Palabras diarias de Dios: La encarnación | Fragmento 118
14 Mar 2021
Dios se hizo carne porque el objeto de Su obra no es el espíritu de Satanás o alguna cosa incorpórea, sino el hombre que es de la carne y a quien Satanás ha corrompido. Precisamente porque la carne del hombre ha sido corrompida es que Dios ha hecho al hombre carnal el objeto de Su obra; además, ya que el hombre es objeto de la corrupción, Dios lo ha hecho el único objeto de Su obra a través de todas las etapas de Su obra de salvación. El hombre es un ser mortal, es de carne y hueso, y Dios es el único que puede salvar al hombre. De esta manera, Dios debe convertirse en una carne que posea los mismos atributos que el hombre con el fin de hacer Su obra, para que esta pueda lograr mejores efectos. Dios debe hacerse carne para hacer Su obra justamente porque el hombre es de la carne y es incapaz de vencer el pecado o de despojarse de la carne. Aunque la esencia y la identidad de Dios encarnado difieren grandemente de la esencia e identidad del hombre, con todo, Su apariencia es idéntica a la del hombre; tiene la apariencia de una persona normal y lleva la vida de una persona normal, y los que lo ven no pueden discernir ninguna diferencia con una persona normal. Esta apariencia y humanidad normales son suficientes para que haga Su obra divina en la humanidad normal. Su carne le permite realizar Su obra en la humanidad normal y le ayuda a hacerla entre los hombres, y Su humanidad normal, además, le ayuda a llevar a cabo la obra de salvación entre los hombres. Aunque Su humanidad normal ha causado mucho alboroto entre los hombres, tal alboroto no ha impactado los efectos normales de Su obra. En resumen, la obra de Su carne normal es de un beneficio supremo para el hombre. Aunque la mayoría de la gente no acepta Su humanidad normal, Su obra aún puede surtir efectos y estos se logran gracias a Su humanidad normal. De esto no hay duda. Por Su obra en la carne, el hombre gana diez veces o docenas de veces más cosas que las nociones que existen entre los hombres acerca de Su humanidad normal y, al final, todas esas nociones se las tragará Su obra, y el efecto que esta ha logrado, es decir, el conocimiento que el hombre tiene de Él, supera por mucho a las nociones que el hombre tiene de Él. No hay manera de imaginar o medir la obra que hace en la carne, porque Su carne es diferente a la de cualquier ser humano carnal; aunque el caparazón externo es idéntico, la esencia no es la misma. Su carne engendra entre los hombres muchas nociones acerca de Dios, sin embargo, Su carne también le puede permitir al hombre adquirir mucho conocimiento y puede, incluso, conquistar a cualquier persona que posea un caparazón externo similar. Porque no es solamente humano, sino que es Dios con el caparazón externo de un ser humano y nadie puede desentrañarlo o entenderlo por completo. Todos aman y acogen favorablemente a un Dios invisible e intangible. Si Dios es solo un espíritu que es invisible al hombre, a este le es muy fácil creer en Dios. La gente puede dar rienda suelta a su imaginación, puede escoger cualquier imagen que le guste como la imagen de Dios para sentirse complacidos y felices. De esta manera, la gente puede hacer lo que sea más agradable para su propio Dios y lo que este desee que hagan, sin escrúpulos. Es más, la gente cree que nadie es más leal y devoto que ellos con Dios y que todos los demás son perros gentiles y desleales a Él. Se puede decir que esto es lo que buscan aquellos cuya creencia en Dios es vaga y se basa en doctrina; lo que buscan viene a ser lo mismo, con poca variación. Lo que sucede es que las imaginaciones que tienen de Dios son diferentes, pero su esencia es de hecho la misma.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado
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