¿Por qué debe el hombre perseguir la verdad?

En los últimos tiempos, hemos hablado fundamentalmente sobre algunos enunciados relativos a la conducta moral. Hemos analizado, diseccionado y expuesto uno a uno diferentes enunciados sobre todos los aspectos de la conducta moral que se han propuesto en la cultura tradicional. A causa de ello, las personas son capaces de discernir los diversos enunciados sobre la conducta moral que se consideran cosas positivas en la cultura tradicional, y de desentrañar su esencia. Cuando una persona tenga una comprensión clara de estos enunciados, empezará a sentir aversión por ellos y a ser capaz de rechazarlos. Después, podrá poco a poco dejar atrás estas cosas en la vida real. Dejando de lado su aprobación de la cultura tradicional, su fe ciega en ella y su adhesión a ella, podrá aceptar las palabras de Dios, y aceptar en su corazón Sus exigencias y los principios-verdad que ha de poseer una persona, de modo que pueda sustituir en su interior a la cultura tradicional. De este modo, esa persona podrá vivir con semejanza humana y ganar la aprobación de Dios. En resumen, el objetivo de analizar los diversos enunciados de conducta moral propugnados por la cultura tradicional de la humanidad es proporcionarles a las personas un claro discernimiento y conocimiento de la esencia que reside detrás de estos enunciados de conducta moral, y cómo Satanás los usa para corromper, desorientar y controlar a la humanidad. Así serán capaces de discernir con exactitud cuál es la verdad y qué son las cosas positivas. Para ser precisos, después de ver con claridad más allá de esos enunciados de conducta moral hasta su esencia, su verdadera naturaleza y las artimañas de Satanás, deberían ser capaces de saber exactamente cuál es la verdad. No mezclemos la cultura tradicional y los enunciados de conducta moral que inculca a la gente con la verdad. Esas cosas no son la verdad, no pueden sustituirla y, desde luego, no tienen nada que ver con ella. Con independencia de la perspectiva con que mires la cultura tradicional, y al margen de los enunciados o requisitos específicos que esta tenga, solo representa la instrucción, el adoctrinamiento, la desorientación y el lavado de cerebro de Satanás a la humanidad. Representa las artimañas de Satanás, y su esencia-naturaleza. No está relacionada en absoluto con la verdad ni con las exigencias de Dios. Así que, con independencia de lo buena que sea tu práctica en términos de conducta moral o tu implementación de esta, o por bien que la captes, eso no significa que estés practicando la verdad, o que seas una persona con humanidad y razón, y desde luego no significa que seas capaz de satisfacer las intenciones de Dios. Ningún enunciado o requerimiento sobre conducta moral, sin importar a qué tipo de persona o comportamiento esté dirigido, tiene nada que ver con las exigencias de Dios al hombre. No tiene relación alguna con la verdad que Dios exige que el hombre practique, ni con los principios a los que el hombre debe atenerse. ¿Habéis estado reflexionando sobre esta cuestión? ¿Lo veis ahora claro? (Sí).

Sin una detallada comunicación y una disección pormenorizada de estos diversos enunciados de cultura tradicional, las personas no pueden percibir que los enunciados que se proponen son falsos, engañosos e inválidos. En consecuencia, en el fondo de su corazón siguen percibiendo estos diversos enunciados de cultura tradicional como parte del credo o las reglas a los que atenerse respecto a cómo actuar y comportarse. Siguen tratando los comportamientos y la conducta moral que se consideran buenos en la cultura tradicional como la verdad y los acatan como tales, incluso los confunden con la verdad. Peor aún, la gente los predica y promueve como si fueran correctos, como si fueran cosas positivas, e incluso la verdad; engañan a las personas, las perturban y les impiden presentarse ante Dios para aceptar la verdad. Este es un problema muy real que cualquiera puede ver. A menudo toman como la verdad los enunciados de conducta moral que el hombre percibe como buenos y positivos. Incluso llegarán a citar enunciados y palabras de la cultura tradicional para comunicar y predicar cuando estén en reuniones y comunicando acerca de las palabras de Dios. Este es un problema muy serio. Esta clase de asunto o acontecimiento no debería ocurrir en la casa de Dios, pero se da a menudo, es un problema muy común. Esto demuestra otro problema: cuando las personas no entienden la verdadera esencia de la cultura tradicional y los enunciados de conducta moral, a menudo tratan los enunciados de la cultura tradicional sobre conducta moral como cosas positivas con las que reemplazar o suplantar la verdad. ¿Se trata de algo habitual? (Sí). Por ejemplo, enunciados de la cultura tradicional como: “Sé amable con los demás”, “La armonía es un tesoro y la paciencia, una virtud”, “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”, “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”, “La amabilidad de una gota de agua debe ser recompensada con un manantial”, y enunciados incluso más populares como: “Daría la vida por un amigo” y “Un individuo leal no puede servir a dos señores, como tampoco una buena mujer puede tener dos maridos”, ya se han convertido en credos según los cuales la gente se comporta, y en los criterios y estándares según los que se juzga la nobleza de una persona. Así, incluso tras oír mucho de la palabra de Dios y la verdad, siguen haciendo uso de los enunciados y teorías de la cultura tradicional como los estándares con los que medir a los demás y ver las cosas. ¿Cuál es aquí el problema? Esto demuestra un problema muy serio: que la cultura tradicional ocupa un lugar muy importante en el fondo del corazón del hombre. ¿No queda esto demostrado? (Sí). Todas las diversas ideas que Satanás ha inculcado en las personas