Cuando me golpeó una enfermedad de la vista repentina
A principios de 2022, acepté la obra de Dios de los últimos días. Poco después, comencé a divulgar el evangelio y a regar a los recién llegados. Llena de fe en Dios, cumplía mis deberes responsablemente todos los días. Lloviera o brillara el sol, soplara viento o nevara, nada podía impedirme realizar mis deberes. Recuerdo que, cierta vez, mientras divulgaba el evangelio, el destinatario potencial no solo me rechazó, sino que me señaló con el dedo, me regañó y amenazó con llamar a la policía. Me sentí profundamente humillada y negativa en ese momento. Pero luego pensé: “Si puedo soportar el ridículo y los insultos por divulgar el evangelio, sin duda que Dios me bendecirá”. Al pensar en esto, me sentí mejor y continué con mis deberes. Los años pasaron, y seguí cumpliendo con mis deberes, y aunque mi carne sufrió y mi autoestima fue herida, también disfruté de muchas bendiciones y de la gracia de Dios. Durante los años de fe en Dios, mi familia experimentó paz y estuvo a salvo de desastres y dificultades. Pensé: “Sin duda mi fe en Dios es sincera”. Justo cuando comenzaba a sentirme feliz, ocurrió algo inesperado.
En junio de 2008, de pronto mi vista se volvió un poco borrosa, como si tuviera los ojos tapados. Pensé que quizás solo tenía una irritación, así que no le presté mucha atención, y continué con mis deberes como de costumbre. Pensé que, ya que creía en Dios, Él me protegería, y que, aún enferma, no debía abandonar mis deberes. Quizás mis ojos mejorarían solos. Sin embargo, inesperadamente, mi condición empeoró en vez de mejorar. Veía aún más borroso, y al mirar de lejos, perdía el enfoque y me mareaba. Fue entonces cuando me empecé a asustar. Si no buscaba tratamiento pronto, ¿qué pasaría si era demasiado tarde y perdía la vista? Fui de inmediato al hospital del condado a hacerme un examen. El médico me dijo que no era grave, y que, con inyecciones durante unos días, se curaría. Luego de esto me sentí aliviada. Pero pasados unos días de tratamiento sin mejoras, me preocupé de nuevo: ¿Y si perdía la vista? Sin embargo, volví a pensar: “Durante los años de mi fe en Dios, he estado divulgando el evangelio y regando a los recién llegados. Sin duda Dios me protegerá, ya que he renunciado a muchas cosas y me he entregado. No me quedaré ciega; no debo asustarme sola. Además, con la tecnología médica avanzada de hoy, la enfermedad de mis ojos seguro podrá curarse”.
Después, mi esposo me llevó al hospital de la ciudad a ver a un especialista en ojos y hacerme una tomografía computarizada. El médico me diagnosticó un edema de retina. Al principio, algunos días de fluidoterapia produjo una leve mejoría, pero no duró mucho. Por el contrario, mi cuadro empeoró al continuar la fluidoterapia, y, debido a que el médico me recetó medicamentos hormonales, se me comenzó a hinchar todo el cuerpo. Mi visión se deterioró, y veía tan borroso que apenas si podía reconocer a alguien. Visité cinco veces el hospital de la ciudad, y en cada visita mi problema de visión estaba peor. El médico se sentía impotente y me dijo muy seriamente: “Su enfermedad de la vista es difícil de curar. Podría reaparecer varias veces en el año, y eso podría causar ceguera en ambos ojos. Además, puede que pierda todo su cabello y padezca sordera. Sumado a esto, los medicamentos hormonales a largo plazo puede debilitarle los huesos. Si se cae, puede sufrir múltiples fracturas”. Las palabras del médico me golpearon como un rayo. Me sentí completamente débil y me costaba creer que sus palabras fueran verdad. Volví a interrogar al doctor, y me lo confirmó. En ese momento, me comenzó a temblar todo el cuerpo descontroladamente. ¡Eso era todo! ¡Mi enfermedad era incurable! Cuando volví a casa, me sentí muy deprimida e intranquila. Comencé a pensar que Dios no me estaba protegiendo, y no quería orar. Seguía viendo borroso y me costaba ver con claridad. Una vez, mi prima vino a visitarme. Si no hubiese hablado, no la hubiera reconocido; solo veía una sombra oscura frente a mí. Pensé: “Soy muy joven aún. Si de verdad pierdo la vista, ¿no me volveré una inútil? ¿Cómo viviré mi vida de aquí en más?”