Aprender de los fracasos ajenos
Por Daisy, Estados UnidosEn octubre de 2022 destituyeron a dos supervisores de los trabajos de video. Fue porque nuestro líder había...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
En agosto de 2021 comencé mi capacitación en el riego a nuevos creyentes. Como mi pronunciación en inglés no era muy normativa, temía que me menospreciaran cuando hablara con ellos, así que al principio solo me comunicaba por mensajes escritos. Sin embargo, al seguir haciéndolo así el proceso de riego se veía afectado. Durante una reunión, una hermana compartió que su nivel de inglés no era bueno pero que quería poder comunicarse oralmente con los nuevos y ocuparse de sus varias nociones y dificultades de forma oportuna, por lo que usaba programas de traducción como ayuda. Así podía comunicarse con ellos oralmente lo más posible. Me sentí avergonzada cuando comparé eso con mi propia actitud hacia el deber. Aunque ella no hablaba bien inglés, era capaz de buscar una manera de comunicarse verbalmente con los nuevos. Mi único problema era que no tenía un acento normativo. Me iba bien en las conversaciones de rutina, pero temía que los recién llegados dijeran que mi inglés era malo y, por tanto, no estaba dispuesta a comunicarme verbalmente con ellos. Esto afectaba directamente al resultado de mi riego. Había cada vez más creyentes nuevos que aceptaban la obra de Dios de los últimos días, así que necesitábamos intensificar nuestro trabajo de riego y ayudarlos a establecer una base en el camino verdadero tan pronto como fuera posible. Pero solo estaba tomando en cuenta mi propia reputación y estatus, no cómo regar pronto a los recién llegados. ¡No pensaba en las intenciones de Dios para nada! Así que dije una oración, dispuesta a apoyarme en Dios e intentar comunicarme verbalmente con los nuevos. Empecé a practicar mi inglés oral después de eso, comenzando con los nuevos a los que ya conocía. Después de un tiempo, no me daba tanto miedo mantener una conversación hablada. Recuerdo una vez que estaba conversando con un nuevo creyente, y no solo pude expresarme con fluidez, sino que su problema fue resuelto. Es difícil de creer, nunca hubiera pensado que una sola conversación podría ser más efectiva que varios días de mensajes.
A medida que nuevos miembros se unían a la iglesia, el líder hizo que la hermana Matilde y yo nos asociáramos para encargarnos del trabajo de riego. Cuando me enteré de este arreglo, me quedé realmente sorprendida. Acababa de empezar a regar a los recién llegados, todavía había muchas verdades sobre la obra de Dios que no entendía, y mi nivel de inglés era promedio. ¿Cómo podría asumir ese tipo de responsabilidad? La hermana Matilde había estado regando a los nuevos por más tiempo que yo, así que tenía más experiencia en todos los sentidos. Además hablaba inglés bastante bien. Si me emparejaba con ella, dadas mis capacidades, ¿no se descubriría la verdad en cuanto abriera la boca? Ella podría decir que mi enseñanza sobre la verdad no estaba clara, que no sería buena candidata para ese deber. Justo cuando estaba preocupada por eso, la hermana Matilde vino a hablar conmigo sobre el trabajo y me preguntó por mi nivel de inglés. Sin pensarlo dos veces, dije: “Mi inglés no es bueno. Puedo entenderlo, pero no lo hablo muy bien. Mi comunicación escrita es correcta”. Ella respondió: “Entonces, puedes encargarte de organizar los horarios de reunión con los nuevos creyentes, y yo seré responsable de enseñarles. Podemos trabajar juntas”. Tras oír a Matilde decir eso, pensé que decir que no podía hablar bien inglés era una buena excusa y que así no tendría que decir nada en las reuniones. Mientras me mantuviera en silencio, mis fallas y defectos nunca se harían evidentes. Luego, cuando la hermana Matilde estuviera regando a los nuevos, yo podría escuchar y aprender, y después de un tiempo, una vez que me adaptara mejor, podría comunicarme oralmente con ellos. Así ellos no sabrían la verdad.
