo que hayan sido reemplazadas? (Es bueno). Cuando las personas son reemplazadas por primera vez, sienten que se les viene el mundo encima. Es como si les hubieran roto el corazón. Ya no pueden controlar sus emociones ni saben adónde ir. Sin embargo, tras la experiencia, piensan: ‘No fue para tanto. ¿Por qué mi estatura era tan pequeña antes? ¿Cómo pude haber sido una persona tan inmadura?’. Eso demuestra que han progresado en la vida y que han entendido algo de las intenciones de Dios, de la verdad y del propósito de la salvación del hombre por parte de Dios. Ese es el proceso de experimentar la obra de Dios. Debes admitir y aceptar estos métodos que Dios usa en Su obra, a saber, podarte constantemente o emitir veredictos sobre ti, decir que no hay esperanza para ti y que no estarás entre las personas que se salvarán e incluso condenarte y maldecirte. Puede que te sientas negativo, pero a través de la búsqueda de la verdad, la introspección y el autoconocimiento, podrás volver a levantarte pronto, seguir a Dios y cumplir tu deber con normalidad. Eso es lo que significa crecer en la vida. Por lo tanto, ¿es bueno o malo ser reemplazados más veces? ¿Es correcto este método que Dios usa en Su obra? (Lo es). Sin embargo, a veces, las personas no lo reconocen y no pueden aceptarlo. Sienten que se las está tratando de forma injusta, sobre todo cuando son reemplazadas por primera vez. Siempre están razonando con Dios, quejándose de Él, incapaces de superar este obstáculo. ¿Por qué no pueden superarlo? ¿Es porque buscan problemas con Dios y la verdad? Es porque las personas no entienden la verdad, no saben cómo reflexionar sobre sí mismas y no buscan problemas en su interior. Siempre se niegan a obedecer de corazón y empiezan a desafiar a Dios cuando son reemplazadas. No pueden aceptar el hecho de haber sido reemplazadas y están llenas de resentimiento. Para entonces, su carácter ya se ha corrompido gravemente, pero cuando reflexionan sobre ese asunto más tarde, se dan cuenta de que lo correcto fue que los reemplazaran; al final, resultó ser algo bueno que les permitió progresar un poco en la vida. Cuando vuelvan a encarar ser reemplazadas en el futuro, ¿volverán a cuestionarlo de esa manera? (Lo harán cada vez menos). Es normal que mejoren poco a poco. Si nada cambia, significa que no aceptan la verdad en absoluto y que son incrédulos. Entonces, se los pone completamente en evidencia, se los descarta y no tienen forma de alcanzar la salvación(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Después de leer las palabras de Dios, quedé profundamente conmovida. Independientemente de que experimentemos una destitución o nos definan como alguien que no puede ser salvo, debemos aceptarlo de parte de Dios. Si podemos someternos, buscar la verdad, reflexionar sobre nosotros mismos y conocernos, entonces nuestra vida progresará, y eso es algo bueno. Sin embargo, si continuamos razonando y quejándonos sin reflexionar sobre nosotros mismos, en realidad, quedaremos en evidencia y nos descartarán. Como reflexión sobre la vez que me destituyeron de mi deber de riego, aunque fue muy dolorosa, me despertó. Me impulsó a reflexionar sobre mí misma y comprenderme, y entendí un poco mi superficialidad a la hora de cumplir mi deber y mi carácter arrogante. En el pasado, cuando veía que los recién llegados no asistían a las reuniones regularmente, pensaba que comprender sus dificultades y encontrar las palabras de Dios para resolver sus problemas era demasiado problemático, así que no deseaba sacrificarme a conciencia para abordar estos problemas, y solo quería hacer algunas tareas sencillas que me hicieran quedar bien. Después de que me destituyeran, me di cuenta de que era particularmente perezosa y me permitía disfrutar de la comodidad física. Vi que cumplir mis deberes con una naturaleza tan ruin me hacía en esencia poco confiable. Ahora, cuando cumplía los deberes de asuntos generales, comencé a reflexionar sobre cómo hacerlos de una manera realista. Independientemente de mis capacidades de trabajo, simplemente me concentré en hacerlo con todo mi