¿Por qué temo que me superen?

23 Oct 2022

Por Rena, Filipinas

En junio de 2019 acepté la nueva obra de Dios y, pasado un tiempo, comencé a regar a los recién llegados. Algunos de ellos se mostraban muy agradecidos tras recibir mi ayuda, así que estaba muy orgullosa y me parecía que era muy apta para el trabajo de riego. Más adelante, recibí a otra recién llegada y, al principio, la regué y la apoyé con diligencia. Descubrí que entendía bien las cosas, progresaba muy rápido y el entendimiento vivencial que comunicaba en las reuniones era bueno. Pensé que pronto me superaría, y cuando eso pasara, la líder le pediría que regase a todos los hermanos y hermanas y yo ya no sería necesaria. Al tener ese pensamiento, ya no quise regarla adecuadamente, así que solo discutí algunos temas externos con ella. Una vez, la líder me preguntó acerca de ella, diciendo: “Necesitamos con urgencia más regadores, ¿te parece que es apta para ser cultivada?”. Yo no quería que se la cultivara, porque su calibre era tan bueno que temía que se convirtiera en líder en el futuro y alcanzara una posición más alta que la mía. Así que le dije a la líder: “Me falta discernimiento al respecto. Quizás puedas investigarlo más”. Cuando oí que la líder había ido a hablar con ella, me sentí muy celosa y asustada. A menudo pensaba: “Quizás la cultiven y la asciendan, e incluso acabe ocupando mi lugar”. En esa época la iglesia estaba dividida en congregaciones, así que acudíamos a iglesias diferentes. Unos meses después, me enteré de que se había convertido en líder de iglesia. Aunque le di la enhorabuena y dije que me alegraba por ella, en el fondo le tenía celos. Pensé para mis adentros: “¿Cómo se ha convertido en líder tan rápidamente pero yo sigo siendo regadora?”. Estaba muy molesta, así que comencé a esforzarme mucho en regar a los recién llegados porque quería demostrar a mi líder que también era apta para convertirme en líder de iglesia.

Más adelante, también me eligieron líder de la iglesia, pero seguía teniendo celos cuando veía que otros eran mejores que yo. Una vez, estaba debatiendo con los otros líderes y diáconos sobre cómo apoyar y ayudar a los recién llegados, y la diaconisa de evangelio compartió sus ideas sobre el asunto. A la líder superior le pareció que sus ideas eran buenas, al igual que a los líderes de grupo, así que tratamos de apoyar y regar a los recién llegados según tales sugerencias. Resultaron muy eficaces y los recién llegados estaban todos realmente dispuestos a ir a las reuniones y a asumir deberes. Esto me puso algo celosa, y pensé: “La diaconisa de evangelio es mejor que yo. Tengo que mejorar y aprender más”. Más adelante, le pregunté cuántos años llevaba cumpliendo su deber y me quedé sorprendida cuando me dijo que solo seis meses. Me sentí muy avergonzada, porque yo había aceptado la obra de Dios Todopoderoso hacía dos años, y era creyente desde antes que cualquiera en el grupo, pero seguía siendo como una principiante carente de ideas. Después de esto, siempre me comparaba con ella. Cuando veía que era competente en su trabajo, que siempre tenía buenos métodos y sendas para llevar a cabo diferentes clases de trabajo de la iglesia y conseguía resultados, la envidiaba aún más. Pensé: “Si sigue obteniendo tan buenos resultados en su obra, y siempre se le ocurren buenas ideas durante los debates de trabajo, la líder superior verá que es competente y su calibre es bueno, y la formará para ser líder de la iglesia. ¿No significará eso que ocupará mi lugar?”. Una vez, no acudió a una reunión porque estaba ocupada con otra tarea, y me preguntó después qué habíamos aprendido en la reunión. Yo no quería contárselo, así que dije que se me había olvidado. Después reparé en que la líder superior compartía a menudo con ella, pero casi nunca conmigo, y esto me enojó mucho. Pensé: “Si no me hablas, no cumpliré mi deber”. En ese momento, quería cambiar a un deber donde los demás me pudieran admirar. Pensaba que, si pudiese predicar el evangelio de manera eficaz, los hermanos y hermanas me tendrían en alta estima, así que comencé a predicar el evangelio y di de lado al trabajo de regar a los recién llegados. La líder superior me dijo a modo de recordatorio que necesitaba entender y resolver rápidamente las dificultades de los recién llegados, a lo que yo contesté: “Sí, hablaré con ellos más adelante”. Pero solo me importaba predicar el evangelio y no me puse en contacto con los nuevos fieles en absoluto. Sus problemas no se resolvían a tiempo y dejaron de reunirse con asiduidad. No mucho después, la líder superior me envió un mensaje preguntándome por qué no se reunían los recién llegados y si me había topado con alguna dificultad, y le conté mi situación. Comunicó conmigo: “Eres la líder de la iglesia y eres responsable de todo el trabajo de la iglesia, especialmente de regar a los recién llegados. Este trabajo es muy importante. No puedes ser superficial ni salir del paso”. Lloré al oír aquello. Me ofendió mucho que no hubiera reparado en absoluto en mis esfuerzos por predicar el evangelio.