La primera vez que la hermana Matilde y yo regamos juntas a los nuevos, noté que interactuaba con ellos en inglés fluido, pero aparte de “¡Hola!”, no me atreví a decir nada más. Acordamos que cuando terminara la reunión, hablaría con los nuevos creyentes para tener una idea de sus problemas y conflictos y así resolverlos lo antes posible, pero me sentía reacia. En su primera interacción con la hermana Matilde, habían visto lo bueno que era su inglés y que podía compartir claramente la verdad. Si ellos hablaran conmigo después de eso y me escucharan tropezar con mis palabras, se darían cuenta de la gran diferencia. ¿Qué pensarían de mí entonces? Lo pensé y lo pensé, y decidí seguir con los mensajes escritos. Después de eso, aparte de alguna conversación con unos pocos nuevos creyentes a los que conocía bastante, solo interactuaba por escrito con el resto de los nuevos. Sin embargo, era una forma más lenta de comunicarse. Con frecuencia le mandaba a un nuevo creyente un mensaje cuando este no estaba en línea y luego, cuando me respondía, no me daba cuenta. Algunos problemas que podrían resolverse verbalmente en unos minutos, era posible que no se solucionaran en dos días de mensajes escritos. No fue hasta que revisamos el trabajo que habíamos hecho que noté la ausencia en las reuniones de casi la mitad de los nuevos creyentes a mi cargo. Estaba atónita. ¿Cómo podría estar pasando esto? La hermana Matilde me preguntó, “¿Por qué siempre les envías mensajes a los nuevos creyentes? ¿Por qué nunca hablas con ellos directamente?”. Dudé mucho, no quería decirle. Lo sabía. Si hubiera hablado con ellos directamente para resolver sus problemas y dificultades, algunos habrían comenzado a asistir a las reuniones con normalidad. Pero tenía miedo de mostrar mis debilidades y confiaba en los mensajes, que fue lo que llevó a esta consecuencia.
Esa noche di vueltas y vueltas, sin poder dormir. Mientras más pensaba en ello, peor me sentía. Si las confusiones y diversas nociones de los nuevos creyentes no se resolvían de inmediato, podrían retirarse en cualquier momento. ¡Eso era un grave incumplimiento del deber! ¿Por qué insistí en enviar mensajes sobre algo que se podía resolver con tres minutos de conversación? No era que no pudiera hablar inglés, había sido capaz de comunicarme oralmente no hacía mucho. Entonces, ¿por qué había dejado de hacerlo? Al pensar que algunos nuevos creyentes no asistían a las reuniones normalmente porque no los había regado adecuadamente me daban ganas de abofetearme a mí misma. Estaba tan disgustada que le oré a Dios, le pedí que me guiara para comprenderme a mí misma. Luego leí este pasaje en las palabras de Dios: “Las propias personas son seres creados. ¿Pueden los seres creados alcanzar la omnipotencia? ¿Pueden alcanzar la perfección y la impecabilidad? ¿Pueden alcanzar la destreza en todo, llegar a entenderlo todo, ver la esencia de todo y ser capaces de cualquier cosa? No pueden. Sin embargo, dentro de los humanos hay un carácter corrupto y una debilidad fatal. En cuanto aprenden una habilidad o profesión, las personas sienten que son capaces, que tienen estatus y valor, que son profesionales. Sin importar lo mediocres que sean, quieren presentarse como figuras famosas o excepcionales, convertirse en una celebridad de poca importancia, y hacer creer a la gente que son perfectos y sin ningún defecto. A ojos de los demás, desean hacerse famosos, poderosos o figuras importantes y quieren volverse imponentes, capaces de cualquier cosa y sin que haya nada que no puedan lograr. Creen que si pidieran ayuda parecerían incapaces, débiles e inferiores y la gente los despreciaría. Por eso siempre quieren mantener las apariencias. Algunos, cuando se les pide que hagan algo, dicen que saben hacerlo, cuando en realidad no saben. Después, a escondidas, lo consultan e intentan aprender a hacerlo, pero, tras estudiarlo varios días, siguen sin entender cómo llevarlo a cabo. Cuando se les pregunta cómo lo llevan, dicen: ‘¡Pronto, pronto!’