corazón y toda mi fuerza. Aunque a veces era agotador, me sentía a gusto en mi interior. Además, en el pasado, siempre menospreciaba a los hermanos y hermanas de bajo calibre o con habilidades profesionales escasas. Cuando hablaba del trabajo, mi tono a menudo era severo, lo que creaba limitaciones y los perjudicaba. Tras mi destitución, comencé a calmarme y reflexionar sobre mí misma. Me di cuenta de que mi desprecio por los demás se debía a mi carácter arrogante. Más tarde, cuando me encontré con los hermanos y hermanas a quienes antes menospreciaba, descubrí que tenían muchas fortalezas y virtudes. Ahora, cuando los hermanos y hermanas señalaban mis problemas y defectos, podía aceptarlos, reflexionar sobre mí misma y conocerme. Ya no constreñía a los hermanos y hermanas. Esto me hizo ver que la reasignación y la destitución no tenían como objetivo poner en evidencia ni descartar a nadie. Estaba profundamente corrompida por Satanás y tenía muchas actitudes corruptas, así que necesité experimentar muchos fracasos y revelaciones mientras cumplía mi deber. Poder buscar la verdad, reflexionar sobre mí misma y arrepentirme sinceramente sería algo bueno para mí y un punto de inflexión para la transformación de mi carácter. Pero no podía tratar correctamente los fracasos y que me quedaran en evidencia en mi deber. No podía calmarme para buscar la verdad y reflexionar sobre mí misma adecuadamente. En cambio, siempre proyectaba y me preocupaba por mi destino final y desenlace. Eso me llevó a mi negatividad y el dolor. Me resistía completamente a los entornos dispuestos por Dios. Si no me arrepentía, realmente me arruinaría. Ahora lo que necesitaba era aceptar los entornos que Dios había dispuesto y someterme a estos, enfocarme en buscar la verdad, reflexionar y conocer mi propia corrupción y deficiencias, aprender lecciones y avanzar en mi entrada en la vida. Al comprender eso, sentí más tranquilidad en mi interior.

Unos meses después, la iglesia me reasignó a regar a los recién llegados. No esperaba tener otra oportunidad de cumplir este deber. Sentí una emoción indescriptible y agradecí a Dios en mi interior. Después de un tiempo, me encontré con algunas dificultades al regar a los recién llegados. Algunos de ellos estaban demasiado ocupados con el trabajo, otros estaban enfermos y algunos tenían nociones sobre la obra de Dios, así que dejaron de asistir a las reuniones. Después de regarlos y apoyarlos durante un tiempo sin ver ningún resultado evidente, me puse muy ansiosa: “Si no puedo resolver pronto estos problemas, ¿me destituirán? Los desastres se están agravando y la obra de Dios se acerca a su fin. Si me destituyen en este momento crítico, ¿todavía puedo ser salvada?”. Estos pensamientos me causaban mucha angustia. Cuando la supervisora vino a evaluar mi trabajo, me recordó que debía ser más diligente y resolver estos problemas lo antes posible. Me sentí bastante desanimada: “Últimamente me he esforzado, pero ¿por qué no ha mejorado el resultado? Si sigo siendo ineficiente en mi deber, podrían destituirme. Si me asignan un deber diferente, tendré que aprenderlo desde cero. ¿Qué pasa si sigo siendo ineficiente y me destituyen de nuevo? ¡Quedaría en evidencia y me descartarían por completo!”. Cuanto más pensaba en ello, más me desanimaba, y sentía mi mente nublada y pesada. Cuando vi que los recién llegados no asistían a las reuniones normalmente, no tenía ganas de continuar su seguimiento. Incluso me quejaba un poco por dentro: “He estado trabajando tan duro últimamente, ¿por qué Dios no me ha guiado? No importa cuánto me esfuerce, al parecer no marco ninguna diferencia. Estos problemas no son fáciles de resolver, y tal vez, incluso después de todos mis esfuerzos, igual me destituirán”. En ese momento, estaba muy negativa y no podía reunir la energía para cumplir mi deber. Más tarde, comencé a reflexionar sobre mí misma: “¿Por qué siempre me preocupa que puedan destituirme cuando sucede algo?”. Me di cuenta de que me impulsaba la intención de ganar bendiciones, así que busqué palabras relevantes de Dios para comer y beber.

