Por qué no podía comportarme de forma honesta
Cuando empecé a supervisar el trabajo de riego a nuevos fieles, mi compañera, la hermana Zhang, solía hablar de doctrina, enaltecerse y presumir en las reuniones, y muchos problemas de trabajo no se resolvían a tiempo. Informé a los líderes sobre la conducta de la hermana; y, tras investigar la situación, comprobaron que no era adecuada para ser supervisora y la destituyeron. Después, transferí a algunas personas inadecuadas del grupo y hablé con los hermanos y hermanas para resolver sus problemas en el deber. Dos meses después, el trabajo había mejorado y todos eran activos en el deber. Una vez, los líderes dijeron en una carta que había mejorado nuestro riego de nuevos fieles. Mis compañeras también decían que era buena en el trabajo y que sabía resolver los problemas prácticos de los hermanos y hermanas. Cuando tenían problemas, solían venir a preguntarme. Con el elogio de los líderes sobre mi trabajo y la estima y admiración de mis compañeras, estaba contentísima. Pensaba: “Al parecer, tengo algunas realidades de la verdad y sé hacer un trabajo práctico”. Poco a poco, comencé a darme ínfulas. Creía que, al ser la supervisora y la líder del grupo de entre mis compañeras, tenía que ser mejor que nadie en la resolución de problemas.
Por entonces era responsable, sobre todo, del trabajo de un grupo. Solía reunirme a hablar con sus miembros para resolver los problemas y anomalías del trabajo, y este no tardó en mejorar de manera significativa. Pero los grupos supervisados por mis compañeras no mejoraron gran cosa, especialmente el que supervisaba la hermana Li, cuyos miembros no sabían cooperar bien y en el que los problemas seguían pendientes. La hermana Li estaba muy ansiosa, y me preguntó: “¿Cómo hablabas con ellos? ¿Cómo lograste unos resultados tan buenos?”. Respondí con una descripción muy gráfica de mis métodos. Cuando acabé, me acordé de un hermano de carácter arrogante que no sabía cooperar con nadie. No había resuelto del todo este asunto y necesitaba buscar y hablarlo con todo el mundo. Pero pensé: “Soy la líder del grupo, un ejemplo para todos; si digo que hay problemas que no sé resolver, ¿qué opinarán mis hermanas de mí? Acabo de hablar con mucha alegría. ¿Cómo puede haber problemas que no sé resolver? En tal caso, ¿no me despreciarán?”. Al final no tuve el valor de plantear el asunto. En ocasiones posteriores, al debatir juntas el trabajo, siempre hablaba de cómo resolvía los problemas y de los resultados logrados, pero ni una palabra de los problemas sin resolver. Por ende, mis dos compañeras me admiraban y creían que sabía resolver bien los problemas. Hasta decían: “Comprendes la verdad y tienes sus realidades”. Era poco consciente entonces, así que solo dije que también había problemas que no sabía resolver, y lo dejé pasar.
Después hubo un grupo que trabajaba de forma ineficaz, y los hermanos y hermanas tenían dificultades en el deber. Por ello, la hermana Li me dijo: “Me reuní varias veces para hablar con ellos, pero aún no puedo resolver sus problemas. Ya me siento muy negativa”. Al oír eso, bajé la cabeza y, además, me sentí incomodísima porque también había acudido yo varias veces, pero no había resuelto los problemas. Me sentí muy impotente, como si me hubiera empleado a fondo, y no entendía por qué no pudieron resolverse. Quería sincerarme sobre mi estado, pero, como la hermana Li estaba negativa, pensé que, si yo también me sinceraba entonces sobre mis dificultades, podría esparcir negatividad. Además, era la líder del grupo. Cuando tuviéramos problemas, tenía que resignarme, aguantar y no volverme negativa. Entonces me preguntó la hermana Li: “¿Cómo debo experimentar estas dificultades?”