Se llama Xiao Li. Lleva más de una década creyendo en Dios. En el invierno de 2012, la Policía Comunista China la detuvo en una reunión. Durante el interrogatorio, la policía le intentó sonsacar información y la amenazó, golpeó y torturó reiteradamente para tratar de convencerla de que traicionara a Dios desvelando el paradero de los líderes y el dinero de la iglesia. Concretamente, en una gélida noche a una temperatura de veinte grados bajo cero, la policía la desnudó por la fuerza, la empapó de agua helada, le aplicó electrochoques en los genitales y la obligó a tomar agua con mostaza… Había sufrido brutales torturas y una humillación inimaginable. Durante el interrogatorio se sintió dolida y humillada. Una y otra vez oró desesperadamente a Dios. La palabra de Dios le dio la iluminación y la orientación oportunas. Con la fe y la fuerza que recibió de la palabra de Dios, superó la salvaje tortura y el diabólico ataque y dio un testimonio maravillosamente rotundo. Como una flor de ciruelo en invierno, demostró que resistía con vitalidad, floreciendo orgullosa en medio de la extrema adversidad, emanando una deliciosa fragancia…