Aprendí cómo discernir a otros basándome en las palabras de Dios
Por Xiao Wei, ChinaEn 2017, estaba haciendo un trabajo relacionado con textos en la iglesia. Durante una reunión, oí que Chen Xia había...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
En marzo de 2021, recibí una carta de los líderes de la iglesia en la que me pedían que les brindara detalles del comportamiento de incrédula de mi esposa. Yo sabía que mi esposa era en verdad una incrédula y que cumplía los requisitos para ser echada de la casa de Dios. Ella había creído en Dios durante muchos años, pero nunca persiguió la verdad y siempre corrió detrás de tendencias mundanas y riqueza, buscando placer. No solo no estaba dispuesta a asistir a las reuniones de la iglesia, sino que nunca oraba, ni comía y bebía las palabras de Dios y era reacia a hacer deberes. Cuando los hermanos y hermanas y yo hablábamos con ella sobre la importancia de perseguir la verdad y hacer deberes, ella no se lo tomaba para nada en serio. No solo no perseguía la verdad por sí misma, sino que además me decía siempre: “No tienes que perseguir la verdad con tanta diligencia, con seguir la corriente basta”. Cuando no la escuchaba, solía perder los estribos conmigo y eso me hacía sentir bastante limitado. Sabía que debía informar el comportamiento de mi esposa con sinceridad, pero cuando fue el momento de ponerme a escribir, dudé y pensé: “Hemos estado casados durante casi diez años. Aunque mi esposa no persigue la verdad, ha sido bastante buena conmigo y mis padres. Es frugal cuando se compra prendas de calidad, pero generosa cuando compra para mis padres y para mí. Ahora que van a echarla, no solo no puedo hacer nada para ayudarla, sino que además tengo que dejarla en evidencia yo mismo. Es desgarrador. Además, si mi esposa se entera de que fui yo quien expuso su comportamiento, seguramente se resentirá conmigo por ser tan desalmado. ¿Cómo podré enfrentarla en el futuro?”. Luego también pensé: “Aunque mi esposa no persigue la verdad, nunca ha hecho nada malvado y mantenerla en la iglesia no haría ningún daño. Si permanece en la iglesia, puedo seguir escribiéndole cartas y ayudándola, y así no habrá abandonado a Dios por completo para perseguir el mundo. Puede que todavía tenga una mínima oportunidad de supervivencia. Pero si ella sabe que van a echarla, puede que se entregue a la desesperación, deje a Dios por completo y siga las tendencias mundanas”. Al pensar en esto, me encontré atrapado en un dilema: por un lado estaba el afecto familiar y, por otro, los intereses de la iglesia. ¿Qué debía elegir? Durante aquellos días solo quería evitar todo el asunto, así que me sumergía en mi trabajo. Pero cada vez que terminaba de trabajar y me calmaba, pensaba en esto: “¿Pensarán los líderes que soy demasiado sentimental si se dan cuenta de que aún no he escrito la evaluación? Es más, la actitud personal de cada uno y su posicionamiento en la obra de depuración de la iglesia son cruciales. No lograr adherirse a los principios ni salvaguardar la obra de la iglesia significa estar del lado de Satanás”. Con estos pensamientos en mente, comencé a escribir la evaluación de mi esposa. Pero, mientras escribía, mi afecto resurgió y pensé: “Si describo al detalle el comportamiento de mi esposa como incrédula, sin dudas la echarán. Tal vez lo haré breve”. Después de escribir la evaluación, me sentí algo intranquilo. “Al hacer esto, ¿no estoy encubriendo cosas intencionalmente?”. Pero luego pensé: “Como sea, ya lo escribí. Como los líderes ya están al tanto de parte de su comportamiento, debería estar bien no entrar mucho en detalle”. Entonces, entregué mi evaluación a los líderes. Unos días después, los líderes respondieron diciendo que en mi evaluación estaba siendo demasiado vago con respecto al comportamiento de mi esposa y me pedían que la redactara nuevamente. Me sentí un poco culpable. Temía que escribir muchos detalles haría que echaran a mi esposa, así que quería dejar la evaluación breve y vaga para zafar. Pero Dios lo escruta todo. ¿Con esto no estaba intentando engañar a los demás y también a mí mismo? Así que acudí a Dios para orar y hacer introspección.