se han arraigado muy hondo en sus corazones. Han prevalecido y se han generalizado en las vidas, los entornos y las sociedades de toda la humanidad. Así, la cultura tradicional no solo ocupa una posición importante en lo profundo de sus corazones, sino que además influencia hondamente y controla los principios y actitudes, y las perspectivas y métodos mediante los cuales ven a las personas y las cosas, además de cómo se comportan y actúan. Incluso después de que la gente acepta la conquista de las palabras de Dios, además de su puesta en evidencia, juicio y castigo, estas ideas de la cultura tradicional todavía ocupan un lugar importante en sus mundos espirituales y en lo profundo de sus corazones. Esto significa que controlan el rumbo, los objetivos, los principios, las actitudes y las perspectivas que subyacen a su forma de ver a las personas y las cosas, a su forma de comportarse y de actuar. ¿No significa esto que la gente ha sido completamente cautivada por Satanás? ¿No es un hecho? (Sí). Es un hecho. La forma en que la gente vive y sus metas en la vida, además de los puntos de vista y actitudes con los que aborda todas las cosas se basan por entero en la cultura tradicional que Satanás fomenta e inculca en ella. La cultura tradicional ocupa la posición dominante en la vida de las personas. Se puede decir que después de presentarse ante Dios y escuchar Sus palabras, e incluso después de aceptar de Él algunos enunciados y puntos de vista correctos, varios pensamientos de la cultura tradicional todavía ocupan un lugar dominante e importante en sus mundos espirituales y en lo más profundo de sus corazones. Debido a estos pensamientos, las personas no pueden evitar ver a Dios y Sus palabras y obra utilizando los métodos, puntos de vista y actitudes de la cultura tradicional. Incluso juzgan, analizan y estudian las palabras, la obra, la identidad y la esencia de Dios basándose en ellas. ¿No es así? (Sí). Es un hecho incontestable. Aunque las palabras y la obra de Dios, Sus acciones, esencia, poder y sabiduría han conquistado a la gente, la cultura tradicional sigue ocupando una posición importante en lo más profundo de sus corazones, hasta el punto de que nada puede suplantarla. Como es natural, lo mismo ocurre con las palabras de Dios y la verdad. Aunque Dios ha conquistado a la gente, Sus palabras y la verdad no pueden desplazar a la cultura tradicional en sus corazones. Esto es muy triste y aterrador. La gente se aferra a la cultura tradicional mientras sigue a Dios, mientras escucha Sus palabras, mientras acepta la verdad y varias ideas de Él. En apariencia, estas personas parecen estar siguiendo a Dios, pero las diversas ideas, puntos de vista y perspectivas que la cultura tradicional y Satanás les han inculcado ocupan una posición inquebrantable e insustituible en sus corazones. Aunque puede que las personas coman y beban de las palabras de Dios a diario, lean en oración y las contemplen a menudo, las opiniones, principios y métodos básicos que subyacen a la forma en que ven a las personas y las cosas, además de cómo se comportan y actúan, siguen basándose en la cultura tradicional. Por tanto, la cultura tradicional afecta a las personas sometiéndolas a su manipulación, instrumentaciones y control en sus vidas cotidianas. Es tan inquebrantable e ineludible como sus propias sombras. ¿Por qué ocurre esto? Porque las personas no pueden desvelar, analizar o exponer, desde el fondo de su corazón, las diversas ideas y opiniones que la cultura tradicional y Satanás les han inculcado; no pueden reconocer estas cosas, desentrañarlas, rebelarse contra ellas o abandonarlas; no pueden contemplar a las personas y las cosas ni comportarse o actuar de la forma en que Dios les ordena, o de la forma en que Él les enseña e instruye. ¿En qué clase de apuro vive todavía la mayoría de la gente debido a esto? En uno en el que tienen un deseo profundo en sus corazones de ver a las personas y las cosas, de comportarse y actuar en base a las palabras de Dios, de no ir en contra de Sus intenciones ni la verdad; sin embargo, de manera indefensa e involuntaria, continúan interactuando con la gente, se conducen y manejan los asuntos de acuerdo con los métodos que Satanás enseña. En su corazón, las personas anhelan la verdad y poseer un tremendo deseo de Dios, ver a las personas y las cosas, comportarse y actuar de acuerdo con las palabras de Dios y no vulnerar los principios-verdad, sin embargo las cosas siempre terminan en contra de sus deseos. Incluso después de redoblar sus esfuerzos, el resultado que logran sigue sin ser el que desean. No importa cuánto luche la gente, cuánto esfuerzo dedique, da igual cuánta determinación y deseo de alcanzar el amor por las cosas positivas tengan; al final, la verdad que son capaces de practicar y el criterio de la verdad que son capaces de mantener en la vida real son escasos e infrecuentes. Esto es lo que más angustia a las personas en el fondo de su corazón. ¿Y por qué sucede esto? Uno de los motivos no es otro que el hecho de que las diversas ideas y opiniones que la cultura tradicional enseña a la gente siguen dominando sus corazones y controlando sus palabras, actos e ideas, además de los métodos y formas en que se comportan y actúan. Por tanto, las personas deben llevar a cabo un proceso para reconocer la cultura tradicional, analizarla y exponerla, discernirla y desentrañarla y, finalmente, abandonarla para siempre. Es muy importante hacer esto; no es algo opcional. Esto es porque la cultura tradicional ya domina el fondo del corazón de las personas; incluso domina todo su ser. Esto significa que, en sus vidas, las personas no pueden evitar vulnerar la verdad en su forma de conducirse y de manejar los asuntos, y no pueden evitar estar controladas e influenciadas por la cultura tradicional como lo han estado hasta el día de hoy.

