Una inolvidable experiencia de predicar el evangelio
Por Kira, ItaliaLa experiencia evangélica que más me impresionó sucedió en abril de 2021, cuando conocí por internet a un hermano católico...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
Trabajaba en diseño gráfico en la iglesia, y una vez la líder del equipo me asignó la creación de un nuevo tipo de imagen. Como por entonces no tenía mucha experiencia y no conocía ni los principios ni lo esencial de la tarea, aunque me esforcé un montón, lo que se me ocurrió no estaba muy bien. Lo edité varias veces más sin que mejorara mucho. Entonces me parecía que era dificilísimo diseñar con este estilo nuevo. Después, cuando la líder del equipo me mandó crear otra imagen similar, fui bastante reacia. No paraba de pensar en cómo endosárselo a otro y llegué a decir adrede, delante de la líder del equipo, que no se me daba bien esa clase de diseños. Ella vio lo que estaba pensando y dejó de asignarme esos trabajos. Más adelante, la líder de iglesia me pidió que editara una imagen en el último momento y ordenó a la líder del equipo que me diera instrucciones pormenorizadas. Era algo urgente, y tenía que editar lo antes posible el formato basándome en la composición original y repasar las partes más detalladas. Me parecía sencillo. Dado que ya tenía su forma básica, debería bastar con unos pequeños ajustes, pero la líder del equipo no estuvo satisfecha con mis cambios y me dio unas sugerencias sobre cómo arreglarlo. Parecía un jaleo y yo no quería hacerlo. Parecía que, básicamente, la imagen estaba bien; si se podía utilizar, con eso bastaba. ¿Era realmente necesario arreglarla con tanto detalle? Supondría bastante pérdida de tiempo y energía. Así pues, decidí decir lo que pensaba, pero, para mi sorpresa, la líder del equipo me envió este mensaje: “No te vuelcas en el deber ni tratas de lograr buenos resultados. Siempre intentas evitarte trabajo y eres negligente. ¿Cómo vas a cumplir bien con un deber con esa actitud?”. Esta serie de críticas me provocó un estado de agitación, y me sentí ofendida. ¿En serio era yo tan mala? Días más tarde, la líder de iglesia me podó por codiciar las comodidades de la carne y eludir toda cosa difícil. Según ella, quería evitarme el jaleo de los diseños difíciles y no esforzarme en ellos, siempre salía del paso en el deber y no se podía confiar en mí. Para mí, sus palabras pusieron de veras el dedo en la llaga. Hasta una hermana que me conocía bien dijo secamente: “Como diseñadora, si no piensas en producir buenos diseños, ¿eso es cumplir con tu deber?”. Eso fue para mí como un jarro de agua fría que me heló hasta la médula. Creía que, probablemente, se había acabado mi tiempo en el deber; todos sabían qué clase de persona era, con lo que nadie confiaría en mí a partir de entonces.
Esa noche recordé los últimos sucesos y la evaluación de los demás sobre mí. Me alteré mucho y me odié por haber decepcionado a todos. ¿Por qué cumplía así con el deber? Lloré y lloré. En mi desdicha, leí estas palabras de Dios: “Al hacer un deber, la gente siempre escoge el trabajo liviano, el menos cansado y que no implique desafiar los elementos a la intemperie. Es decir, elegir trabajos fáciles y eludir los complicados y se trata de una manifestación de codicia de las comodidades de la carne. ¿Qué más? (Quejarse siempre cuando el deber es un poco duro, un poco agotador, cuando implica pagar un precio). (Preocuparse por la comida y la ropa, y por los placeres carnales). Todas estas son manifestaciones de codicia de las comodidades de la carne. Cuando una persona así ve que una tarea es demasiado laboriosa o arriesgada, se la endosa a otra; se limita a hacer el trabajo con tranquilidad, y pone excusas, dice que tiene escaso calibre, que le falta capacidad de trabajo y no puede emprender esta tarea, si bien el verdadero motivo es que codicia las comodidades de la carne. […] También están los que siempre se quejan de las dificultades mientras hacen su deber, que no quieren esforzarse, que, en cuanto tienen un pequeño tiempo muerto, descansan, charlan distraídos o disfrutan del ocio y el entretenimiento. Y cuando el trabajo se intensifica y rompe el ritmo y la rutina de sus vidas, se sienten infelices e insatisfechos por ello. Gruñen y se quejan, y se vuelven negligentes al hacer su deber. Esto es codiciar las