Durante mi reflexión, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Todos vosotros decís que tenéis consideración por la carga de Dios y defenderéis el testimonio de la iglesia, pero ¿quién de vosotros ha considerado realmente la carga de Dios? Hazte esta pregunta: ¿Eres alguien que ha mostrado consideración por Su carga? ¿Puedes tú practicar la justicia por Él? ¿Puedes levantarte y hablar por Mí? ¿Puedes poner firmemente en práctica la verdad? ¿Eres lo bastante valiente para luchar contra todos los hechos de Satanás? ¿Serías capaz de dejar de lado tus sentimientos y dejar a Satanás al descubierto por causa de Mi verdad? ¿Puedes permitir que Mis intenciones se satisfagan en ti? ¿Has ofrecido tu corazón en el momento más crucial? ¿Eres alguien que sigue Mi voluntad?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 13). Cada pregunta de Dios me hacía sentir profundamente avergonzado. He disfrutado tanto del riego y sustento de las palabras de Dios y debería haber practicado la verdad y expuesto a los incrédulos. Pero, cuando llegó el momento de exponer a mi esposa, no logré hacerlo e incluso recurrí a la falsedad para engañar a los líderes. Preferí mantener a una incrédula en la iglesia en lugar de practicar la verdad. Era muy egoísta y carecía de toda lealtad hacia Dios. No era alguien que practicara la verdad para nada. Al pensar en esto, me sentí bastante arrepentido. Entonces, me presenté ante Dios, me confesé y me arrepentí, y expresé mi voluntad de hacer a un lado mi afecto y practicar la verdad. Luego, le di a la iglesia información detallada sobre el comportamiento de mi esposa. En 2023, me enteré de que habían echado a mi esposa de la iglesia.
Luego, leí algunas palabras de Dios sobre el discernimiento de los incrédulos y esto me ayudó a ganar algo de discernimiento sobre la esencia incrédula de mi esposa. Me di cuenta de que ella nunca había creído verdaderamente en Dios. Incluso cuando creía en el Señor Jesús, ella no buscaba. Después de aceptar la obra de Dios de los últimos días, su madre intentó predicar el evangelio a mi esposa muchas veces, pero ella era reacia a aceptarlo. Solo acabó uniéndose a la iglesia por nuestro matrimonio y mi fe en Dios. Sin embargo, a menudo me decía que, si creía en Dios, era suficiente simplemente seguir la corriente, que no necesitábamos buscar mucho y que hacer dinero debía ser la prioridad. Por ese motivo ella, no hizo mucho en sus deberes después de encontrar a Dios. Después de que hablara muchas veces con ella sobre la importancia de hacer nuestros deberes, con reticencia aceptó dar acogida a hermanos y hermanas para celebrar reuniones, pero no estaba dispuesta a quedarse en casa para mantenerlos seguros. Además, a menudo se quejaba de que yo no podía darle una mejor vida material. Aunque las condiciones de vida de nuestra familia eran bastante buenas y no sufríamos la falta de comida ni otras necesidades, ella seguía insatisfecha y quería vivir en una casa mejor. Al ver que yo creía en Dios y no podía satisfacer sus demandas, en varias ocasiones dijo que ya no quería continuar con su fe. Pero, cada vez que se enfrentaba con algún infortunio, inmediatamente se volvía ferviente, oraba y hacía ofrendas. Cuando las dificultades pasaban, volvía a sus costumbres anteriores. Estaba claro que tenía fe solamente por su afán de obtener bendiciones. También tenía muchas nociones sobre Dios y a menudo las desplegaba frente a mí, diciéndome que no persiguiera mi fe con mucha diligencia y que no me fuera de casa para hacer mis deberes. Cuando le aconsejé buscar la verdad al enfrentar las cosas, solo lo desestimó y dijo que comprendía todo, pero que simplemente no podía ponerlo en práctica. Al ver esto, me di cuenta de que ella es de veras una incrédula que siente aversión por la verdad. Solo después de obtener algo de discernimiento sobre mi esposa comprendí que había estado viviendo en el afecto todos estos años. Por ello trataba de brindar apoyo a mi esposa y ayudarla, con la esperanza de retenerla en la iglesia. Todo eso se debía a mi afecto excesivo.