Si uno desea aceptar por completo la verdad en su fe en Dios, y practicar y ganarla a conciencia, debe comenzar por ahondar, diseccionar y conocer profunda y específicamente las diversas ideas y puntos de vista de la cultura tradicional. Es obvio que estas ideas de la cultura tradicional ocupan un lugar importante en el corazón de cada persona, sin embargo, cada cual se aferra a diferentes aspectos de su adoctrinamiento; cada persona se centra en una parte diferente de este. Algunos defienden especialmente la afirmación: “Daría la vida por un amigo”. Son muy leales a sus amigos, y la lealtad es para ellos más importante que nada. La lealtad es su vida. Desde el día que nacen, viven por la lealtad. Algunos valoran mucho la amabilidad. Si reciben amabilidad de alguien, ya sea grande o pequeña, se lo toman a pecho y retribuirla se vuelve lo más importante en sus vidas, se convierte en su misión en la vida. Algunos valoran causar una buena impresión a los demás; se centran en convertirse en un tipo de persona honorable, noble y decente, y en hacer que los demás les respeten y los tengan en alta estima. Quieren que los demás hablen bien de ellos, quieren tener una buena reputación, que se les elogie, recibir la aprobación general de todos. Cada persona tiene un enfoque diferente en su búsqueda de los diversos enunciados de la cultura tradicional y la conducta moral. Algunos valoran la fama y la riqueza, otros la integridad, otros la pureza, otros retribuir la amabilidad. Algunos valoran la lealtad, otros la benevolencia y algunos la corrección; son respetuosos y educados con todo el mundo, siempre dejan paso y dan prioridad a los demás y cosas así. Cada uno tiene un enfoque diferente. Por tanto, si quieres entender cómo te ha afectado y te controla la cultura tradicional, si quieres saber cuánto peso tiene en lo más profundo de tu corazón, debes diseccionar qué tipo de persona eres y qué valoras. ¿Te importa el “decoro” o la “benevolencia”? ¿Valoras la “fiabilidad” o la “paciencia”? Desde diferentes perspectivas y sobre la base de tu comportamiento real debes diseccionar qué aspecto de la cultura tradicional ha tenido una influencia más profunda en ti y por qué buscas la cultura tradicional. Sea cual sea la esencia de la cultura tradicional que busques, ese es el tipo de persona que eres. Sea cual sea el tipo de persona que eres, eso es lo que domina tu vida, y sea lo que sea lo que domina tu vida, eso es lo que tienes que reconocer, analizar, desentrañar, aquello contra lo que tienes que rebelarte y has de abandonar. Una vez que lo hayas descubierto y comprendido, podrás separarte poco a poco de la cultura tradicional, abandonarla de verdad y, por último, romper completamente con ella y desarraigarla de lo más profundo de tu corazón. Entonces podrás rebelarte contra ella por completo y erradicarla. Una vez que hayas hecho esto, la cultura tradicional ya no desempeñará el papel más importante en tu vida; en su lugar, las palabras de Dios y la verdad lentamente asumirán un papel principal en lo más profundo de tu corazón y se convertirán en tu vida. Las palabras de Dios y la verdad ocuparán lentamente un lugar importante en él, y las palabras de Dios y Dios mismo se sentarán en el trono de tu corazón y reinarán como tu Rey. Ocuparán cada parte de ti. ¿No te parecerá entonces más pequeña la angustia de vivir? ¿No será tu vida cada vez menos angustiosa? (Sí). ¿No te resultará más fácil contemplar a las personas y las cosas, comportarte y actuar en todo de acuerdo con las palabras de Dios, con la verdad por criterio? (Sí). Será mucho más fácil. Veo que todos estáis muy ocupados con vuestros deberes diarios. Además de leer las palabras de Dios, también debéis comunicar sobre la verdad todos los días, leer, escuchar, memorizar y escribir. Dedicáis mucho tiempo y energía, pagáis un gran precio, sufrís bastante, y quizás entendéis mucho sobre doctrina. Sin embargo, a la hora de cumplir con vuestro deber, es una lástima que no podáis practicar la verdad ni captar los principios. Habéis escuchado y compartido sobre diversos aspectos de la verdad en multitud de ocasiones, pero cuando os sucede algo, no sabéis cómo experimentar, practicar o utilizar las palabras de Dios. No sabéis cómo practicar la verdad; tenéis todavía que buscarla y discutirla con otros. ¿Por qué tardan tanto las palabras de Dios en arraigar en el corazón de una persona? ¿Por qué es tan difícil comprender la verdad y actuar según los principios a través de Sus palabras? No se puede descartar como causa principal la enorme influencia que la cultura tradicional ejerce sobre las personas. Ha ocupado una posición importante en el corazón de las personas durante mucho tiempo, y controla sus pensamientos y sus mentes. La cultura tradicional da rienda suelta a las actitudes corruptas del hombre, que se siente cómodo revelándolas, como un carnicero con su cuchillo, como pez en el agua. ¿No es este el caso? (Sí). La cultura tradicional está estrechamente ligada a las actitudes corruptas del hombre. Trabajan juntas y se refuerzan mutuamente. Cuando las actitudes corruptas se encuentran con la cultura tradicional, como un pez en el agua, son capaces de alardear de toda su capacidad. Las actitudes corruptas aman y necesitan la cultura tradicional. Así, a lo largo de milenios de condicionamiento de la cultura tradicional, el hombre ha sido corrompido cada vez más profundamente por Satanás, y sus actitudes corruptas se han vuelto cada vez más graves y excesivas. Bajo su disfraz y dentro de su envoltorio, estas actitudes no solo se vuelven cada vez más graves, sino que también están cada vez más disimuladas. Actitudes como la arrogancia, el engaño, la maldad, la intransigencia y la aversión por la verdad se ocultan y enmascaran cada vez más; se revelan de formas cada vez más astutas, lo que dificulta que la gente las detecte. Así, bajo el condicionamiento, la instrucción, la desorientación y el control de la cultura tradicional, ¿en qué se ha convertido paulatinamente el mundo de la