Qué significa perseguir la verdad (13)
En la última reunión compartimos y diseccionamos principalmente el dicho “Muere con las botas puestas” de la cultura tradicional. Los dichos y teorías de la cultura tradicional que Satanás utiliza para adoctrinar a la gente no son correctos, como tampoco lo son las palabras altisonantes que hace acatar a la gente. Al contrario, surten el efecto de desorientarla, descarriarla y de confinar su pensamiento. Al educar, adoctrinar e influir a las masas con estas ideas y opiniones equivocadas de la cultura tradicional, el objetivo final es tranquilizarlas para que se sometan al dominio de la clase dirigente, y que incluso sirvan a los gobernantes con la lealtad de quienes aman su país y su partido y están decididos a proteger su hogar y salvaguardar el Estado. Esto basta para demostrar que el Gobierno nacional populariza la formación cultural tradicional para facilitar el control de los gobernantes sobre el género humano y sobre la totalidad de los diversos grupos étnicos, y para seguir reforzando la estabilidad del régimen de los gobernantes y la armonía y estabilidad de la sociedad bajo su control. Independientemente de cómo la clase dirigente propague, promueva y popularice la formación cultural tradicional, en general, estos dichos sobre la conducta moral han desorientado y descarriado al pueblo y han perturbado gravemente su capacidad de diferenciar la verdad de la mentira, el bien del mal, lo correcto de lo incorrecto y las cosas positivas de las negativas. También cabe afirmar que estos dichos sobre la conducta moral les dan totalmente la vuelta a las cosas, mezclan la verdad con la mentira y desorientan al público general, con lo que el pueblo se deja desorientar por estos puntos de vista de la cultura tradicional en un contexto en que no sabe lo que está bien y lo que está mal, lo que es verdad y lo que es mentira, lo que es positivo y lo que es negativo, lo que viene de Dios y lo que viene de Satanás. El modo en que la cultura tradicional define todo tipo de cosas y categoriza a todo tipo de personas como buenas o malas, bondadosas o malvadas, ha perturbado, desorientado y descarriado a los seres humanos, hasta el punto de confinar los pensamientos de la gente en los diversos dichos sobre la conducta moral que la cultura tradicional defiende, de modo que no pueda liberarse. En consecuencia, muchas personas juran voluntariamente lealtad a los reyes diabólicos, con lo que demuestran una devoción ciega hasta el fin y honran ese juramento hasta la muerte. Esta situación ha continuado hasta el presente, pero pocas personas han entrado en razón. Aunque hoy día muchas personas que creen en Dios reconocen la verdad, tienen muchos obstáculos para aceptarla y ponerla en práctica. Cabe decir que estos obstáculos provienen principalmente de las ideas y puntos de vista de la cultura tradicional, los cuales hace tiempo que han arraigado en su interior. Primero la gente los aprendió, y siguen siendo dominantes: ya controlan los pensamientos de la gente, lo que genera muchísimos obstáculos y muchísima renuencia en ella como para aceptar la verdad y someterse a la obra de Dios. Esto, por un lado. Por otro, esto sucede porque la gente tiene un carácter corrupto, fruto, en parte, de la forma en que la cultura tradicional la desorienta y corrompe. La cultura tradicional ha influido e interferido gravemente en las opiniones de la gente acerca de cómo evaluar el bien y el mal, la verdad y la mentira, y ha hecho que la gente tenga muchas nociones, ideas y opiniones falaces. Por eso la gente es incapaz de comprender positivamente las cosas positivas, bellas y buenas, las leyes de todas las cosas creadas por Dios y el hecho de que Dios gobierna sobre todas las cosas. Por el contrario, la gente está rebosante de nociones y de todo tipo de ideas difusas e irreales. Son las consecuencias de las diversas ideas que Satanás le inculca. Desde otra perspectiva, los diversos dichos sobre la conducta moral de la cultura tradicional son falsos y corrompen el pensamiento de las personas, perturban su mente y deterioran sus procesos normales de pensamiento, lo que repercute gravemente sobre su aceptación de las cosas positivas y de la verdad, y también afecta gravemente a su comprensión y entendimiento puros de las leyes y reglas de todas las cosas creadas por Dios.
En cierto sentido, los diversos dichos sobre la conducta moral de la cultura tradicional han perturbado las formas correctas de pensar con las que la gente distingue el bien del mal, trastornando también su libre albedrío. Además, al haber aceptado estos diversos dichos sobre la conducta moral, los seres humanos se han vuelto hipócritas y falsos. Se les da bien fingir —hasta el punto de no llamar a las cosas por su nombre, de darles la vuelta y de considerar las cosas negativas, feas y malas como positivas, bellas y buenas, y viceversa— y ya han llegado a la fase de venerar el mal. En toda la sociedad humana, independientemente de la época o la dinastía, las cosas que los seres humanos defienden y veneran son, básicamente, estos dichos sobre la conducta moral de la cultura tradicional. Bajo la severa repercusión de estos dichos sobre la conducta moral —o sea, bajo su adoctrinamiento, cada vez más profundo y exhaustivo—, la gente los adopta inconscientemente como los pivotes y leyes de la existencia. La gente los acepta por entero sin discernimiento y los considera positivos, una ideología y unos criterios orientativos sobre cómo debe tratar a los demás, contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar. La gente los considera leyes supremas para abrirse camino en sociedad, conseguir fama y prestigio o que los aprecien y veneren. Por ejemplo, en cualquier grupo en cualquier sociedad o nación y en cualquier época, las personas a las que aprecian, veneran y proclaman como las mejores de la especie humana no son más que lo que los seres humanos denominan ejemplos morales. Sin importar qué vida lleven esas personas entre bastidores, las intenciones y motivaciones de sus actos, cuál sea su esencia-humanidad, cómo se comporten y traten a los demás realmente ni cuál sea su esencia bajo ese manto de conducta moral primorosa y buena, a nadie le importan estas cosas ni trata de indagar más a fondo. Mientras sean leales y patriotas y muestren lealtad a los gobernantes, el pueblo las idolatra y canta sus alabanzas, y hasta las emula como héroes, pues todo el mundo se basa en la conducta moral externa de una persona para valorar si es bondadosa o malvada, buena o mala, y para evaluar su reputación. Aunque la Biblia documenta claramente las historias de una serie de santos y sabios de la Antigüedad, como Noé, Abraham, Moisés, Job y Pedro, así como las de muchos profetas y demás, y aunque mucha gente conoce dichas historias, todavía no hay país, nación ni grupo que promueva ampliamente la humanidad y el carácter moral de estos santos y sabios de la Antigüedad —ni ejemplos de su adoración a Dios, ni siquiera del corazón temeroso de Dios que revelaron—, sea en la sociedad, en la nación entera o entre el pueblo. No lo hace ningún país, nación ni grupo. Incluso los países donde el cristianismo es la religión oficial, o aquellos con poblaciones predominantemente religiosas, siguen sin señalar ni venerar el carácter humano de estos santos y sabios de la Antigüedad ni sus historias de temor y sumisión a Dios, tal y como están documentadas en la Biblia. ¿Qué problema denota esto? Que el género humano corrupto ha caído tan bajo que la gente siente aversión por la verdad y las cosas positivas, y venera el mal. Si Dios no hablara y obrara personalmente entre la gente dejándole claro lo que es positivo y lo que es negativo, lo que está bien y lo que está mal, lo que es bello y bueno y lo que es feo, etc., el género humano nunca podría distinguir el bien del mal ni las cosas positivas de las negativas. Desde los comienzos de la especie humana, incluso en el transcurso del desarrollo humano, estos hechos y registros históricos de las apariciones y obras de Dios se han transmitido hasta nuestros días en algunos países y grupos étnicos de Europa y las Américas. Sin embargo, los seres humanos siguen sin saber distinguir lo positivo de lo negativo, ni lo bello y bueno de lo feo y malo. Los seres humanos no solo no distinguen, sino que además aceptan activa y voluntariamente todo tipo de afirmaciones de Satanás, como los dichos sobre la conducta moral, así como definiciones y conceptos incorrectos de Satanás sobre personas, cuestiones y cosas diversas. ¿Qué demuestra esto? ¿Acaso que el género humano sencillamente no tiene el instinto de aceptar de manera autónoma las cosas positivas, ni el de distinguir las cosas positivas de las negativas, el bien del mal, lo correcto de lo incorrecto, la verdad de la mentira? (Sí). Entre el género humano prevalecen al mismo tiempo dos tipos de cosas, una de las cuales viene de Satanás, mientras que la otra viene de Dios. No obstante, al final, en toda la sociedad humana y a lo largo de toda la historia del desarrollo humano, las palabras pronunciadas por Dios y todas las cosas positivas que Él enseña y explica al género humano no pueden ser veneradas por toda la especie humana, y ni siquiera pueden volverse predominantes entre ella, ni inducir pensamientos correctos en las personas, ni guiarlas para que vivan con normalidad entre todas las cosas creadas por Dios. La gente está inconscientemente guiada por los diversos comentarios, ideas y conceptos de Satanás, por estos puntos de vista equivocados. Vive así, pero no de forma pasiva, sino activa. A pesar de lo que Dios ha hecho, de Sus logros al crear y gobernar sobre todas las cosas y de las muchas palabras que ha dejado Su obra en algunos países, así como de las definiciones de personas, cuestiones y cosas diversas que se han transmitido hasta nuestros días, los seres humanos continúan viviendo inconscientemente bajo la influencia de las diversas ideas y opiniones que Satanás le inculca a la gente. Estas ideas y opiniones diversas, inculcadas y defendidas por Satanás, son las dominantes en toda la sociedad humana, incluso en países donde el cristianismo está muy extendido. En cambio, por muchos enunciados, ideas y opiniones positivos, y por muchas definiciones positivas de personas, cuestiones y cosas que Dios deje al género humano al realizar Su obra, solo están presentes en ciertos rincones o, peor aún, solo los alberga un número muy pequeño de personas de grupos étnicos minoritarios y solo perduran en boca de algunas personas, pero no los pueden aceptar activamente los seres humanos como cosas positivas que los guíen y conduzcan en la vida. A juzgar por la comparación de estos dos tipos de cosas y por las distintas actitudes del género humano hacia las cosas negativas de Satanás y las diversas cosas positivas de Dios, toda la especie humana se encuentra en manos del maligno. Esto es así y cabe afirmarlo con certeza. Esta realidad implica principalmente que los pensamientos de la gente, su mentalidad y su modo de lidiar con las demás personas, asuntos y cosas están controlados, influidos, manipulados, y hasta confinados por las diversas ideas y opiniones de Satanás. A lo largo de la historia del desarrollo humano, en toda etapa o período —ya sea una era relativamente atrasada o la era actual de desarrollo económico— y en toda región, nacionalidad o grupo de personas, las formas y fundamentos de existencia del género humano y sus ideas sobre cómo lidiar con las personas, asuntos y cosas se basan en las diversas ideas inculcadas por Satanás a la gente, no en las palabras de Dios. Es muy lamentable. Dios viene a realizar Su obra y a salvar al género humano en una situación en que los seres humanos han sido muy profundamente corrompidos por Satanás y en la que sus pensamientos y puntos de vista, así como sus formas de contemplar a todo tipo de personas, asuntos y cosas y sus maneras de vivir y abordar el mundo, están completamente confinados por las ideas de Satanás. Uno puede imaginarse lo dura y difícil que es la obra de Dios de salvar al género humano en semejante contexto. ¿Qué tipo de contexto es este? Él viene a realizar Su obra en un contexto en que el corazón y la mente de las personas llevan mucho tiempo totalmente impregnados y confinados por filosofías y venenos satánicos. No viene a realizar Su obra en un contexto en que la gente no tiene ideologías ni ningún punto de vista sobre las personas, asuntos y cosas, sino en un contexto en que la gente tiene sus propias formas de contemplarlas, y en que estas formas de contemplar, pensar y vivir han resultado gravemente desorientadas y descarriadas por Satanás. Es decir, Dios viene a obrar y salvar al género humano en un contexto en que los seres humanos han aceptado por entero las ideas y opiniones de Satanás, y están plagados, impregnados, esclavizados y controlados por las ideas satánicas. Este es el tipo de personas a quienes va a salvar Dios, lo que demuestra lo difícil que es Su obra. Dios quiere que dichas personas, impregnadas y confinadas por las ideas satánicas, logren reconocer de nuevo y distinguir las cosas positivas de las negativas, la belleza de la fealdad, lo correcto de lo incorrecto, la verdad de la falacia maligna, y finalmente lleguen a ser capaces de aborrecer y rechazar de todo corazón las diversas ideas y falacias que les ha inculcado Satanás y, así, aceptar todos los puntos de vista y maneras de vivir correctos que provienen de Dios. Este es el sentido concreto de la salvación del género humano por parte de Dios.