comodidades de la carne, ¿verdad? […] ¿Son las personas que se entregan a las comodidades de la carne aptas para desempeñar un deber? En cuanto alguien saca el tema de hacer su deber o habla de pagar un precio y de sufrir penurias, no paran de negar con la cabeza. Tienen demasiados problemas, les embargan las quejas y están llenos de negatividad. Esas personas son inútiles, no están cualificadas para hacer su deber y se las debería descartar” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (2)). En las palabras de Dios descubrí que elegir solamente tareas sencillas y fáciles en un deber y conseguir siempre que otros hagan las cosas más complicadas y difíciles no es una cuestión de intelecto ni de aptitud. Eso es codiciar la comodidad y no estar dispuesto a pagar un precio. Al echar la vista atrás, cuando la líder del equipo me hizo trabajar en un nuevo tipo de diseño, me pareció difícil porque yo acababa de empezar a aprender. Tenía que sufrir, pagar un precio, meditarlo detenidamente y corregirlo reiteradamente para hacer un buen trabajo. Como no quería ese problema, me apartaba de él y busqué una excusa para pasárselo a otro. Solo quería trabajos sencillos y fáciles. Cuando la líder de iglesia me pidió editar una imagen, la líder del equipo me dio instrucciones pormenorizadas con la esperanza de que lo hiciera mejor. Aunque accedí, me pareció un jaleo, así que ni lo pensé ni me esforcé realmente y solamente procuré ponérmelo fácil. Vi que, en todo caso, era reacia a hacer cualquier cosa que exigiera mucho pensar o mucho esfuerzo. Me preocupaba la carne. En las palabras de Dios leí: “Esas personas son inútiles, no están cualificadas para hacer su deber y se las debería descartar”. Esto me asustó un poco. Siempre estaba considerando la carne, anhelaba la comodidad en el deber y no estaba nada dispuesta a sufrir y pagar un precio. No pensaba más que en ahorrarme líos y no exigir demasiado ni al corazón ni a la cabeza. En mi manera de cumplir con el deber no había sinceridad ni lealtad; creía que, si podía salir del paso en mis tareas y acabarlas, con eso bastaba. No desempeñaba un papel positivo. Además, había repercutido en el progreso del trabajo. Si hubiera seguido así sin transformarme, Dios me habría descartado tarde o temprano.
Un día, leí más palabras de Dios: “Visto desde fuera, algunas personas no parecen tener problemas graves a lo largo del tiempo que cumplen con sus deberes. No hacen nada abiertamente malvado, no causan trastornos ni perturbaciones, ni tampoco caminan por la senda de los anticristos. En el cumplimiento de sus deberes, no ha aparecido ningún error mayúsculo o problema de principio, sin embargo, sin darse cuenta, en escasos pocos años quedan reveladas como personas que no aceptan la verdad en absoluto, como incrédulos. ¿Por qué es así? Los demás no son capaces de detectar un problema, pero Dios escudriña a esta gente en lo profundo de su corazón, y Él sí lo ve. Siempre han sido superficiales y han carecido de arrepentimiento en el cumplimiento de los deberes. A medida que pasa el tiempo, quedan naturalmente revelados. ¿Qué significa seguir sin arrepentirse? Significa que aunque han cumplido todo el tiempo con sus deberes, siempre han tenido una actitud equivocada respecto a ellos, de superficialidad, que tienen una actitud despreocupada, nunca son concienzudos y mucho menos están dedicando todo su corazón a los deberes. Puede que se esfuercen un poco, pero se limitan a actuar por inercia. No lo dan todo en sus deberes, y sus transgresiones son interminables. A ojos de Dios, nunca se han arrepentido, siempre han sido superficiales, y nunca se ha producido un cambio en ellos; es decir, no renuncian a la maldad que tienen entre manos ni se arrepienten ante Él. Dios no ve en ellos una actitud de arrepentimiento ni un cambio en su actitud. Persisten en considerar sus deberes y las comisiones de Dios con la misma actitud y método. En ningún momento hay algún cambio en este carácter obstinado e intransigente y, es más, nunca se han sentido en deuda con Dios, nunca les ha parecido que su superficialidad sea una transgresión, una malvada acción. En sus corazones no hay deuda, no hay culpa, no hay autorreproche y mucho menos se acusan a sí mismos. Y, a medida que pasa el tiempo, Dios ve que una persona de esta clase no tiene remedio. No importa