humanidad? En un mundo de demonios. La gente no vive como seres humanos; no tiene semejanza humana ni humanidad. Sin embargo, las personas que se aferran a la cultura tradicional, que durante mucho tiempo han sido adoctrinadas, impregnadas y poseídas por ella, están cada vez más convencidas de su propia grandeza, nobleza y trascendencia. Son increíblemente egoístas; ninguno de ellos piensa que es insignificante, que no vale nada, que no es más que un minúsculo ser creado. Ninguno de ellos está dispuesto a ser una persona normal; todos quieren ser famosos, ser grandes, ser sabios. Bajo el condicionamiento de la cultura tradicional, la gente no solo quiere superarse a sí misma, sino que quiere superar al mundo entero y a toda la humanidad. Has oído esa canción que cantan los no creyentes: “Quiero volar más alto, volar más alto”, y la que dice: “Solo soy un pajarito, quiero volar, pero no puedo volar alto”. ¿Acaso estas palabras no están desprovistas de razón y carecen de toda humanidad y sentido? ¿No son el aullido salvaje de Satanás? (Sí). Son el sonido del furioso aullido de Satanás. Así pues, se mire como se mire, el veneno de la cultura tradicional hace tiempo que se ha filtrado en el corazón del hombre, y no es algo que pueda eliminarse de la noche a la mañana. No es tan fácil como superar un defecto personal o un mal hábito: debes desvelar tus pensamientos, puntos de vista y carácter corrupto, y erradicar de tu vida la raíz venenosa de la cultura tradicional de acuerdo con la verdad. Luego, debes contemplar a las personas y las cosas, comportarte y actuar de acuerdo con las palabras y los requerimientos de Dios, y hacer de la verdad de Sus palabras tu vida. Solo haciendo esto estarás caminando verdaderamente por la senda correcta al seguir a Dios y creer en Él.

Ya nos hemos dedicado mucho a analizar y exponer el tema de la cultura tradicional, y hemos hablado ampliamente sobre ello. Con independencia de cuánto hemos compartido sobre el tema o durante cuánto tiempo, el objetivo sigue siendo resolver las diversas dificultades que surgen en las personas al perseguir la verdad o las diversas dificultades y problemas que existen para su entrada en la vida. El objetivo es eliminar todas las barreras, obstrucciones y dificultades, entre las que predominan los diversos enunciados, ideas y puntos de vista de la cultura tradicional, que se interponen en el camino de aquellos que persiguen la verdad. De momento, hemos completado esencialmente nuestra comunicación sobre el tema de la cultura tradicional. Entonces, ¿hemos terminado de compartir sobre temas relacionados con la búsqueda de la verdad? (No). ¿Nuestra comunicación y análisis de la cultura tradicional estaban relacionados con la búsqueda de la verdad? (Sí). Estaban relacionados con la búsqueda de la verdad. La cultura tradicional es la mayor dificultad a la que se enfrenta la gente en la senda de la búsqueda de la verdad. Ahora que hemos terminado de hablar sobre la cultura tradicional, que es el mayor obstáculo para que el hombre persiga la verdad, hoy vamos a comunicar sobre la siguiente cuestión: “Por qué debe el hombre perseguir la verdad”. ¿Por qué debe el hombre perseguir la verdad? ¿Hemos hablado antes sobre esta cuestión? ¿Por qué debemos comunicar sobre ella? ¿Es una cuestión importante? (Sí). ¿Por qué es importante? Compartid vuestros pensamientos. (A mi entender, la búsqueda de la verdad está relacionada directamente con la salvación del hombre. Ya que todos tenemos actitudes gravemente corruptas y hemos sido adoctrinados y hondamente envenenados por la cultura tradicional desde temprana edad, hemos de perseguir la verdad o no podremos discernir las cosas negativas que provienen de Satanás. Además, no seremos capaces de practicar la verdad, y no sabremos cómo actuar de un modo positivo y que se ajuste a las intenciones de Dios. No nos quedará otra elección que actuar y comportarnos conforme a nuestras actitudes corruptas. Si así es como uno cree en Dios, al final, seguirá siendo un Satanás viviente, no alguien a quien Dios salvaría. Por eso es muy importante perseguir la verdad. Además, nuestras actitudes corruptas solo pueden purificarse mediante la búsqueda de la verdad; es también la única manera de corregir nuestras ideas erróneas sobre cómo debemos contemplar a las personas y las cosas, y comportarnos y actuar. Solo después de que una persona haya comprendido y obtenido la verdad podrá cumplir con su deber de forma competente y convertirse en alguien que se somete a Dios. De no ser así, seguirá de manera involuntaria sus actitudes corruptas para hacer cosas en sus deberes que trastornan y perturban el trabajo de la iglesia). Has planteado dos asuntos. ¿Cuál era Mi pregunta? (¿Por qué debe el hombre perseguir la verdad?). ¿Acaso es una pregunta sencilla? Lo parece, una mera cuestión de causa y efecto. ¿Compartís todos la opinión de que perseguir la verdad está relacionado, por un lado, con la salvación de una persona y, por otro, con no crear perturbaciones o trastornos? (Sí). Planteado así, la cuestión parece bastante sencilla. ¿Es realmente tan simple? Compartid vuestras reflexiones. (Creo que la pregunta de “¿Por qué debe el hombre perseguir la verdad?” es más sencilla de responder desde una perspectiva teórica, pero cuando se trata de practicar realmente y entrar en la realidad, no resulta tan simple). “¿Por qué debe el hombre perseguir la verdad?”: ¿cuántas preguntas engloba esto? Por ejemplo, cuál es el significado de perseguir la verdad, cuáles son las razones para ello… ¿qué más? (La importancia de perseguir la verdad). Así es, también incluye la importancia de perseguir la verdad, contiene todas estas cuestiones. Teniendo esto en cuenta, ¿es sencilla la pregunta: “¿Por qué debe el hombre perseguir la verdad?”