Sin importar qué época humana sea, qué etapa de desarrollo haya alcanzado la sociedad ni cuál sea el método de gobierno de los dirigentes —ya sea una dictadura feudal o un sistema socialdemócrata—, nada de esto cambia el hecho de que en la sociedad humana abundan las diversas teorías ideológicas y dichos sobre la conducta moral por los que aboga Satanás. Desde la sociedad feudal hasta la sociedad moderna, a pesar de que el ámbito, los principios guía y las formas de gobierno de los dirigentes cambian una y otra vez, y de que el número de los diversos grupos étnicos, razas y credos también cambia constantemente, el veneno de los diversos dichos de la cultura tradicional que Satanás le inculca a la gente todavía está muy extendido y propagándose, con lo que arraiga hondamente en sus pensamientos y en lo más profundo de su alma, controlando su forma de existencia e influyendo en sus pensamientos y puntos de vista sobre las personas, asuntos y cosas. Por supuesto, este veneno también afecta gravemente a las actitudes de las personas hacia Dios, y corroe considerablemente la voluntad y el anhelo de aceptar la verdad y la salvación del Creador que tienen los seres humanos. Por tanto, los dichos sobre la conducta moral representativos que derivan de la cultura tradicional siempre han controlado el pensamiento de la gente en toda la especie humana, y su posición y rol dominantes entre esta nunca han cambiado en ningún período ni contexto social. Sin importar en qué época gobierne un dirigente, si es diligente o retrógrado o si su método de gestión es democrático o dictatorial, nada de esto puede frenar ni erradicar la desorientación y el control que ejercen sobre los seres humanos las ideas y puntos de vista de la cultura tradicional. En cualquier período histórico o grupo étnico, por mucho que la fe humana haya progresado o padecido cambios, y por mucho que los seres humanos hayan progresado y cambiado en lo referido a su concepto de la vida y tendencias sociales, la influencia en el pensamiento humano de los dichos sobre la conducta moral de la cultura tradicional nunca ha cambiado, y su efecto sobre las personas nunca ha perdido su poder. Desde este punto de vista, los dichos sobre la conducta moral han confinado demasiado a fondo el pensamiento de la gente, lo que ha repercutido gravemente no solo en la relación entre los seres humanos, sino también en las actitudes de la gente hacia la verdad, y ha afectado y perjudicado gravemente la relación entre los seres humanos creados y el Creador. Naturalmente, también cabe afirmar que Satanás utiliza las ideas de la cultura tradicional para seducir, desorientar, insensibilizar y confinar a la especie humana que Dios creó, y que con estos métodos le arrebata a Dios los seres humanos. Cuanto más se difundan entre el género humano las ideas de conducta moral de la cultura tradicional, y cuanto más arraiguen en el corazón de la gente, más alejados estarán los seres humanos de Dios y más remota será su esperanza de salvación. Piénsalo: antes de que la serpiente sedujese a Adán y Eva para que comieran el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, creían que Jehová Dios era su Señor y Padre. Sin embargo, cuando la serpiente sedujo a Eva diciéndole: “¿Ha dicho dios: no debéis comer de cada árbol del jardín?” (Génesis 3:1)*, y “No es que ciertamente moriríais, porque dios sabe que el día que comáis de él, vuestros ojos se abrirán y seréis como dios, y conoceréis lo bueno y lo malo” (Génesis 3:4-5)*, Adán y Eva se doblegaron ante la seducción de la serpiente y pronto cambió su relación con Dios. ¿Qué clase de cambio se produjo? Ya no se presentaban desnudos ante Dios, sino que buscaban objetos con que taparse y ocultarse, y evitaban la luz de la presencia de Dios; cuando Dios los buscaba, se escondían de Él y ya no le hablaban cara a cara como antes. Este cambio en la relación de Adán y Eva con Dios no se produjo porque comieran el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, sino porque las palabras pronunciadas por la serpiente —Satanás— le inculcaron un tipo de pensamiento equivocado a la gente, seduciéndola y descarriándola para que dudara de Dios y se apartara y ocultara de Él. En consecuencia, la gente ya no quería contemplar directamente la luz de la presencia de Dios ni presentarse ante Él completamente destapada, y se generó un distanciamiento entre la gente y Dios. ¿Cómo se produjo este distanciamiento? No por cambios en el entorno ni por el paso del tiempo, sino porque cambió el sentir de la gente. ¿Cómo cambió el sentir de la gente? La propia gente no tomó la iniciativa de cambiar. Más bien, el cambio se produjo a causa de las palabras pronunciadas por la serpiente, que sembraron la discordia en la relación de la gente con Dios, la distanciaron de Él e hicieron que evitara la luz de Su presencia, rehuyera Su cuidado y dudara de Sus palabras. ¿Cuáles fueron las consecuencias de dicho cambio? Que la gente ya no era como antes, que su corazón y su pensamiento ya no eran tan puros y que ya no consideraba a Dios como Dios ni como Aquel más cercano a ella, sino que dudaba de Él y lo temía, con lo que se apartó de Él y empezó a tener una mentalidad de querer ocultarse y apartarse de Él, y este fue el comienzo de la caída del género humano. El comienzo de esta caída se originó en las palabras que Satanás pronunció, unas palabras venenosas, seductoras y descarriadas. Los pensamientos que estas palabras le inculcaron a la gente la hicieron dudar, malinterpretar y desconfiar de Dios, distanciándola de Él de modo que no solo ya no quería mirarlo a la cara, sino que además quería esconderse de Él y hasta dejó de creer lo que Él decía. ¿Qué dijo Dios al respecto? Dios dijo: “De cada árbol del jardín puedes comer libremente, pero no debes comer del árbol del conocimiento del bien y el mal porque el día que comas de él, definitivamente morirás” (Génesis 2:16-17).* Satanás, en cambio, dijo que quienes comieran el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal no necesariamente morirían. A raíz de las palabras desorientadoras pronunciadas por Satanás, la gente empezó a dudar y a negar las palabras de Dios; es decir, la gente incubó en su interior unas opiniones acerca de Dios y dejó de ser tan pura como antes. A consecuencia de estas opiniones y dudas que tenía la gente, esta dejó de creer en las palabras de Dios, en que Él es el Creador y en que hay una relación ineludible entre las personas y Dios, e incluso dejó de creer que Dios puede protegerlas y cuidarlas. Desde el momento en que la gente dejó de creer estas cosas, ya no quiso aceptar el cuidado y la protección de Dios, ni mucho menos ninguna palabra salida de la boca de Dios. La caída del género humano comenzó a raíz de las palabras seductoras de Satanás, a partir de una idea y una opinión que Satanás le inculcó a la gente. Por descontado, también comenzó a raíz de que Satanás sedujera, descarriara y desorientara a la gente. Esta idea y opinión que Satanás le inculcó a la gente hizo que esta dejara de creer en Dios y en Sus palabras, y también que dudara de Dios, lo malinterpretara, recelara de Él, se escondiera de Él, se apartara de Él, negara lo que Él dijera, negara Su misma identidad y hasta negara que las personas provienen de Dios. Así seduce y corrompe Satanás a la gente paso a paso, perturbando y dañando su relación con Dios y también dificultando que los seres humanos se presenten ante Dios y acepten cualquier palabra salida de Su boca. Satanás perturba constantemente la voluntad de las personas de buscar la verdad y aceptar las palabras de Dios. Impotente para resistirse a los diversos comentarios de Satanás, la gente se deja erosionar e impregnar inconscientemente por ellas, y finalmente degenera hasta el punto de convertirse en enemiga y rival de Dios. Estos son fundamentalmente la repercusión y el perjuicio que los dichos sobre la conducta moral tienen sobre el género humano. Naturalmente, al hablar sobre estas cosas, también las estamos diseccionando de raíz para que la gente adquiera una comprensión básica de cómo Satanás corrompe al género humano y con qué métodos. La principal táctica de Satanás para corromper al género humano consiste en dirigirse a los pensamientos y opiniones de las personas, destruir la relación entre estas y Dios y arrancarlas de Él paso a paso. Al principio, al oír las palabras de Dios, la gente las creía correctas y quería actuar y practicar de acuerdo con ellas. En esta situación, Satanás utilizó todo tipo de ideas y palabras para corroer y desintegrar poco a poco la única pizca de fe, determinación y aspiración que tenía la gente, junto con las pocas cosas y deseos ligeramente positivos a los que se aferraba, y los sustituyó por sus propios dichos, definiciones, opiniones y nociones de cosas varias. Así la gente se deja controlar, sin darse cuenta, por las ideas de Satanás y se convierte en prisionera y esclava suya, ¿no es el caso? (Sí). En la historia del género humano, cuanto más profunda y concretamente aceptan los seres humanos las ideas de Satanás, más se distancia la relación entre los seres humanos y Dios, y más se aleja de la gente el mensaje de que “los seres humanos son seres creados y Dios es el Creador”, y ya no lo cree ni admite tanta gente. Por el contrario, consideran que este mensaje es un mito y una leyenda, un hecho inexistente y una falacia diabólica, e incluso algunas personas lo condenan como herejía en la sociedad actual. Hay que decir que todo esto es el resultado y la repercusión de las diversas falacias malignas de Satanás, que se difunden ampliamente entre el género humano. También hay que decir que, a lo largo de la historia del desarrollo humano, bajo el pretexto de hacer cosas tan positivas como enseñar a la gente, regular sus palabras y actos, etc., Satanás ha arrastrado al género humano paso a paso hacia el abismo del pecado y la muerte, con lo que la ha alejado de la luz de la presencia de Dios, de Su cuidado y protección y de Su salvación. El Antiguo Testamento de la Biblia deja constancia de testimonios de mensajeros de Dios que fueron a hablar con la gente y a vivir entre ella, pero esas cosas han dejado de estar presentes en los últimos dos milenios. El motivo es que en toda la especie humana ya no hay nadie como los santos y sabios de la Antigüedad que constan en la Biblia, como Noé, Abraham, Moisés, Job o Pedro, y toda la especie humana está impregnada y esclavizada por las ideas y comentarios de Satanás. Esta es la verdad de la cuestión.
