Lo que ocultan los intentos de ser original
En 2019 producía videos en la iglesia. Al llevar mucho tiempo en este deber y tener experiencia y competencias, era eficaz en él. Mis hermanos y hermanas me tenían en alta estima, los de otro grupo solían acudir a mí cuando se topaban con problemas y hasta el supervisor me preguntaba a veces cuestiones técnicas. Todo esto me hacía muy feliz. Pensaba que, pese a no ser necesariamente experto en este trabajo, en mi grupo de hermanos y hermanas yo era de los mejores en cuanto a competencias profesionales, y me creía un talento valioso.
Un día vinieron a informarse sobre nuestro trabajo dos supervisoras recién elegidas. Cuando supe que las competencias profesionales de las dos hermanas no eran tan buenas como las mías, tuve una sensación inconsciente de superioridad. Inesperadamente, señalaron ciertos problemas tras ver algunos trabajos míos. Esto me incomodó mucho. Fue bochornoso. Por ello, no quise aceptar sus consejos. Reflexioné: “¿Son sus competencias mejores que las mías? Si ustedes señalan mis problemas, ¿qué opinarán de mí mis hermanos y hermanas? ¿Dirán que el veterano del grupo no sabe hacer nada? Así no puede ser. No puedo aceptar estos consejos. Tengo que refutarlos”. Por tanto, busqué algo de información profesional y refuté por completo la opinión de las supervisoras delante de todos. Las dos supervisoras dijeron: “Si nuestras opiniones son inadecuadas, haremos lo que tú sugieras por el momento”. Al oír aquello, estaba muy orgulloso y creí haber recuperado mi imagen. Después, las supervisoras se sinceraron sobre su estado en una reunión alegando sentirse limitadas en nuestro grupo. Aunque obervaran problemas, no se atrevían a señalarlos por miedo al rechazo. Por entonces sabía de forma superficial que era algo arrogante, pero no hacía introspección sinceramente. Luego nombraron a una nueva supervisora, la hermana Xiang, para que examinara nuestra labor. Su aptitud y sus competencias profesionales eran muy buenas y ella aprendía rápido. Recuerdo que, en una ocasión, un nuevo miembro del grupo, el hermano Wang, tenía problemas con un video que estaba haciendo y varios de nosotros lo hablamos, pero no hallamos una solución, así que alguien propuso esperar a la hermana Xiang y pedirle opinión. Me sorprendió mucho que la hermana Xiang supiera señalar directamente el problema clave. Impactado, pensé: “Si tú descubriste el problema que yo no descubrí, ¿qué opinara ahora de mí el hermano Wang?”. Estaba algo descontento con lo sucedido, pero la hermana Xiang me preguntó qué me parecía el problema. Para preservar mi imagen, mentí: “Tienes razón, eso mismo pensé yo también”. Luego, la hermana Xiang propuso inmediatamente una solución. Me pareció buena idea, pero seguía descontento al respecto. Pensé: “Te diste cuenta del problema y ahora ya has propuesto una corrección. ¿Esto no me hace quedar peor que tú? ¿Cómo me verán ahora mis hermanos y hermanas? ¿Cómo sobrevivirá mi imagen a esto? Así no puede ser. Se me tiene que ocurrir una solución aún mejor. No puedo dejarme despreciar por mis hermanos y hermanas”. Por ello, examiné detenidamente el plan de la hermana Xiang y descubrí que, aunque era válido, todavía había algunos fallos. Por consiguiente, señalé: “Hermana, reflexioné acerca de tu solución anterior. No tiene nada novedoso y requerirá demasiados cambios…”. No tardé en desacreditar por completo la propuesta de la hermana Xiang. La hermana Xiang creyó entonces que algo estaba mal, por lo que, con tono confuso, me preguntó: “¿Por qué siempre me parece que rechazas mis sugerencias en vez de tratar de resolver el problema?”. Intenté justificarme inmediatamente: “No, yo solo pienso que tu plan tiene fallos. No rechazo tus consejos”. Después propuse una nueva solución, al hermano Wang le pareció bueno mi plan y al final lo usó. Esto me alegró como si hubiera ganado una batalla en una guerra. Creía que, ahora, mis hermanos y hermanas sabrían que yo era mejor que la supervisora. Al día siguiente, la hermana Xiang se sinceró sobre su estado. Según ella, el trabajo era difícil, y no sabía qué hacer. Además, me dijo: “En el tiempo que llevo siendo tu compañera en el deber, siento que no puedo trabajar nada ni ayudar profesionalmente a tu grupo. Siento que no valgo nada cuando estoy contigo. No siento esto cuando estoy con otros hermanos y hermanas”. También señaló mi problema: “A través de mi contacto contigo, he descubierto que presumes en todo lo que haces. Ni complementas ni mejoras las ideas de otra gente, y realmente no quieres ayudar y sustentar a nadie en su entrada en los principios. Por el contrario, rechazas a los demás y presumes como si ellos fueran unos inútiles y siempre peores que tú. Eso los hace sentirse limitados, como si todo lo que hacen estuviera mal. Si esto continúa, terminarás ejerciendo el poder en el grupo. ¡Vas por la senda de un anticristo!”