Más adelante, empecé a reflexionar sobre la actitud que tenía hacia el deber. Me había estado preocupando todo el tiempo que los recién llegados fueran mejores que yo y no quería dejar que me superasen. Para mantener mi estatus, no había regado a los recién llegados adecuadamente, en especial a aquellos con buen calibre. Además, no los alentaba en sus deberes. No cumplía con mis responsabilidades en absoluto. Pensé en las palabras de Dios: “Algunas personas siempre temen que otros sean mejores que ellas o estén por encima de ellas, que otros obtengan reconocimiento mientras a ellas se les pasa por alto, y esto lleva a que ataquen y excluyan a los demás. ¿Acaso no es eso envidiar a las personas con talento? ¿No es egoísta y despreciable? ¿Qué tipo de carácter es este? ¡Es malicia! Aquellos que solo piensan en los intereses propios, que solo satisfacen sus propios deseos egoístas, sin pensar en nadie más ni considerar los intereses de la casa de Dios tienen un carácter malo y Dios no los ama(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). “En este momento, todos vosotros cumplís con vuestros deberes a tiempo completo. No estáis limitados ni atados por la familia, el matrimonio o la riqueza. Ya habéis salido de esas cosas. Sin embargo, las nociones, las imaginaciones, el conocimiento y las intenciones y los deseos personales que se os han metido en la cabeza permanecen completamente intactos. Así, en todo lo que involucre la reputación, el estatus o una oportunidad de destacar —por ejemplo, cuando os enteráis de que la casa de Dios planea promover diversos tipos de individuos con talento—, el corazón de cada uno de vosotros salta de emoción y queréis haceros un nombre y poneros en el centro. Todos queréis pelear por el estatus y la reputación. Esto os avergüenza, pero os sentiríais mal si no lo hacéis. Sentís envidia, odio y se queja cuando veis que alguien sobresale, os parece injusto: ‘¿Por qué yo no puedo sobresalir? ¿Por qué siempre se llevan otros el foco? ¿Por qué no me toca nunca a mí?’. Y cuando sentís resentimiento, tratáis de reprimirlo, pero no podéis. Oráis a Dios y os sentís mejor un rato, pero cuando os encontráis nuevamente con este tipo de situación, seguís sin poder superarla. ¿No es esta una manifestación de una estatura inmadura? Cuando se sume la gente en semejantes estados, ¿no ha caído en la trampa de Satanás? Estos son los grilletes de la naturaleza corrupta de Satanás que atan a los humanos(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). La palabra de Dios reveló mi estado de manera precisa. Detestaba cuando otros eran mejores que yo o me superaban. Cuando conocía a recién llegados que comprendían bien las cosas y tenían buen calibre, temía que me superasen y ocupasen mi lugar, y por eso no quería regarlos adecuadamente ni que la líder los cultivase. En particular, cuando trabajaba con la diaconisa de evangelio y veía que su predicación era efectiva, que siempre hacía buenas sugerencias y que la líder superior siempre acudía a ella para hablar del trabajo, la envidiaba y me comparaba secretamente con ella, y quería que la líder superior me valorara por predicar el evangelio. Solo pensaba en mi propio estatus y en la alta estima de los demás. No cumplía en absoluto mis responsabilidades como líder. Estaba avergonzada. Se suponía que debía regar adecuadamente a los recién llegados para que se afianzaran rápidamente en el camino verdadero, pero no había mostrado consideración hacia la intención de Dios. Solo había pensado en mi propia reputación y estatus, y no había regado ni apoyado diligentemente a los recién llegados, lo que provocó que no asistiesen a las reuniones con normalidad. ¡Estaba haciendo el mal! Empecé a reflexionar sobre qué metas estaba buscando en el deber. ¿Cumplía mi deber para satisfacer a Dios o a mis propios intereses? Si hubiera estado pensando en el trabajo de la iglesia y en tratar de satisfacer a Dios, entonces habría querido formar a más personas para que cumplieran su deber. Pero no lo había hecho. En cambio, había envidiado y suprimido a gente con talento, con la esperanza de que la líder no reparara en ellos. Me di cuenta de que había estado cumpliendo mi deber exclusivamente en aras de mi posición e intereses. ¡Qué egoísta era!