. Pero en su corazón piensan: ‘Todavía no lo entiendo, no tengo ni idea, no sé qué hacer. No puedo delatarme, he de seguir fingiendo, no puedo dejar que la gente vea mis fallos y mi ignorancia. No puedo dejar que me menosprecien’. ¿De qué problema se trata? Intentar guardar las apariencias a toda costa es vivir un infierno. ¿Qué tipo de carácter es este? La arrogancia de estas personas no tiene límite, han perdido toda razón. No quieren ser como los demás, no quieren ser gente corriente, gente normal, sino superhumanos, personas excepcionales, peces gordos. ¡Este es un problema descomunal! En cuanto a las debilidades, deficiencias, ignorancia, estupidez y falta de entendimiento dentro de la humanidad normal, lo ocultan todo y no dejan que otras personas lo vean y siguen disfrazándose. […] ¿No vive esa gente con la cabeza en las nubes? ¿No está soñando? Ni ellos mismos saben quiénes son, no saben vivir una humanidad normal. Ni una vez han actuado como seres humanos prácticos. Si te pasas los días con la cabeza en las nubes, saliendo del paso, sin hacer nada de forma realista y viviendo siempre de acuerdo con tu imaginación, esto es un problema. La senda que eliges en la vida no es correcta” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Las cinco condiciones que hay que cumplir para emprender el camino correcto de la fe en Dios). Al pensar en las palabras de Dios, pude ver que había estado fingiendo y disfrazándome. Tenía miedo de que los nuevos creyentes me menospreciaran porque mi inglés hablado no era genial, así que no me atrevía a entablar conversación con ellos. Después de que la hermana Matilde y yo comenzamos a trabajar juntas, vi que su inglés era realmente bueno y que su comprensión de la verdad era más clara que la mía. Me preocupaba que mis hermanos y hermanas compararan y me vieran como una decepción, y tenía miedo de que ella pudiera descubrirme, así que fingí aún más. Cuando la hermana Matilde me preguntó por mi nivel de inglés, intencionalmente dije que era malo, como una excusa para no tener comunicación oral. Cada vez que estábamos regando juntas yo no hablaba. No estaba desempeñando bien mi deber. Cuando estaba regando a los nuevos, les enviaba mensajes en lugar de tener conversaciones directas, lo que significó que muchos de sus problemas no se resolvieron tan pronto como deberían, entonces continuó su negatividad y no asistieron a las reuniones. Estaba retrasando nuestro trabajo. Siempre me estaba disfrazando, temía que mis debilidades fueran reveladas. Quería aprender cosas detrás de escena, y luego volver y dejar a todo el mundo asombrado. ¡Qué arrogante de mi parte! No podía enfrentar adecuadamente mis defectos y deficiencias, sino que quería aparentar ser sobresaliente y diferente a los demás. Es como algo que reveló Dios: “No quieren ser como los demás, no quieren ser gente corriente, gente normal, sino superhumanos, personas excepcionales, peces gordos. ¡Este es un problema descomunal!”. Mis habilidades para hablar inglés no eran excelentes y llevaba poco tiempo regando a los nuevos creyentes. No tenía mucha experiencia en el trabajo de riego. La iglesia me encargó que regara a los nuevos creyentes extranjeros, y esto me dio una gran oportunidad para practicar que debería haber valorado. Pero en lugar de cumplir bien con mi deber, siempre quería tapar mis defectos y actuar como si pudiera hacer cualquier cosa para que los demás me miraran y me admiraran. No tenía razón ni conciencia de mí misma en absoluto. Sabía que tenía que dejar de fingir y de disfrazarme. Sin importar lo que otros pensaran, debía dejar ir mi vanidad para cumplir con mi deber y con mis responsabilidades. Eso era lo que debía poner en práctica.
