Qué significa perseguir la verdad (4)

Comencemos recordando lo que hablamos en la última reunión. (En la última reunión hablamos de “Qué significa perseguir la verdad”. Primero nos centramos en esta pregunta: “Dado que las cosas que la gente considera buenas y correctas no son verdad, ¿por qué sigue aferrándose a ellas como si fueran la verdad y piensa que, de ese modo, la persigue?”. Expusiste tres motivos para ello. Hablaste, principalmente, del primero: qué son exactamente esas cosas que la gente considera buenas y correctas según sus nociones). En la última reunión hablamos, principalmente, del primer motivo. Tratamos aquello que, conforme a las nociones de la gente, se considera bueno y correcto, y lo dividimos en dos grandes categorías: “buenas conductas” y “buena conducta moral”. En total, puse seis ejemplos de la primera categoría, la de “buenas conductas”: ser culto y sensato, ser gentil y refinado, ser cortés, respetar a los mayores y amar a los pequeños, ser amable y ser accesible. Aún no hemos hablado de la segunda categoría, la “buena conducta moral”. Hay cuestiones que debemos repasar un poco tras hablar de ellas, para suavizar y aclarar las verdades y los principios que se hayan enseñado, y para que todo quede nítido y claro. Así, te resultará más fácil comprender la verdad. La última vez compartimos algunos apartados generales y ejemplos concretos. Parece mucho, pero en realidad solo hablamos de cosas concretas dentro de esos apartados generales y las desglosamos para que la enseñanza fuera un poco más clara y explícita. Pusimos seis ejemplos de buenas conductas, pero no los pormenorizamos uno por uno. Entre esos ejemplos, ser culto y sensato es una representación clásica de lo que la gente considera correcto y bueno según sus nociones. Hablamos un poco más de este ejemplo. El resto son similares; podéis aplicar un método similar para diseccionarlos y discernirlos.

Hoy, antes de entrar propiamente en el contenido del que vamos a hablar, os contaré dos relatos breves. ¿Os gusta escuchar historias? (Sí). No es tan cansado escuchar una historia y tampoco requiere de demasiada concentración. Es relativamente llevadero y puede resultar muy interesante. Por tanto, prestad atención y, mientras escucháis el contenido de las historias, pensad también por qué las cuento: qué ideas concretas y centrales contienen o, en otras palabras, qué cosas prácticas puede aprender la gente escuchándolas. Muy bien, comencemos. Estas son las historias de Xiaoxiao y Xiaoji.

Las historias de Xiaoxiao y Xiaoji

Durante algún tiempo, Xiaoxiao había notado cierto dolor en sus ojos, además de visión borrosa, sensibilidad a la luz, lagrimeo por el viento, la sensación de que tenía algo en los ojos y síntomas similares. Se los frotaba, pero no servía de mucho. No sabía qué le pasaba. Pensaba: “Nunca he tenido problemas oculares y estoy bien de la vista. ¿Qué me ocurre?”. Cuando se miraba al espejo, sus ojos tenían el mismo aspecto que antes, solo que un poco más rojos y, a veces, algo inyectados en sangre. A Xiaoxiao, esto le resultaba desconcertante y, hasta cierta medida, inquietante. Al principio no le prestó demasiada atención, pero cuando los síntomas empezaron a aparecer con mayor frecuencia, le resultó insoportable. Lo meditó: “¿Debería ir al médico o intentar investigarlo por mi cuenta? Sería un fastidio buscar información al respecto y podría malinterpretar el problema real. Mejor voy directamente al médico; seguro que me da un diagnóstico preciso”. Así pues, fue al médico. El médico lo examinó y no encontró ningún problema grave. Le recetó un colirio normal y le aconsejó que se cuidara los ojos y no los fatigara. Xiaoxiao se sintió muy aliviado al saber que no tenía ningún problema grave. Ya en casa, se echaba el colirio todos los días a las horas y en la dosis que le había indicado el médico, y en pocos días mejoraron sus síntomas. Se quitó un gran peso de encima: consideraba que, si la medicina podía curarlo, el problema no podía ser grave. Sin embargo, esa sensación no duró mucho y, poco después, reaparecieron los síntomas. Aumentó la dosis de colirio, sus ojos mejoraron un poco y los síntomas se aliviaron ligeramente. No obstante, días después volvió a tener los ojos como antes, y los síntomas empeoraron y se hicieron más frecuentes. Xiaoxiao no le encontraba sentido y sintió que le invadía de nuevo la tristeza: “¿Qué hago? La medicina que me dio el médico no funciona. ¿Acaso significa que tengo algún problema grave en los ojos? No puedo dejarlo pasar”. Esta vez, decidió no volver al médico ni consultarle sus problemas. Optó, por el contrario, por resolverlo él mismo. Entró en internet y encontró videos e información de todo tipo sobre sus síntomas. Según la mayoría de ellos, estos problemas se debían a un mal uso de los ojos, debía cuidarlos y era aún más importante que los utilizara correctamente. Consideró que estos consejos no eran útiles y que no resolvían su problema. Por ello, siguió buscando información. Un día encontró un recurso que decía que sus síntomas podían deberse a una hemorragia retiniana, la cual podía producir glaucoma. También era posible que sus síntomas, a medida que avanzaran, se convirtieran en cataratas. Cuando Xiaoxiao leyó las palabras “glaucoma” y “cataratas”, le dio un vuelco la cabeza. Todo se fundió a negro y estuvo a punto de desmayarse; el corazón le latía con fuerza en el pecho. “Oh, Dios mío, ¿qué me pasa? ¿En serio voy a tener glaucoma y cataratas? He oído que las cataratas requieren cirugía y que, si tienes glaucoma, ¡es probable que te quedes ciego! Eso acabaría conmigo, ¿no es cierto? Aún soy joven. Si me quedo ciego, ¿cómo haré para vivir el resto de mi vida? ¿Qué me esperaría a partir de ese momento? ¿Pasaré la vida a oscuras?”. Cuando miró las palabras “glaucoma” y “cataratas” en la página, se dio cuenta de que ya no podía quedarse quieto. Angustiado, se sumía cada vez más en la depresión y el abatimiento. No sabía qué hacer ni cómo afrontaría el porvenir. Le embargaba la tristeza, y todo lo que tenía delante se perdía en una bruma. Ante este problema, cayó en la desesperación absoluta. Perdió el interés por vivir y no era capaz de reunir la energía necesaria para cumplir con su deber. No quería volver al médico ni comentarle sus problemas oculares a nadie. Naturalmente, temía que la gente se enterara de que iba a tener glaucoma o cataratas. Y así pasaba un día tras otro, sumido en la depresión, la negatividad y la confusión. No se atrevía a hacer predicciones ni planes de futuro porque, para él, el futuro era algo terrible y desgarrador. Se pasaba los días deprimido y desesperado, de un humor espantoso. No quería orar ni leer las palabras de Dios y, desde luego, no quería hablar con nadie. Era como si se hubiera convertido en una persona completamente distinta. Tras unos días así, Xiaoxiao tuvo un pensamiento repentino: “Parece que mi situación es lamentable. Puesto que mi futuro es sombrío y Dios, en vez de protegerme, ha permitido que contraiga esta enfermedad, ¿por qué habría de seguir tratando de cumplir con mi deber lo mejor posible? La vida es corta; ¿por qué no aprovecho, mientras todavía tenga buena vista, para hacer algunas cosas que me gustan y darme un capricho? ¿Qué razón tiene llevar una vida tan agotadora? ¿Por qué debo hacerme daño y maltratarme tanto?”. Por ello, cuando Xiaoxiao no estaba durmiendo, comiendo o trabajando, pasaba la mayor parte del tiempo en internet jugando, mirando videos y maratones de series e, incluso cuando salía, llevaba el celular y jugaba sin parar. Se pasaba el día absorto en el mundillo de internet. Por supuesto, conforme lo hacía, el dolor de ojos empeoraba y los síntomas también se agravaban. Cuando ya no aguantaba más, se echaba colirio para aliviar los síntomas y, cuando estos mejoraban un poco, volvía a sumergirse en internet a mirar las cosas que le gustaban. Era su forma de mitigar el miedo y el terror que sentía en el fondo de su corazón y de pasar el tiempo para sobrellevar los días. Cada vez que le dolían los ojos y sus síntomas empeoraban, Xiaoxiao miraba inconscientemente a la gente de su entorno y pensaba: “Otras personas usan los ojos igual que yo. ¿Por qué no se les enrojecen, no les lagrimean todo el tiempo y no sienten como si tuvieran algo clavado en ellos? ¿Por qué soy yo el que tiene esta enfermedad? ¿No está Dios teniendo favoritismos? Si me he esforzado tanto por Dios, ¿por qué no me protege? ¡Qué injusto es! ¿Por qué todos los demás tienen la suerte de recibir Su protección, y yo no? ¿Por qué toda la mala suerte recae siempre sobre mí?”. Cuanto más pensaba, más se enojaba y acaloraba, y cuanto más se enojaba, más entretenimiento y ocio quería en internet para ahuyentar su amargura y su ira. Quería librarse de la enfermedad que aquejaba sus ojos lo antes posible, pero cuanto más quería librarse de su amargura y su ira, menos gozo y paz tenía y más desafortunado se sentía por muy absorto que estuviera en internet. Y, en el fondo, se quejaba de que Dios era injusto. Así pasaban los días, uno detrás de otro. El problema en sus ojos no mejoraba y él estaba cada vez de peor humor. Con este telón de fondo, Xiaoxiao se sentía cada vez más impotente y desdichado. Así avanzaba su vida. Nadie podía brindarle ayuda y él tampoco la buscaba. Se pasaba el día aturdido, deprimido e impotente.

Esa fue la historia de Xiaoxiao. Aquí termina. La siguiente es la historia de Xiaoji.

En el deber, Xiaoji se topó con el mismo problema que Xiaoxiao. Veía borroso y, a menudo, tenía los ojos hinchados e irritados. Esto venía acompañado de la frecuente sensación de tener algo clavado en los ojos, y no se sentía mejor tras frotárselos. Pensaba: “¿Qué me está pasando? Antes nunca tuve ninguna molestia en los ojos; nunca he ido al oftalmólogo. ¿Qué les pasa últimamente? ¿Acaso tengo un problema en los ojos?”. Cuando se miraba al espejo, no parecían distintos de como eran antes. Solo le ardían y, cuando parpadeaba con fuerza, los notaba aún más irritados e hinchados y empezaban a lagrimear. Xiaoji notaba que tenía algo malo en los ojos, y pensó: “Los problemas oculares son un gran problema. No debería dejarlo pasar. Aun así, no me siento tan mal y esto no ha afectado a mi vida ni a mi deber. Últimamente, hay mucho trabajo en la iglesia, e ir al médico repercutiría en mi deber. Buscaré información al respecto cuando tenga tiempo libre”. Después de tomar esta decisión, buscó información pertinente en los ratos libres en los que el deber se lo permitía, y supo que no tenía ningún problema importante: su malestar provenía de un uso excesivo de los ojos a largo plazo. Con un uso correcto, el cuidado adecuado y una serie de ejercicios apropiados, sus ojos volverían a la normalidad. Cuando lo leyó se puso muy contento. “No es un problema importante, así que no hay necesidad de preocuparse demasiado. Según esta fuente, tengo que hacer un buen uso de mis ojos y ejercitarlos correctamente, así que solo voy a averiguar cómo mejorar mis hábitos y qué ejercicios debo hacer para que vuelvan a la normalidad”. Buscó entonces más información pertinente y, a partir de ella, eligió algunos métodos y procedimientos apropiados para su situación. Desde ese momento, aparte de su vida normal y del cumplimiento de su deber, Xiaoji tenía un nuevo trabajo: cuidarse los ojos. Todos los días practicaba las técnicas de cuidado que había aprendido. Al probarlas, analizaba si aliviaban o no los síntomas. Tras un período de pruebas y ensayos, algunos métodos le parecían viables, mientras que otros eran buenos nada más que en teoría, pero no en la práctica; al menos, no le solucionaban el problema. Por eso, a tenor de sus hallazgos de ese período inicial, eligió algunos métodos y técnicas que a él le funcionaban para mantener la salud de sus ojos. Llevaba a cabo las prácticas y los cuidados adecuados todos los días, siempre que ello no demorara su deber. Con el tiempo, los ojos de Xiaoji empezaron realmente a mejorar cada vez más; los síntomas anteriores —rojez, irritación, sensación de ardor, etc.— empezaron a disminuir paulatinamente y ocurrían de forma cada vez menos frecuente. Se sentía muy afortunado. “Gracias a Dios por Su dirección. Estas son Su gracia y Su guía”. Aunque sus ojos mostraban menos problemas y los síntomas iban siendo menos graves, continuó practicando los métodos de cuidado ocular y llevando a cabo prácticas adecuadas, sin bajar el ritmo. Y, al poco tiempo, sus ojos volvieron totalmente a la normalidad. Con esta experiencia, Xiaoji aprendió algunos métodos para mantener los ojos sanos, y también a usar los ojos y a vivir correctamente. Añadió algunos conocimientos positivos y de sentido común al repertorio de su vida. Estaba muy feliz y sentía que, aunque había pasado por algunos altibajos y por algunas experiencias inusuales, a la larga había adquirido con ello una valiosa experiencia vital. Cada vez que alguien de su entorno decía que le dolían los ojos, que los tenía hinchados e irritados, Xiaoji le contaba con sencillez su experiencia y los métodos y técnicas que había aplicado. Con su ayuda, aquellos que tenían síntomas de problemas oculares también aprendieron formas y métodos para usar los ojos correctamente y mantenerlos saludables. Xiaoji estaba feliz y fue de gran ayuda para su entorno. Y así, durante esa época, él y los demás adquirieron ciertos conocimientos de sentido común que la gente debería tener en su vida como seres humanos. Todos trabajaron y cumplieron con el deber juntos, felices y gozosos. Xiaoji no sucumbió a la negatividad ni a la impotencia por su problema en los ojos, ni se quejó nunca de su mala suerte. Aunque vio algunas de las aseveraciones alarmantes que vio Xiaoxiao al buscar información, no les prestó demasiada atención. Por el contrario, resolvió su problema de manera activa y correcta. Cuando a Xiaoxiao le sucedió lo mismo, cayó reiteradamente en la depresión, la impotencia y la confusión. Xiaoji, por otro lado, no solo no cayó en la depresión y la confusión, sino que tampoco se quedó atrapado en el resentimiento hacia Dios, y llegó a obtener de estas circunstancias una actitud más beneficiosa, activa y positiva hacia la vida. Se ayudó a sí mismo y ayudó a otras personas.

