Consecuencias de cumplir con un deber para aparentar
Por Xiaomo, España En 2021 estaba a cargo del trabajo de varias iglesias. Acababan de fundarse y todo su trabajo estaba en las etapas...
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En agosto de 2021 llegué a una iglesia para regar a nuevos fieles francófonos. Con el tiempo descubrí que una nueva fiel era de carácter bastante arrogante, solía insistir en sus ideas y no sabía trabajar bien con sus hermanos y hermanas. Cuando otros le señalaban su problema, se negaba a admitirlo, discutía lo que estaba bien y lo que no y los juzgaba y condenaba a sus espaldas, con lo que los hacía sentirse limitados y perturbaba la obra de la iglesia. Según los principios, debía ser destituida. Sin embargo, yo tenía algunas inquietudes, pues debía ir a hablar con ella, pero nunca había sido líder ni obrera anteriormente, nunca había hablado con nadie de este tema y no sabía cómo hacerlo. No quería preguntar a la supervisora pues temía que, cuando se enterara de que no sabía manejar este problema, pensara que era una incapaz y que viera mi defecto claramente y que ya no me valorara ni capacitara. Además, creía que, como no hablaba muy bien el francés, si no sabía explicarme, la nueva fiel se pondría negativa y débil y abandonaría su fe, y yo tendría que asumir la responsabilidad. Me debatí al respecto y al final dejé que se ocupara el hermano Claude, el líder de la iglesia. Hasta busqué una justificación: que esto le serviría al hermano Claude para aprender a resolver problemas él solo. No obstante, luego, como el hermano Claude no habló claro en charla, la nueva fiel lo malinterpretó y se puso negativa, y abandonó y dejó de creer. Debido a ello, el hermano Claude estaba muy abatido. Decía que era muy tonto para enseñar. Sabía que era mi responsabilidad, pero no me sinceré con él para diseccionar mi problema. Hablé con él despreocupadamente y examiné sus errores. No solo no revelé mi situación real sino que también dejé que pensara equivocadamente que yo sabía resolver problemas.
Días después, en una reunión, nuestra líder señaló mi estado en su enseñanza. Dijo: “Una regadora cumplió con el deber de forma irresponsable. No resolvió los problemas ella misma, sino que le pidió al líder de los nuevos fieles que lo hiciera, con lo que los problemas se quedaron sin resolver y una nueva fiel abandonó su fe”. Cuando la líder señaló mi problema tan directamente, sentí vergüenza en el acto, que se había afectado mi imagen, y pensé: “Aquí están los supervisores y regadores de varias iglesias. ¿Qué opinarán todos de mí ahora? Deben de creer que soy totalmente indigna de confianza”. Cuando terminó la líder, pidió que todo el mundo hablara. Pensé: “La líder ha hablado muy directamente y yo fui la responsable. Si no hablo ya, ¿no parecerá que no tengo una actitud de aceptar que me poden? Eso, sin duda, dejaría una mala impresión a mi líder”. Para recuperar mi imagen, hablé yo primero, con un ligero quejido: “Siento mucho remordimiento por haber dejado que ocurriera algo así. Ya veo que soy una persona muy irresponsable”. Tras demostrar “autoconocimiento”, me puse a justificarme y dije: “Antes, llegué a conocer el estado de la nueva fiel y le enseñé la palabra de Dios, y dediqué mucho esfuerzo a ayudarla y brindarle apoyo. Pero, por la barrera del idioma, al momento de destituirla le pedí al hermano Claude que se ocupara del asunto. No tuve en cuenta las consecuencias de hacer algo así, con lo que la nueva fiel abandonó su fe”. Tras la charla, una hermana me envió un mensaje sin rodeos: “El tono de tu intervención fue demasiado suave. Sonaba deliberado. Se sintió incómodo. Era como si ya supieras que te equivocaste y quisieras que dejáramos de reprenderte”. Al leer el mensaje, me ruboricé de humillación al instante. Me sentí como si me hubiera sorprendido haciendo trampas. Fue muy bochornoso. Después, tenía siempre presentes las palabras de la hermana. Me señaló directamente mis problemas y la intención de Dios debía de estar detrás de ello. Yo debía reflexionar correctamente e intentar comprenderme. Al reflexionar, me percaté de que cada vez que me podaban, siempre admitía mis problemas y expresaba mis dificultades reales en tono triste y ofendido para ganarme la compasión y la comprensión ajena, para que me perdonaran y dejaran de responsabilizarme. También quería que los demás creyeran que podía aceptar la poda, y que tuvieran una buena impresión de mí. Con esto, me di cuenta de que mis palabras eran muy tramposas. Más adelante busqué fragmentos de la palabra de Dios sobre este tema para comer y beber de ella.
