La desvergüenza de presumir
Por Xinping, ChinaHace un año, me trasladaron a otra iglesia. Para empezar, la verdad es que no encajaba, porque había sido líder en mi...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
En noviembre de 2020, comencé a practicar el riego de los nuevos fieles. Poco tiempo después, la líder me pidió que me encargara de acoger las reuniones del grupo. Pensé: “Parece que la líder me valora, ¿podría ser que me esté cultivando? Si trabajo duro, tal vez consiga que me den un ascenso”. Así que, cada vez que veía que alguien del grupo planteaba un problema, respondía activamente. Cuando veía a nuevos hermanos y hermanas que no entendían algo, los ayudaba con entusiasmo. Más tarde, el grupo tenía que elegir a dos líderes, y pensé: “Aunque no he estado haciendo este deber por mucho tiempo, soy una miembro importante del grupo, la líder me ha asignado cada vez más nuevos fieles para regar y todos me tienen en alta estima, así que deberían elegirme líder, ¿verdad?”. Pero, para mi sorpresa, eligieron líderes a dos hermanas que llevaban menos tiempo que yo regando a los nuevos fieles. Además, cuando estas dos hermanas llegaron por primera vez, fui yo la que les enseñó los principios relacionados con cómo desempeñar ese deber. En cuanto a los principios, no entendían más que yo y, en cuanto a la cantidad de personas que habían regado y los resultados de sus deberes, estaban muy por debajo de mí. ¿Por qué las habían elegido a ellas en lugar de a mí? ¿Qué pensarían de mí los hermanos y hermanas? ¿Dirían que era peor que estas hermanas que acababan de llegar? Cuanto más lo pensaba, más resentida y agraviada me sentía. Durante los días siguientes, no podía dejar de pensar en el asunto, incluso mientras comía o dormía, y simplemente no era capaz de sosegar mi corazón. Sentía que, por mucho que hiciera o sufriera, nadie lo notaba y todo era en vano. Tras eso, aunque seguí haciendo mi deber, perdí la motivación. Cuando veía que alguien en el grupo planteaba un problema, no me molestaba en responder. Pensaba: “No soy la líder, ¿por qué tengo que tomarme el trabajo de hablar? Tarde o temprano, alguien responderá de todas formas”. Cuando los hermanos y hermanas me pedían que acogiera una reunión, no quería hacerlo. Pensaba: “¿Qué sentido tiene? Acoger reuniones no representa ningún estatus real y nadie pensará bien de mí por hacerlo. Además, si no puedo compartir una comprensión vivencial práctica durante la reunión, puede que piensen que no tengo realidades-verdad y me menosprecien. Es realmente un trabajo muy ingrato”. Pensaba mucho en el asunto, pero realmente no quería hacer ese deber. Sin embargo, sentía que rechazarlo significaría que no me sometía, así que lo aceptaba a regañadientes. Tras eso, quedé en un estado de apatía e indiferencia y no tenía sentido de carga hacia el trabajo. De a poco, los deberes me parecieron cada vez más difíciles y, cuando los nuevos fieles enfrentaban dificultades o tenían nociones sobre la obra de Dios, no sabía cómo compartir la verdad para resolver estos problemas. Cada vez más nuevos fieles dejaron de asistir de forma habitual a las reuniones y no avancé en absoluto en mi entrada en la vida. Cada día, me limitaba a hacer mis deberes de manera superficial y mecánica. Cuando oí el himno titulado “Creer en Dios pero no ganar la vida lleva al castigo”, tuve una gran sensación de desasosiego en el corazón, como si fuera a mí a la que castigarían si seguía así, y tenía el corazón realmente atormentado.