Estas fueron las historias de Xiaoxiao y Xiaoji. Ya habéis oído la historia de ambos. ¿Las habéis entendido? ¿Con quién simpatizáis, con Xiaoxiao o con Xiaoji? (Con Xiaoji). ¿Qué tiene de malo Xiaoxiao? (Que, cuando le ocurrieron ciertas cosas, no supo afrontarlas adecuadamente. Era negativo y reacio). Ser negativo y reacio acarrea la propia destrucción. Ante ciertas circunstancias, algunas personas son capaces de buscar la verdad para resolverlas, pero cuando le ocurrió algo a Xiaoxiao, él no supo buscar la verdad, optó por la negatividad y la renuencia. Se estaba buscando la ruina. Puede que en la actualidad la comunicación se haya desarrollado, pero en este mundo satánico abundan las mentiras y los engaños. El mundo está plagado de mentiras y engaños. En este mundo caótico, ante cualquier asunto o cualquier tipo de información, la gente debe tener sabiduría, ser inteligente y perspicaz, y discernir. Debe filtrar los distintos tipos de información con rigor y desde un punto de vista adecuado. La gente no debe creerse fácilmente cualquier aseveración y, ciertamente, no debe aceptar fácilmente cualquier tipo de información. En el mundo de Satanás, todo el mundo miente y los mentirosos nunca tienen que rendir cuentas. Mienten y ya está. Nadie en este mundo denuncia las mentiras; nadie denuncia los engaños. Es difícil sondear el corazón del hombre, y tras cada mentiroso hay una intención y un objetivo. Por ejemplo, vas al médico y te dice: “Hay que tratar rápido su enfermedad. Si no, ¡puede convertirse en cáncer!”. Si eres un cobarde, tendrás miedo: “¡Oh, no! ¡Puede convertirse en cáncer! ¡Pues a tratarla ya!”. Y, en consecuencia, cuanto más intentas curarla, más empeora, y acabas en el hospital. Lo que el médico dijo en realidad fue que tu enfermedad puede convertirse en cáncer, lo que significa que todavía no es cáncer, pero tú lo malinterpretaste como si hubiera que tratarla urgentemente como tal. Con ello, ¿acaso no buscas provocar tu muerte? Si lo tratas como cáncer, cuanto más intentes curarlo, antes morirás. Entonces, ¿podrías sobrevivir mucho más tiempo? (No). Si lo que tienes en realidad no es cáncer, ¿por qué habría de decirte el médico que, si no te lo tratas, se convertirá en cáncer? Para estafarte, para que te trates la enfermedad como si fuera grave. Si supieras que se trata de una dolencia menor, no intentarías curarla y él no podría sacarte el dinero. Muchos médicos, cuando ven a sus pacientes, se agarran a ellos, como un demonio se agarra con fuerza a una persona, y no los sueltan. Este es un abordaje común que la mayoría de los médicos emplean con sus pacientes. Empiezan contándote lo famosos que son, lo buenos médicos que son, a cuántas personas y qué enfermedades han curado y cuánto llevan en la práctica médica. Consiguen que confíes en ellos, que te sientes directamente a aceptar su tratamiento. Luego te dicen que vas a contraer una enfermedad grave y que, si no te sometes al tratamiento, puedes morir. Todo el mundo muere, pero ¿será esta enfermedad realmente la que te mate? No necesariamente. La vida y la muerte de toda persona están en manos de Dios. Es Él, no los médicos, quien decide. Los médicos suelen utilizar esta estratagema para engañar a la gente. Los que son cobardes y le temen a la muerte, acuden a médicos de todas partes y dejan que se pronuncien sobre su salud. Si el médico les dice que tienen posibilidades de desarrollar un cáncer, lo creen y se apresuran a permitir que el médico lo trate para descartar el riesgo de morir de cáncer. ¿No se están asustando a sí mismos? (Sí). Ahora dejaremos de hablar de médicos y seguiremos hablando de Xiaoxiao y Xiaoji. Sus perspectivas, puntos de vista y posturas ante todo lo que sucede a su alrededor no podrían diferir más. Xiaoxiao no es más que un compendio de negatividad, mientras que Xiaoji es capaz de abordar aquello que le ocurre adecuadamente. Tiene la razón y el juicio de la humanidad normal y afronta todo de forma activa. Además, sigue cumpliendo con su deber. No podrían ser más distintos ellos dos. Cuando algo le ocurre a Xiaoxiao, da la situación por perdida y actúa con imprudencia. No busca el método y los medios adecuados para afrontarlo y, además, no tiene discernimiento, está confundido y es necio, testarudo e intransigente, y también bastante malévolo. Cuando se pone enfermo, o se topa con alguna dificultad, o le ocurre algo malo, espera que también le ocurra a todo el mundo. Odia a Dios porque Él no lo protege y desea desahogarse. Sin embargo, no se atreve a desahogarse y descargar su ira sobre los demás, por lo que se desahoga y descarga su ira sobre sí. ¿No es esto propio de un carácter cruel? (Sí). Ser rencoroso, malévolo y envidioso cuando algo insignificante no sale como quieres: eso es crueldad. Cuando algo le ocurre a Xiaoji, este tiene la razón y el juicio de la humanidad normal. Tiene sabiduría y toma las decisiones que debe tomar alguien que tenga una humanidad normal. Aunque Xiaoji tenía la misma dolencia que Xiaoxiao, al final, su problema se resolvió, mientras que Xiaoxiao nunca pudo resolver el suyo, que empeoraba constantemente y se intensificaba cada vez más. El problema de Xiaoxiao es grave y no es una mera enfermedad carnal: dejó al descubierto el carácter que yacía en lo más profundo de su corazón; puso en evidencia su terquedad, intransigencia, necedad y malicia. Esa es la diferencia entre ambos. Si vosotros tenéis un conocimiento y una comprensión más pormenorizados de cómo viven estas dos personas, así como de sus actitudes y métodos para hacer frente a las cosas, podéis continuar hablando de ello más tarde, compararos con ello y extraer una lección. Por supuesto, debéis entrar en las cosas de manera activa, como Xiaoji. Debéis abordar la vida correctamente y esforzaros por contemplar a las personas y las cosas, comportaros y actuar en todo de acuerdo con las palabras de Dios, con la verdad por criterio, de modo que lleguéis a ser personas que persigan la verdad. No debéis ser como Xiaoxiao, ¿no es así? (Cierto). Así es como debéis perseguir y practicar.

Ahora repasaremos lo que compartimos en la última reunión. Hablamos del primer aspecto de las cosas que la gente considera correctas y buenas según sus nociones —las buenas conductas— y enumeramos seis ejemplos. Todos ellos eran cosas promovidas por la cultura tradicional y buenas conductas que a la gente le agradan en la vida real. ¿Podéis decirme cuáles eran? (Ser culto y sensato, ser gentil y refinado, ser cortés, respetar a los mayores y amar a los pequeños, ser amable y ser accesible). No pusimos más ejemplos. Es posible que haya algunas diferencias con respecto a las seis buenas conductas representativas de la cultura tradicional china dentro de las culturas tradicionales de otros países, pero no las enumeraremos. La última vez compartimos y diseccionamos algunos de los contenidos específicos de estas seis buenas conductas. En general, estas buenas conductas externas no representan las cosas positivas de la humanidad, y ni mucho menos significan que el carácter de una persona se haya transformado; desde luego, no demuestran que alguien comprenda la verdad y viva la realidad-verdad. No son más que conductas externas que el hombre puede apreciar. En pocas palabras, son manifestaciones externas del hombre. Estas manifestaciones y efusiones externas son meras formalidades que suceden cuando las personas se relacionan, se llevan bien y conviven. ¿A qué se refiere la palabra “formalidades”? A aquellos elementos más superficiales que a la gente le genera tranquilidad cuando los ve. No representan de ninguna manera la esencia de las personas, sus pensamientos e ideas, su actitud hacia las cosas positivas, ni mucho menos representan la actitud de las personas hacia la verdad. Las exigencias y normas de evaluación de la humanidad con respecto a las conductas externas son simples formalidades que la gente puede comprender y alcanzar, y no tienen absolutamente nada que ver con la esencia del hombre. Por muy amable o accesible que pueda parecer la gente a primera vista, y por mucho que a los demás les gusten las conductas externas que vive, las respeten, las veneren y las idolatren, eso no significa que la gente tenga humanidad, que su esencia-naturaleza sea buena, que ame las cosas positivas ni que tenga sentido de la rectitud y, por supuesto, menos aún, que sea capaz de perseguir la verdad. Todas las buenas conductas compendiadas por el hombre no son más que manifestaciones externas y cosas vividas que la humanidad fomenta para diferenciarse de otras formas de vida. Por ejemplo, ser culto y sensato, ser gentil y refinado y ser cortés son buenas conductas que solo demuestran que una persona es, de puertas afuera, bastante educada, correcta, instruida y cultivada, a diferencia de los animales, que no siguen ninguna regla. Después de comer o beber, la gente se limpia ligeramente la boca con las manos o con servilletas. Si trataras de limpiarle la boca a un perro después de que come o bebe, no le haría ninguna gracia. Los animales no entienden estas cosas. ¿Por qué las personas sí? Porque las personas son “animales superiores”. Deben entenderlo. Por tanto, estas buenas conductas son, sencillamente, lo que el hombre utiliza para regular la conducta del grupo biológico, la humanidad, y no hacen más que diferenciarla de las formas de vida inferiores. No tienen absolutamente nada que ver con comportarse, perseguir la verdad ni con adorar a Dios. Esto significa que, aunque aparentemente vivas según las normas y exigencias de ser culto y sensato, ser gentil y refinado, etc., aunque tengas estas buenas conductas, eso no implica que seas una persona con humanidad, alguien que esté en posesión de la verdad ni alguien que tema a Dios y evite el mal. No implica nada de eso. Por el contrario, únicamente implica que, tras pasar por el sistema de educación conductual y de normas de etiqueta, tu discurso, tus expresiones faciales, tu porte, etc. son un poco más disciplinados, que eres mejor que los animales y que tienes algo de semejanza humana, pero no que seas alguien que persiga la verdad. Incluso puede decirse que no tiene nada que ver con la búsqueda de la verdad. Que tengas estas buenas conductas no significa para nada que poseas las condiciones adecuadas para perseguir la verdad, ni, menos todavía, que ya hayas entrado en la realidad-verdad y alcanzado la verdad. No lo demuestra en absoluto.