Luego, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Algunas personas les dan mucha importancia a los sentimientos, reaccionan a cualquier cosa que les ocurra basándose en ellos; en su corazón, saben muy bien que esto está mal, y aun así son incapaces de ser objetivos, y mucho menos de actuar según los principios. Cuando los sentimientos constriñen siempre la conducta de las personas, ¿acaso son capaces de practicar la verdad? ¡Esto resulta extremadamente difícil! La incapacidad de muchas personas para practicar la verdad se reduce a los sentimientos; consideran que estos son especialmente importantes, los ponen en primer lugar. ¿Se trata de personas que aman la verdad? Por supuesto que no. ¿Qué son los sentimientos, en esencia? Son una clase de carácter corrupto. Las manifestaciones de los sentimientos pueden describirse utilizando varias palabras: tener favoritismo, proteger a los demás sin atenerse a los principios, mantener relaciones físicas y tener parcialidad; eso son los sentimientos. ¿Cuáles son las probables consecuencias de que las personas tengan sentimientos y vivan según ellos? ¿Por qué detesta tanto Dios los sentimientos de la gente? A algunos siempre los constriñen sus sentimientos, no pueden poner en práctica la verdad y, aunque desean someterse a Dios, no pueden, de modo que sus sentimientos los atormentan. Muchas personas entienden la verdad, pero no pueden ponerla en práctica; esto también se debe a que sus sentimientos las constriñen” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es la realidad-verdad?). Las palabras de Dios exponían mi estado exacto. Cuando proporcioné la información del comportamiento de incrédula de mi esposa, sabía sin lugar a dudas que ella consistentemente no perseguía la verdad, que se negaba a asistir a reuniones, que nunca oraba ni comía y bebía las palabras de Dios y que era reacia a hacer cualquier deber. En cambio, solo perseguía el dinero y los placeres mundanos. Además, no tenía buena humanidad y, si alguien la ofendía, maldecía a esa persona con el más vil de los lenguajes, comportándose tal como una no creyente. Sabía que debía exponer el comportamiento de mi esposa, pero había estado sumido por completo en mi afecto. Pensaba que, mientras no la echaran, ella podría permanecer en la iglesia como mano de obra. De lo contrario, perdería del todo la oportunidad de ser salva. Entonces, al escribir la evaluación, fui breve y vago a propósito con respecto a su comportamiento, en un intento de embaucar a los líderes engañándolos. Al reflexionar sobre mis acciones, comprendí cuán egoísta y despreciable había sido. Si los líderes no hubieran descubierto mis problemas y no me lo hubieran señalado a tiempo, yo habría continuado sumido en mi afecto y escudando a mi esposa. Si ella hubiera permanecido en la iglesia, habría continuado difundiendo sus nociones sobre Dios y perturbando a otros y, si los hermanos y hermanas no tenían discernimiento sobre ella habrían sido susceptibles de ser desorientados por sus falacias. Además, aunque daba acogida a los hermanos y hermanas para las reuniones, no les daba refugio en nuestra casa, y esto dificultaba que ellos se calmaran durante las reuniones. Ahora, finalmente vi que, al escudar y proteger sentimentalmente a mi esposa, estaba permitiendo que una incrédula trastorne y perturbe a la iglesia. Esto me mostró que estaba actuando como uno de los servidores de Satanás ¡y cometiendo acciones malvadas!