. No sabía qué responder. No tenía una senda ni tenía idea de cómo hablar. Pero, por conservar mi buena imagen a ojos suyos, dije estoicamente: “En dificultades como estas, hemos de apoyarnos en Dios. A Noé le costó construir el arca, pero lo hizo apoyándose en Dios. Tenemos que ser como Noé y afrontar los problemas de cara”. Después hablé de las veces que me había encontrado con dificultades en el deber y de cómo guiaba a todos para vencerlas y lograr buenos resultados. Unas hermanas sin discernimiento incluso elogiaron mi experiencia, pero no estaba nada contenta. Si aún no habíamos resuelto las dificultades del trabajo reciente, ¿no estaba engañando a la gente con lo que decía? No obstante, me consolé así: “¿Qué otra cosa podía decir? Como líder del grupo, ¿qué más puedo hacer? ¡He de resistir a toda costa!”. Aunque no quería, dije: “Dejen que yo atienda este problema”. No tenía la menor idea de cómo manejarlo. Me sentía bajo el aplastante peso de una montaña, sin escapatoria, pero no me atrevía a sincerarme y hablar con mis hermanas. La hermana Li dijo entonces: “No se han resuelto los últimos problemas de nuestro trabajo. ¿No deberíamos reflexionarlo?”. La hermana Xin me comentó: “Siempre te hemos admirado. Nos parece que comprendes la verdad y sabes resolver problemas, así que confiamos en ti en todo. Nuestro estado no es bueno”. La hermana Li añadió: “Cierto. En el tiempo que hemos trabajado contigo, rara vez has hablado de tu corrupción. Solo hablas de tu entrada positiva, pero en un momento como este, con tantos problemas y dificultades en nuestro trabajo, las dos nos hallamos en un estado negativo, pero tú no has mostrado debilidad. ¿Estás disimulando?”. Se me cayó el alma a los pies al oír aquello. ¿Todo esto era resultado de mi disimulo? Sin embargo, aún me sentía muy confundida, y pensé: “Soy la líder del grupo. Si me sincero y digo que me siento débil, ¿no estaré esparciendo negatividad? Al igual que en la guerra, si caen los generales, ¿no serán derrotados antes los soldados?”. Luego pensé que mis compañeras me admiraban, iba a atraerlas hacia mí de seguir así, y yo iba por la senda equivocada. Supe que tenía que hacer introspección. Entonces también supe que varios más se hallaban en un estado negativo y querían rendirse, lo que afectaba gravemente al trabajo. Ante estos problemas, me sentía muy negativa. No podía resolver ningún problema práctico en ese momento. En absoluto podía cargar con una comisión tan importante. De seguir así, solo entorpecería la labor de la iglesia. Al final no aguanté más, por lo que entregué mi renuncia a mis líderes.
Tras renunciar, empecé a hacer introspección: “¿Por qué no puedo sincerarme y hablar de mis problemas y dificultades? ¿Por qué disimulo siempre? ¿Por qué no puedo ser honesta?”. Más adelante, leí un pasaje de las palabras de Dios y logré entenderme un poco. Dios dice: “¿Sabéis quiénes son fariseos en realidad? ¿Hay algún fariseo a vuestro alrededor? ¿Por qué se llama a estas personas ‘fariseos’? ¿Cómo se describe a los fariseos? Se trata de personas hipócritas, completamente falsas y que actúan en todo lo que hacen. ¿De qué modo actúan? Fingen ser buenas, amables y positivas. ¿Son así en realidad? En absoluto. Como son hipócritas, todo lo que se manifiesta y se revela en ellos es falso; todo es pretensión: no es su verdadero rostro. ¿Dónde se oculta su verdadero rostro? Está escondido en el fondo de su corazón, para que nadie lo vea jamás. Todo lo que hay en el exterior es una actuación, es todo falso, pero solo pueden engañar a la gente, no a Dios. Si las personas no buscan la verdad, si no practican y experimentan las palabras de Dios, entonces no pueden entender completamente la verdad, y por muy bien que suenen sus palabras, no son la realidad de la verdad, sino palabras de doctrina. Algunas personas solo se centran en repetir como loros las palabras de doctrina, imitan a quien predica los sermones más elevados, y a consecuencia de ello en pocos años recitan doctrina cada vez más y son admiradas y veneradas por mucha gente, tras lo cual empiezan a camuflarse, y prestan gran atención a lo que dicen y hacen, mostrándose especialmente piadosos y