Un día, leí estas palabras de Dios: “Cuando un anticristo tiene estatus y poder en la casa de Dios, cuando puede aprovechar las situaciones y sacar partido de ellas a cada instante, cuando la gente lo admira y lo adula y cuando piensa que parece que tenga a su alcance bendiciones, recompensas y un destino hermoso, por fuera parece rebosar de fe en Dios, en Sus palabras y Sus promesas a la humanidad y en la obra y las expectativas de la casa de Dios. No obstante, apenas lo podan, cuando se ve amenazado su deseo de recibir bendiciones, comienza a sospechar de Dios y a malinterpretarlo. En un abrir y cerrar de ojos, su fe aparentemente profusa desaparece y no se encuentra por ninguna parte. Apenas puede reunir la energía para siquiera andar o hablar y pierde el interés en cumplir su deber y todo el entusiasmo, el amor y la fe. Ha perdido la poca buena voluntad que le quedaba y no hace caso de nadie que le hable. Se convierte en una persona distinta por completo en un instante. Se revela, ¿no es así? Cuando una persona así se aferra a sus esperanzas de ser bendecida, parece tener una energía inagotable y ser leal a Dios. Puede levantarse temprano y trabajar hasta tarde por la noche y es capaz de sufrir y pagar un precio. Pero cuando ha perdido la esperanza de ser bendecida, es como un globo deshinchado. Quiere cambiar sus planes, encontrar otra senda y renunciar a su fe en Dios. Se siente desanimada y decepcionada con Él y se muestra quejumbrosa. ¿Es esta la expresión de alguien que persigue y ama la verdad, de alguien con humanidad e integridad? (No). Este individuo está en peligro(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 12: Quieren retirarse cuando no tienen estatus ni esperanza de recibir bendiciones). “Los anticristos jamás obedecen lo que dispone la casa de Dios y siempre vinculan estrechamente su deber, fama, ganancias y estatus con su esperanza de recibir bendiciones y un destino futuro; como si una vez hubieran perdido su reputación y estatus no les quedara esperanza de recibir bendiciones y recompensas. A ellos eso les da la impresión de que desperdician sus vidas. Piensan: ‘He de ser prudente, no debo ser descuidado. No se puede confiar en la casa de dios, en los hermanos y hermanas, en los líderes y obreros, ni siquiera en dios. No puedo confiar en ninguno de ellos. La persona en la que más puedes confiar y más digna de confianza eres tú mismo. Si no haces planes para ti, entonces, ¿quién va a cuidar de ti? ¿Quién va a considerar tu futuro? ¿Quién va a considerar si vas a recibir o no bendiciones? Por tanto, tengo que hacer planes y cálculos cuidadosos por mi propio bien. No puedo cometer errores o ser levemente descuidado, de lo contrario, ¿qué haré si alguien trata de aprovecharse de mí?’. Así, se protegen de los líderes y obreros de la casa de Dios temiendo que alguien discierna o detecte cómo son y los acaben relegando y su sueño de bendiciones se estropee. Creen que deben mantener su reputación y estatus para tener esperanza de recibir bendiciones. Un anticristo considera que ser bendecido es más grande que los propios cielos, más grande que la vida, más importante que perseguir la verdad, que el cambio de carácter o la salvación personal y más relevante que desempeñar bien su deber y convertirse en un ser creado de calidad razonable. Les parece que convertirse en un ser creado dentro de lo normal, cumplir bien su deber y lograr la salvación son cosas nimias que ni merece la pena mencionar o comentar, mientras que obtener bendiciones es la única cosa en toda su vida que no se ha de descuidar. Todo lo que encuentran, sea grande o pequeño, lo relacionan con ser bendecidos, se muestran increíblemente precavidos y atentos y siempre se aseguran de tener un plan B. […] El que alguien obtenga o no la aprobación de Dios no se basa en el deber que cumple, sino en si posee la verdad, si se somete realmente a Dios y si es leal. Estas son las cosas más importantes. Durante el período de la salvación de Dios para la gente, las personas deben soportar muchas pruebas. Especialmente en el cumplimiento de su deber, deben sufrir muchos fracasos y contrariedades, pero, al final, si entienden la verdad y se someten sinceramente a Dios, obtendrán Su aprobación. En cuanto a ser transferidos en su deber, se puede ver que los