. Otra hermana también dijo entonces que yo tenía estas manifestaciones. Pero nada de eso hizo mella en mí en ese momento. Aparentaba no justificarme, pero me sentía muy ofendido por dentro. Pensé: “¿Voy por la senda del anticristo? ¿Limito a mis hermanos y hermanas? ¿Acaso no me tienes en la mira? ¿Qué opinarán de mí mis hermanos y hermanas?”. Más tarde eligieron utilizar el trabajo del hermano Wang terminado según mi propuesta, por lo que me sentí aún más insolente y pensé: “¿Sigues creyendo que voy por la senda del anticristo y limito a la gente? De ser cierto, ¿sería capaz de producir trabajos terminados?”. Como siempre rechazaba las sugerencias de la hermana Xiang, rara vez me las volvió a dar.
No mucho después, el hermano Wang generó una propuesta que me pareció razonable, pero que también presentaba problemas. Pensé: “Si hacemos las cosas según este plan, tendré que hacer modificaciones y añadidos. Eso me haría parecer un incompetente. Así no puede ser. Se me tiene que ocurrir una propuesta mejor y más innovadora para que él vea mi competencia. Después, cuando se la entreguemos a la supervisora, me hara quedar todavía mejor”. Así, dejé de lado la idea del hermano Wang y se me ocurrió un nuevo plan. Cuando se enteró el hermano Wang, no lo entendía. Le dije: “Si hiciéramos las cosas según tu propuesta, habría demasiados problemas…”. Cuando vio el hermano Wang que su propuesta tenía tantos problemas, estaba perplejo. Además, creyó que se le daba mal su trabajo y se volvió negativo. En ese momento pensé: “Como no aceptas mis consejos, búscate el modo de resolver los problemas”. Por tanto, luego me fui a trabajar en mis propias tareas. Sin embargo, en esa época, notaba que mi forma de pensar no era muy clara, y no era muy eficaz en el deber. Durante mucho tiempo, el grupo no produjo trabajos terminados. Posteriormente, la hermana Xiang vino a investigar nuestros problemas y anomalías. El hermano Wang señaló: “Hice una propuesta, pero, para el hermano Li, tenía demasiados problemas como para utilizarla, por lo que renuncié a ella. Más adelante, el hermano Li me ofreció una propuesta, pero no puedo encontrar material para ella y mis limitadas competencias no están a a la altura de la tarea”. La hermana Xiang preguntó al hermano Wang si se sentía limitado por mí. Al oír preguntar aquello a la hermana Xiang, pensé: “¿Yo qué tengo que ver con que él no sepa crear el producto terminado? Se lo dije y no sabe hacerlo. ¿Eso es problema mío? ¿Por qué me tienes en la mira? Hace poco me expusiste diciendo que actuaba como un anticristo. Ahora, el hermano Wang no sabe hacer su trabajo y de nuevo lo consideras problema mío. ¿Lo haces porque no te caigo bien? ¿Es responsabilidad mía que el trabajo sea ineficaz? No puedo dejarlo pasar. Yo también tengo que hablar de tus problemas. Entonces puede que dejes de acusarme y avergonzarme”. Tras marcharse la hermana Xiang, le comenté al hermano Wang: “Últimamente noto que la hermana Xiang no hace un trabajo práctico. Tampoco brinda consejos profesionales útiles. Tenemos que advertírselo para que pueda reflexionar. Si no, eso podría perjudicar nuestro trabajo”. Cuando oyó esto el hermano Wang, también tuvo prejuicios hacia la hermana Xiang. Luego vino al grupo otra supervisora, la hermana Zheng, y le conté todas mis opiniones sobre la hermana Xiang. Le conté que la hermana Xiang no se tomaba el trabajo en serio, que el grupo llevaba mucho sin hacer un video terminado, pero ella no resolvía problemas prácticos, etc. Tras oír esto, la hermana Zheng me preguntó si tenía alguna opinión sobre la hermana Xiang. Enseguida se me ocurrió una respuesta ingeniosa: “No, no tengo ninguna opinión concreta”. No obstante, después de decir eso, de pronto sentí pánico. No dormí bien esa noche. Me dominaba una sensación de culpa. Era obvio que tenía prejuicios hacia la hermana Xiang, pero dije lo contrario. ¿Eso no fue una mentira? Asimismo, yo era responsable del estado del trabajo, pero lié adrede al hermano Wang para que acusara a la hermana Xiang y la juzgara sin fundamento. ¿Acaso yo no la estaba atacando por venganza? Vi que, en realidad, estaba cometiendo el mal.
