Lo que se oculta realmente tras el trabajo descuidado
Hace un tiempo, la hermana que revisaba los vídeos me señaló que últimamente la calidad de los míos no era muy buena, y que había encontrado muchos problemas en ellos. Dijo que si estaba más atenta mientras hacía los vídeos, podría detectar algunos, y así no tendrían que corregirse después. Me dijo que fuera más cuidadosa y atenta al cumplir mi deber. Asentí, pero pensé para mí misma: “No estaba segura de que fueran problemas graves. ¿Y si al final malgastaba mi tiempo y energía en arreglar unos errores sin importancia? Eso sería muy improductivo. Mis habilidades ya dejan que desear, ahora, para arreglar estos problemas, tendré que investigar, y no es seguro que los resuelva, así que ¿por qué intentarlo? Además, aún tengo muchos vídeos por hacer, ¿de dónde sacaré el tiempo para arreglar al detalle todos esos problemas? Vosotros sois más hábiles y mejores que yo detectando problemas, ¿no puedo arreglar los problemas cuando los encontréis? Tampoco es tanta molestia”. Así sin más, ignoré las advertencias de mi hermana. Más tarde, cada vez que me topaba con un problema que me generaba dudas, no quería malgastar tiempo o energía pensando en él o buscando los principios. Siempre dejaba que el revisor los resolviera. A veces me sentía un poco intranquila: “¿Estoy siendo superficial al cumplir así con mi deber?”. Pero reprimía rápidamente estos reproches de mi conciencia con excusas: “lo hago para que el trabajo avance. Si me faltan habilidades, dejaré que otros lo miren. No quiero perder el tiempo a ciegas en estos problemas”. Más tarde, la revisora me decía una y otra vez que los vídeos que hacía eran toscos y tenían muchos problemas. Cuando lo oí, dije que sí sin sentirlo. En el fondo, no lo había aceptado.
Fue cuando la líder de grupo dijo expresamente: “Hay demasiados problemas en tus vídeos, no arreglas los que claramente puedes arreglar, sino que se los endosas a la hermana revisora. Estás siendo descuidada e irresponsable en el cumplimiento de tu deber. Normalmente, no llevaba mucho tiempo revisar un vídeo, pero como tu trabajo es tan tosco e incluso no arreglas algunos problemas evidentes, revisar tus vídeos lleva el doble de tiempo e incluso más. ¿No crees que es una molestia?”. La líder de grupo también explicó: “Para hacer un buen trabajo debes ser cuidadosa y detallista, e intentar dar lo mejor de ti al cumplir tu deber. Si todo el mundo es irresponsable y se limita a cargar cada problema a otra persona, le presionará, y también retrasará el progreso general del trabajo”. Al principio, seguí intentando excusarme, pero, en mi interior, sabía que Dios había permitido que la líder de grupo me señalara esto. Pensé en que la hermana que revisaba los vídeos me había advertido varias veces, pero nunca me lo había tomado en serio. Este tipo de actitud descuidada por mi parte sí que era problemática.
Después, leí un ensayo testimonial, y algunos pasajes de la palabra de Dios citados en él me conmovieron mucho. Dios Todopoderoso dice: “¿Qué significa estar harto de la verdad? Que frente a cualquier cosa relacionada con las cosas positivas, con la verdad, con lo que pide Dios y con Su voluntad, la gente no tiene interés: en algunas ocasiones, tiene aversión a estas cosas, y en otras, es distante respecto a ellas; otras veces tiene una actitud de irreverencia e indiferencia, las considera carentes de importancia y es falsa y superficial hacia ellas o no se responsabiliza por ellas” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El auténtico autoconocimiento es el conocimiento de los seis tipos de actitudes corruptas). “Dios no odia la poca aptitud de la gente, su necedad ni que tenga un carácter corrupto. ¿Qué es lo que más aborrece Dios en la gente? Que esté harta de la verdad. Si estás harto de la verdad, solamente por eso, Dios nunca se deleitará en ti. Esto es inamovible. Si estás harto de la