¿Qué hay detrás de los sentimientos de inferioridad?
Cuando comencé a trabajar como líder, tenía de compañera a la hermana Chen Xiao. Cuando vi que Chen Xiao tenía buena aptitud, era valiente y decidida al hacer su trabajo, mientras que yo no era elocuente, tenía una personalidad sumisa y apenas entendía a medias las habilidades necesarias para hacer mi trabajo, me sentí inferior e incapaz de ser líder. Después de observar cómo Chen Xiao compartía y gestionaba todo tipo de situaciones hábilmente, mientras yo me quedaba al margen, sintiéndome incómoda, me convencí aún más de que no tenía lo necesario para ser líder y me sentí cada vez más desanimada. Me sentí así durante varios meses. Más adelante, seguí sirviendo como líder de la iglesia, pero me asignaron una nueva compañera llamada Li Xue. Cuando vi que Li Xue era atractiva, refinada, capacitada, experimentada y daba la impresión general de ser una chica exitosa y profesional, mientras que yo hablaba sin convicción, no era decidida, solía ponerme ansiosa y me retraía en situaciones con personas que no conocía o en grupos grandes de personas, y no tenía ni una pizca de líder, no pude evitar sentirme desanimada. Cada vez que Li Xue regresaba de una congregación, hablaba abiertamente sobre cómo les preguntaba a los hermanos y hermanas sobre sus estados, compartía con ellos usando las palabras de Dios para resolver sus problemas y mencionaba el gran respeto que todos los hermanos y hermanas le tenían. Cuando hablaba de esto, siempre lo hacía llena de regocijo. A pesar de notar que Li Xue parecía un poco presuntuosa, sentía que las revelaciones esporádicas de su corrupción no eran un gran problema, dado que tenía buena aptitud, capacidad de trabajo y era capaz de resolver problemas. No había forma de compararme con ella, ya que carecía de su determinación. Tras eso, cuando enfrentaba problemas, los rehuía y me retraía, ya que pensaba que no estaba capacitada y no me atrevía a dar charlas. Gradualmente, mi estado siguió empeorando y me convencí aún más de que tenía poca aptitud, carecía de la realidad-verdad y no estaba hecha para ser líder. Me ahogué en ese estado de abatimiento y solo hacía mi deber por inercia. Como no conseguía buscar la verdad ni era capaz de salir de mi negatividad, al poco tiempo me destituyeron. Un año después, mis hermanos y hermanas me volvieron a elegir para servir como líder. Me pusieron de compañera a la hermana Wu Fan y pronto noté que ella tenía buena aptitud y capacidad de trabajo. La mayoría de las veces que trabajábamos juntas, ella asumía el papel de guía. En una ocasión, cuando organizamos una congregación juntas, Wu Fan dio la mayor parte de la charla, en la que los hermanos y hermanas también participaron con entusiasmo. En cuanto a mí, yo quería hablar, pero creía que no sería capaz de hacerlo de forma eficaz, así que terminé sin decir nada para no pasar vergüenza. Después de la congregación, me sentí bastante desanimada y pensé que aún no estaba hecha para ser líder. Solo quería hacer un deber de trabajadora relacionado con asuntos generales y ya no quería ser líder.