Lo que acabamos de compartir es un aspecto de la esencia de los dichos sobre la conducta moral de la cultura tradicional, y también señala, demuestra y simboliza la corrupción del género humano a manos de Satanás. A partir de la esencia de estos problemas, se aprecia que todos los seres humanos sin excepción —sean niños pequeños o ancianos, de cualquier clase u origen social— están confinados por los diversos comentarios de Satanás sin distinción de hasta qué punto, y llevan exclusivamente una forma de existencia impregnada de ideas satánicas. Por supuesto, ¿cuál es la realidad innegable? Que Satanás corrompe a la gente. Lo que corrompe no son los diversos órganos de los seres humanos, sino sus pensamientos. Corrompiendo los pensamientos de los seres humanos, pone a todo el género humano en contra de Dios, de modo que los seres humanos que Él creó no pueden adorarlo y, en cambio, aprovechan todo tipo de ideas y puntos de vista de Satanás para rebelarse contra Dios, resistirse a Él, traicionarlo y rechazarlo. Esta es la ambición de Satanás, su astuta trama y, claro está, su auténtico rostro, y así corrompe al género humano. Sin embargo, por muchos milenios que lleve corrompiendo Satanás a los seres humanos, por muchos hechos que señalen la corrupción de la humanidad por parte de Satanás, por muy distorsionadas y absurdas que sean las diversas ideas y opiniones con que los corrompe, y por muy confinados por ellas que estén los pensamientos humanos —en definitiva, independientemente de todo esto—, cuando Dios llega para realizar Su obra de salvación de la gente y cuando expresa la verdad, aunque la gente viva en semejante contexto, aun así Dios puede arrebatársela a Satanás de su poder y conquistarla. Y, por supuesto, Dios puede hacer aun así que la gente comprenda la verdad en Su castigo y juicio, conozca la esencia y verdad de su corrupción, se despoje de su carácter satánico, se someta a Él, lo tema y evite el mal. Este es el resultado final que inevitablemente se logrará, y también una tendencia por la cual el plan de gestión de 6000 años de Dios definitivamente se materializa y Dios se aparece a todos los países y pueblos con Su glorificación. Tal como dicen las palabras de Dios: “Dios dice en serio lo que dice, lo que Él dice se hará y lo que Él hace durará para siempre”. Esta frase es cierta. ¿Vosotros lo creéis? (Sí). Es una realidad que sin duda sucederá, porque la última etapa de la obra de Dios es la de proveer la verdad y vida al género humano. En un breve espacio de poco más de treinta años, un considerable número de personas se han presentado ante Dios, han sido conquistadas por Él y ya lo siguen con inquebrantable determinación. No quieren provecho alguno de Satanás, están dispuestas a aceptar el castigo y juicio de Dios, así como Su salvación, y todas ellas están dispuestas a retomar su posición de seres creados y a aceptar la soberanía y las disposiciones del Creador. ¿No es señal de que el plan de Dios se está materializando? (Sí). Es un hecho comprobado, un hecho que además ya ha sucedido y, por supuesto, ya está pasando y ha pasado. Sin importar cómo corrompa Satanás al género humano ni los métodos que emplee, Dios siempre tendrá algún modo de arrebatarle a los seres humanos de su poder, salvarlos, llevarlos de nuevo ante Él y restaurar la relación entre el género humano y el Creador. Estas son la omnipotencia y autoridad de Dios y, lo creas o no, tarde o temprano llegará ese día.
En la última reunión hablamos del dicho sobre la conducta moral “Muere con las botas puestas”, dedicamos un tiempo a diseccionar y exponer las exigencias, expresiones, ideas y puntos de vista inherentes a este dicho, y la gente ha adquirido cierta comprensión de su esencia. Naturalmente, en cuanto a los temas relacionados con este aspecto, también hemos hablado sobre cuál es exactamente la intención de Dios, cuál es Su actitud, qué verdades entraña esto y cómo debe contemplar la gente la muerte. Tras comprender la verdad y la intención de Dios, cuando la gente se enfrente a esas cosas, debe contemplarlas de acuerdo a las palabras de Dios y abordarlas de acuerdo con la verdad para que pueda cumplir con Sus exigencias. Además, el dicho sobre la conducta moral que citamos la última vez, “Los gusanos de seda hilan hasta morir y las velas arden hasta consumirse”, es excesivamente superficial, y su esfera de pensamiento excesivamente vulgar, así que no vale la pena seguir diseccionándolo. Vale la pena diseccionar el siguiente enunciado de conducta moral sobre el que hablaremos, “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país”. Las cosas que vale la pena diseccionar ocupan un espacio determinado en el pensamiento y las nociones de la gente. Durante un tiempo concreto, influyen en el pensamiento de la gente, en su forma de existencia, en su senda y, claro está, en sus decisiones. Es la consecuencia que logra Satanás al aprovechar la cultura tradicional para corromper al género humano. El dicho “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” ocupa un espacio determinado en el corazón y la mente de la gente; es decir, el tipo de asunto al que alude este enunciado es especialmente representativo. En coyunturas críticas para el destino de su país, la gente toma decisiones basadas en este dicho, y este limita y restringe su mentalidad y sus procesos normales de pensamiento. Por eso vale la pena diseccionar estas ideas y puntos de vista. En comparación con los dichos a los que hemos aludido anteriormente —“No te quedes el dinero que te encuentres”, “Daría la vida por un amigo”, “De bien nacidos es ser agradecidos”, “La amabilidad de una gota de agua debe ser recompensada con un manantial”, “Muere con las botas puestas”, etc.—, el criterio de conducta moral “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” ocupa una esfera superior en el mundo de Satanás. Los dichos sobre la conducta moral que hemos diseccionado anteriormente aluden a un tipo de persona o de asunto menor en la vida, los cuales son limitados, mientras que este dicho abarca un ámbito más amplio. No se refiere a aspectos incluidos en el ámbito del “yo inferior”, sino que trata una serie de cuestiones y cosas relacionadas con el “yo superior”. Por tanto, ocupa una posición clave en el corazón de la gente y debe diseccionarse para ver si debe ocupar un espacio determinado en él, así como para determinar cómo debe contemplar la gente este dicho sobre la conducta moral de una manera que esté en consonancia con la verdad.
El dicho “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” obliga a la gente a ser consciente de su responsabilidad en el destino de su país, pues sugiere que todo el mundo debe responder de él. Si cumples con tu responsabilidad hacia el destino de tu país, el gobierno te recompensará con grandes honores y se te considerará alguien de personalidad noble; en cambio, si no te preocupas por el destino del país, si te quedas de brazos cruzados mientras se tambalea y no lo consideras un asunto de gran importancia o te ríes de ello, se considera que no cumples con tu responsabilidad en absoluto. Si no cumples con tus deberes y responsabilidades cuando tu país te necesita, no eres gran cosa, y en realidad eres una persona insignificante. La sociedad excluye y desdeña a la gente así, y es despreciada y menospreciada por sus semejantes. Para todo ciudadano de cualquier Estado soberano, el dicho “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” cuenta con la aprobación del pueblo, es un enunciado que la gente puede aceptar e incluso que el género humano respeta. También es una idea que los seres humanos consideran noble. Una persona capaz de preocuparse e interesarse por el destino de su tierra y de tener un profundo sentido de la responsabilidad hacia ella es una persona dotada de una rectitud mayor. Las personas que se preocupan e interesan por su familia tienen una rectitud menor, mientras que las que se preocupan por el destino de su país son personas con un espíritu de rectitud mayor y ellas más que nadie merecen el elogio de los gobernantes y el pueblo. En definitiva, se reconoce de forma indiscutible que ideas como esta tienen una trascendencia positiva para los seres humanos, sirven para guiar positivamente al género humano y, por supuesto, también se reconocen como positivas. ¿Pensáis lo mismo vosotros? (Sí). Normal que penséis así. Eso quiere decir que vuestra mentalidad no difiere de la de la gente normal y que sois gente corriente. La gente corriente es capaz de aceptar las ideas populares y las diversas ideas y observaciones supuestamente positivas, proactivas, optimistas y nobles que provienen del resto de los seres humanos. Es gente normal. ¿Son necesariamente positivas las ideas aceptadas y veneradas por la gente corriente? (No). En teoría, no son positivas porque no se ajustan a la verdad, no vienen de Dios, y Él no se las enseña ni las dirige a los seres humanos. ¿Y cuál es la realidad exactamente? ¿Cómo debe explicarse esta cuestión? La explicaré pormenorizadamente ahora y, cuando haya terminado de hablar, sabréis por qué el dicho “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” no es positivo. Antes de que revele la respuesta, pensad primero en el enunciado “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país”: ¿es realmente positivo? ¿Es malo obligar al pueblo a amar su país? Hay quien dice: “El destino de nuestra patria influye en nuestra supervivencia, nuestra felicidad y nuestro futuro. ¿No le ordena Dios a la gente que sea obediente a sus padres, que eduque bien a sus hijos y que cumpla con sus responsabilidades sociales? ¿Qué hay de malo en que cumplamos con algunas responsabilidades en nuestro país? ¿No es positivo? Aunque no llegue a ser una verdad, debería ser una idea correcta, ¿no?”. Para la gente son unos motivos válidos, ¿no es cierto? La gente utiliza estas afirmaciones, estos motivos y hasta estas justificaciones para argumentar que el dicho “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” es correcto. Entonces, ¿este dicho es realmente acertado o no? Si lo es, ¿qué tiene de acertado? Si no, ¿qué tiene de equivocado? Si podéis responder claramente a estas dos preguntas, comprenderéis realmente este aspecto de la verdad. Otros comentan: “El dicho ‘Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país’ no es cierto. Los países están regidos por gobernantes y sistemas políticos. En lo que atañe a la política, nosotros no tenemos ninguna responsabilidad, ya que Dios no se mete en la política humana. Por tanto, nosotros tampoco nos metemos en política, así que este dicho no nos atañe; lo relacionado con la política no tiene nada que ver con nosotros. Quien se mete en política y disfruta de la política es responsable del destino del país. Nosotros no aceptamos este dicho, no es positivo desde nuestro punto de vista”. ¿Esta explicación es correcta o incorrecta? (Incorrecta). ¿Por qué incorrecta? Teóricamente sabéis que esta explicación no cuadra, no aborda la raíz del problema y no basta para explicar la esencia del problema. Es una mera explicación teórica, pero no aclara la esencia de esta cuestión. Sea cual sea la explicación, mientras no trate la esencia concreta de esta cuestión, no es una explicación real, una respuesta precisa ni la verdad. Entonces, ¿qué tiene de malo el dicho sobre la conducta moral “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país”? ¿Con qué verdad se relaciona esta cuestión? La verdad a este respecto no puede explicarse claramente en una o dos frases. Harían falta muchas explicaciones para haceros comprender la verdad que alberga. Así pues, hablemos sobre ello de forma sencilla.