Un día recordé el diálogo entre Dios y Satanás en la Biblia: “Y Jehová dijo a Satanás: ¿De dónde vienes? Y Satanás respondió a Jehová, y dijo: De ir y venir de la tierra, y de andar por la tierra” (Job 1:7).* Dios ha puesto al descubierto y ha diseccionado la forma de hablar de Satanás. Dios dice: “Las palabras de Satanás tienen cierta característica: lo que él dice te deja rascándote la cabeza, incapaz de percibir el origen de sus palabras. Algunas veces, Satanás tiene motivaciones y habla en forma deliberada, y otras veces, regido por su naturaleza, tales palabras emergen de manera espontánea y salen directamente de la boca de Satanás. Él no dedica mucho tiempo a sopesar esas palabras; en cambio, se expresan sin pensar. Cuando Dios preguntó de dónde venía, Satanás respondió con unas pocas palabras ambiguas. Te sientes muy desconcertado, sin nunca saber exactamente de dónde viene Satanás. ¿Hay alguno entre vosotros que hable así? ¿Qué clase de forma de hablar es esta? (Es ambigua y no proporciona una respuesta definitiva). ¿Qué tipo de palabras deberíamos usar para describir este modo de hablar? Tiene el propósito de despistar y engañar. Supón que alguien no quiere que otros sepan qué hizo ayer. Le preguntas: ‘Te vi ayer. ¿Adónde ibas?’. No te dice directamente a dónde fue, en su lugar contesta: ‘Vaya día fue ayer. ¡Fue agotador!’. ¿Ha contestado tu pregunta? Lo ha hecho, pero no te ha dado la respuesta que tú querías. Es la ‘genialidad’ en el artificio del lenguaje del hombre. Nunca puedes descubrir lo que quiere decir ni percibir el origen o la intención de sus palabras. No conoces lo que él está intentando evitar porque en su corazón él conserva su propia historia; esto es insidia. ¿Algunos de vosotros soléis hablar a menudo de esta manera? (Sí). ¿Cuál es, pues, vuestro propósito? ¿Es a veces proteger vuestros propios intereses, otras mantener vuestro propio orgullo, vuestra propia posición, vuestra propia imagen, proteger los secretos de vuestra vida privada? Cualquiera que sea el propósito, es inseparable de vuestros intereses, está vinculado a ellos. ¿Acaso no es esta la naturaleza del hombre? Todo aquel que tenga este tipo de naturaleza se relaciona de cerca con Satanás, aun si no es de su familia. Podemos decirlo así, ¿verdad? Por lo general, esta manifestación es detestable y aborrecible” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único IV). Antes, cuando leía que Dios decía que Satanás habla con la intención de distraer y desorientar, siempre creía que alguien capaz de emplear estos métodos era, sin duda, una persona maquinadora y astuta. Sin embargo, al releerlo, me di cuenta de que yo también revelo y manifiesto estas cosas. Cuando la líder me dejó en evidencia delante de mis hermanos y hermanas, aparentemente lo acepté y admití que era una irresponsable, pero realmente no lo acepté y hasta me sentí ofendida. Como no llevaba mucho en este deber, mis problemas me parecían excusables. ¿Por qué me puso al descubierto tan directamente en la reunión sin dejarme ni un poco de dignidad? Luego, por supuesto, todos pensaron que era indigna de confianza e irresponsable. A fin de recuperar mi imagen, para que los hermanos y hermanas pensaran que podía aceptar la poda, admití el error y hablé en tono suave, con un quejido deliberado. Mi objetivo era que todos supieran que ya sabía que me había equivocado, que sentía culpa y tristeza y que esperaba que no me culparan más. Quería expresar que era capaz de enmendar mis errores y aceptar la verdad. A primera vista, parecía conocerme a mí misma, pero en realidad usaba esto para acallar a los demás y evitar que siguieran hablando de mis problemas o que me responsabilizaran. Esa era mi intención real. Al reflexionarlo, descubrí que mi naturaleza era tan siniestra y astuta como la de Satanás. Mis palabras estaban llenas de maquinaciones para engañar y desorientar a la gente. Cumplí irresponsablemente con el deber y la líder me criticó. No solo no me arrepentí, sino que fingí conocerme a mí misma delante de los demás para que me creyeran una persona capaz de aceptar la verdad. ¡Era muy taimada y falsa! Hablar abiertamente y conocerse a uno mismo ha de ser una manifestación de la práctica de la verdad, pero mi confesión y mi aceptación albergaban trucos; me defendía y eludía la responsabilidad. ¡Qué insidiosas!