Un día, les conté sobre mi estado a algunas de las hermanas. Una de ellas me recordó que podía ser muy peligroso si no enderezaba mi estado pronto y que era muy necesario que reflexionase durante un tiempo. Fue solo entonces que tomé un poco de conciencia de mí misma: “¿Por qué estoy tan deprimida? ¿Por qué no tengo ni la más mínima determinación de esforzarme por mejorar?”. En los días siguientes, oré sin cesar a Dios y le pedí que me guiara para que yo pudiese entender mi estado y salir de mi depresión. Más adelante, encontré este pasaje de las palabras de Dios: “Hay quienes, de niños, tenían un aspecto corriente, eran escasamente elocuentes y poco espabilados, lo que provocó que otras personas de su familia y su entorno social emitieran valoraciones bastante desfavorables sobre ellos, diciendo cosas como: ‘Este niño es tonto, lento y torpe al hablar. Fíjate en los hijos de los demás, que hablan tan bien que son capaces de meterse a la gente en el bolsillo. En cambio, este niño se pasa el día haciendo pucheros. No sabe qué decir cuando conoce gente, no sabe cómo explicarse o justificarse después de hacer algo mal, y no es capaz de divertir a la gente. Este chico es idiota’. Lo dicen sus padres, lo dicen sus familiares y amigos, y lo dicen también sus profesores. Este entorno ejerce una cierta presión invisible sobre tales individuos. Al experimentar estos entornos, desarrollan inconscientemente determinada mentalidad. ¿Qué tipo de mentalidad? Piensan que no son atractivos, que no caen bien y que los demás nunca se alegran de verlos. Creen que no se les da bien estudiar, que son lentos, y siempre les da vergüenza abrir la boca y hablar delante de los demás. Les da demasiada vergüenza dar las gracias cuando les ofrecen algo y piensan: ‘¿Por qué siempre se me traba tanto la lengua? ¿Por qué los demás son tan persuasivos? ¡No soy más que un estúpido!’. Subconscientemente, piensan que no valen nada, pero siguen sin estar dispuestos a reconocer lo poco que valen y lo estúpidos que son. En sus corazones siempre se preguntan: ‘¿De verdad soy tan estúpido? ¿De verdad soy tan desagradable?’. No les cae bien a sus padres, a sus hermanos, a sus maestros ni a sus compañeros de clase. Y, de vez en cuando, sus familiares, sus parientes y sus amigos dicen de ellos: ‘Es bajito, tiene los ojos y la nariz pequeños, y con un aspecto así, no triunfará cuando sea mayor’. Entonces, cuando se miran en el espejo, ven que, efectivamente, sus ojos son pequeños. En esta situación, la resistencia, la insatisfacción, la falta de voluntad y la falta de aceptación en el fondo de su corazón se convierten poco a poco en aceptación y reconocimiento de sus propios defectos, deficiencias y problemas. Aunque puedan aceptar esta realidad, surge una emoción pertinaz en el fondo de su corazón. ¿Cómo se llama esta emoción? Inferioridad. Las personas que se sienten inferiores no saben cuáles son sus puntos fuertes. Simplemente, piensan que son antipáticos, siempre se sienten estúpidos y no saben cómo afrontar las cosas. En resumen, creen que no pueden hacer nada, que no son atractivos, que no son inteligentes y que reaccionan con lentitud. No destacan en comparación con los demás y no sacan buenas notas en los estudios. Después de crecer en un entorno así, esta mentalidad de inferioridad se va apoderando de ellos. Se convierte en una especie de emoción persistente que se enreda en tu corazón y te invade la mente. Con independencia de si ya has crecido, has salido al mundo, estás casado y establecido en tu carrera, y sin importar tu estatus social, es imposible deshacerse de este sentimiento de inferioridad que se sembró en tu entorno mientras crecías. Incluso después de que empiezas a creer en Dios y te unes a la iglesia, sigues pensando que tu aspecto es deficiente, que tu calibre intelectual es bajo, que eres poco elocuente y que no sabes hacer nada. Piensas: ‘Haré lo que pueda. No necesito aspirar a ser un líder, no necesito perseguir verdades profundas, me contentaré con ser el menos importante, y dejaré que los demás me traten como quieran’. Cuando aparecen anticristos y falsos líderes, te sientes incapaz de discernirlos