? (No lo es). Reflexionad de nuevo sobre la cuestión “¿Por qué debe el hombre perseguir la verdad?”, a la luz de estas cosas. Primero echemos la vista atrás: ¿qué significa perseguir la verdad? ¿Cómo se define? (Contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar de acuerdo con las palabras de Dios, con la verdad por criterio). ¿Es eso correcto? Os faltan las palabras “en todo”. Leedlo de nuevo. (“Contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar en todo de acuerdo con las palabras de Dios, con la verdad por criterio”). La pregunta “¿Por qué debe el hombre perseguir la verdad?” está relacionada con los puntos de vista de la gente sobre las personas y las cosas, y con su comportamiento y acciones. Trata sobre cómo debe contemplar la gente a las personas y las cosas, cómo deben comportarse y actuar; y por qué deben contemplar las cosas y a las personas, comportarse y actuar en todo de acuerdo con las palabras de Dios y con la verdad por criterio. ¿Por qué deben buscar esta manera de hacer las cosas, no es esa la raíz de la pregunta? ¿Acaso no es la cuestión fundamental? (Lo es). Ahora ya habéis comprendido la idea fundamental de la pregunta. Volvamos a la pregunta en sí: “¿Por qué debe el hombre perseguir la verdad?”. Esta cuestión no es sencilla. Engloba el significado y el valor de perseguir la verdad, y en ella hay algo más que tiene una gran importancia. De acuerdo con la esencia y los instintos de la humanidad, esta necesita la verdad como su vida y, por tanto, debe perseguirla. Como es natural, esto también está relacionado con el futuro y la supervivencia de la humanidad. En pocas palabras, la búsqueda de la verdad está relacionada con la salvación de las personas y con el cambio en sus actitudes corruptas. Naturalmente, también tiene que ver con las diferentes cosas que la gente vive, sus efusiones y las conductas en su vida cotidiana. Si las personas no persiguen la verdad, se puede decir con certeza que sus posibilidades de salvarse son nulas. Si no persiguen la verdad, hay un cien por cien de posibilidades de que se resistan, traicionen y rechacen a Dios. Pueden resistirse y traicionar a Dios en cualquier momento y lugar, y por naturaleza pueden perturbar el trabajo de la iglesia y la casa de Dios, o hacer algo que cause perturbación o trastorno también en cualquier momento y lugar. Estas son algunas de las razones más simples y básicas por las que la gente debe perseguir la verdad que pueden contemplar y entender en su vida diaria. Pero hoy solo vamos a comunicar sobre algunos aspectos cruciales de la pregunta: “¿Por qué debe el hombre perseguir la verdad?”. Ya hemos compartido sobre los aspectos más fundamentales de esta pregunta, que la gente ha entendido y reconocido como un asunto de doctrina, así que hoy no vamos a comunicar sobre esas cuestiones básicas y sencillas. Nos bastará con comunicar sobre varios de los elementos principales. ¿Por qué estamos hablando sobre el tema de la búsqueda de la verdad? Obviamente, hay algunas preguntas más importantes contenidas en ello, cuestiones que la gente no puede desentrañar y ni conoce ni comprende, pero que requieren de su comprensión y entendimiento.

¿Por qué debe el hombre perseguir la verdad? No empezaremos por los aspectos básicos que la gente ya capta y entiende, ni por la doctrina que ya conoce. Entonces, ¿por dónde empezamos? Debemos empezar por la raíz de la cuestión, por el plan de gestión y las intenciones de Dios. ¿Qué significa empezar por la raíz de la cuestión? Significa que comenzaremos por el plan de gestión de Dios y Su creación de la humanidad. Desde que hubo personas, desde que un ser vivo, la humanidad creada, recibió el aliento de Dios, Él tiene el plan de obtener a un grupo de entre sus miembros. Este grupo será capaz de comprender, entender y acatar Sus palabras. Podrán actuar como administradores de todas las cosas, de la miríada de la creación de Dios, sus plantas, animales, bosques, océanos, ríos, lagos, montañas, arroyos, llanuras, etc., de acuerdo con Sus palabras. Después de que Dios elaborara este plan, comenzó a depositar Sus esperanzas en la humanidad conforme a él. Dios espera que un día las personas sean capaces de actuar como administradores de esta humanidad, de todas las cosas que existen en el mundo y de las diferentes criaturas que viven entre ellas, y que puedan hacerlo de una manera ordenada, de acuerdo con los métodos, reglas y leyes que Él ha establecido. Aunque Dios ya ha elaborado este plan y estas expectativas, su objetivo final tardará mucho tiempo en alcanzarse. No es algo que pueda lograrse en diez o veinte años, ni en cien o doscientos, ni mucho menos en mil o dos mil años. Llevará seis mil años. Durante este proceso, la humanidad necesita experimentar diferentes periodos, eras, épocas y distintas etapas de la obra de Dios. Debe experimentar el movimiento de las estrellas en los cielos, los mares secándose y las rocas desmoronándose; necesita experimentar cambios drásticos. Desde los primeros y más escasos seres humanos, la humanidad ha experimentado grandes altibajos, y las vicisitudes y los cambios de este mundo, tras lo cual las personas han crecido poco a poco en número y han adquirido paulatinamente experiencia, y la agricultura, la economía y las formas de vida y supervivencia de la humanidad han cambiado poco a poco y han dado lugar a nuevos métodos. Solo cuando se ha alcanzado un cierto periodo y una cierta era, las personas pueden llegar al nivel en el que Dios las juzgará, las castigará y las conquistará, y en el que Él les expresará la verdad, Sus palabras y Sus intenciones. Para alcanzar este nivel, la humanidad ha experimentado grandes trastornos, al igual que todas las cosas de este mundo. Naturalmente, también se han producido cambios drásticos en los cielos y en el cosmos. Esta serie de cambios se ha producido y ha aparecido de forma gradual junto con la gestión de Dios. La gente ha tardado mucho tiempo en llegar al punto de presentarse ante Dios y aceptar Su conquista, juicio y castigo, y la provisión de Sus palabras. Pero no pasa nada; Él puede esperar, porque ese es el plan de Dios y es Su deseo. Dios debe esperar mucho tiempo por Su plan y Su deseo. Ya lleva esperando lo que sin duda ha sido mucho, mucho tiempo.