Después descubrí otro pasaje de la palabra de Dios que expone el carácter perverso de la gente. Dios dice: “La falsedad se suele ver por fuera: alguien anda con rodeos o utiliza un lenguaje florido, pero nadie puede ver lo que piensa. Eso es la falsedad. ¿Cuál es la característica principal de la perversidad? Es que sus palabras suenan especialmente agradables y todo aparenta ser correcto a primera vista. No parece que haya ningún problema y las cosas aparentan estar bastante bien desde todo punto de vista. Cuando hacen algo, no los ves usar ningún medio en particular ni muestran señales externas de tener puntos débiles o defectos; sin embargo, logran su objetivo. Hacen las cosas con un secretismo extremo. Así es como los anticristos desorientan a la gente. Esa clase de personas y asuntos son los más difíciles de discernir. Hay quienes suelen decir lo correcto, dan buenas excusas, emplean ciertas doctrinas y dichos o realizan actos que concuerdan con los afectos humanos para dar gato por liebre. Fingen una cosa mientras hacen otra para lograr sus intenciones ocultas. Eso es la perversidad, pero la mayoría de las personas cree que estos comportamientos son falsos. La gente tiene una comprensión y disección relativamente limitadas de la perversidad. Lo cierto es que la perversidad es más difícil de discernir que la falsedad, debido a que es más furtiva y sus métodos y acciones son más sofisticados. Si alguien tiene un carácter falso, lo habitual es que los demás puedan detectar su falsedad a los dos o tres días de relacionarse con esa persona o que puedan percibir la revelación del carácter falso a partir de sus actos y palabras. Sin embargo, si esa persona es perversa, no se puede discernir tal perversidad en unos pocos días, ya que sin que suceda un acontecimiento importante o que se den circunstancias especiales en un breve período, no es fácil discernir nada con tan solo escucharla hablar. Siempre dice y hace lo correcto y presenta una doctrina correcta tras otra. Después de unos días de relacionarte con ella, puede que pienses que esa persona es bastante buena, que es capaz de renunciar a cosas y de esforzarse, que tiene comprensión espiritual, un corazón amante de Dios y que actúa tanto con conciencia como con razón. Pero después de que se ocupan de algunos asuntos, ves que sus palabras y actos se mezclan con demasiadas cosas y demasiadas intenciones diabólicas. Te das cuenta de que esa persona no es honesta, sino falsa: es un ser perverso. Con frecuencia, esas personas dicen las palabras correctas y frases agradables que se ajustan a la verdad y poseen afecto humano para relacionarse con la gente. En un sentido, consolidan su reputación mientras que, en otro, desorientan a los demás y consiguen prestigio y estatus entre la gente. Tales individuos son increíblemente desorientadores y, una vez que obtienen poder y estatus, pueden desorientar y dañar a mucha gente. Las personas con un carácter perverso son sumamente peligrosas” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 5: Desorientan, atraen, amenazan y controlan a la gente). La palabra de Dios revela que el principal rasgo de las personas de carácter perverso es que son reservadas en sus palabras y acciones. Para ocultar