verdad, si no la amas, si tu actitud hacia ella es ser indiferente, despectivo, orgulloso, o incluso de repulsa, resistencia y rechazo… Si tienes estas conductas, Dios te desprecia totalmente y estás acabado, sin posibilidad de salvarte. Si realmente amas la verdad en tu corazón, pero tienes bastante poca aptitud y careces de perspicacia, además de ser un poco necio; si a veces cometes errores, pero no tienes la intención de hacer el mal, y simplemente has hecho algunas tonterías; si estás dispuesto a escuchar de corazón la comunicación de Dios sobre la verdad, y anhelas sinceramente la verdad; si la actitud que adoptas en tu trato con la verdad y las palabras de Dios es de sinceridad y anhelo, y puedes atesorar y apreciar las palabras de Dios, con eso basta. A Dios le gustan esas personas. Aunque a veces seas un poco necio, a Dios le sigues gustando. Dios ama tu corazón, que anhela la verdad, y ama tu actitud sincera hacia la verdad. Por lo tanto, Dios tiene misericordia de ti y siempre te muestra Su favor. Él no tiene en cuenta tu poca aptitud ni tu necedad, ni tampoco tus transgresiones. Como tu actitud hacia la verdad es sincera y entusiasta y tu corazón es sincero, entonces, como tu corazón y actitud son lo que Dios valora, siempre será misericordioso contigo, y el Espíritu Santo obrará en ti y tendrás esperanzas de salvación. Por el contrario, si eres duro de corazón y autocomplaciente, si estás harto de la verdad, nunca estás atento a las palabras de Dios ni a todo lo que implica la verdad y eres hostil y desdeñoso desde el fondo de tu corazón, ¿cuál es la actitud de Dios hacia ti? De asco, repugnancia y constante ira” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Comprender la verdad es lo más importante para cumplir bien con el deber). Cuando leí la palabra de Dios, comprendí por qué desde un principio reconocí que estaba desatendiendo y descuidando mi deber, pero nunca me lo tomé en serio. Resultaba que yo estaba harta de la verdad y tenía un carácter intransigente. Mi hermana me había advertido varias veces que mis vídeos eran toscos y que debía tener más cuidado. Esto era algo bueno, me estaba ayudando. Yo asentía verbalmente a lo que me decía, pero nunca de corazón. Incluso, en mi mente, siempre me excusaba. Esta actitud irreverente mostraba que estaba harta de la verdad, y esto era aborrecible para Dios. Si siempre trataba a las personas y cosas a mi alrededor con esta actitud irreverente y despectiva, entonces, sin importar las veces que alguien intentara avisarme o ayudarme, no crecería ni obtendría nada de ello. Las palabras de Dios son muy claras. La ignorancia, una mala aptitud y un carácter corrupto no son enfermedades letales, pero si tienes un corazón intransigente, estás harto de la verdad, siempre tratas las situaciones dispuestas por Dios con una actitud irreverente y rebelde, y no buscas la verdad ni aprendes lecciones, no podrás alcanzar la verdad ni ser salvado por Dios. Si no me arrepentía ni corregía mis modos, no solo estaría cumpliendo mal mi deber, sino que al final sería descartada por Dios. Al darme cuenta de esto fue cuando sentí verdadero miedo. Ya no podía tener este tipo de actitud descuidada en mi deber. Tenía que apresurarme, hacer introspección y arrepentirme ante Dios. Durante unos días, a menudo oré a Dios pidiéndole que me esclareciera y me ayudara a conocerme a mí misma. También comía y bebía atentamente las palabras de Dios sobre este tema.