¿Cómo debe contemplarse y discernirse el dicho “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país”? ¿Es positivo? Para explicar este enunciado, veamos primero qué es un país. ¿Qué concepto de país tiene la gente? ¿El concepto de país es que sea muy grande? En teoría, un país es un territorio que comprende todos los hogares regidos por un mismo gobernante y sistema social. Es decir, una multitud de hogares forma un país. ¿Así lo define la sociedad? (Sí). Solo cuando hay hogares pequeños puede haber un hogar grande, y un hogar grande indica que hay un país; esta es la definición de país. ¿Es aceptable esta definición? ¿Os identificáis con ella para vuestros adentros? ¿A qué gustos e intereses se ajusta mejor esta definición? (A los de los gobernantes). Exacto, ante todo a los de los gobernantes, ya que, al tener todos los hogares bajo su dominio, tienen el poder en sus manos. Para los gobernantes, esta definición es válida y se identifican con ella. Sea cual sea la definición de país de los gobernantes, para cualquier persona común hay un trecho entre el país y toda persona que lo habita. Para la gente común —o sea, los individuos de cada país—, su definición de país es completamente distinta a la que defienden los gobernantes o la clase dirigente. La definición de país de la clase dirigente se basa en su dominio y sus intereses creados. Desde arriba, utilizan su posición estratégica elevada y su amplia perspectiva, impregnada de ambición y deseo, para definir lo que es un país. Por ejemplo, los gobernantes consideran el país como su propia casa, su propia tierra, y piensan que está previsto para su propio disfrute y que cada centímetro del país, cada recurso y hasta cada persona que lo habita deben pertenecerles y estar bajo su control, y que deben poder disfrutar de todo ello y enseñorearse del pueblo a su antojo. Sin embargo, el pueblo no tiene semejantes deseos ni condiciones, ni mucho menos una perspectiva tan amplia para definir lo que es un país. Entonces, para la gente común, para cualquier persona individual, ¿cuál es su definición de país? Si están instruidos y saben interpretar los mapas, solamente conocen el tamaño del territorio de su país, con qué otros países limita y cuántos ríos, lagos, montañas, bosques, terreno y habitantes tiene… Su concepto de país no es más que cartográfico y literal, un simple concepto teórico por escrito, totalmente incoherente con el país existente en realidad. Para una persona medianamente instruida y con cierto estatus social, su concepto de país es algo así. ¿Y la gente común que conforma la base de la sociedad? ¿Cuál es su definición de país? En Mi opinión, la definición de país de esta gente no es más que la modesta parcela de tierra de su familia, el gran sauce del extremo oriental de la aldea, la montaña del extremo occidental, la carretera de entrada a la aldea y los vehículos que suelen pasar por ella, así como algunos sucesos relativamente espectaculares que han ocurrido en la aldea y hasta algún chismorreo trivial. Para la gente común, el concepto de país es algo así. Aunque las fronteras de esta definición son muy reducidas y su alcance muy estrecho, para la gente común que vive en ese contexto social es muy realista y práctica: para ellos, un país no es más que esto. Pase lo que pase en el mundo exterior, pase lo que pase en el país, para ellos solo es una noticia medianamente importante que pueden optar por escuchar o no. ¿Y qué atañe a sus intereses inmediatos? Si el cultivo de cereales que plantaron este año producirá una cosecha abundante, si será suficiente para alimentar a su familia, qué plantar el año que viene, si se les inundarán las tierras, si serán invadidas y ocupadas por algún agresor, y otros asuntos y cosas similares estrechamente relacionados con la vida, hasta cosas como un edificio de la aldea, un arroyo, un sendero, etc. Aquello que les importa y de lo que hablan, así como lo que deja una profunda impresión en su mente, no es más que la gente, los asuntos y las cosas que les rodean y que guardan estrecha relación con su vida. No tienen noción de lo grande que es la magnitud de un país ni de su prosperidad o decadencia. Cuanto más novedosas son las cosas y más importantes son los asuntos del país, más ajenos les son a esas personas. Para esta gente común, el concepto de país no es más que la gente, los asuntos y las cosas que les caben en la cabeza y que entran en contacto con su vida. Aunque reciban información sobre el destino del país, les resulta muy ajena. Que les resulte ajena significa que no ocupa espacio alguno en su corazón y que no afecta a su vida, por lo que la prosperidad y el declive del país no tienen nada que ver con ellos. En su corazón, ¿cuál es el destino de su país? Si los cultivos que plantaron este año son bendecidos por el cielo, si la cosecha es abundante, cómo se las apaña su familia y otras minucias de la vida cotidiana, mientras que los asuntos nacionales no tienen ninguna relación con ellos. Los asuntos de importancia nacional, la política, la economía, la educación, la ciencia y la tecnología, si el territorio del país se ha expandido o se ha reducido, los lugares que han visitado los gobernantes y qué cosas han ocurrido entre la clase dirigente. Estas cosas están, sencillamente, más allá de lo que la gente común puede captar. Aunque pudieran captarlas, ¿de qué serviría? Aunque hablaran después de cenar de lo que le ocurre a la clase dirigente, ¿qué podrían hacer al respecto? Después de dejar el cuenco y los palillos, siguen teniendo que ganarse la vida a duras penas e ir a trabajar al campo. Nada parece tan real como los cultivos de sus campos, que pueden dar una buena cosecha. Lo que a una persona le importa es lo que guarda en su corazón. Los horizontes de una persona son tan amplios como las cosas que guarda en su corazón. Los horizontes de la gente corriente solamente se extienden hasta los lugares que puede ver a su alrededor y los lugares a los que puede ir. En cuanto al destino de su país y los asuntos de importancia nacional, están muy alejados y fuera de su alcance. Por eso, cuando está en juego el destino del país o este se enfrenta a la invasión de un enemigo poderoso, inmediatamente piensan: “¿Acabarán los invasores por apoderarse de mis cosechas? ¡Este año contamos con vender esos cereales para pagar la universidad de nuestros hijos!”. Estas son las cosas que tienen mayor relevancia práctica para la gente común, las que pueden captar y las que su mente y espíritu pueden soportar. Para la gente corriente, el dicho “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” es excesivamente gravoso. No saben cómo hacerlo y no quieren soportar esta pesada carga y esta responsabilidad gravosa. Algo así es el concepto de país que tiene la gente común. Por consiguiente, su ámbito de vida y las cosas que residen en su pensamiento y espíritu no son más que la tierra y el agua de su localidad, que les proporcionan tres comidas al día y les dan todo lo que necesitan para crecer, además del aire y el ambiente de su ciudad natal. ¿Qué más puede haber aparte de estas cosas? Aunque algunas personas vayan más allá del entorno familiar de la localidad donde nacieron y crecieron, cuando el país se tambalea y necesita que cumplan con sus responsabilidades hacia la nación, nadie piensa en proteger el país entero. En cambio, ¿en qué piensa el pueblo? En lo único que piensa es en cumplir con sus responsabilidades para proteger su localidad natal y salvaguardar esa parcela de tierra que lleva en el corazón, e incluso en sacrificar su vida con este fin. Allá donde vaya el pueblo, para ellos la palabra “país” es un simple pronombre, una bandera y un símbolo. Lo que realmente ocupa un espacio considerable en su corazón no es el territorio del país, ni mucho menos el mandato de los gobernantes, sino la montaña, la parcela de tierra, el río y el pozo que les proporcionan tres comidas al día, les dan la vida y les ayudan a mantenerla, eso es todo. Este es el concepto de país que tiene el pueblo en mente: así de real, de concreto y, por supuesto, de preciso.