. De a poco, me retraje. Me encerraba en casa y evitaba a las personas. A menudo lloraba, y cada día parecía una eternidad. Mi esposo, ocupado con el trabajo en los campos y en la casa, comenzó a mostrarse impaciente. Me repitió varias veces: “Ni siquiera puedes ver, ni trabajar en nada. ¿De qué sirves? ¡Tal vez debería abandonarte!”. Esto me hizo sentir aún más angustiada y amargada. En mi dolor e impotencia, oré a Dios: “Dios, ¿por qué me tocó esta enfermedad? Ahora que no puedo ver, ¿cómo puedo seguir creyendo en Ti y cumplir mis deberes? Si de verdad pierdo la vista, no podré cuidarme sola, y mucho menos trabajar. Si dependo de mi esposo para todo, seguro que me dará la espalda. Siempre he tenido la autoestima alta, y nunca he querido que me menosprecien. ¿Cómo viviré de aquí en más? Dios, ¡aún si mis brazos y piernas se volvieran inútiles, es mejor que no poder ver! Dios, estoy sufriendo tanto. Por favor, quítame esta enfermedad. Si me recupero, cumpliré cualquier deber que me pidas”. Finalmente, luego de orar a Dios durante un rato sin haber mejorado, perdí la fe y dejé de orar. Creía que ya que Dios no me protegió ni me salvó, y mi esposo no me quería, ¿qué sentido tenía vivir? Comencé a pensar en la muerte. Pero luego pensé: “Si yo muero, ¿qué será de mi hijo pequeño?”. Más tarde, supe que había otro hospital famoso por sus tratamientos para la vista; de inmediato fuimos en taxi con mi esposo. Estuvimos allí más de diez días haciéndome un tratamiento, pero, finalmente, no me curé. Pasaron seis meses, y nuestros ahorros se habían terminado. Mi problema de visión no mejoró; de hecho, empeoró. Perdí toda esperanza en curarme.
Justo durante mi sufrimiento y desesperación, conocí por casualidad a una hermana. Y me recordó lo siguiente: “No puedes seguir viviendo en tu enfermedad. Debes buscar la intención de Dios, reflexionar acerca de ti misma y aprender lecciones de esta enfermedad”. Con esa frase, me despertó, y pensé: “Por supuesto. Desde que me enfermé, no he reflexionado en absoluto acerca de mí misma, y Dios no tiene lugar en mi corazón. Solo me he ocupado de buscar médicos, pensando que solo ellos y la tecnología médica avanzada podrían curar mis ojos. ¿Cómo pude haberme olvidado de Dios?”. Pero aunque quería leer las palabras de Dios, sin importar cuánto me esforzara, no podía verlas, y me ponía nerviosa. Tuve que orar a Dios y pedirle que me guiara. Más tarde, recordé estas palabras de Dios: “Cuando la enfermedad llega, esto es el amor de Dios, y ciertamente alberga dentro Su buena voluntad. Aunque tu cuerpo padezca un poco de sufrimiento, no albergues las ideas de Satanás. Alaba a Dios en medio de la enfermedad y disfruta a Dios en medio de tu alabanza. No flaquees ante la enfermedad, sigue buscando una y otra vez y nunca te rindas, y Dios te iluminará y te esclarecerá. ¿Cómo era la fe de Job? ¡Dios Todopoderoso es un médico omnipotente! Vivir en la enfermedad es estar enfermo, pero vivir en el espíritu es estar sano. Mientras tengas aliento, Dios no te dejará morir” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 6). Sí, Dios Todopoderoso es un médico que puede curarlo todo. Durante este periodo, vivía en la enfermedad y había perdido la fe en Dios. No busqué la intención de Dios, ni reflexioné sobre mí misma, ni aprendí lecciones. ¡Estaba completamente insensible! Mi enfermedad estaba en manos de Dios, y no podía perder la fe en Él. Aunque todavía no podía entender Su intención, estaba dispuesta a orar más y pedirle que me esclareciera y me guiara a reflexionar y conocerme minuciosamente. Durante este periodo, solo podía escuchar algunas lecturas de las palabras de Dios. A veces, cuando escuchaba sobre cómo orarle en la enfermedad, intentaba orar según la senda de la práctica en las palabras de Dios. Oré: “Dios, mis oraciones anteriores carecían de razón. Incluso te pedí que dejaran de funcionarme los brazos o las piernas antes que perder la vista. También te pedí que te llevaras esta enfermedad y prometí cumplir cualquier deber si me recuperaba. ¡Dios, mis oraciones anteriores eran, en verdad, irrazonables!”.