espirituales. Utiliza estas llamadas teorías espirituales para camuflarse. Solo hablan de esto dondequiera que van, cosas engañosas que encajan con las nociones de la gente, pero que carecen de la realidad de la verdad. Y al predicar estas cosas, que concuerdan con las nociones y gustos de la gente, embaucan a muchas personas. A otros, estas personas parecen muy devotas y humildes, pero en realidad es una falsedad; parece tolerante, comprensiva y cariñosa, pero en realidad es una simulación; dice amar a Dios, pero en realidad es una actuación. Otros creen que estas personas son santas, pero en verdad es falso. ¿Dónde puede encontrarse una persona que sea verdaderamente santa? La santidad humana es totalmente falsa. No es más que una actuación, una simulación. Por fuera, parecen leales a Dios, pero en realidad solo están actuando para que otros los vean. Cuando nadie mira, no tienen ni pizca de lealtad y todo lo que hacen es superficial. En apariencia, se esfuerzan por Dios y han abandonado a su familia y su carrera, pero ¿qué hacen en secreto? Se ocupan de sus propios asuntos y van por su propia cuenta en la iglesia, beneficiándose de la iglesia y robando las ofrendas en secreto con el pretexto de trabajar por Dios… Estas personas son los fariseos hipócritas modernos” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Seis indicadores de crecimiento vital). Las palabras de Dios revelan de forma muy clara la esencia de los fariseos. Los fariseos disimulaban y mentían a los demás en todo. Con sus buenas acciones visibles extraviaban al pueblo y se ganaban su aprecio. Reflexioné que yo me portaba igual que los fariseos. Desde que comencé a supervisar la labor de riego, como el trabajo del grupo progresaba sin dificultad, era más eficaz y me admiraban los líderes y mis compañeras, creía comprender mejor que nadie las realidades de la verdad e, inconscientemente, empecé a darme ínfulas. Creía que, como supervisora, tenía que ser más fuerte que nadie, que no podía ser negativa y que tenía que ser un ejemplo para mis hermanos y hermanas, por lo que disimulaba y me ocultaba en todo lo que hacía. Cuando la hermana Li se topó con dificultades y buscó soluciones en mí, fingí entenderla, cuando no lo hacía, y me forcé a responder con palabras de doctrina para que, erradamente, algunas hermanas pensaran que comprendía la verdad y tenía sus realidades. Cuando yo tenía dificultades y no sabía resolverlas, me sentía muy deprimida, pero, por temor a que mis hermanos y hermanas vieran mi debilidad, me fingía fuerte, con lo cual mis compañeras me admiraban y les parecía que yo tenía mayor estatura y que podía resolver cualquier problema. Para demostrar buena imagen y un alto estatus delante de mis hermanos y hermanas, jamás comentaba mi corrupción, lo soportaba todo por duro que fuera. Me esforzaba por disimular y aparentar, y confundía y engañaba a los demás con doctrinas que parecían correctas. Con esto no solo no resolvía mis problemas y dificultades; es más, entorpecía el trabajo de la iglesia. ¡Perjudicaba a los demás y a mí misma! Iba por la senda de los fariseos hipócritas. Fue entonces cuando realmente entendí lo que dijo Dios: “Ser una persona normal tiene sentido; puedes vivir sin ansiedad y tener alegría y tranquilidad. Esta es la senda correcta en la vida. Si quieres ser siempre alguien sobresaliente, estar por encima de los demás, entonces te estás echando a los lobos, metiéndote en la picadora de carne y complicándote la vida” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 12: Quieren echarse atrás cuando no hay ninguna posición ni esperanza de recibir bendiciones). Las palabras de Dios son muy reales. Querer siempre ser admirada y superior no conduce sino a que Satanás juegue contigo y a vivir sufriendo. Renunciar a la reputación y el estatus, aspirar a la honestidad y ser alguien normal y humilde es la única vía para conducirnos con libertad y liberación y para sentir paz y seguridad.