Luego, hice más introspección y me pregunté: “Si mantengo a mi esposa en la iglesia con buenas intenciones, ¿podría ayudarla verdaderamente a alcanzar la salvación y sobrevivir? ¿Actuar de esta forma estaría de acuerdo con la intención de Dios?”. Luego, me encontré un pasaje de las palabras de Dios: “Aquellos que arrastran a sus hijos y a sus parientes totalmente no creyentes a la iglesia son todos extremadamente egoístas y solo están exhibiendo bondad. Estas personas solo se enfocan en ser amorosas, independientemente de si creen o no y de si esa es la intención de Dios. Algunos llevan a sus esposas ante Dios o arrastran a sus padres ante Dios, y sin importar si el Espíritu Santo está de acuerdo o no con esto o si está obrando en ellos o no, ellos siguen ciegamente ‘adoptando personas talentosas’ para Dios. ¿Qué beneficio se puede obtener de mostrarles bondad a estos no creyentes? Aunque estos incrédulos, que están sin la presencia del Espíritu Santo, sigan a Dios a regañadientes, no pueden ser salvados, como se podría pensar. Aquellos que pueden recibir la salvación en realidad no son tan fáciles de ganar. Las personas que no han experimentado la obra del Espíritu Santo y las pruebas, y que no han sido perfeccionadas por Dios encarnado, son completamente incapaces de ser completadas. Por lo tanto, desde el momento en que empiezan a seguir supuestamente a Dios, estas personas carecen de la presencia del Espíritu Santo. A la vista de sus condiciones y de su estado real, simplemente no pueden ser completadas. Así que, el Espíritu Santo decide no dedicar mucha energía en ellas ni les provee ningún esclarecimiento ni las guía de ningún modo; Él solo les permite seguir y en última instancia revelará sus resultados, esto es suficiente. El entusiasmo y las intenciones de la humanidad provienen de Satanás y de ninguna manera pueden estas cosas completar la obra del Espíritu Santo. No importa cómo sean estas personas, deben tener la obra del Espíritu Santo. ¿Pueden los humanos completar a otros humanos? ¿Por qué un esposo ama a su esposa? ¿Y por qué una esposa ama a su esposo? ¿Por qué los hijos son devotos a sus padres? ¿Y por qué los padres adoran a sus hijos? ¿Qué clase de intenciones realmente albergan las personas? ¿No es su intención satisfacer los planes propios y los deseos egoístas? ¿Realmente tienen la intención de actuar en pos del plan de gestión de Dios? ¿Están actuando por el bien de la obra de Dios realmente? ¿Es su intención cumplir con los deberes de un ser creado? Aquellos quienes, desde que empezaron a creer, han sido incapaces de obtener la presencia del Espíritu Santo, nunca pueden ganar la obra del Espíritu Santo; estas personas son definitivamente objetos a destruir. No importa cuánto amor tenga uno por ellas, esto no puede reemplazar la obra del Espíritu Santo. El entusiasmo y el amor de las personas representan las intenciones humanas, pero no pueden representar las intenciones de Dios y no pueden reemplazar Su obra. Incluso si se les da la mayor cantidad posible de amor o misericordia, esas personas que supuestamente creen en Dios y fingen seguirlo y no saben lo que de verdad significa creer en Él, ni siquiera así obtendrán la simpatía de Dios ni ganarán la obra del Espíritu Santo. Incluso si las personas que con sinceridad siguen a Dios son de bajo calibre y no pueden entender muchas de las verdades, ellas pueden todavía obtener ocasionalmente la obra del Espíritu Santo; sin embargo, los que son de considerable buen calibre, pero no creen sinceramente, simplemente no pueden obtener la presencia del Espíritu Santo. No hay posibilidad en absoluto de salvación para estas personas. Incluso si leen las palabras de Dios o de vez en cuando escuchan sermones o incluso cantan alabanzas a Dios, al final no podrán sobrevivir hasta el tiempo de reposo” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). A través de las palabras de Dios comprendí que, si una persona puede embarcarse en la senda de perseguir la verdad y finalmente ser salva y sobrevivir, no depende de la ayuda o el apoyo de otros. No es una simple cuestión de mantenerse en la iglesia y no irse lo que brinda esperanza de supervivencia. En cambio, depende de la actitud que tenga la persona hacia Dios y la verdad, como así también de si pueden ganar la obra y la perfección del Espíritu Santo en su búsqueda personal. Desde el principio, mi esposa nunca creyó en Dios con sinceridad. Nunca tuvo intención de hacer bien sus deberes para satisfacer a Dios y nunca se