Mi estado llegó a ser tan malo que sentí que ya no podía aguantar más, así que me sinceré y hablé sobre mi estado con la líder. La líder me leyó un pasaje de las palabras de Dios: “En vuestra búsqueda tenéis demasiadas nociones, esperanzas y futuros individuales. La obra presente es para podar vuestro deseo de estatus y vuestros deseos extravagantes. Las esperanzas, el estatus y las nociones son, todos ellos, representaciones clásicas del carácter satánico. […] Ahora sois seguidores, y habéis obtenido cierto entendimiento de esta etapa de la obra. Sin embargo, todavía no habéis dejado a un lado vuestro deseo de estatus. Cuando vuestro estatus es alto buscáis bien, pero cuando es bajo, dejáis de buscar. Las bendiciones del estatus siempre están en vuestra mente. ¿Por qué la mayoría de las personas no pueden desprenderse de la negatividad? ¿Acaso la respuesta invariable no es que se debe a las perspectivas sombrías? […] Cuanto más busques de esta forma, menos recogerás. Cuanto mayor sea el deseo de estatus en la persona, mayor será la seriedad con la que sea podada y mayor refinamiento el que tendrá que experimentar. ¡La gente así no vale nada! Tiene que ser podada y juzgada lo suficiente como para que renuncie a estas cosas por completo. Si buscáis de esa manera hasta el final, nada recogeréis. Aquellos que no buscan la vida no pueden ser transformados, y aquellos que no tienen sed de la verdad no pueden ganar la verdad. No te centras en buscar la transformación ni en la entrada personales, sino que en su lugar te concentras en deseos extravagantes y en las cosas que limitan tu amor por Dios y previenen que te acerques a Él. ¿Pueden transformarte esas cosas? ¿Pueden introducirte en el reino?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Por qué no estás dispuesto a ser un contraste?). Después de leer las palabras de Dios, la líder me recordó: “Cuanto más peso le damos al estatus, más situaciones dispone Dios para revelarnos y podarnos, lo que nos permite reconocer que nuestras opiniones sobre la búsqueda no son correctas y corregirlas a tiempo. ¿Has reflexionado sobre por qué los hermanos y hermanas no te eligieron líder del grupo? ¿Cuáles son exactamente tus problemas? Cuando no te eligieron líder del grupo, perdiste la motivación para cumplir tu deber. ¿No demuestra eso que persigues el estatus? Siempre lo persigues y haces las cosas en pos de las apariencias. Incluso si recibieras estatus, ¿podrías hacer bien el trabajo?”. Fue a través de la advertencia de la líder que comencé a hacer introspección a la luz de las palabras de Dios. Cuando comencé a cumplir este deber, la líder me pedía a menudo que acogiera reuniones y la cantidad de nuevos fieles que me asignaban para regar no paraba de crecer. Sentía que me valoraban y me veían como alguien a quien estaban ascendiendo y cultivando, por lo que estaba muy motivada en mi deber. Tanto cuando compartía en las reuniones como cuando regaba a los nuevos fieles, sentía un gran sentido de carga. Pero, más tarde, eligieron líderes del grupo a dos hermanas que llevaban menos tiempo que yo regando a los nuevos fieles y me sentí descorazonada. Sentí que la líder las valoraba y que los hermanos y hermanas las admiraban, mientras que ni siquiera importaba si yo estaba en el grupo o no, por lo que mi motivación para cumplir con mi deber se esfumó de repente y ya no me molesté en atender los asuntos del grupo. Sobre todo, cuando los hermanos y hermanas me elegían para acoger las reuniones, pensaba que este deber era insignificante y que no me permitiría ganarme la admiración y el aprecio de los demás, así que me limitaba a cumplirlo de manera superficial. Fue en ese momento que vi que mi estado era exactamente como expuso Dios: “Cuando vuestro estatus es alto buscáis bien, pero cuando es bajo, dejáis de buscar. Las bendiciones del estatus siempre están en vuestra mente”. Lo que perseguía eran la reputación y el estatus.
Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Para los anticristos, la reputación y el estatus son su vida y su objetivo durante toda su existencia. En todo lo que hacen, su primera consideración es: ‘¿Qué pasará con mi estatus? ¿Y con mi reputación? ¿Me dará una buena reputación hacer esto? ¿Elevará mi estatus en la opinión de la gente?’. Eso es lo primero que piensan, lo cual es prueba fehaciente de que tienen el carácter y la esencia de los anticristos; por eso consideran las cosas de esta manera. […] Si bien los anticristos también creen en Dios, consideran que la búsqueda de reputación y estatus es equivalente a la fe en Dios y le asignan la misma importancia. Es decir, a medida que recorren la senda de la fe en Dios, también persiguen la reputación y el estatus. Se puede decir que los anticristos creen de corazón que la búsqueda de la verdad en su fe en Dios es la búsqueda de reputación y estatus; que la búsqueda de reputación y estatus es también la búsqueda de la verdad, y que adquirir reputación y estatus supone adquirir la verdad y la vida. Si les parece que no tienen reputación, ganancias ni estatus, que nadie los admira ni los estima ni los sigue, se sienten muy decepcionados, creen que no tiene sentido creer en Dios, que no sirve de nada, y se dicen a sí mismos: ‘¿Es la fe en dios un fracaso? ¿Es inútil?’. A menudo reflexionan sobre estas cuestiones en su corazón, sobre cómo pueden hacerse un lugar en la casa de Dios, cómo pueden obtener una gran reputación en la iglesia, con el fin de que la gente los escuche cuando hablan, los apoye cuando actúen y los siga adondequiera que vayan, de forma que tengan la última palabra en la iglesia y fama, ganancias y estatus; tales son las cosas en las que de verdad se concentran en su fuero interno, son las cosas que buscan” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Las palabras de Dios dejan en completa evidencia el estado y la condición verdaderos de los anticristos que persiguen la reputación y el estatus. Vi que, al igual que un anticristo, yo había dado un gran valor a la reputación y al estatus. Siempre quería tener una posición de importancia entre los demás, siempre deseaba que me valoraran y admiraran, esperaba que la gente me escuchara y le importara lo que yo decía, y sentía que solo de esa manera podría tener la sensación de estar presente y que mi vida podría tener valor. Sentía que, si no tenía estatus y no podía ganarme la admiración y el aprecio de los demás, entonces todo lo que hacía carecía de sentido. Aunque parecía que creía en Dios y cumplía mi deber, la realidad es que no hacía esas cosas para perseguir la verdad ni para satisfacer a Dios o tener en consideración Sus intenciones. Trataba mi deber como una herramienta para obtener estatus y solo pensaba en si tenía una posición de importancia entre los demás y si me podían admirar y valorar. Nunca consideraba lo que Dios me exigía o esperaba de mí en este deber ni cómo debía satisfacer a Dios. Cuando no recibía la admiración de los demás en mi deber, incluso me volvía negativa, negligente y me quejaba de todo. Me di cuenta de que mis opiniones sobre la búsqueda eran iguales a las de un anticristo y que valoraba la reputación y el estatus por encima de todo. La iglesia me había dado la oportunidad de cumplir mi deber con la esperanza de que persiguiera la verdad al hacerlo y me despojara de mi carácter corrupto para alcanzar la salvación de Dios. Pero no supe diferenciar lo bueno de lo malo y, después de trabajar un poco y obtener algo de capital, quise liderar el grupo y que me admiraran. Pero, cuando mi deseo de obtener estatus no se cumplió, ni siquiera quise seguir haciendo mi deber. Incluso lo usé para desahogar mis frustraciones, no quería abordar los problemas del grupo y no tenía ninguna consideración con los intereses de la iglesia. ¿Acaso no me estaba oponiendo descaradamente a Dios? En todo momento, había usado mi deber para satisfacer mi ambición y mi deseo de que los demás me admiraran. ¿De qué manera tenía algo de humanidad o razón? Los anticristos no persiguen la verdad y no tienen un corazón temeroso de Dios en lo más mínimo. Solo protegen su reputación y estatus personales, pero no protegen el trabajo de la iglesia y carecen de humanidad. ¿En qué se diferenciaba mi comportamiento del de un anticristo? Cuando pensé en esto, sentí cierto temor y me di cuenta de que mi estado era realmente peligroso.