o desenmascararlos, crees que no estás hecho para hacerlo. Te parece que con no ser un falso líder o un anticristo es suficiente, que con no causar trastorno y perturbación está bien, y que basta con que te mantengas en tu propia posición. En el fondo de tu corazón, sientes que no eres lo bastante bueno y que eres peor que los demás, que los otros son tal vez objeto de salvación, y que tú, en el mejor de los casos, eres un servidor, y por eso te parece que no estás a la altura de la tarea de perseguir la verdad. No importa cuánta verdad seas capaz de entender, aun así, sientes que, dado que Dios te ha predestinado a tener el tipo de calibre y el aspecto que tienes, entonces tal vez te ha predestinado a ser meramente un servidor, y que nada tiene que ver contigo eso de perseguir la verdad, convertirte en un líder, llegar a ser alguien en una posición de responsabilidad o ser salvado. Por el contrario, estás dispuesto a ser la persona más insignificante” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (1)). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, me di cuenta de que estaba maniatada por sentimientos de inferioridad. Desde que era pequeña, siempre pensé que tenía un aspecto normal, no era elocuente, tenía una personalidad sumisa, solía sentirme deprimida e inhibida, y tenía un complejo de inferioridad muy grande. Tenía el mismo problema en mi carrera profesional: mis compañeros de trabajo eran elocuentes, expertos en adular, firmes cuando gestionaban empleados e, incluso, algunos eran muy apreciados por sus superiores. En cambio, yo no era elocuente ni podía tener buenas relaciones con los distintos departamentos y me faltaba confianza y firmeza en mi trabajo. Cuando surgían problemas en la línea de producción, los demás usaban sus conexiones y decían lo correcto para resolver el problema, pero yo no era capaz de hacerlo. No tenía el valor de hablar, el problema no se resolvía y yo me encerraba en un baño a llorar. Después de convertirme en feligresa, me empezaron a dar envidia los hermanos y hermanas que habían recibido una mejor educación que yo, tenían buena aptitud y eran firmes y valientes al hacer su trabajo. Creía que no estaba a su altura y empecé a sentirme bastante limitada. Como consecuencia, solía sentirme negativa, retraída y evasiva, y me agobiaba un sentimiento de inferioridad. Eso es lo que ocurrió cuando tuve a Chen Xiao y Li Xue de compañeras: debido a que ellas eran elocuentes y tenían buena aptitud y capacidad de trabajo, me sentía inferior a ellas. Ni siquiera pensaba que era un problema cuando notaba que Li Xue era presuntuosa, ya que lo veía como una señal de la firmeza que demostraba en su trabajo. Estaba sumida en ese sentimiento de inferioridad, mi estado seguía empeorando y no estaba haciendo bien mi deber, por lo que, al final, me destituyeron. A pesar de que mis hermanos y hermanas me eligieron de nuevo para que sirviese como líder, en el fondo, aún tenía sentimientos de inferioridad y creía que tenía poca aptitud, que no era capaz de hacer nada bien, que estaba destinada a ser una servidora y que no obtendría la salvación. Me di cuenta de que había estado totalmente confinada y maniatada por sentimientos de inferioridad. Pensé en cómo Dios se ha encarnado y ha soportado todo tipo de sufrimientos para salvar a la humanidad, cómo la riega, la sustenta y expresa constantemente la verdad para que haya más personas que puedan recibir Su gracia salvadora, alcancen la salvación y sobrevivan a las calamidades. Si la gente se pierde esta oportunidad, padecerán inevitablemente las calamidades venideras y el castigo eterno. No entendía las intenciones de Dios, estaba sumida en la negatividad y la confusión, y ya me había resignado a la idea de que no obtendría la salvación. Ni siquiera quería esforzarme y perseguir la verdad. Era muy rebelde y mis actos le hacían daño a Dios. Al darme cuenta de todo esto, me sentí bastante culpable y en deuda con Dios. No podía seguir sumida en la desesperación, así que oré a Dios: “¡Dios mío! Estoy lista para arrepentirme ante Ti. Te ruego que me guíes para salir de estos sentimientos negativos de inferioridad”.