Más tarde, después de que una hermana descubriera mi estado, me envió un pasaje de la palabra de Dios: “Algunas personas creen en Dios pero no persiguen la verdad. Siempre viven por la carne, codiciando los placeres carnales y saciando siempre sus propios deseos egoístas. Independientemente de cuántos años lleven creyendo en Dios, jamás entrarán en la realidad-verdad. Esta es la marca de haber avergonzado a Dios. Dices: ‘No he hecho nada para oponerme a Dios. ¿Cómo he avergonzado a Dios?’. Todas tus ideas y todos tus pensamientos son perversos. Las intenciones, objetivos y motivos que están detrás de lo que haces y las consecuencias de tus acciones siempre satisfacen a Satanás, te convierten en su hazmerreír y permiten que obtenga algo de ti. No has dado en absoluto el testimonio que deberías dar como cristiano. Perteneces a Satanás. Avergüenzas el nombre de Dios en todas las cosas y no posees un testimonio auténtico. ¿Recordará Dios las cosas que has hecho? Al final, ¿qué conclusión sacará Dios acerca de todas tus acciones, comportamientos y de los deberes que has llevado a cabo? ¿Acaso no debe salir algo de eso, algún tipo de declaración? En la Biblia, el Señor Jesús dice: ‘Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?”. Y entonces les declararé: “Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad”’ (Mateo 7:22-23). ¿Por qué dijo el Señor Jesús esto? ¿Por qué muchos de los que predicaban, expulsaban demonios y hacían tantos milagros en el nombre del Señor se convirtieron en malhechores? Porque no aceptaron las verdades expresadas por el Señor Jesús, no cumplieron Sus mandamientos y no albergaban amor por la verdad en su corazón. Solo querían canjear el trabajo que habían hecho, las penurias que habían padecido, y los sacrificios que habían hecho por el Señor para obtener las bendiciones del reino de los cielos. Con esto, estaban tratando de hacer un trato con Dios, y de usarlo y engañarlo, por lo que le dieron asco al Señor Jesús, los odiaba y los condenaba como malhechores. Hoy en día, la gente está aceptando el juicio y el castigo de las palabras de Dios, pero algunos todavía buscan reputación y estatus, y siempre desean distinguirse del resto, siempre quieren ser líderes y obreros y ganar reputación y estatus. Aunque todos dicen que creen y siguen a Dios, y que renuncian y se esfuerzan por Dios, hacen sus deberes para obtener fama, ganancia y estatus, y siempre tienen sus propios planes personales. No son sumisos ni leales a Dios, van por ahí desbocados haciendo el mal sin reflexionar en absoluto sobre sí mismos, y así se convierten en malhechores. Dios detesta a esta gente malvada y no los salva(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Leer este pasaje de la palabra de Dios me conmovió profundamente. Los malhechores de los que habla Dios no son no creyentes. Son gente que cree en Dios, que sigue a Dios, se esfuerza por Él, que van a predicar el evangelio, trabajan en varios lugares y sufren algunas dificultades, pero cumplen su deber por su propio prestigio y estatus, para ser admirados por otros o para obtener recompensas y una corona. No son capaces de ser leales a Dios y no pueden practicar la verdad y someterse a Él, así que el Señor Jesús dijo: “Apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad(Mateo 7:23). Pensé en que llevaba dos años creyendo en Dios, había dejado mis estudios para cumplir mi deber en la iglesia, había sufrido y pagado un precio, y sin embargo mi intención nunca había sido satisfacer a Dios. Solo quería ser la mejor en la iglesia y hacer que mis hermanos, hermanas y la líder me tuvieran en alta estima. Por eso trabajaba tanto por hacerme notar. Todo lo que había hecho era para satisfacer mis propios deseos y había estado viviendo en un carácter satánico corrupto. Ninguna de las cosas que había hecho eran buenas acciones, eran acciones malvadas. Había estado cumpliendo mi deber con la intención y motivación incorrectas, algo que solo podía despertar el disgusto y el odio de Dios. Si seguía así, acabaría siendo desdeñada por Dios. Cuando lo reconocí, tuve miedo. Quería arrepentirme y dejar de tener celos de los hermanos y hermanas, así que oré a Dios para pedirle Su guía.