lo que diga Dios ni cuántos sermones escuchen o cuánta verdad entiendan, su corazón no se conmueve y no alteran o cambian su actitud. Dios ve esto y dice: ‘No hay esperanza para esta persona. Nada de lo que digo toca su corazón ni le hace cambiar. No hay manera de cambiarla. Esta persona no es apta para cumplir con su deber ni para contribuir con mano de obra en Mi casa’. ¿Por qué dice esto Dios? Porque cuando cumplen con su deber y trabajan, son consistentemente superficiales. Da igual cuánto se les pode, y da igual cuánta tolerancia y paciencia se les conceda, esto no tiene efecto y no puede hacerlos arrepentirse y cambiar realmente. No les hace cumplir bien con su deber, no puede permitirles emprender la senda de perseguir la verdad. Entonces esta persona no tiene remedio. Cuando Dios determina que una persona ya no tiene remedio, ¿seguirá manteniendo un férreo control sobre ella? No. Dios la dejará ir” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). “¿Cuál es el estándar a través del cual las acciones y el comportamiento de una persona son juzgados como buenos o malvados? Que en sus pensamientos, revelaciones y acciones posean o no el testimonio de poner la verdad en práctica y de vivir la realidad-verdad. Si no tienes esta realidad ni vives esto, entonces, sin duda, eres un malhechor. ¿Cómo considera Dios a los malhechores? Para Dios, tus pensamientos y tus acciones externas no dan testimonio para Él, no humillan a Satanás ni lo derrotan; en cambio, avergüenzan a Dios, están llenas de marcas del deshonor que le has causado a Él. No estás dando testimonio para Dios, no te estás gastando por Él y no estás cumpliendo tus responsabilidades y obligaciones hacia Dios, sino que más bien estás actuando para ti mismo. ¿Qué significa ‘para ti mismo’? Siendo precisos, significa ‘para Satanás’. Así que, al final Dios dirá: ‘Apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad’. A ojos de Dios tus acciones no se verán como buenas, se considerarán actos malvados. No solo no obtendrán la aprobación de Dios, además serán condenadas. ¿Qué espera obtener alguien con una fe así en Dios? ¿Acaso no se quedaría esta fe en nada al final?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Pensaba que, aunque hubiera pasado a otros los proyectos más difíciles y complicados, nunca holgazaneaba, y a veces trasnochaba para trabajar en un diseño. A mi parecer, bastaba con cumplir así con mi deber. Con las palabras de Dios descubrí que Él no se fija en cuánto hemos trabajado ni en cuánto nos hemos esforzado, sino en nuestra forma de abordar el deber, en si tenemos consideración con Su intención y si tenemos testimonio de práctica de la verdad. Así decide si el deber de una persona recibe Su aprobación. Aunque parecía que siempre había cumplido con mi deber, tenía una actitud despreocupada y superficial hacia él: consideraba la carne y daba rienda suelta a mis deseos. Hacía lo que me resultaba fácil e ignoraba adrede lo difícil sin la menor lealtad ni sumisión. Esta forma de cumplir mi deber ni siquiera estaba a la altura de ser mano de obra, era un intento de embaucar y engañar a Dios. Recordé que la líder del equipo me asignó tareas importantes cuando yo acababa de empezar, pero, como yo siempre estaba saliendo del paso en el deber, me inclinaba por cosas fáciles y no pensaba en el trabajo de la iglesia, sino solamente en mi carne, dejó de encargarme proyectos importantes. Me convertí en alguien en quien no podían confiar ni Dios ni otras personas, que solo podía ser mano de obra haciendo tareas sencillas. Al tomarme así mi deber, no preparaba buenas acciones, sino que acumulaba transgresiones. Si no renunciaba a esta maldad y me arrepentía ante Dios, Él me desdeñaría conforme se multiplicaran mis transgresiones y me revelaría y me descartaría por completo. En ese momento caí en la cuenta de lo peligrosa que era mi actitud hacia el deber, lo que me asustó un poco. También comprendí que, esta vez, la poda era un recordatorio y una advertencia de Dios para mí. ¡Yo estaba demasiado adormecida, era muy lenta para entender! Si los demás no me lo hubieran restregado de verdad en la cara, no habría descubierto que mi actitud hacia el deber disgustaba a Dios. Supe que tenía que cambiar ya este estado incorrecto que tenía, arrepentirme ante Dios y dejar de ser intransigente y rebelde.