Más tarde, encontré este pasaje de las palabras de Dios: “Por último, hay algo que me gustaría deciros. No permitáis que un sentimiento menor o una emoción simple e insignificante te enrede para el resto de tu vida, de tal modo que afecte a que logres la salvación y destruya tus esperanzas de conseguirla, ¿entendido? (Sí). Esta emoción tuya no solo es negativa, para ser más precisos, en realidad se opone a Dios y a la verdad. Puede que pienses que se trata de una emoción que se atiene a la humanidad normal, pero a ojos de Dios, no es una simple cuestión de emoción, sino un método para oponerte a Dios. Se trata de un método marcado por las emociones negativas que las personas usan para resistirse a Dios, a Sus palabras y a la verdad. Por tanto, espero que, asumiendo que quieras perseguir la verdad, te examines a ti mismo con meticulosidad para así ver si te estás aferrando a estas emociones negativas y resistiéndote y compitiendo contra Dios de manera necia y obstinada. Si has descubierto la respuesta mediante este examen, si has llegado a darte cuenta de algo y has obtenido una conciencia clara, entonces te pido que primero te desprendas de esas emociones. No las conserves ni te aferres a ellas, pues te van a destruir, van a destruir tu destino, y la oportunidad y las esperanzas que tienes de perseguir la verdad y de obtener la salvación” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (1)). Ese pasaje repercutió profundamente en mí. En el pasado, nunca había pensado que las emociones negativas fuesen un problema grave. Al leer la disección de Dios, me di cuenta de que la esencia de vivir en un estado de emociones negativas es oponerse a Dios y a la verdad. Si no resolvía este problema, renunciaría a toda oportunidad de obtener la salvación. Reflexioné sobre los años en los que había vivido con ese sentimiento de inferioridad. Apenas encontraba un hermano o hermana con más talento, más aptitud y capacidad de trabajo que yo, me sentía inferior, caía en la desesperación, me volvía reticente, no me satisfacía mi situación, no estaba dispuesta a enfrentar ni reconocer mi situación y me sentía impotente. Ni me molestaba en pensar cómo podía aprender del talento de los demás o cómo ser su compañera para hacer bien mi deber. En su lugar, culpaba a Dios por la aptitud, los dones y la falta de determinación que me había dado. Vivía en un constante estado de negatividad, protestaba en silencio contra Dios y, a veces, ni siquiera quería hacer mi deber. Durante años, mi fe había estado maniatada por un sentimiento de inferioridad y solía tener episodios de desesperación y pasividad. Me faltaba la voluntad de perseguir la verdad y me conformaba con esforzarme solo un poco y seguir la corriente de forma pasiva. Como consecuencia, a pesar de que siempre había hecho mis deberes, creía en Dios y había tenido muchas oportunidades para practicar, había avanzado poquísimo en la vida. Era igual de patética y empobrecida que siempre. La obra de Dios casi había llegado a su fin, había perdido innumerables oportunidades para obtener la verdad y había sufrido pérdidas en mi vida. Si no cambiaba mi estado, arruinaría toda oportunidad que tuviese de obtener la salvación. Así que oré a Dios para buscar entender las actitudes corruptas que se hallaban detrás de mi sentimiento de inferioridad.
Más tarde, encontré este pasaje de las palabras de Dios: “En vez de buscar la verdad, la mayoría de la gente tiene sus propios planes mezquinos. Sus propios intereses, su imagen y el lugar o posición que ocupan en la mente de los demás tienen gran importancia para ellos. Estas son las únicas cosas que aprecian. Se aferran a ellas con mucha fuerza y las consideran como su propia vida. Y cómo los vea o los trate Dios tiene para ellos una importancia secundaria. Es algo que, de momento, ignoran. Lo único que les importa es si son el jefe del grupo, si otros los admiran y si sus palabras tienen peso. Su primera preocupación es la de ocupar esa posición. Cuando se encuentran en un grupo, casi todas las personas buscan este tipo de posición, este tipo de oportunidades. Si tienen un gran talento, por supuesto que quieren estar en lo más alto; si tienen una capacidad normal, querrán tener una posición superior en el grupo; y si están en una posición baja, siendo de calibre y habilidades normales, también desearán que los demás los admiren, no querrán que los miren por encima del hombro. La imagen y la dignidad de estas personas es donde marcan el límite: tienen que aferrarse a tales cosas. Puede que no tengan integridad, y no posean ni la aprobación ni la aceptación