13. ¿De dónde viene esta voz?
Yo nací en una familia religiosa y tengo muchos familiares que son predicadores. Desde que era joven, seguí a mis padres en la creencia en el Señor. Cuando crecí, me dirigí a Dios en oración: si pudiera encontrar un marido que creyera en el Señor, me ofrecería junto con él en el servicio del Señor. Después de casarme, mi marido creía realmente en el Señor y, de hecho, pasó a ser un predicador consagrado a tiempo completo. Con el fin de que mi marido se sintiera a gusto en su trabajo por el bien del Señor y de que fuera capaz de cumplir su compromiso en la presencia del Señor, asumí activamente las cargas del funcionamiento de la casa. Aunque era un poco difícil y cansado, mi corazón estaba lleno de alegría y paz por mucho sufrimiento que soportara porque tenía al Señor como mi apoyo.
Después de 1997, descubrí que mi marido ya no tenía la luz que solía tener en su predicación. Cuando le pedía que hiciera alguna tarea del hogar, siempre ponía la excusa de estar ocupado con su trabajo de predicación y se enfurecía frecuentemente conmigo por pequeñas cosas. Yo estaba resentida por la conducta de mi marido y ya no estaba tan perfectamente feliz de hacer las labores de la casa como lo estaba antes. Las difíciles cargas de la vida del hogar y la oscuridad de mi espíritu provocaron que yo viviera angustiada, pero no había nadie en quien yo pudiera confiar para contarle lo que estaba sintiendo. Todo lo que yo podía hacer era venir ante la presencia de Dios y orar en plena noche cuando todo el mundo estaba dormido y pedir al Señor que me diera más fe y fuerza. Al mismo tiempo, anhelaba que el Señor volviera rápidamente.
Un día de abril de 2000, cuando estaba organizando la ropa, encontré el bolso de mi marido. Me di cuenta de que estaba abultado, por lo que abrí la cremallera con curiosidad y vi que había una Biblia y un libro de himnos en su interior. También había un nuevo libro atado por una cubierta externa. Pensé: “¿Cómo es que no he visto este libro antes? Tiene que ser algún tipo de libro de referencia, o un libro que contenga las experiencias de alguna persona espiritual. Tengo que leerlo, porque podría serme de alguna ayuda”. Guiada por mi curiosidad, vi un título que decía: “Los que serán hechos perfectos deben someterse al refinamiento”. “¡Qué título tan fresco y poco común!”. Pensé: “¡A juzgar por el título, el refinamiento no es una cosa mala! Ahora me encuentro en un estado de refinamiento que está fuera de mis capacidades, por lo que tengo que leer detenidamente cómo experimenta él el refinamiento y poder encontrar así el camino a partir de eso”. En eso, empecé a leer: “Solía ocurrir que las personas tomaban todas sus determinaciones delante de Dios y decían: ‘No importa quién no ama a Dios; yo debo amarlo’. Pero ahora, te enfrentas al refinamiento. No está en línea con tus nociones, por lo que pierdes la fe en Dios. ¿Es esto amor genuino? Has leído muchas veces sobre los hechos de Job; ¿te has olvidado de ellos? […] Cuando te enfrentes a sufrimientos debes ser capaz de no considerar la carne ni quejarte contra Dios. Cuando Él se esconde de ti, debes ser capaz de tener la fe para seguirlo, para mantener tu amor anterior sin permitir que flaquee o desaparezca. Independientemente de lo que Dios haga, debes respetar Su designio, y estar más dispuesto a maldecir tu propia carne que a quejarte contra Él. Cuando te enfrentas a pruebas, debes satisfacer a Dios, a pesar de cualquier reticencia a deshacerte de algo que amas o del llanto amargo. Sólo esto es amor y fe verdaderos. Independientemente de cuál sea tu estatura real, debes poseer primero la voluntad de sufrir dificultades, una fe verdadera y tener la