sometió a los arreglos de la iglesia. Incluso cuando a regañadientes daba acogida a los hermanos y hermanas para las reuniones, no se hacía cargo de ninguna responsabilidad. Sin importar cuánto hablaran con ella los líderes de iglesia, nunca cambiaba sus costumbres. Incluso en varias ocasiones mencionó que ya no quería creer en Dios. Con una aversión a la verdad tan profunda, incluso si la obligaba a permanecer en la iglesia, el Espíritu Santo no obraría en ella. Si ese era el caso, ¿todos mis esfuerzos no eran en vano? Mi deseo de mantener a mi esposa en la iglesia estaba impulsado por mi afecto personal y mi egoísmo. Además de que esas acciones no eran efectivas, también podían llevarme a ofender el carácter de Dios por mi afecto. Recordé que uno de los Diez Decretos Administrativos de la Era del Reino establece lo siguiente: “Los familiares que no comparten la fe (tus hijos, tu marido o tu esposa, tus hermanas o tus padres, etcétera) no deben ser forzados a ir a la iglesia. La casa de Dios no está escasa de miembros y no hay necesidad de maquillar sus cifras con personas que no son de utilidad. No se debe llevar a la iglesia a todos aquellos que no creen de buen grado. Este decreto va dirigido a todas las personas. Debéis controlar, monitorear y haceros recordatorios los unos a los otros respecto a este asunto y nadie puede violarlo. Incluso, cuando los parientes que no comparten la fe entran en la iglesia con reticencia, no se les deben dar libros ni un nuevo nombre; tales personas no son de la casa de Dios y se debe detener su entrada a la iglesia por todos los medios necesarios. Si se ocasionan problemas a la iglesia por la invasión de los demonios, entonces tú mismo serás expulsado o se te pondrán restricciones. En resumen, todo el mundo tiene responsabilidad en este asunto, aunque no debes ser imprudente ni usarla para saldar cuentas personales” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los diez decretos administrativos que el pueblo escogido de Dios debe obedecer en la Era del Reino). El decreto administrativo afirma claramente que no debemos obligar a los familiares incrédulos a entrar en la iglesia. Aunque ese tipo de personas entre en la iglesia, Dios no la reconoce. Este es un decreto que todo creyente debería seguir. Sin embargo, yo ignoré el decreto administrativo de Dios e intenté mantener a mi esposa en la iglesia debido a mi afecto. La iglesia es un lugar donde los hermanos y hermanas adoran a Dios y hacen sus deberes; no permite las perturbaciones de los incrédulos, los anticristos o las personas malvadas. Como mi esposa siente aversión por la verdad y es esencialmente una incrédula, su permanencia en la iglesia definitivamente trastornaría y perturbaría tanto la obra como la vida de iglesia. ¿Cómo es posible que mi intento de mantener a una incrédula en la iglesia basándome en mi afecto personal esté de acuerdo con la intención de Dios?
Luego, leí otro pasaje de las palabras de Dios y gané cierto entendimiento sobre la raíz de mi forma sentimental de abordar los asuntos. Dios Todopoderoso dice: “Si una persona es alguien que niega y se opone a Dios, y que está maldecida por Él, pero se trata de uno de tus padres o de un familiar tuyo que no te parece que sea una persona malvada y te trata bien, entonces podrías encontrarte con que eres incapaz de odiarla, y puede incluso que sigas en contacto cercano con ella, sin que cambie vuestra relación. Oír que Dios odia a tales personas te genera conflicto y no eres capaz de ponerte del lado de Dios y rechazarlas sin piedad. Siempre te constriñen los sentimientos y no puedes abandonarlas por completo. ¿Por qué pasa esto? Esto sucede porque tus sentimientos son demasiado intensos y te dificultan practicar la verdad. Esa persona es buena contigo, así que no puedes llegar a odiarla. Solo podrías odiarla si te lastimara. ¿Ese odio estaría en consonancia con los principios-verdad? Además, también te atan las nociones tradicionales, pues piensas que es uno de tus padres o un familiar, así que, si la odias, la sociedad te despreciaría y la opinión pública te denostaría, te condenaría por ser poco filial, carente de conciencia, ni siquiera humano. Crees que sufrirías la condena y el castigo divinos. Incluso si quieres odiarla, tu conciencia no te lo permite. ¿Por qué funciona así tu conciencia? Porque desde que eras niño te han inculcado una manera de pensar, a través de la herencia de la familia, de la educación que recibiste de tus padres y del adoctrinamiento de la