de Dios, pero en absoluto pueden perder entre los demás el respeto, el estatus o la estima por los que se han esforzado. Ese es el carácter de Satanás. Sin embargo, las personas no son conscientes de ello. Creen que tienen que aferrarse a ese poquito de imagen hasta el final. No son conscientes de que solo cuando renuncien por completo a estas cosas vanas y superficiales y las den de lado, se convertirán en una persona real. Si una persona protege como a su vida estas cosas que deberían desecharse, su vida está perdida. Desconocen lo que está en juego. Y así, cuando actúan, siempre se guardan algo, siempre tratan de proteger su propia imagen y estatus, los colocan en primer lugar, hablan solo para sus propios fines, para su propia defensa espuria. Lo hacen todo para ellos mismos. Se lanzan hacia cualquier cosa que destaque, para hacer saber a todo el mundo que formaron parte de ella. En realidad no tuvieron nada que ver, pero jamás quieren quedar en segundo plano, siempre tienen miedo de que los demás los desprecien, temen siempre que los demás digan que no son nada, que no son capaces, que no tienen aptitudes. ¿Acaso no está todo esto dirigido por sus actitudes satánicas? Cuando seas capaz de desprenderte de cosas como la imagen y el estatus, estarás mucho más relajado y libre; habrás puesto el pie en la senda de ser honesto. Pero para muchos, no es algo fácil de conseguir” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Al leer las palabras de Dios, me di cuenta de que no tenía de sentimientos de inferioridad debido a mi poca aptitud ni a que no era elocuente y tenía un aspecto normal, sino porque Satanás me había lavado el cerebro con ciertas opiniones erróneas sobre mi búsqueda. Le daba demasiada importancia a la reputación y el estatus. Había sido influenciada de forma inconsciente por venenos satánicos como “El hombre lucha hacia arriba; el agua fluye hacia abajo”, “El orgullo es tan necesario para la gente como respirar” y “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela”. Para mí, no había nada más importante que la reputación, el estatus y el respeto de los demás. Pensaba que solo al obtener esas cosas viviría una vida valiosa y con sentido. En mi carrera profesional, siempre envidiaba a mis compañeros que eran listos, ingeniosos, elocuentes, hábiles en el trato con los demás y que se ganaban el reconocimiento y la apreciación de sus superiores. Yo también quería que mis superiores me apreciaran como a mis colegas, pero me sentía inferior porque tenía un aspecto normal, no era elocuente ni sabía hacer conexiones con las personas. Cuando enfrentaba problemas, no se lo decía a mis compañeros y optaba, en cambio, por encerrarme sola en el baño a llorar. Temía que, si alguien más conocía mis problemas, me menospreciaría y pensaría mal de mí. Realmente sufrí mucho durante esa época. Después de depositar mi fe en Dios, seguí viviendo según las opiniones de los no creyentes y pensaba que, para servir como líder o supervisor, uno debía tener el aspecto de un líder, hablar con firmeza, ser una personalidad impresionante, tener capacidad de organización y buena capacidad de trabajo. De esa manera, dondequiera que uno fuera, lo respetarían, se podría dar a conocer y sería muy valorado. Cuando veía que los hermanos y hermanas que tenía de compañeros eran más capaces que yo, hablaban con convicción y tenían buena capacidad de trabajo, pensaba que yo decepcionaba en todos los aspectos. Como no lograba que los demás me respetasen, no era muy valorada y no satisfacía mis anhelos de reputación y estatus, ya no quería servir como líder y solo deseaba alejarme de ese entorno y unirme a otro grupo distinto de personas. Pensaba que eso me permitiría evitar que se desenmascarasen mis debilidades falta de capacidad, y que mis compañeros no me menospreciarían. Al reflexionar sobre todo esto, me di cuenta de que los venenos de Satanás ya se habían arraigado profundamente en mi corazón: buscaba el estatus, el respeto y la admiración de los demás, y veía todo eso como algo positivo. Apenas no satisfacía mis deseos personales, ya no tenía ganas de hacer mi deber, me volvía negativa y hostil, y no era capaz de someterme a la soberanía y los arreglos de Dios. Me di cuenta de que Satanás me había corrompido profundamente y que anhelaba demasiado la reputación y el estatus. Si seguía así, Dios se disgustaría conmigo y me descartaría. Ya no estaba dispuesta a seguir en la senda equivocada y estaba lista para arrepentirme ante Dios, hacer mi deber de forma práctica según las exigencias de Dios y someterme a Su soberanía y arreglos.