Al reflexionar también supe que mi opinión era un error. Creía que sincerarme sobre mis debilidades y dificultades era esparcir negatividad, por lo que no me atrevía a ello. En realidad no entendía qué supone sincerarse ni qué esparcir negatividad. Confundía los conceptos. Luego busqué fragmentos pertinentes de la palabra de Dios que comer y beber. Las palabras de Dios dicen: “Veamos primero cómo debe entenderse e identificarse el hecho de exudar negatividad, cómo debe distinguirse la negatividad de las personas, qué comentarios y manifestaciones en ellas exudan negatividad. Sobre todo, la negatividad que exudan las personas no es positiva, es algo negativo que contradice a la verdad, algo causado por su carácter corrupto. Tener un carácter corrupto conduce a dificultades en la práctica de la verdad y en la obediencia a Dios, y debido a estas dificultades, se revelan en las personas pensamientos negativos y otras cosas negativas. Estas cosas se producen en el contexto de su intento de practicar la verdad; son pensamientos y puntos de vista que afectan y obstaculizan a las personas cuando tratan de practicar la verdad, y son cosas totalmente negativas. Por más que se ajusten a las nociones del hombre y que suenen razonables, estos pensamientos negativos no provienen de la comprensión de las palabras de Dios, y mucho menos son la experiencia y el conocimiento de Sus palabras. Por el contrario, los produce la mente humana, y no están en absoluto de acuerdo con la verdad, por lo que son cosas negativas, adversas. La intención de las personas que exudan negatividad es encontrar multitud de razones objetivas para su fracaso en la práctica de la verdad, a fin de ganarse la simpatía y la comprensión de los demás. A diversos niveles, este comportamiento influye y ataca la iniciativa de las personas para la práctica de la verdad, e incluso puede impedir que muchas la practiquen. Estas consecuencias y el impacto nocivo hacen que estas cosas negativas sean aún más merecedoras de ser definidas como adversas, en oposición a Dios y totalmente hostiles hacia la verdad. Algunas personas son ciegas a la esencia de la negatividad, y piensan que es normal mostrarla con frecuencia, que no tiene gran efecto en su búsqueda de la verdad. Esto es un error; de hecho, tiene un efecto muy grande, y si la negatividad se convierte en algo demasiado difícil de soportar, puede fácilmente tornarse en traición. Esta terrible consecuencia es causada nada menos que por la negatividad. Entonces, ¿cómo se debe identificar y comprender la expresión de negatividad? Sencillamente, exudar negatividad es engañar a las personas e impedirles practicar la verdad; es el uso de tácticas suaves, de métodos aparentemente normales para engañar a las personas y ponerles obstáculos. ¿Acaso no es esto perjudicial para ellas? Desde luego que lo es, profundamente. Y así, exudar negatividad es algo nocivo, es condenado por Dios; esta es la interpretación más simple de exudar negatividad. […] ¿Acaso la negatividad no contiene el desafío, la insatisfacción, los agravios y el resentimiento de las personas? Además, hay cosas muy graves, como la oposición, la resistencia e incluso la réplica. Se puede decir que los comentarios que contienen estos elementos exudan negatividad” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros). “‘Compartir y poner en común las experiencias’ significa comunicar tus experiencias y conocimiento de las palabras de Dios, dar voz a cada pensamiento de tu corazón, a tu estado y al carácter corrupto que se revela en ti, y dejar que los demás los disciernan, para luego resolver el problema mediante la comunicación de la verdad. Solo cuando las experiencias se comunican de esta manera, todos se benefician y ganan mucho; solo esta es la verdadera vida de iglesia” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La práctica verdaderamente fundamental de ser una persona honesta). Tras leer las palabras de Dios, lo entendí. Esparcir negatividad implica expresar, con tus motivaciones y actitudes corruptas, insatisfacción con la labor de la iglesia, malentendidos y quejas sobre Dios, para que otros inventen nociones sobre Él o incluso no quieran seguirlo y cumplir con el deber. Por ejemplo, si a alguien se le poda y se trata con él, tal vez se defienda y se queje para que otros tengan nociones y malentendidos sobre Dios. Esto es esparcir negatividad. Sin embargo, sincerarse es ser una persona honesta. No es simplemente hablar de tu experiencia de práctica de la verdad. También debes sincerarte sobre tu corrupción, tus dificultades, tus defectos y las impurezas e intenciones equivocadas en tu deber para que todos los vean, de modo que puedan discernirlos y analizarlos. Te sinceras para buscar la verdad, a fin de resolver tus problemas y dificultades y corregir tu carácter corrupto. Es un tipo de práctica positiva. Cuando comprendí este aspecto de la verdad, me sinceré conscientemente sobre mi corrupción y mis defectos en el deber, y busqué la verdad con mis hermanos y hermanas para corregirlos. Paulatinamente, mi estado comenzó a cambiar y yo era más eficaz en el deber. Después, como mis líderes vieron en mí arrepentimiento y autoconocimiento, me preguntaron si creía que podría seguir supervisando el riego de nuevos fieles. Estaba muy conmovida. No creía que tuviera ocasión de continuar en ese deber. Reconocí la gracia de Dios sobre mí y estaba dispuesta a cumplir mis responsabilidades. Posteriormente, cada vez me sentía más segura de ser honesta y no me parecía tan difícil sincerarme. Transcurrido un tiempo, la hermana Xin me dijo: “Me parece que ya te has transformado un poco. Genial que siempre practiques la verdad sincerándote así”. Me puse contentísima cuando me lo dijo y creía que por fin había logrado transformarme. Sin embargo, lo bueno no dura. Mi problema no tardó en estallar de nuevo.