A cualquiera que haya tenido un gato o un perro como mascota le parecerá que son adorables. Ciertos perros y gatos, de hecho, tienen buenos modales. Algunos gatos, cuando quieren entrar en la habitación de su amo, maúllan varias veces a la puerta antes de entrar y no entran si su amo no se los indica. Solo entran cuando su dueño dice: “Entra”. Hasta los gatos saben practicar esta especie de etiqueta, saben que deben pedir permiso para entrar en la habitación de su amo. ¿No es una buena conducta? Si incluso los animales pueden tener este tipo de buen comportamiento, ¿cuánto más elevado puede ser el de las personas? Este es el nivel mínimo de sentido común que deben tener las personas; no es necesario enseñarlo, es algo muy normal. La gente puede pensar que esta clase de buena conducta es relativamente apropiada y puede que se sienta algo más cómoda con ella, pero ¿simboliza el hecho de vivir estas buenas conductas la calidad o la esencia de su humanidad? (No). Para nada. No son más que reglas y métodos que se han de tener al actuar; no tienen nada que ver con la calidad y la esencia de la humanidad de la persona. Por ejemplo, ¿qué tienen en común los perros y los gatos? Cuando la gente les da de comer, expresan afecto y gratitud. Tienen este tipo de conducta y son capaces de exhibirla. Lo que los diferencia es que uno se especializa en cazar ratones y el otro en vigilar la casa. Los gatos pueden abandonar a sus amos en cualquier momento y lugar; cuando hay diversión, un gato se olvida de su amo y no le presta atención. El perro nunca deja a su amo. Si te identifica como su amo, aunque cambie de dueño, te reconocerá y te tratará como tal. Esa es la diferencia entre los perros y los gatos en cuanto a la calidad moral de su conducta y su esencia. Hablemos ahora de las personas. Entre los comportamientos que el hombre considera buenos, como ser culto y sensato, ser cortés, ser accesible, etc., aunque hay algunos superiores al comportamiento de otras especies —es decir, que lo que el hombre puede hacer supera las capacidades de otras especies—, estos no son más que conductas y reglas externas, meros planteamientos para regular la conducta de las personas y diferenciarlas de otras formas de vida. Tal vez estas buenas conductas hagan creer a la gente que es diferente o mejor que otras formas de vida, pero el hecho es que, en algunos aspectos, las personas se comportan peor que los animales. Por ejemplo, en lo que respecta a respetar a los mayores y amar a los pequeños, en el reino animal, los lobos actúan mejor que las personas. En una manada de lobos, los adultos cuidan de un cachorro, sea de quien sea. No lo maltratan ni le hacen daño. El hombre no lo hace y, en dicho sentido, la humanidad es peor que una manada de lobos. ¿Qué respeto por los mayores y amor por los pequeños tiene la humanidad? ¿Realmente es capaz la gente de conseguirlo? La mayoría no sabe “amar a los pequeños”, la gente no tiene esta clase de buena conducta, lo que significa que no tiene esta clase de humanidad. Por ejemplo, cuando un niño está con sus padres, la gente es bastante amable y accesible al hablar con él, pero cuando los padres no están, aflora el lado demoníaco de las personas. Si el niño les habla, lo ignoran, o incluso les parece desagradable y lo insultan. ¡Qué malvada es la gente! En muchos países del mundo, el tráfico de niños no es infrecuente, es un problema global. Si la gente ni siquiera tiene la buena conducta de respetar a los mayores y amar a los pequeños y no siente remordimientos de conciencia cuando maltrata a los niños, dime, ¿qué clase de humanidad es esa? Sigue fingiendo que respeta a los mayores y ama a los pequeños, pero es una mera fachada. ¿Por qué pongo este ejemplo? Porque, aunque la humanidad haya planteado estas buenas conductas y propuesto estas exigencias y normas de conducta para las personas, la esencia corrupta del hombre nunca podrá transformarse, independientemente de que las personas sean capaces de alcanzarlas o de cuántas buenas conductas tengan. Los criterios en los que se basan las opiniones del hombre sobre las personas y las cosas, así como sus conductas y actos, surgen exclusivamente de los pensamientos y opiniones de la humanidad corrupta y vienen determinados por el carácter corrupto. Aunque las exigencias y normas que la humanidad ha propuesto se reconocen como buenas y elevadas, ¿es la gente capaz de alcanzarlas? (No). He ahí un problema. Aunque, en apariencia, una persona actúe un poco mejor y sea premiada y reconocida por ello, eso también está viciado por la simulación y el engaño, ya que, como todo el mundo reconoce, es fácil hacer un poco el bien; lo difícil es hacer el bien toda la vida. Si realmente es una buena persona, ¿por qué le cuesta tanto hacer el bien? Así pues, ninguna persona puede estar a la altura de las normas presuntamente “buenas” reconocidas por la humanidad. Todo es fanfarronería, fraude y ficción. Aunque la gente sea en apariencia capaz de cumplir algunas de estas normas y tenga ciertas buenas conductas —como ser culta y sensata, ser gentil y refinada, ser cortés, respetar a los mayores y amar a los pequeños, ser amable y ser accesible—, aunque la gente pueda hacer y tener algunas de estas cosas, eso es meramente fugaz, temporal o propio de ambientes pasajeros. Solo las manifiesta cuando le hacen falta. En cuanto algo afecta su estatus, su orgullo, su riqueza, sus intereses, o incluso su destino y sus perspectivas, su naturaleza y su ferocidad interior estallan. Ya no parece culta y sensata, gentil y refinada, cortés, respetuosa con los mayores y cariñosa con los pequeños, amable ni accesible. Por el contrario, se pelean y traman unos contra otros, cada uno tratando de ser más listo que el otro, incriminándose y matándose mutuamente. Estas cosas ocurren con demasiada frecuencia: por sus intereses, su estatus o su autoridad, amigos, parientes, y hasta padres e hijos, intentan masacrarse unos a otros hasta que solo quede uno en pie. Es evidente la miserable situación que se da entre las personas. Por eso, ser culto y sensato, ser gentil y refinado, ser cortés, respetar a los mayores y amar a los pequeños, ser amable y ser accesible solo pueden considerarse resultados de circunstancias pasajeras. Ninguna persona puede vivirlos realmente; ni siquiera los sabios y los grandes hombres que los chinos idolatran fueron capaces de ello. Así pues, todas estas enseñanzas y teorías son absurdas, puras tonterías. Las personas que persiguen la verdad saben resolver los asuntos que afectan a sus intereses personales según las palabras de Dios y con la verdad por criterio, y son capaces de practicar la verdad y someterse a Dios. De este modo, la realidad-verdad que tienen ellas sobrepasa las normas de la buena conducta reconocidas por la humanidad. Quienes no persiguen la verdad, no pueden traspasar la barrera de sus propios intereses y, por ende, no pueden poner en práctica la verdad. Ni siquiera pueden cumplir preceptos como las de buena conducta. ¿Cuáles son, entonces, el fundamento y los criterios de sus opiniones sobre las personas y las cosas, y de sus conductas y actos? Ciertamente, meros preceptos y doctrinas, filosofías y leyes de Satanás, no la verdad de las palabras de Dios. Esto se debe a que esas personas no aceptan la verdad y solamente están pendientes de sus propios intereses, así que, naturalmente, no pueden ponerla en práctica. No pueden ni siquiera defender las buenas conductas: procuran fingirlas, pero no pueden evitar que se les caiga el disfraz. De esa manera, muestran su verdadera cara. Luchan, arrebatan, roban, conspiran, maquinan, engañan, castigan a otras personas y llegan a matar en pro de sus intereses. Son capaces de cometer todas estas crueldades. Con ello, ¿no queda su naturaleza al descubierto? Cuando esto sucede, los demás pueden ver fácilmente las intenciones y los fundamentos de sus palabras y actos, pueden darse cuenta de que tales personas viven exclusivamente según las filosofías de Satanás, que basan sus opiniones sobre las personas y las cosas, así como sus conductas y actos, en las filosofías de Satanás. Por ejemplo, “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda”, “El dinero mueve el mundo”, “Mientras hay vida hay esperanza”, “Los buenos siempre pierden, un hombre de verdad no teme ser implacable”, “Si eres cruel, no seré justo” y “Toma una dosis de tu propia medicina”, etc., son frases de la lógica y las leyes satánicas que controlan a las personas. Cuando la gente vive de acuerdo con esto, las buenas conductas como ser culto y sensato, ser gentil y refinado, ser cortés, respetar a los mayores y amar a los pequeños, etc., se convierten en máscaras que utiliza para disimular, en fachadas. ¿Por qué? Porque el fundamento y las leyes según los cuales realmente vive la gente son cosas inculcadas al hombre por Satanás, no la verdad. Por consiguiente, la conciencia y la moral más rudimentarias del hombre no tienen ningún efecto sobre una persona que no ame la verdad. Cuando ocurra algo vinculado a sus intereses, estallará su verdadero yo, y, en ese momento, la gente contemplará su verdadero rostro. La gente dirá con asombro: “¿Pero no suele ser tan gentil, cortés y caballeroso? ¿Por qué cuando le ocurre algo parece que se convierte en una persona completamente distinta?”. En realidad, esa persona no cambió; lo que pasa es que su verdadero yo no había quedado revelado y al descubierto hasta entonces. Cuando las cosas no afectan sus intereses, y antes de que comience el conflicto, lo único que hace es engañar y disimular. Las leyes y el fundamento de su existencia, que revela cuando sus intereses se ven afectados o amenazados y cuando deja de disimular, son su naturaleza, su esencia y lo que realmente es. Por tanto, sea cual sea el tipo de buena conducta que tenga una persona —por muy impecable que les parezca su conducta externa a los demás—, eso no significa que sea una persona que persiga la verdad y ame las cosas positivas. Al menos no indica que tenga una humanidad normal y, menos aún, que sea digna de confianza ni que merezca la pena relacionarse con ella.

Dentro de las buenas conductas, hemos planteado los ejemplos de ser culto y sensato, ser gentil y refinado, ser cortés, respetar a los mayores y amar a los pequeños, ser amable y ser accesible. A continuación, tomaremos como ejemplo el respeto a los mayores y el amor a los pequeños, y hablaremos pormenorizadamente de ello. Respetar a los mayores y amar a los pequeños es algo muy normal en la vida humana. Puede presentarse incluso en algunas poblaciones animales, por lo que, naturalmente, debería darse aún más entre los seres humanos, poseedores de conciencia y razón. Los seres humanos deberían respetar esta conducta de forma más firme, concreta y práctica que otras especies, en lugar de simplemente quedarse en lo superficial. Debido a que, a diferencia de otros seres vivos, tienen conciencia y razón, deberían ser más eficientes a la hora de obedecerla. Al acatar esta buena conducta, es necesario que sean capaces de demostrar que su humanidad es más grande y distinta que la esencia de otras especies. Sin embargo, ¿lo hacen en realidad? (No). ¿Lo hacen las personas instruidas y eruditas? (Tampoco). Dejemos a un lado al pueblo llano y hablemos de los asuntos de la élite y la realeza. En la actualidad, en varios países se están produciendo una serie de dramas palaciegos que dejan al descubierto muchas de las turbulentas historias de las casas reales. Tanto la realeza como la gente común les dan mucha importancia a las jerarquías basadas en la edad. Los miembros de las casas reales han recibido una educación más profunda y específica sobre la buena conducta relacionada con respetar a los mayores y amar a los pequeños que la gente corriente. Las generaciones más jóvenes de estas familias son más deferentes y respetuosas con sus mayores que el pueblo llano; en esto se practica mucho la etiqueta. Cuando se trata de respetar a los mayores y amar a los pequeños, los miembros de las casas reales tienen unos requisitos especialmente exigentes en este aspecto del buen comportamiento y deben seguirlos al pie de la letra. A primera vista parecen obedecer la exigencia de la cultura tradicional vinculada a respetar a los mayores y amar a los pequeños como lo hace la gente corriente, pero, por muy bien o muy adecuadamente que lo hagan, por muy decentes e irreprochables que parezcan, tras la fachada de esta conducta intachable se esconden todo tipo de transferencias de poder y maniobras entre diversas fuerzas. Entre padres e hijos, abuelos y nietos, amos y criados, monarcas y ministros, aparentemente, todos parecen acatar el criterio más fundamental de conducta: respetar a los mayores y amar a los pequeños. No obstante, como la autoridad monárquica y otras fuerzas están de por medio, esta conducta externa no cumple ninguna función. Es totalmente incapaz de afectar a lo que, en última instancia, resulta de la transferencia del poder monárquico y de las maniobras entre diversas fuerzas. Por supuesto, este tipo de buena conducta básicamente no puede frenar a cualquiera que codicie el trono o tenga ambiciones de poder. El pueblo llano cumple la regla de respetar a los mayores y amar a los pequeños que le transmitieron sus antepasados y también viven limitados por ella. Sin importar cuántos intereses se crucen ni las luchas que surjan cuando esos intereses choquen, el pueblo llano sigue siendo capaz de convivir después. Sin embargo, no sucede lo mismo dentro de las casas reales, pues sus intereses y luchas de poder son más trascendentales. Pelean sin cesar y, como resultado final, los ganadores se convierten en reyes y los perdedores en delincuentes: o muere una parte, o muere la otra. Tanto los ganadores como los perdedores cumplen la regla de respetar a los mayores y amar a los pequeños, pero, como cada uno ejerce un poder distinto y tiene deseos y ambiciones diferentes, o debido a las disparidades entre la fuerza de cada parte, al final algunos sobreviven, mientras que otros son aniquilados. ¿Qué factor determina este resultado? ¿Está supeditado a la regla de respetar a los mayores y amar a los pequeños? (No). Entonces, ¿qué lo determina? (La naturaleza satánica del hombre). ¿Qué quiero decir con todo esto? Que estas reglas, las presuntas buenas conductas novedosas del género humano, no pueden determinar absolutamente nada. La senda que recorre una persona no viene en absoluto determinada por si es culta y sensata, amable o respetuosa con los mayores y cariñosa con los pequeños en su conducta externa, sino que es establecida por la naturaleza del hombre. En resumen, la casa de Dios no promueve estos enunciados de buena conducta que han surgido en el género humano. Estas conductas que el hombre considera buenas no son más que un tipo de buena conducta y una manifestación; no representan la verdad, y el hecho de que alguien las tenga no significa que practique la verdad, y ni mucho menos que la persiga.

Debido a que estas conductas que el hombre tiene por buenas no provienen de Dios ni son promovidas por Su casa y, menos aún, están de consonancia con Sus intenciones, y dado que están reñidas con las palabras y exigencias de Dios, ¿le impone Dios también alguna exigencia a la conducta de la humanidad? (Sí). Dios también ha postulado enunciados sobre la conducta de los creyentes que lo siguen. Son distintos y algo más sencillos que las exigencias que Dios le ha impuesto al hombre con respecto a la verdad, pero contienen ciertas características específicas. ¿Qué exigencias tiene Dios para quienes lo siguen? Tener decencia santa, por ejemplo, ¿no es una exigencia de conducta para el hombre? (Sí). Aparte, no ser disoluto, ser comedido, no llevar ropa peculiar, no fumar ni beber, no pegar ni maltratar verbalmente, así como no adorar ídolos, y honrar a los padres, etc. Todas estas son exigencias de conducta que Dios ha postulado para Sus seguidores. Son las exigencias más elementales y no hay que ignorarlas. Dios tiene unas exigencias concretas de conducta para quienes lo siguen, las cuales son distintas de las buenas conductas propuestas por los no creyentes. Estas últimas no hacen más que convertir a las personas en animales superiores y distinguirlos de otros inferiores. En cambio, las exigencias de Dios a Sus seguidores no tratan de diferenciarlos de los animales, sino de los no creyentes, de las personas que no creen en Dios. Antes también se hablaba de “santificación”, una forma un tanto exagerada e inexacta de expresarlo, pero Dios ha postulado unas exigencias de conducta a Sus seguidores. Dime, ¿cuáles son? (Tener decencia santa, no ser disoluto, ser comedido, no llevar ropa peculiar, no fumar ni beber, no pegar ni maltratar verbalmente a nadie, no adorar ídolos, y honrar a los padres). ¿Y qué más? (No apropiarse indebidamente de los bienes ajenos, no robar, no dar falso testimonio, no cometer adulterio). Esas también. Forman parte de la ley, fueron exigencias de Dios respecto a la conducta de la humanidad en un principio, y siguen siendo reales y prácticas hoy día. Dios las emplea para regular la conducta de Sus seguidores, lo que significa que estas conductas externas son la señal de aquellos que siguen a Dios. De manera que, si tú posees dichas conductas y manifestaciones, cuando otros te miren, sabrán que crees en Dios y, al menos, te darán su visto bueno y te admirarán. Dirán que tienes decencia santa, que pareces ser creyente y no un no creyente. Algunas personas que llegan a creer en Dios siguen siendo como los no creyentes: a menudo fuman, beben, se pelean y riñen. Incluso hay quienes cometen adulterio y roban. Hasta su conducta es desenfrenada y no cumple con las palabras de Dios, y cuando un no creyente los ve, dice: “¿Es acaso un auténtico creyente en Dios? ¿Por qué actúa, entonces, como la gente que no cree en Dios?”. Los demás no lo admiran ni confían en él, por lo que, cuando trata de predicar el evangelio, la gente no lo acepta. Aquel que es capaz de hacer lo que Dios le exige al hombre, ama todo aquello que es positivo, tiene buen corazón y una humanidad normal. Una persona así puede poner en práctica las palabras de Dios inmediatamente después de oírlas y no finge lo que practica porque, como mínimo, ha actuado de esa forma en función de su conciencia y razón. ¿En qué se diferencian las exigencias concretas de Dios al hombre de las buenas conductas que promueve la humanidad? (En que las exigencias de Dios al hombre son claramente prácticas y posibilitan que la gente viva una humanidad normal, mientras que las de la cultura tradicional tienen como finalidad aparentar, sin ninguna función tangible). Exacto. Todas las buenas conductas que la cultura tradicional exige del hombre son falsas y fingidas, una farsa. Es probable que quienes las acatan digan palabras agradables, pero, en su interior, todo es completamente distinto. Estas buenas conductas son una máscara, una ilusión. No brotan de la esencia de la humanidad de la persona, son disfraces que el hombre se pone en aras de su orgullo, su reputación y su estatus. Son un espectáculo, una especie de manejo hipócrita, algo que una persona representa adrede para que los demás la vean. A veces la gente no sabe discernir si la conducta de una persona es real o falsa, pero con el tiempo todos ven su verdadera cara. Así sucedió con los fariseos hipócritas, tenían muchas buenas conductas externas y un sinfín de muestras de supuesta piedad, pero, cuando el Señor Jesús vino a expresar la verdad y a realizar la obra de redención, lo condenaron y lo crucificaron porque sentían aversión por la verdad y la odiaban. Esto demuestra que las buenas conductas y los métodos que las personas manifiestan no representan ni guardan relación con su esencia-naturaleza. En cambio, siempre que uno crea sinceramente en Dios y tenga conciencia y razón, es posible poner en práctica y vivir las reglas que Dios le exige al hombre de verdad. Sin importar si las implementas delante de los demás o a sus espaldas, debes aplicarlas. Sea cual sea tu esencia-humanidad, debes cumplir estas exigencias postuladas por Dios. Más allá de la gravedad de tu carácter corrupto, puesto que sigues a Dios, debes comedirte y practicar según Sus palabras. Tras un tiempo de experiencia, tendrás auténtica entrada y te habrás transformado de veras. Esa transformación verdadera es real.

