Por qué me volví tan arrogante y santurrona
En 2017, la iglesia dispuso que yo regara a los nuevos fieles extranjeros. Como tenía algo de experiencia en idiomas extranjeros y ya había regado a nuevos fieles antes, no pensé que el trabajo fuera muy difícil. Pero sabía que cumplir mi deber en la iglesia no se trataba solo de tener habilidades especiales. Debía entender la verdad y actuar de acuerdo con los principios. Por eso, al principio, era bastante humilde. Siempre me recordaba orar más y ampararme en Dios cuando sucedían cosas, y cuando no entendía algo, consultaba y buscaba con otros. Tras un tiempo, vi algunos resultados en mi trabajo. Algunos nuevos fieles que no asistían a reuniones con regularidad empezaron a asistir activamente y estaban dispuestos a cumplir sus deberes. También entrené a algunos recién llegados que luego se convirtieron en líderes de iglesia y líderes de grupo. Esto me alegró mucho, y sentí que tenía algo de talento para este trabajo. Después, todos los que tenían problemas difíciles venían a hablar conmigo, y a menudo implementaban las ideas que yo proponía. De a poco, empecé a apreciarme. Sentí que, en cuanto a idioma extranjero y a riego, era la más capaz del grupo. Poco después, me eligieron como supervisora, lo que me hizo pensar más que tenía una aptitud mental y unas habilidades de trabajo extraordinarias. Sin darme cuenta, empecé a ser arrogante. Sin importar qué problemas surgieran, sentía que eran simples, y hacía lo que creía mejor directamente. No oraba y buscaba, y no consultaba con otros. Una vez, había un problema en nuestro trabajo, y la hermana que era mi compañera dijo que quería buscar los principios. Yo la desdeñé y le dije, con el ceño fruncido: “Es un problema muy simple. Solo debes pensar un poco y lo descifrarás. Buscar principios es un poco superfluo, ¿no?”. Después, era muy cuidadosa cuando hablaba conmigo. En esa época, algunos hermanos y hermanas también decían que yo era demasiado arrogante, pero no me importaba para nada. Sentía que era un poco arrogante, pero todos tienen problemas. Además, ¿cómo puede no ser arrogante alguien con un poco de aptitud mental? No pensé que fuera un gran problema. Una vez, quería que una nueva fiel practicara como líder de grupo. Mi líder creía que hacía muy poco que esta nueva fiel creía, que carecía de bases y que no podría hacer el trabajo. Tras oír esto, sentí mucha resistencia y pensé: “No importa que seas la líder, no comprendes a esta fiel tan bien como yo. Si tuviera tus preocupaciones, ¿cuándo terminaríamos de entrenar a los nuevos fieles?”. Hallé todo tipo de razones para refutar a la líder. Después, la nueva fiel fue ascendida a líder de grupo. Poco tiempo después, sintió que el trabajo era demasiado estresante, se volvió negativa y casi renuncia a su deber. En ese momento, también me puse muy triste. Lamenté no haber escuchado el consejo de mi líder. Pero luego pensé: “Nadie es perfecto, ¿quién cumple este deber sin desviaciones? Intentaré hacerlo mejor la próxima vez”. Después, mi líder también me expuso y trató conmigo por ser demasiado arrogante, dijo que era peligroso seguir así. En ese momento, oír eso fue un poco incómodo, pero no me conocía a mí misma.
Después, la hermana Ye y yo trabajamos juntas para supervisar la obra de la iglesia. Ella era más cuidadosa y seria en su trabajo, y se concentraba en buscar los principios de la verdad. Cuando discutíamos y tomábamos decisiones sobre el trabajo, ella investigaba repetidamente y confirmaba las cosas antes de decidir. Sin embargo, yo pensaba que ella no era suficientemente eficiente, por lo que empecé a despreciarla. Después, yo tomaba muchas decisiones por mí misma, y no la tomaba en serio para nada. Una vez, había que hacer unas compras para la iglesia, y como implicaba gastar las ofrendas, mi líder me dijo repetidamente que lo hablara con mi compañera. Prometí hacerlo, pero pensé: “Estas cosas no son difíciles, ya lo he hecho antes. Puedo hacerlo sola. ¿Por qué necesito a mi compañera?”. Cuando mi compañera me escribió pidiendo detalles de las compras, sin pensar contesté que ya lo había organizado y que no debía preocuparse. El resultado fue que las cosas que compré no eran de buena calidad, y las ofrendas fueron malgastadas. En ese momento, entré en pánico. Me di cuenta de que malgastar las ofrendas era una transgresión grave. ¿Podría Dios perdonarme alguna vez? Sentí que una pesada piedra oprimía mi corazón, y no podía respirar. Solía llorar en secreto, y todos los días eran muy deprimentes y dolorosos. Mi estado empeoraba, mi deber era más difícil y no podía ver muchos problemas con claridad.