Más tarde, reflexioné sobre mi deseo constante de recibir un ascenso y me pregunté: “¿Cuáles son exactamente los principios de la iglesia para ascender y cultivar a las personas?”. Un día, durante una reunión, leí un pasaje de las palabras de Dios: “¿Cuáles son los estándares requeridos para los supervisores de los diversos aspectos del trabajo? Tres son los principales. Primero, han de tener la capacidad de comprender la verdad. Solo aquellos que pueden comprender la verdad de forma pura y sin distorsión, así como de deducir otras cosas a partir de un solo ejemplo son gente de buen calibre. Esta gente debe al menos tener entendimiento espiritual y ser capaz de comer y beber las palabras de Dios con independencia. En el proceso de comer y beber las palabras de Dios, han de ser capaces de aceptar con independencia el juicio, el castigo y la poda de las palabras de Dios, y buscar la verdad para resolver sus propias nociones y figuraciones y la adulteración de su propia voluntad, además de sus actitudes corruptas; si alcanzan este estándar, eso significa que saben experimentar la obra de Dios, y esto es una manifestación de buen calibre. En segundo lugar, han de llevar una carga para el trabajo de la iglesia. La gente que de veras lleva una carga no solo tiene entusiasmo, también auténtica experiencia-vida, entiende algunas verdades y puede desentrañar algunos problemas. Se dan cuenta de que en la obra de la iglesia y en el pueblo escogido de Dios hay muchas dificultades y problemas que se han de resolver. Ven esto con sus ojos y se preocupan de ello en su corazón; esto es lo que significa llevar una carga en el trabajo de la iglesia. Si alguien es simplemente de buen calibre y capaz de comprender la verdad, pero es vago, codicia las comodidades de la carne, no está dispuesto a hacer trabajo real y solo hace un poco de trabajo cuando lo Alto le impone una fecha límite para que lo complete, cuando no puede quedar impune si no lo hace, entonces se trata de una persona que no lleva una carga. Los que no llevan ninguna carga son los que no persiguen la verdad, aquellos sin sentido de la rectitud y los inútiles que se pasan el día comiendo hasta hartarse, sin pensar en nada serio. En tercer lugar, han de poseer capacidad de trabajo. ¿Qué significa ‘capacidad de trabajo’? En palabras sencillas, significa que no solo pueden asignar trabajo y darles instrucciones a las personas, sino que además identifican y resuelven problemas; esto es lo que significa poseer capacidad de trabajo. Asimismo, también necesitan de habilidades organizativas. A la gente que las posee se le da especialmente bien juntar a las personas, organizar y disponer el trabajo, así como resolver problemas, y cuando organiza el trabajo y resuelve problemas, puede convencer a otros de manera concienzuda y lograr que obedezcan; esto es lo que significa tener habilidades organizativas. Aquellos que de veras tienen capacidad de trabajo pueden llevar a cabo tareas específicas que ha dispuesto la casa de Dios, y las pueden desempeñar con mucha fluidez y decisión y sin ninguna torpeza, y además pueden hacer bien los diversos trabajos. Estos son los tres estándares de la casa de Dios para cultivar a los líderes y obreros. Si alguien cumple estos tres estándares, se trata de un individuo poco frecuente y con talento al que se debería ascender, cultivar y formar de inmediato y que, después de practicar durante un tiempo, va a ser capaz de encargarse del trabajo” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (5)). Las palabras