Leí más palabras de Dios sobre mi estado de satisfacer la carne y aspirar a lo fácil. Las palabras de Dios dicen: “No importa qué trabajo realicen algunas personas o qué deber desempeñen, son incompetentes en él, no pueden asumirlo y son incapaces de cumplir con cualquiera de las obligaciones o responsabilidades que debería cumplir una persona. ¿Acaso no son basura? ¿Siguen siendo dignas de ser llamadas humanas? Salvo los mentecatos, los incompetentes mentales y los que sufren impedimentos físicos, ¿hay alguien vivo que no deba cumplir con sus deberes y responsabilidades? Pero esta clase de persona siempre es escurridiza y holgazanea y no desea cumplir sus responsabilidades; la implicación de esto es que no desea ser un ser humano adecuado. Dios le dio la oportunidad de nacer como ser humano, así como calibre y dones, sin embargo no sabe usarlos para cumplir su deber. No hace nada, sino que desea disfrutar cada instante. ¿Es una persona así apta para ser llamada ser humano? No importa el trabajo que se le asigne —sea importante u ordinario, difícil o sencillo—, siempre es negligente y escurridiza y holgazanea. Cuando surgen problemas, intenta que la responsabilidad recaiga en otras personas; no se compromete y desea seguir con su vida parasitaria. ¿Acaso no es basura inútil?” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (8)). “¿Qué clase de persona es inservible? Los atolondrados, gente que se pasa los días sin hacer nada. La gente de este tipo no es responsable en nada de lo que hace ni se lo toma en serio; lo lía todo. No presta atención a tus palabras por más que compartas la verdad. Piensa: ‘Si yo quiero, actuaré así, por inercia. ¡Di lo que quieras! En cualquier caso, ahora mismo desempeño mi deber y tengo para comer, con eso basta. Al menos no tengo que mendigar. Si un día no tengo nada para comer, ya me lo pensaré entonces. El cielo siempre deja una salida para el hombre. Dices que no tengo conciencia ni razón y soy un atolondrado; bueno, ¿y qué? No he infringido la ley. A lo sumo, estoy algo falto de calidad humana, pero eso no me supone una pérdida. Mientras tenga para comer, está bien’. ¿Qué opinas de este punto de vista? Te digo que todas las personas atolondradas como esta, que pasan sus días sin hacer nada, están destinadas a ser descartadas y es imposible que alcancen la salvación. Todos aquellos que creen en Dios desde hace varios años pero nunca han aceptado nada de la verdad ni cuentan con testimonios vivenciales, serán descartados. Ninguno sobrevivirá. Los que son basura y unos inútiles son unos gorrones y están destinados a ser descartados. Si los líderes y obreros solo son gorrones, tanto más deben ser despedidos y descartados. Los atolondrados como estos quieren, igualmente, ser líderes y obreros; ¡son indignos de serlo! No hacen un trabajo práctico, pero quieren ser líderes. ¡De veras no tienen vergüenza!” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (8)). Con la dura exposición de Dios vi que, si una persona siempre es superficial en un deber y no asume nunca la responsabilidad, significa que es basura. Si no se vuelca en nada, si siempre está holgazaneando, dejándose llevar por la vida y no cumple con sus deberes ni aprende nuevas destrezas, es una persona inútil. Reflexioné y descubrí que yo era así en el deber. Sin importar qué trabajo me encargaran, no quería comerme mucho la cabeza con él, sufrir ni esforzarme por ser eficiente en mi deber. Me conformaba con parecer ocupada y no estar ociosa. ¿No estaba perdiendo el tiempo al cumplir de ese modo con el deber? También pensé en que, desde pequeña, siempre había envidiado a la gente de familia acomodada, que no tenía preocupaciones en el mundo, que podía viajar y tener una vida cómoda y fácil. Me moría por tener yo esa clase de vida. Creía que, como los seres humanos solo vivimos unas pocas décadas, si no nos divertimos, ¿no es una vida vivida en vano? Ya de mayor, vi que todo el mundo trabajaba mucho para ganar dinero, así que puse un negocio, pero seguía sin querer invertir demasiada energía y siempre me quedaba absorta con los programas de televisión y las novelas. No pensaba mucho en el negocio y no me importaba si ganaba dinero o no. A final de año, no solo no había ganado nada, sino que había perdido dinero, pero eso no me entristeció demasiado. Me consolaba pensando que daba igual tener algunas pérdidas, siempre y cuando hubiera comida en la mesa. Mi visión de la vida era “Vive hoy sin preocuparte por el mañana” y “Aprovecha el momento, pues la vida es corta”. Influida por estos pensamientos satánicos, nunca atendía mi deber ni me esforzaba por progresar; no tenía un objetivo en la vida. Continué viviendo de acuerdo con estos pensamientos tras hacerme creyente. Para mí, tomarme siempre el deber con calma, no abrumarme, no comerme mucho la cabeza ni estresarme era una buena manera de vivir, pero en realidad no era capaz de asumir ningún tipo de trabajo. No servía para nada, era como simple basura. Cuanto más reflexionaba sobre mi conducta, más me sorprendía. ¿No era yo precisamente el tipo de parásito expuesto por Dios? Para salvar a la humanidad, Dios no solo ha expresado Sus palabras y nos ha dado provisión de verdad y vida; también nos ha otorgado todo cuanto precisamos para sobrevivir y nos ha permitido gozar de ello en abundancia. Él cuida de nosotros y nos protege, lo que impide que caigamos en la tentación de Satanás. Pero yo no estaba atenta. No sabía retribuir el amor de Dios en el deber y, por el contrario, me volví una parásita perezosa. Envenenada e impregnada de este pensamiento satánico, solamente buscaba los placeres y satisfacciones de la carne. Nunca había pensado en serio en las cosas apropiadas ni en cómo cumplir bien mi deber para satisfacer a Dios. A esas alturas de mi reflexión, sentí náuseas y repulsión por mí misma, así como desprecio. Percibí que, realmente, Satanás me había corrompido muy en profundidad. Había perdido toda conciencia y razón y me había vuelto muy insensible. También descubrí el modo en que, por medio de estas ideas, Satanás paraliza a la gente y nos hace cada vez más depravados. Al final nos volvemos basura, como zombis sin alma. Me arrepentí mucho por no haber cumplido adecuadamente con mi deber, por no haber hecho nada de nada por reconfortar a Dios. Me sentí muy en deuda con Él y oré: “Dios mío, Satanás me ha corrompido muy en profundidad. Sin Tu revelación jamás habría visto la gravedad de mi problema. He sido irresponsable en mi deber y carente de humanidad; gozaba muchísimo de Tu gracia, pero nunca supe retribuirte Tu amor. He sido una parásita. Me rebelaré contra la carne y me arrepentiré ante Ti, buscando conscientemente la verdad y cumpliendo mi deber según lo que Tú exiges”.
