¿Por qué tengo miedo de informar de los problemas?
En 2011, cuando servía como diaconisa evangélica, noté que mi líder Zhang Min alardeaba a menudo hablando de doctrinas. Yo sabía que eso perjudicaba a los hermanos y hermanas y a ella misma, así que le señalé el problema en cuanto lo vi. Para mi sorpresa, me sustituyó apenas una semana después y les dijo a los hermanos y hermanas que fue porque competía con ella por estatus. Más adelante, se demostró que Zhang Min era un anticristo y la expulsaron por atacar y vengarse de la gente, cometer todo tipo de maldades y no buscar arrepentirse. Solo entonces se me permitió volver a cumplir con mi deber. Al haber pasado por aquello, me dije: “A partir de ahora he de medir lo que digo. Hablar menos, hacer más y no meterme en los asuntos ajenos. Ya no puedo decir cualquier cosa que se me pase por la cabeza, como antes. Si resulta que me cruzo con otro anticristo, le ofendo sin querer y acabo reprimida y sustituida, no podré cumplir con mi deber de nuevo. ¿Tendré entonces oportunidad de salvarme?”. Tras aquello, fui muy cauta y prudente al relacionarme con los demás.
Más adelante, me asignaron a Liu Xiao como compañera para la labor evangelizadora. Durante las reuniones, noté que Liu Xiao solo hablaba sobre los aspectos positivos de su entrada, como si ya hubiera resuelto muchos problemas y tuviera muy buena estatura. Ni una vez la oí analizar o mostrar conocimiento sobre su propia corrupción. No pude evitar decirle: “Nos conocemos desde hace tiempo, pero nunca te he oído referirte a tu autoconocimiento”. Para mi sorpresa, Liu Xiao se alteró mucho y adoptó un gesto grave. Respondió con severidad: “No podemos tener solo conocimiento de nosotros mismos; ¡todo ese conocimiento es inútil si no se produce una transformación del carácter! ¿No habla cualquiera de autoconocimiento hoy en día? ¿Se ha transformado alguno de ellos?”. A raíz de esto, me pareció que su entendimiento estaba distorsionado. La clave de la transformación del carácter es el autoconocimiento; si no conoces tu propia corrupción, ¿cómo te vas a transformar? Ella no aceptaba el juicio y castigo de las palabras de Dios y no reflexionaba sobre sí misma conforme a ellas. ¿Cómo podía hacer unos comentarios tan ridículos? Entonces, le hablé de mi entendimiento basado en las palabras de Dios, pero no solo no lo aceptó, sino que replicó: “A menudo te oigo hablar de autoconocimiento, pero ¿te has transformado? Si te conoces a ti misma, ¿por qué sigues revelando corrupción?”. Me pareció que tenía un entendimiento muy distorsionado y no aceptaba la verdad. Liu Xiao cambió de actitud conmigo después de aquello. Me ignoraba y rara vez me hablaba, lo que me hacía sentir bastante constreñida. Al observar que Liu Xiao tenía un entendimiento distorsionado y no aceptaba las sugerencias de los demás, pensé que no era muy adecuada para ser supervisora y consideré informar de su problema a la líder, pero entonces pensé: “Liu Xiao es creyente desde hace mucho y ha difundido el evangelio todo este tiempo, y además nuestra líder la tiene en gran estima. Acabo de empezar en este deber, si informo del problema de Liu Xiao, ¿qué pensará de mí la líder? ¿Dirá que tengo celos de Liu Xiao y soy quisquillosa? Ni hablar, mientras menos problemas, mejor. Primero debo cuidar de mí misma. Su falta de autoconocimiento y su entendimiento distorsionado son problema suyo y no tienen nada que ver conmigo. A partir de ahora, evitaré discutir delante de ella mi entendimiento sobre mí misma. Así no podrá hurgar en mis defectos y meterme en problemas”.