Un día, encontré el coraje para sincerarme con la líder acerca de mi corrupción. En vez de reprenderme, comunicó sobre su propia experiencia a fin de ayudarme. También me envió un pasaje de las palabras de Dios: “Como líder de la iglesia no solo has de aprender a usar la verdad para resolver los problemas, también tienes que descubrir y cultivar a la gente de talento, a quienes de ninguna manera debes envidiar ni reprimir. Practicar de esta manera es beneficioso para la obra de la iglesia. Si puedes formar a algunos que persigan la verdad para que cooperen contigo y realicen bien todo el trabajo y, al final, todos vosotros tengáis testimonios vivenciales, entonces eres un líder u obrero cualificado. Si eres capaz de manejar todas las cosas según los principios, entonces estás comprometido con tu lealtad. […] Si realmente puedes mostrar consideración con las intenciones de Dios, podrás tratar a otras personas de manera justa. Si recomiendas a una buena persona y permites que reciba formación y cumpla un deber, con lo que la casa de Dios gana así a una persona talentosa, ¿no facilitará eso tu trabajo? ¿No estarás mostrando lealtad en tu deber? Se trata de una buena obra ante Dios, es el mínimo de conciencia y razón que debe poseer alguien que sirve como líder. Aquellos capaces de poner en práctica la verdad pueden aceptar el escrutinio de Dios en las cosas que hacen. Cuando aceptes el escrutinio de Dios, tu corazón se enderezará. Si solo haces las cosas para que otros las vean, y siempre quieres ganarte los elogios y la admiración de los demás, y no aceptas el escrutinio de Dios, ¿sigue estando Dios en tu corazón? Estas personas no tienen un corazón temeroso de Dios. No hagas siempre las cosas para tu propio beneficio y no consideres constantemente tus propios intereses; no consideres los intereses humanos ni tengas en cuenta tu propio orgullo, reputación y estatus. Primero debes considerar los intereses de la casa de Dios y hacer de ellos tu prioridad. Debes ser considerado con las intenciones de Dios y empezar por contemplar si ha habido impurezas en el cumplimiento de tu deber, si has sido leal, has cumplido con tus responsabilidades y lo has dado todo, y si has estado pensando de todo corazón en tu deber y en la obra de la iglesia. Debes meditar sobre estas cosas. Si piensas en ellas con frecuencia y las comprendes, te será más fácil cumplir bien con el deber. Si tu calibre es bajo, si tu experiencia es superficial, o si no eres experto en tu ocupación profesional, puede haber algunos errores o deficiencias en tu obra y puede que no consigas buenos resultados, pero habrás hecho todo lo posible. No satisfaces tus propios deseos egoístas ni preferencias. Por el contrario, consideras de forma constante la obra de la iglesia y los intereses de la casa de Dios. Aunque puede que no logres buenos resultados con tu deber, se habrá enderezado tu corazón; si además puedes buscar la verdad para resolver los problemas en tu deber, entonces estarás a la altura en el cumplimiento de este y, al mismo tiempo, podrás entrar en la realidad-verdad. Eso es lo que significa poseer testimonio(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). La palabra de Dios declara los principios de práctica con mucha claridad. Como líder de la iglesia, uno debe priorizar el trabajo de la iglesia. Cuando adoptan la actitud correcta, es más fácil para ellos cumplir bien su deber. También comprendí que tener fe en Dios implica considerar la intención de Dios en todo, aceptar Su escrutinio y no tener en cuenta lo que piensen los demás. Si quería satisfacer a Dios y convertirme en una líder competente, tenía que abandonar mi estatus, reputación e intereses. Tenía que encontrar a recién llegados con talento que valieran la pena cultivar, y ayudarles a realizar su deber y preparar buenas acciones. Esta era la única manera de que yo cumpliera con mi deber. Dios es justo con todo el mundo. Él no mira nuestro calibre o estatus, sino que mira si podemos perseguir y practicar la verdad. Si cumplía mi deber según los requisitos de Dios y los principios-verdad, y siempre consideraba cómo hacer mi trabajo de un modo que beneficie a la obra de la iglesia, entonces, aunque mi calibre fuera un poco pobre, Dios todavía me esclarecería y guiaría para que cumpliera bien mi deber. Tras entender la intención de Dios, oré a Dios para arrepentirme y decir que estaba dispuesta a rebelarme contra la carne, practicar la verdad y cumplir bien mi deber para satisfacer a Dios.