sus intenciones a los demás y concretar sus motivaciones ocultas, siempre dicen las palabras adecuadas y emplean métodos que parecen concordar con el sentir humano y alineados con la verdad. Pensé en las cosas que hice y comprendí que fue el mismo truco: como no sabía ocuparme de los problemas de la nueva fiel, para ocultar mi estatura real a mi supervisora, le pasé el asunto al líder de los nuevos fieles. Hasta me busqué una excusa altisonante: que le servía al líder de los nuevos fieles para aprender a resolver problemas él solo. Al final no lo gestionó bien y yo lo ayudé a recapitular sus errores. No solo no puse al descubierto mi estado real, sino que traté de demostrar una buena imagen delante de él para que creyera que se me daba bien abordar estos asuntos. Cuando me expuso mi líder, para recuperar la imagen que todos tenían de mí en su corazón, admití mis errores a fin de callar bocas, e incluso me mostré apenada para que me compadecieran y me comprendieran y hacerles creer que era una persona capaz de aceptar la verdad, que se conoce a sí misma y tiene una actitud arrepentida. Así ya no me responsabilizarían más. Tras meditar mis palabras y actos con las palabras de Dios, vi que era verdaderamente terrible. Usé palabras que parecían concordar con los sentimientos de la gente y con la verdad para disimular mis despreciables propósitos y, con ello, engañar, desorientar y manipular completamente a todos, y consolidarme al final. Al darme cuenta de esto, entendí que era una persona siniestra, falsa e impenetrable. Antes, cuando leía la palabra de Dios que expone el carácter perverso de la gente, no la apliqué a mí misma, pues creía que yo no era alguien así, pero cuando el entorno real me reveló, y tras reflexionar según las palabras de Dios, finalmente logré conocer un poco mi carácter perverso.
Después continué reflexionando. Comprobé que revelaba mi carácter perverso en muchas cosas. Recordé que, no hacía mucho, la supervisora me pidió que cediera un trabajo a la hermana Marina y que ella lo asumiera. Esa decisión me decepcionó. Llevaba más de dos años haciendo este trabajo y pensaba que nadie podría sustituirme en ese deber. No creía que se lo fueran a dar a nadie más. Quería preguntar a la supervisora si podía continuar yo a cargo, pero, por miedo a que ella pensara que era demasiado ambiciosa e irracional, no le dije nada. En apariencia, obedecí, pero, al ceder el trabajo, aproveché la presencia de la supervisora y de la hermana Marina para señalar adrede algunos datos clave de ese trabajo. Quería que vieran que la experiencia que había acumulado y los principios que había aprendido en ese deber no se podían adquirir en unas pocas semanas, para que la supervisora me dejara seguir en él. En efecto, después del traspaso, la supervisora me preguntó si podía orientar a la hermana Marina en su práctica un tiempo más. Me alegró mucho esa noticia. Aunque no pudiera continuar encargándome del trabajo, lo que había dicho había servido de algo. Posteriormente, cuando la hermana Marina tenía problemas y dificultades en el deber, acudía a mí para que evaluara y juzgara las cosas y también me pedía que revisara cada tarea. Así recuperé discretamente el poder en mis manos. Al recordar mi conducta de entonces, era obvio que no quería que la hermana Marina ocupara mi lugar, pero, para que la supervisora no creyera que yo era arrogante e irracional, aproveché el traspaso del trabajo para presumir de capital y me gané sutilmente el visto bueno de la supervisora. Conquisté y ostenté el poder naturalmente, y de manera “inteligente” oculté mis intenciones. ¡Se me daban muy bien las maquinaciones y los métodos retorcidos! Cuanto más reflexionaba sobre mi conducta, más miedo sentía. Apenas podía creer que fuera esa clase de persona.