Después de que la humanidad atravesara su etapa inicial de ignorancia, delirio y confusión, Dios la guio hasta la Era de la Ley. Aunque la humanidad había entrado en una nueva era, una era del plan de gestión de Dios, aunque las personas ya no vivían vidas desenfrenadas e indisciplinadas como rebaños de ovejas, aunque habían entrado en un entorno para sus vidas que contaba con la guía, instrucción y prescripción de la ley, la gente solo sabía unas pocas cosas sencillas que la ley les había enseñado, contado o informado, o que ya eran conocidas en el ámbito de la vida humana. Qué es el robo, por ejemplo, o qué es el adulterio, qué es el asesinato o cómo se hará a la gente responsable de un asesinato, cómo interactuar con el prójimo, cómo se responsabilizará a quien haga esto o aquello. La humanidad había pasado de sus circunstancias iniciales, en las que no sabía ni comprendía nada, a aprender unas leyes sencillas y esenciales de conducta humana que Dios le había comunicado. Después de que Dios hubiera proclamado estas leyes, las personas que vivían conforme a la ley sabían que debían seguir las reglas y acatar la ley, y en su mente y su mundo interior, esta actuaba como una restricción y una guía para su conducta, y la humanidad tenía una semejanza inicial con el hombre. Estas personas comprendieron que debían seguir unas normas y acatar unas leyes. Con independencia de lo bien que las siguieran y de lo estrictamente que las acataran, en cualquier caso, tenían más semejanza humana que las anteriores a la ley. En cuanto a su comportamiento y sus vidas, actuaban y vivían según ciertas normas y con ciertas restricciones. Ya no estaban tan perdidas ni eran tan ignorantes como antes, y ya no estaban tan desprovistas de objetivos en la vida. Las leyes de Dios, y todos los enunciados que Dios les había declarado, se arraigaron en sus corazones y ocuparon una cierta posición en ellos. La humanidad había dejado de estar sin saber qué hacer; ya no vivía sin metas, rumbo ni freno. A pesar de ello, aún distaban de ser el pueblo de los planes y los deseos de Dios. Aún estaban lejos de ser capaces de actuar como amos de todas las cosas. Dios todavía tenía que esperar y ser paciente. Aunque las personas que vivían bajo la ley sabían que debían adorar a Dios, lo hacían como una mera cuestión de forma. La posición y la imagen de Dios en el fondo de sus corazones diferían completamente de Su verdadera identidad y esencia. Por tanto, seguían sin ser los seres humanos creados que Dios quería, y seguían sin ser el pueblo que Dios imaginaba, capaz de actuar como administradores de todas las cosas. En el fondo de sus corazones, la esencia, la identidad y el estatus de Dios no eran más que los del Soberano de la humanidad, y las personas no eran más que súbditos o beneficiarios de ese Soberano, solo eso. Por tanto, Dios aún tenía que guiarles para que siguieran avanzando, pues vivían bajo la ley y solo conocían la ley. Estas personas no entendían nada excepto la ley; no sabían cómo actuar como administradores de todas las cosas, no sabían quién era Dios y no conocían la manera correcta de vivir. No sabían cómo comportarse y vivir de acuerdo con las exigencias de Dios, ni sabían cómo vivir de forma más significativa de lo que lo hacían, ni qué debía buscar la gente en su vida, etc. La gente que vivía bajo la ley ignoraba completamente estas cosas. Aparte de la ley, estas personas no sabían nada acerca de los requerimientos de Dios, acerca de la verdad o de Sus palabras. Debido a esto, Dios tuvo que seguir tolerando a la humanidad tal como existía bajo la ley. Estas personas se encontraban un enorme paso por delante de los que habían venido antes que ellos, por lo menos entendían lo que era el pecado, que debían acatar y seguir la ley, y vivir bajo el marco de esta, pero todavía estaban muy lejos de los requerimientos de Dios. Sin embargo, Él seguía esperando y aguardando con impaciencia.