Más tarde, el PCCh inició una gran ofensiva coordinada contra los creyentes y Liu Xiao, cohibida y asustada, dejó de difundir el evangelio. Unos días después, nuestra líder escribió para preguntar por nuestro progreso en la obra evangélica y para animarnos a esforzarnos al máximo para seguir difundiendo el evangelio, mientras fuera seguro. Liu Xiao dijo: “Ahora la situación es peligrosa. ¿Y si nos arrestan mientras difundimos el evangelio? La reclamación de la líder es cuestionable, no es la primera vez que toma decisiones problemáticas”. La crítica de Liu Xiao también influenció mi opinión sobre la líder. Pensé: “¿Y si arrestan a alguien mientras difunde el evangelio? ¿Quién se hará responsable? Tal vez debamos esperar un tiempo”. Y así sin más, la obra evangélica se detuvo durante más de un mes. La líder escribió otra carta que destaba la importancia de la obra evangélica y enfatizaba que es la comisión de Dios y nunca debe detenerse. Incluso en situaciones adversas como estas, todavía era posible difundir el evangelio a conocidos cercanos, parientes y amigos. La líder también preguntaba por qué habíamos cesado la obra evangélica. Al leer la carta, me di cuenta de que nos habíamos desviado de nuestra práctica, pero cuando se la enseñé a Liu Xiao, se mostró indiferente y no estaba en absoluto preocupada, sin intención alguna de rectificar nuestros errores. Ante la postura de Liu Xiao, pensé: “Si ella no difunde el evangelio, lo haré yo”. Y así, me puse a compartir con los hermanos y hermanas sobre rectificar nuestros errores. Liu Xiao se pasaba el día en su cuarto y nunca supervisaba la obra evangélica. A veces incluso veía la tele durante horas y horas. Quería señalarle aquello, pero al recordar que la vez anterior que le hice una sugerencia no solo no la aceptó, sino que aprovechó que yo revelaba corrupción para influir sobre mí y después me ignoró, empecé a dudar: “Si volviera a señalarle sus problemas, quién sabe cómo me replicaría. ¡Sería un auténtico fastidio tener que aguantar que me haga el vacío si la ofendo! Ni hablar, cerraré la boca y me ocuparé de mis propios asuntos”. Más adelante, la líder habló con nosotros sobre cómo difundían el evangelio los hermanos y hermanas de otras iglesias y los resultados que obtenían. Me sentí bastante culpable. Corrían tiempos difíciles, pero los hermanos y hermanas de otras iglesias seguían perseverando en la difusión del evangelio. Entretanto, nuestra propia iglesia había cesado por completo la obra evangélica y no había logrado resultado alguno. Tenía muchas ganas de escribirle a la líder y contarle el comportamiento de Liu Xiao y el estado actual de la obra evangélica, pero cada vez que tomaba el bolígrafo para escribir, pensaba en lo terrible que era que este anticristo me condenara y reprimiera, así que dudaba: “Si informo del problema de Liu Xiao, ¿me creerá la líder? Si no me cree e investiga mi situación, ¿acaso no me supondrá eso mayores problemas? Es más, no conozco bien a la líder, ¿y si resulta ser un anticristo, no sabe resolver los problemas con justicia y me reprime? Me gusta la estabilidad y la paz que siento ahora en mi deber. No quiero ocasionarme problemas por informar de este asunto”. Al percatarme de esto, de nuevo opté por guardar silencio. Sin embargo, me generaba mucha ansiedad y nerviosismo observar que nuestro trabajo no paraba de obtener malos resultados. Me hallaba en un lugar sombrío y me sentía atormentada, no sabía cómo atravesar tal situación. Así que oré a Dios, suplicándole que me guiara y me ayudara a entender cómo afrontarla.