Durante una reunión, leí dos pasajes de las palabras de Dios que exponían el carácter perverso de los anticristos y me aportaron cierto autoconocimiento. Dios Todopoderoso dice: “La perversidad de los anticristos tiene una característica obvia y compartiré con vosotros el secreto para discernirla: tanto en su habla como en sus acciones, no puedes sondear sus profundidades ni ver en su corazón. Cuando te hablan, sus ojos siempre giran y no puedes entrever el tipo de argucia que están tramando. A veces, hacen que sientas que son leales o bastante sinceros, pero ese no es el caso; nunca puedes descifrarlos. Tienes un sentimiento particular en el corazón, la sensación de que sus pensamientos están impregnados de una profunda sutileza y de una hondura insondable, y de que ellos son retorcidos” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 7: Son perversos, insidiosos y falsos (II)). “Aquí ‘retorcido’ significa insidioso y astuto, y se refiere a un comportamiento anormal. Esta anormalidad hace alusión a estar muy oculto y a ser impenetrable para alguien ordinario, que es incapaz de percibir lo que hacen o piensan tales personas. En otras palabras, los métodos, motivaciones y puntos de partida de las acciones de este tipo de persona no son nada fáciles de comprender, y a veces su comportamiento es huidizo y furtivo. En resumen, hay un término que describe la manifestación real y el estado del retorcimiento de una persona, que es ‘falta de transparencia’, lo que los convierte en insondables e incomprensibles para los demás. Las acciones de los anticristos tienen esta naturaleza. Es decir, cuando te das cuenta y sientes que sus intenciones no son sinceras a la hora de hacer algo, te parece bastante aterrador, si bien a corto plazo o por alguna razón, sigues sin poder desentrañar sus motivos e intenciones, y te limitas a sentir de manera inconsciente que sus acciones son retorcidas. ¿Por qué te causan esta especie de sensación? Por un lado, porque nadie puede intuir lo que dicen o hacen. Por otro porque suelen hablar dando rodeos, te confunden y acaban por hacer que no estés seguro de cuál de sus afirmaciones es verdadera y cuál es falsa, ni lo que significan sus palabras en realidad. Cuando mienten, crees que es la verdad, no sabes si cuando hablan están mintiendo o no, y a menudo te parece que te han engañado y embaucado. ¿Por qué surge este sentimiento? Porque tales personas no actúan nunca con transparencia; no eres capaz de ver con claridad lo que están haciendo o aquello en lo que se ocupan, lo que hace inevitable que sospeches de ellos. Al final, ves que su carácter es falso, insidioso y también perverso” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 6). Las palabras de Dios revelaban que el carácter de los anticristos es sumamente perverso. Siempre hay motivaciones ocultas en lo que dicen y hacen, lo que los convierte en impenetrables. A fin de lograr su propósito, utilizan falsas apariencias y métodos retorcidos para engañar y desorientar a la gente. Como manipulan absolutamente a todo el mundo, nadie sabe si sus palabras son ciertas o falsas. Vi que mi conducta era tan retorcida como la de un anticristo. Mis palabras y actos siempre contenían intenciones y objetivos personales. Cuando tuve una dificultad en el deber, me devané los sesos buscando el modo de evitarla y, además, procuré que mi estatura real no quedara revelada ante mi supervisora. Cuando mi líder expuso los problemas de mi deber, no pensé más que en cómo hacer creer a la gente que yo era una persona que aceptaba la verdad y, a su vez, traté de eludir mi responsabilidad. Cuando quería hacerme con el poder y mantener mi posición, no pensé más que en no exponer mis ambiciones y en lograr que la supervisora me dejara conservar el trabajo y tener la última palabra. Jamás esperé que lo que yo decía y hacía albergara tantas intenciones y