Posteriormente, nuestro líder descubrió que yo había atacado tanto al hermano Wang y a las supervisoras que estaban negativos, lo que afectaba gravemente al trabajo en video, y que yo jamás había aceptado advertencias ni ayuda y hasta había atacado a la hermana Xiang. Me destituyeron por mi conducta. Tras mi destitución, no sentía la presencia de Dios y vivía en tinieblas. Oré a Dios muchas veces diciendo: “¡Dios mío! Mis hermanos y hermanas me revelaron por ir por la senda del anticristo, pero aún no me conozco a mí mismo realmente. No sé en qué me equivoqué. Dios mío, te pido esclarecimiento y guía para poder conocerme”. Después de orar, encontré un pasaje de la palabra de Dios en el que Él revelaba a los anticristos. Dijo Dios: “Los métodos de los anticristos son siempre poco convencionales y grandilocuentes al hacer las cosas. No importa lo correcta que sea la sugerencia de otro, siempre la rechazarán. Incluso si la sugerencia de otra persona resulta consistente con sus ideas; si el anticristo no la propone primero, sin duda se negará a aceptarla o implementarla. En su lugar, el anticristo hará todo lo posible para menospreciar, negar y condenar la sugerencia hasta que la persona que la ofreció sienta que su idea es equivocada y lo acabe admitiendo. Solo entonces el anticristo se detiene. A los anticristos les gusta construirse a sí mismos y menospreciar a los demás para que los adoren y los pongan en el centro de las cosas. Los anticristos solo se permiten florecer a sí mismos, los demás son apenas un telón de fondo que les permite destacar. Los anticristos creen que todo lo que dicen y hacen es correcto, que todo lo que los demás dicen y hacen es incorrecto. A menudo proponen perspectivas novedosas para negar los puntos de vista y las prácticas de los demás, critican y encuentran problemas en las opiniones de otros, y desbaratan o rechazan los planes propuestos por los demás, para que todo el mundo se vea obligado a escucharles a ellos y a actuar según sus métodos. Utilizan estos métodos y medios para negarte continuamente, atacarte y hacerte sentir que no eres lo suficientemente bueno, para que cada vez te vuelvas más sumiso con ellos, los admires y los tengas en alta consideración, hasta que finalmente estés completamente bajo su control. Este es el proceso por el cual los anticristos someten y controlan a la gente” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 5: Engañan, atraen, amenazan y controlan a la gente). En la palabra de Dios descubrí que los anticristos siempre son atípicos, siempre presumen y siempre rechazan y ningunean a los demás para alcanzar su objetivo de destacar entre la multitud y hacer que la gente los admire. Con el tiempo, los que cooperan con ellos se sumen en un estado negativo, se creen inferiores a los anticristos, los obedecen siempre y, al final, se sienten controlados por ellos. ¿No era mi conducta la de un anticristo? Desde el fondo del alma, despreciaba y menospreciaba a las dos supervisoras anteriores. Cuando apreciaron problemas en el video que yo hice, temí que los demás no me tuvieran en alta estima, con lo que busqué motivos varios para rechazar sus sugerencias. En consecuencia, las supervisoras se sintieron limitadas por mí. Incluso cuando la hermana Xiang, que tenía competencias profesionales, identificó problemas clave en nuestro trabajo y dio consejos razonables sobre correcciones, eso me pareció inaceptable. Creía que, si le hacía caso, nadie repararía en mí ni me tendría en alta estima, así que busqué defectos en su plan con el fin de menospreciarlo y desacreditarlo. Luego propuse mi “brillante idea” e hicimos las cosas a mi manera. Aparentaba trabajar bajo la consigna de mejorar el trabajo, pero mi objetivo real era demostrar que era mejor que la supervisora para que los demás me admiraran. Al debatir con el hermano Wang su propuesta, para presumir, desaprobé su plan por ser totalmente inútil, con lo que él se volvió pasivo e incapaz de terminar los trabajos. La iglesia dispuso que cooperara con mis hermanos y hermanas en el deber para que aprendiéramos de los respectivos puntos fuertes. Si la propuesta de alguien era buena y razonable, se suponía que debíamos aportarle mejoras de forma que todos diéramos lo mejor de nosotros mismos y prosperáramos a nuestro modo, lo cual sería muy beneficioso para el trabajo en video. Sin embargo, para que la gente me admirara y respaldara, yo siempre aportaba ideas atípicas, presumía, rechazaba y ninguneaba a los demás y nunca les permitía desempeñar ningún papel en su deber, por lo que mi compañero y las supervisoras se sentían inútiles, se sumieron en la negatividad y no podían cumplir con el deber. ¿La esencia de lo que hacía no era reprimir adrede a la gente? Siempre presumía, reprimía a los demás y hacía sentir a la gente que no podía prescindir de mí y que tenía que hacerme caso en todo, con el fin de que mi compañero y mis supervisoras no participaran en el trabajo del grupo. Iba por la senda de un anticristo. Sin mi destitución, jamás me habría percatado de mi problema. Honestamente, ¡estaba muy dormido!