Con el transcurso de las eras, con el de la humanidad, con el funcionamiento de todas las cosas, y con las disposiciones de manos de Dios y Su soberanía, guía y liderazgo, la humanidad, todas las cosas y el universo mismo avanzan siempre hacia adelante. La humanidad bajo la ley, después de haber sido refrenada por esta durante miles de años, ya no fue capaz de defenderla, y siguió la obra de Dios hacia la siguiente era que Dios inició, la Era de la Gracia. A la llegada de la Era de la Gracia, Dios comenzó Su obra basándose en el hecho de que había enviado profetas para predecirla. Esta fase de la obra no fue tan delicada o deseada como el hombre la imaginaba en sus nociones, ni tampoco pareció tan buena como había pensado; por el contrario, desde fuera, todo parecía ir en contra de la profecía. De estas condiciones surgió un hecho que el hombre nunca hubiera imaginado: que la carne en la que Dios se había encarnado, el Señor Jesús, fuera crucificado. Todo aquello iba más allá de lo que el hombre había previsto. Desde fuera, todo esto parecía un acontecimiento cruel, sangriento, horrible de contemplar, pero se trataba del origen de la conclusión que Dios le daba a la Era de la Ley para iniciar una nueva. Se trataba de la Era de la Gracia que ahora todos vosotros conocéis. La Era de la Gracia parecía haber llegado desafiando las profecías de Dios en la Era de la Ley. Sin duda, también llegó a través de la crucifixión de la encarnación de Dios. Todos estos acontecimientos sucedieron de forma sumamente repentina y natural, en condiciones que eran aptas para ello. Tales fueron los medios que Dios utilizó para poner fin a la antigua era y dar paso a una nueva, para propiciar una nueva. Aunque todo lo que ocurrió al principio de esta era fuera tan cruel y sangriento, inimaginable e incluso repentino a su llegada, y nada fue tan maravilloso o delicado como el hombre había imaginado; aunque la escena inicial de la Era de la Gracia fue horrible de contemplar y desgarradora, ¿qué fue lo único en ella que valió la pena celebrar? El fin de la Era de la Ley significaba que Dios ya no tenía que tolerar los distintos comportamientos de la humanidad bajo la ley; significaba que la humanidad había dado un gran paso adelante, conforme a la obra de Dios y Su plan, hacia una nueva era. Por supuesto, también significaba que se acortaban los días de espera de Dios. La humanidad entró en una nueva era, una nueva época, lo que significaba que la obra de Dios había dado un gran paso adelante, y que Su deseo llegaría a concretarse de forma gradual a medida que Su obra avanzaba. La llegada de la Era de la Gracia no fue tan hermosa en sus comienzos, pero tal como Dios lo veía, la humanidad que pronto surgiría, la que Él deseaba, se acercaba cada vez más a Sus requerimientos y metas. Esto era algo maravilloso y loable, algo digno de celebración. Aunque la humanidad clavó a Dios en la cruz, lo que para el hombre fue algo doloroso de ver, el mismo momento en que Cristo fue crucificado significaba que la próxima era de Dios, la Era de la Gracia, había llegado y, por supuesto, que la obra de Dios en esa era estaba a punto de comenzar. Es más, significaba que la gran obra de la encarnación de Dios se había cumplido. Dios se enfrentaría a los pueblos del mundo como vencedor, con un nuevo nombre y una nueva imagen, y el contenido de Su nueva obra se abriría y revelaría a la humanidad. Mientras tanto, por parte de la humanidad, los hombres ya no serían vejados continuamente por las frecuentes transgresiones de la ley, ni serían castigados por la ley por haberla transgredido. La llegada de la Era de la Gracia permitió a la humanidad salir de la obra anterior de Dios y entrar en un entorno de obra completamente nuevo, con nuevos pasos y un nuevo método para la obra. Permitió a la humanidad una nueva entrada y una nueva vida y, por supuesto, permitió que surgiera una relación entre Dios y el hombre, que estaba un paso más cerca. Gracias a la encarnación de Dios, el hombre pudo encontrarse cara a cara con Él. El hombre oyó la voz y las palabras reales de Dios, contempló Su manera de obrar, así como Su carácter y otras cosas. El hombre oyó esto con sus propios oídos y lo vio con sus propios ojos, en todos los aspectos; experimentó con viveza que Dios había venido real y efectivamente entre los hombres, que Dios estaba real y efectivamente cara a cara con el hombre, que Dios había venido real y efectivamente a vivir entre la humanidad. Aunque la obra de Dios en aquella encarnación no se prolongó en exceso, aportó a la humanidad de la época una experiencia firme y sólida de lo que supone realmente para el hombre vivir junto a Dios. Y aunque aquellos que experimentaron tales cosas no lo hicieron por mucho tiempo, Dios pronunció muchas palabras en ese periodo de Su encarnación, y esas palabras fueron bastante específicas. Él también hizo mucha obra, y hubo muchas personas que lo siguieron. La humanidad terminó por completo su vida bajo la ley de la antigua era y llegó a una totalmente nueva: la Era de la Gracia.