Un día, leí estas palabras de Dios. “La verdad es que no es muy difícil cumplir bien con el deber. Solo es cuestión de tener conciencia y razón, de ser recto y diligente. Hay muchos incrédulos que trabajan con ahínco y, por ende, llegan a tener éxito. Si no saben nada de los principios de la verdad, ¿cómo les va tan bien? Porque son cautos y diligentes, por lo que pueden trabajar con ahínco, ser meticulosos y hacer las cosas fácilmente. Ningún deber de la casa de Dios es muy difícil. Mientras te vuelques de corazón en él y te emplees a fondo, puedes hacer un buen trabajo. Si no eres recto ni diligente en nada de lo que haces, si siempre procuras ahorrarte problemas, si siempre eres superficial y sales del paso en todo, si no cumples bien con el deber, lías las cosas y, con ello, perjudicas a la casa de Dios, eso implica hacer el mal, lo que se convierte en una transgresión que disgusta a Dios. En los momentos clave de la difusión del evangelio, si no logras buenos resultados en el deber y no desempeñas un papel positivo, o si interrumpes y perturbas, por supuesto que disgustarás a Dios, Él te descartará y perderás tu oportunidad de salvación. ¡Lo lamentarás eternamente! Tu única oportunidad de salvación es que Dios te enaltezca por cumplir con tu deber. Si eres irresponsable, te lo tomas a la ligera y sales del paso, esa es la actitud con la que consideras la verdad y a Dios. Si no eres mínimamente sincero ni obediente, ¿cómo podrás recibir la salvación de Dios? El tiempo es auténtico oro en este momento; cada día y cada segundo son cruciales. Si no buscas la verdad, si no te centras en la entrada en la vida, si sales del paso y engañas a Dios en el deber, ¡es algo realmente insensato y peligroso! Tan pronto como disgustes a Dios y Él te descarte, el Espíritu Santo ya no obrará en ti y no habrá vuelta atrás” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). “¿A qué clase de personas salva Dios? Se podría decir que todas ellas tienen conciencia y razón, y son capaces de aceptar la verdad, pues solo aquellas que tienen conciencia y razón pueden aceptar y amar la verdad y, siempre que la comprendan, practicarla. Las personas inconscientes e irracionales son las que carecen de humanidad; comúnmente decimos que carecen de virtud. ¿Cuál es la naturaleza de la ausencia de virtud? Una naturaleza sin humanidad, indigna de ser denominada humana. Como dice el refrán, se puede carecer de todo menos de virtud; sin ella, estás acabado y dejas de ser humano. Fíjate en esos demonios y reyes diablos que se esfuerzan al máximo por rebelarse contra Dios y hacer daño a Su pueblo escogido. ¿No carecen de virtud? Verdaderamente, sí” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Aunque había visto estos pasajes de la palabra de Dios en el pasado, nunca los había usado para reflexionar seriamente sobre mí misma. Al leerlos de nuevo, me sentí realmente conmovida. Claro, Dios no me pide mucho ni me exige más allá de mis capacidades, Dios no espera que haga vídeos totalmente perfectos, solo que sea diligente y meticulosa, y que dé lo mejor de mí. Aunque mis habilidades son limitadas, y hay algunos problemas que no acabo de entender, si doy lo mejor de mí, ya habré cumplido mi responsabilidad. ¿Pero qué estaba haciendo? Había algunos problemas que claramente podía haber detectado. Solo tenía que pensar con cuidado y dedicar algo de tiempo a solucionarlos, pero no quise esforzarme. Para ahorrarme problemas, les endosaba el trabajo a otros. Así, evitaba sufrimientos y problemas y podía seguir sacando el trabajo adelante. Se me daba demasiado bien ser superficial y holgazanear. Parecía que había hecho un cierto número de vídeos y que el trabajo era eficiente, pero en realidad, eran otros los que se esforzaban por solucionar estos problemas. Yo tan solo holgazaneaba. Realmente era el tipo de persona que Dios describía, carente de virtud y humanidad. Supuestamente, había hecho esos vídeos, pero en realidad, no sabía cuánto tiempo había hecho malgastar a los demás en ellos. Revisar un vídeo solo debería llevar una hora, pero otros tardaban el doble o más en revisar mis vídeos. Los demás ya tenían sus propios deberes, y yo les añadí mucha más carga y retrasé el progreso del trabajo en general. Lo que estaba haciendo perjudicaba a los demás para beneficiarme a mí misma. Mi hermana me había recordado muchas veces que me tomara