Hagamos un breve resumen: ¿Qué clase de exigencias impone Dios respecto al comportamiento de las personas? La gente debe tener principios y moderación y vivir con dignidad para que la respeten, sin fingimientos. Estas son las exigencias conductuales de Dios al hombre. Esto significa que uno debe practicar de este modo y tener esta clase de realidad, independientemente de si está en presencia de otros o no, del ambiente en que se halle o de a quién se enfrente. Los seres humanos normales deben tener estas realidades; es lo mínimo que se debe hacer en materia de comportamiento. Supón, por ejemplo, que alguien habla muy alto, pero no maltrata verbalmente a nadie ni utiliza un lenguaje soez, y lo que dice es veraz y exacto y no ataca a otras personas. Incluso si esa persona llama malo a alguien o dice que alguien no es bueno, es objetivo. Aunque sus palabras y actuaciones externas no concuerden con las exigencias de ser amable o de ser gentil y refinado, postuladas por los no creyentes, el contenido de lo que dice y los principios y fundamentos de su discurso le permiten vivir con dignidad e integridad. A eso le llamamos tener principios. No habla despreocupadamente de cosas que no conoce ni evalúa arbitrariamente a personas a las que no percibe con claridad. Aunque esta persona no parezca muy gentil a primera vista y no cumpla con las conductas exigidas por los no creyentes referidas a ser culta y obediente a las reglas, dado que posee un corazón temeroso de Dios y es comedida de palabra y obra, lo que vive supera con creces las conductas vinculadas a ser culta y sensata, gentil, refinada y cortés de las que habla la humanidad. ¿No es esta una manifestación de moderación y principios? (Sí). En cualquier caso, si examináis detenidamente las exigencias de buena conducta que Dios establece para Sus creyentes, ¿cuál de ellas no es una regla concreta sobre lo que debe vivir la gente en la práctica? ¿Cuál de ellas le pide a la gente que finja? Ninguna, ¿verdad? Si tenéis dudas, podéis plantearlas. Por ejemplo, puede que alguno alegue: “Cuando Dios dice que no hay que pegar ni maltratar verbalmente a otras personas, parece hasta cierto punto falso, pues ahora mismo hay personas que a veces maltratan verbalmente a otras y Dios no las condena”. Cuando Dios dice que no maltratemos verbalmente a otras personas, ¿a qué se refiere con “maltrato verbal”? (A descargar las emociones ocasionadas por un carácter corrupto). Descargar las emociones y decir palabras malsonantes es maltrato verbal. Si lo que se dice de una persona es desagradable, pero congruente con su esencia corrupta, no es maltrato verbal. Por ejemplo, si alguien trastorna y perturba el trabajo de la iglesia y comete mucho mal, y tú le dices: “Has cometido muchas maldades. Eres un bribón, ¡no eres humano!”. ¿Se lo considera maltrato verbal? ¿Manifestación de un carácter corrupto? ¿Descarga de las propias emociones? ¿O ausencia de decencia santa? (Se ajusta a la realidad, así que no es maltrato verbal). Exacto, no lo es. Está en consonancia con la realidad, son palabras verdaderas, dichas de verdad, y no hay nada oculto ni escondido. Puede que no se corresponda con el hecho de ser culto y sensato o gentil y refinado, pero sí con la realidad. La persona reprendida se comparará con esas palabras, se examinará y verá que fue reprendida porque hizo algo incorrecto y cometió una gran maldad. Se odiará y pensará: “¡Soy un auténtico inútil! Solo un imbécil habría hecho lo que hice; ¡no soy un ser humano! ¡Estuvo bien que me regañaran así!”. Tras admitirlo conocerá un poco su esencia-naturaleza, y transcurrido un período de experiencia y exposición, se arrepentirá sinceramente. En lo sucesivo sabrá buscar los principios mientras cumple con su deber. ¿No le abrió los ojos el regaño? ¿No hay, entonces, una diferencia entre dicha reprimenda y la exigencia de Dios respecto al “maltrato verbal” que indica que la gente no debe maltratar verbalmente a nadie? (La hay). ¿Cuál es la diferencia? ¿Qué implica el “maltrato verbal” de acuerdo con dicha exigencia? Por un lado, no es correcto que el contenido y las palabras sean obscenos. Dios no desea ni le gusta oír palabras soeces de boca de Sus seguidores. Sin embargo, si las palabras desagradables han sido utilizadas para revelar los hechos, es posible hacer una excepción. Eso no es maltrato verbal. Por otro lado, ¿cuál es la esencia de la conducta vinculada al maltrato verbal? ¿No es una manifestación de impetuosidad? Si un problema puede explicarse de forma clara y transparente mediante la enseñanza, la exhortación y la comunicación normales, ¿por qué maltratar verbalmente a la persona? El maltrato no es bueno, es inadecuado. Si se lo compara con esos enfoques positivos, el maltrato verbal no es una forma normal de proceder. Eso es descargar las propias emociones y sacar a la luz la propia impetuosidad, y Dios no desea que la gente aborde ningún asunto descargando sus emociones o dejando brotar su impetuosidad. Cuando los seres humanos dejan brotar su impetuosidad y descargan sus emociones, la conducta que suelen exhibir es la del uso del lenguaje para maltratar y agredir verbalmente. Dicen las cosas más desagradables, cualquier cosa que hiera a la otra parte y libere su propia ira. Y, una vez que han terminado, no solo habrán mancillado y herido al otro, sino que también se habrán mancillado y herido a sí mismos. No es la actitud ni el método que deben adoptar los seguidores de Dios para abordar las cosas. Además, los seres humanos corruptos siempre tienen una mentalidad de venganza, de descargar sus emociones y su insatisfacción, de dejar brotar su impetuosidad. Quieren maltratar verbalmente a los demás en todo momento, y cuando surgen cosas, tanto grandes como pequeñas, la conducta que manifiestan inmediatamente es de maltrato verbal. Incluso cuando saben que dicho comportamiento no resolverá un problema, lo hacen de todos modos. ¿No es un comportamiento satánico? Lo hacen hasta cuando están solos en su casa, cuando nadie los oye. ¿No es eso acaso una descarga emocional? ¿No es revelar la propia impetuosidad? (Sí). En términos generales, revelar la propia impetuosidad y descargar las propias emociones implica utilizar la propia impetuosidad como forma de enfocar y manejar algo; supone afrontar todos los asuntos con una actitud impetuosa, y el maltrato verbal es la conducta y la manifestación de ello. Dado que esa es la esencia del maltrato verbal, ¿no es bueno que Dios exija al hombre que no lo haga? (Sí, lo es). ¿No es razonable que Dios exija al hombre que no maltrate verbalmente a los demás? ¿No es beneficioso para el hombre? (Sí). En última instancia, el objetivo de la exigencia de Dios de que el hombre no golpee ni maltrate verbalmente a los demás es hacer que las personas ejerzan la moderación y evitar que vivan siempre inmersas en sus emociones y su impetuosidad. Digan lo que digan cuando maltratan verbalmente a alguien, lo que brota de quienes viven inmersos en sus emociones y su impetuosidad es un carácter corrupto. ¿Qué carácter corrupto? Como mínimo, un carácter cruel y arrogante. ¿Es la intención de Dios que cualquier problema se resuelva dejando brotar un carácter corrupto? (No). Dios no desea que Sus seguidores empleen semejantes métodos para abordar las cosas que suceden en su entorno, lo que implica que a Dios no le agrada que la gente aborde todo cuanto sucede a su alrededor pegando y maltratando verbalmente a otros. No puedes resolver ningún problema abusando verbalmente de la gente, y hacerlo afecta a tu capacidad de actuar según los principios. Como mínimo, no es una conducta positiva ni una que deban tener las personas con humanidad normal. Por eso Dios exigió a quienes lo siguen que no peguen ni maltraten verbalmente a nadie. Dentro del “maltrato verbal” hay emociones e impetuosidad. “Emociones”: ¿a qué se refiere eso en concreto? Abarca el odio y las maldiciones, desear el mal a los demás, esperar que reciban su merecido según los deseos de uno y que acaben mal. Las emociones incluyen, concretamente, cosas negativas como estas. ¿Qué implica, entonces, la “impetuosidad”? Implica descargar las emociones por métodos extremos, pasivos, negativos y malvados, y desear que desaparezcan las cosas y personas que a uno no le gustan, o verlas en el desastre, para poder regocijarse con su desgracia como deseaba. Eso es la impetuosidad. ¿Qué abarca? Entre otras cosas, el odio, la animosidad y las maldiciones, así como la inquina. ¿Es alguna de ellas positiva? (No). ¿En qué situación se encuentra una persona que vive inmersa en estas emociones y en la impetuosidad? ¿No está a punto de convertirse en un demonio demente? Cuanto más maltratas verbalmente a la gente, más te enojas, más cruel te vuelves y más deseas hacérselo a otras personas, y al final querrás alargar la mano y golpear a alguien. Y cuando lo golpees, querrás herirlo de muerte, quitarle la vida, es decir: “¡Te aniquilaré! ¡Te mataré!”. Una pequeña emoción negativa conduce a la exaltación y el estallido de la propia impetuosidad y, al final, hace que la gente desee la pérdida y aniquilación de una vida. ¿Es eso algo que deban tener aquellos que tienen una humanidad normal? (No). ¿Qué cara representa? (La de un diablo). Es un diablo, que traiciona su auténtica apariencia. Es la misma cara que tiene un demonio cuando está a punto de devorar a una persona. Su naturaleza demoníaca sale a la superficie y no puede ser controlada. Eso es lo que significa ser un demonio demente. ¿Y hasta qué punto enloquecen? Se convierten en un demonio que desea devorar la carne y el alma del hombre. La consecuencia más grave del maltrato verbal es que un simple asunto puede girar 180 grados y conducir a alguien a la muerte. Muchos asuntos comienzan con un pequeño roce entre dos personas que las lleva a gritarse, maltratarse verbalmente y golpearse, a lo que le sigue el impulso de matar, que luego se convierte en un hecho: una de ellas es asesinada, y la otra es declarada culpable de asesinato y condenada a muerte. Al final, ambas partes pierden. Este es el resultado final. Han terminado su maltrato verbal, han terminado de descargar sus emociones, han revelado toda su impetuosidad y ambos se han ido al infierno. Este es el resultado. Esas son, para el hombre, las consecuencias de descargar sus emociones, de la exaltación y el estallido de su impetuosidad. No es un buen resultado, es malo. Como ves, este es el tipo de resultado al que se enfrenta el hombre como consecuencia de una conducta ocasionada por una simple emoción negativa. La gente no quiere dicho resultado ni está dispuesta a enfrentarlo, pero, como se encuentra inmersa en toda clase de emociones negativas y enredada y controlada por la impetuosidad, que a menudo se expande y estalla, finalmente surgen tales consecuencias. Dime, ¿es el maltrato verbal una simple conducta? El maltrato verbal que la gente comete en la vida diaria puede que no produzca un resultado tan pernicioso; es decir, no todos los episodios de maltrato verbal derivan necesariamente en un resultado tan pernicioso. Sin embargo, esta es la esencia del maltrato verbal. Es la descarga de las propias emociones, la exaltación y el estallido de la propia impetuosidad. Por tanto, la exigencia de Dios de que la humanidad evite el maltrato verbal es ciertamente beneficiosa para el hombre —le beneficia de cientos de maneras y no le perjudica en ninguna— y, al mismo tiempo, esto forma parte de la trascendencia de que Dios la postule. Tal vez la exigencia de no maltratar verbalmente a nadie no llegue al nivel de la de practicar o perseguir la verdad, pero, de todos modos, el hombre debe observarla.

¿Es capaz la gente de cumplir la exigencia de Dios de no maltratarse verbalmente recurriendo únicamente al autocontrol? Cuando la gente se enoja, muchas veces no sabe controlarse. Entonces, ¿cómo puede cumplir esta exigencia de no maltratarse verbalmente? Cuando estés a punto de maltratar verbalmente a alguien, sobre todo si no puedes controlarte, debes apresurarte a orar. Si oras un rato y le suplicas fervientemente a Dios, es probable que tu ira disminuya. En ese momento podrás controlarte de forma eficaz y dominar tus emociones y tu impetuosidad. Por ejemplo, a veces puede que la gente diga algo que te ofenda, te juzgue a tus espaldas, te haga daño consciente o inconscientemente, o se aproveche un poco de ti, te robe algo o incluso perjudique tus intereses vitales. Cuando te ocurra, pensarás: “Como me hizo daño, lo odio, quiero insultarle a gritos, quiero vengarme de él; incluso pegarle. Quiero asestarle una puñalada trapera para darle una lección”. ¿Todo esto no lo provocan las malas emociones? La consecuencia de las malas emociones es que desearás hacer estas cosas. Cuanto más lo pienses, más te enfurecerás, y más creerás que esa persona te acosa y que ha ofendido tu dignidad y tu talante. Te sentirás a disgusto para tus adentros y querrás vengarte. ¿Esta no es la impulsividad impetuosa que estas emociones negativas han provocado en ti? (Sí). ¿Qué clase de conducta es este deseo que tienes de vengarte? ¿No estás a punto de dejar brotar tu impetuosidad? En momentos así debes calmarte; en primer lugar, debes orar a Dios, controlarte, meditar y buscar la verdad, además de actuar con prudencia. Es la única manera de evitar una situación en la que te alteres y en la que surjan en ti el odio, las emociones y la impetuosidad. Alguno dirá: “Si dos personas trabajan juntas todo el día, es imposible evitar este tipo de situaciones”. Aunque no puedas evitarla, no debes vengarte, sino controlarte. ¿Cómo puedes controlarte? Antes de nada, debes pensar: “Si me vengara, sin duda no complacería a Dios, así que no puedo hacerlo. El odio, la venganza y la animosidad son cosas que a Dios le desagradan”. A Dios no le gustan, pero pese a eso tienes ganas de hacerlas y no puedes controlarte. ¿Cómo debes corregir esto? Como es natural, debes ampararte en Dios; si no oras a Dios, no podrás resolverlo. Además, si no tienes gran estatura, eres excesivamente impulsivo, y realmente no sabes controlar tus emociones y tu impetuosidad y deseas vengarte, aun así debes abstenerte de abrir la boca para maltratar verbalmente a esa persona. Puedes irte de donde estés y dejar que intervenga otro para resolver la situación. Tú debes orar a Dios en silencio y recitar algunas frases pertinentes de Sus palabras. Ora a Dios de este modo, y tu impulsividad desaparecerá poco a poco. Te darás cuenta de que maltratar verbalmente a la gente no resuelve los problemas, de que estarías revelando tu corrupción y de que no serviría más que para deshonrar a Dios. ¿No resolverá tu problema orar de esta forma? ¿Qué opináis de esta solución? (Es buena). Aquí concluye Mi enseñanza sobre la regulación de la conducta propuesta por Dios: “No pegues ni maltrates verbalmente a nadie”.