voluntad de abandonar la carne. Deberías estar dispuesto a soportar las dificultades personales y sufrir pérdidas en tus intereses personales con el fin de satisfacer la voluntad de Dios. Debes ser capaz de sentir arrepentimiento en tu corazón. En el pasado no fuiste capaz de satisfacer a Dios, y ahora, puedes arrepentirte. Ni una sola de estas cosas puede faltar y Dios te perfeccionará a través de ellas. Si careces de estas condiciones, no puedes ser perfeccionado” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios). Yo estaba leyendo y llorando al mismo tiempo, ya que las palabras estaban contando exactamente mis circunstancias. Antes, yo había decidido dedicarme al Señor junto a mi marido y estar totalmente feliz de hacerlo por muy doloroso o agotador que fuera. Ahora, sin embargo, a causa de las dificultades en casa y de la falta de consideración de mi marido, siempre sentía que había sido especialmente perjudicada, viviendo en un estado de soportar refinamiento y perdiendo la fe y el amor que una vez tuve. Era incapaz de mantener la determinación que había tomado en la presencia de Dios y lloraba frecuentemente a solas en secreto. Pensé en cómo fue Job capaz de ser testimonio de Dios en medio de una prueba tan grande y ardua y de no perder la fe en Dios, y había dicho incluso: “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová” (Job 1:21).* ¿Cómo podía haber olvidado eso? Después me sentí profundamente arrepentida de todo lo que había hecho en presencia de Dios: otros preferirían sufrir dificultades y salir perdiendo en sus intereses personales, y aun así siguen queriendo satisfacer a Dios. Yo había creído en el Señor durante tantos años, pero había perdido la fe en Él. Me quejaba al Señor mientras soportaba el refinamiento, ¿y dónde expresé amor alguno por el Señor? Con esto en mente, tomé en secreto la determinación interior de que no podía continuar siendo como había sido antes, de que debería apoyar a mi marido en la obra que él estaba haciendo por el Señor y de que era correcto que yo sufriera un poco de dificultad.
Cuando yo estaba pensando de esta manera, de repente me sentí mucho mejor emocionalmente. Sentí que estas palabras estaban muy bien habladas y eran capaces de llegar a la raíz de mis circunstancias actuales. Sentí que eran capaces de señalarme el camino y provocar que la fe y la fuerza surgieran inconscientemente en mi interior. Pensé: “¿Quién dijo estas palabras? ¿Cómo era tan elevado su conocimiento? He leído algunos libros escritos por personas espirituales muy conocidas y, aunque los mismos han sido beneficiosos para algunas personas, no fueron escritos de una forma tan clara e ilustradora como este libro ni poseían la verdad. Realmente, ¿quién habló estas palabras?”. Este libro me atrajo a seguir leyendo y cuanto más leía más sentía que estas palabras estaban muy bien habladas. Todas y cada una de las líneas hablaba directamente a lo más profundo de mi corazón. A partir de estas palabras entendí que por muy grande que fuera el propio sufrimiento, se debe seguir a Dios hasta el final. Frente al sufrimiento, uno debe someterse de buen grado a Dios. Si uno se vuelve débil frente a la prueba, debería tener fe y apoyarse en Dios para mantenerse firme. Cuanto más leía, más iluminada me sentía en mi corazón y más tenía un camino que poner en práctica. Justo en ese momento mi marido llegó a casa y yo le pregunté inmediatamente: “¿Dónde conseguiste este libro?”. Mi marido sonrió y dijo: “Se lo pedí prestado a alguien y tengo que devolvérselo pronto”. Yo realmente quería seguir leyendo el libro y le dije: “Yo también quiero leer este libro”. Mi marido dijo, sonriendo: “¡Entonces ora! Dios puede hacerlo realidad”.