Después, la líder habló conmigo, me expuso y trató conmigo, dijo que mi carácter era demasiado arrogante y santurrón, que actuaba arbitrariamente en mi deber, que no cooperaba con otros ni escuchaba las sugerencias ajenas, y que no era apta para ser supervisora. Tras ser destituida, estaba muy triste. Oré a Dios: “Dios, no sé cómo llegué a un punto tan bajo. Sé que Tu voluntad se encuentra tras mi destitución, pero no conozco la fuente de mi fracaso. Por favor, esclaréceme y ayúdame para que pueda hacer introspección adecuadamente”. Durante mis devocionales, vi un video de las palabras de Dios. “Algunos nunca buscan la verdad mientras cumplen con el deber. Simplemente hacen lo que les place, actuando de acuerdo con sus fantasías y siempre arbitrarios e imprudentes, es tan sencillo como que no caminan por la senda de práctica de la verdad. ¿Qué supone ser ‘arbitrario e imprudente’? Supone actuar ante un problema como creas conveniente, sin reflexionar, sin un proceso de búsqueda. Nada de lo que diga cualquiera te toca el corazón o te hace cambiar de idea. Ni siquiera aceptas la verdad cuando te la comunican, te mantienes en tus propias opiniones, no escuchas cuando otras personas dicen algo correcto, crees que eres tú el que tiene razón y te aferras a tus propias ideas. Aunque tu pensamiento sea correcto, deberías tener también en consideración las opiniones de otras personas, ¿no crees? Y si no haces esto en absoluto, ¿acaso no es eso ser extremadamente santurrón? A las personas que son extremadamente santurronas y díscolas no les resulta fácil aceptar la verdad. […] Si tu actitud es la de insistir obstinadamente, negar la verdad, rechazar las sugerencias ajenas, no buscar la verdad, tener fe solo en ti mismo, y hacer solo lo que tú quieres, si esta es tu actitud independientemente de lo que Dios haga o pida, ¿cuál será Su reacción? Dios no te presta atención, te deja de lado. ¿Acaso no eres díscolo? ¿No eres arrogante? ¿No crees que siempre tienes la razón? Si careces de obediencia, si jamás buscas, si tu corazón está totalmente cerrado y se resiste a Dios, entonces Él no te presta atención. ¿Por qué Dios no te presta atención? Porque si tu corazón está cerrado a Él, ¿puedes aceptar Su esclarecimiento? ¿Puedes sentir cuando Dios te reprocha? Cuando las personas son intransigentes, cuando aflora su naturaleza satánica y bárbara, no sienten nada de lo que hace Dios, no sirve de nada; así que Él no hace obra inútil. Si tienes tal actitud obstinadamente antagonista, lo único que hace Dios es mantenerse oculto de ti; Él no hace cosas superfluas. Cuando eres así de obstinadamente antagonista y así de cerrado, Dios jamás haría nada a la fuerza en ti, ni te forzaría a hacer nada, nunca seguiría intentando conmoverte y esclarecerte, una y otra vez; Dios no actúa así. ¿Por qué no actúa así Dios? Principalmente porque Él ha observado cierto tipo de carácter en ti, cierta brutalidad que está harta de la verdad y es inmune a la razón. ¿Y crees que la gente puede controlar a un animal salvaje cuando aflora su brutalidad? ¿Sirve de algo gritarle y chillar? ¿Tiene alguna utilidad razonar con él o intentar tranquilizarlo? ¿Se atreve la gente a acercarse a él? Existe una forma adecuada de describirlo: es inmune a la razón. Cuando aflora la brutalidad de la gente y esta es inmune a la razón, ¿qué hace Dios? Dios no le presta atención. ¿Qué más ha de decirte Dios cuando eres inmune a la razón? Decir algo más es inútil. Y cuando Dios no te presta atención, ¿eres bendecido o sufres? ¿Recibes algún beneficio o pierdes algo? Sin duda que pierdes. ¿Y quién lo causó? (Nosotros). Tú lo causaste. Nadie te obligó a actuar así, pero de todos modos te sientes mal. ¿No te causaste esto a ti mismo? Dios no te presta atención, no puedes sentir a Dios, hay oscuridad en tu corazón, tu vida está en riesgo; y te causaste esto a ti mismo, ¡te lo mereces!” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). La palabra de Dios revelaba mi estado, sobre todo cuando dice: “¿Acaso no eres díscolo? ¿No eres arrogante? ¿No crees que siempre tienes la razón? Si careces de obediencia, si jamás buscas, si tu corazón está totalmente cerrado y se resiste a Dios, entonces Él no te presta atención”. “Dios no te presta atención, no puedes sentir a Dios, hay oscuridad en tu corazón, tu vida está en riesgo; y te causaste esto a ti mismo, ¡te lo mereces!”. Leer esto me conmovió, como si Dios me expusiera cara a cara. Cumplí mi deber de forma muy arrogante y arbitraria. Como entendía un idioma extranjero y era un poco efectiva en este deber, sentía que tenía buena aptitud y habilidades. Cuando me eligieron como supervisora, sentí que era muy capaz, por lo que empecé a menospreciar y despreciar a otros, y no tomaba a nadie en serio. Cuando tenía problemas en mi trabajo, casi nunca los hablaba con otros, y hacía lo que yo quería. Cuando mis hermanos y hermanas presentaron diferentes sugerencias, no las recibí como si vinieran de Dios. En cambio, mi actitud era: “¿Quién entiende esto mejor, tú o yo?”. Incluso si lo que los demás decían era correcto, no lo aceptaba. En cambio, me resistía, los rechazaba y los refutaba con todo tipo de excusas. Como resultado, todo se hacía a mi manera, lo que significaba que los hermanos y hermanas estaban limitados. Siempre se preocupaban por lo que yo pensaría y no se relacionaban conmigo normalmente. Pero incluso entonces, no hice introspección. Cuando estaba a cargo del trabajo de la iglesia, actuaba arbitrariamente y sin principios, lo que hizo que se malgastaran las ofrendas. Mi carácter era demasiado arrogante. No importaba qué decían los demás, yo no escuchaba. Era tan irracional como un burro terco. Mi conducta y mi actitud eran desagradables a Dios, y no podía recibir para nada la obra del Espíritu Santo. Todo lo que hacía causaba molestias y perturbaciones. Cuando vi la maldad que había hecho, no pude evitar querer abofetearme. Me odié por ser tan santurrona. ¿Por qué no podía escuchar los consejos de los demás? Ahora, habían llegado las consecuencias y era inútil lamentarse.
Después empecé a concentrarme en reflexionar sobre mis problemas. Mientras buscaba, leí algunas palabras de Dios que me dieron un nuevo entendimiento sobre mí misma. Dios Todopoderoso dice: “La arrogancia y la santurronería son las actitudes satánicas más evidentes de las personas, y si no aceptan la verdad, no hay manera de que puedan purificarse. La gente tiene un carácter arrogante y santurrón, siempre cree que tiene la razón, y siempre piensa que su punto de vista y forma de pensar son correctos en todo lo que piensa, dice y opina, que nada de lo que digan los demás es tan bueno o correcto como lo que ellos dicen. Siempre se aferran a sus propias opiniones y no escuchan lo que digan los demás; incluso cuando lo que los demás digan sea cierto y concuerde con la verdad, no lo aceptan, simplemente aparentan escuchar, pero no captan nada. Cuando llega el momento de actuar, siguen su propio camino; siempre piensan que tienen razón y justificación. Puede que tengas razón y justificación, o que estés haciendo lo correcto, sin problemas, pero ¿cuál es el carácter que revelas? ¿Acaso no es arrogancia y santurronería? Si no eres capaz de desprenderte de este carácter arrogante y santurrón, ¿afectará eso al cumplimiento de tu deber? ¿Afectará a tu capacidad de poner en práctica la verdad? Si no puedes resolver este tipo de carácter arrogante y santurrón, ¿acaso es posible que te encuentres con grandes contratiempos en el futuro? No hay duda de que lo harás, eso es inevitable. ¿Puede Dios ver estas cosas manifestadas en las personas? Puede, y extremadamente bien; Dios no solo observa el ser más íntimo del hombre, sino que también está siempre observando cada una de sus declaraciones y actos. ¿Y qué dirá Dios cuando vea estas cosas manifestadas en ti? Dios dirá: ‘Eres intransigente. Es comprensible que te mantengas firme cuando no sabes que te equivocas, pero si te mantienes firme cuando