Acabo de enseñar acerca de las buenas conductas que Dios le pide a la gente que cumpla; ¿cuáles eran? (Tener decencia santa, no ser disoluto, ser comedido, no llevar ropa peculiar, no pegar ni maltratar verbalmente a nadie, no fumar ni beber, no adorar ídolos, honrar a los padres, no robar, no apropiarse indebidamente de los bienes ajenos, no cometer adulterio y no dar falso testimonio). Sí, todas son correctas. Dime, lo que exige la ley, como no robar y no aprovecharse de nadie, ¿sigue siendo válido ahora? ¿Sigue vigente? (Sigue siendo válido y estando vigente). ¿Y los mandamientos de la Era de la Gracia? (También siguen siendo válidos). Entonces, ¿por qué enunció Dios estas exigencias concretas? ¿A qué aspecto de la práctica del hombre afectan? Si Dios no planteara dichas exigencias, ¿entendería la gente estas cosas? (No). La gente no las entendería. Todas estas exigencias concretas que Dios presenta para regular la conducta del hombre están, de hecho, relacionadas con vivir una humanidad normal. El objetivo al enunciar estas exigencias concretas era que la gente pudiera discernir e identificar con precisión las cosas positivas y negativas, así como lo que está bien y mal; enseñarle a la gente que el adulterio es negativo, vergonzoso, aborrecido por Dios y despreciado por el hombre, y que la gente debe controlarse en este respecto, que no debe cometer este acto ni equivocarse en este sentido. El objetivo también era enseñarle a la gente que ciertas conductas, como aprovecharse de los demás, robar, etc., son cosas negativas y que no debería hacerlas. Si te gusta hacerlas, y las has hecho, no eres buena persona. ¿Cómo se puede diferenciar entre una persona de buena humanidad y una de mala humanidad, o entre una figura positiva y una negativa? Ante todo, debes corroborar lo siguiente: solo es posible discernir con precisión cómo son las personas y diferenciar las figuras positivas y negativas en función de las palabras de Dios. Solo es posible discernir y percibir claramente cómo son las personas en función de las exigencias y los criterios que Dios ha establecido para regular la conducta del hombre. Pondré un ejemplo: si una persona tiene la mano larga y le gusta robarles a los demás, ¿cómo es su humanidad? (Mala). Robar es una acción malvada grave, así que aquellos que roban son personas malvadas. Los demás se protegen y se alejan de ellos, y los consideran ladrones. En opinión de la gente, los ladrones son sujetos negativos, y robar es algo negativo y una conducta pecaminosa. ¿No está corroborado esto? He aquí otro ejemplo: supón que hay un adúltero y algunas personas no saben si eso es algo positivo o negativo; la única manera que tienen de evaluarlo con precisión es de acuerdo con las palabras de Dios, pues las palabras de Dios son la única verdad. Digan lo que digan actualmente los ordenamientos jurídicos y la moral sobre el acto de adulterio, no son la verdad. Las palabras de Dios, “no cometas adulterio”, son la verdad, y la verdad nunca desaparece. Desde el momento en que Dios planteó la exigencia de “no cometer adulterio”, todo el mundo debería haber empezado a desdeñar y a alejarse de los adúlteros. La gente así no tiene humanidad y, como mínimo, si la evalúas desde la perspectiva de la humanidad, no es buena. Toda persona que tenga este tipo de conducta y de humanidad es lamentable, el hombre la aborrece, en los grupos es menospreciada y desdeñada, y las masas la rechazan. A tenor de las palabras de Dios, podemos corroborar que cometer adulterio es algo negativo y que las personas que lo hacen son figuras negativas. Por muy malvadas que lleguen a ser las tendencias de la sociedad, el adulterio y la fornicación son cosas negativas, y las personas que las practican, figuras negativas. Esto es absolutamente cierto y debes entenderlo; no debes dejarte desorientar ni seducir por las tendencias malvadas de la sociedad. Además de estas exigencias, hay otras más concretas: Dios le dice a la gente que no adore ídolos, que honre a sus padres, que no pegue ni maltrate verbalmente a nadie, que tenga decencia santa, etc. Todas estas exigencias concretas son normas con las que Dios regula la conducta del hombre. Es decir, antes de que Dios proveyera a la gente de la verdad, le enseñó qué actos son correctos y positivos y cuáles incorrectos y negativos, le dijo cómo ser buenas personas y qué buenas conductas deben tener para ser personas con una humanidad normal, así como qué cosas deben y no deben hacer como personas con una humanidad normal, para poder tomar las decisiones acertadas. Todas estas exigencias que regulan la conducta del hombre son cosas que toda persona normal debería vivir sinceramente y el fundamento sobre el cual toda persona realmente afronte y aborde todo aquello que encare. Por ejemplo, supón que ves que otra persona tiene algo bueno y lo quieres para ti, pero piensas: “Dios dice que está mal robar a otras personas, que no debemos robar ni aprovecharnos de nadie, así que no le voy a robar”. ¿No has controlado la conducta de robar? Y, al tiempo que la has controlado, ¿no la has regulado? Antes de que Dios enunciara estas exigencias, cuando la gente veía que otro tenía algo bueno, quería tomarlo para sí. No pensaba que hacerlo fuera malo o vergonzoso, que Dios lo aborrecía, que fuera algo negativo, ni siquiera que fuera pecado; no sabía estas cosas, no tenía estos conceptos. Una vez que Dios planteó la exigencia de “no robar”, la gente se vio dotada de un límite mental a la hora de hacer este tipo de cosas, y con este límite aprendió que hay una diferencia entre robar y no robar. Robar equivale a hacer algo negativo, a hacer algo malo o malvado, y es vergonzoso. No robar supone cumplir con la moralidad de humanidad, lo que entraña humanidad. Las exigencias de Dios respecto a la conducta del hombre no solo corrigen las conductas y los planteamientos negativos de la gente, sino que, a su vez, regulan la conducta del hombre y hacen que la gente viva una humanidad normal, tenga unas conductas y manifestaciones normales y, al menos, parezcan personas, gente normal. Dime, ¿acaso no son cruciales estas exigencias de Dios para regular la conducta del hombre? (Lo son). Son importantes. Sin embargo, estas exigencias concretas que regulan la conducta del hombre aún distan bastante de las verdades que expresa Dios actualmente y no pueden elevarse a la categoría de verdad. Esto se debe a que, hace mucho tiempo, en la Era de la Ley, estas exigencias eran simples leyes que regulaban la conducta del hombre, el lenguaje más sencillo y directo de Dios para decirle a la gente qué cosas debía y no debía hacer y para crear algunas normas para ella. En la Era de la Gracia, estas exigencias eran simples mandamientos, y en la actualidad únicamente cabe afirmar que son criterios para evaluar la propia conducta y las cosas. Aunque estos criterios no pueden elevarse a la categoría de verdad y hay cierta distancia entre ellos y la verdad, son condición indispensable para que el hombre busque y practique la verdad. Cuando una persona se atiene a estas normas, a estas leyes y estos mandamientos, a estas exigencias y estos criterios de conducta fijados por Dios para regular la conducta del hombre, puede decirse que cumple las condiciones fundamentales para practicar y perseguir la verdad. Si una persona fuma y bebe, manifiesta una conducta disoluta, comete adulterio, se aprovecha de otras personas y roba a menudo, y tú dijeras: “Esta persona ama la verdad e indudablemente es capaz de practicarla y de alcanzar la salvación”, ¿tendría sentido tal afirmación? (No). ¿Por qué? (Porque esa persona no es capaz de cumplir ni siquiera las exigencias más básicas de Dios, es imposible que practique la verdad, y si se dijera que la ama, sería mentira). Exacto. Esta persona ni siquiera tiene el nivel más básico de autocontrol. Esto implica que no tiene ni siquiera el grado más elemental de conciencia y razón que debe tener una persona. En otras palabras, esta persona no tiene la conciencia y razón de la humanidad normal. ¿Qué significa no tener conciencia y razón? Que esta persona ha oído las palabras que Dios ha pronunciado, las exigencias de Dios al hombre y las normas fijadas por Dios, y no las ha tomado nada en serio. Dios dice que robar está mal y que la gente no debe hacerlo, y esta persona se pregunta: “¿Por qué no está permitido? Con lo pobre que soy, ¿cómo podría vivir si no hiciera? ¿Podría hacerme rico si no robara cosas ni me aprovechara de nadie?”. ¿No carece de la conciencia y razón de la humanidad normal? (Sí). Es incapaz de atenerse a las exigencias que creó Dios para moderar la conducta del hombre, no es una persona con una humanidad normal. ¿Sería posible afirmar que una persona que no tiene una humanidad normal ama la verdad? (No). No ama las cosas positivas y, aunque Dios diga que la gente no debe robar ni cometer adulterio, es incapaz de cumplir estas exigencias y siente aversión por estas palabras de Dios. Así pues, ¿es capaz de amar la verdad? La verdad es muy superior a estos criterios de conducta; ¿puede alcanzarla? (No). La verdad no es un simple criterio de conducta ni una cuestión que se reduzca a que la gente se acuerde de ella cuando peca o es arbitraria e imprudente, y luego se controle y deje de pecar o de actuar arbitraria e imprudentemente. La verdad no se limita a moderar la conducta de las personas de esta manera tan sencilla: la verdad puede convertirse en la vida de una persona y dominar todo lo que se relacione con ella. Cuando la gente acepta la verdad como su vida, lo logra experimentando la obra de Dios, llegando a conocer la verdad y practicándola. Una vez que la gente acepta la verdad, surge una lucha en su interior y es probable que se manifieste su carácter corrupto. Si la gente es capaz de aplicar la verdad para corregir su carácter corrupto, la verdad puede convertirse en su vida y en el principio según el cual se comporta y vive. Esto solamente lo pueden lograr las personas que aman la verdad y tienen humanidad. ¿Pueden alcanzar este nivel quienes no aman la verdad y carecen de humanidad? (No). Exacto, no pueden, aunque quieran.

Si observamos estas exigencias que Dios ha creado para regular la conducta del hombre, de todas las palabras que Dios ha pronunciado y de todas las estipulaciones concretas que ha enunciado, ¿hay alguna superflua? (No). ¿Tienen sentido? ¿Tienen valor? (Sí). ¿Debe cumplirlas la gente? (Sí). Así es, la gente debe cumplirlas. Y, al tiempo que se atiene a ellas, debe descartar los enunciados que le ha inculcado la cultura tradicional, como ser culto y sensato, ser gentil y refinado, etc. Debe obedecer todas las exigencias enunciadas por Dios para regular la conducta del hombre y comportarse en estricta conformidad con las palabras de Dios. Debe vivir una humanidad normal que se ajuste a todas las exigencias establecidas por Dios y, naturalmente, también debe evaluar a las personas y las cosas, comportarse y actuar en estricta conformidad con dichas exigencias. Aunque estas no llegan a ser criterios de la verdad, todas ellas son palabra de Dios y, por ser palabra de Dios, pueden guiar positiva y activamente a las personas. ¿Cómo definí la búsqueda de la verdad? Contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar en todo de acuerdo con las palabras de Dios, con la verdad por criterio. Las palabras de Dios abarcan una gran variedad de cosas. A veces, una frase de Sus palabras representa un elemento de la verdad. A veces hacen falta varias frases, o un pasaje, para exponer un elemento de la verdad. A veces es preciso un capítulo entero para expresar un elemento de la verdad. La verdad parece sencilla, pero en realidad no lo es en absoluto. Para describir la verdad en términos más amplios, Dios es la verdad. Todas las palabras de Dios son la verdad, las palabras de Dios son extensas y abarcan mucho contenido, y todas ellas son expresión de la verdad. Por ejemplo, la totalidad de las leyes y los mandamientos que Dios ha ordenado, así como las exigencias conductuales que ha enunciado en esta nueva era, son palabra Suya. Aunque algunas de estas palabras no llegan a la categoría de verdad, y a pesar de que no se consideran verdad, son positivas. Si bien solo son palabras que moderan la conducta del hombre, la gente debe atenerse a ellas de todos modos. La gente debe, como mínimo, tener este tipo de conductas y no incumplir estos criterios. Por consiguiente, los puntos de vista de una persona sobre las personas y cosas, así como sus conductas y actos, deben fundamentarse en estas palabras de Dios. La gente debe atenerse a ellas porque son las palabras de Dios; todo el mundo debe contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar según las palabras de Dios porque son las palabras de Dios. ¿Acaso no es eso correcto? (Sí). Ya he dicho algo parecido antes: Dios dice en serio lo que dice, lo que Él dice se hará y lo que Él hace durará para siempre, lo que quiere decir que las palabras de Dios nunca pasan. ¿Por qué no? Porque, sin importar cuántas palabras pronuncie Dios ni cuándo lo haga, todas ellas son verdad y nunca pasan. No pasarán ni cambiarán aun cuando el mundo entre en una nueva era. ¿Por qué digo que las palabras de Dios no pasan? Porque las palabras de Dios son la verdad y la verdad nunca cambia. Así pues, jamás pasarán todas las leyes y todos los mandamientos que Dios ha establecido y pronunciado ni todas las exigencias concretas que ha enunciado con respecto a la conducta del hombre. Toda exigencia de las palabras de Dios es beneficiosa para la humanidad creada; todas regulan la conducta del hombre y, respecto al vivir de la humanidad normal y a la forma en que debe comportarse la gente, resultan edificantes y valiosas. Todas estas palabras pueden cambiar a las personas y hacer que vivan a semejanza de un auténtico ser humano. Por el contrario, si la gente reniega de estas palabras de Dios y de las exigencias de Dios a la humanidad y, en cambio, se atiene a los enunciados de buena conducta propuestos por el hombre, corre un gran peligro. No solo carecerá cada vez más de humanidad y razón, sino que será cada vez más falsa, hipócrita y capaz de engañar, y la humanidad que viva será cada vez más engañosa. No solo engañará a otra gente, sino que también intentará engañar a Dios.