¿Por qué se defiende siempre la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” en la cultura tradicional, especialmente a la hora de reflexionar sobre la conducta moral? Esto atañe tanto al mandato del gobernante como a las intenciones y los objetivos de las personas que abogan por esta idea. Si la definición de país en la mente de cada individuo fuera tan insignificante, concreta y real, ¿quién protegería el país? ¿Quién defendería el mandato del gobernante? ¿Esto no presenta problemas? Efectivamente, aquí surgen problemas. Si el concepto de país que tiene todo el mundo fuera así, ¿no se convertiría el gobernante en una mera figura decorativa? Si el país de un gobernante se enfrentara a la invasión de un enemigo poderoso y su defensa dependiera únicamente de este gobernante o de su camarilla, ¿no daría la impresión de estar luchando desamparado, aislado y débil? Los pensadores respondieron a estos problemas con inteligencia. Creían que, para proteger el país y mantener el mandato del gobernante, no era posible recurrir únicamente a la colaboración de un pequeño número de personas, sino que era necesario movilizar a toda la población para que sirviera al gobernante del país. Si estos pensadores le dijeran directamente al pueblo que sirviera al gobernante y protegiera el país, ¿estaría el pueblo dispuesto a ello? (No). Ciertamente, el pueblo no estaría dispuesto porque el objetivo de la petición sería demasiado descarado y no accedería a ello. Esos pensadores sabían que debían inculcarle al pueblo una expresión agradable, noble y superficialmente grandiosa, y decirle que quien piensa así tiene una conducta moral noble. De ese modo, el pueblo aceptaría fácilmente esta idea, e incluso se sacrificaría y colaboraría por ella. Se cumpliría el objetivo, ¿no? En este contexto social, y en respuesta a las necesidades de los gobernantes, surgió el dicho y la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país”. La naturaleza humana es tal que, surja la idea que surja, siempre habrá personas que la consideren de moda y vanguardista y la acepten en base a eso. ¿No beneficia al gobernante que algunas personas acepten la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país”? Eso implica que habrá gente que se sacrifique y colabore por el bien del régimen del gobernante. Por ende, el gobernante tiene la esperanza de estar en el poder durante mucho tiempo, ¿no? ¿Y no será su mandato relativamente más estable? (Sí). Por consiguiente, cuando el mandato del gobernante se vea desafiado o se enfrente a su destrucción, o cuando su país se enfrente a la invasión de un enemigo poderoso, aquellos que acepten la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” darán un valiente e intrépido paso al frente para hacer una contribución o sacrificar su vida en aras de proteger el país. ¿Quién es el beneficiario último de esto? (El gobernante). El beneficiario último es el gobernante. ¿Qué ocurre con quienes aceptan la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” y están dispuestos a dar su preciada vida por ella? Se convierten en un medio del que aprovecharse, en peones prescindibles del gobernante y en víctimas de esta idea. La gente común, que habita en la base de la sociedad, no tiene un concepto ni una definición definidos y claros de lo que es un país. No saben lo que es un país ni lo grande que es, y conocen todavía menos las cuestiones importantes acerca del destino de un país. Como la definición y el concepto de país del pueblo son difusos, la clase dirigente aprovecha el dicho “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” para desorientarlos e inculcarles esta idea, a fin de que todos se levanten a defender el país y arriesguen la vida por la clase dirigente y, en consecuencia, esta consiga su objetivo. De hecho, en lo que respecta a la gente común, sin importar quién gobierne el país ni si los intrusos son mejores o peores que los gobernantes actuales, al final hay que seguir plantando en la exigua parcela de tierra de su familia cada año, el árbol del extremo oriental de su aldea no ha cambiado, ni tampoco la montaña del extremo occidental o el pozo situado en el centro, y eso es lo único que importa. En cuanto a lo que ocurra fuera de la aldea, cuántos gobernantes vayan y vengan o cómo gobiernen el país, todo eso no guarda relación alguna con ellos. Así es la vida de la gente común. Su vida es así de real y sencilla, y su concepto de país es igual de concreto que su concepto de familia, solo que su alcance es mayor que el de esta. En cambio, cuando el país se ve invadido por un enemigo poderoso y su existencia y supervivencia están en juego, y el mandato del gobernante se ve perturbado y desestabilizado, quienes aceptan que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” están dominados por esta idea, y lo único que quieren hacer es utilizar su fortaleza personal para cambiar estas cosas que están afectando al destino del país y entorpeciendo el mandato del gobernante. ¿Y qué ocurre al final? ¿Qué cambian realmente? Aunque consigan mantener al gobernante en el poder, ¿significa esto que hicieron algo recto? ¿Que su sacrificio fue positivo? ¿Es algo digno de ser recordado? Aquellas personas que en un determinado período de la historia depositaron grandes esperanzas en la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” también apoyaron enérgicamente el espíritu de esta idea al defender el país y mantener a los gobernantes en el poder, pero el mandato de estos gobernantes fue retrógrado, sangriento y sin sentido ni valor para el género humano. Desde este punto de vista, ¿fue positiva o negativa la supuesta responsabilidad cumplida por estas personas? (Negativa). Se podría decir que fue negativa, despreciada por el pueblo e indigna de ser recordada. Por el contrario, la gente común no se identifica a fondo con la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país”, propugnada por esos pensadores confabuladores, y no la acepta ni aplica realmente. Por eso su vida es relativamente estable. Aunque sus logros a lo largo de la vida no son tan impresionantes como los de las personas que dan la vida por el destino de su país, han hecho algo con sentido. ¿Qué es lo que tiene sentido? En concreto, no entrometerse artificialmente en el destino de un país ni en el procedimiento que decide quiénes lo gobiernan. Más bien, lo único que piden es vivir bien, trabajar la tierra, defender su localidad natal, tener comida todo el año y llevar una vida abundante, cómoda, pacífica y sana sin causar problemas al país, sin pedirle alimentos ni dinero, y pagando los impuestos normales en plazo: esto es cumplir con la debida responsabilidad de un ciudadano. Si eres capaz de ser libre de toda interferencia de las ideas de los pensadores, vivir tu vida como una persona común, de una manera realista acorde con tu posición, y de ser autosuficiente, con eso basta y has cumplido con tu responsabilidad. Esto es lo más importante y la mayor responsabilidad que ha de cumplir una persona que viva en esta tierra. Ocuparse de la propia supervivencia y necesidades básicas son cuestiones que uno debe resolver por sí mismo, mientras que, en las cuestiones importantes relacionadas con el destino del país y con la forma en que lo rigen los gobernantes, la gente común no puede entrometerse ni hacer nada. Tan solo pueden dejar todos estos asuntos en manos del destino, y que la naturaleza siga su curso. Lo que el cielo quiera, así sucederá. La gente común sabe muy poco y, además, el cielo no le ha confiado esta clase de responsabilidad hacia su país. La gente común solamente lleva su hogar en el corazón y, mientras mantenga su hogar, es suficiente y ha cumplido con su responsabilidad.
Al igual que otros dichos sobre la conducta moral, “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” es una idea y un punto de vista propuestos por los pensadores para mantener a los gobernantes en el poder y por supuesto también defendidos para que más gente apoye a los gobernantes. De hecho, sea cual sea la clase social en que viva la gente, si esta no tiene ambiciones ni deseos y no quiere meterse en política ni tener nada que ver con la clase dirigente, la definición que la gente tiene de un país desde la perspectiva de la humanidad no es más que los lugares que puede contemplar en su horizonte, la tierra que puede medir a pie o una esfera dentro de la cual puede vivir feliz, libre y legalmente. A cualquiera que tenga ese concepto de país, la tierra donde vive y su esfera de vida pueden brindarle una vida estable, feliz y libre, lo cual es una necesidad básica en su vida. Esta necesidad básica es también un rumbo y un objetivo que la gente se esfuerza por defender. En cuanto esta necesidad básica se vea desafiada, perturbada o vulnerada, la gente sin duda se levantará a defenderla espontáneamente. Esta defensa está justificada y surge tanto de las necesidades de la humanidad como de las de supervivencia. No hace falta decirle a la gente: “Cuando tu localidad natal y tu hábitat se enfrenten a la invasión de un enemigo extranjero, debes levantarte a defenderlos, levantarte a luchar contra los invasores”. Se levantará a defenderlos automáticamente. Es el instinto del ser humano, además de su necesidad de supervivencia. Por ello, con una persona normal no es necesario utilizar ideas como “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” para animarla a proteger su patria y su hábitat. Si alguien tiene muchas ganas de inculcarle esas ideas a la gente, su objetivo no es tan sencillo. Su objetivo no es que la gente defienda su hábitat, garantice sus necesidades vitales básicas ni lleve una vida mejor. Tiene otro objetivo, que no es otro que mantener a los gobernantes en el poder. De forma instintiva, la gente hará cualquier sacrificio por proteger su hábitat, y lo protegerá conscientemente junto a su entorno vital para garantizar que se satisfagan sus necesidades básicas de supervivencia sin necesidad de que otros utilicen expresiones grandilocuentes para decirle lo que tiene que hacer o cómo levantarse a proteger su propio hogar. Este instinto, esta conciencia básica, la tienen hasta los animales y sin duda la tienen los seres humanos, seres creados superiores a cualquier animal. Incluso los animales protegen su hábitat, su campo, su hogar y su comunidad de la invasión de enemigos externos. Y si los animales tienen este tipo de conciencia, ¡desde luego que los seres humanos la tienen! Por tanto, la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país”, propuesta por esos pensadores, es superflua para todo integrante de la especie humana. Y en cuanto a la definición de un país en el fondo del corazón de la gente, esta idea es, básicamente, superflua también. Sin embargo, ¿por qué siguieron proponiéndola esos pensadores? Porque querían alcanzar otro objetivo. Su verdadero objetivo no era que la gente viviera mejor en su hábitat actual ni que tuviera un entorno vital más estable, alegre y feliz. No partían desde la perspectiva de proteger a la gente ni desde la de defender el hábitat de esta, sino desde la perspectiva y la postura de los gobernantes, para inculcarle al pueblo la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” e instigarlo a hacerla propia. Si tú no tienes esta idea, tu ámbito de pensamiento se considerará inferior y serás ridiculizado por todos y despreciado por todo grupo étnico; si no has hecho propia esta idea, si no tienes esta rectitud mayor y esta mentalidad, se te considerará una persona de carácter moral inferior, un canalla egoísta y despreciable. Estos supuestos canallas son personas despreciadas en la sociedad, discriminadas y desdeñadas por ella.