anticristos no entienden la verdad y no tienen capacidad de comprensión en absoluto(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 12: Quieren retirarse cuando no tienen estatus ni esperanza de recibir bendiciones). Tras la exposición de las palabras de Dios, vi que la razón por la que los anticristos no pueden afrontar correctamente las reasignaciones o destituciones en sus deberes es que cumplen sus deberes exclusivamente para obtener bendiciones e intentan negociar con Dios, y no para ganar la verdad o someterse a Dios. Por eso, cuando algo sale mal o les asignan otros deberes o los destituyen, siempre lo relacionan con recibir bendiciones. Cuando ven que no tienen esperanza de ganar bendiciones, se sienten desanimados, desilusionados y se llenan de quejas, pierden la motivación para cumplir sus deberes, e incluso pierden el deseo de creer en Dios. Yo también poseía estas manifestaciones de anticristos. Cuando mis deberes iban bien y sentía que tenía esperanza de recibir bendiciones, podía abandonar mis estudios, soportar sufrimientos y pagar un precio por mis deberes. Sin embargo, cuando obtenía malos resultados en mis deberes e incluso existía el riesgo de que me destituyeran, sentía que mi esperanza de obtener bendiciones se había desvanecido. Como resultado, me sentía desanimada, desilusionada, negativa y me volvía holgazana y cumplía mis deberes como una persona completamente distinta. En realidad, una destitución, tener problemas en los deberes y recibir consejos o podas es muy normal en el deber de uno. Sin embargo, me preocupaba constantemente: “¿Me van a destituir? Si me destituyen de nuevo, ¿acaso no quedaré en evidencia y me descartarán por completo? Entonces, no tendré muchas posibilidades de salvarme y entrar en el reino de los cielos”. Cumplir mi deber se había convertido en una transacción. Intentaba intercambiar mis sacrificios, gastos y resultados laborales por la bendición del reino de los cielos. Era exactamente como en el caso de Pablo. Él predicaba el evangelio únicamente para recibir recompensas y bendiciones, no para ganar la verdad, hasta el punto de que podía decir: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia” (2 Timoteo 4:7-8). la inferencia era que había pagado un gran precio por cumplir su deber, y que Dios tenía que concederle recompensas y bendiciones, o, de lo contrario, discutiría con Dios y se opondría a Él. ¿Acaso no caminaba la misma senda que Pablo? Estaba dispuesta a pagar un precio para ganar bendiciones, pero, cuando sentía que no podía recibirlas, me volvía negativa y holgazana, incluso me quejaba de que Dios no me estaba guiando. ¿No era eso oponerse silenciosamente a Dios? Pensar en eso me dio mucho miedo. Me di cuenta de que cumplir deberes solo para ganar bendiciones y tratar de negociar con Dios es extremadamente peligroso. ¡Ese es un camino de resistencia a Dios!

Más tarde, leí dos pasajes de las palabras de Dios: “Dado que recibir bendiciones no es un objetivo adecuado al que la gente deba aspirar, ¿cuál es un objetivo adecuado? La búsqueda de la verdad, la búsqueda de la transformación del carácter y la capacidad de someterse a todas las instrumentaciones y disposiciones de Dios: estos son los objetivos a los que la gente debe aspirar. Supongamos, por ejemplo, que ser podado suscita en ti nociones y malinterpretaciones y que te vuelves incapaz de someterte. ¿Por qué no puedes someterte? Porque crees cuestionado tu destino o tu sueño de recibir bendiciones. Te vuelves negativo, te acongojas y quieres renunciar a tu deber. ¿Por qué? Porque hay un problema en tu búsqueda. ¿Y cómo se debe resolver? Es imprescindible que, de inmediato, abandones estas ideas erróneas y busques la verdad para resolver el problema de tu carácter corrupto. Debes decirte: ‘No debo desistir, he de seguir cumpliendo bien el deber de un ser creado y hacer a un lado el deseo de recibir bendiciones’. Cuando renuncias al deseo de recibir bendiciones y recorres la senda de perseguir la verdad, se te quita un peso de encima. ¿Y podrás estar negativo todavía? Aunque aún haya momentos en que lo estés, no dejas que esto te constriña, en el fondo sigues orando y luchando, cambiando del objetivo de tu búsqueda —de recibir bendiciones y tener un destino, a la búsqueda de la verdad—, y piensas para tus adentros: ‘La búsqueda de la verdad es el deber de un ser creado. No hay mayor cosecha que comprender ciertas verdades hoy día, esta es la mayor bendición de todas. Aunque Dios no me quiera, yo no tenga un buen destino y mis esperanzas de recibir bendiciones se hagan añicos, continuaré cumpliendo adecuadamente con el deber, tengo esa obligación. Sea cual sea el motivo, no permitiré que afecte a mi cumplimiento adecuado del deber ni a mi cumplimiento de la comisión de Dios; este es mi principio de conducta’. Con esto, ¿no has trascendido las limitaciones de la carne? Algunos pueden decir: ‘Bueno, ¿y qué si sigo siendo negativo?’