Entre las exigencias que ha hecho Dios con respecto a la conducta del hombre está la de “honrar a los padres”. Como, normalmente, la gente no alberga pensamientos ni nociones con respecto a las demás exigencias, ¿qué pensáis vosotros de la referida a “honrar a los padres”? ¿Hay alguna contradicción entre vuestras opiniones y este principio-verdad enunciado por Dios? Si tenéis esto claro, bien. Aquellos que no comprenden la verdad, que solo saben obedecer preceptos y soltar palabras y doctrinas, carecen de discernimiento; cuando leen las palabras de Dios, siempre albergan nociones humanas, siempre perciben contradicciones y no tienen claras Sus palabras. Entretanto, quienes comprenden la verdad no encuentran ninguna contradicción en ellas, les parecen sumamente evidentes, pues tienen comprensión espiritual y son capaces de comprender la verdad. A veces no tenéis claras las palabras de Dios y no podéis hacer preguntas; si no hacéis preguntas, parece que no tuvierais ningún problema, pero en realidad tenéis muchos problemas y dificultades, de los cuales simplemente no sois conscientes. Esto demuestra que vuestra estatura es demasiado pequeña. Observemos en primer lugar la exigencia de Dios que indica que la gente debe honrar a sus padres: ¿es una exigencia correcta o incorrecta? ¿Debería cumplirla la gente o no? (Sí debería). Es incuestionable y no se puede negar; no hay necesidad de dudarlo ni de meditarlo. Esta exigencia es acertada. ¿Qué tiene de bueno? ¿Por qué enunció Dios esta exigencia? ¿A qué se refiere lo de “honrar a los padres” que dice Dios? ¿Lo sabéis? No. ¿Por qué nunca lo sabéis? Siempre que algo atañe a la verdad, no lo sabéis, pero podéis hablar sin parar de palabras y doctrinas; ¿qué problema tenéis? ¿Y cómo practicáis vosotros estas palabras de Dios? ¿Esto no atañe a la verdad? (Sí). Cuando ves que existe una frase entre las palabras de Dios que dice “debes honrar a tus padres”, piensas para tus adentros: “Dios me pide que honre a mis padres, así que tendré que honrarlos”, y te pones a ello. Haces todo lo que te piden tus padres: cuando están enfermos, les sirves junto a la cama, les pones algo de beber, les preparas algo rico de comer y, en las festividades, les compras regalos que les gustan. Cuando ves que están cansados, les frotas los hombros y les masajeas la espalda, y siempre que tienen un problema, se te ocurre una solución para resolverlo. Por todo esto, tus padres se sienten muy satisfechos contigo. Estás honrando a tus padres, practicando según las palabras de Dios y viviendo una humanidad normal, por lo que sientes tranquilidad interior y piensas: “Mira, según mis padres, he cambiado desde que empecé a creer en Dios. Dicen que ahora soy capaz de honrarlos y soy más sensato. Están muy contentos y piensan que creer en Dios es estupendo, porque los hijos e hijas que creen en Dios no solo honran a sus padres, sino que también caminan por la senda correcta en la vida y viven a semejanza de un ser humano; son mucho mejores que los no creyentes. Desde que empecé a creer en Dios, he comenzado a practicar según Sus palabras y a actuar según Sus exigencias, y mis padres se alegran mucho de mi transformación. Me siento muy orgulloso de mí mismo. Estoy glorificando a Dios; estoy seguro de que Dios está satisfecho conmigo y dirá que soy una persona que honra a sus padres y tiene decencia santa”. Un día, la iglesia dispone que vayas a otro sitio a difundir el evangelio, y es posible que no puedas regresar a casa en mucho tiempo. Accedes a ir porque crees que no puedes rechazar la comisión de Dios y que debes honrar a tus padres en casa y cumplir con la comisión de Dios fuera de ella. Sin embargo, cuando hablas del asunto con tus padres, se enojan: “¡Qué hijo más desobediente! Hemos trabajado tanto para criarte, y ahora te vas. Cuando te vayas, ¿quién cuidará de una pareja de ancianos como nosotros? Si enfermamos o sucede algún tipo de desastre, ¿quién nos va a llevar al hospital?”. No están de acuerdo con que te marches, y tú te preocupas: “Dios nos dice que honremos a nuestros padres, pero los míos no me dejan marcharme a cumplir con mi deber. Si los obedezco, tendré que rechazar la comisión de Dios, y a Dios no le agradará. Pero si obedezco a Dios y me voy a cumplir con mi deber, mis padres estarán tristes. ¿Qué debo hacer?”. No paras de meditar: “Ya que Dios planteó la exigencia de honrar a nuestros padres en primer lugar, cumpliré esa exigencia. No es necesario que cumpla con mi deber”. Pones a un lado el deber y optas por honrar a tus padres en casa, pero no sientes tranquilidad interior. Sientes que, aunque has honrado a tus padres, no has cumplido con tu deber, y crees haber defraudado a Dios. ¿Cómo puedes resolver este problema? Debes orar a Dios y buscar la verdad, hasta que un día la comprendas y te des cuenta de que cumplir con el deber es lo más importante. Entonces, naturalmente, serás capaz de irte de casa a llevar a cabo tu deber. Algunos dicen: “Dios quiere que cumpla con mi deber y que también honre a mis padres. ¿No hay aquí una contradicción y un conflicto? ¿Cómo rayos debo practicar?”. “Honrar a los padres” es una exigencia que ha hecho Dios con respecto a la conducta del hombre, pero ¿no exige Dios renunciar a todo para seguirlo a Él y cumplir con Su comisión? ¿No es esto que Dios exige todavía más? ¿No lo es incluso más la práctica de la verdad? (Lo es). ¿Qué hacer si chocan estas dos exigencias? Hay quien señala: “Así que tengo que honrar a mis padres y cumplir con la comisión de Dios, acatar las palabras de Dios y practicar la verdad… Bueno, es fácil. Arreglaré todo en casa, prepararé todo lo necesario para la vida de mis padres, contrataré a una enfermera y saldré a cumplir con mi deber. Me aseguraré de volver una vez a la semana, comprobaré que mis padres están bien y luego me iré. Si algo va mal, me quedaré dos días. No puedo estar siempre lejos de ellos y no volver nunca, y no puedo quedarme en casa para siempre y no salir nunca a cumplir con mi deber. ¿No es esto lo mejor de ambos mundos?”. ¿Qué te parece esta solución? (Que no funcionará). Es una figuración; no es realista. Así pues, cuando te topes con este tipo de situación, ¿cómo debes actuar exactamente en consonancia con la verdad? (Es imposible tener lo mejor de ambos mundos en cuanto a la lealtad y la piedad filial, debo anteponer el deber). Dios le dijo a la gente que honrara a sus padres en primer lugar y, después, enunció unas exigencias más elevadas para que practicara la verdad, cumpliera con el deber y siguiera el camino de Dios. ¿Cuáles debes cumplir? (Las exigencias más elevadas). ¿Está bien practicar de acuerdo con las exigencias más elevadas? ¿Puede dividirse la verdad en verdades más y menos elevadas, o más antiguas y más recientes? (No). Entonces, cuando practicas la verdad, ¿conforme a qué debes practicar? ¿Qué significa practicar la verdad? (Abordar los asuntos según los principios). Lo principal es abordar los asuntos según los principios. Practicar la verdad implica practicar las palabras de Dios en diferentes momentos, lugares, ambientes y contextos; no se trata de aplicar obstinadamente preceptos con respecto a las cosas, sino de cumplir los principios-verdad. Ese es el significado de practicar la verdad. Por tanto, sencillamente, no hay conflicto alguno entre la práctica de las palabras de Dios y el cumplimiento de las exigencias enunciadas por Él. Más concretamente, no hay conflicto alguno entre honrar a tus padres y cumplir con la comisión y el deber que Dios te ha encomendado. ¿Cuáles de estas son las palabras y exigencias actuales de Dios? Deberías contemplar esta pregunta en primer lugar. Dios le exige cosas distintas a cada persona; tiene requisitos distintos para cada una. Quienes sirven como líderes y obreros han sido llamados por Dios, por lo que deben renunciar y no pueden quedarse con sus padres y honrarlos. Deben aceptar la comisión de Dios y renunciar a todo para seguirlo. Esta es una situación. Los seguidores regulares no han sido llamados por Dios, por lo que pueden quedarse con sus padres y honrarlos. No hay recompensa alguna por hacerlo y no recibirán ninguna bendición por ello, pero, si no demuestran piedad filial, carecen de humanidad. En realidad, honrar a los padres no es más que una especie de responsabilidad y no llega a la categoría de práctica de la verdad. Someterse a Dios es practicar la verdad, aceptar la comisión de Dios es una manifestación de sumisión a Él, y quienes renuncian a todo para cumplir con el deber son los seguidores de Dios. En resumen, la tarea más importante que tienes ante ti es la de cumplir bien con tu deber. Eso es practicar la verdad y una manifestación de sumisión a Dios. ¿Y qué verdad debe practicar ahora la gente ante todo? (Cumplir con su deber). Exacto, cumplir lealmente con el deber es practicar la verdad. Si una persona no cumple sinceramente con su deber, tan solo está siendo mano de obra.