Tras eso, cada vez más recién llegados empezaron a aceptar la obra de Dios en los últimos días, y la líder me pidió que formase a más personal de riego. Comencé a preocuparme de nuevo de que los recién llegados a los que cultivaba ocupasen mi lugar y la líder dejase de valorarme. Entonces me di cuenta de que no debía seguir considerando mi orgullo y estatus, y de que tenía que tener en cuenta el trabajo de la iglesia. Oré a Dios y recordé alguna de Sus palabras: “Como líder de la iglesia no solo has de aprender a usar la verdad para resolver los problemas, también tienes que descubrir y cultivar a la gente de talento, a quienes de ninguna manera debes envidiar ni reprimir. Practicar de esta manera es beneficioso para la obra de la iglesia. Si puedes formar a algunos que persigan la verdad para que cooperen contigo y realicen bien todo el trabajo y, al final, todos vosotros tengáis testimonios vivenciales, entonces eres un líder u obrero cualificado. Si eres capaz de manejar todas las cosas según los principios, entonces estás comprometido con tu lealtad(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Como líder de la iglesia, era mi responsabilidad formar a recién llegados para que cumplan su deber, y era la responsabilidad y obligación de todo creyente realizar un deber. Necesitaba cultivar a más recién llegados para que fueran regadores. Cada vez más nuevos fieles venían a aceptar a Dios Todopoderoso, y si no cultivaba a nadie para que los regara, entonces los nuevos fieles no serían regados con prontitud, su entrada en la vida sufriría, y la obra de la iglesia también se vería afectada. Entonces escogí a cuatro recién llegados que comprendían bien las cosas, los formé para ser líderes de grupo y los dejé turnarse para celebrar reuniones. También les recordaba con frecuencia y les ayudaba a regar a los recién llegados. Al cooperar de esta forma, no solo se regó rápidamente a los recién llegados, además tuve más tiempo para centrarme en el trabajo general de la iglesia y la eficacia del trabajo mejoró cada vez más. Estaba muy contenta de ver que los recién llegados progresaban poco a poco y empezaban a cumplir su deber. Me sentía tranquila y gané un poco más de entendimiento sobre las palabras de Dios. Es como dicen las palabras de Dios: “Si recomiendas a una buena persona y permites que reciba formación y cumpla un deber, con lo que la casa de Dios gana así a una persona talentosa, ¿no facilitará eso tu trabajo? ¿No estarás mostrando lealtad en tu deber? Se trata de una buena obra ante Dios, es el mínimo de conciencia y razón que debe poseer alguien que sirve como líder(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Que haya ganado este entendimiento y tenga algo de práctica y entrada en mi deber se debe completamente a las palabras de Dios. ¡Gracias a Dios!

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