Por qué no me animaba a sincerarme
A mediados de mayo del año pasado, Chen Lan, nuestra líder, me pidió una evaluación escrita de la hermana Lu. Dijo que la hermana Lu era arrogante, santurrona y que siempre juzgaba a líderes y obreros. No era una persona adecuada. La evaluación de la hermana Lu que hizo la líder difería de la mía. Cuando había interactuado con la hermana Lu en el pasado, no había sido como dijo la líder. Pero me preocupaba que, si decía la verdad, la líder dijera que me faltaba discernimiento y que tuviera una mala impresión de mí. Entonces, tal vez no me asignaría proyectos importantes en el futuro. Por eso, me plegué a la voluntad de la líder, seguí su evaluación y dije que la hermana Lu juzgaba a los demás arbitrariamente. Poco después, reemplazaron a la hermana Lu. Más tarde, supe que la hermana Lu había informado que Chen Lan no hacía trabajo práctico y era una falsa líder. Por eso Chen Lan la suprimió y la castigó, dijo que juzgaba a líderes y obreros. Después, Chen Lan fue expuesta como falsa líder y fue reemplazada. Tras oír esto, recordé mi conducta al escribir la evaluación y sentí remordimientos. Tras leer la palabra de Dios y hacer introspección, me di cuenta de que había estado dispuesta a mentir y seguir la corriente al condenar a la hermana Lu para causarle una buena impresión a la líder. De verdad carecía de humanidad. Cuanto más reflexionaba, más desagrado y odio sentía hacia mí. Pensé en escribir un ensayo sobre mi experiencia de fracaso para compartir con los hermanos y hermanas, que fuera una advertencia para todos. Pero estaba preocupada. Pensé: “Si escribo todo sobre mis malos motivos en mi evaluación y las conductas corruptas, ¿qué pensarán de mí los hermanos y hermanas? Si me desprecian y me desdeñan, mi reputación quedará reducida a la nada, y a mí me dará demasiada vergüenza volver a estar ante ellos”. También recordé que solía ser muy cercana a la hermana Lu, y que ella solía confiar en mí si tenía problemas. ¿Qué pensaría ella si descubriera que la había evaluado así con un carácter corrupto? ¿Quedaría decepcionada y cortaría el contacto? Si los líderes superiores lo descubrieran, ¿dirían que mi personalidad es mala y me asignarían un deber diferente? Al pensar en todo esto, me sentí horrible. Había hecho algo en verdad vergonzoso, y era difícil hablar de ello. No quería enfrentar lo que había hecho, solo quería seguir adelante. No quería escribir sobre eso.
Después, empecé a pensar otra vez en el asunto. ¿Por qué no estaba dispuesta a mencionar mi experiencia de fracaso? ¿Por qué no estaba dispuesta a sincerarme y exponerme? ¿Qué carácter corrupto me limitaba? Un día, mientras miraba un video testimonial de experiencia, vi un pasaje de las palabras de Dios. “Independientemente del contexto, sea cual sea el deber que cumplan, el anticristo tratará de dar la impresión de que no es débil, de que siempre es fuerte, que está lleno de confianza, nunca es negativo. Jamás revelan su verdadera estatura o su auténtica actitud hacia Dios. En realidad, en el fondo de su corazón, ¿de verdad creen que no hay nada que no puedan hacer? ¿De verdad piensan que no tienen debilidad, negatividad ni brotes de corrupción? Por supuesto que no. Se les da bien fingir, son expertos en ocultar cosas. Les gusta mostrar a la gente su lado fuerte y honorable, no quieren que perciban su lado débil y verdadero. Su propósito es obvio, sencillamente quieren mantener su imagen, proteger el lugar que ocupan en el corazón de las personas. Piensan que si se abren a los demás sobre su propia negatividad y debilidad, si revelan su lado rebelde y corrupto, esto supondrá un daño grave para su estatus y reputación, causará más problemas de los necesarios. Así que prefieren mantener su debilidad, rebeldía y negatividad estrictamente para sí mismos. Y si llega un día en el que todo el mundo percibe su lado débil y rebelde, cuando vean que son corruptos y que no han cambiado en absoluto, seguirán fingiendo. Consideran que si admiten que tienen un carácter corrupto, que son personas normales, pequeñas e insignificantes, perderán entonces su lugar en el corazón de los demás, la veneración y adoración de todos, y así habrán fracasado por completo. Por eso, pase lo que pase, simplemente no se abrirán a la gente. En ningún caso entregarán a nadie su poder y su estatus. En cambio, se esfuerzan al máximo por competir y nunca se darán por vencidos” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9: Cumplen con su deber solo para distinguirse a sí mismos y satisfacer sus propios intereses y ambiciones; nunca consideran los intereses