más en serio mi deber y que tuviera más cuidado, pero nunca la tomé en serio, e incluso me excusaba por actuar de forma tan superficial. Yo decía que lo hacía por la productividad y la eficiencia laboral. ¡En realidad estaba siendo muy irresponsable! De veras, me faltaban habilidades para resolver algunos problemas, pero podría haberlos discutido con mis hermanos y hermanas y así los habría arreglado en parte. Así no estaría endosándoles todos mis problemas a otras personas. Pero ni siquiera estaba dispuesta a pagar ese precio, ¡realmente me faltaba humanidad! Entonces, leí más de las palabras de Dios: “No importa qué trabajo realicen algunas personas o qué deber desempeñen, son incapaces de hacerlo con éxito, les supone demasiado, son incapaces de cumplir con cualquiera de las obligaciones o responsabilidades que las personas deberían cumplir. ¿Acaso no son basura? ¿Siguen siendo dignas de ser llamadas personas? Salvo los mentecatos, los discapacitados mentales y los que sufren deficiencias físicas, ¿hay alguien vivo que no deba cumplir con sus obligaciones y responsabilidades? Pero esta clase de persona siempre está conspirando y jugando sucio, y no desea cumplir con sus responsabilidades; esto implica que no desea comportarse como corresponde a una persona. Dios le concedió aptitud y dones, le dio la oportunidad de ser un ser humano, sin embargo no sabe usar esto para cumplir con su deber. No hace nada que no sea desear disfrutarlo todo. ¿Es una persona así apta para ser llamada ser humano? No importa el trabajo que se le asigne —sea importante u ordinario, difícil o sencillo—, siempre es descuidada y superficial, siempre es perezosa y escurridiza. Cuando surgen problemas, intenta hacer recaer la responsabilidad en otras personas; no adopta responsabilidades, con el deseo de seguir viviendo su vida parasitaria. ¿Acaso no es basura inútil? En la sociedad, ¿quién no ha de depender de sí mismo para sobrevivir? Una vez que una persona ha llegado a la edad adulta, debe mantenerse a sí misma. Sus padres han cumplido con su responsabilidad. Incluso si sus padres estuvieran dispuestos a mantenerla, se sentiría incómoda por ello, y debería ser capaz de admitir: ‘Mis padres han terminado su labor de crianza. Soy un adulto y estoy sano, debería ser capaz de vivir de manera independiente’. ¿No es este el sentido mínimo que debe tener un adulto? Si alguien tiene de verdad razón, no podría seguir gorroneando de sus padres; tendría miedo de que los demás se rieran, de que lo avergonzaran. Entonces, ¿tiene sentido un vago que no hace nada? (No). Siempre quiere algo a cambio de nada, nunca quiere asumir la responsabilidad, busca beneficiarse sin esfuerzo, quiere tres buenas comidas al día y que alguien lo atienda, que la comida sea deliciosa, todo ello sin hacer ningún trabajo. ¿Acaso no es esta la mentalidad de un parásito? Y las personas que son parásitos, ¿tienen conciencia y razón? ¿Tienen dignidad e integridad? En absoluto; son todos unos gorrones inútiles, bestias sin conciencia ni razón. Ninguno de ellos es apto para permanecer en la casa de Dios” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros). Cuando leí las palabras de Dios, mi cara se sonrojó. En la vida, toda persona tiene responsabilidades, un deber que cumplir. Si ni siquiera podemos ocuparnos de nuestras propias responsabilidades, entonces, somos realmente personas inútiles e inservibles. ¿Acaso no es lo que yo era? Yo era la responsable de hacer esos vídeos, y debería haber hecho todo lo posible para que se hicieran bien. Esa era mi responsabilidad. No podía hacerlo sin cuidado solo porque alguien los iba a revisar. Al hacer eso estaba siendo superficial, holgazaneando, tratando de eludir mis responsabilidades, y buscando excusas para pasar estas responsabilidades a otros. Me pregunté a mí misma: “He endosado estas responsabilidades a otros, entonces, ¿qué papel estoy desempeñando realmente? Mi aptitud siempre ha sido mediocre, y mis habilidades son limitadas. Si no me esfuerzo y no quiero pagar un precio, entonces, ¿cómo puedo cumplir con mi deber correctamente?”