Un día, mientras cocinaba, escuchaba a lo lejos un himno que mi marido tenía sonando: “¿Quién no está adorando? ¿Quién no ansía ver a Dios? […] Dios compartió una vez los gozos y las tristezas con el hombre, y hoy se ha reunido con la humanidad, compartiendo historias de los tiempos pasados con él. Después de que Él saliera de Judea, las personas no pudieron hallar rastro de Él. Anhelan, una vez más, encontrarse con Dios; poco saben que hoy ya lo han hecho, y que se han reunido con Él. ¿Cómo no agitaría esto los recuerdos del ayer? Hace dos mil años hoy, Simón BarJonás, descendiente de los judíos, contempló a Jesús el Salvador, comió en la misma mesa que Él, y después de seguirlo durante muchos años, sintió profundo afecto hacia Él: lo amó desde el fondo de su corazón; amó al Señor Jesús profundamente. Hoy Dios ha reunido con la humanidad, compartiendo historias de los tiempos pasados con él” (‘Dos mil años de espera’ en “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”). La letra de este himno daba voz a mis propios pensamientos y evocaba mi sentimiento de anhelo del retorno del Señor. Yo lloraba mientras escuchaba y pensé: “Desde que creí por primera vez en el Señor, he pensado en el Señor Jesús cada día y esperado que Él pudiera volver más rápidamente para que yo pudiera compartir historias de tiempos pasados con Él. Esta letra era tan genuina y conmovedora, e incluso más, era capaz de expresar el anhelo de las personas por el Señor”. Entonces dejé lo que estaba haciendo y escuché con total atención, y oí otro himno llamado “Un corazón fiel a Dios”: “No pido nada para mi vida; solo que mis pensamientos de amor por Dios y el deseo de mi corazón sean aceptados por Dios” (“Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”). Pensé: “¿Quién escribió este himno? ¿Cómo puede ser tan grande su determinación?” Este himno es en gran manera motivador para mí, y cuán puro es el corazón que ama a Dios, como dice en la línea: “No pido nada para mi vida; solo que mis pensamientos de amor por Dios y el deseo de mi corazón sean aceptados por Dios”. Antes, cuando creía en el Señor, no sabía amar al Señor y sólo quería disfrutar la gracia, la paz, y la alegría del Señor. Hoy, este himno abrió en gran manera mi visión del mundo y vi que las personas que creen en Dios deben amarlo y no deben buscar nada para sí mismas, y que sólo este tipo de amor puede ser puro. Este himno está bien expresado. Entonces decidí en secreto en mi corazón que yo también quería perseguir esta meta y que amaría al Señor sin importarme quién no lo hiciera.
Después de leer las palabras en ese libro, así como de oír esos himnos, procedí entonces a actuar de acuerdo con esas palabras. Cuando mi marido se iba de nuevo al trabajo y no tenía tiempo de ayudarme con las labores de la casa, mi corazón no estaba tan angustiado como lo había estado antes. Si los hermanos y hermanas tenían alguna deficiencia o error en lo que decían, también podía perdonarlos por ello, porque quería contentar a Dios. Yo sólo quería buscar un corazón que ama a Dios tal como el himno había cantado.
En un abrir y cerrar de ojos, había llegado el tiempo de sembrar los campos. Una noche, mi marido estaba ordenando y me dijo: “Mañana, saldré a trabajar en una iglesia de otra zona”. Yo le dije inmediatamente: “¿Podrás volver tras algunos días?”. Él dijo: “No lo sé. Haré todo lo posible por volver pronto, así que no tienes que preocuparte por las labores de la casa”. Cuando oí lo que dijo, mi rostro se ensombreció y pensé: “Dices que no me preocupe por eso, ¿pero cómo no voy a preocuparme? Te vas sin idea alguna de cuándo volverás, y los campos en las casas de otras personas ya se han sembrado. Nuestro campo ni siquiera se ha arado aún y si las semillas se siembran tarde, no habrá una buena cosecha en otoño. Cuando llegue ese momento, ¿qué haremos? ¡Ojalá mi marido terminara de sembrar el campo y fuera después a ayudar a los hermanos y hermanas!”