Más tarde, encontré otro pasaje de las palabras de Dios: “Cuando los sentimientos de inferioridad se implantan profundamente en tu corazón, no solo causan un profundo efecto en ti, sino que también dominan tu punto de vista sobre las personas y las cosas, tu comportamiento y acciones. Entonces, ¿cómo perciben a las personas y las cosas aquellos que están dominados por sentimientos de inferioridad? Consideran a los demás mejores que ellos, incluso también a los anticristos. Aunque los anticristos tengan actitudes malvadas y escasa humanidad, los consideran personas a las que emular y modelos de los que aprender. Incluso se dicen a sí mismos: ‘Mira, aunque tienen mal carácter y mala humanidad, tienen dones y son más aptos para el trabajo que yo. Se sienten cómodos mostrando sus habilidades ante los demás y hablan delante de mucha gente sin ruborizarse ni que se les acelere el corazón. Ellos sí que tienen agallas. Yo no puedo estar a su altura. No soy lo bastante valiente’. ¿De dónde sale esto? Es necesario decir que, en parte, la razón es que tu sentimiento de inferioridad ha afectado a tu juicio sobre la esencia de las personas, así como a tu perspectiva y punto de vista en lo que respecta a contemplar a otros. ¿No es así? (Sí)” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (1)). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, me di cuenta de que los sentimientos de inferioridad pueden influir en cómo vemos a las personas y las cosas. Reflexioné sobre cómo, cuando estaba sumida en sentimientos de inferioridad, solo me centraba en los dones de la gente que se pueden ver por fuera, su aptitud y su capacidad de hablar y actuar con firmeza. Esos rasgos eran los estándares que usaba para juzgar la aptitud de las personas, pero no le daba importancia a discernir su humanidad, esencia ni las sendas que transitaban. Pensé en cómo, cuando tenía a Li Xue de compañera, solo noté su elocuencia y que hablaba y actuaba con firmeza, pero no le di importancia a discernir su comportamiento. Incluso pensaba que, a diferencia de mí, ella tenía capital, así que era normal que fuera presuntuosa. ¡Yo estaba terriblemente confundida!
Más tarde, comencé a cuestionar si medir la aptitud de las personas en función de su elocuencia, dones, firmeza en el habla y capacidad de trabajo era la vara de medir más adecuada. Entonces, encontré este pasaje de las palabras de Dios: “¿Cómo medimos el calibre de las personas? La forma apropiada de hacerlo es observando su actitud hacia la verdad y si pueden o no comprenderla. Hay personas que pueden aprender muy rápido algunas especializaciones, pero, cuando escuchan la verdad, se sienten confundidas y se adormecen. En su interior, se vuelven atolondradas, no les entra nada de lo que oyen ni entienden lo que están escuchando; eso es el calibre escaso. Algunas personas no están de acuerdo cuando les dices que tienen un calibre escaso. Piensan que tener una buena educación y ser cultos es lo mismo que tener buen calibre. ¿Acaso una buena educación demuestra un calibre alto? No. ¿Cómo se debe medir el calibre de una persona? En función del punto hasta el que comprendan las palabras de Dios y la verdad. Esa es la forma más certera de hacerlo. Hay personas que son elocuentes, espabiladas y tienen una habilidad especial para tratar con los demás, pero cuando escuchan sermones nunca pueden entender nada y cuando leen las palabras de Dios no las comprenden. Al hablar de su testimonio vivencial, siempre dicen palabras y doctrinas, y de este modo revelan que son novatos y dan a otros la sensación de que no tienen comprensión espiritual. Esas personas tienen un calibre escaso. Entonces, ¿son personas competentes para trabajar para la casa de Dios? (No). ¿Por qué? (No tienen los principios-verdad). Correcto. Eso es algo que deberíais entender a esta altura” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Comprender la verdad es lo más importante para cumplir bien con el deber). Al leer las palabras de Dios, aprendí que uno no debe medir la aptitud de las personas en función de la educación que han recibido, sus dones que se pueden ver por fuera, su ingenio o elocuencia, sino en función de si son capaces de entender correctamente las palabras de Dios y captar la realidad de dichas palabras; es decir, si pueden comprender las intenciones de Dios a través de Sus palabras y reconocer su carácter y esencia corruptos a través