En este mundo, en la sociedad, cualquiera que nazca en un país pobre o atrasado o proceda de una nación humilde, vaya donde vaya, en cuanto declare su nacionalidad, determinarán inmediatamente su estatus, lo considerarán inferior a los demás, lo menospreciarán y lo discriminarán. Si tu nacionalidad es la de un país poderoso, tendrás un estatus muy elevado entre todos los grupos étnicos y serás considerado superior a los demás. Por eso la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” ocupa un espacio importante en el corazón de la gente. La gente tiene un concepto muy finito y concreto de país, pero, dado que el destino de su país tiene mucho que ver con la forma en que toda la especie humana trata a cualquier grupo étnico y a cualquier persona de otro país, así como el método y los criterios con que determina su estatus, todo el mundo está íntimamente influido en mayor o menor medida por la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país”. ¿Y cómo debería librarse la gente de la influencia de esta idea? Veamos primero cómo le influye. Aunque la definición de país que tiene la gente no va más allá del entorno concreto en que vive, y la gente solo quiere mantener su derecho elemental a la vida y sus necesidades de supervivencia para poder llevar una existencia mejor, hoy día toda la especie humana está en constante movimiento y circulación, y los seres humanos aceptan inconscientemente la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país”. Es decir, desde la perspectiva de la humanidad, la gente no quiere aceptar definiciones huecas y grandilocuentes de país como “gran nación”, “dinastía próspera”, “superpotencia”, “potencia tecnológica”, “potencia militar”, etc. En la humanidad normal no existen estos conceptos, y la gente no quiere preocuparse por estas cosas en su vida cotidiana. No obstante, al mismo tiempo, al relacionarse con el resto de seres humanos, la gente espera tener la nacionalidad de un país poderoso. En particular, cuando viajes al extranjero y te encuentres entre personas de otras etnias, estarás convencido de que el destino de tu país afecta a tus intereses vitales. Si tu país es poderoso y rico y tiene un estatus elevado en el mundo, tu estatus entre la gente será elevado, en consonancia con el de tu país, y estarás muy bien considerado. Si procedes de un país pobre, de una nación pequeña o de un grupo étnico poco conocido, tu estatus será más humilde, acorde con tu nacionalidad y etnia. Sin importar qué clase de persona seas, cuál sea tu nacionalidad ni a qué raza pertenezcas, si vives exclusivamente en una esfera reducida, la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” no tendrá ninguna influencia en ti. Sin embargo, cuando se juntan personas de diferentes países de todo el género humano, la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” es aceptada por más gente. Esta aceptación no es pasiva, sino una comprensión más profunda por parte de tu voluntad subjetiva de que el dicho “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” es correcto, pues el destino de tu país está indisolublemente relacionado con tu estatus, reputación y valor entre la gente. En ese momento ya no crees que el concepto y definición de tu país sea solamente el pequeño lugar donde naciste y creciste. Esperas, en cambio, que tu país se haga más grande y fuerte. Ahora bien, cuando regresas a tu país, este vuelve a ser muy concreto en tu mente. Este lugar concreto no es una nación informe, sino el sendero, el arroyo y el pozo de tu localidad y los campos de tu casa, donde tú cultivas. Por tanto, volver a tu país, tiene lo que a ti respecta, supone más concretamente volver a tu localidad, volver a casa. Y, cuando vuelves a casa, da igual si el país existe o no, quién es el gobernante, lo grande que es el territorio del país, cuál es su situación económica o si es pobre o rico; nada de eso te importa. Mientras tu hogar siga allí, cuando te eches la maleta al hombro con la intención de volver, tendrás un rumbo y un objetivo. Mientras sigas teniendo un lugar donde asentarte y el lugar donde naciste y creciste siga ahí, tendrás un sentido de pertenencia y un destino. Aunque el país en que se encuentre ya no exista y el gobernante haya cambiado, mientras tu hogar siga ahí, tendrás un hogar al que volver de todos modos. Este es un concepto de país muy contradictorio y difuso en la mente de la gente, pero también un concepto de hogar muy concreto. En realidad, la gente no está muy segura de si la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” es correcta o no. Sin embargo, como esta idea tiene cierta repercusión en su estatus social concreto, la gente desarrolla inconscientemente un gran sentido de país, nacionalidad y raza. Cuando la gente solo habita la pequeña esfera de su localidad natal, tiene cierto grado de inmunidad o resistencia a la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país”. No obstante, cuando sale de su localidad y su patria y trasciende el dominio de su país, tiene inconscientemente cierta consciencia y aceptación de la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país”. Por ejemplo, cuando salgas al extranjero, si alguien te pregunta de qué país eres, pensarás: “Si digo que soy de Singapur, la gente me tendrá en alta estima; en cambio, si digo que soy chino, me menospreciará”. Así pues, no te atreves a decirles la verdad. Sin embargo, un día se desenmascara tu nacionalidad. La gente se entera de que eres chino, y a partir de entonces te ve con otros ojos. Te discriminan, menosprecian e incluso consideran ciudadano de segunda. En ese momento piensas inconscientemente: “¡Tiene toda la razón ese dicho de que ‘Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país’! Antes pensaba que no era responsable del destino de mi país, pero ahora me parece que es algo que afecta a todos. Cuando el país prospera, todos prosperan, pero, cuando el país cae, todos sufren por ello. ¿No es pobre nuestro país? ¿No es una dictadura? ¿Y no tienen mala reputación los gobernantes? Por eso me desprecia la gente. Mira qué acomodados y felices están en los países occidentales. Tienen libertad para ir a cualquier parte y creer en cualquier cosa. En cambio, a nosotros, bajo el régimen comunista, nos persiguen por creer en Dios, y debemos huir muy lejos sin poder regresar a casa. ¡Qué maravilloso sería si hubiéramos nacido en un país occidental!”. En ese momento te parece sumamente importante la nacionalidad, y el destino de tu país pasa a ser importante para ti. En cualquier caso, cuando la gente vive en un entorno y un contexto así, se ve influida inconscientemente por la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” y se deja llevar por ella en mayor o menor medida. En ese punto, las conductas de la gente y sus opiniones, perspectivas y puntos de vista sobre las personas, asuntos y cosas varían en mayor o menor medida y, por supuesto, esto da lugar a consecuencias y efectos de diversa magnitud. Por consiguiente, hay cierto número de pruebas concretas de la influencia del dicho “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” en la mentalidad de la gente. Aunque su concepto de país no está tan claro desde la perspectiva de la humanidad, en determinados contextos sociales, la nacionalidad que conlleva la pertenencia a un país sigue influyendo en la gente. Si la gente no comprende la verdad y no percibe claramente estas cuestiones, no podrá librarse de las trabas y los efectos erosivos de esta idea, lo que también afectará a su estado de ánimo y a su actitud al lidiar con las cosas. Ya sea desde la perspectiva de la humanidad o en relación con los cambios y avances en la mentalidad de la gente cuando cambia el entorno general, la idea propuesta por Satanás de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” tiene cierta influencia en la gente y, efectivamente, cierto efecto erosivo en el pensamiento humano. Como la gente no sabe explicar correctamente asuntos como el destino de un país y no comprende la verdad relacionada con este asunto, suele dejarse llevar y corromperse por esta idea en distintos ambientes, o bien le afecta a su estado de ánimo. Sencillamente, no vale la pena.
En cuanto a la cuestión del destino de un país, ¿debe comprender la gente cómo lo contempla Dios y cómo debe contemplarlo ella correctamente? (Sí). La gente debe comprender de forma precisa qué punto de vista debe adoptar en relación con esta cuestión, para así librarse de los efectos erosivos y la influencia que ejerce sobre ella la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país”. Examinemos primero si el destino de un país puede verse influido por cualquier persona, fuerza o grupo étnico. ¿Quién decide el destino de un país? (Lo decide Dios). Exacto, hay que comprender esta causa fundamental. El destino de un país está estrechamente relacionado con la soberanía de Dios y no guarda relación con nadie más. Ninguna fuerza, idea ni persona puede cambiar el destino de un país. ¿Qué abarca el destino de un país? Su prosperidad y decadencia. Independientemente de que el país sea desarrollado o atrasado, de su situación geográfica, de la extensión de su territorio, de su tamaño, de todos sus recursos —los que haya en la tierra, en el subsuelo y en el aire—, de quién sea su gobernante, de qué tipo de personas formen la jerarquía dirigente, de cuáles sean los principios políticos guía y el método de gobierno de su dirigente, de si reconocen y se someten a Dios y de su actitud hacia Él, etc., todas estas cosas influyen en el destino del país. Estas cosas no las determina ninguna persona sola, ni mucho menos ninguna fuerza. Ninguna persona sola o poder tiene la última palabra, y tampoco la tiene Satanás. ¿Y quién tiene la última palabra? Solo Dios tiene la última palabra. Los seres humanos no entienden estas cosas, y Satanás tampoco, pero es desafiante. Constantemente quiere tomar las riendas de los seres humanos y dominarlos, por lo que constantemente utiliza ideas y opiniones incendiarias y desorientadoras para promover cosas como la conducta moral y las costumbres sociales y para que el pueblo acepte estas ideas, con lo que explota al pueblo para que sirva a los gobernantes y los mantenga en el poder. No obstante, en realidad, haga lo que haga Satanás, el destino de un país no guarda relación alguna con él ni con cuán vigorosa, profunda y ampliamente se difundan estas ideas de la cultura tradicional. Las condiciones de vida y forma de existencia de cualquier país en cualquier período —sea rico o pobre, atrasado o desarrollado, e independientemente de su clasificación entre los numerosos países del mundo— no guardan relación alguna con la fortaleza del mandato de los gobernantes, con la enjundia de las ideas de estos pensadores ni con el vigor con que las difunden. El destino de un país únicamente guarda relación con la soberanía de Dios y con la época en que Dios gestiona a todo el género humano. En toda época en que Dios tenga que obrar, gobernar e instrumentar cualquier cosa, guiar a toda la sociedad en la dirección que sea y propiciar cualquier forma de sociedad, durante ese período aparecerán ciertos protagonistas extraordinarios y sucederán cosas grandes y extraordinarias. Por ejemplo, una guerra, la anexión de territorios de unos países a otros, la aparición de extraordinarias tecnologías emergentes o incluso el movimiento de todos los océanos y placas continentales de la tierra, etc.; todas estas cosas están sujetas a la soberanía y las disposiciones de la mano de Dios. También es posible que la aparición de una persona irrelevante lleve a toda la especie humana a dar un enorme paso adelante. Es igualmente posible que un acontecimiento muy irrelevante e insignificante desencadene una migración masiva de seres humanos; que, bajo los efectos de un acontecimiento insignificante, todo el género humano sufra una gran transformación, o que en mayor o menor medida se produzcan cambios en cuanto a economía, asuntos militares, negocios, tratamientos médicos, etc. Estos cambios influyen en el destino de cualquier país de la tierra, y también en su prosperidad y decadencia. Por eso el destino, el auge y la caída de cualquier país, poderoso o débil, guardan relación con la gestión de Dios entre el género humano y con Su soberanía. ¿Por qué, entonces, quiere hacer Dios las cosas de esta manera? En el origen de todo se hallan Sus intenciones. En pocas palabras, la supervivencia, el auge y la caída de cualquier país o nación no guardan relación alguna con ninguna raza, poder, clase dirigente, modalidad o método de gobierno o individuo. Solamente guardan relación con la soberanía del Creador, y también con la época en que el Creador gestiona al género humano, así como con el siguiente paso que dará el Creador para gestionarlo y guiarlo. Por tanto, todo lo que Dios hace influye en el destino de todo país, nación, raza, grupo o individuo. Desde este punto de vista cabe afirmar que el destino de todo individuo, raza, nación y país están ciertamente vinculados y estrechamente ligados, y que hay una relación indisoluble entre ellos. Ahora bien, la relación entre estas cosas no se produce a raíz de la idea y la opinión de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país”, sino a raíz de la soberanía del Creador. Precisamente porque el destino de estas cosas está bajo la soberanía del único Dios verdadero, el Creador, hay una relación indisoluble entre ellas. Esta es la causa fundamental y la esencia del destino de un país.