. La noche de ese mismo día, yo estaba acostada en mi cama sin poder dormir desesperada por una gran angustia en mi corazón: la última vez mi marido viajó durante más de medio mes antes de volver, pero en ese entonces no era la temporada de trabajo en el campo. Ahora, ha llegado el momento crucial para el trabajo en el campo y si él se va durante otro medio mes, ¿qué haré yo? Quizá simplemente podría hacer que él buscara a su colaborador para que llevase a cabo la obra y acabar con el problema. Pero pensé en ello otra vez: “Eso no servirá, ya que los hermanos y hermanas están esperando que él vaya a ayudarlos. Si él no va, ¿no sería una ofensa contra el Señor?”. En el estado de ser refinada, vine ante la presencia de Dios y oré: “¡Señor! No es que yo no esté dispuesta a que mi marido vaya y ayude a los hermanos y hermanas, es simplemente que es el momento justo en que nuestra casa debería trabajar los campos. En mi corazón, estoy soportando realmente un refinamiento bastante intenso, y no sé qué hacer. ¡Señor! Te pido Tu ayuda para salvaguardar mi corazón y no permitir que estas cosas me perturben”. Después de orar, estas palabras aparecieron de forma muy clara en mi mente: “Independientemente de cuál sea tu estatura real, debes poseer primero la voluntad de sufrir dificultades, una fe verdadera y tener la voluntad de abandonar la carne. Deberías estar dispuesto a soportar las dificultades personales y sufrir pérdidas en tus intereses personales con el fin de satisfacer la voluntad de Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los que serán hechos perfectos deben someterse al refinamiento). Estas palabras se apoderaron instantáneamente de mi corazón y le trajeron una luz clarificadora: ¡Eso es! ¡Si alguien quiere satisfacer al Señor, debe tener la determinación de soportar dificultades, y debe preferir sufrir físicamente y soportar pérdidas en sus intereses con el fin de satisfacer la voluntad de Dios! Estas palabras me dieron fe y pensé: si los campos se plantan un poco tarde, ¡que así sea! Todo lo que sea que cosechemos depende de Dios y lo más importante es que mi marido trabaje por el bien del Señor. Con esto en mente, me sentí aliviada y liberada en mi corazón y, sin darme cuenta, me había quedado dormida. En la mañana del día siguiente, dije a mi marido: “¡Estate tranquilo y ve a trabajar al servicio del Señor! No importa cuándo vuelvas. Me someto a la disposición de Dios”. Cuando pensé que lo que yo estaba haciendo satisfacía al Señor, sentí gozo y firmeza en mi corazón.
Mi marido volvió tras algunos días, y descubrí que parecía haber cambiado y que era otra persona. Me ayudó con las labores del hogar y me dijo: “¡Estás trabajando muy duro! Estos últimos años han sido bastante difíciles para ti haciendo todo dentro y fuera de la casa. Soy consciente de esto. Antes, salía con frecuencia a trabajar y no ayudaba en compartir contigo las cargas de las labores del hogar. En el futuro, haré más cuando tenga tiempo”. Al oír sus palabras, me conmoví mucho porque mi marido nunca había hablado así antes. Pensé: “Desde que mi marido leyó ese libro, ha habido una gran transformación en él. No sólo predica con gran luz, sino que su actitud hacia mí es diferente de lo que había sido antes. Leer la Biblia no había resultado en ningún cambio como este en él en el pasado, pero después de leer ese libro él se ha transformado mucho en tan corto tiempo. ¡Parece que las palabras de este libro tienen realmente el poder de cambiar a las personas!”. Al mismo tiempo sentí que las palabras de este libro habían sido muy beneficiosas para mí. Después de leerlo, tuve fe y fuerza, y cuando actuaba de acuerdo con las mismas, la insatisfacción que sentía hacia mi marido desapareció. Después de que mi marido leyera este libro, su actitud hacia mí cambió también y él entendió cómo ser considerado conmigo y cuidarme. ¡Todos estos cambios me hicieron pensar incluso más que las palabras de este libro eran realmente poderosas y tenían autoridad! Pero realmente, ¿quién había escrito las palabras de este libro? Nunca había encontrado respuesta a esto.