de Dios me mostraron que, en la casa de Dios, no se asciende ni se cultiva a las personas en función de quién lleva más tiempo cumpliendo sus deberes o quién ha sufrido más, ni tampoco en función de quién tiene la relación más cercana con los líderes. Los factores más importantes son si una persona persigue la verdad, la actitud con la que trata sus deberes y si puede tener en consideración las intenciones de Dios y hacer un trabajo real. Al reflexionar sobre mí misma a la luz de las exigencias de Dios, vi que no me esforzaba en perseguir la verdad y que me pasaba los días con el corazón obsesionado por la búsqueda del estatus. Cuando no lo conseguí, viví en la negatividad y mi vida no avanzó durante mucho tiempo. Eso bastaba para demostrar que no cumplía con los criterios para que me ascendieran. Además, aunque parecía que me ocupaba de mis deberes, en realidad, no tenía un verdadero sentido de carga y solo me centraba en hacer el trabajo para aparentar. Pero, cuando surgían problemas o dificultades, no me centraba en buscar los principios-verdad ni tampoco me solía centrar en resumir esas cosas ni en reflexionar sobre ellas. Muchas veces, solo hacía las cosas cuando me empujaban a hacerlas y solo podía resolver los problemas y corregir las desviaciones cuando la líder me señalaba mis dificultades y compartía conmigo los principios. Además, cada vez que había mucho trabajo, tendía a ponerme nerviosa y no podía distinguir entre lo que había que hacer con urgencia y lo que no. Al reflexionar sobre esto, vi que tenía muchas carencias y que el hecho de que la iglesia no me hubiera ascendido se basaba completamente en haberme evaluado en función de los principios. No reconocía mi verdadera estatura en absoluto y realmente carecía de conciencia de mí misma. En realidad, incluso si me hubieran nombrado líder de grupo, aunque eso me habría dado una sensación de prestigio, habría sido completamente incapaz de hacer el trabajo real de un líder de grupo. Si eso hubiera sucedido, no solo habría perjudicado a los hermanos y hermanas, sino que también habría retrasado el trabajo de la iglesia. Las dos hermanas a las que habían ascendido eran más pragmáticas en sus deberes y también se centraban en reflexionar sobre los problemas y las desviaciones que surgían en su trabajo, así como en reseñarlos. Durante las reuniones, a menudo las oía hablar sobre la corrupción que habían revelado mientras cumplían sus deberes y las áreas en las que tenían deficiencias. Reseñaban las razones de sus fracasos y reflexionaban sobre ellas, y hablaban sobre cómo habían buscado la verdad para entender la intención de Dios y cómo habían confiado en Él para resolver las dificultades cuando enfrentaban problemas, negatividad y contratiempos. Vi cómo se centraban en reflexionar sobre sí mismas de acuerdo con las palabras de Dios mientras cumplían con sus deberes, así como en buscar las intenciones de Dios. También vi que ponían empeño en los principios y, aunque no llevaban mucho tiempo cumpliendo sus deberes, tenían la obra y la guía del Espíritu Santo, y habían hecho grandes avances después de un tiempo. En ese momento, entendí que, al enfrentar esa revelación, la intención de Dios era que me pudiera conocer a mí misma para corregir a tiempo mis opiniones incorrectas sobre la búsqueda y centrarme en perseguir la verdad para poder progresar y cambiar. Al darme cuenta de todo eso, ya no tuve malentendidos ni resistencia y solo deseé buscar la verdad y reflexionar más sobre mí misma a través de esa situación.