Más tarde, escuché un pasaje de las palabras de Dios: “Piensa en las oraciones de Jesús. En el Huerto de Getsemaní Él oró ‘Si es posible […]’. Es decir, ‘si puede hacerse’. Esto se dijo como parte de una deliberación. Él no dijo: ‘Te imploro’. Con un corazón sumiso y en un estado de sumisión, oró: ‘Si es posible, que pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras’. Él siguió orando así la segunda vez, y, en la tercera, oró: ‘Que se haga Tu voluntad’. Habiendo comprendido los deseos de Dios Padre, dijo: ‘Que se haga Tu voluntad’. Él fue capaz de someterse por completo sin absolutamente ninguna decisión personal. […] Sin embargo, simplemente, las personas no oran así. En sus oraciones, las personas siempre dicen: ‘Dios, te pido que hagas esto y aquello, y te pido que me guíes en esto y aquello, y te pido que prepares condiciones para mí…’. Tal vez Dios no prepare condiciones adecuadas para ti, y te haga sufrir esta adversidad y te enseñe una lección. Si siempre oras así: ‘Dios, te pido que hagas preparativos para mí y me des fortaleza’, ¡eso es extremadamente irracional! Cuando oras a Dios, debes ser razonable, y deberías orarle con un corazón sumiso. No intentes determinar qué harás. Si intentas determinar qué hacer antes de orar, eso no es sumisión a Dios. En la oración, tu corazón debe ser sumiso, y primero debes buscar con Dios. De este modo, tu corazón se iluminará de manera natural durante la oración y sabrás qué corresponde hacer. Pasar de tu plan anterior a la oración a la transformación producida en tu corazón tras orar es resultado de la obra del Espíritu Santo. Si ya has tomado tu propia decisión y has determinado qué hacer y luego oras a Dios para pedirle permiso o para pedirle que haga lo que tú quieres, esa clase de oración es irrazonable. Muchas veces, Dios no responde a las oraciones precisamente porque las personas ya han decidido qué hacer y solo le piden permiso a Dios. Él responde: ‘Dado que ya has decidido qué hacer, ¿por qué me preguntas?’. Esta clase de oración se parece un poco a engañar a Dios y, por lo tanto, sus oraciones son estériles” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La trascendencia de la oración y su práctica). A partir de las palabras de Dios, me di cuenta de que mis oraciones se centraban únicamente en pedirle que me quitara la enfermedad. ¡Carecía de razón! ¿Cómo podía yo, un mero ser creado, estar capacitada para exigir que Dios me curase? Incluso quería que Dios satisficiera mis intereses personales de acuerdo a mi voluntad. ¡Realmente no tenía un corazón temeroso de Dios! Luego pensé en la oración del Señor Jesús. Él sabía que estar clavado en la cruz sería extremadamente doloroso. Sin embargo, Su oración no intentaba exigirle nada a Dios. Estaba dispuesto a someterse a la voluntad del Padre, incluso si eso implicaba sufrir. Yo debía buscar la intención de Dios y someterme a Él en mi enfermedad. Luego, oré: “Dios, estoy dispuesta a orar con un corazón sometido y buscar Tu intención. Esta enfermedad no llegó por casualidad, pero aún no comprendo Tu intención. No sé qué lecciones debo aprender. Te pido que me esclarezcas y me guíes”. Continué orando así durante algún tiempo, e inesperadamente, mis ojos comenzaron a mejorar de a poco. Cuando volví a leer las palabras de Dios, pude ver las cosas con más claridad.