Desde la perspectiva de la mayoría de la población, ¿qué punto de vista se debería tener en cuanto al destino del propio país? En primer lugar, habría que ver cuánto hace el país por salvaguardar a la mayoría de la población y mantenerla satisfecha. Si la mayoría de la población vive bien, tiene libertad y derecho a expresarse libremente, si todas las políticas promulgadas por el gobierno nacional son muy racionales y el pueblo las considera justas y razonables, si es posible salvaguardar los derechos humanos de la gente corriente, y si no se despoja al pueblo del derecho a la vida, es natural que el pueblo acabe dependiendo del país, se sienta feliz viviendo en él y lo ame de todo corazón. Así todo el mundo será responsable del destino de dicho país, el pueblo estará sinceramente dispuesto a cumplir con su responsabilidad hacia él y querrá que exista por siempre porque favorece su vida y todos sus asuntos. Si dicho país no es capaz de salvaguardar la vida de la gente corriente, si no le concede los derechos humanos que merece y esta ni siquiera tiene libertad de expresión, si quienes dicen lo que piensan se exponen a restricciones y purgas e incluso prohíben al pueblo hablar o debatir lo que desee, si al país no le importa cuando someten al pueblo a intimidación, humillación y persecución, si no hay libertad alguna y al pueblo se le priva de sus derechos humanos y del derecho a la vida básicos, si a quienes creen y siguen a Dios se les llega a reprimir y perseguir de tal forma que no pueden volver a casa, y si los creyentes son asesinados impunemente, entonces dicho país es un país de diablos, un país de Satanás, no un país de verdad. En tal caso, ¿debería ser todo el mundo responsable de su destino aun así? Si el pueblo ya detesta y odia de corazón a dicho país, aunque en teoría admita su responsabilidad hacia él, no estará dispuesto a cumplirla. Si viene un enemigo poderoso a invadir ese país, la mayoría incluso albergará la esperanza del colapso inminente de este para poder llevar una vida feliz. Por consiguiente, que todo el mundo sea responsable del destino de un país depende de cómo trate el gobierno al pueblo. El quid de la cuestión es si cuenta con apoyo ciudadano, ya que se determina principalmente en función de este aspecto. El otro aspecto es, esencialmente, que detrás de cualquier cosa que le ocurra a cualquier país hay una serie de razones y factores que hacen que esto ocurra, y eso no es algo en lo que pueda influir una persona corriente o insignificante. Por ello, en cuanto al destino de un país, ningún individuo ni grupo étnico tiene la última palabra ni la potestad de entrometerse. ¿No es un hecho? (Sí). Supongamos, por ejemplo, que la clase dirigente de tu país quiere expandir su territorio y apoderarse de las mejores tierras, infraestructuras y recursos de un país vecino. Tras tomar la decisión, la clase dirigente comienza a preparar a las fuerzas militares, a recaudar fondos, a almacenar todo tipo de suministros y a debatir cuándo iniciar la expansión territorial. ¿Tiene derecho el pueblo llano a saber todo esto? Tú ni siquiera tienes derecho a saberlo. Lo único que sabes es que en los últimos años han aumentado los impuestos, gravámenes y tasas estatales bajo diversos pretextos, así como la deuda nacional. Tu única obligación es pagar impuestos. ¿Tiene algo que ver contigo lo que le ocurra al país y lo que hagan los gobernantes? Hasta el momento en que el país decida ir a la guerra, solo la clase dirigente sabe qué país y qué territorios invadirá y cómo; ni siquiera lo saben los soldados que serán enviados a la batalla. Ellos ni siquiera tienen derecho a saberlo. Tienen que luchar donde señale el gobernante. Por qué luchan, cuánto tiempo, si pueden ganar o no y cuándo podrán volver a casa, simplemente no lo saben, no saben nada de nada. Envían a la guerra a los hijos de algunas personas, pero los progenitores, ni siquiera llegan a saberlo. Peor aún, cuando matan a sus hijos, ni siquiera llegan a enterarse. Hasta que no les devuelven las cenizas no se enteran de que sus hijos han muerto. Así pues, dime, ¿guardan el destino de tu país, las cosas que tu país hará y las decisiones que tomará alguna relación contigo, una persona corriente? ¿Te informa el país a ti, una persona corriente, de estas cosas? ¿Tienes derecho a participar en la toma de decisiones? Ni siquiera tienes derecho a saber, ni mucho menos a participar en la toma de decisiones. Sea lo que sea tu país para ti, ¿guarda alguna relación contigo el hecho de cómo se desarrolle, qué rumbo tome y cómo se gobierne? Eso no tiene nada que ver contigo. ¿Por qué? Porque eres una persona corriente y todas estas cosas solamente tienen que ver con los gobernantes. La última palabra la tienen los gobernantes, la clase dirigente y quienes tienen intereses creados, pero no tiene nada que ver contigo como persona corriente. Por eso has de tener algo de conciencia de ti mismo. No hagas cosas irracionales; no hay necesidad de que des la vida ni de que te pongas en peligro por un gobernante. Supongamos que los gobernantes del país son unos dictadores y que el poder está en manos de unos diablos que no atienden a los deberes que les corresponden y se pasan el día entregándose a la bebida y al libertinaje, viviendo de forma extravagante y sin hacer nada por el pueblo. El país cae en deuda y en el caos y los gobernantes son corruptos e incompetentes, lo que provoca que lo invada un enemigo extranjero. Será entonces cuando los gobernantes piensen en la gente común y la invoquen diciendo: “‘Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país’. Si sucumbe el país, os espera a todos una vida de penurias. En este momento el país está en apuros y han invadido nuestras fronteras. Para proteger el país, corred al campo de batalla; ¡ha llegado la hora en que el país os necesita!”. Tú lo meditas y piensas: “Exacto, ‘Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país’. El país por fin me necesita por una vez, así que, ya que tengo esta responsabilidad, debo dar la vida por protegerlo. Nuestro país no puede cambiar de manos. ¡Sin este gobernante en el poder, estamos acabados!”. ¿Es una necedad pensar así? Los gobernantes de estas dictaduras niegan y se oponen a Dios, comen, beben y se divierten todo el día, se comportan de forma temeraria, pisotean a la gente común y hacen daño y tratan cruelmente a las masas. ¡Si te apresuras valerosa e intrépidamente a proteger a unos gobernantes como estos, sirviéndoles de carne de cañón en el campo de batalla y desperdiciando tu vida por ellos, eres claramente un necio y estás prometiendo una lealtad ciega! ¿Por qué afirmo que eres claramente un necio? ¿Por quién luchan exactamente los soldados en el campo de batalla? ¿Por quién desperdician su vida? ¿A quién le sirven de carne de cañón? Y si precisamente tú, un plebeyo débil y endeble, vas a la batalla, eso es una muestra de temeridad y un desperdicio de vida. Si llega la guerra, debes orar a Dios para pedirle que te proteja para poder huir a un lugar seguro, en vez de hacer un sacrificio inútil y resistir. ¿Qué se entiende por sacrificio inútil? La temeridad. Naturalmente, en el país habrá personas dispuestas a defender el espíritu de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país”, a proteger a los gobernantes y a jugarse la vida por ellos. Como el destino del país tiene gran repercusión en los intereses y la supervivencia de esas personas, que se ocupen ellas de los asuntos del país. Tú eres una persona corriente, no tienes la capacidad de proteger el país, y estas cosas no tienen que ver contigo. ¿Qué clase de país merece ser defendido exactamente? Si es un país con unos sistemas libres y democráticos y el gobernante realmente hace cosas por el pueblo y puede garantizarle una vida normal, entonces ese país merece ser defendido y protegido. Para la gente común, proteger un país así equivale a proteger su propio hogar, que es una responsabilidad ineludible, por lo que está dispuesta a trabajar por el país y a cumplir con su responsabilidad. Sin embargo, si gobiernan el país los diablos o Satanás y los gobernantes son tan perversos e incompetentes que el mandato de estos reyes diabólicos se agota y deben dimitir, Dios levantará a un país poderoso para invadirlo. Es una señal del cielo a los seres humanos para decirles que los gobernantes de dicho régimen deben dimitir y que no son dignos de semejante poder, de dominar ese territorio ni de que el pueblo de ese país los mantenga, pues no han hecho nada en absoluto por dotar de bienestar a la población del país ni tampoco su mandato ha beneficiado en modo alguno a la gente común ni le ha alegrado la vida en absoluto. Solamente han atormentado a la gente común, le han hecho daño y la han torturado y maltratado. Por tanto, dichos gobernantes deben dimitir y renunciar al cargo. Si este régimen es reemplazado por un sistema democrático con personas virtuosas en el poder, esto colmará las esperanzas y expectativas de la población y, además, estará en consonancia con la voluntad del cielo. Los que acaten los caminos del cielo prosperarán, mientras que los que se resistan al cielo perecerán. Como ciudadano de a pie, si te dejas desorientar constantemente por la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” y siempre idolatras y sigues a la clase dirigente, seguramente morirás antes de tiempo y es probable que te conviertas en víctima expiatoria y objeto funerario de la clase dirigente. Si persigues la verdad, si evitas dejarte desorientar por Satanás y si eres capaz de escapar a su influencia y de conservar tu vida, tendrás la esperanza de ver surgir un país positivo, de ver a sabios maestros y gobernantes asumir el poder y de ver que se establece un buen sistema social, y tendrás la suerte de vivir una vida feliz. ¿No es esta la decisión de una persona inteligente? No pienses que quienes invaden son enemigos o diablos; no es así. Si siempre consideras a los gobernantes como seres supremos, superiores a los demás y eternos amos de esta tierra, sin importar cuántas cosas malas hagan ni cuánto se resistan a Dios y traten cruelmente a los creyentes, es un grave error. Piénsalo: una vez que fueron erradicadas las dinastías feudales del pasado y los seres humanos empezaron a vivir bajo una serie de sistemas sociales relativamente democráticos, llegaron a ser algo más libres y felices, su vida se volvió materialmente mejor que antes, y la amplitud de miras, conocimiento y puntos de vista del género