Al final de una reunión, pregunté a todos si tenían preguntas. Una hermana señaló que últimamente tenía problemas en el deber y no sabía qué hacer, por lo que quería mi ayuda. Como entonces no se me ocurrió una buena manera, pregunté a todos qué opinaban. A un hermano se le ocurrió una solución, todos asintieron con la cabeza y yo también la entendí. La hermana dijo, alegre: “Tu solución es estupenda. ¿Por qué no se me ocurrió?”. Quise responder: “A mí tampoco se me ocurrió esta solución”. Sin embargo, pensé: “Soy la supervisora. Si digo eso, ¿qué opinará de mí la gente? ¿Dirá que no me ocupo de los problemas tan bien como mis hermanos y hermanas?”. Así pues, me atribuí la solución que ofreció mi hermano y añadí unos consejos míos detallados. Cuando terminé de hablar, la hermana me dijo: “Ya tengo una senda”. Después de esto, me sentí algo culpable, y reflexioné: “¿No estoy engañando a la gente? ¿Por qué disimulo de nuevo?”. Más tarde, me puse a hacer introspección y comí y bebí unas palabras de Dios sobre mi estado. Las palabras de Dios dicen: “¿De qué carácter se trata cuando la gente monta siempre una fachada, se blanquean a sí mismos, fingen para que los demás los tengan en alta estima y no detecten sus defectos o carencias, cuando siempre tratan de presentar a los demás su mejor lado? Eso es arrogancia, falsedad, hipocresía, es el carácter de Satanás, es algo malvado. Tomemos como ejemplo a los miembros del régimen satánico: por mucho que se peleen, se enemisten o se maten entre bastidores, nadie puede denunciarlos o exponerlos. Temen que la gente vea su rostro demoniaco, y hacen todo lo posible para encubrirlo. En público, se esfuerzan al máximo para blanquearse, diciendo lo mucho que aman al pueblo, lo grandes, gloriosos y correctos que son. Esta es la naturaleza de Satanás. La característica más destacada de la naturaleza de Satanás son los trucos y engaños. ¿Y cuál es el objetivo de estos trucos y engaños? Engañar a la gente, impedir que vean su esencia y su verdadera cara, y lograr así el objetivo de prolongar su gobierno. […] Satanás utiliza métodos de toda clase para engañar a las personas, embaucarlas y tomarlas por tontas, presentándoles una imagen falsa. Incluso utiliza la intimidación y las amenazas para hacer que la gente sienta veneración y temor, con el objetivo final de que se sometan a Satanás y lo adoren. Esto es lo que complace a Satanás; es también su objetivo al competir con Dios para ganarse a la gente. Entonces, cuando lucháis por el estatus y la reputación entre los demás, ¿por qué estáis luchando? ¿Es realmente por el renombre? No. En realidad estás luchando por las ventajas que te proporciona el renombre” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los principios que deben guiar el comportamiento de una persona). “Los que nunca se abren, que siempre ocultan cosas, que siempre fingen rectitud, que siempre procuran que los demás los tengan en gran estima, que no permiten a otros alcanzar un sentido completo respecto a ellos y hacen que los admiren, ¿no son gente estúpida? ¡Esa gente es sumamente estúpida! Eso se debe a que la verdad sobre una persona saldrá a la luz tarde o temprano. ¿Por qué senda van en su conducta? Por la de los fariseos. Los hipócritas, ¿están en peligro o no? Son la gente que más aborrece Dios, así que ¿concibes que no estén en peligro? ¡Todos aquellos que son unos fariseos van por la senda de perdición!” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entregando el corazón a Dios, se puede obtener la verdad). Tras meditar la palabra de Dios, entendí que uno disimula para afianzarse y hacer que los demás lo admiren, y para dominar a la gente, controlarla y asentar la propia posición. Esto lo rigen actitudes arrogantes y malvadas y es ir por la senda de resistencia a Dios. En cuanto al problema de mi hermana, era obvio que yo no sabía cómo resolverlo, pero, por temor a que mis hermanos y hermanas me despreciaran si sabían eso, disimulé añadiendo mis ideas al conocimiento de otra persona y aparentando que era mío, esperando demostrar a todos que sabía mucho, comprendía la verdad y tenía sus realidades. Utilicé la mentira para ganarme el aprecio de todos, con la ilusa esperanza de que me admiraran y apoyaran. Iba por la senda de los fariseos. Los fariseos eran unos mentirosos hipócritas, y Dios los condenó y maldijo. No se puede ofender el carácter justo de Dios, por lo que, si no me arrepentía, sabía que Dios también me maldeciría y castigaría a mí. Ante la gravedad del problema, estaba algo asustada, así que pronto oré a Dios para decirle que quería arrepentirme.
Luego leí un pasaje de la palabra de Dios que me enseñó a considerar de forma correcta un ascenso a líder u obrero. Las palabras de Dios dicen: “La iglesia promueve y nutre a algunas personas, y esto es algo bueno, es una bonita oportunidad para ser formado. Se puede decir que han sido elevadas y agraciadas por Dios. Entonces, ¿cómo deben cumplir con su deber? El primer principio al que deben atenerse es el de comprender la verdad. Cuando no entiendan la verdad, deben buscarla, y si todavía no entienden después de buscar, pueden encontrar a alguien que sí entienda la verdad y con el que comunicar y buscar, lo cual hará que la solución del problema sea más rápida y oportuna. Si solo te concentras en dedicar más tiempo a leer las palabras de Dios por tu cuenta y en pasar más tiempo reflexionando sobre estas palabras, a fin de lograr la comprensión de la verdad y resolver el problema, se trata de un proceso demasiado lento; como dice el refrán: ‘El agua lejana no apagará una sed acuciante’. Si, en lo que respecta a la verdad, deseas progresar rápidamente, entonces debes aprender a trabajar en armonía con los demás, a hacer más preguntas, a buscar más. Solo entonces tu vida crecerá rápidamente, y serás capaz de resolver los problemas a tiempo, sin ninguna demora en ninguno de ellos. Ya que acabas de ser promocionado y aún estás en periodo de prueba, y además no posees un auténtico entendimiento de la verdad ni la realidad de la verdad —porque aún te falta esta estatura— no pienses que tu promoción significa que posees la realidad de la verdad; no es así. Se te selecciona para la promoción y el cultivo simplemente porque tienes un sentido de carga hacia el trabajo y posees el calibre de un líder. Has de tener tal razón. Si, después de que se te ha promovido y se te ha usado, desempeñas la función de líder u obrero y crees que tienes la realidad de la verdad, que eres alguien que busca la verdad, y si, independientemente de los problemas que tienen los hermanos y hermanas, finges que entiendes y que eres espiritual, entonces esta es una estúpida manera de ser, y es la misma de los hipócritas fariseos. Debes hablar y actuar con la verdad. Cuando no entiendas, puedes preguntar a otros o buscar respuestas y tener comunicación con lo alto; esto no tiene nada de vergonzoso. Aunque no preguntes, lo alto conocerá tu verdadera estatura, y sabrá que la realidad de la verdad está ausente en ti. Lo que deberías hacer es buscar y comunicar; este es el sentido que debería tener la humanidad normal, y el principio al que deberían atenerse los líderes y los obreros. No es algo de lo que haya que avergonzarse. Si piensas que una vez que eres líder es vergonzoso estar siempre preguntando a otras personas o a lo alto, o no entender los principios, y si luego montas un numerito, fingiendo que entiendes, que sabes, que eres capaz de trabajar, que puedes hacer cualquier trabajo de la iglesia, y no necesitas que nadie te recuerde o comunique contigo, o que alguien te provea o te apoye, entonces esto es peligroso, y esto es demasiado arrogante y santurrón, demasiado falto de razón. Ni siquiera conoces tu