sabes muy bien que te equivocas, y te niegas a arrepentirte, entonces eres un viejo tonto testarudo, y estás metido en problemas. Si, sea cual sea la sugerencia, reaccionas con una actitud negativa y antagónica, y no aceptas la verdad en absoluto —si en tu corazón, no hay más que antagonismo, cerrazón, rechazo—, entonces eres ridículo, ¡un tonto absurdo! Eres demasiado difícil de tratar’. ¿Qué tienes para ser tan difícil de tratar? Lo difícil de ti es que tu conducta no es una forma equivocada de hacer las cosas ni un tipo equivocado de comportamiento, sino que revela un determinado tipo de carácter. ¿Qué tipo de carácter revela? Que estás harto de la verdad y la miras con odio. Una vez que se te ha definido como a una persona que mira la verdad con odio, entonces, desde el punto de vista de Dios, tienes un problema. Dios te desprecia y se desentiende de ti. […] Una persona que mire la verdad con odio, en el fondo miraría a Dios con odio. ¿Por qué afirmo que miraría a Dios con odio? ¿Ha maldecido esta persona a Dios? ¿Se ha opuesto a Él en Su cara? ¿Lo juzgó o condenó a Sus espaldas? No necesariamente. Entonces, ¿por qué se dice que manifestar dicho carácter, uno de odio hacia la verdad, es odiar a Dios? Esto no es hacer una montaña de un grano de arena; es un hecho. Como los fariseos hipócritas que clavaron al Señor Jesús a la cruz porque odiaban la verdad, las consecuencias cuando esto ocurre son graves. Es decir, cuando una persona tiene este carácter de estar harto de la verdad y sentir hostilidad hacia ella, puede revelarlo en cualquier momento y lugar, y si sigue viviendo en un estado de dependencia de él, ¿se opondrá a Dios o no? Cuando se encuentre con un asunto que implique la verdad, que implique las decisiones que tome, si no puede aceptar la verdad, sino que sigue viviendo en un estado de dependencia de su carácter corrupto, naturalmente, se opondrá a Dios y lo traicionará, pues este tipo de carácter corrupto no es sino un carácter que mira a Dios y la verdad con odio” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se vive a menudo ante Dios es posible tener una relación normal con Él). Solo tras leer las palabras de Dios me di cuenta de que mi carácter era arrogante, y que, lo que era más grave, estaba harta de la verdad, la odiaba y odiaba a Dios. Muchos hermanos y hermanas me había aconsejado, y mi líder me había podado y había tratado conmigo, pero yo hice oídos sordos y no hice nada de introspección. En muchas ocasiones los hechos me mostraron que aquello con lo que insistía estaba mal. No hacía nada para molestar y perturbar el trabajo, pero tampoco hacía introspección y hacía las cosas a mi modo. A veces, cuando mis hermanos y hermanas me daban consejos, sentía claramente que eran correctos y que seguían los principios de la verdad, pero yo desobedecía y negaba, y era extremadamente terca. ¿No era este un carácter satánico de estar harta de la verdad y odiarla? Dios dice: “Una vez que se te ha definido como a una persona que mira la verdad con odio, entonces, desde el punto de vista de Dios, tienes un problema”. “Una persona que mire la verdad con odio, en el fondo miraría a Dios con odio”. Esto me alteró mucho. El carácter de Dios es justo y santo, y la actitud de Dios hacia la gente se basa en nuestra actitud hacia la verdad y hacia Dios. La verdad es la expresión de Dios, pero lo que yo expresaba era el carácter de estar harta de la verdad y de odiarla. ¿Acaso no era odio a Dios? Sin importar cuál sea el carácter corrupto de una persona, mientras pueda aceptar la verdad, nada es imposible de arreglar, y todos tienen la oportunidad de cambiar y ser salvados por Dios. Pero si la esencia de la naturaleza de una persona es estar harta de la verdad y odiarla, esa persona es enemiga de Dios. ¿Cómo puede ser salvado un enemigo de Dios? Pensé en todos los anticristos que fueron expulsados de la iglesia. Era porque odiaban y no aceptaban la verdad para nada, y al final fueron revelados y descartados.