de la casa de Dios, e incluso los venden a cambio de su propia gloria (X)). De las palabras de Dios aprendí que los anticristos saben fingir bien. No quieren que nadie vea su lado oscuro y no se sinceran sobre su corrupción ni sobre su rebeldía. También evitan siempre hablar sobre sus fracasos y errores. Siempre muestran los aspectos positivos, tenaces e impresionantes de su personalidad a la gente para ganarse su respeto y un lugar en su corazón. Me di cuenta de que mi comportamiento era como el de un anticristo. Había reconocido mi carácter corrupto al seguirle la corriente a la falsa líder y condenar a la hermana Lu, pero no estaba dispuesta a sincerarme con nadie, porque esta era una experiencia de fracaso. Si daba a conocer mis motivos y corrupción durante esa época, todos verían que carecía de discernimiento y que cedía fácil, que había condenado de arrogante, santurrona y con tendencia al juicio arbitrario a alguien que, de hecho, era solo una persona que denunció y expuso a una falsa líder, que yo había dicho falsamente que una buena persona era mala y que no podía distinguir el bien del mal. Temía que todos me despreciaran y desdeñaran, e incluso podría perder mi deber. Vi que valoraba la reputación y el estatus más que practicar la verdad y ser honesta. Simplemente, no amaba la verdad ni las cosas positivas. En cambio, amaba la reputación, el estatus y fingir, al igual que un anticristo. Era una persona traicionera.
Después, encontré dos pasajes más de las palabras de Dios: “Todo el mundo comete errores. Todo el mundo tiene fallos y defectos. Y en realidad, todo el mundo tiene el mismo carácter corrupto. No te creas más noble, perfecto y bondadoso que los demás; eso es ser totalmente irracional. Una vez que tengas claro el carácter corrupto de la gente y la esencia y el verdadero rostro de la corrupción del hombre, no intentarás cubrir tus propios errores ni le apretarás las tuercas a los demás cuando cometan uno, sino que afrontarás ambas cosas correctamente. Solo entonces serás perspicaz y no harás tonterías, lo cual te convertirá en alguien prudente. Aquellos que no son prudentes son gente necia y siempre insisten en sus pequeños errores mientras entre bastidores son unos tramposos. Es repugnante” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los principios que deben guiar el comportamiento de una persona). “¿De qué carácter se trata cuando la gente monta siempre una fachada, se blanquean a sí mismos, fingen para que los demás los tengan en alta estima y no detecten sus defectos o carencias, cuando siempre tratan de presentar a los demás su mejor lado? Eso es arrogancia, falsedad, hipocresía, es el carácter de Satanás, es algo malvado. Tomemos como ejemplo a los miembros del régimen satánico: por mucho que se peleen, se enemisten o se maten entre bastidores, nadie puede denunciarlos o exponerlos. Temen que la gente vea su rostro demoniaco, y hacen todo lo posible para encubrirlo. En público, se esfuerzan al máximo para blanquearse, diciendo lo mucho que aman al pueblo, lo grandes, gloriosos y correctos que son. Esta es la naturaleza de Satanás. La característica más destacada de la naturaleza de Satanás son los trucos y engaños. ¿Y cuál es el objetivo de estos trucos y engaños? Engañar a la gente, impedir que vean su esencia y su verdadera cara, y lograr así el objetivo de prolongar su gobierno. Puede que la gente común carezca de tal poder y estatus, pero ellos también desean hacer que los demás tengan una buena opinión de ellos, que los tengan en alta estima y les otorguen un estatus elevado en su corazón. En eso consiste un carácter corrupto, y si las personas no entienden la verdad, son incapaces de reconocerlo” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los principios que deben guiar el comportamiento de una persona). Por las palabras de Dios, me di cuenta de que nadie es perfecto, todos tenemos deficiencias, podemos cometer errores y revelar nuestro carácter corrupto. Quienes en verdad tienen humanidad y raciocinio pueden confrontar adecuadamente sus deficiencias y problemas. Tras hacer el mal, pueden enfrentar sus errores y buscar la verdad para corregir su corrupción. Aquellos que no pueden enfrentar sus problemas, admitir sus errores tras cometerlos y revelar su corrupción y que siempre fingen, solo mostrando aspectos impecables de su personalidad, esos son especialmente falsos y traicioneros. Satanás me había corrompido profundamente, y me agobiaba el carácter corrupto. Es normal experimentar desviaciones y mostrar corrupción en la marcha. Incluso si no me sinceraba, este carácter corrupto