propia medida, ¿acaso eso no te convierte en un idiota? Tales personas no cumplen con los criterios para ser promovidos y alimentados por la casa de Dios, y tarde o temprano serán reemplazados o expulsados” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros). Después de leer las palabras de Dios, lo entendí. Dios no quiere que sea un modelo ni una sabelotodo. Dios quiere que tenga la intención correcta en el deber, que cumpla con él con todo mi corazón y toda mi mente y que, sean cuales sean mis defectos, busque y hable más con mis hermanos y hermanas y coopere de manera armoniosa. Así se actúa con razón. Pero yo era arrogante e ignorante, y siempre creí que, como supervisora, tenía que estar por encima de mis hermanos y hermanas y saber resolver todos los problemas. En consecuencia, disimulaba y aparentaba en todos lados y fingía entender las cosas. Quedaba muy agotada y retrasaba el trabajo de la iglesia. ¡Qué descarada, y qué opiniones más ridículas y absurdas! Mi ascenso a supervisora solo fue una oportunidad que me dio Dios de practicar y formarme. No se produjo porque comprendiera la verdad mejor que otros ni era un medio para demostrar que mi identidad y estatus eran superiores a los de otra gente. Era igual que mis hermanos y hermanas, y había mucha verdad que no comprendía y muchos problemas que no tenía claros ni sabía resolver. Solamente tenía idea de ciertas materias, y hasta eso era el esclarecimiento de Dios; no implicaba que yo tuviera ninguna realidad. Sin embargo, no conocía mi propia talla. Por conservar la reputación y el estatus, no hacía más que tratar de disimular y aparentar. No solo no comprendía la verdad ni entraba en sus realidades, sino que me volví cada vez más malvada, maliciosa y arrogante. ¡Qué necia! Cuando me di cuenta, me juré a mí misma que ya no disimularía ni me engañaría más. Quiero practicar la honestidad y cumplir bien con mis responsabilidades y mi deber.
Días después, al debatir sobre trabajo, la hermana Xin afirmó que había un nuevo fiel que progresaba muy rápido. Enseguida respondí: “Yo riego a ese nuevo fiel”. Al terminar, me di cuenta: “¿Acaso no estoy presumiendo? Es preciso que me sincere y me revele”. Sin embargo, pensé: “Sería muy bochornoso. ¿Creerá la hermana Xin que soy irracional y que presumo siempre que hago algo bueno por miedo a que nadie se entere?”. Me percaté de que estaba a punto de disimular otra vez, así que oré rápidamente a Dios para pedirle que me guiara para renunciar a mí misma. Por tanto, me armé de valor para sincerarme y exponer que mis palabras pretendían enaltecerme y revelarme. La hermana Xin comentó: “Lo supimos cuando las dijiste. Si puedes sincerarte acerca de ti misma, estás practicando conscientemente la honestidad”. Sentí vergüenza con sus palabras, pero también que, si no disimulaba ni engañaba y siempre me sinceraba de este modo, tendría una sensación de seguridad y liberación.
Tras experimentar todo esto, tuve clara una cosa. Antes, nunca quería revelar mi corrupción, siempre quería disimular, pues creía que, si nadie la veía, podría conservar mi imagen, pero, en realidad, con esto me engañaba a mí misma y era una gran necedad. Dios lo ve todo. Finja como finja, Dios ve las cosas con claridad y, antes o después, quedaré revelada. Además, los hermanos y hermanas comprenden poco a poco la verdad tras oír las palabras de Dios. Cada vez disciernen mejor los distintos tipos de personas y aprecian con más nitidez las manifestaciones de distintas actitudes satánicas, por lo que, disimule como disimule, quienes comprenden la verdad lo disciernen al instante. Ahora estoy más convencida que nunca de que aquellos que buscan la verdad y aspiran a ser personas puras y francas de forma realista son, de hecho, personas prudentes del agrado de Dios y de otra gente, y de que esta es la única senda de luz que nos ha señalado Dios.