de las palabras de Dios. Pensé en cómo, a pesar de que Li Xue tenía ciertos dones, era elocuente y actuaba con decisión, no podía hablar sobre lo que comprendía realmente de sí misma ni dar testimonio vivencial de las palabras de Dios. Los hermanos y hermanas habían señalado su conducta presuntuosa en varias ocasiones, pero, a pesar de reconocer el problema, nunca había comprendido la naturaleza de su conducta y las graves consecuencias que acarreaba. Cuando hacía su deber, se ensalzaba constantemente e, incluso, menospreciaba a los demás, se exaltaba a sí misma y apenas reflexionaba sobre ese problema o aprendía al respecto, incluso después de que la hubieran reemplazado. Esto me permitió ver que Li Xue tenía ciertos dones, pero no era alguien con buena aptitud. Pensé en cómo Dios diseccionó la figura de Pablo. Pablo tenía dones, escribió muchas cartas y predicó el evangelio a muchas personas, pero no pudo comprender la verdad y, al final, no fue capaz de reconocer su naturaleza satánica que se oponía a Dios. Por lo tanto, no se podía considerar a Pablo como una persona con buena aptitud. Al darme cuenta de todo esto, vi todo un poco más claro. Me di cuenta de que no entendía la verdad y que siempre pensaba que tener una buena educación, ser elocuente y decidida significaba tener buena aptitud, mientras que carecer de esos rasgos evidenciaba poca aptitud. Como consecuencia, a menudo me definía como alguien con poca aptitud, que no estaba cualificada para servir como líder u obrera. Después de leer las palabras de Dios, me di cuenta de que, para medir la aptitud de alguien, uno debe fijarse principalmente en lo bien que esa persona comprende las palabras de Dios, si puede comprender la verdad y cumplir su deber según los principios. La forma más precisa de ver a las personas y las cosas es acorde a las palabras de Dios.
Más tarde, encontré otros dos pasajes de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Entonces, ¿cómo puedes evaluarte y conocerte con precisión, y escapar del sentimiento de inferioridad? Debes tomar las palabras de Dios como base para obtener conocimiento sobre ti mismo, para averiguar cómo son tu humanidad, tu calibre y tu talento, y qué puntos fuertes tienes. Por ejemplo, supongamos que te gustaba cantar y lo hacías bien, pero algunas personas no dejaban de criticarte y menospreciarte, diciendo que no tenías oído y desafinabas, así que ahora te parece que no sabes cantar bien y ya no te atreves a hacerlo delante de los demás. Debido a que esas personas mundanas, esas personas confundidas y mediocres, hicieron valoraciones y juicios inexactos sobre ti, los derechos que merece tu humanidad se vieron coartados y tu talento sofocado. En consecuencia, no te atreves ni a cantar una canción y solo te atreves a soltarte y cantar en voz alta cuando no hay nadie cerca o cuando estás solo. Dado que por lo general te sientes tan terriblemente reprimido, no te atreves a cantar una canción a no ser que estés solo; es entonces cuando lo haces y disfrutas del momento en que puedes cantar alto y claro, ¡qué momento maravilloso y liberador! ¿Verdad que sí? Debido al daño que la gente te ha hecho, no sabes o no puedes ver con claridad qué es lo que realmente sabes hacer, en qué eres bueno y en qué no. En este tipo de situación, debes realizar una correcta evaluación y adoptar la medida adecuada de ti mismo, de acuerdo con las palabras de Dios. Debes constatar lo que has aprendido y dónde están tus puntos fuertes, y lanzarte a hacer lo que sabes hacer. En cuanto a las cosas que no sabes hacer, tus carencias y deficiencias, debes reflexionar sobre ellas y conocerlas, y también debes evaluar con precisión y saber cómo es tu calibre, además de si es bueno o malo. Si no puedes comprender o lograr un conocimiento claro de tus propios problemas, entonces pídeles a las personas que son capaces de comprender que te rodean, que emitan una valoración sobre ti. Al margen de que lo que digan sea o no exacto, al menos te servirá de referencia y consideración y te permitirá tener un juicio o caracterización básica de ti mismo. Entonces podrás resolver el problema esencial de las emociones negativas, como la inferioridad, y salir poco a poco de ellas. Tales sentimientos de inferioridad se resuelven con facilidad si uno puede discernirlos, abrir los ojos ante ellos y perseguir la verdad” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (1)). “Dios