Después leí otro pasaje de la palabra de Dios. “El aprecio de los anticristos por su estatus y prestigio va más allá del de la gente normal y forma parte de su carácter y esencia; no es un interés temporal ni un efecto transitorio de su entorno, sino algo que está dentro de su vida, de sus huesos; por ende, es su esencia. Es decir, en todo lo que hace un anticristo, lo primero en lo que piensa es en su estatus y su prestigio, nada más. Para un anticristo, el estatus y el prestigio son su vida y su objetivo durante toda su existencia. En todo lo que hace, lo primero que piensa es: ‘¿Qué pasará con mi estatus? ¿Y con mi prestigio? ¿Me dará prestigio hacer esto? ¿Elevará mi estatus en la mentalidad de la gente?’. Eso es lo primero que piensa, lo cual es prueba fehaciente de que tiene el carácter y la esencia de los anticristos; si no, no considerarían estos problemas. […] A menudo reflexionan sobre esas cosas en sus corazones, sobre cómo pueden hacerse un lugar en la casa de Dios, cómo pueden tener una reputación elevada en la iglesia, con el fin de que la gente los escuche cuando hablan, y los apoyen cuando actúen, y los sigan dondequiera que vayan; con el fin de tener una voz en la iglesia, una reputación, de disfrutar de beneficios y poseer estatus; tales son las cosas que consideran a menudo. Estas son las cosas que buscan esas personas. ¿Por qué están pensando siempre en esas cosas? Tras leer las palabras de Dios, tras escuchar sermones, ¿realmente no entienden todo esto? ¿De verdad no son capaces de discernirlo todo? ¿Realmente las palabras de Dios y la verdad no pueden cambiar sus nociones, ideas y opiniones? No es así en absoluto. El problema comienza con ellos, se debe enteramente a que no aman la verdad, porque, en sus corazones, están hartos de la verdad, y como resultado, son totalmente insensibles a ella, lo cual viene determinado por su naturaleza y esencia” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9: Cumplen con su deber solo para distinguirse a sí mismos y satisfacer sus propios intereses y ambiciones; nunca consideran los intereses de la casa de Dios, e incluso los venden a cambio de su propia gloria (III)). En la palabra de Dios descubrí que los anticristos valoran sobre todo su reputación y estatus. Les encanta que los admiren, los respalden y los lleven en el corazón. Cuando les suceden cosas, lo primero en lo que piensan es en su reputación y estatus. No piensan en el trabajo de la iglesia ni en los sentimientos de sus hermanos y hermanas, ni en cómo los ve Dios y en las consecuencias que tendrá que continúen así. Al observar las conductas de los anticristos, comprendí que verdaderamente corría peligro. Llevaba mucho tiempo haciendo videos, tenía cierta experiencia y ciertos logros y me había ganado la admiración de mis hermanos, hermanas y supervisores, por lo que me creía superior a los demás y disfrutaba de la sensación de ser admirado y respaldado. Cuando las supervisoras señalaron los problemas de nuestra labor o propusieron algo adecuado, tuve una sensación de crisis. Como temía perder la admiración ajena y, con ello, mi sentido de presencia en el grupo, con tal de proteger mi reputación y estatus ninguneé a mis hermanos y hermanas, rechacé sus sugerencias y propuestas y luego planteé mis “brillantes ideas” para presumir. No pensé en los sentimientos de mis hermanos y hermanas, en cultivar a la gente ni en favorecer la labor de la iglesia. Lo único que me importaba era poder presumir de talento. La hermana Xiang vio que iba por la senda equivocada, por lo que me señaló mi problema para advertirme y ayudarme, pero yo no solo me negué a hacer introspección, sino que percibí un gran perjuicio hacia mi reputación y estatus y fomenté la hostilidad, y hasta el odio, hacia mi hermana. Por preservar mi reputación y estatus, me valí de los problemas de la hermana Xiang y la juzgué a sus espaldas. También mentí y lié al hermano Wang para que tuviera prejuicios hacia la hermana Xiang. Llegué a juzgar y acusar a la hermana Xiang bajo la consigna de ayudarla. Descubrí