Un día, me encontré dos pasajes de las palabras de Dios que removieron algo en mi adormecido corazón. Dios Todopoderoso dice: “Las personas egoístas y mezquinas son superficiales en sus acciones y se mantienen alejadas de las cosas que no les conciernen de manera personal. No consideran los intereses de la casa de Dios ni muestran consideración por la voluntad de Dios. No asumen ninguna carga de desempeñar sus deberes o de dar testimonio de Dios y no poseen ningún sentido de responsabilidad. […] Hay algunas personas que no asumen ninguna responsabilidad, independientemente del deber que estén cumpliendo. Tampoco informan con celeridad a sus superiores de los problemas que descubren. Cuando ven a gente que causa interrupciones y perturbaciones, hacen la vista gorda. Cuando ven a gente malvada cometiendo el mal, no intentan detenerlos. No protegen los intereses de la casa de Dios ni consideran lo que es su deber y responsabilidad. Cuando cumplen con su deber, las personas así no hacen ningún trabajo real; son unos complacientes sedientos de comodidades; hablan y actúan solo por su propia vanidad, su imagen, su estatus y sus intereses, y están solo dispuestos a dedicar su tiempo y esfuerzo a cosas que les beneficien” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entregando el corazón a Dios, se puede obtener la verdad). “Si a menudo tienes un sentimiento de culpabilidad en tu vida, si tu corazón no halla descanso, si no tienes paz ni alegría, y a menudo te sientes abrumado por la preocupación y la ansiedad por todo tipo de cosas, ¿qué demuestra esto? Simplemente que no practicas la verdad, que no te mantienes firme en tu testimonio de Dios. Cuando vives en medio del carácter de Satanás, es posible que falles en practicar la verdad con frecuencia, que le des la espalda a la verdad, que seas egoísta y vil; solo defiendes tu imagen, tu reputación, tu estatus y tus intereses. Vivir siempre para ti mismo te acarrea un gran dolor. Tienes tantos deseos egoístas, enredos, grilletes, recelos y preocupaciones que no albergas la menor paz ni alegría. Vivir en aras de la carne corrupta es sufrir de manera excesiva” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La entrada en la vida comienza con el cumplimiento del deber). Me sentí bastante culpable tras leer las palabras de Dios. Me di cuenta de que no me atrevía a denunciar el problema de Liu Xiao ante la líder porque era demasiado egoísta y despreciable. Solo consideraba mis propios intereses, quería limitarme a hacer mi deber en paz, evitaba ofender a los demás y crearme problemas. En cuanto vi que Liu Xiao tenía un entendimiento distorsionado y no aceptaba la verdad, quise informar sobre ella a la líder, pero me preocupaba que esta me malinterpretara y pensara que estaba celosa de Liu Xiao y me aprovechaba de sus defectos para atacarla. Así que guardé silencio. Cuando vi que había dejado de difundir el evangelio, se pasaba el día viendo la tele, no mostraba interés en su trabajo y se limitaba a disfrutar de los beneficios de su estatus, debí haberla denunciado enseguida ante la líder, pero elegí protegerme a mí misma y no consideré para nada los intereses del trabajo de la iglesia. Incluso sabiendo lo malos que eran los resultados de la obra evangélica, continué guardando silencio, y por muy culpable que me sintiera, seguí sin informar de lo que realmente sucedía. Mantuve la boca cerrada. Era realmente egoísta y despreciable, carecía de humanidad. Me sentía en deuda con Dios, y me odié a mí misma por no practicar la verdad, lo que causó enormes retrasos en el progreso de la obra.