Leí un par de pasajes más de las palabras de Dios que me dieron una senda de práctica. Dios Todopoderoso dice: “Debes buscar la verdad para resolver cualquier problema que surja, sea el que sea, y bajo ningún concepto simular o dar una imagen falsa ante los demás. Tus defectos, carencias, fallos y actitudes corruptas… sé totalmente abierto acerca de todos ellos y compártelos. No te los guardes dentro. Aprender a abrirse es el primer paso para la entrada en la vida y el primer obstáculo, el más difícil de superar. Una vez que lo has superado, es fácil entrar en la verdad. ¿Qué significa dar este paso? Significa que estás abriendo tu corazón y mostrando todo lo que tienes, bueno o malo, positivo o negativo; que te estás descubriendo ante los demás y ante Dios; que no le estás ocultando nada a Dios ni estás disimulando ni disfrazando nada, libre de mentiras y falsedades, y que estás siendo igualmente sincero y honesto con otras personas. De esta manera, vives en la luz y no solo Dios te escrutará, sino que otras personas podrán comprobar que actúas con principios y cierto grado de transparencia” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). “En presencia de Dios, no importa cómo te disfraces, cómo te ocultes ni qué te inventes, Dios capta con claridad todos tus pensamientos más sinceros y lo que escondes en lo más profundo de tu ser; no hay una sola persona cuyas cosas ocultas e íntimas puedan escapar al escrutinio de Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Seis indicadores de crecimiento vital). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, me di cuenta de que el primer paso para resolver mi carácter corrupto era aprender a abrirme, dejar de actuar y de fingir, y sacar a la luz mis insuficiencias, fallas y la corrupción que revelaba. Tenía que ser una persona sencilla, honesta y con los pies en la tierra ante mis hermanos y hermanas y ante Dios. Entonces podría relajarme y ser libre en mi deber. Comprender esto me dio la confianza y el coraje para poner en práctica la verdad, así que busqué al líder y a Matilde, y les hablé abiertamente sobre mi situación y entendimiento. No me menospreciaron sino que pacientemente compartieron conmigo sus propias experiencias para ayudarme a entender mi problema. Después de eso, cuando regaba a los nuevos, mi vanidad ya no me limitaba. Comencé a concentrarme en mi comunicación oral con ellos para poder ayudar a resolver sus confusiones más rápidamente. Cuando me encontraba una palabra que no conocía o no sabía pronunciar, usaba un diccionario o un software de traducción. Con el tiempo, mi inglés oral mejoró. Me parecía que al tener comunicación abierta con mis hermanos y hermanas y no disfrazarme o ser falsa, podía aprender sobre mi corrupción y mis fallas y cambiar rápidamente mi mal estado. Como dice Dios: “Aprender a abrirse es el primer paso para la entrada en la vida y el primer obstáculo, el más difícil de superar. Una vez que lo has superado, es fácil entrar en la verdad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Pensé que después de pasar por todo esto me había vuelto capaz de abrirme y cambiar. Sin embargo, luego quedé expuesta de nuevo por otra situación.
Una vez algunos nuevos creyentes querían compartir el evangelio con algunos familiares y amigos, así que el líder del equipo y yo les explicamos los principios para hacerlo. Acababa de terminar de presentarme cuando uno de los nuevos dijo que no podía entender lo que estaba diciendo. El líder del equipo se apresuró a ayudar para explicar que mi pronunciación no era buena, y luego comenzó a hablar con los nuevos. Me sentí como una extraña mientras los escuchaba conversando con fluidez. Podía sentir mi cara ponerse roja. Fue en verdad muy incómodo. En principio, quería que el líder del equipo tuviera la oportunidad de aprender de mí y practicar, pero ni siquiera pude presentarme adecuadamente. ¿Qué pensarían de mí el líder del equipo y los nuevos? ¿Pensarían que mi inglés era terrible, así que era también incompetente en el trabajo? Después de esto, ¿quién me escucharía cuando diera seguimiento a los temas? Estos pensamientos me dejaron con una indescriptible sensación de fracaso y me sentí realmente abatida. En ese momento, la líder de la iglesia también era miembro del grupo. Tenía miedo de que se conectara, viera lo que estaba pasando, y pensara que mi inglés era malo y no podía realizar el trabajo, y entonces me despidiera. No quería que me descubrieran, así que comencé a ocultar mis defectos de nuevo, comunicándome a través de mensajes escritos en lugar de verbalmente, y convirtiendo la discusión grupal en chats privados individuales. Después de algún tiempo, comencé a sentirme realmente agotada. Tenía miedo de que todos se dieran cuenta de cómo eran las cosas y que me menospreciaran. Vivía todos los días en ese estado, y no tenía ni tiempo ni energía para pensar en cómo cumplir bien con mi deber. Sentía más y más oscuridad en mi corazón y no podía sentir la guía de Dios en absoluto. Tampoco tenía ninguna dirección en mi deber. Sabía que estaba en un estado peligroso, pero no podía superarlo. Así que dije una oración en mi corazón, y le pedí a Dios que me guiara para salir de eso.