objetivos indecibles. Para proteger mi reputación y mi estatus, no pensaba más que en cómo disimular y engañar a los demás. Sobre todo delante de mi líder y mi supervisora, pensaba detenidamente cada palabra que decía, qué palabras lograrían mi objetivo y ocultarían mis auténticos pensamientos. ¡Este es el carácter de un anticristo! A medida que lo reflexionaba, tenía algo de miedo. Dios nos exige ser honestos y decir lo que realmente pensamos, así como la corrupción que revelamos, lo que no entendemos y lo que no sabemos hacer. Sin embargo, yo no pensaba más que en disimular, en hacer que me admiraran y en conservar mi imagen. Todo cuanto hacía estaba calculado y era insidioso y retorcido, y yo no revelaba sino el carácter falso y perverso de Satanás. Cuando me percaté, comenzaron a pasar imágenes frente a mis ojos. Recordé mi infancia; mi madre me enseñó que “ni un caballo veloz necesita látigo ni un tambor sonoro grandes baquetas”, así que siempre me esforcé por ser “caballo veloz”, “tambor sonoro” y una niña obediente y dócil. Si hacía algo mal, lo admitía inmediatamente sin que me lo tuvieran que recordar. Mis padres casi nunca me reñían ni me disciplinaban de pequeña, con lo que creía poder evitarme mucho sufrimiento siendo lista y admitiendo mis errores. Por ejemplo, si me reprobaban en un examen, para que mis padres no me culparan ni castigaran, sin darles tiempo a hablar, me ponía a llorar tratando de hacerme la lastimera. Mis padres no soportaban que llorara. Por temor a que no pudiera con más presión, ya no me echaban la culpa. Por el contrario, me consolaban. Así me libraba de los reproches de mis padres y mantenía intacto mi orgullo. Cuando empecé a creer en Dios, continué siendo así. Cuando no cumplía bien con el deber y tenía que asumir responsabilidades, hacía trampas, me hacía la lastimera y me defendía para encubrir mi conducta negligente e irresponsable en el deber y que así nadie me podara. Vivir según las filosofías satánicas para los asuntos mundanos de veras me había vuelto cada vez más taimada y falsa. Siempre observaba por dónde iban los tiros, usaba muchos trucos insidiosos y me volví una satanás viviente. Lo más aterrador era que recurrir a trucos y engaños se había convertido en algo natural para mí. Si mis hermanos y hermanas no me hubieran advertido y revelado, no tendría la menor conciencia ni sentiría vergüenza. Me acordé de la palabra de Dios: “Dios salva a las personas honestas, y es a los honestos a los que Él quiere para Su reino. Si eres capaz de mentir y engañar, eres una persona falsa, torcida y siniestra; no eres una persona honesta. Si no eres una persona honesta, entonces no hay posibilidad de que Dios te salve ni tampoco puedes ser salvado” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La práctica más fundamental de ser una persona honesta). “Si tus palabras están llenas de excusas y justificaciones que nada valen, entonces Yo te digo que eres alguien muy poco dispuesto a practicar la verdad. Si tienes muchas confidencias que eres reacio a compartir, si eres tan reticente a dejar al descubierto tus secretos, —tus dificultades—, ante los demás para buscar el camino de la luz, entonces digo que eres alguien que no logrará la salvación fácilmente ni saldrá de las tinieblas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Tres advertencias). En la palabra de Dios vemos que Él detesta y desprecia a las personas falsas. Las personas falsas tienen demasiados elementos oscuros en el corazón. Sus palabras y actos siempre engañan y desorientan a los demás, y nunca practican la palabra de Dios. Por muchos años que crean en Dios, su carácter corrupto no se transforma y jamás podrán alcanzar la salvación. Una vez que lo reconocí, ¡sentí que corría un peligro real! Oré a Dios para decirle que deseaba arrepentirme y le pedí que me guiara y ayudara a transformarme de verdad.