que, por mantener mi reputación y estatus, era capaz de cualquier cosa. ¡Era muy despreciable! ¡Esa era la senda del anticristo! De seguir así, aunque me ganara provisionalmente la admiración de mis hermanos y hermanas, ¿de qué me serviría? Terminaría cometiendo muchas malas acciones delante de Dios, perdería toda ocasión de alcanzar la verdad y ser salvado y, al final, solamente podría ser condenado y castigado por Dios. Era como Pablo. Siempre aspiró a que lo admiraran y apreciaran, y siempre pronunciaba palabras y doctrinas elevadas y vacías para presumir. En sus epístolas ninguneaba a Pedro y se enaltecía a sí mismo, atraía a todo el mundo ante él y, como fue lo bastante descarado como para decir que vivía como Cristo, la gente lo trataba como a Dios. Acabó ofendiendo el carácter de Dios y maldecido y castigado por Él. ¿No iba yo por la senda equivocada de Pablo? Al darme cuenta no pude evitar tener miedo. De nuevo pensé en que hice el mal por preservar mi reputación y estatus. Tras formar una camarilla para juzgar y atacar a la hermana Xiang, me sentí en tinieblas e incómodo de inmediato y siempre tenía la sensación de que iba a ocurrir un desastre. Si, no obstante, me negaba a arrepentirme, ¡seguro que Dios me rechazaría y descartaría! ¡En ese momento me di cuenta de lo perjudicial de mi afán por la reputación y el estatus!
Luego leí en la palabra de Dios: “Si alguien dice que ama y busca la verdad, pero, en esencia, el objetivo que persigue es distinguirse, alardear, hacer que la gente piense bien de él y lograr sus propios intereses; y el cumplimiento de su deber no consiste en obedecer o satisfacer a Dios, sino que en cambio tiene como fin lograr prestigio y estatus, entonces su búsqueda no es legítima. En ese caso, cuando se trata de la obra de la iglesia, ¿son sus acciones un obstáculo o ayudan a que avance? Claramente son un obstáculo, no hacen que avance. Todos los que enarbolan la bandera de realizar la obra de la iglesia mientras buscan su propio prestigio y estatus, se ocupan de sus propios asuntos, crean su propio grupito y su propio pequeño reino: ¿acaso esta clase de persona está cumpliendo con su deber? En esencia, todo el trabajo que hacen interrumpe, perturba y perjudica la obra de la iglesia. ¿Cuál es la consecuencia de su búsqueda de estatus y prestigio? En primer lugar, esto afecta la manera en la cual el pueblo escogido de Dios come y bebe de Su palabra y entiende la verdad; obstaculiza su entrada en la vida, les impide ingresar en la vía correcta de la fe en Dios, y los conduce hacia la senda equivocada, lo que perjudica a los escogidos y los lleva a la ruina. Y, en definitiva, ¿qué ocasiona eso a la obra de la iglesia? Causa el desmantelamiento, la interrupción y el perjuicio. Esta es la consecuencia derivada de que la gente busque la fama y el estatus. Cuando cumplen con su deber de esta manera, ¿acaso no puede definirse esto como caminar por la senda de un anticristo? Cuando Dios pide que las personas dejen de lado el estatus y el prestigio, no es que les esté privando del derecho de elegir; más bien es porque, durante la búsqueda de estatus y prestigio, las personas dañan la obra de la iglesia, interrumpen la entrada en la vida de los hermanos y hermanas, e incluso afectan que otros coman y beban de las palabras de Dios con normalidad y que comprendan la verdad y, así, logren la salvación de Dios. Lo más grave es que, cuando la gente persigue su propio prestigio y estatus, tal comportamiento y tales actos pueden caracterizarse como una cooperación con Satanás para dañar y obstruir, en la mayor medida posible, el progreso adecuado de la obra de Dios, e impedir que Su voluntad se lleve a cabo con normalidad entre Su pueblo escogido. En forma deliberada, se oponen y discuten sin sentido con Dios. Esta es la naturaleza de la búsqueda de estatus y prestigio por parte de la gente. El problema de las personas que buscan sus propios intereses es que los objetivos que persiguen son los mismos que los de Satanás, unos objetivos malvados e injustos. Cuando las