¿Qué cuestión acabamos de debatir? (Que Dios exigió a la gente en primer lugar que honrara a sus padres y luego enunció unas exigencias más elevadas para que practicara la verdad, cumpliera con su deber y siguiera el camino de Dios. Entonces, ¿cuál es la que tiene que obedecer en primer lugar?). Acabáis de afirmar que la gente debe practicar de acuerdo con las exigencias más elevadas. A nivel teórico, esta afirmación es correcta; ¿por qué digo que es correcta a nivel teórico? Porque, si se aplicaran preceptos y fórmulas a esta cuestión, sería la respuesta correcta. Sin embargo, cuando la gente se enfrenta a la vida real, esta afirmación suele ser inviable y difícil de llevar a cabo. ¿Y cómo hay que responder a esta pregunta? En primer lugar, debes contemplar la situación y el entorno vital a los que te enfrentas, así como el contexto en que te hallas. Si, a tenor de tu entorno vital y del contexto en que te encuentras, honrar a tus padres no está reñido con el cumplimiento de la comisión de Dios y del deber —o sea, si el hecho de honrar a tus padres no afecta a tu leal cumplimiento del deber—, puedes practicar ambas cosas al mismo tiempo. No es necesario que en apariencia te separes de tus padres ni que muestres que renuncias a ellos o los rechaces. ¿Qué situación se rige por esto? (Cuando honrar a los padres no entra en conflicto con el cumplimiento del deber). Exactamente. Es decir, si tus padres no tratan de impedirte creer en Dios, también son creyentes y realmente te apoyan y animan a cumplir con tu deber lealmente y a llevar a cabo la comisión de Dios, entonces tu relación con ellos no es una relación carnal entre familiares en el sentido habitual del término, sino una relación entre hermanos y hermanas de la iglesia. En ese caso, aparte de relacionarte con ellos como hermanos y hermanas de la iglesia, también debes cumplir con algunas de tus responsabilidades filiales para con ellos. Debes demostrarles algo más de preocupación. Mientras eso no afecte a tu cumplimiento del deber —mientras tu corazón no esté atado a ellos—, puedes llamar a tus padres para preguntarles cómo están y demostrar algo de preocupación por ellos, puedes ayudarlos a resolver algunas dificultades y ocuparte de algunos de sus problemas en la vida, y hasta puedes ayudarlos a resolver algunas de sus dificultades en cuanto a su entrada en la vida; puedes hacer todas estas cosas. En otras palabras, si tus padres no te impiden creer en Dios, debes mantener la relación y cumplir con tus responsabilidades hacia ellos. ¿Y por qué deberías preocuparte por ellos, cuidarlos y preguntarles cómo están? Porque, ya que eres su hijo y tienes esta relación con ellos, tienes otro tipo de responsabilidad y, a raíz de esta, debes preguntar por ellos un poco más y brindarles una ayuda más sustancial. Mientras eso no afecte a tu cumplimiento del deber y tus padres no obstaculicen ni perturben tu fe en Dios y tu cumplimiento del deber ni te refrenen, es natural y adecuado que cumplas con tus responsabilidades para con ellos, y debes hacerlo hasta el extremo de que no te remuerda la conciencia; esta es la norma mínima que debes cumplir. Si no puedes honrar a tus padres en casa debido a que tus circunstancias lo afectan o lo impiden, no tienes que atenerte a este precepto. Debes ponerte a merced de las instrumentaciones de Dios y someterte a Sus disposiciones, y no es preciso que te empeñes en honrar a tus padres. ¿Condena Dios esto? Dios no lo condena ni obliga a nadie a hacerlo. ¿De qué estamos hablando ahora? Estamos hablando sobre cómo debe practicar la gente cuando honrar a sus padres se contrapone con su cumplimiento del deber; estamos hablando de los principios de práctica y de la verdad. Tú tienes la responsabilidad de honrar a tus padres y, si las circunstancias lo permiten, puedes cumplir con esta responsabilidad, pero no debes permitir que tus sentimientos te aten. Por ejemplo, si uno de tus padres enferma y tiene que ir al hospital, no hay nadie que cuide de él y tú estás demasiado ocupado en el deber como para volver a casa, ¿qué debes hacer? En momentos así, no puedes dejar que tus sentimientos te coarten. Debes entregar el asunto en oración, encomendárselo a Dios y ponerlo a merced de Sus instrumentaciones. Esa es la actitud que debes tener. Si Dios quiere quitarle la vida a tu padre o a tu madre y arrebatártelo, debes someterte igualmente. Algunos dicen: “Aunque me he sometido, aún me siento desdichado y llevo días llorando por ello; ¿esto no es un sentimiento carnal?”. No es un sentimiento carnal, sino bondad humana, humanidad, y Dios no la condena. Puedes llorar, pero si lloras durante varios días, no puedes dormir ni comer y no estás de humor para cumplir con tu deber y hasta deseas irte a casa a visitar a tus padres, entonces no puedes cumplir bien con tu deber ni has puesto en práctica la verdad, lo que quiere decir que al honrar a tus padres no cumples con tus responsabilidades, que vives en medio de tus sentimientos. Si honras a tus padres mientras vives inmerso tus emociones, no estás cumpliendo con tus responsabilidades ni acatando las palabras de Dios, pues has abandonado Su comisión y no eres un seguidor del camino de Dios. Cuando te encuentres en este tipo de situación, si no demora tu deber ni afecta a tu leal cumplimiento de él, puedes hacer algunas cosas que seas capaz de hacer para demostrar piedad filial a tus padres y cumplir con las responsabilidades que seas capaz de cumplir. En resumen, esto es lo que la gente debe y puede hacer en el ámbito de la humanidad. Si te dejas atrapar por tus sentimientos y esto impide tu cumplimiento del deber, eso contraviene totalmente las intenciones de Dios. Dios nunca te exigió que hicieras eso, Dios solo te exige que cumplas con tus responsabilidades para con tus padres y nada más. Eso es lo que implica la piedad filial. Cuando Dios habla de “honrar a los padres”, lo hace en un contexto determinado. Solamente necesitas cumplir con algunas responsabilidades que se pueden lograr en todo tipo de condiciones, eso es todo. Si tus padres enferman de gravedad o mueren, ¿depende de ti decidirlo? Cómo es su vida, cuándo mueren, qué enfermedad los mata o cómo mueren, ¿tienen algo que ver estas cosas contigo? (No). Nada que ver contigo. Algunas personas comentan: “Debo cumplir con mis responsabilidades para poder honrar a mis padres. Debo asegurarme de que no enfermen, sobre todo de cáncer o de algún tipo de enfermedad mortal. Debo hacer lo posible para que vivan hasta los 100 años. Hasta entonces no habré cumplido de verdad con mis responsabilidades para con ellos”. ¿No son absurdas? Esto es, obviamente, una figuración del hombre, en modo alguno es una exigencia de Dios. Tú ni siquiera sabes si podrás vivir hasta los 100 años, pero exiges que tus padres vivan hasta esa edad: ¡un sueño de tontos! Cuando Dios habla de “honrar a los padres”, únicamente te pide que cumplas con tus responsabilidades dentro del ámbito de la humanidad normal. Basta con que no maltrates a tus padres ni hagas nada contrario a tu conciencia y tu moral. ¿No está esto en consonancia con las palabras de Dios? (Sí). Por supuesto, también acabamos de aludir al caso en que tus padres te impiden creer en Dios, su esencia-naturaleza es la de los incrédulos y los no creyentes, o incluso la de los malvados y los diablos, y no van por la misma senda que tú. En otras palabras, no son para nada el mismo tipo de persona que tú y, aunque viviste muchos años en el mismo hogar que ellos, simplemente no tienen los mismos afanes ni tu mismo talante y, ciertamente, no comparten tus preferencias ni aspiraciones. Tú crees en Dios, y ellos no creen en Él en absoluto, y hasta se resisten a Él. ¿Qué se debe hacer en estos casos? (Rechazarlos). Dios no te ha dicho que los rechaces ni que los maldigas en estas circunstancias. Dios no ha dicho eso. La exigencia de Dios de “honrar a los padres” sigue en pie. Esto quiere decir que, mientras vivas con tus padres, debes seguir cumpliendo la exigencia de honrarlos. No hay ninguna contradicción en este asunto, ¿verdad? (No). No hay contradicción alguna. En otras palabras, cuando consigas volver a casa de visita, puedes prepararles una comida o unos buñuelos y, si es posible, comprarles algunos productos para el cuidado de la salud, y ellos estarán muy a gusto contigo. Si les hablas de tu fe y no la aceptan ni creen, e incluso te maltratan verbalmente, no has de predicarles el evangelio. Si puedes visitarlos, practica de esta forma; si no puedes, así es como debe ser, lo ha instrumentado Dios, y debes darte prisa en distanciarte de ellos y evitarlos. ¿Qué principio sustenta esto? Si tus padres no creen en Dios, no hablan tu mismo idioma, no comparten metas y objetivos comunes contigo, no van por la misma senda que tú y hasta obstaculizan y persiguen tu fe en Dios, puedes discernir cómo son, descubrir su esencia y rechazarlos. Por supuesto, si insultan a Dios o te maldicen a ti, puedes maldecirlos de corazón. Entonces, ¿a qué alude lo que Dios dice acerca de “honrar a los padres”? ¿Cómo debes practicarlo? Si puedes cumplir con tus responsabilidades, cúmplelas ligeramente, y si no tienes esa oportunidad o los roces en tu relación con ellos son excesivos y hay tantos conflictos entre vosotros que ya no podéis veros, debes apartarte de ellos enseguida. Cuando Dios habla de honrar a esta clase de padres, quiere decir que debes cumplir con tus responsabilidades filiales desde la perspectiva de tu posición de hijo y hacer lo que debe hacer un hijo. No debes maltratar a tus padres ni discutir con ellos, no debes pegarles ni gritarles, no debes abusar de ellos y debes cumplir lo mejor que puedas con tus responsabilidades para con ellos. Estas son cosas que hay que llevar a cabo en el ámbito de la humanidad, los principios que se deben practicar en cuanto a “honrar a los padres”. ¿No son fáciles de practicar? No hace falta que trates a tus padres impulsivamente y les grites: “¡Diablos e incrédulos, Dios os maldice al lago de fuego y azufre y al abismo, os enviará a las profundidades del infierno!”. No es necesario, no hace falta llegar a este extremo. Si las circunstancias lo permiten y la situación lo requiere, puedes cumplir con tus responsabilidades filiales para con tus padres. Si no es necesario, o si las circunstancias no lo permiten y no es posible, puedes prescindir de esta obligación. Lo único que tienes que hacer es cumplir con tus responsabilidades filiales cuando te veas con tus padres y te relaciones con ellos. Una vez que lo hayas hecho, habrás concluido tu tarea. ¿Qué te parece este principio? (Bien). Debe haber principios para tratar a todas las personas, incluidos tus padres. No puedes actuar impetuosamente ni maltratarlos verbalmente solo porque persigan tu fe en Dios. Hay muchísima gente en el mundo que no cree en Dios, muchísimos no creyentes y muchísimas personas que insultan a Dios; ¿vas a maldecirlos y a gritarles a todos? Si no lo vas a hacer, tampoco deberías gritarles a tus padres. Si les gritas a tus padres, pero no a esas otras personas, vives inmerso en la impulsividad, y a Dios no le agrada esto. No pienses que Dios estará satisfecho contigo si maltratas verbalmente y maldices a tus padres sin motivo, llamándoles diablos, satanases vivientes y lacayos de Satanás y maldiciéndolos para que se vayan al infierno; eso no es así. A Dios no le parecerás aceptable ni reconocerá tu humanidad debido a esta falsa demostración de iniciativa. Por el contrario, Dios dirá que tus actos llevan aparejadas ciertas emociones e impulsividad. A Dios no le gustará que actúes así, es demasiado radical y no concuerda con Sus intenciones. Debe haber principios en tu manera de tratar a todas las personas, incluidos tus padres; crean en Dios o no, sean o no personas malvadas, debes tratarlos con principios. Dios le ha señalado al hombre el siguiente principio: tratar a los demás de forma justa; eso sí, la gente tiene una responsabilidad añadida hacia sus padres. Lo único que tienes que hacer es cumplir con esa responsabilidad. Sin importar si tus padres son creyentes o no, si buscan dentro de su fe o no, si su visión de la vida y su humanidad coinciden con las tuyas o no, has de cumplir con tu responsabilidad para con ellos. No es necesario que los evites, simplemente deja que todo siga su curso natural según las instrumentaciones y disposiciones de Dios. Si obstaculizan tu fe en Dios, debes cumplir con tus responsabilidades filiales lo mejor que puedas para que, al menos, tu conciencia no se sienta en deuda con ellos. Si no son un obstáculo para ti y respaldan tu fe en Dios, también debes practicar según los principios y tratarlos bien cuando sea lo adecuado. En resumen, en toda circunstancia, las exigencias de Dios al hombre no cambian y los principios-verdad que la gente debe practicar no pueden cambiar. En estas cuestiones, simplemente tienes que guardar los principios y cumplir con las responsabilidades que te sea posible cumplir.

Ahora hablaré de por qué Dios planteó una exigencia relativa a la conducta del hombre como la de “honrar a los padres”. El resto de las exigencias de Dios son normas conductuales que atañen al comportamiento individual de cada persona; entonces, ¿por qué planteó Dios otra exigencia respecto a la cuestión de la piedad filial? Dime, si una persona no es capaz ni siquiera de honrar a sus padres, ¿cómo es su esencia-naturaleza? (Mala). Sus padres sufrieron mucho para traerla al mundo y criarla y, desde luego, educarla no debe haber sido fácil. En realidad, no esperan que su hijo les dé mucha felicidad ni satisfacción, tan solo que, cuando se haga mayor, viva feliz y ellos no tengan que preocuparse demasiado por él. Sin embargo, el hijo no se esfuerza ni trabaja mucho y no vive bien, es decir, sigue dependiendo del cuidado de sus padres y se ha convertido en una sanguijuela que no solo no honra a sus padres, sino que, además, quiere intimidarlos y chantajearlos para quedarse con sus bienes. Si es capaz de esta vil conducta, ¿qué clase de persona es? (Una persona de poca humanidad). No cumple con ninguna de sus responsabilidades hacia las personas que la trajeron al mundo y la criaron y no se siente nada culpable por ello; vista desde esta perspectiva, ¿tiene conciencia? (No). Golpea y maltrata verbalmente a cualquiera, incluidos sus padres. Trata a sus padres como a los demás, les pega y los insulta a su antojo. Cuando se siente triste, descarga su ira sobre sus padres rompiendo cuencos y platos y aterrorizándolos. ¿Posee razón este tipo de persona? (No). Si alguien no tiene conciencia ni razón y es capaz de maltratar de manera casual hasta a sus propios padres, ¿es una persona? (No). ¿Qué es, entonces? (Un animal). Es un animal. ¿Es correcta esta afirmación? (Sí). De hecho, si una persona cumple con algunas de sus responsabilidades hacia sus padres, cuida de ellos y los quiere con locura, ¿no es lo que deben hacer las personas de humanidad normal como algo natural? (Sí). Si una persona maltratara y abusara de sus padres, ¿podría asumirlo su conciencia? ¿Podría hacer algo así una persona normal? Las personas con conciencia y razón no podrían. Si enojaran a sus padres, se sentirían tristes varios días. Algunas personas tienen un temperamento fuerte y pueden enojarse con sus padres en un momento de desesperación, pero después les remuerde la conciencia y, aunque no se disculpen, no vuelven a hacerlo. Esto es algo propio de las personas de humanidad normal y una manifestación de una humanidad normal. Quienes no tienen humanidad pueden maltratar a sus padres de cualquier forma sin sentir nada, y lo hacen. Si sus padres les pegaron una vez de pequeños, lo recordarán el resto de su vida, y de mayores seguirán deseando pegarles y devolverles el golpe. La mayoría no devuelve el golpe cuando sus padres les pegan de pequeños; hay treintañeros que no devuelven el golpe si sus padres les pegan y no dicen ni una palabra al respecto, aunque duela. Esto deberían hacer las personas de humanidad normal. ¿Por qué no dicen nada? Si les pegara otra persona, ¿lo permitirían y dejarían que les pegara? (No). Si se tratara de cualquier otro, el que fuera, no permitirían que les pegara; ni siquiera se dejarían maltratar verbalmente por él. Entonces, ¿por qué no contraatacan ni se enojan por mucho que les peguen sus padres? ¿Por qué lo toleran? ¿Acaso no es porque hay conciencia y razón dentro de su humanidad? Piensan para sí: “Mis padres me criaron. Aunque no esté bien que me peguen, debo soportarlo. Además, fui yo quien provocó su enojo, así que me merezco que me peguen. Solo lo hacen porque los he desobedecido y les he enojado. ¡Me merezco que me peguen! No volveré a hacerlo”. ¿No es esta la razón que deberían tener las personas de humanidad normal? (Sí). Es esta razón de humanidad normal la que les permite soportar que sus padres las traten así. Esta es una humanidad normal. Y las personas que no soportan esta clase de trato, que les devuelven el golpe a sus padres, ¿tienen esta humanidad? (No). Exacto, no la tienen. Las personas que no tienen la conciencia y la razón de la humanidad normal son capaces hasta de golpear y maltratar verbalmente a sus padres, así que ¿cómo serán capaces de tratar a Dios y a sus hermanos y hermanas en la iglesia? Si son capaces de tratar así a las personas que las han traído al mundo y criado, ¿no les importarán todavía menos otras personas que no comparten con ellas lazos de sangre? (Cierto). ¿Cómo tratarán a Dios, a quien no pueden ver ni tocar? ¿Serán capaces de tratar a Dios, a quien no pueden ver, con conciencia y razón? ¿Serán capaces de someterse a todos los ambientes instrumentados por Dios? (No). Si Dios tuviera que podarlas, juzgarlas o castigarlas, ¿se resistirían a Él? (Sí). Piensa en esto: ¿para qué sirven la conciencia y la razón de una persona? Hasta cierto punto, la conciencia y la razón de una persona pueden refrenar y regular su conducta. Le permiten adoptar la actitud correcta y tomar decisiones apropiadas cuando algo le sucede y abordar todo lo que le ocurre con conciencia y razón. La mayoría de las veces, el hecho de actuar según la conciencia y la razón hace que la gente eluda un gran número de desgracias. Naturalmente, quienes persiguen la verdad pueden elegir la senda de búsqueda de la verdad sobre esta base, entrar en la realidad-verdad y someterse a las instrumentaciones y disposiciones de Dios. Aquellos que no persiguen la verdad carecen de humanidad y no tienen esta clase de conciencia y razón; cuyas consecuencias son nefastas. Son capaces de hacerle cualquier cosa a Dios. Tal como los fariseos trataron al Señor Jesús, son capaces de insultar a Dios, de vengarse de Él, de blasfemar contra Él, incluso de acusarlo y traicionarlo. Este problema es gravísimo; ¿no conduce al desastre? Las personas que carecen de la razón de la humanidad suelen vengarse de los demás con su impulsividad. Como no las refrena la razón de la humanidad, es fácil que cultiven pensamientos y discursos radicales, que luego tengan conductas extremas y actúen de numerosas formas carentes de conciencia y razón y que, a la larga, las consecuencias de esto se les vayan totalmente de las manos. Prácticamente he terminado de enseñar lo que atañe a “honrar a los padres” y a la práctica de la verdad. Al final, todo se reduce a la humanidad. ¿Por qué enunció Dios una exigencia como la de “honrar a los padres”? Porque está relacionada con el comportamiento del hombre. Por un lado, Dios utiliza esta exigencia para regular la conducta del hombre y, al mismo tiempo, con ella prueba y define su humanidad. Si una persona no trata a sus padres con conciencia y razón, definitivamente no tiene humanidad. Algunos preguntan: “¿Y si sus padres no poseen buena humanidad y no han cumplido del todo con sus responsabilidades para con su hijo? ¿Debe demostrarles igualmente piedad filial?”. Si tiene conciencia y razón, entonces, como hija o hijo, no maltratará a sus padres. Quienes lo hacen no tienen conciencia ni razón alguna. Así pues, sea cual sea la exigencia de Dios, ya sea que aluda a la actitud que la gente manifiesta cuando trata a sus padres o a la humanidad que normalmente vive y revela, en cualquier caso, dado que Dios ha enunciado estos procedimientos relativos a las conductas externas, Él debe de tener Sus propios motivos y objetivos para ello. Aunque estas exigencias conductuales enunciadas por Dios están todavía un tanto alejadas de la verdad, no dejan de ser normas fijadas por Dios para regular la conducta del hombre. Todas ellas son importantes y todavía válidas hoy día.