no quiere ver que renuncies a tu búsqueda de la verdad, ni tampoco que tengas la actitud del que se tacha a sí mismo de causa perdida. Quiere ver que, cuando comprendes todos estos hechos que son ciertos, puedes ponerte a perseguir la verdad de una manera más firme, atrevida y segura, al tiempo que reconoces claramente que Él es un Dios justo. Cuando llegues al final del camino, mientras hayas alcanzado el estándar que Dios ha dispuesto para ti y te halles en el camino de la salvación, Dios no te dará por perdido” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se resuelven las propias nociones es posible emprender el camino correcto de la fe en Dios (2)). En las palabras de Dios encontré una senda para resolver mis sentimientos de inferioridad. Tenía que ver las cosas según las palabras de Dios, entender bien mis puntos fuertes y débiles, dar lo mejor de mí en función de mis capacidades y buscar la verdad y gestionarla de forma correcta para averiguar lo que no entendía o abordar lo que no era capaz de lograr. Volví a pensar en la época en que empecé a servir como líder y supervisora. Al principio, fui capaz de hacer algo de trabajo real al colaborar con diligencia, pero luego me reemplazaron porque era negativa, había dejado de esforzarme y mi deber había obtenido malos resultados debido a que vivía acorde a mi carácter corrupto. Lo cierto es que mi mala aptitud no fue la única razón por la que me reemplazaron. De hecho, mis hermanos y hermanas decían que no tenía poca aptitud, sino una aptitud normal. Si trabajaba con diligencia cuando tenía a otros hermanos y hermanas de compañeros, aún era capaz de hacer algo de trabajo. Al darme cuenta de todo esto, conseguí tener una actitud adecuada sobre mí misma. No tenía la mejor aptitud ni entendía del todo los principios respecto a ciertos problemas, pero siempre podía pedirles ayuda a mis hermanos y hermanas para compensar mis deficiencias y trabajar duro para mejorar mi aptitud. De esta manera, sería capaz de avanzar un poco. Al tener estas realizaciones, encontré una senda de práctica y me sentí mucho más tranquila. Ya no estaba dispuesta a que confinasen los sentimientos de inferioridad y estaba lista para hacer bien mi deber y centrarme en practicar la verdad para satisfacer a Dios.
En una ocasión posterior, asistí a una pequeña congregación con una hermana llamada Xiaoye, que era supervisora del trabajo de textos. Xiaoye era capaz de transmitir las intenciones de Dios al hablar sobre Sus palabras e integrar lecciones de su propia experiencia en su charla, lo que era muy instructivo para los presentes. Los hermanos y hermanas asentían y tomaban notas durante su charla. Al ver esto, volví a sentir ese inquietante sentimiento de inferioridad, que Xiaoye tenía más capacidad que yo y estaba mejor cualificada para servir como líder. Sin embargo, al surgir estos sentimientos de inferioridad, recordé un pasaje de las palabras de Dios: “Debes constatar lo que has aprendido y dónde están tus puntos fuertes, y lanzarte a hacer lo que sabes hacer. En cuanto a las cosas que no sabes hacer, tus carencias y deficiencias, debes reflexionar sobre ellas y conocerlas, y también debes evaluar con precisión y saber cómo es tu calibre, además de si es bueno o malo” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (1)). En efecto, cada uno tiene una aptitud y unos puntos fuertes distintos, que son el resultado de la soberanía y los arreglos de Dios. No importa la aptitud que tenga, siempre debo cumplir con mis responsabilidades y deberes. No tenía la mejor aptitud ni la elocuencia que tenían otros, pero mientras tuviera cierta comprensión y experiencia de las palabras de Dios, debía tener las intenciones correctas y hablar sobre mi comprensión para cumplir con mi responsabilidad. Eso es lo que debo hacer. Al darme cuenta de esto, me sentí mucho mejor, dejaron de afectarme los sentimientos de inferioridad y estuve lista para practicar acorde a las palabras de Dios, hablar sobre todo lo que comprendía y cumplir con mi responsabilidad. Tras eso, hablé sobre lo que comprendía y conocía de las palabras de Dios. ¡Cuando vi cómo mi charla resultaba beneficiosa y útil para los hermanos y hermanas, le di gracias a Dios! Todo ha sido gracias al esclarecimiento y la guía de las palabras de Dios, que me han ayudado avanzar y obtener lo que tengo.
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