En mi búsqueda, me encontré con este pasaje de las palabras de Dios: “Para todos los que cumplen con un deber, da igual lo profundo o superficial que sea su entendimiento de la verdad, la manera más sencilla de practicar la entrada en la realidad verdad es pensar en los intereses de la casa de Dios en todo, y renunciar a los propios deseos egoístas, a las intenciones, motivos, orgullo y estatus personales. Poner los intereses de la casa de Dios en primer lugar; esto es lo menos que debéis hacer. Si una persona que lleva a cabo un deber ni siquiera puede hacer esto, entonces ¿cómo puede decir que está llevando a cabo su deber? Esto no es llevar a cabo el propio deber. Primero debes pensar en los intereses de la casa de Dios, tener en cuenta la voluntad de Dios y considerar la obra de la iglesia. Coloca estas cosas antes que nada; solo después de eso puedes pensar en la estabilidad de tu estatus o en cómo te consideran los demás. ¿No os parece que esto se vuelve un poco más fácil cuando lo dividís en dos pasos y hacéis algunas concesiones? Si practicáis de esta manera durante un tiempo, llegaréis a sentir que satisfacer a Dios no es algo tan difícil. Además, deberías ser capaz de cumplir con tus responsabilidades, llevar a cabo tus obligaciones y tu deber, dejar de lado tus deseos egoístas, intenciones y motivos. Debes tener consideración hacia la voluntad de Dios y poner primero los intereses de la casa de Dios, la obra de la iglesia y el deber que se supone que has de cumplir. Después de experimentar esto durante un tiempo, considerarás que esta es una buena forma de comportarte. Es vivir sin rodeos y honestamente, y no ser una persona vil y miserable; es vivir justa y honorablemente en vez de ser despreciable, vil y un inútil. Considerarás que así es como una persona debe actuar y la imagen por la que debe vivir. Poco a poco, disminuirá tu deseo de satisfacer tus propios intereses” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Las palabras de Dios me señalaron la senda de práctica. Al afrontar una elección entre la obra evangélica y los intereses personales, deberíamos darle siempre prioridad al trabajo de la iglesia. Lo más importante es mantener primero el trabajo de la iglesia. Es un deber ineludible que todos debemos cumplir. Debía practicar de acuerdo con las palabras de Dios y dejar de mostrar indiferencia. Tenía que denunciar enseguida ante la líder nuestro problema en el trabajo. Si existía un problema con la conducta de Liu Xiao, los líderes y obreros podrían resolverlo pronto y así evitar cualquier retraso en la obra. Si tenía un entendimiento erróneo de algunos asuntos, podría mejorar mis carencias mediante la búsqueda. Eso importaba más que la percepción que tuvieran de mí los líderes y obreros. Al reparar en ello, me sentí un poco más liberada y le conté a la líder en detalle la situación de Liu Xiao. Pero pasaron más de dos semanas sin que se adoptaran medidas. Pensé: “¿Se ha tomado la líder en serio mi denuncia? ¿Por qué no ha venido a resolver estos asuntos? ¿Le parece que la conducta de Liu Xiao no supone un problema y que he dado una información errónea?”. Me sentía sumamente angustiada y quería informar de los problemas a otro líder, pero luego pensé: “Bueno, ya he informado del asunto a una líder, así que he cumplido con mi deber. No debería hablar más de la cuenta, si no tengo cuidado, puedo ofender a alguien y acabar reprimida y castigada”. No quise ahondar más en el asunto, pero me seguía sintiendo culpable. Pensé: “Estoy informando de estos problemas para buscar la verdad y mantener el trabajo de la iglesia, no para complicarle la vida a nadie. Dios escruta todas las cosas, ¿de qué tengo que preocuparme entonces? ¿Por qué tengo siempre tanta cautela y soy tan indecisa para informar de los problemas, como si tuviera la boca sellada?”. Acudí ante Dios para buscar y orar, le pedí que me guiara para entender mis problemas, rebelarme contra mí misma y practicar la verdad.