. Durante estos años que había creído en Dios, había disfrutado mucho de Su gracia. Ahora ni siquiera cumplía con los deberes que podía hacer correctamente, realmente no tenía conciencia ni sentido común, ¡carecía de humanidad por completo! Las personas que tienen humanidad, que tienen integridad, saben que deben mostrar consideración por la voluntad de Dios, hacer sus deberes correctamente, y corresponder Su amor. Incluso si no entienden mucho sobre la verdad y no pueden hacer ninguna gran obra, al menos pueden cumplir con sus obligaciones, y cumplir seriamente con su función como una de las creaciones de Dios. Pero para ahorrarme problemas, fui superficial en el cumplimiento de mi deber. El trabajo, obviamente, no era muy difícil, pero aun así aproveché cualquier oportunidad para holgazanear. Realmente era una persona evasiva, sin dignidad ni integridad. Tras reflexionar sobre esto, me sentí muy arrepentida, y no quería seguir siendo tan superficial. Solo deseaba cumplir atentamente con mi deber, y ocuparme de mis responsabilidades.
Entonces leí unas palabras de Dios. “Hay quienes no están dispuestos a sufrir en absoluto en el deber, que siempre se quejan cada vez que se topan con un problema y que se niegan a pagar un precio. ¿Qué actitud es esa? Una actitud superficial. ¿Cuál es la consecuencia de cumplir con el deber de forma superficial, tratándolo a la ligera? El desempeño deficiente en el deber, aunque sepas hacerlo bien: tu desempeño no estará a la altura y Dios no estará satisfecho con tu actitud hacia el deber. Si hubieras sido capaz de orar a Dios, de buscar la verdad y de poner todo tu corazón y toda tu mente en ello, si hubieras sido capaz de cooperar así, Dios lo habría preparado todo para ti de antemano, para que todo encajara en su lugar cuando tú lo hicieras y los resultados fueran buenos. No hace falta que ejerzas mucha fuerza; si no escatimas esfuerzos en cooperar, Dios ya lo habrá dispuesto todo para ti. Si eres ladino y traicionero, si eres indiferente hacia el deber y siempre te descarrías, Dios no actuará; perderás la ocasión y Dios dirá: ‘No eres lo suficientemente bueno; eres un inútil. Apártate. Te gusta ser ladino y traicionero, ¿no? Te gusta ser perezoso y tomártelo con calma, ¿no? ¡Pues tómatelo con calma para siempre!’. Dios concederá esta gracia y esta oportunidad a otra persona. ¿Qué opináis? ¿Esto es una pérdida o una ganancia? (Una pérdida). ¡Una enorme pérdida!” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Cuando detectaba problemas durante el proceso de creación de vídeo y me sentía insegura al respecto, si hubiera sido diligente y pagado un precio, si hubiera orado y buscado, Dios me habría esclarecido y guiado para entender el quid del problema. Entonces habría seguido mejorando en mi deber y habría podido suplir mis carencias. Habría ganado y progresado tanto en mis habilidades como en la entrada en la vida. Pensé en que, cuando detectaba un problema, intentaba endosárselo a los demás. Al final, ellos obtendrían algo de esto a través de la búsqueda y la reflexión, seguirían mejorando en sus deberes y progresando en sus vidas, mientras que yo me limitaba a completar tareas, sin obtener nada. ¿Acaso no estaba siendo muy insensata? Al final era yo quien salía perdiendo. Es más, a Dios le disgusta la actitud con la que afronté mi deber, la odia, por lo que Él no me esclarecía ni me iluminaba. Por ello, estaba ciega y no podía resolver los problemas. Si no me arrepentía, no solo no cambiaría en nada mi carácter vital, sino que nunca avanzaría en mi deber. Si nadie hubiera revisado y comprobado mi trabajo y yo lo hiciera todo mal, ¿acaso eso no me convertiría en una inútil? Tras considerarlo, comprendí que al ser superficial