. Entonces busca de nuevo la verdad para resolverlo. Por muchas veces que caigas en la negatividad, si simplemente sigues buscando la verdad para resolverla, y sigues esforzándote por ella, poco a poco saldrás de tu negatividad. Y un día, sentirás que no sientes el deseo de obtener bendiciones y que no estás constreñido por tu destino y desenlace, y que es más fácil y eres más libre viviendo sin estas cosas(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo hay entrada en la vida en la práctica de la verdad). “Job no habló de negocios con Dios, y no le pidió ni le exigió nada. Alababa Su nombre por el gran poder y autoridad de Dios en Su dominio de todas las cosas, y no dependía de si obtenía bendiciones o si el desastre lo golpeaba. Job creía que, independientemente de que Dios bendiga a las personas o acarree el desastre sobre ellas, Su poder y Su autoridad no cambiarán; y así, cualesquiera que sean las circunstancias de la persona, debería alabar el nombre de Dios. Que Dios bendiga al hombre se debe a Su soberanía, y también cuando el desastre cae sobre él. El poder y la autoridad de Dios dominan y organizan todo lo del hombre; los caprichos de la fortuna del ser humano son la manifestación de estos, y sin importar la perspectiva desde la que lo mires, se debería alabar el nombre de Dios. Esto es lo que Job experimentó y llegó a conocer durante los años de su vida. Todos sus pensamientos y sus actos llegaron a los oídos de Dios, y a Su presencia, y Él los consideró importantes. Dios atesoraba este conocimiento de Job, y le valoraba a él por tener un corazón así, que siempre aguardaba el mandato de Dios, en todas partes, y cualesquiera que fueran el momento o el lugar aceptaba lo que le sobreviniera. Job no le ponía exigencias a Dios. Lo que se exigía a sí mismo era esperar, aceptar, afrontar y someterse a todas las disposiciones que procedieran de Él; creía que esa era su obligación, y era precisamente lo que Él quería. […] Y es que el corazón de Job era puro, no estaba escondido de Dios, su humanidad era honesta y bondadosa, y amaba la rectitud y lo que era positivo. Solo un hombre así, con un corazón y una humanidad semejante era capaz de seguir el camino de Dios, de temerle y apartarse del mal. Este tipo de hombre podía ver la soberanía, la autoridad y el poder de Dios, a la vez que tenía la capacidad de lograr la sumisión a Su soberanía y a Sus disposiciones. Solo un hombre así podía alabar realmente el nombre de Dios, porque no consideraba si Él lo bendecía o traía el desastre sobre él, porque sabía que Su mano lo controla todo, y la preocupación del hombre es señal de necedad, ignorancia y una falta de razón, así como una señal de dudar del hecho de la soberanía de Dios sobre todas las cosas, y de no temerle. El conocimiento de Job era precisamente lo que Dios quería(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II). Las palabras de Dios son muy útiles y me mostraron una senda de práctica. Cuando me enfrento a situaciones y siento que mi esperanza de ganar bendiciones se hace añicos, debo orar a Dios, desprenderme de mi intención de ganar bendiciones y dejar de lado mis exigencias hacia Él. Incluso si al final no recibo bendiciones y no puedo ser salva, igual debo aferrarme a mi deber y perseguir la verdad, y experimentar los entornos que Dios ha orquestado con una actitud de sumisión. De esta manera, el deseo de bendiciones ya no puede constreñirme. Como en el caso de Job, quien no trató de negociar con Dios ni le exigió nada. Cuando enfrentó las pruebas, perdió todas sus posesiones e hijos, e incluso quedó cubierto de dolorosas llagas, pero no se quejó de Dios. Comprendió que la vida de las personas