personas buscan sus intereses personales, como el prestigio y el estatus, se convierten involuntariamente en una herramienta de Satanás, en un canal de este y, además, se convierten en una personificación de Satanás. Desempeñan un papel negativo en la iglesia; el efecto que causan en la obra de la iglesia y en la vida normal de la iglesia y la búsqueda normal del pueblo escogido de Dios es el de perturbar y perjudicar. Causan un efecto negativo” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9: Cumplen con su deber solo para distinguirse a sí mismos y satisfacer sus propios intereses y ambiciones; nunca consideran los intereses de la casa de Dios, e incluso los venden a cambio de su propia gloria (I)). Con la palabra de Dios tuve claro que el afán por la reputación, el estatus y la admiración suponía seguir una senda de maldad. Nada más empezar las supervisoras, tuvieron que seguir el trabajo de varios grupos, así como aprender y dominar los principios y competencias de diversos deberes. Ante estas dificultades, pueden estudiar, destapar problemas y sugerir activamente, lo cual es bueno y beneficioso para el trabajo de la iglesia. Por preservar mi reputación y estatus, no solo no las respaldaé ni cooperé con su trabajo para que pudiéramos buscar juntos la verdad y cumplir bien con el deber, sino que rechacé y ninguneé sus sugerencias adrede y las ataqué hasta que se volvieron negativas y retraídas, no se atrevían a darme consejos e incluso creyeron que no podían servir como supervisoras. También acababa de empezar en su deber el hermano Wang, por lo que necesitaba más sustento y ayuda, pero, con tal de presumir, no ayudé a mi hermano aportando mejoras a su propuesta. Por el contrario, rechacé su plan por inútil, por lo que se sintió limitado, negativo y perplejo en cuanto a qué hacer. Vi que todo lo que hice fue destructivo y fatal. Ataqué a otras personas hasta que se volvieron negativas y no quise cooperar con el trabajo, lo que imposibilitó la continuidad de la labor de la iglesia. ¿Eso no era justo lo que quería Satanás? Hasta entonces no entendí que mi afán de reputación y estatus se basaba en perjudicar los intereses de la iglesia.
Por medio de la introspección, entendí que mi afán de reputación y estatus no hizo más que perjudicar el trabajo de la iglesia y a mis hermanos y hermanas. Me sentí muy negativo por ello. “Si revelé el carácter de un anticristo, ¿eso no me convirtió en un auténtico anticristo? Soy tan corrupto que, ciertamente, no puedo ser salvado. ¿Ha llegado a su fin mi senda de fe en Dios?”. Con dolor, oré a Dios. “¡Dios mío! Para que me admiraran, hice cosas malvadas y perturbé el trabajo de la iglesia. Veo que iba por la senda equivocada, estoy muy negativo y creo que no puedo ser salvado. ¡Dios mío! Te pido que me conduzcas y guíes para poder librarme de mi estado negativo”. Tras orar leí un pasaje de las palabras de Dios. Dios dice: “Debes ser capaz de percibir e identificar claramente a los anticristos. Has de poder distinguir sus diversas manifestaciones, y al mismo tiempo que distingues estas cosas, también debes tener claro cuántos ámbitos de tu naturaleza y esencia son los mismos que los de los anticristos, pues ambos sois el tipo de personas que han sido corrompidas por Satanás; pero mientras que Satanás usa a los anticristos como su atuendo y se han convertido en un medio para él, tú perteneces al tipo de persona que ha sido corrompida por Satanás y todavía te quedan esperanzas de salvación. […] Entonces, ¿con qué mentalidad deberías aceptar estos hechos y manifestaciones? Debes aplicarlos a ti mismo, y reconocer que tienes la naturaleza y la esencia de un anticristo, y luego debes reflexionar sobre si aquello que se manifiesta y revela en ti no es diferente a lo que lo hace en los anticristos. Reconoce primero estos hechos; no finjas ni trates de camuflarte. La senda que recorres es la de los anticristos. No sería una contradicción decir que eres un anticristo; es solo que a la casa de Dios le falta nombrarte como tal, y todavía te concede la oportunidad