Un día, dos meses después, mi marido dijo que quería llevarme con él para asistir a una reunión. Yo tenía un sentimiento de que esta reunión sería algo muy especial, de lo contrario mi marido no me llevaría con él para escucharla. Yo estaba llena de ilusión en mi corazón y ansiaba ver ese libro de nuevo. Al día siguiente, mi marido y yo, junto con dos hermanas, estábamos sentados felizmente en un vehículo de camino a la casa de una hermana. Había muchos hermanos y hermanas tomando parte en esa reunión, entre ellos una hermana de unos treinta años de edad que incorporaba la Biblia y nos hablaba sobre muchas verdades acerca de la obra de Dios en los últimos días. Al escuchar lo que la hermana hablaba, sentí un tipo especial de claridad en mi corazón y llegué a entender totalmente muchos pasajes de la Biblia y sobre el retorno de Dios para llevar a cabo la obra de juicio que yo no había entendido antes. Pensé: “¿Cómo puede ella hablar tan bien sobre esto y comunicar la Biblia con tanta claridad? ¿Cómo tiene ella tanto entendimiento?”. Entonces, la hermana, con una sonrisa que le llenaba el rostro, nos dijo en voz alta: “Daré a los hermanos y hermanas una excelente información que entusiasmará el corazón de las personas. El Señor Jesús, a quien hemos anhelado desde hace mucho, ha regresado encarnado entre nosotros para llevar a cabo Su nueva obra, para expresar la palabra y abrir todos los misterios, para dejar al descubierto los misterios de las tres etapas de la obra de Dios, Su plan de gestión de seis mil años, las encarnaciones de Dios y la Biblia. Hoy, el contenido de lo que comunico viene todo de las palabras que Dios ha expresado”. Los hermanos y hermanas y yo que estábamos allí sentados oímos estas maravillosas noticias, y entendimos finalmente por qué la hermana había entendido tanto. Resulta que todo le fue dicho por la voz del Señor que había regresado. Ahora nosotros también oímos la voz del Señor y todos nos abrazamos felices, derramamos lágrimas de emoción y todo el lugar empezó a temblar con entusiasmo. Yo estaba tan feliz que me sentía como si saltara de alegría y pensé: todo el tiempo había estado esperando que el Señor Jesús volviera un poco antes. Han pasado dos mil años, ¡pero ahora el Señor ya ha regresado realmente! Mientras estoy viva, soy capaz de dar la bienvenida al retorno del Señor, ¡y por eso soy verdaderamente bendecida!
Pronto, cuando llegó el momento de dispersarnos, la hermana nos dio a todos un libro llamado “El juicio comienza por la casa de Dios”. Cuando sostenía el libro de la palabra de Dios, pensé de repente en ese libro de antes. ¿Podría ser este mismo? Cuando llegué a casa, pregunté a mi marido con impaciencia: “El libro que vi aquel día, ¿es la misma palabra de Dios que la hermana mencionó hoy?”. Mi marido sonrió y dijo: “Lo es”. En ese momento, era como si me estuviera despertando de un sueño. ¡Esa voz viene de Dios después de todo, es la voz de la encarnación del Señor Jesús retornado y es la voz de Dios! No es de extrañar que las palabras pudieran ser tan conmovedoras para mí, darme fe y fuerza, cambiarme. Entonces, reproché a mi marido, diciendo: “Tú has recibido la nueva obra de Dios; ¿por qué me la has ocultado?”. Mi marido dijo: “Quería contártelo realmente en ese momento, pero la mayoría de los miembros de tu familia son predicadores en la iglesia y condenan y se oponen a la obra de Dios en los últimos días. Nos han impedido estudiar el camino verdadero desde el principio. Tenía miedo de que pudieras no entender cuando yo lo explicara. Tenía miedo de que tus familiares se enteraran de ello y una vez salieran a molestarte y ponerte trabas, esto no sólo habría provocado que perdierais vuestra oportunidad de recibir la salvación, ¡sino que también me habría convertido en una persona malvada! Así que decidí decíroslo después de estudiarlo y obtener claridad sobre ello”. Al oír lo que dijo mi marido, mi malinterpretación sobre él desapareció y yo estaba aún más agradecida a Dios por salvarme. Decidí leer bien este libro.
A través de la lectura de la palabra de Dios Todopoderoso, mi espíritu agotado obtuvo nutrición y sustento… Nunca pensé que sería capaz de oír la palabra del Señor retornado con mis propios oídos, ser levantada ante la presencia de Dios, encontrarme cara a cara con Él, y me sentí especialmente agradecida a Dios por Su amor y salvación. Después de más de diez días, mi marido y yo nos reunimos con las hermanas que difundían el evangelio y llevamos a los hermanos y hermanas de nuestra iglesia que tenían una fe sincera en el Señor a encontrarse con Dios Todopoderoso.
La cita bíblica marcada (*) ha sido traducida de AKJV.