humano sobre diversas cosas se volvieron más avanzados que los de antes. Si el pueblo fuera retrógrado en su forma de pensar, creyera constantemente que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” y siguiera queriendo revivir viejas tradiciones, restaurar el dominio de los emperadores y volver a un sistema feudal, ¿podría haberse desarrollado tanto el género humano? ¿Sería su hábitat como el de ahora? Desde luego que no. Por tanto, cuando el país esté en apuros, si sus leyes estipulan que debes cumplir con tus deberes cívicos y hacer el servicio militar, deberás hacerlo conforme a la ley. Si tienes que entrar en combate durante el servicio militar, también has de cumplir con tu responsabilidad, pues es lo que debes hacer por ley. No puedes infringir la ley y debes cumplirla. Si la ley no lo exige, eres libre de elegir. Si el país en que resides reconoce a Dios, lo sigue, lo venera y cuenta con Sus bendiciones, hay que defenderlo. Si el país en que resides se resiste y persigue a Dios y detiene y oprime a los cristianos, dicho país es un país satánico gobernado por diablos. Por resistirse constantemente a Dios con furia desquiciada, ya ha ofendido el carácter de Dios y Él lo ha maldecido. Cuando un país así se enfrenta a la invasión de un enemigo extranjero y se ve acosado por problemas dentro y fuera de sus fronteras, es un momento de indignación, descontento y resentimiento generalizados entre Dios y el género humano. ¿No es el momento en que Dios quiere suscitar cierto ambiente para destruir este país? Ahora es cuando Dios empieza a obrar. Dios ha escuchado las oraciones del pueblo, y ha llegado el momento de que repare los agravios cometidos contra Su pueblo escogido. Esto es bueno y, asimismo, una buena nueva. El momento en que Dios está a punto de destruir a los diablos y a Satanás es también el momento de que el pueblo escogido de Dios se emocione inmensamente y vaya por ahí difundiendo la noticia. En ese momento no debes arriesgar la vida por la clase dirigente. Con sabiduría, debes despojarte de las restricciones impuestas por la clase dirigente, huir deprisa por tu vida y salvarte con urgencia. Algunos preguntan: “Si huyo, ¿seré un desertor? ¿No es egoísta eso?”. También podrías no ser un desertor y limitarte a vigilar tu casa y a esperar a que los invasores la bombardeen y ocupen, a ver entonces cuál es el desenlace. Lo cierto es que, cuando se produce cualquier gran acontecimiento de importancia nacional, la gente corriente no tiene derecho a elegir por sí misma. Lo único que pueden hacer todos es esperar pasivamente, observar y soportar las consecuencias inevitables de dicho acontecimiento. ¿No es un hecho? (Sí). En efecto, lo es. En cualquier caso, huir es lo más sensato. Eres responsable de proteger tu propia vida y la seguridad de tu familia. Si exigieran a todo el mundo ser responsable del destino de su país y eso provocara que todos murieran y no quedara del país sino una extensión de tierra, ¿seguiría existiendo la esencia del país? “País” no sería más que una palabra hueca, ¿no? A ojos de los dictadores, las vidas humanas son lo menos valioso en comparación con sus ambiciones y deseos, sus actos de agresión y cualquiera de sus decisiones y acciones, pero, a ojos de Dios, las vidas humanas son lo más importante. Que colaboren y se sacrifiquen por los gobernantes aquellos que están dispuestos a ser carne de cañón de dictadores y a defender el espíritu del dicho “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país”. Los que siguen a Dios no tienen obligación de sacrificarse por un país de Satanás. También se podría decir así: que los obedientes vástagos de Satanás y aquellos que lo siguen se sacrifiquen por su gobierno y por sus ambiciones y deseos. Está bien que sean carne de cañón. Nadie los obligó a tener unas ambiciones y unos deseos tan grandes. Simplemente les gusta obedecer a los gobernantes y están empeñados en jurar lealtad a los diablos, aunque mueran por ello. Al final se convierten en víctimas expiatorias y ornamentos funerarios de Satanás, que es lo que merecen.
Cuando un país invade otro, o cuando una transacción desequilibrada con otro país conduce a una guerra, la víctima es, en última instancia, la gente común, todo aquel que vive en ese territorio. Es un hecho que algunas guerras podrían evitarse si una de las partes fuera capaz de ceder, de dejar atrás sus ambiciones, sus deseos y su poder, y de pensar en la supervivencia de la gente común. En realidad, muchas guerras se deben a que los gobernantes se aferran a su mandato, no quieren soltar ni perder el poder que tienen en sus manos, sino que se aferran obstinadamente a sus creencias, al poder y a sus intereses. Cuando estalla la guerra, la víctima es el pueblo llano, la gente corriente. En tiempos de guerra se desperdiga por todas partes y son las personas menos capaces de resistir todo esto. ¿Tienen estos gobernantes en cuenta a la gente común? Imagina que un gobernante dijera: “Si me aferro a mis creencias y teorías, puedo acabar desencadenando una guerra y las víctimas serán la gente corriente. Aunque gane, esta tierra será destruida por las armas y municiones y los hogares en los que vive el pueblo serán destruidos, por lo que las personas que residen en esta tierra no tendrán una vida feliz en un futuro. Para proteger al pueblo, dimitiré, me desarmaré, me rendiré y cederé”; e imagina que acto seguido se evitara la guerra. ¿Existe algún gobernante así? (No). De hecho, la gente común no quiere pelear ni meterse en rivalidades o contiendas entre fuerzas políticas. Todos son enviados pasivamente al campo de batalla y a la guillotina por el gobernante. Todas estas personas enviadas al campo de batalla, tanto si mueren como si sobreviven, sirven en última instancia para mantener al gobernante en el poder. Entonces, ¿es el gobernante el beneficiario último? (Sí). ¿Qué puede ganar la gente común con la guerra? La gente común solo puede ser devastada por ella y sufrir la destrucción de sus hogares y del hábitat del que depende. Algunos pierden a su familia, e incluso más se ven desplazados, sin hogar y sin perspectivas de regresar. No obstante, el gobernante afirma grandilocuente que la guerra se inició para proteger los hogares del pueblo y su supervivencia. ¿Se sostiene esta afirmación? ¿No es un disparate hipócrita? Al final es el pueblo llano, la gente, quien padece las malvadas consecuencias de esto, y el mayor beneficiado es el gobernante. Puede seguir gobernando sobre el pueblo y la tierra, mantener el poder en sus manos y continuar en su posición de mandatario dando órdenes, mientras la gente corriente vive con apuros, sin futuro ni esperanza. Hay quien piensa que la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” es absolutamente cierta. Examinándola ahora, ¿es cierta? (No, no es cierta). Este dicho no tiene ni pizca de cierto. Si se examina desde la perspectiva de las motivaciones de Satanás para inculcarle esta idea al pueblo, o a partir de las tramas, deseos y ambiciones de los gobernantes en diversas etapas a lo largo de la historia del desarrollo humano, o a partir de cualquier hecho relacionado con el destino de un país, no hay persona normal, individuo ni grupo étnico que pueda controlar que ocurran estos acontecimientos. Al final las víctimas son las masas desprevenidas y el pueblo llano, mientras que los que más se benefician son la clase dirigente del país, los gobernantes en la cúspide. Cuando el país está en apuros, envían a la gente común al frente para utilizarla como carne de cañón. Cuando el país no está en apuros, la gente común es la mano que les da de comer. Explotan a la gente común, la desangran y viven de ella, obligando a la gente a mantenerlos y, en definitiva, llegando a inculcarle la idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país” y obligándola a aceptarla. Quien no la acepta es tachado de antipatriota. El mensaje que transmiten estos gobernantes es: “El objetivo de mi gobierno es que viváis felices. Sin mi gobierno, no podríais sobrevivir, así que debéis hacer lo que yo diga, ser ciudadanos obedientes y estar siempre dispuestos a consagraros al destino de vuestro país y a sacrificaros por ello”. ¿Quién es el país? ¿Quién es sinónimo de país? Los gobernantes son sinónimo de país. Al inculcarle al pueblo esta idea de que “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país”, en cierto sentido le obligan a cumplir con sus responsabilidades sin elección, vacilación ni objeción alguna. En otro sentido, le dicen al pueblo que el destino del país y la cuestión de si sus gobernantes permanecen en el poder o son destituidos son de gran importancia para la población, por lo que deben esmerarse en defender tanto el país como a sus gobernantes para garantizar su existencia normal. ¿Es realmente así? (No). Es evidente que no. Los gobernantes incapaces de someterse a Dios, de seguir Su voluntad o de trabajar por la gente común no se ganarán el apoyo popular y no serán buenos mandatarios. Si, en lugar de actuar por el bien de la gente común, los gobernantes únicamente persiguen sus propios intereses, pisotean a la gente y le exprimen el sudor y la sangre como parásitos, esos gobernantes son satanases y diablos y no merecen el apoyo del pueblo por muy poderosos que sean. Si el país no tuviera esos gobernantes, ¿existiría? ¿Existiría la vida del pueblo? Existirían igualmente, y el pueblo hasta podría vivir mejor. Si el pueblo ve con claridad la esencia de la cuestión de cuáles deben ser sus obligaciones y responsabilidades hacia su país, entonces, viva en el país en el que viva, debe tener unos puntos de vista correctos sobre los principales asuntos de ese país y sobre las cuestiones relativas a la política y al destino del mismo. Cuando tú consigas tener estos puntos de vista correctos, podrás tomar la decisión correcta en asuntos relacionados con el destino del país. En cuanto al destino de un país, ¿comprendéis básicamente la verdad que debería comprender la gente? (Sí).
He hablado mucho del dicho sobre la conducta moral “Todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país”. ¿He hablado claramente sobre el concepto de país, la influencia del término “país” en las personas en sociedad, las responsabilidades que estas deben tener hacia su país y su nación en lo que atañe al destino de ese país, las decisiones que deben tomar y lo que le exige Dios al género humano en este asunto? (Sí). Entonces, aquí termina nuestra enseñanza de hoy.
11 de junio de 2022