Un día leí en la palabra de Dios: “Sé una persona honesta; ora a Dios para deshacerte del engaño que hay en tu corazón. Purifícate a través de la oración en todo momento, sé conmovido por el Espíritu de Dios a través de la oración y tu carácter cambiará gradualmente” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Acerca de la práctica de la oración). “Debes buscar la verdad para resolver cualquier problema que surja, sea el que sea, y bajo ningún concepto simular o dar una imagen falsa ante los demás. Tus defectos, carencias, fallos y actitudes corruptas… sé totalmente abierto acerca de todos ellos y compártelos. No te los guardes dentro. Aprender a abrirse es el primer paso para la entrada en la vida y el primer obstáculo, el más difícil de superar. Una vez que lo has superado, es fácil entrar en la verdad. ¿Qué significa dar este paso? Significa que estás abriendo tu corazón y mostrando todo lo que tienes, bueno o malo, positivo o negativo; que te estás descubriendo ante los demás y ante Dios; que no le estás ocultando nada a Dios ni estás disimulando ni disfrazando nada, libre de mentiras y falsedades, y que estás siendo igualmente sincero y honesto con otras personas. De esta manera, vives en la luz y no solo Dios te escrutará, sino que otras personas podrán comprobar que actúas con principios y cierto grado de transparencia. No necesitas ningún método para proteger tu reputación, imagen y estatus, ni necesitas encubrir o disfrazar tus errores. No es necesario que hagas estos esfuerzos inútiles. Si puedes dejar de lado estas cosas, estarás muy relajado, vivirás sin limitaciones ni dolor y completamente en la luz. Aprender a abrirse cuando se comparte es el primer paso para la entrada en la vida. Luego has de aprender a diseccionar tus pensamientos y actos para ver cuáles están equivocados y cuáles no agradan a Dios, y es preciso que los corrijas inmediatamente y los rectifiques. ¿Cuál es el propósito de rectificarlos? Es aceptar y asumir la verdad, al tiempo que te deshaces de las cosas en tu interior que le pertenecen a Satanás y las reemplazas con la verdad. Antes, hacías todo según tu carácter falso, que es mentiroso y engañoso; sentías que no podías lograr nada sin mentir. Ahora que entiendes la verdad y desdeñas la forma de hacer las cosas que tiene Satanás, ya no te comportas de ese modo, actúas con una mentalidad de honestidad, pureza y sumisión. Si no te guardas nada, si no te pones una careta, una impostura, si no encubres las cosas, si te expones ante los hermanos y hermanas, si no ocultas tus ideas y pensamientos más íntimos, sino que permites que los demás vean tu actitud sincera, entonces la verdad echará raíces poco a poco en ti, florecerá y dará frutos, dará gradualmente resultados. Si tu corazón es cada vez más honesto y está cada vez más orientado hacia Dios, y si sabes proteger los intereses de la casa de Dios cuando cumples con tu deber, y tu conciencia se turba cuando no proteges estos intereses, entonces esto es una prueba de que la verdad ha tenido efecto en ti y se ha convertido en tu vida” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios me llegaron al corazón. Lo que Él exige es muy simple en realidad: que hablemos y actuemos con pureza y honestidad, que en nuestro corazón no haya mentira, disimulo ni engaño, que tengamos un corazón honesto para con Dios y que seamos sinceros con el prójimo. Si hemos hecho algo mal o hemos mentido, hemos de admitirlo, hacer introspección y aceptar la verdad con una actitud sincera. Es la única vía para corregir poco a poco nuestras actitudes satánicas. Cuando se poda a algunos hermanos y hermanas, aunque entonces sientan vergüenza, son capaces de aceptarlo y obedecer. Luego pueden buscar la verdad, hacer introspección y descubrir la causa de su fallo. Con el tiempo, cada vez progresan y mejoran más en el deber y tienen la guía y las bendiciones de Dios. Sin embargo, yo siempre eludía mis responsabilidades por ciertos medios para conservar mi