Más adelante, me encontré dos pasajes de las palabras de Dios que me aportaron algo de conocimiento sobre mí misma. Dios Todopoderoso dice: “Las personas que son anticristos siempre tratan la justicia y el carácter de Dios con nociones, dudas y resistencia. Piensan: ‘Que Dios sea justo es solo una teoría. ¿Existe realmente la justicia en este mundo? En todos los años de mi vida, no la he encontrado ni la he visto una sola vez. El mundo es muy oscuro y malvado, y a la gente malvada y a los demonios les va bastante bien, viven satisfechos. No he visto que reciban su merecido. En esto no veo dónde está la justicia de Dios; me pregunto, ¿existe realmente la justicia de Dios? ¿Quién la ha visto? Nadie la ha visto, y nadie puede dar fe de ella’. Esto es lo que piensan para sí mismos. No aceptan toda la obra de Dios, todas Sus palabras y Sus instrumentaciones basándose en la creencia de que Él es justo, sino que siempre están dudando y emitiendo juicios, siempre llenos de nociones, y nunca buscan la verdad para resolverlas. Los anticristos siempre creen así en Dios. […] En tiempos corrientes, la gente no puede verlo, pero cuando les ocurre algo, queda en evidencia la fealdad del anticristo. Como un puercoespín, con todas sus púas enhiestas, se protegen con todas sus fuerzas, deseando no asumir ninguna responsabilidad. ¿Qué clase de actitud es esta? ¿Acaso no es de no creer que Dios es justo? No creen que Dios lo observe todo o que sea justo; desean utilizar sus propios métodos para protegerse. Ellos creen: ‘Si yo no me protejo, nadie lo hará. Dios tampoco puede protegerme. Dicen que Él es justo, pero cuando la gente se mete en problemas, ¿los trata Dios realmente con justicia? De ninguna manera: Él no hace eso’. Cuando se enfrentan a los problemas o a la persecución, se sienten faltos de ayuda, y piensan: ‘Entonces, ¿dónde está Dios? La gente no puede verlo ni tocarlo. Nadie puede ayudarme; nadie puede ofrecerme justicia y defender la equidad en mi nombre’. Creen que la única manera de protegerse es siguiendo sus propios métodos, que de lo contrario sufrirán pérdidas, los acosarán y perseguirán, y que la casa de Dios no es una excepción a este respecto. Un anticristo ya lo tendrá todo planeado antes de que le ocurra cualquier cosa. Por una parte, se hacen pasar por alguien tan poderoso que nadie se atrevería a ofenderlo, meterse con él o acosarlo. Por otra parte, son absolutamente leales a las filosofías de Satanás y a sus leyes para la existencia. En términos generales, ¿de cuáles se trata? ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’, ‘Agua que no has de beber, déjala correr’, ‘El sensato se protege nada más que para no equivocarse’, obrando según lo permitan las circunstancias, siendo pícaro y astuto, ‘Yo no ataco a menos que me ataquen’, ‘La armonía es un tesoro y la paciencia, una virtud’, ‘Si al hablar no has de halagar, más te vale callar’, ‘Las circunstancias mandan’, y otras filosofías satánicas por el estilo. No aman la verdad, sino que aceptan las filosofías de Satanás como si fueran cosas positivas, pues creen que les servirán de protección. Viven conforme a estas cosas; no le hablan a nadie con sinceridad, sino que dicen sin excepción cosas agradables, para congraciarse, halagadoras, que no ofenden a nadie, y buscan la manera de exhibirse para que los demás los estimen. Solo se preocupan por su propia búsqueda de prestigio, beneficio y estatus, y no hacen nada en absoluto para defender el trabajo de la iglesia. No exponen ni denuncian a quienquiera que haga algo malo y perjudique los intereses de la casa de Dios, sino que actúan como si no lo hubieran visto. Si nos fijamos en sus principios para manejar las cosas y el tratamiento que hacen de lo que sucede a su alrededor, ¿acaso tienen algún conocimiento del carácter justo de Dios? ¿Tienen alguna fe en ello? No tienen ninguna. ‘Ninguna’ aquí no significa que no tengan conocimiento de ella, sino que albergan dudas sobre el carácter justo de Dios en su corazón. No aceptan ni reconocen que Dios es justo” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 10 (I)). “Hay quienes temen las represalias de los anticristos y no se atreven a ponerlos en evidencia. ¿Acaso no es esto una necedad? Eres incapaz de salvaguardar los intereses de la casa de Dios, lo cual demuestra de manera inherente que le eres desleal. Temes que un anticristo encuentre un motivo para