Más tarde, me puse a reflexionar de nuevo. Esta vez, vi que, cuando no me ascendieron, caí en la negatividad porque tenía una perspectiva equivocada. Imaginaba que la iglesia ascendía a las personas de la misma manera que los funcionarios recibían ascensos mundanos y pensaba que recibir un ascenso significaba tener estatus. Por eso, cuando no me ascendieron, me volví negativa y débil, y ya no quería hacer nada. Más tarde, leí las palabras de Dios y entendí un poco más sobre el propósito y el significado de la promoción y el cultivo de las personas en la iglesia. Dios dice: “¿Cuáles son los requisitos de la casa de Dios para las diversas personas con talento a los que se asciende y cultiva? Para que la casa de Dios las ascienda y cultive, al menos deben ser personas con conciencia y razón, que aceptan la verdad, hacen su deber con lealtad y se someten a las instrumentaciones y arreglos de Dios, y al menos deben ser capaces de aceptar y someterse cuando afrontan recibir la poda. El efecto que han de lograr los que experimenten el cultivo y la formación en la casa de Dios no es el de poder convertirse en funcionarios o jefes, ni el de liderar la manada, y no es que puedan aconsejar a la gente sobre su manera de pensar, y por supuesto, ni mucho menos es que tengan mejores habilidades profesionales o un nivel más alto de educación o una mayor reputación, o que puedan sentarse en la misma mesa que aquellos que son reconocidos en el mundo por sus habilidades profesionales o hazañas políticas. En su lugar, el efecto que se ha de lograr es el de entender la verdad y vivir las palabras de Dios, y ser personas que lo temen y evitan el mal. A medida que se forman, son capaces de entender la verdad y captar los principios-verdad, y de saber mejor qué es exactamente la fe en Dios y cómo seguirlo; esto es extremadamente beneficioso para aquellos que persiguen la verdad para lograr la perfección. Este es el efecto y el estándar que la casa de Dios desea lograr al ascender y cultivar a toda clase de personas con talento, y es además la mayor cosecha que recogen aquellos a quienes ascienden y usan” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (5)). “Todo el mundo es igual ante la verdad. Quienes son ascendidos y cultivados no son mucho mejores que los demás. Todos han experimentado la obra de Dios alrededor del mismo tiempo. Aquellos que no han sido ascendidos ni cultivados también deben perseguir la verdad mientras cumplen con el deber. Nadie puede privar a nadie del derecho a perseguir la verdad. Algunos son más entusiastas en su búsqueda de la verdad y tienen cierta aptitud, por lo que son ascendidos y cultivados. Esto obedece a las necesidades de la obra de la casa de Dios. Entonces, ¿por qué tiene estos principios de ascender y usar a la gente la casa de Dios? Debido a que existen diferencias en el calibre y la calidad humana de la gente, y cada persona elige una senda distinta, esto conduce a diferentes resultados en la fe de las personas en Dios. Los que persiguen la verdad se salvan y se convierten en el pueblo del reino, mientras que los que en absoluto aceptan la verdad, los que no son leales al hacer su deber, son descartados. La casa de Dios cultiva y utiliza a las personas en función de si persiguen o no la verdad y de si son leales al hacer su deber. ¿Existe alguna distinción de jerarquía entre las diversas personas en la casa de Dios? De momento, no hay jerarquía en cuanto a estos diversos puestos, valía, estatus o prestigio de las personas. Al menos mientras Dios obra para salvar y guiar a la gente, no hay diferencia entre los diversos rangos, puestos, valía o estatus de las personas. Lo único distinto es la división del trabajo y las funciones desempeñadas en el deber. Por supuesto, durante este tiempo, algunas personas, de forma excepcional, son ascendidas y cultivadas para realizar tareas especiales, mientras que otras no reciben dichas oportunidades a causa de diversas razones como problemas con su calibre o su entorno familiar. ¿Pero acaso Dios no salva a quienes no han recibido dichas oportunidades? No es así. ¿Son su valía y su puesto inferiores a los de los demás? No. Todos son iguales ante la verdad, todos tienen la oportunidad de perseguir y recibir la verdad, y Dios trata a todos de forma justa y razonable. ¿En qué punto hay distinciones notorias en los puestos, la valía y el estatus de las personas? Cuando la gente llega al final de su senda y la obra de Dios ha terminado, y al fin se forma una conclusión en las actitudes y puntos