Acabo de enseñaros las diversas relaciones y diferencias entre los criterios conductuales establecidos por Dios para el hombre y las verdades que Él exige. A estas alturas, ¿no hemos terminado prácticamente de hablar de las buenas conductas que forman parte de las cosas que la gente considera correctas y buenas según sus nociones? Tras hablar de esto, departimos sobre algunas normas y algunos dichos dictados por Dios para regular la conducta del hombre y lo que este vive y enumeramos algunos ejemplos, como no pegar ni maltratar verbalmente a nadie, honrar a los padres, no fumar ni beber, no robar, no aprovecharse de nadie, no dar falso testimonio, no adorar ídolos, etc. Por supuesto, estos son nada más que los principales, y hay muchos otros pormenores en los que no nos adentraremos. Así pues, después de haber compartido estas cosas, ¿qué verdades deberíais haber aprendido? ¿Qué principios deberíais practicar? ¿Qué deberíais hacer? ¿Es preciso que respetéis a los mayores y améis a los pequeños? ¿Que seáis personas corteses? ¿Que seáis amables y accesibles? ¿Han de ser las mujeres gentiles y refinadas o cultas y sensatas? ¿Han de ser los hombres excelentes, ambiciosos y competentes? No. Naturalmente, hemos compartido muchas enseñanzas. Es obvio que Satanás utiliza estas cosas, por las que aboga la cultura tradicional, para desorientar a la gente. Son cosas que desorientan y engañan a la gente en gran medida. Debéis examinaros para comprobar si todavía albergáis algunos de estos pensamientos e ideas o algunas de estas conductas y manifestaciones. Si es así, debéis daros prisa en buscar la verdad para corregirlos, aceptarla y vivir según las palabras de Dios. Así, podréis recibir Su aprobación. Deberíais reflexionar sobre cuál era vuestro estado interior cuando vivíais de acuerdo con la cultura tradicional, cómo os sentíais en el fondo del corazón, qué obtuvisteis y cuál fue el resultado, y comprobar después qué se siente al comportaros según las normas que Dios le ha exigido al hombre, como ser mesurado, tener decencia santa, no pegar ni maltratar verbalmente a nadie, etc. Observa cuál de estas formas de vida te permite vivir con más facilidad, libertad, paz, tranquilidad y humanidad, y cuál te hace sentir como si vivieras con una máscara falsa y vuelve tu vida muy engañosa y desdichada. Analiza cuál de estas formas de vida te permite vivir cada vez más cerca de las exigencias de Dios y hace que tu relación con Él sea paulatinamente más normal. Cuando lo experimentes realmente, lo sabrás. La práctica de las palabras de Dios y de la verdad es lo único que puede depararte emancipación y libertad y hacer que recibas la aprobación de Dios. Imagina, por ejemplo, que para que digan que tú respetas a los mayores y amas a los pequeños, que obedeces las normas y que eres buena persona, siempre que te encuentras a un hermano o hermana mayor, le llamas “hermano mayor” o “hermana mayor” y no te atreves nunca a llamarlo por su nombre, te avergüenza mucho hacerlo y piensas que sería totalmente irrespetuoso. Esta noción tradicional de respetar a los mayores y amar a los pequeños está oculta en tu interior, por lo que, cuando ves a una persona mayor, actúas con mucha delicadeza y amabilidad y como si fueras muy respetuoso de las normas y cultivado, y no puedes evitar inclinar la cintura desde un ángulo de 15 grados hasta uno de 90 grados. Tratas a las personas mayores con respeto y cuanto mayor es la persona que tienes delante, más educado finges ser. ¿Es bueno ser así de educado? Eso es vivir sin agallas y sin dignidad. Cuando una persona así ve a un niño pequeño, se comporta de forma tierna y juguetona, como un niño. Cuando ve a uno de sus iguales, se pone bien derecho y se comporta como un adulto para que los demás no se atrevan a faltarle al respeto. ¿Qué clase de persona es esa? ¿No es una persona de muchas caras? Cambia muy rápido, ¿no? Cada vez que ve a una persona mayor, le llama “abuelo mayor” o “abuela mayor”. Si se encuentra con alguien un poco mayor que ella, le llama “tío”, “tía”, “hermano mayor” o “hermana mayor”. Cuando conoce a alguien más joven que ella, le llama “hermano pequeño” o “hermana pequeña”. Les da a las personas distintos tratamientos y apodos según su edad y utiliza dichos tratamientos con mucha precisión y exactitud. Estas cosas han arraigado en lo más profundo de su ser, y sabe emplearlas con gran facilidad. Sobre todo desde que cree en Dios, se siente aún más convencida: “Ahora que soy creyente en Dios, debo respetar las normas y ser educado; debo ser culto y sensato. No puedo infringir las reglas ni ser rebelde como esos jóvenes no creyentes y problemáticos; eso no le gustará a la gente. Si quiero caerle bien a todo el mundo, tengo que respetar a los mayores y amar a los pequeños”. Por consiguiente, regula su conducta de una forma todavía más estricta y divide a las personas de distintos grupos de edad por categorías, todas ellas con su tratamiento y su apodo. Luego, pone esto en práctica constantemente en la vida diaria y cada vez piensa más lo siguiente: “Mírame, he cambiado mucho desde que creo en Dios. Soy culto, sensato y cortés, respeto a los mayores y amo a los pequeños y soy amable. Realmente vivo a semejanza de un ser humano. Sé dirigirme a cada persona que conozco por el tratamiento adecuado, tenga la edad que tenga. No me hizo falta que mis padres me lo enseñaran ni que mi entorno me lo ordenara. Sencillamente, sabía cómo hacerlo”. Tras practicar estas buenas conductas, cree que tiene mucha humanidad, que es muy obediente a las normas y que esto le debe de agradar a Dios. ¿No se está engañando a sí misma y a los demás? A partir de ahora, debes abandonar estas cosas. Antes conté la historia de Daming y Xiaoming, relacionada con respetar a los mayores y amar a los pequeños, ¿no es cierto? (Sí). Cuando ciertas personas ven a un anciano, piensan que llamarle “hermano mayor” o “hermana mayor” no es lo bastante delicado y que eso no hará que la gente las considere lo suficientemente cultivadas, así que le llaman “abuelo mayor” o “tía mayor”. Parece que los has tratado con el suficiente respeto, ¿y de dónde viene tu respeto hacia ellos? No pareces ser del tipo de persona que respeta a los demás. Tienes un aspecto aterrador, feroz, descarado y arrogante y en tu actuación eres más arrogante que cualquiera. No solo no buscas los principios-verdad, sino que tampoco te asesoras con nadie; haces lo que te da la gana y no tienes el más mínimo ápice de humanidad. Miras quién tiene estatus, y le llamas “tío mayor” o “tía mayor” esperando recibir los elogios de la gente por ello; ¿es útil fingir de este modo? ¿Tienes humanidad y moral si finges de este modo? Por el contrario, cuando otras personas ven que lo haces, les das todavía más asco. Cuando surgen asuntos que atañen a los intereses de la casa de Dios, eres capaz de traicionar verdaderamente dichos intereses. Vives únicamente para satisfacerte a ti mismo y, a pesar de tener esta clase de humanidad, insistes en llamar a la gente “tía mayor”. ¿Eso no es fingir? (Sí). ¡Se te da muy bien fingir! Dime, ¿no son repugnantes las personas así? (Sí). Esa gente siempre traiciona los intereses de la casa de Dios; no los protege en absoluto. Muerde la mano que le da de comer y no merece vivir en la casa de Dios. Examinaos para ver cuáles de los pensamientos, ideas, actitudes, planteamientos y formas de tratar a la gente que aún albergáis son cosas que la humanidad reconoce generalmente como buenas conductas y que, de hecho, son precisamente las cosas que Dios aborrece. Debéis daros prisa en desprenderos de estas cosas sin valor y no aferraros a ellas en modo alguno. Algunos preguntan: “¿Qué tiene de malo actuar así?”. Si tú actúas así, me repugnarás y te aborreceré; de ninguna manera debes hacerlo. Algunas personas señalan: “Da igual que te repugnemos; al fin y al cabo, no vivimos contigo”. Igualmente, no debes actuar así, aunque no vivamos juntos. Me repugnará que no seas capaz de aceptar ni de practicar la verdad, lo que implica que no podrás salvarte. Por tanto, sería mejor que abandonaras esas cosas cuanto antes. No finjas ni vivas tras una máscara falsa. Creo que los occidentales son muy normales en este sentido. Por ejemplo, en Estados Unidos basta con llamar a la gente por su nombre. No tienes que llamar a una persona “abuelo” y a otra “abuela” con vergüenza, ni preocuparte de que la gente te juzgue; puedes llamar a la gente por su nombre, de forma digna, y cuando te oiga se alegrará mucho, tanto los adultos como los niños, y les parecerás respetuoso. Por el contrario, si conoces su nombre y sigues llamándoles “señor” o “tía”, no les hará gracia y te ignorarán, lo que te parecerá muy extraño. La cultura occidental es distinta de la cultura tradicional china. Los chinos se han visto adoctrinados e influidos por la cultura tradicional y siempre quieren estar arriba, ser los mayores del grupo y que los respeten. No les basta con que les llamen “abuelo” o “abuela”, quieren que la gente añada un “mayor” después y les llamen “abuelo mayor”, “abuela mayor” o “tío mayor”. También “tía grande” o “tío grande”; si no les llaman “mayor”, quieren que les llamen “grande”. ¿No es repugnante la gente así? ¿Qué carácter es este? ¿No es un carácter miserable? ¡Qué repugnante! Este tipo de personas no solo son incapaces de ganarse el respeto de los demás, sino que estos las detestan y desprecian, se alejan de ellas y las rechazan. Por eso Dios tiene un motivo para sacar a la luz estos aspectos de la cultura tradicional y desdeñarlos: porque en estas cosas están presentes los trucos y el carácter de Satanás, y porque pueden impactar en los métodos y el sentido de comportamiento de una persona. Por supuesto, también pueden influenciar la perspectiva desde la que alguien contempla a las personas y las cosas y, asimismo, ciegan a la gente y afectan a su capacidad para optar por la senda correcta. Así pues, ¿no debe abandonar la gente estas cosas? (Sí).

La cultura tradicional ha influido profundamente en el pueblo chino. Naturalmente, cada país del mundo tiene una cultura tradicional propia y estas culturas tradicionales solo difieren en pequeños aspectos. Aunque algunos de sus dichos son distintos de los de la cultura tradicional china, poseen la misma naturaleza. Todos estos dichos existen porque la gente tiene un carácter corrupto y carece de una humanidad normal, por lo que tiene ciertas conductas muy engañosas que parecen buenas a simple vista, que concuerdan con las nociones y figuraciones del hombre y que le resultan fáciles de llevar a cabo, a fin de aparentar ser muy caballerosa, noble y respetable y para que parezca tener dignidad e integridad. Sin embargo, son precisamente estos aspectos de la cultura tradicional los que le nublan la vista a la gente y la engañan, y son exactamente estas cosas las que le impiden vivir a auténtica semejanza de un ser humano. Y, peor todavía, Satanás se sirve de ellas para corromper la humanidad de las personas y alejarlas de la senda correcta, ¿no es cierto? (Sí). Dios le dice a la gente que no robe, que no cometa adulterio y demás, mientras que Satanás le dice que debe ser culta y sensata, gentil y refinada, cortés, etc. ¿Esto no es justo lo contrario a las exigencias de Dios? ¿No se contradice deliberadamente a las exigencias de Dios? Satanás le enseña a la gente a valerse de métodos y comportamientos externos, además de aquello que vive, para engañar a otras personas. ¿Qué le enseña Dios a la gente? Que no debe valerse de comportamientos externos para ganarse fraudulentamente la confianza de otras personas, sino que debe comportarse basándose en Sus palabras y en la verdad. Así se hará merecedora de la confianza y la credibilidad de los demás; solo este tipo de personas tienen humanidad. ¿No hay una diferencia? Una gran diferencia. Dios te dice cómo comportarte, mientras que Satanás te dice cómo fingir y engañar a los demás; ¿no hay una gran diferencia? Entonces, ¿entiendes ya lo que la gente debe elegir al final? ¿Cuál es la senda correcta? (Las palabras de Dios). Exacto, las palabras de Dios son la senda correcta en la vida. Sin importar qué clase de exigencia planteen las palabras de Dios con respecto a la conducta del hombre —trátese de una regla, de un mandamiento o de una ley que Dios le haya dirigido al hombre—, todas ellas son, sin duda, correctas, y la gente debe obedecerlas. Esto es así porque las palabras de Dios siempre son la senda correcta y las cosas positivas, mientras que las palabras de Satanás engañan y corrompen a la gente, albergan sus tramas y no son la senda correcta, por mucho que concuerden con los gustos o con las nociones y figuraciones de la gente. ¿Lo entiendes? (Sí). ¿Qué sentís tras haber oído la enseñanza de hoy? ¿Guarda relación con la verdad? (Sí). ¿Comprendíais antes este aspecto de la verdad? (No de forma clara). ¿Ya lo comprendéis de forma clara? (Más que antes). En resumen, comprender estas verdades le será de utilidad a la gente más adelante. Le resultará de provecho para su futura búsqueda de la verdad, para su vivir de la humanidad y para el objetivo y el sentido de aquello que persiga en la vida.

26 de febrero de 2022

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