de arrepentirte. ¿Lo entiendes? Primero acepta y reconoce, y luego acude ante Dios y sé disciplinado y permanece atado; no abandones la luz de la presencia de Dios y Su protección. De esta manera, por un lado, cuando actúes estarás atado por la conciencia y el sentido, y además serás esclarecido y guiado por las palabras de Dios, que también te atarán; por otro lado, el Espíritu Santo también te guiará, y dispondrá que las personas, los asuntos y los objetos que te rodean te impulsen y disciplinen. ¿Cómo te guiará Dios? Dios actúa de muchas maneras. A veces Dios te aporta un sentimiento claro en tu corazón, y tienes la clara sensación de que debes aceptar la crítica y no descarriarte, y que cuando cometes errores le causas vergüenza a Dios, te pones en evidencia ante los demás y entonces te refrenas. ¿Y acaso eso no te protege? Esa es una de las maneras en las que obra Dios. A veces, Él te reprenderá desde dentro: te proporcionará palabras claras, te dirá que actuar así es vergonzoso y despreciable para Dios, y te traerá maldiciones y condenación; habrá palabras claras que te reprendan, que sabrás que se aplican a ti. ¿Y cuál es el objetivo de reprenderte de esta manera? Otorgarte un sentimiento en tu conciencia; cuando tengas este sentimiento, serás consciente del impacto, de las consecuencias y de tu propia vergüenza, y refrenarás tus acciones y tu comportamiento. Después de experimentar mucho de esta manera, descubrirás que, aunque estas actitudes corruptas pueden estar arraigadas dentro de la gente, cuando esta puede aceptar la verdad y ver claramente dichas actitudes corruptas tal y como son, puede entonces abandonar conscientemente la carne. Cuando las personas logran poner en práctica la verdad, sus actitudes satánicas pueden ser purificadas y llegar a cambiar. El carácter satánico del hombre no es indestructible o inmutable; cuando aceptas la verdad y puedes ponerla en práctica, tu carácter satánico se romperá naturalmente y será reemplazado” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 4: Se enaltecen y dan testimonio de sí mismos). Las palabras de Dios me aliviaron mucho y estaba muy conmovido. Creía que, como era tan corrupto, seguro que Dios me detestaría y no me salvaría, pero en Sus palabras percibí Su misericordia. Entendí, además, que los que realmente tienen la esencia de un anticristo nunca cultivan un arrepentimiento sincero. Si eres capaz de comprender que vas por la senda de un anticristo y de arrepentirte sinceramente, puedes ser salvado. También aprendí que el que una persona pueda ser salvada o no depende de la senda que tome. La palabra de Dios me señalaba la senda de práctica. Siempre y cuando admitamos nuestra corrupción, no finjamos ni disimulemos, nos sinceremos conscientemente ante nuestros hermanos y hermanas para revelarnos, confiemos en Dios y renunciemos a nosotros mismos cuando deseemos reputación y estatus, Dios nos guiará y ayudará a despojarnos de nuestro carácter corrupto. En la palabra de Dios descubrí la esperanza de transformar mi carácter. ¡Todavía podía transformarme! Sentí que otra vez tenía fe. Cuando hice el mal para preservar mi reputación y estatus, Dios dispuso que mis hermanos y hermanas me podaran y trataran conmigo, y con Sus palabras me condujo y guio para que me conociera a mí mismo mostrándome claramente mis malas acciones y la senda equivocada que había tomado para que pudiera arrepentirme. Todo esto fue el amor y la salvación de Dios. Sentía que Dios me estaba enseñando personalmente, como un padre estricto o una madre cariñosa. ¡Qué real era la salvación de Dios! Una vez comprendida la voluntad de Dios, ya no quería ir en pos de la reputación y el estatus. Solo quería aspirar a transformar mi carácter y no defraudar las esperanzas de Dios respecto a mí. Más adelante, escribí a la hermana Xiang una carta en la que me sinceré con ella acerca de mis intenciones de por entonces y le pedí disculpas. Luego, cuando la supervisora se percató de que había reflexionado y cambiado un poco, me pidió que continuara haciendo videos.