Luego leí otro pasaje de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Dado que eres una persona, debes meditar sobre cuáles son las responsabilidades de una. No hace falta mencionar las responsabilidades que más valoran los no creyentes, como ser buen hijo, mantener a tus padres y labrar una reputación a tu familia. Todas ellas están vacías y carecen de significado real. ¿Cuál es la responsabilidad mínima que debe cumplir una persona? Lo más realista es cómo cumples bien con tu deber ahora. Conformarse siempre con actuar por inercia no es cumplir bien con tu responsabilidad, y solo ser capaz de decir palabras y doctrinas tampoco. Únicamente practicar la verdad y hacer cosas según los principios supone cumplir tu responsabilidad. Solo cuando tu práctica de la verdad haya sido eficaz y beneficiosa para la gente, de veras habrás cumplido bien tu responsabilidad. Sea cual sea el deber que cumplas, solo cuando persistas en actuar según los principios-verdad en todas las cosas habrás cumplido verdaderamente con tu responsabilidad. Actuar por inercia, de acuerdo con la forma humana de hacer las cosas, es ser superficial; atenerse a los principios-verdad es el único modo de cumplir adecuadamente el deber y cumplir bien tu responsabilidad. Y cuando cumples tu responsabilidad, ¿no es esa la manifestación de la lealtad? Es la manifestación de cumplir tu deber con lealtad. Solo cuando tengas este sentido de la responsabilidad, esta aspiración y este deseo, y esta manifestación de la lealtad con relación a tu deber, será cuando Dios te mirará con favor y aprobación. Si ni siquiera tienes este sentido de la responsabilidad, Dios te considerará ocioso, necio, y te despreciará. […] Cuando Dios le encarga un trabajo de la iglesia a alguien, ¿cuál es la expectativa de Dios hacia él? En primer lugar, Dios espera que sea diligente y responsable, que trate este trabajo como un asunto importante, lo maneje en consecuencia y lo haga bien. En segundo lugar, Dios espera que sea una persona digna de confianza que, por mucho tiempo que pase y por mucho que cambie el entorno, su sentido de la responsabilidad no flaquee y su integridad resista la prueba. Si es una persona digna de confianza, Dios estará tranquilo y ya no supervisará ni hará seguimiento de este asunto. Esto es porque, en Su corazón, confía en ella y está seguro de completar la tarea que se le ha asignado sin que nada vaya mal. Cuando Dios le encomienda a alguien una tarea, ¿no es esto lo que espera? (Sí). Entonces, una vez que comprendes la intención de Dios, deberías saber en tu corazón cómo comportarte para cumplir Sus requisitos, cómo conseguir favor a Sus ojos y cómo ganarse Su confianza. Si puedes ver claramente tus propias manifestaciones y tu comportamiento y la actitud con que afrontas el deber, si tienes autoconciencia y sabes lo que eres, ¿acaso no será poco razonable por tu parte exigir que Dios te vea con buenos ojos y te muestre Su gracia o te trate de manera especial? (Sí). Si hasta tú te tienes en baja estima, te desprecias y sin embargo le exiges a Dios que te muestre Su favor; esto no tiene sentido. Por tanto, si quieres que Dios te mire con buenos ojos, al menos deberías hacerte ver digno de confianza a ojos de otras personas. Si quieres que otros confíen en ti, que te miren favorablemente, que tengan un alto concepto de ti, al menos debes ser digno, tener sentido de la responsabilidad, ser fiel a tu palabra y digno de confianza. Asimismo, debes llegar a ser diligente, responsable y leal ante Dios; entonces habrás cumplido esencialmente bien con las exigencias de Dios para contigo. Así pues, habrá esperanza de que recibas la aprobación de Dios, ¿no es cierto? (Sí, la habrá)” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (8)). En las palabras de Dios aprendí que cada cual tiene unas responsabilidades y obligaciones y que, para vivir con dignidad y valor, la clave es si somos capaces de cumplir nuestra responsabilidad en nuestros deberes y tomarnos en serio y con atención cada tarea que nos da Dios. No debería ser preciso que los demás nos exhorten y nos lo recuerden constantemente, sino que debemos tener sentido de la responsabilidad. Salgan como salgan las cosas, lo importante es cómo una persona se vuelca en lo que hace. Solo aquellas que tienen esa clase de actitud tienen integridad y dignidad, son confiables, y Dios recordará sus actos. Comprender la intención de Dios me aportó esclarecimiento y una senda de práctica. Posteriormente, en el deber, me recordaba con frecuencia que prestara más atención, buscara los principios-verdad y me esforzara por hacerlo lo mejor que supiera.