Un día vi un video testimonial llamado “Detrás de la simulación”, y algunas de las palabras de Dios que aparecían en él me marcaron profundamente. Dios Todopoderoso dice: “¿De qué clase de carácter se trata cuando la gente monta siempre una fachada, se blanquean a sí mismos, se dan aires para que los demás los tengan en alta estima y no detecten sus defectos o carencias, cuando siempre tratan de presentar a los demás su mejor lado? Eso es arrogancia, falsedad, hipocresía, es el carácter de Satanás, es algo perverso. Tomemos como ejemplo a los miembros del régimen satánico: por mucho que se peleen, se enemisten o se maten en la oscuridad, nadie puede denunciarlos o exponerlos. Temen que la gente vea su rostro demoniaco, y hacen todo lo posible para encubrirlo. En público, se esfuerzan al máximo para blanquearse, diciendo lo mucho que aman al pueblo, lo grandes, gloriosos e infalibles que son. Esta es la naturaleza de Satanás. La característica más notable de la naturaleza de Satanás son las artimañas y los engaños. ¿Y cuál es el objetivo de estas artimañas y engaños? Engañar a la gente, impedir que vean su esencia y su verdadera cara, y lograr así el objetivo de prolongar su gobierno. Puede que la gente común carezca de tal poder y estatus, pero ellos también desean hacer que los demás tengan una visión favorable de ellos, que los tengan en alta estima y les otorguen un estatus elevado en su corazón. Eso es un carácter corrupto, y si las personas no entienden la verdad, son incapaces de reconocerlo. […] Equivocarse o disfrazarse: ¿cuál de las dos cosas se relaciona con el carácter? Disfrazarse es una cuestión de carácter, implica un carácter arrogante, perversidad y engaño, Dios lo detesta especialmente. […] Si no intentas fingir ni justificarte, si admites tus errores, todos dirán que eres honesto y prudente. ¿Y qué te convierte en prudente? Todo el mundo comete errores. Todo el mundo tiene fallos y defectos. Y en realidad, todo el mundo tiene el mismo carácter corrupto. No te creas más noble, perfecto y bondadoso que los demás; eso es ser totalmente irracional. Una vez que tengas claro el carácter corrupto de la gente y la esencia y el verdadero rostro de su corrupción, no intentarás cubrir tus propios errores ni les reprocharás a los demás los suyos; podrás afrontar ambas cosas correctamente. Solo entonces te volverás perspicaz y no harás necedades, lo cual te convertirá en prudente. Aquellos que no son prudentes son gente necia y siempre insisten en sus pequeños errores mientras se esconden entre bastidores. Es repugnante de presenciar. De hecho, lo que haces les resulta obvio al instante a otras personas, pero sigues actuando con total descaro. A los demás les parece la actuación de un payaso. ¿Acaso no es una tontería? Sí. La gente necia carece de sabiduría. No importa cuántos sermones oigan, siguen sin entender la verdad ni ver nada tal y como es realmente. Nunca se bajan de su púlpito, pensando que son diferentes de todos los demás y son más respetables; esto es arrogancia y sentenciosidad, es necedad. Los necios carecen de comprensión espiritual, ¿verdad? Los asuntos en los que te muestras necio e imprudente son aquellos en los que no tienes comprensión espiritual y no puedes entender la verdad fácilmente. Esta es la realidad del asunto” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los principios que deben guiar el comportamiento de una persona). Pensé un poco en las palabras de Dios; esto fue un verdadero golpe para mí. Hay una diferencia de naturaleza entre poner una fachada y cometer un error. Mi inglés no era bueno, así que cuando cometía un error podía aprender y practicar. Sin embargo, siempre me disfrazaba para que otros no vieran mi verdadero ser. Detrás de eso se escondía mi carácter corrupto de arrogancia, falsedad y maldad. Eso es repugnante y odioso para Dios. Todavía estaba practicando cómo hacer ese deber, por lo que los errores, descuidos y expresiones de corrupción eran inevitables. No eran cosas de las que sentirse avergonzado, y podrían resolverse al buscar la verdad. Pero desde que asumí la responsabilidad del trabajo de riego, me había puesto en la posición de alguien al cargo, pensando que debía ser mejor que una persona normal, de lo contrario los nuevos me menospreciarían. Cuando esa nueva creyente dijo que no podía entender lo que estaba diciendo, sentí que mis insuficiencias habían sido expuestas y mi imagen dañada, y que los nuevos creyentes me