está en manos de Dios, y que los entornos que una persona experimenta en cada etapa están predestinados y dispuestos por Dios. Y así, Job siempre pudo enfrentar todo lo que Dios disponía con una actitud honesta y sumisa. Comparada con Job, ¡yo no estaba a su altura! Yo siempre estaba intentando negociar con Dios, y me preocupaba constantemente que, si me destituyeran, no sería salva ni recibiría bendiciones. Siempre exigía que Dios hiciera esto o aquello, y no me sentía cómoda encomendándome a Él. En realidad, cuándo iré a tal lugar o haré tal o cual deber y cuándo enfrentaré pruebas ya ha sido dispuesto por Dios. El entorno que las personas experimentan no es importante; lo que importa es la senda que caminan. El hecho de que se salven o las descarten no depende del entorno en el que se encuentran. Si siempre trataba de negociar con Dios y buscaba bendiciones, pero, al final, mi carácter no cambiaba en absoluto, entonces, incluso si no me destituían, igualmente me eliminarían. Si caminaba la senda de perseguir la verdad, y si, al enfrentarme a los fracasos y a quedar en evidencia, pudiera buscar la verdad y reflexionar sobre mí misma, y tener cambios en mi carácter-vida, finalmente, Dios me salvaría. Al comprender esto, sentí como si me hubiera desprendido de una pesada carga, y tuve una sensación de paz y tranquilidad. Oré a Dios: “Dios, siempre me ha preocupado que puedan destituirme al cumplir mi deber, lo que me llevó a tener un estado negativo y a ser pasiva en mi deber. Dios, estaba equivocada. Debo emular a Job, no preocuparme por las bendiciones ni las desgracias, y simplemente buscar la verdad, someterme a Dios en cada situación y cumplir mi deber”.

Después de un tiempo, algunos recién llegados seguían asistiendo a las reuniones de manera irregular. Me sentía ansiosa y me preocupaba si me destituirían, así que rápidamente me presenté ante Dios en oración, y le pedí que me guiara a someterme a la situación. Independientemente de si me destituirían o no, lo que se suponía que debía hacer era reflexionar sobre mí misma y buscar los principios-verdad. Después de orar, me sentí mucho más tranquila. Comencé a reflexionar sobre dónde se originaba el problema de estos malos resultados en el riego de los recién llegados. En las conversaciones con otros hermanos y hermanas, descubrí mis desviaciones. En lo que respecta a los recién llegados que asistían de manera irregular, solo hablé brevemente con ellos sobre la importancia de las reuniones, los alenté y oré por sus dificultades. Como resultado, algunos recién llegados asistieron a una o dos reuniones, pero luego volvieron a asistir de manera irregular. El meollo era que no había comprendido la raíz y el punto crucial del problema. Para resolver este problema, necesitaba aprender a cumplir mis deberes de acuerdo con los principios. Por una parte, tenía que mejorar la calidad de la vida de iglesia. Cuando los hermanos y hermanas disfrutaban y recibían provisiones a través de la vida de iglesia, naturalmente querían asistir a las reuniones. Por otra parte, necesitaba aprender a discernir los diferentes tipos de personas. Con respecto a los recién llegados que perseguían la verdad, necesitaba concentrarme en regarlos y ayudarlos a entender las palabras y las intenciones de Dios. Esto era necesario para que superaran diversas dificultades, asistieran a las reuniones y cumplieran con sus deberes con normalidad. En cuanto a los que no perseguían la verdad y no estaban interesados en las reuniones, si se confirmaba que eran incrédulos, tenía que renunciar a ellos en lugar de seguir haciendo un trabajo inútil. Después de entender estas cosas, tuve una dirección que seguir al hacer mi deber. Más tarde, dispuse que los regadores estudiaran juntos los principios. Hablamos sobre cómo mejorar la calidad de la vida de iglesia, y también compartieron métodos eficaces entre ellos. Después de un tiempo, la vida de iglesia mejoró. Incluso, ahora en ocasiones no obtengo buenos resultados en mis deberes, pero ya no me preocupa si me destituirán. En cambio, enfrento las circunstancias con una actitud sumisa, busco los principios-verdad y me esfuerzo por cumplir bien mis deberes. Esto me hace sentir a gusto en mi interior. ¡Gracias a Dios por Su guía!

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