y holgazanear, no solo estaba engañando a Dios y retrasando el trabajo de la iglesia, sino que también me autoengañaba y me llevaba a la ruina. Ese pensamiento me hizo muy infeliz, yo solo quería cumplir atentamente con mi deber y asumir mis responsabilidades en el futuro, y no buscar más excusas para holgazanear o actuar con superficialidad. Después, leí la palabra de Dios. “Cuando las personas tienen un carácter corrupto, a menudo son superficiales y descuidadas a la hora de cumplir con su deber. Entre todos los problemas, este es de los más graves. Si la gente quiere cumplir con su deber adecuadamente, primero debe abordar este problema de superficialidad y descuido. Mientras tengan una actitud tan superficial y descuidada, no podrán cumplir con su deber adecuadamente, por lo que resolver el problema de la superficialidad y el descuido es de vital importancia. Entonces, ¿cómo deben practicar? En primer lugar, han de resolver el problema de su estado de ánimo; han de enfocar su deber correctamente, y hacer las cosas con seriedad y sentido de la responsabilidad, sin ser astutos ni superficiales. El deber se realiza para Dios, no para una persona; si las personas son capaces de aceptar el escrutinio de Dios, se hallarán en el estado mental correcto. Es más, después de hacer algo, la gente debe examinarlo y reflexionar sobre ello, y si tienen alguna duda en su corazón, y después de un análisis detallado, descubren que en verdad hay un problema, entonces deben hacer cambios. Una vez los hayan hecho, ya no albergarán ninguna duda en su corazón. Cuando las personas tienen dudas, esto evidencia que existe un problema, y deben examinar minuciosamente lo que han hecho, sobre todo en las etapas clave. Esa es una actitud responsable para cumplir con el deber propio. Cuando una persona puede ser seria, asumir las responsabilidades, y dedicar todo su corazón y sus fuerzas, el trabajo se hará apropiadamente. A veces estás en un estado mental equivocado, y no puedes encontrar ni descubrir un error que está claro como el agua. Si estuvieras en el estado mental correcto, entonces, con el esclarecimiento y la guía del Espíritu Santo, serías capaz de identificar el problema. Si el Espíritu Santo te guiara y te otorgara una conciencia, permitiéndote sentir claridad en el corazón y saber dónde reside el error, entonces serías capaz de corregir la desviación y esforzarte por la verdad. Si estuvieras en un estado mental equivocado, distraído y descuidado, ¿serías capaz de notar el error? No lo serías. ¿Qué observamos con esto? Muestra que para cumplir bien con tu deber es muy importante que la gente coopere, e igual de importantes son sus marcos mentales y donde dirigen sus pensamientos e intenciones. Dios escudriña a las personas y puede ver en qué estado mental están mientras cumplen con su deber y cuánta energía utilizan. Es crucial que las personas dediquen todo su corazón y todas sus fuerzas a lo que hacen. La cooperación es un componente crucial. Solo si las personas se afanan en no tener remordimientos de los deberes que han completado y las cosas que han hecho, en no estar en deuda con Dios, actuarán con todo su corazón y todas sus fuerzas” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). “Supongamos que la casa de Dios te asigna un trabajo, y tú dices: ‘Sea o no este trabajo una oportunidad de sobresalir, ya que se me ha asignado, lo haré bien. Asumiré esta responsabilidad. Si me asignan a recepción, lo daré todo por hacer bien ese trabajo; atenderé bien a los hermanos y hermanas, y no dejaré que surjan problemas. Si se me asigna la predicación del evangelio, me dotaré de la verdad, lo predicaré con amor y cumpliré bien con mi deber. Si se me asigna el aprendizaje de un idioma extranjero, lo estudiaré con diligencia, me esforzaré en ello y lo aprenderé bien cuanto antes, en uno o dos años, para poder dar testimonio de Dios a extranjeros. Si se me asigna