despreciarían y no me escucharían. Me preocupaba aún más que la líder notara mis carencias y pensara que no estaba a la altura del trabajo, y que luego me despidiera. Pensé en una manera de ocultar mis fallas para proteger mi estatus e imagen, incluso hasta el punto de retrasar la obra de la iglesia. Sustituí una comunicación oral por otras escritas, y usé chats privados en lugar de reuniones de grupo para debatir el trabajo, lo que retrasó nuestro trabajo de riego. Estaba en un estado defensivo y cada vez más distante de Dios. ¡Fue muy falso por mi parte! Leer la parte de las palabras de Dios que juzga y expone una naturaleza satánica me hizo temblar. Dios dice que la característica más destacada de la naturaleza satánica es el engaño, que es particularmente perverso. El gran dragón rojo es particularmente bueno para presentar una fachada falsa y engañar. Siempre exagera sobre su imagen “genial, gloriosa y correcta” para hacer que la gente lo venere y lo siga, en un gran esfuerzo para asegurar su dictadura. Hace todo lo posible para ocultar todas las cosas malas que hace detrás de escena, y así engaña y confunde a la gente del mundo. Al reflexionar sobre mi comportamiento, vi que estaba presentando una imagen falsa para que los demás tuvieran una imagen positiva de mí, y solo vieran mi lado bueno. ¡Estaba mostrando un carácter falso y perverso! ¿Acaso no era el mismo tipo de carácter que el del gran dragón rojo? ¿De qué sirve ganarse el respeto y la admiración de los demás mediante un engaño y una fachada? Al ocultar mis defectos e insuficiencias, al emplear trucos para engañar a Dios y a otras personas, no solo no progresé, sino que retrasé seriamente el trabajo de regar a los recién llegados. ¿Acaso no fue eso imprudente? Muchos nuevos creyentes estaban leyendo las palabras de Dios y aprendiendo acerca de Su intención para salvar a la humanidad. Podían ver cómo aumentaban los desastres y la pandemia empeoraba cada vez más, y sabían que aceptar la obra de Dios de los últimos días es la única senda de la gente para sobrevivir. Estaban dispuestos a compartir el evangelio con sus amigos y familiares, para llevarlos ante Dios para que puedan obtener la salvación de Dios. Pero a mí no me importaba en lo más mínimo su entrada en la vida. Para mantener mi propia inútil vanidad, no estaba abordando con prontitud las preguntas de los hermanos y hermanas sobre compartir el evangelio. Eso hizo que muchas personas demoraran en investigar el verdadero camino y volverse hacia Dios. ¿Eso no me convertía en un obstáculo, en piedra de tropiezo para la obra del evangelio? Mientras reflexionaba sobre esto, me di cuenta de que había estado viviendo según mi carácter corrupto, y aunque parecía estar cumpliendo con algún deber, en realidad estaba resistiendo a Dios, retrasando la obra de la iglesia, y dañando a los hermanos y hermanas. Me odiaba desde el fondo de mi corazón y estaba asqueada de mí misma. Sentí que le debía mucho a Dios y que había decepcionado a mis hermanos y hermanas. Le oré a Dios diciendo que estaba preparada para arrepentirme, y que quería estar atenta a perseguir firmemente la verdad y cumplir con mi deber.
Una vez, en mis devocionales espirituales, leí este pasaje de las palabras de Dios: “No necesitas ningún método para proteger tu reputación, imagen y estatus, ni necesitas encubrir o disfrazar tus errores. No es necesario que hagas estos esfuerzos inútiles. Si puedes dejar de lado estas cosas, estarás muy relajado, vivirás sin limitaciones ni dolor y completamente en la luz. Aprender a abrirse cuando se comparte es el primer paso para la entrada en la vida. Luego has de aprender a diseccionar tus pensamientos y actos para ver cuáles están equivocados y cuáles no agradan a Dios, y es preciso que los corrijas inmediatamente y los rectifiques. ¿Cuál es el propósito de rectificarlos? Es aceptar y asumir la verdad, al tiempo que te deshaces de las cosas en tu interior que le pertenecen a Satanás y las reemplazas con la verdad. Antes, hacías todo según tu carácter falso, que es mentiroso y engañoso; sentías que no podías lograr nada sin mentir. Ahora que entiendes la verdad y desdeñas la forma de hacer las cosas que tiene Satanás, ya no te comportas de ese modo, actúas con una mentalidad de honestidad, pureza y sumisión. Si no te guardas nada, si no te pones una careta, una impostura, si no encubres las cosas, si te expones ante los hermanos y hermanas, si no ocultas tus ideas y pensamientos