de vista que cada persona muestra en el proceso de perseguir la salvación y mientras hace su deber, además de en sus diversas manifestaciones y actitudes hacia Dios, es decir, cuando hay un registro completo en Su cuaderno. En ese momento, como los desenlaces y los destinos de las personas serán diferentes, habrá también distinciones en su valía, sus puestos y su estatus. Solo entonces pueden vislumbrarse estas cosas y constatarse de manera aproximada, mientras que ahora todo el mundo es igual” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (5)). Al leer las palabras de Dios, entendí que la casa de Dios no asciende y cultiva a las personas como lo hace el mundo no creyente, donde las personas ascienden a funcionarios y se hacen de renombre. La casa de Dios asciende a las personas para darles más oportunidades de practicar. Dios espera que, al hacer sus deberes, las personas puedan entender la verdad, actuar según los principios, obtener conocimiento de Dios, someterse a Él y aprender a cumplir sus deberes para satisfacer Sus intenciones. En la casa de Dios, no hay diferencia de estatus, independientemente del deber de cada persona, y obtener la verdad es lo más importante. Pensé en las muchas deficiencias que había revelado mientras trabajaba en el riego de los nuevos fieles. A veces, cuando los nuevos fieles planteaban algunas nociones o preguntas, no sabía cómo resolverlas, pero, al buscar la verdad y meditar en las palabras de Dios, lograba obtener una comprensión más clara de algunas verdades y tenía más amor por mis hermanos y hermanas, así como más paciencia con ellos. Todo eso lo conseguí durante el proceso de regar a los nuevos fieles. Pensé de nuevo en cómo los hermanos y hermanas me habían elegido para acoger las reuniones. Aunque eso no me ganara la admiración de los demás, me animaría a reflexionar más sobre la verdad, a acercarme más a Dios y a esforzarme más en perseguir la verdad. Al reflexionar sobre esto, me sentí profundamente conmovida y arrepentida. Me arrepentí de no saber valorar lo que era bueno para mí, de carecer de conciencia de mí misma y de no comprender en absoluto las intenciones meticulosas de Dios. Lo que me conmovió fue que, a pesar de ser tan rebelde y carecer de razón, Dios aún había usado Sus palabras para esclarecerme y guiarme, con el fin de que entendiera Su intención y pudiera dejar de recorrer la senda equivocada. Mi corazón se llenó de gratitud hacia Dios y decidí no volver a perseguir la fama, el beneficio ni el estatus. Estaba dispuesta a arrepentirme.
Más tarde, comencé a centrarme en buscar la verdad en mis deberes y, sin darme cuenta, obtuve algo de esclarecimiento e iluminación, llegué a comprender ciertos principios y obtuve una senda de práctica. Durante las reuniones, ya no me centraba en cómo compartir de manera que los demás pensaran bien de mí, sino que me centraba en meditar en las palabras de Dios para entender Sus intenciones y en reflexionar sobre mí misma a través de las palabras de Dios, lo que me permitió ver con mayor claridad mi carácter corrupto y la senda equivocada que había tomado. Al practicar de esa manera, me sentí mucho más cerca de Dios. Más tarde, ascendieron en el grupo a una hermana que no llevaba mucho tiempo cumpliendo con su deber y, aunque mi corazón todavía estaba algo perturbado, pude verlo de manera correcta y no sentirme limitada por el estatus, ya que sabía que carecía de demasiado en términos de la verdad. Lo que necesitaba no era la admiración de los demás, sino entender más de la verdad para regar bien a mis hermanos y hermanas y cumplir bien con mis deberes. Me dije a mí misma: “Aunque no me asciendan nunca, aún así me someteré a Dios, ocuparé mi sitio correcto, perseguiré la verdad con constancia y cumpliré bien con mis deberes”. Lo que no me esperaba era que, poco después, me eligieran supervisora del trabajo de riego. Cuando eso sucedió, no me sentí feliz por ganar estatus, sino que lo vi como una responsabilidad. Carecía de mucho y mi carácter aún era muy corrupto. Me preocupaba que mis antiguos problemas resurgieran y que defraudara la intención de Dios, así que a menudo oraba a Dios para pedirle que me guiara y protegiera. Más adelante, al cumplir con mis deberes, desarrollé un corazón un poco temeroso de Dios y comencé a prestar más atención a mis deberes y a reflexionar más sobre ellos. Que haya podido alcanzar esa comprensión y ese cambio se debió todo a las palabras de Dios. ¡Gracias a Dios!
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