seguiría escondido adentro, entonces, ¿no seguiría siendo una persona corrupta? Cuando evalué a la hermana Lu, seguí a la falsa líder al juzgar y condenar a la hermana Lu para mantener mi imagen ante la líder. No lo podía negar, si fuera una persona con humanidad y raciocinio, enfrentaría este problema, revelaría que había mostrado corrupción, que había sido expuesta y juzgada por las palabras de Dios, y hablaría sobre lo que había aprendido sobre mi carácter corrupto. Me sinceraría sobre esto ante los demás, para que todos pudieran verme de verdad. Pero siempre fingía tras revelar corrupción, con la esperanza de salvaguardar mi reputación e imagen en los corazones de los demás. ¡Qué vergonzosa y desagradable era! Siempre pensé que si la corrupción que revelaba era solo un pequeño problema, algo común entre mucha gente y un carácter corrupto más obvio, incluso si me sinceraba, no dañaría mucho mi reputación, por lo que podía exponerme ante la gente. Pero esta vez, había seguido a una falsa líder al condenar a alguien. Era una transgresión grave, no era algo fácil de mencionar. Le mostraría a la gente que tenía una personalidad pobre y que no era digna, y eso dañaría gravemente mi reputación. Por eso, no estaba dispuesta a sincerarme y siempre fingía para tratar de engañar a la gente. ¡Era en verdad traicionera! Recién entonces supe que el no estar dispuesta a sincerarme sobre mi corrupción no era solo señal de vanidad y orgullo, también revelaba mis actitudes internas traicioneras, malvadas y satánicas.
Después, continué reflexionando sobre este problema y leí este pasaje de las palabras de Dios: “Cuando algo sucede, es posible que alguien no diga lo que piensa ni exprese ninguna opinión a la ligera, sino que siempre permanezca en silencio. Esto no significa que esa persona sea razonable; al contrario, muestra que disimula muy bien, que esconde cosas, que su astucia es profunda. Si no te abres a nadie más, ¿puedes abrirte a Dios? Y si no eres auténtico, ni siquiera con Dios, y no puedes abrirte a Él, ¿puedes entonces entregarle tu corazón? Desde luego que no. No puedes ser uno con Dios de corazón, pues tu corazón está separado del Suyo. ¿Sois capaces de abriros y decir lo que realmente hay en vuestro corazón cuando habláis con otros? Si alguien siempre dice lo que hay verdaderamente en su corazón, si nunca miente ni exagera, si es sincero y nada descuidado ni superficial en el deber y sabe practicar la verdad que comprende, esta persona tiene esperanzas de alcanzar la verdad. Si una persona siempre disimula y oculta su interior para que nadie la pueda apreciar de forma clara, si da una falsa impresión para engañar a los demás, entonces corre grave peligro, está en grandes problemas, le resultará muy difícil obtener la verdad. En la vida diaria de una persona y en sus palabras y actos podéis ver cuáles son sus expectativas. Si esta persona siempre finge, siempre está dándose aires, entonces no es una persona que acepte la verdad y será revelada y descartada tarde o temprano” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios fueron un fuerte golpe. Él revelaba que quienes fingen no pueden enfrentar sus propios problemas, no se sinceran cuando cometen errores y siempre engañan a otros para cubrir esos errores. Sus corazones están cerrados a Dios, y Dios no puede verlos. Tales personas son especialmente malvadas, son completamente traicioneras. A Dios le agradan las personas honestas, y detesta a los traicioneros. Todos los traicioneros son, al final, expuestos y descartados. Solía pensar que fingir era solo señal del deseo de reputación y estatus, y que no significaba que uno era un malhechor o un anticristo que comete maldades, perturba la obra de la iglesia y daña a otros. No pensaba que podía llevar a ser descartado. Pero, por las palabras de Dios, vi que solo eran mis nociones e imaginaciones, y que tenía una visión distorsionada de las cosas. Había ignorado mi conciencia al condenar a la hermana Lu junto con la falsa líder, había ayudado a una malhechora. Dios ya estaba muy al tanto de mi transgresión, pero yo no estaba dispuesta a mencionarla tras cometerla, e intentaba fingir para ganar la admiración de los demás. Esto exponía que no amaba la verdad ni me había arrepentido de verdad. No practicaba la verdad, e incluso lidiaba con traición y engaño: ¿por qué Dios no habría de detestarme? Si seguía así, de seguro sería expuesta y descartada. A través de la reflexión, vi que no practicar la honestidad y no sincerarse tiene consecuencias severas. Me sentí muy asustada, por lo que trabajé con prisa para revertir las cosas.