Una vez, una hermana y yo estábamos hablando del plan para una imagen y ella dijo que teníamos que emplear estilos occidentales como referencias y hacer que fuera impresionante. Por “impresionante” me pareció que sería difícil y, aunque los estilos occidentales se veían bien, sería complicado hacer toda clase de efectos decorativos. Otras hermanas siempre habían hecho ese tipo de diseños, y a mí no se me daban muy bien. Me costaría mucho hacer que saliera bien y me llevaría mucho tiempo y energía. Dudé y quise rechazarlo, que lo hiciera otra hermana, pero me acordé de un pasaje de las palabras de Dios que había leído: “Supongamos que la iglesia dispone un trabajo para ti, y dices: ‘[…] Sea cual sea el trabajo que la iglesia me asigne, lo asumiré de todo corazón y con todas mis fuerzas. Si hay algo que no entiendo o surge un problema, le oraré a Dios, buscaré la verdad, resolveré los problemas según los principios-verdad y haré bien la tarea. Sea cual sea mi deber, aprovecharé todo lo que tengo para realizarlo bien y satisfacer a Dios. En todo lo que pueda lograr, haré todo lo posible por asumir toda la responsabilidad que me corresponda y, como mínimo, no iré en contra de mi conciencia y razón, no seré superficial, no seré escurridizo ni holgazán, ni disfrutaré de los frutos del trabajo de otros. Nada de lo que haga estará por debajo de los estándares de la conciencia’. Este es el criterio mínimo para la conducta propia, y quien ejerce el deber de esa manera puede calificarse de persona con conciencia y razón. Como mínimo, debes tener la conciencia tranquila al hacer tu deber y debes al menos ser merecedor de tus tres comidas diarias y no gorronear. Esto se llama tener sentido de la responsabilidad. Tengas mucho o poco calibre, y comprendas o no la verdad, en cualquier caso, debes tener esta actitud: ‘Ya que se me ha asignado este trabajo, debo tomármelo en serio, debo convertirlo en mi preocupación y debo usar todo mi corazón y todas mis fuerzas para hacerlo bien. En cuanto a si sé hacerlo a la perfección o no, no puedo atreverme a dar una garantía, pero mi actitud es que haré todo lo posible por desempeñarlo bien y, desde luego, no seré superficial al respecto. Si surge un problema en el trabajo, debo asumir la responsabilidad en ese momento, asegurarme de aprender una lección de ello y cumplir bien con mi deber’. Esta es la actitud correcta” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (8)). Recordé lo irresponsable que había sido anteriormente en el deber. Siempre salía del paso y hacía muchas cosas que disgustaban a Dios. Esta vez no podía satisfacer la carne y anhelar la comodidad. Tenía que tener consideración con la intención de Dios y responsabilizarme de mi deber. Decidí en silencio que, independientemente de cuánto pudiera lograr, primero tenía que someterme y esforzarme. Lo principal era esmerarme. Al pensar esto, sentí que tenía un rumbo. Pensé acerca de los principios de nuestra labor, reuní algunos materiales de consulta, hice varias versiones y se las envié a otras hermanas para pedirles sugerencias. Tras algunas modificaciones, por fin estaba terminada. Al hacer así las cosas, sentí paz interior y tuve la sensación de que era más pragmática que antes.
Posteriormente, me centraba en reflexionar sobre mí misma y rebelarme contra la carne en el deber. Me aseguraba de pensar más en las pequeñas cosas de la vida diaria, en las tareas que me asignara la iglesia y en cómo cumplir mejor con el deber. De hecho, esto no me cansaba realmente, sino que me sentía realizada. Es verdaderamente maravilloso comportarnos de esta manera. Aunque a veces aún quiero considerar la carne y dar rienda suelta a mis deseos, tengo más conciencia de mi corrupción que antes. Una vez vea que se ha revelado, oraré de inmediato para pedirle a Dios que me ayude a rebelarme contra la carne y que me discipline si vuelvo a ser negligente, falaz e irresponsable. Con el tiempo, he sido capaz de soportar una carga en el deber y de estar dispuesta a asumir mis responsabilidades y cumplir bien con mi deber. Es la única vía para vivir con integridad, dignidad y paz interior.
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