Tenía mucho miedo, y por mucho tiempo después de eso, viví en un estado de culparme. Cada vez que pensaba en el daño que había causado en el trabajo, dolía como un puñal en el corazón, por lo que oré a Dios: “Dios, este fracaso es demasiado doloroso, pero sin él, no tendría idea de que mi carácter corrupto era tan grave, y menos sabría que estaba al borde del peligro. No quiero vivir más según mi carácter corrupto. Por favor, guíame para que sea una persona que acepta la verdad y que pueda concentrarse en practicar la verdad en el deber en el futuro”.
Después solía preguntarme: “¿Qué es lo que me hace tan arrogante? ¿Cómo puedo corregir este carácter corrupto?”. En mis devocionales, vi dos pasajes de la palabra de Dios que me esclarecieron de pronto. Las palabras de Dios dicen: “La gente con dones y talentos especiales cree que es muy lista, que lo entiende todo, pero no sabe que los dones y talentos especiales no representan la verdad, que estas cosas no guardan relación con la verdad. Las ideas y opiniones de las personas cuyo comportamiento está determinado por sus dones y fantasías a menudo van en contra de la verdad, pero ellas no lo ven, y piensan: ‘¡Mira qué listo soy, qué decisiones más inteligentes he tomado! ¡Que decisiones más acertadas! Ninguno de vosotros puede igualarme’. Viven continuamente en un estado de narcisismo y amor propio. Les cuesta sosegar el corazón para reflexionar sobre lo que Dios les pide, sobre lo que es la verdad y cuáles son los principios de la verdad. Les cuesta comprender la verdad y, si bien cumplen un deber, no son capaces de practicar la verdad y, asimismo, les resulta muy difícil entrar en la realidad de la verdad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿En qué se apoya exactamente la gente para vivir?). “¿Diríais que es difícil cumplir adecuadamente con el deber? En realidad, no; la gente solo debe ser capaz de tener una actitud humilde, un poco de sentido y una posición adecuada. Independientemente de la formación que tengas, de los premios que hayas ganado o lo mucho que hayas conseguido, y por muy elevados que sean tu estatus y tu jerarquía, debes dejar de lado todas estas cosas, debes bajarte del pedestal; todo eso no vale nada. Por muy grandes que sean tales glorias, en la casa de Dios no pueden estar por encima de la verdad, pues esas cosas superficiales no son la verdad ni pueden ocupar su lugar. Debes tener esto en claro. Si dices: ‘Soy muy talentoso, tengo una mente muy aguda y reflejos rápidos, aprendo enseguida y tengo excelente memoria, por lo que soy idóneo para tomar la decisión final’. Si siempre utilizas tales cosas como capital, y las consideras valiosas y positivas, eso es un problema; si esas cosas ocupan tu corazón, si se han arraigado en él, te será difícil aceptar la verdad, y las consecuencias de eso son impensables. Por lo tanto, en primer lugar debes dejar y rechazar esas cosas que amas, que parecen agradables, que son valiosas para ti. No son la verdad; más bien pueden impedirte entrar en ella” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es el desempeño adecuado del deber?). La palabra de Dios me hizo entender que era arrogante e incapaz de aceptar la verdad por otra razón, y es que siempre viví de mis dones. Como sabía un idioma extranjero y tenía algo de experiencia laboral, parecía tener algo de aptitud mental y podía lidiar con algunos problemas del trabajo, consideré estos dones como capital, nunca busqué los principios de la verdad ni la voluntad de Dios, traté a mis hermanos y hermanas con desprecio y desdén, y nunca presté atención a sus sugerencias. Antepuse los dones, viví en un estado de amor propio, fui cada vez más arrogante, y creí en mí ciegamente, como si nunca me equivocara, pero se reveló una y otra vez que mis ideas no concordaban para nada con los principios de la verdad. Estaban todas equivocadas. Mientras tanto, algunos hermanos y hermanas parecían ser comunes y no tener ningún don, pero, en sus deberes, podían buscar los principios de la verdad de una forma centrada, en ellos se podía ver la guía de Dios, y podían lograr buenos resultados en sus deberes, Los hechos me mostraron que tener dones no significa entender la verdad. Si cumplimos nuestro deber sin buscar los principios de la verdad y vivimos solo según nuestros dones, solo podremos ser cada vez más arrogantes, perderemos toda humanidad y razón, y nos resistiremos a Dios involuntariamente. Para corregir fundamentalmente un carácter arrogante debemos abandonar este capital, y luego aprender a negarnos a nosotros mismos y buscar la verdad.