cultura tradicional. Tienes esta manera de pensar arraigada profundamente en el corazón y te hace creer erróneamente que la devoción filial es perfectamente natural y está justificada, y que cualquier cosa que hayas heredado de tus ancestros siempre es buena. La aprendiste primero y sigue siendo dominante, lo que crea un enorme obstáculo y una perturbación en tu fe y en la aceptación de la verdad, y te deja incapacitado para poner en práctica las palabras de Dios y amar lo que Él ama y odiar lo que odia. […] Satanás usa ese tipo de cultura tradicional y esas nociones de moralidad para atar tus pensamientos, tu mente y tu corazón, lo que te vuelve incapaz de aceptar las palabras de Dios; tales cosas de Satanás te han poseído y te han hecho incapaz de aceptar Sus palabras. Cuando quieres practicar las palabras de Dios, estas cosas te perturban en tu interior, hacen que te opongas a la verdad y a Sus requisitos, y te vuelven impotente para librarte del yugo de la cultura tradicional. Tras luchar durante un tiempo, cedes: prefieres creer que las nociones tradicionales de moralidad son correctas y conformes a la verdad, así que rechazas o abandonas las palabras de Dios. No aceptas Sus palabras como la verdad y no piensas en absoluto en ser salvado, pues sientes que aún vives en este mundo, y solo puedes sobrevivir apoyándote en estas cosas. Incapaz de soportar el rechazo social, preferirías renunciar a la verdad y a las palabras de Dios, abandonarte a las nociones tradicionales de moralidad y a la influencia de Satanás, y optarías por ofender a Dios en lugar de practicar la verdad. Decidme, ¿acaso no es el hombre digno de pena? ¿No tiene necesidad de la salvación de Dios?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente). Las palabras de Dios expusieron la raíz de la forma sentimental en la que actuaba. Cuando tuve que brindar detalles sobre el comportamiento de incrédula de mi esposa, no la discerní ni la expuse basándome en su esencia ni en su actitud hacia Dios y la verdad. En cambio, solo me enfoqué en el hecho de que, por lo general, era buena conmigo y se preocupaba por mis padres. En consecuencia, me sumí en mi afecto y traté de escudarla y protegerla. Aunque sabía que era una incrédula y que su caso estaba de acuerdo con los principios que justificaban que se la echara de la iglesia, permitirme seguir los principios y exponerla e incluso observar mientras la echaban de la iglesia me hubiera hecho sentir incómodo, como si mi conciencia no lo permitiera. Incluso sentía que, si exponía a mi esposa, la estaría defraudando y temía que, si ella se enterara de que había sido yo quien la expuso, se resentiría conmigo por ser frío y desalmado. Había adoptado las filosofías satánicas de: “La sangre es más espesa que el agua” y “El hombre no es inanimado; ¿cómo puede carecer de sentimientos?” como principios de conducta. Atado por estos pensamientos, sentía una presión invisible. No me importaba que esta persona fuera una incrédula, ni cuánto daño causaría en la obra de iglesia y a los hermanos y hermanas que permanecían en ella. Yo solo pensaba que, mientras esta persona fuera parte de mi familia, no podía exponerla. Incluso me sentía obligado a encubrirla, yendo en contra de mi conciencia, y me preocupaba que, si no me manejaba así, la gente diría que era un desalmado. Finalmente vi que los proverbios “La sangre es más espesa que el agua” y “El hombre no es inanimado; ¿cómo puede carecer de sentimientos?” no eran principios de conducta para nada y que comportarme basándome en estos venenos satánicos solo me llevaría a sumirme en el afecto y volverme incapaz de discernir el bien del mal.
En julio de 2023, recibí una carta de mi suegra en la que decía que mi esposa quería tramitar el divorcio en la corte. Yo realmente quería regresar a casa para preservar nuestro matrimonio, pero, después de leer algunas palabras de Dios que se relacionaban específicamente con mi estado, comprendí que mi esposa y yo somos de clases distintas y no recorremos la misma senda. Si vivimos juntos, el único resultado será un sufrimiento sin fin. Además, durante los últimos años he experimentado la guía y las bendiciones de Dios mientras hacía mis deberes lejos de casa. Reconocí que la única senda de vida correcta es perseguir la verdad. Entonces, decidí abandonar la idea de regresar a casa. ¡Gracias a Dios por guiarme para desprenderme de mi afecto!
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.
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