tomar represalias contra ti; ¿qué problema hay? ¿Es posible que no confíes en la justicia de Dios? ¿Acaso no sabes que la verdad reina en la casa de Dios? Aunque un anticristo llegue a detectar algunos problemas de corrupción en ti y monte un escándalo por ello, no debes tener miedo. En la casa de Dios, se manejan los problemas sobre la base de los principios verdad. Cometer transgresiones no convierte automáticamente a alguien en una persona malvada. La casa de Dios nunca se ocupa de nadie a raíz de una revelación momentánea de corrupción o una transgresión puntual. En cambio, se encarga de aquellos anticristos y personas malvadas que crean perturbaciones continuas y cometen el mal, y que no aceptan siquiera un ápice de la verdad. La casa de Dios nunca agraviará a una buena persona. Trata a todo el mundo con justicia. Aunque los falsos líderes o anticristos acusen erróneamente a una buena persona, la casa de Dios se encargará de defenderla. La iglesia nunca expulsará ni se ocupará de una buena persona que sea capaz de dejar en evidencia a los anticristos y tenga sentido de la justicia. La gente siempre teme que los anticristos encuentren un motivo para vengarse de ella. Sin embargo, ¿acaso no temes ofender a Dios y caer en su aversión y rechazo?” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VIII)). Dios deja al descubierto que los anticristos no creen en la justicia de Dios y que Él escruta todas las cosas. Se ciñen a su propia filosofía para lidiar con el mundo en todos los aspectos de la vida, usan sus propios métodos para protegerse y son sumamente taimados y astutos. Al compararme con la revelación de las palabras de Dios, vi que yo no era diferente de un anticristo. No conocía el carácter justo de Dios, no creía que la verdad reina en la casa de Dios, y vivía en todos los aspectos según las filosofías satánicas para lidiar con el mundo. Cuando era niña, mis padres solían advertirme: “La boca de un necio es su perdición, deja que sean tus acciones en el mundo las que hablen”. Al hacerme mayor y empezar a trabajar, percibí la oscuridad, la maldad y la injusticia en la sociedad y llegué a creer que solo aprendiendo a tener tacto y a ser astuta, congraciándome y no siendo sincera sería capaz de protegerme y vivir la vida en paz. Las filosofías de Satanás para lidiar con el mundo como: “el silencio es oro y quien mucho habla, mucho yerra”, “cuando sepas que algo está mal, lo mejor es callar” se convirtieron en los principios conforme a los que me conducía. Vivía según esos credos, y no solo era reacia y reticente a hablar, sino también bastante egoísta, indiferente, astuta y taimada. Aunque tuviera idea sobre un tema, no expresaba mi opinión de inmediato. No compartía mis pensamientos profundos ni hablaba con honestidad, y siempre me preocupaba decir algo incorrecto, ofender a alguien y crearme problemas. Tras ingresar en la fe, me seguía protegiendo mediante filosofías satánicas. Me decía que tenía que hacer más y hablar menos, evitar ofender a nadie y crearme problemas. Cuando noté que Liu Xiao no era apta para trabajar como supervisora, supe que debía informar enseguida a mi líder, pero me preocupaba que esta no manejara el asunto con justicia, que se me reprimiera y castigara. Así que guardé silencio para protegerme, no me atreví a decir nada honesto. Era increíblemente egoísta, astuta, taimada y carecía del menor sentido de la justicia. Vivía de una manera despreciable y sórdida. En realidad, según mi propia experiencia, reparé en que, a pesar de que se me reprimió y sustituyó tras hacerle una sugerencia a la líder, se demostró que esta era un anticristo y poco después la expulsaron. Tras eso, empecé a cumplir de nuevo con mi deber y no perdí la oportunidad de buscar la verdad y lograr la salvación por haber estado reprimida temporalmente por ese anticristo. Yo misma comprobé que la casa de Dios se rige por la verdad y la justicia. La casa de Dios se ocupa de todas las cosas y trata a todas las personas justamente y según los principios verdad, y se asegura de que nadie sufra agravios. En cambio, yo era demasiado malvada y taimada por naturaleza y no conocía la justicia de Dios. Creía que la casa de Dios era como la sociedad, y los líderes y obreros eran como autoridades del gobierno. Pensaba que, si los ofendía, no habría un lugar para mí en la iglesia. ¡Eran tan malvados estos pensamientos y puntos de vista!