más íntimos, sino que permites que los demás vean tu actitud sincera, entonces la verdad echará raíces poco a poco en ti, florecerá y dará frutos, dará gradualmente resultados. Si tu corazón es cada vez más honesto y está cada vez más orientado hacia Dios, y si sabes proteger los intereses de la casa de Dios cuando cumples con tu deber, y tu conciencia se turba cuando no proteges estos intereses, entonces esto es una prueba de que la verdad ha tenido efecto en ti y se ha convertido en tu vida” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios me dieron una senda específica de práctica. Debía cumplir con mi deber con un corazón puro y honesto, y sin importar cuán grande o pequeña fuera mi estatura, o qué defectos tuviera, no podía fingir. Debía mostrar mi verdadero ser a todos, y ser sincera respecto a mí misma, incluso si cometía un error. Vivir así no sería tan cansado y Dios lo aprueba. De hecho, mis problemas y defectos no desaparecerían solo porque tratara de ocultarlos, así que debía enfrentarlos con calma, reconocer mis carencias y ser una persona que pudiera mostrarse tal como era y sincerarse. Si no entendía algo, debía preguntar y aprender más para poder mejorar en mi trabajo poco a poco. Además, que la líder arreglara ponerme al cargo debería ser una responsabilidad que acepto de Dios, no un estatus. Necesitaba abandonar la identidad de alguien a cargo y anteponer mi deber. Sin importar lo que otras personas pensaran o dijeran, debía corregir mis motivos, conocer mi lugar, y cumplir con el deber de un ser creado.
A partir de ese momento, dejaría de lado mi orgullo y buscaría activamente comunicarme oralmente con los nuevos para ayudar a resolver las dificultades y los problemas que estaban teniendo en sus deberes. También practiqué más mis habilidades conversacionales en inglés y trabajé en mi pronunciación, y cuando me encontraba con cosas que no entendía, les preguntaba a otros hermanos y hermanas y aprendía de sus fortalezas. Una vez, cuando estaba participando en una reunión en línea con nuevos creyentes, apenas empezábamos a saludarnos, me trabé al pronunciar uno de sus nombres. El nuevo creyente corrigió mi pronunciación más de una vez. Me sentía un poco avergonzada, y me preguntaba por qué se lo estaba tomando tan en serio. ¡Está bien corregirlo solo una vez, con toda esa gente escuchando! Entonces recordé algo que Dios dice: “No necesitas ningún método para proteger tu reputación, imagen y estatus, ni necesitas encubrir o disfrazar tus errores. No es necesario que hagas estos esfuerzos inútiles. Si puedes dejar de lado estas cosas, estarás muy relajado, vivirás sin limitaciones ni dolor y completamente en la luz” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Pensé para mis adentros: “Es verdad, cuando me equivoco, me equivoco. ¿Por qué siempre tengo que ocultarlo? En lugar de mantenerme concentrada en mi deber, estoy concentrada en mi vanidad, y no hay manera de cumplir bien mientras llevo este tipo de carga”. Entonces, me calmé y dije una oración, pidiéndole a Dios que me guiara para dejar de lado mi orgullo y mantenerme enfocada en mi deber. Después de orar ya no me sentía avergonzada, y no me sentía tan limitada por mi pronunciación no normativa. Le pedí al nuevo que me ayudara a corregir mi pronunciación. Más tarde, una hermana que había sido emparejada conmigo anteriormente dijo: “¿Qué haces normalmente para practicar tu inglés? Te comunicas muy bien con los nuevos creyentes. ¡Progresaste mucho en estos meses desde que no nos vemos!”. Oír aquello me resultó realmente conmovedor, y supe que era todo por la guía y gracia de Dios. Cuantas más experiencias de este tipo tengo, más siento que ser sincera sobre mi estado real, no disfrazarme ni ocultarme y cumplir incondicionalmente con mi deber, es una práctica que da paz a mi corazón. ¡Gracias a Dios!
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.
Por Daisy, Estados UnidosEn octubre de 2022 destituyeron a dos supervisores de los trabajos de video. Fue porque nuestro líder había...
Por Su Wan, ChinaEn agosto de 2020, me destituyeron por haber estado saliendo del paso en mi deber sin hacer nada de trabajo real. Después,...
Por Xunqiu, Corea del Sur Dios Todopoderoso dice: “Que el hombre lleve a cabo su deber es, de hecho, el cumplimiento de todo lo que es...
Por Han Qing, China En septiembre de 2023, la policía detuvo a la hermana que era mi compañera. En ese tiempo, yo era líder de la iglesia....