Tras esta experiencia de fracaso, solía recordarme a mí mismo que no hiciera las cosas como antes y tenía mucho miedo de ir en pos de la reputación y el estatus, o de tratar de presumir y cometer una maldad que perturbara. Sin embargo, cuando realmente me pasaban cosas, aún me costaba quedarme aparte y solo podía practicar después de luchar conmigo mismo. Recuerdo que una vez hizo un video el hermano Wang. Su propuesta me pareció razonable, pero tenía algunas fallas. En ese momento pensé: “Ojalá se me ocurra una propuesta mejor; una vez terminada, recibiré la mayor parte del reconocimiento y la supervisorá sabrá que yo tengo las mejores ideas”. Así pues, rechacé directamente la propuesta del hermano Wang y planteé una nueva y novedosa idea. Cuando oyó aquello el hermano Wang, no sabía qué hacer y estaba perplejo. No se atrevía a continuar con su propuesta, pero tampoco sabía si la mía funcionaría o no, por lo que se estancó donde estaba. Todo ello me resultó muy frustrante. Pensé: “Soy el líder del grupo. ¿Por qué no me haces caso?”. Quise darle todavía más motivos para rechazar su propuesta, pero en ese momento empecé a sentirme muy inquieto. ¿No iba a cometer el mismo error de siempre? Era justo lo que había hecho anteriormente. Para presumir, siempre rechazaba a los demás, lo que perturbaba el trabajo de la iglesia. Sentí algo de miedo, por lo que enseguida oré a Dios. “¡Dios mío! Mi carácter corrupto es demasiado grave. Sin querer, siempre rechazo a los demás y presumo para que me admiren. ¡Dios mío! Te pido que maldigas mi carácter corrupto y me guíes por la senda de búsqueda de la verdad”. Después de orar leí un pasaje de la palabra de Dios. Dios dice: “Si insistes en tomar la senda de los anticristos y la sigues hasta el final, y aun así no crees que esto sea un problema, y no estás dispuesto a arrepentirte, y continúas tercamente actuando de la misma manera, compitiendo con los líderes y obreros por el protagonismo y los beneficios, tratando de ser más excepcional que los demás, diferente al resto, mejor que cualquiera con el que estés, entonces eso supone un problema. Si buscas con obstinación el prestigio y el estatus, si te niegas a arrepentirte, eres un anticristo y tu destino es ser castigado. Las palabras de Dios, la verdad, la conciencia y la razón, si nada de esto provoca algo en ti, entonces estás destinado a terminar igual que un anticristo, ¡ya es imposible salvarte, es imposible liberarte! Que las personas puedan salvarse o no, y puedan recorrer la senda de temer a Dios y rehuir el mal, depende de que se exprese en ellas un verdadero arrepentimiento una vez que se hayan conocido a sí mismas, de su actitud hacia la verdad y de la senda que elijan. Si no abandonas la senda de los anticristos, sino que eliges satisfacer tus propias ambiciones y deseos, y desafías abiertamente la verdad y te resistes a Dios, entonces no tienes remedio” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 4: Se enaltecen y dan testimonio de sí mismos). Las palabras de Dios son clarísimas. Que Dios te salve o no depende de si puedes arrepentirte realmente una vez que te conozcas. Como mi corrupción era profunda y siempre revelaba mi carácter satánico, ello dependía de si era capaz de traicionar mis intenciones incorrectas y practicar la verdad. Recapacité: “No puedo seguir hablando y actuando desde mi carácter corrupto. Debo hacer lo contrario, renunciar a mi imagen y estatus y cumplir con el deber de manera realista. Dado que la propuesta del hermano Wang era razonable. Debería haberle aportado mejoras y refinaciones y haberme esmerado por convertirla en un producto terminado. Este era el deber que debía cumplir. También era lo que quería Dios”. Cuando lo reconocí, dejé de rechazar la propuesta del hermano Wang. En cambio, le señalé los problemas de aquella y le comenté las sugerencias que creía que serían útiles. Cuando acabé de hablar, él tenía una senda, aceptó gustoso mis sugerencias y las utilizó. Tras practicar así, me sentía especialmente tranquilo y seguro. Después, cuando sucedían cosas similares, aunque aún revelaba cosas así, de forma consciente era capaz de orar a Dios, de renunciar a mí mismo y de escuchar consejos razonables de mis hermanos y hermanas. Paulatinamente descubrí que todo hermano y hermana tiene puntos fuertes. Asimismo, soy capaz de apreciar el valor de las propuestas ajenas y brindo consejos de mejora basados en ellas. También animo a mis hermanos y hermanas a hacer las cosas a su modo. Cuando coopero de esta manera, mis hermanos y hermanas se sienten más relajados y tranquilos, y yo también me siento mucho más seguro. ¡Gracias a Dios!