Luego, leí un pasaje de las palabras de Dios y entendí mejor el estado en que me encontraba. Dios dice: “Para todas las personas, el refinamiento es penosísimo y muy difícil de aceptar, sin embargo, es durante el refinamiento cuando Dios deja claro el carácter justo que tiene hacia el hombre y hace público lo que le exige y le provee mayor esclarecimiento, además de una poda más real. Por medio de la comparación entre los hechos y la verdad, le da al hombre un mayor conocimiento de sí mismo y de la verdad y le otorga una mayor comprensión de las intenciones de Dios, permitiéndole así tener un amor más sincero y puro por Dios. Esas son las metas que tiene Dios cuando lleva a cabo el refinamiento. Toda la obra que Dios realiza en el hombre tiene sus propias metas e importancia; Él no obra sin sentido ni tampoco hace una obra que no sea beneficiosa para el hombre. El refinamiento no implica quitar a las personas de delante de Dios ni tampoco destruirlas en el infierno. En cambio, consiste en cambiar el carácter del hombre durante el refinamiento, cambiar sus intenciones y sus antiguos puntos de vista, cambiar su amor por Dios y toda su vida. El refinamiento es una prueba real del hombre y un tipo de formación real; solo durante el refinamiento puede el amor del hombre cumplir su función inherente” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo experimentando el refinamiento puede el hombre poseer el verdadero amor). Gracias a las palabras de Dios, comprendí que Él usaba esta enfermedad para revelar los motivos e impurezas de mi fe en Él, principalmente para purificarme y transformarme. Esa era la intención de Dios. Durante estos años de fe en Dios, siempre pensé que, mientras soportara el sufrimiento y pagara el precio, Dios me recordaría y recibiría Sus bendiciones. Incluso creía que nuestra pacífica vida familiar, carente de desastres y dificultades a lo largo de aquellos años, se debía, sin duda, a mi buena fe, que se había ganado Su protección. Luego, súbitamente, ya no podía ver con claridad, y oré a Dios por curación. Cuando no respondió a mi exigencia, perdí la fe en Él y comencé a confiar en los médicos, creyendo que la tecnología médica avanzada podría curar mis ojos. Pero cuando hasta los médicos se mostraron impotentes, me hundí en la desesperación y pensé en la muerte. Durante este tiempo, nunca busqué la intención de Dios, ni mucho menos reflexioné acerca de mí misma. Ahora pude ver que, cuando pensaba que creía en Dios y cumplía con mi deber, mis motivos estaban adulterados. ¡Estaba usando a Dios, engañándolo, e intentando hacer tratos con Él! ¡Gracias a Dios! Si no fuera por la relevación a través de esta enfermedad, yo no hubiera reconocido estas cosas sobre mí misma.