imagen y estatus y para evitar el juicio, la poda y el castigo, y creía estar haciendo las cosas de forma inteligente. ¿Qué conseguí al final con eso? Tras años de fe en Dios, no se había transformado mi carácter-vida. Todavía era demasiado taimada, falsa y perversa. Cumplía con el deber sin captar los principios y no sabía resolver problemas. Finalmente me di cuenta de que, al hacer trampa una y otra vez para evitar la responsabilidad, la poda, realmente estaba rechazando la salvación de Dios y perdiendo la ocasión de alcanzar la verdad. Y cada vez que eludía la responsabilidad con trampas, tenía que devanarme los sesos para que se me ocurriera qué decir y cómo excusarme. Podría salirme con la mía una vez, pero la siguiente ocasión en que surgiera una amenaza a mi reputación y mi imagen, se me tenía que ocurrir otra manera de engañar a la gente. Era muy cansador vivir cada día en este estado falso y deshonesto, Dios lo aborrece y detesta y, al final, perdería la ocasión de alcanzar la verdad y salvarme. ¿Era inteligente de mi parte? Era ignorante y necio. Cuando me percaté, deseé encarecidamente corregir mis actitudes falsas y perversas y convertirme en una persona honesta.
Pensé que el hermano Claude aún no conocía mis despreciables motivaciones al pedirle que hablara con la nueva fiel. Si no me sinceraba con él, no solo no tendría discernimiento sobre mí, sino que continuaría admirándome, hallándose en un estado negativo y creyéndose incapaz de hacer el trabajo. Así, acudí al hermano Claude, me sinceré acerca de mis motivaciones al mandarlo a hablar con la nueva fiel y le conté lo que había aprendido de aquel asunto. También le dije que asumía la mayor parte de culpa por el abandono de la nueva fiel y que fui egoísta y despreciable. Únicamente por proteger mi imagen y mis intereses, lo engañé e hice que asumiera la responsabilidad. Él se sinceró conmigo acerca de su introspección, su conocimiento y lo que aprendió en este asunto. Tras hablar con él, tuve una gran sensación de liberación. Experimenté que la práctica de la verdad y la honestidad son el único camino para sentir paz y seguridad. Posteriormente, mi supervisora organizó una reunión para repasar los errores de nuestro trabajo. Ese mes había descendido enormemente mi eficacia. Quería escaparme de esa reunión de trabajo, pero tenía claro que Dios escrutaría cada una de mis palabras y acciones para ver cómo me comportaba, para ver si volvería a las andadas y a engañar por defender mi imagen y estatus, y a disimular mis defectos y problemas, o si confrontaría mis problemas, hablaría abiertamente y sería honesta. Me dije que debía practicar la verdad aunque dañara mi imagen. Por tanto, me sinceré acerca de cómo salía del paso y holgazaneaba en el trabajo en aquella época, y afirmé que recapitularía mis errores y problemas, cambiaría de actitud hacia el deber y procuraría ser más eficaz. Después de esta comunión tuve una gran sensación de liberación, además de voluntad y motivación por cumplir bien con el deber. Cuando terminé, mis hermanos y hermanas no me despreciaron. En cambio, debatieron conmigo algunas sendas de práctica para cumplir con nuestro deber. Me benefició mucho lo que compartieron y también aprendí nuevas formas de transformar mis errores. Más adelante, puse estas sendas en práctica y poco a poco fui más eficaz en el trabajo. Le estaba agradecidísima a Dios.
Con esta experiencia percibí realmente que, sin importar qué errores cometamos ni qué corrupción revelemos en el deber, siempre que seamos capaces de afrontar las cosas con calma, sincerarnos y buscar la verdad, no solo nadie nos despreciará, sino que también podremos hacer introspección y cumplir mejor con el deber. También percibí que solo aquellos que practican la verdad y son honestos tienen integridad y dignidad, y solo ellos pueden sentir tranquilidad y liberación realmente.
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.
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