Después de eso, me concentré en practicar así, pero cuando enfrentaba problemas y quería pedirles ayuda a mis hermanos y hermanas, había una lucha en mi corazón. Sentía que mis ideas eran muy adecuadas, y que preguntarle a todos los demás era superfluo. Me preocupaba que los demás me despreciaran por no poder lidiar con una tarea simple, pero luego pensé en la transgresión que había cometido cuando creía demasiado en mí misma, tuve un poco de miedo y ya no me animé a aferrarme a mis propias ideas. Pude renunciar a mí misma y hablarlo con todos los demás. Pronto, mis hermanos y hermanas vieron que me comprendía un poco y que había cambiado, y otra vez me eligieron para liderar la iglesia. Una vez, a la iglesia le faltaba un diácono de evangelio. Vi que la hermana Li era proactiva al predicar el evangelio y que hablaba activamente en las reuniones, por eso, en mi corazón, decidí que la hermana Li era la elección perfecta. En ese momento, la hermana que era mi compañera me recordó que elegir a un diácono de iglesia no era un asunto trivial y que debía pedirle ayuda a mi líder. Cuando vi la expresión de duda de mi hermana, pensé: “La hermana Li siempre ha sido activa al difundir el evangelio. Además de la hermana Li, ¿hay algún candidato más adecuado? Además, el ascenso es solo una oportunidad de practicar, si no es apta, podemos transferirla. ¿Por qué necesito consejo de mi líder?”. Cuando sentí la resistencia, pensé en las palabras de Dios: “Aunque tu pensamiento sea correcto, deberías tener también en consideración las opiniones de otras personas, ¿no crees? Y si no haces esto en absoluto, ¿acaso no es eso ser extremadamente santurrón?”. Sí, como mi hermana no estaba segura, yo debía buscar. Durante mis devocionales, leí estas palabras de Dios: “Si, siempre que tienes una idea u opinión, afirmas ciegamente que es correcta y es lo que hay que hacer, eres arrogante y santurrón. Si tienes una idea u opinión que crees que es correcta, pero no tienes plena fe en ti mismo y puedes asegurarte mediante la búsqueda y la comunión, eso no es ser santurrón. Obtener el asentimiento y la aprobación de todos antes de llevarla a cabo es la forma racional de actuar” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se vive a menudo ante Dios es posible tener una relación normal con Él). La palabra de Dios me hizo entender que aunque creas que tienes razón, debes aprender a abandonarte a ti mismo y buscar la verdad. Solo con esta actitud puedes ganar el esclarecimiento del Espíritu Santo y mejorar cada vez más en tu deber. Si te aferras a ti mismo con arrogancia y desprecias los recordatorios de otros, si no te abandonas y buscas la verdad, no puedes recibir la guía del Espíritu Santo. Con esto en mente, la resistencia en mi corazón desapareció lentamente. Después, oré y confié este tema a Dios. Le pedí que, si la hermana Li no era apta, hiciera que surgieran personas y cosas para mostrármelo. Al mismo tiempo, busqué los principios para seleccionar y ascender a la gente. Tras unos días, supe por alguien que la conocía que aunque la hermana Li parecía ser proactiva, solo hacía las cosas para parecer presentable, y a menudo era holgazana y taimada, salía del paso, se retiraba al enfrentar dificultades, e incluso ahora no tenía entrada. Según los principios, ella no era apta para ser diaconisa de evangelio. Al oír esto, me alegró no haber insistido con mi opinión. Si no, usar a una persona no apta de seguro habría entorpecido la obra de evangelio. Esto en verdad era la protección de Dios. Estaba muy agradecida por la guía de la palabra de Dios. Vi que al practicar la verdad y aceptar consejos ajenos, podía evitar problemas y desviaciones en mi deber, y mi corazón también estaba en paz. Ahora, me siento muy avergonzada cuando pienso en mi arrogancia previa. Sin el juicio y el castigo de la palabra de Dios y sin la poda y el trato severos, nunca habría hecho introspección y nunca me habría negado a mí misma ni habría aceptado el consejo de otros. Ahora soy más humilde, puedo debatir y buscar con mis hermanos y hermanas cuando tengo problemas. Este pequeño cambio es el resultado de las palabras y la obra de Dios. De verdad agradezco a Dios de corazón.