Más adelante, leí algunos pasajes más de las palabras de Dios y entendí con más claridad mis problemas. Dios Todopoderoso dice: “Lo que buscas es poder ganar la paz después de creer en Dios, que tus hijos no se enfermen, que tu esposo tenga un buen trabajo, que tu hijo encuentre una buena esposa, que tu hija encuentre un esposo decente, que tu buey y tus caballos aren bien la tierra, que tengas un año de buen clima para tus cosechas. Esto es lo que buscas. Tu búsqueda es solo para vivir en la comodidad, para que tu familia no sufra accidentes, para que los vientos te pasen de largo, para que el polvillo no toque tu cara, para que las cosechas de tu familia no se inunden, para que no te afecte ningún desastre, para vivir en el abrazo de Dios, para vivir en un nido acogedor. Un cobarde como tú, que siempre busca la carne, ¿tiene corazón, tiene espíritu? ¿No eres una bestia? Yo te doy el camino verdadero sin pedirte nada a cambio, pero no buscas. ¿Eres uno de los que creen en Dios? Te otorgo la vida humana real, pero no la buscas. ¿Acaso no eres igual a un cerdo o a un perro? Los cerdos no buscan la vida del hombre, no buscan ser limpiados y no entienden lo que es la vida. Cada día, después de hartarse de comer, simplemente se duermen. Te he dado el camino verdadero, pero no lo has obtenido: tienes las manos vacías. ¿Estás dispuesto a seguir en esta vida, la vida de un cerdo? ¿Qué significado tiene que tales personas estén vivas? Tu vida es despreciable y vil, vives en medio de la inmundicia y el libertinaje y no persigues ninguna meta; ¿no es tu vida la más innoble de todas? ¿Tienes las agallas para mirar a Dios? Si sigues teniendo esa clase de experiencia, ¿vas a conseguir algo? El camino verdadero se te ha dado, pero que al final puedas o no ganarlo depende de tu propia búsqueda personal” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). “Todos los humanos corruptos viven para sí mismos. Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda; este es el resumen de la naturaleza humana. La gente cree en Dios para sí misma; cuando abandona las cosas y se esfuerza por Dios, lo hace para recibir bendiciones, y cuando es leal a Él, lo hace por la recompensa. En resumen, todo lo hace con el propósito de recibir bendiciones y recompensas y de entrar en el reino de los cielos. En la sociedad, la gente trabaja en su propio beneficio, y en la casa de Dios cumple con un deber para recibir bendiciones. La gente lo abandona todo y puede soportar mucho sufrimiento para obtener bendiciones. No existe mejor prueba de la naturaleza satánica del hombre” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Todo lo que Dios revela se basa en hechos. Mi fe en Dios solo perseguía la paz y la seguridad para mi familia, y yo creía que esto significaba creer en Él. Vivía bajo los venenos satánicos de: “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda” y “No muevas un dedo si no hay recompensa”. Por tanto, creía en Dios solo para buscar bendiciones y paz para mí misma, y cumplía mis deberes, renunciaba a las cosas y me entregaba para ganar recompensas en el reino de los cielos, mientras hacía todo para mi propio beneficio. Cuando creí en Dios y vi Sus bendiciones y la paz de mi familia, pude abandonar las cosas y entregarme a Él, pensando que era leal a Dios, que creía genuinamente en Él y que amaba la verdad. Sin embargo, cuando me enfermé y mis oraciones por curación no recibieron respuesta, me distancié de Dios y dejé de orar y de confiar en Él. Aunque no podía ver con mis ojos, aún podía escuchar la lectura de las palabras de Dios. Pero, aún cuando me descansaba ociosamente, no quería escuchar las palabras de Dios. Mi corazón estaba completamente cerrado a Dios, y no quería acercarme a Él. ¿Qué diferencia había entre mi fe en Dios y la de quienes, en la religión, solo buscan llenar su estómago? Creen en Dios solo para buscar la paz y los beneficios materiales, y desean buen tiempo y buena salud para sus familias a lo largo del año. Cuando no obtienen lo que desean, y a veces se encuentran con el desastre, se distancian de Dios y lo traicionan. ¡Me di cuenta de que era igual a ellos, egoísta y mala, y que carecía de conciencia y de razón! Dios había expresado tanta verdad; sin embargo, yo no la perseguía, ni perseguía la purificación o la transformación. Entonces, ¿qué me diferenciaba de los animales como los cerdos o los perros?