Entonces me encontré otros dos pasajes de las palabras de Dios: “¿Cuántas filosofías de vida hay dentro de ti? ¿Las has desechado? Si tu corazón no puede volverse por completo hacia Dios, no eres de Él, sino que procedes de Satanás, al final volverás a él, y no mereces pertenecer al pueblo de Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Es muy importante establecer una relación normal con Dios). “Yo decido el destino de cada persona, no con base en su edad, antigüedad, cantidad de sufrimiento ni, mucho menos, según el grado de compasión que provoca, sino con base en si posee la verdad. No hay otra opción que esta. Debéis daros cuenta de que todos aquellos que no hacen la voluntad de Dios serán también castigados. Este es un hecho inmutable” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prepara suficientes buenas obras para tu destino). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, me di cuenta de que lo que determina si un creyente puede lograr la salvación es si posee o no la verdad y si la practica. Si alguien no es capaz de vivir según la verdad en su fe, y en cambio se atiene a las filosofías satánicas para lidiar con el mundo, entonces pertenece a Satanás, no a Dios. Aunque en apariencia cumple con un deber importante, o un líder lo tiene en buena consideración, Dios lo acabará descartando porque no practica la verdad y no la ha alcanzado. Percibí claramente que Liu Xiao interrumpía y perturbaba el trabajo de la iglesia, pero no me atreví a informarlo a mi líder, pues temía que un anticristo me reprimiera y quedarme sin mi deber, lo que significaría perderme la ocasión de lograr la salvación. ¡Qué necia y ridícula era mi idea! Los demás no podían decidir mi capacidad para lograr la salvación; esta vendría determinada por si podía o no practicar la verdad. Si continuaba viviendo según las filosofías satánicas, protegiéndome a mí misma y sin mantener el trabajo de la iglesia, aunque estuviera cumpliendo con mi deber, seguiría sin lograr la salvación. Al darme cuenta de esto, sentí muchos remordimientos y culpa. Así que oré a Dios, le supliqué que me guiara en la práctica de la verdad y para convertirme en una persona honesta y recta.
Por medio de la búsqueda y la reflexión, también me di cuenta de que la razón de mi miedo a la represión de la líder si informaba del problema era que me faltaba entendimiento de la todopoderosa soberanía de Dios, no aceptaba las situaciones que Él me hacía afrontar y en cambio creía que estas sucedían porque yo había sido demasiado entrometida. ¿Acaso no eran esos los puntos de vista de una no creyente? Vi este pasaje de las palabras de Dios: “Los anticristos y los malvados aparecen en ciertas iglesias y causan perturbaciones, y así engañan a algunas personas; ¿es esto algo bueno o malo? ¿Se trata del amor de Dios o acaso está Él jugando con la gente y la está poniendo en evidencia? No lo entendéis, ¿verdad? Dios hace que todas las cosas estén a Su servicio para perfeccionar y salvar a aquellos que Él desea salvar, y la verdad es lo que ganan en última instancia aquellos que la buscan y la practican sinceramente. Sin embargo, algunos que no buscan la verdad se quejan y dicen: ‘No es correcto que Dios obre de esta manera. ¡Me hace sufrir mucho! Por poco me uno a los anticristos. Si Dios realmente dispone esto, ¿cómo puede permitir que la gente se una a los anticristos?’