Más tarde, hallé algunas palabras de Dios: “Debes ser capaz de reflexionar y conocerte a ti mismo. Debes tener el valor de abrirte y exponerte en presencia de los hermanos y hermanas, y comunicar tu verdadero estado. Si no te atreves a exponer o diseccionar tu carácter corrupto, o a admitir tus errores, entonces no buscas la verdad, y mucho menos te conoces a ti mismo” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La práctica verdaderamente fundamental de ser una persona honesta). “Cumplan el deber que cumplan o hagan lo que hagan las personas, ¿qué es más importante: su vanidad y orgullo o la gloria de Dios? ¿Qué deberían elegir? (La gloria de Dios). ¿Qué es más importante: tus responsabilidades o tus intereses? Cumplir con tus responsabilidades es lo más importante y estás obligado a cumplirlas. […] Cuando practiques de acuerdo con los principios de la verdad, se producirá un efecto positivo y darás testimonio de Dios, lo cual es una forma de avergonzar a Satanás y dar testimonio de Dios. Usar varios métodos para dar testimonio de Él y hacer que Satanás vea tu determinación de renunciar y rechazar a Satanás, eso es avergonzar a Satanás y dar testimonio de Dios, es algo positivo que coincide con Su voluntad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo alcanzar la verdad supone recibir realmente a Dios). Hallé una senda de práctica en las palabras de Dios. Sin importar la corrupción que revele o los errores que cometa, debería tener el valor de admitirlo, sincerarme y hablar sobre mi carácter corrupto y analizarlo. Es la forma de cortar los vínculos con Satanás, usar acciones reales para avergonzar a Satanás, y dar testimonio para Dios. Es el verdadero arrepentimiento. Sin importar si después de sincerarme mi vanidad, mi orgullo, mi reputación y mi estatus se afectan, debo abandonarme, practicar la verdad y priorizar dar testimonio para Dios. En mi evaluación de la hermana Lu, contradije hechos y seguí a una falsa líder al condenarla. A través de esta experiencia, entendí un poco mi carácter corrupto. Sabía que debía sincerarme y exponerme ante mis hermanos y hermanas, y dar testimonio del efecto de las palabras de Dios en mí. Ese era mi deber. Si fracasaba en sincerarme ante todos para proteger mi vanidad y reputación, estaría cayendo en la conspiración de Satanás y perdería mi testimonio. Además, antes había tenido esta noción ridícula de que hablar de mis fracasos era vergonzoso y no era una clase de testimonio. Después, entendí que si podía abandonar mi vanidad y mi orgullo, no estar atada por mi carácter corrupto, sincerarme al hablar sobre mi experiencia y arrepentirme de verdad, era en realidad una clase de testimonio. Al darme cuenta de esto, todas mis preocupaciones desaparecieron.
Después, me sinceré al hablar con todos sobre mi experiencia y, para mi sorpresa, los hermanos y hermanas dijeron: “No pensamos mal de ti tras oír tu experiencia. Solemos revelar el mismo tipo de carácter corrupto, salvo que a menudo no nos damos cuenta a tiempo y solo lo ignoramos. Que hayas reconocido tu corrupción y hayas entendido su esencia a través del juicio y revelación de las palabras de Dios ha sido muy edificante para nosotros”. Después, los hermanos y hermanas compartieron enseñanza conmigo sobre dos pasajes de las palabras de Dios. Me ayudaron a entender aun más las consecuencias de no evaluar objetivamente a la gente. No evaluar objetivamente a la gente es acusarla en falso, excluirla y suprimirla. Si condenas a alguien arbitrariamente y por eso se vuelve una persona negativa, o si un falso líder usa esa condena como base para castigar a alguien, lo que le impide que pueda continuar en su deber, esto no solo daña a esa persona, también afecta la obra de la iglesia. También entendí más claramente qué principios se deben practicar al evaluar personas. Más adelante, cuando la hermana Lu se enteró de esto, no pensó mal de mí. Fui a verla con preguntas, ella las respondió tan sinceramente como antes, y la iglesia no me reasignó ni me destituyó como consecuencia. Estos resultados superaron por completo mis nociones e imaginaciones originales. Me sentí increíblemente avergonzada. Esto me hizo mucho más consciente de la lealtad y justicia de Dios. Si practicamos de acuerdo con las palabras de Dios, tendremos una senda. ¡Gracias a Dios!