Más adelante, leí un pasaje de las palabras de Dios y entendí un poco más la verdadera fe en Dios y el significado de creer en Él. Dios Todopoderoso dice: “‘Creer en Dios’ significa creer que hay un Dios; este es el concepto más simple respecto a creer en Dios. Aún más, creer que hay un Dios no es lo mismo que creer verdaderamente en Dios; más bien es una especie de fe simple con fuertes matices religiosos. La fe verdadera en Dios significa lo siguiente: con base en la creencia de que Dios tiene la soberanía sobre todas las cosas, uno experimenta Sus palabras y Su obra, purga su carácter corrupto, satisface las intenciones de Dios y llega a conocerlo. Sólo un proceso de esta clase puede llamarse ‘fe en Dios’. Sin embargo, las personas consideran a menudo que la creencia en Dios es un asunto simple y frívolo. Las personas que creen en Dios de esta manera han perdido el significado de creer en Él y, aunque pueden seguir creyendo hasta el final, jamás obtendrán Su aprobación, porque marchan por la senda equivocada. Hoy siguen existiendo quienes creen en Dios según palabras y doctrinas huecas. No saben que carecen de la esencia de la creencia en Dios, y no pueden obtener Su aprobación. Aun así, siguen orando a Dios para recibir bendiciones de seguridad y suficiente gracia. Detengámonos, calmemos nuestro corazón y preguntémonos: ¿Puede ser que creer en Dios sea realmente la cosa más fácil en la tierra? ¿Puede ser que creer en Dios no signifique nada más que recibir mucha gracia de Él? Las personas que creen en Dios sin conocerlo o que creen en Dios y, sin embargo, se oponen a Él, ¿son realmente capaces de satisfacer las intenciones de Dios?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prefacio). Gracias a la lectura de las palabras de Dios, entendí qué significa verdaderamente creer en Él. Comprendí que, durante todos esos años, había estado creyendo en Dios con algunas nociones vagas, pensando que debía creer en Él solo para recibir el céntuplo en esta vida y la vida eterna en el mundo venidero. Mi punto de vista sobre la fe en Dios era erróneo, y había seguido una senda equivocada. Así no llegaría a conocerlo, sin importar cuánto tiempo creyese en Él. Quien de verdad cree en Él, experimenta Sus palabras y Su obra, llega a conocerlo, se despoja de las actitudes corruptas y se hace compatible con Él, todo mediante el reconocimiento de que Dios es Soberano sobre todas las cosas. Reflexioné sobre la fe de Pedro durante la Era de la Gracia: La senda de su búsqueda era conforme a la intención de Dios. Hizo énfasis en la búsqueda de la verdad e intentó captar las intenciones de Dios hasta en los detalles más pequeños de la vida cotidiana. Además, Pedro tomó la posición de un ser creado y cumplió sus deberes. Persiguió el amor por Dios y la sumisión a Él, y finalmente fue crucificado boca abajo a causa de Dios y dio un testimonio hermoso y resonante. Comparada con Pedro, me sentí verdaderamente apenada y avergonzada. Oré arrepentida: “Dios, estoy dispuesta a arrepentirme ante Ti. Durante el tiempo que me quede, quiero perseguir la verdad con seriedad, buscar Tus intenciones al cumplir mis deberes, reflexionar sobre mí misma, y concentrarme en mi entrada en la vida”. Gracias a este período de enfermedad, reflexioné y conocí mis puntos de vista y la senda que había tomado en mi fe en Dios. Mientras aprendía algunas lecciones, poco a poco mis ojos se curaron.
Han pasado más de diez años, y mi enfermedad de la vista no ha regresado. Aunque casi pierdo la vista y soporté el sufrimiento de la enfermedad, luego de pasar por esto, experimenté las buenas intenciones de Dios, y vi con claridad la verdad de cómo Satanás me había corrompido. También gané algo de conocimiento práctico sobre el método con el que Dios obra y Sus profundas intenciones de salvar a las personas. Jamás podría aprender esto estando cómoda. ¡Gracias a Dios por Su salvación!