la redacción de artículos, me formaré a conciencia para ello; aprenderé el lenguaje y, aunque no sepa redactar artículos con una prosa hermosa, al menos sabré exponer las cosas con claridad, enseñar de modo comprensible la verdad y dar sincero testimonio de Dios, de modo que, cuando la gente lea mis artículos, resulte edificada y beneficiada. Sea cual sea el trabajo que la iglesia me asigne, lo asumiré de todo corazón y con todas mis fuerzas, y si hay algo que no entiendo o surge un problema, buscaré la verdad, oraré a Dios, comprenderé los principios de la verdad y lo haré bien. Sea cual sea mi deber, aprovecharé todo lo que tengo para realizarlo bien y satisfacer a Dios. En todo lo que pueda lograr, haré todo lo posible por asumir toda la responsabilidad que me corresponda y, como mínimo, no iré en contra de mi conciencia y mi razón, no seré negligente y superficial, no seré astuto y holgazán, ni disfrutaré de los frutos del trabajo de otros. Nada de lo que haga estará por debajo de los criterios de la conciencia’. Este es el criterio mínimo de la conducta humana, y quien cumpla con el deber de esa manera puede calificarse de persona concienzuda y razonable. Como mínimo, debes tener la conciencia tranquila en el cumplimiento del deber y sentir al menos que te ganas tus tres comidas diarias y no las gorroneas. Esto se llama sentido de la responsabilidad. Tengas mucha o poca aptitud, y comprendas o no la verdad, debes tener esta actitud: ‘Ya que se me ha asignado este trabajo, debo tomármelo en serio; debo convertirlo en mi preocupación y hacerlo bien de todo corazón y con todas mis fuerzas. En cuanto a si sé hacerlo a la perfección o no, no puedo atreverme a dar una garantía, pero mi actitud es que haré todo lo posible por hacerlo bien y, desde luego, no seré negligente y superficial al respecto. Si surge un problema, debo asumir la responsabilidad en ese momento, aprender una lección de ello y cumplir bien con mi deber’. Esta es la actitud correcta. ¿Tenéis vosotros esa actitud?” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros). Al leer la palabra de Dios, encontré una senda de práctica. Debía mantener un corazón serio y responsable mientras cumplía con mi deber, y ser cuidadosa al hacer cada vídeo. Si me sentía insegura sobre algo, tenía que examinarlo y ponderarlo con más detenimiento. Aunque a veces no fuera capaz de resolverlo por mí misma, podía hablarlo con algunos hermanos y hermanas con más capacidades y luego hacer todo lo posible para resolver los problemas. Solo si cumplía así con mi deber podría obtener el esclarecimiento de Dios. Tras considerarlo, llevé a cabo conscientemente esta senda de práctica. Cuando detectaba algunos problemas difíciles y quería volver a holgazanear y endosárselos a otros, oraba y ya no quería ser superficial en mi deber. Sabía que tenía que ocuparme de las responsabilidades que pudiera. No podía volver a hacer algo que disgustara a Dios. Así que tomaba los problemas que no podía resolver y los discutía con los demás, y, gracias a hablarlo con todos, pude resolver algunos problemas y aprendí mucho. Antes, cuando detectaba un problema, no lo meditaba y se lo endosaba a otra persona. Cuando los demás me comentaban un problema, me limitaba a seguir sus indicaciones, no tenía ninguna idea propia, y cuando terminaba un vídeo, no había ganado nada. Pero cuando otros señalaban un problema sobre el que yo había reflexionado detenidamente, sentía que ganaba mucho. Después de practicar así durante algún tiempo, mis habilidades habían mejorado un poco, y había menos problemas con mis vídeos que antes. También era un poco más eficiente en mi deber. Recién ahora siento que, mientras cumpla con mi deber atentamente y me ocupe de mis responsabilidades me sentiré tranquila y a gusto, ganaré mucho y progresaré. La entrada en la vida comienza realmente con el cumplimiento diligente de nuestro deber. ¡Gracias a Dios!