. ¿Qué sucede aquí? Que no sigas a los anticristos demuestra que cuentas con la protección de Dios; si te unes a ellos, eso es traicionar a Dios y Él ya no te quiere. Así pues, ¿es bueno o malo que tales anticristos y malvados causen perturbaciones en la iglesia? A primera vista, parece algo malo, pero cuando esos anticristos y malvados quedan en evidencia, tú adquieres mayor discernimiento, a ellos se los expulsa y tu estatura aumenta. Cuando vuelvas a encontrarte con personas así en lo sucesivo, podrás discernirlas incluso antes de que ellas se muestren tal como son, y las rechazarás. Esto te permitirá aprender lecciones y beneficiarte; sabrás discernir a los anticristos y Satanás ya no te engañará. Por tanto, decidme, ¿acaso no es bueno que los anticristos perturben y engañen a la gente? Solo cuando su experiencia ha llegado a este punto, la gente puede ver que Dios no ha actuado según sus nociones y figuraciones, y que Él permite que el gran dragón rojo cause perturbaciones de manera frenética y que los anticristos engañen a Su pueblo escogido. Así, Él puede poner a Satanás a Su servicio con el objeto de perfeccionar a Sus escogidos, y es entonces que la gente comprende las meticulosas intenciones de Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se corrigen las propias nociones es posible emprender el buen camino de la fe en Dios (1)). A partir de las palabras de Dios me di cuenta de que Dios permite la aparición de anticristos en la iglesia para que podamos obtener la verdad y el discernimiento y nos liberemos del engaño y control de Satanás. Si no nos encontramos con un anticristo, no aprenderemos a discernirlos y seguirá siendo posible que los anticristos nos engañen. Al verme reprimida por este anticristo, obtuve algo de discernimiento sobre ellos y además reflexioné y gané conocimiento de mi propio carácter de anticristo. Durante ese tiempo, siempre buscaba estatus en mi deber y estaba llena de deseo y ambición. Caminaba por la senda de un anticristo, sin embargo, no era consciente en absoluto de estar haciéndolo. Solo empecé a reflexionar sobre mí misma después de que ese anticristo me reprimiera y sustituyera. Por medio del esclarecimiento y la iluminación de las palabras de Dios, me di cuenta de que buscar estatus es un camino hacia la ruina. Averigüé también que, en nuestra fe, debemos buscar cumplir con nuestros deberes como seres creados; eso es lo que debemos perseguir. Empecé a centrarme en buscar la verdad, y trabajaba a conciencia para hacerlo lo mejor posible en cualquier deber que se me asignara. Esa pequeña transformación era la salvación y la gran protección de Dios. A pesar de haber sufrido hasta cierto punto, aprendí bastante en el proceso y eso supuso un enorme beneficio para mi vida. Cuanto más reflexionaba, más claro lo tenía. Sabía que lo que necesitaba hacer era desempeñar mi deber y mis responsabilidades e informar a los líderes de mi entendimiento de la situación. Respecto a cómo me tratarían los líderes y a qué clase de situación me iba a encontrar, todo sucedía con permiso de Dios. Debía ponerme en Sus manos y someterme a Su soberanía y arreglos. Así que informé del asunto a otro líder.
Tras recibir mi carta y confirmar mi denuncia, el líder sustituyó de inmediato a Liu Xiao. Todo ello me dejó embargada por la emoción. Desde que reparé en que Liu Xiao tenía un problema hasta que informé de ello, me demoré más de dos meses. Pensar en cómo afectaron y retrasaron aquellos dos meses a la obra evangélica me causó enormes remordimientos y culpa, y me odié por lo hondo que me había corrompido Satanás y lo egoísta y taimada que era. Al vivir según filosofías satánicas para lidiar con el mundo, no solo me había hecho daño a mí misma, sino que además había afectado al trabajo de la iglesia. Solo tras leer las palabras de Dios obtuve algo de autoconocimiento, dejé de estar constreñida por el estatus y la autoridad y denuncié con honestidad el problema en cuestión. ¡Gracias a Dios!
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