Al haber entrado en la nueva era, la humanidad ya no vivía bajo las restricciones de la ley, sino bajo las nuevas exigencias y palabras de Dios. Debido a estas, la humanidad desarrolló una nueva vida cuya forma era diferente, una vida de fe en Dios cuya forma y contenido eran distintos. Esta vida, a diferencia de la que se desarrolló bajo la ley, estuvo más cerca de cumplir con los estándares de los requerimientos de Dios hacia el hombre. Él estableció nuevos mandamientos para la humanidad, además de nuevos estándares de comportamiento más precisos y más en sintonía con la humanidad de entonces, así como criterios y principios para las ideas del hombre sobre las personas y las cosas, y para su comportamiento y acciones. Las palabras que Él pronunció entonces no eran tan específicas como las actuales, ni había tanta cantidad de ellas como en esta ocasión; sin embargo, para el hombre de entonces, que acababa de salir de estar bajo la ley, esas palabras y requerimientos eran suficientes. Teniendo en cuenta la estatura de las personas de aquel tiempo y los recursos con los que contaban, era todo lo que podían lograr y obtener. Por ejemplo, Dios les dijo que fueran humildes, pacientes, tolerantes, que cargaran con la cruz y cosas del estilo. Todos estos requerimientos que Dios le impuso al hombre a raíz de la ley eran mucho más específicos y se referían a cómo vivir la humanidad. Más allá de eso, el hombre, que había vivido bajo la ley, disfrutaba de un caudal abundante y constante de gracia, bendiciones y otras cosas semejantes provisto por Dios debido a la llegada de la Era de la Gracia. La humanidad en esa era vivía en un verdadero lecho de rosas. Todo el mundo era feliz, y el ojito derecho de Dios, los niños de Sus ojos. Debían observar los mandamientos y tener además algunos buenos comportamientos, que se ajustaban a las nociones y figuraciones del hombre, pero para la humanidad, el disfrute de la gracia de Dios era aún mayor. Por ejemplo, las personas se curaban de enfermedades causadas por posesiones demoniacas y se expulsaban a los demonios inmundos y espíritus malignos que habitaban en su interior. Cuando se encontraban en apuros o necesitados, Dios hacía excepciones con ellos y mostraba señales y prodigios, a fin de curar sus diversas dolencias y saciar su carne, además de alimentarlos y vestirlos. En aquella era, el hombre disfrutaba de inmensa gracia y muchas bendiciones. Aparte de la simple observación de los mandamientos, la humanidad debía, como mucho, ser paciente, tolerante, amorosa, etcétera. El hombre ignoraba todo lo que implicaba la verdad o las exigencias de Dios hacia él. Decidido a disfrutar de la gracia y las bendiciones de Dios por entero, y debido a la promesa que le hizo el Señor Jesús en aquel tiempo, el hombre comenzó a disfrutar de la gracia de Dios de manera habitual, sin un final a la vista. La humanidad pensaba que, si creía en Dios, debía disfrutar de Su gracia, pues era lo que le correspondía. Sin embargo, no sabían adorar al Señor de la creación, ni asumir la condición y cumplir bien con el deber de un ser creado, ni tampoco ser un buen ser creado. No sabían cómo someterse a Dios, cómo serle leales, cómo aceptar Sus palabras y utilizarlas como base para las ideas sobre las personas y las cosas, y su conducta y actuación. El hombre ignoraba por completo tales cosas. Y además de disfrutar de la gracia de Dios como algo natural, el hombre quería de igual modo entrar en el cielo después de la muerte y disfrutar allí de las buenas bendiciones junto al Señor. Por si fuera poco, la humanidad que vivía en la Era de la Gracia, rodeada de gracia y bendiciones, creía erróneamente que Dios es simplemente un Dios misericordioso y amoroso, que Su esencia es misericordia y cariño, y nada más. Para ellos, la misericordia y el cariño constituían el emblema de la identidad, el estatus y la esencia de Dios, mientras que la verdad, el camino y la vida significaban la gracia y las bendiciones de Dios, o quizás una manera sencilla de cargar con la cruz y caminar por la senda de esta. En la Era de la Gracia, esto era todo lo que el hombre sabía acerca del conocimiento de Dios y la inclinación hacia Él, además de su inclinación y conocimiento de la humanidad y de sí mismos. Por tanto, para volver a las causas y llegar a la raíz: ¿qué fue exactamente lo que condujo a estas circunstancias? No se puede culpar a nadie. No se puede culpar a Dios, por no obrar o hablar de forma más concreta o profunda, ni tampoco achacar la responsabilidad al hombre. ¿Por qué? El hombre es la humanidad creada, un ser creado que surgió de la ley y llegó a la Era de la Gracia. Por muchos años de experiencia que el hombre haya tenido de la obra de Dios a medida que esta progresa, lo que Dios otorgó al hombre, lo que Él hizo, fue lo que el hombre podía obtener y conocer. Pero aparte de eso, la humanidad no tenía la capacidad de entender o conocer lo que Dios no había hecho, ni lo que Él no había dicho ni revelado. Sin embargo, si nos fijamos en las circunstancias objetivas y en el panorama general, la humanidad llevaba miles de años progresando y alcanzó la Era de la Gracia, pero su comprensión no podía avanzar más que hasta ese punto, y Dios no podía hacer otra obra más que la que estaba haciendo. Esto se debe a que lo que necesitaba la humanidad, que venía de la ley, no era que la castigaran o juzgaran, ni que la conquistaran, y mucho menos que la hicieran perfecta. La humanidad solo necesitaba una cosa en ese momento. ¿Qué era? Una ofrenda por el pecado, la preciosa sangre de Dios. La preciosa sangre de Dios, esa ofrenda por el pecado, era lo único que la humanidad necesitaba mientras salía de la Era de la Ley. Así que, en esa época, debido a las necesidades y circunstancias reales de la humanidad, la obra que Dios debía hacer era ofrecer la preciosa sangre de Su propia encarnación como una ofrenda por el pecado. Esa era la única manera de redimir a la humanidad que vivía bajo la ley. Con Su preciosa sangre, como precio y como ofrenda por el pecado, Dios expió el pecado de la humanidad. Y hasta que expió su pecado, el hombre no tuvo la capacidad de presentarse sin pecado ante Dios, y de aceptar Su gracia y Su continua guía. A la humanidad se le ofreció la preciosa sangre de Dios y gracias a esto pudo ser redimida. Esta humanidad que acababa de ser redimida, ¿qué pudo haber entendido? ¿Qué necesitaba? La humanidad no habría poseído la capacidad de aceptarlo si hubiera sido conquistada, juzgada y castigada de inmediato. No contaba con semejante capacidad de aceptación, ni con las condiciones apropiadas para haber podido comprender todo esto. Así que, además de la ofrenda por el pecado de Dios, así como Su gracia, bendiciones, tolerancia, paciencia, misericordia y cariño, la humanidad, tal como era en ese momento, no podía aceptar más que unos pocos y simples requerimientos que Dios hizo sobre el comportamiento del hombre. Esos y no más. Y en cuanto a todas las verdades que afectan más profundamente a la salvación del hombre, como sus ideas y puntos de vista erróneos, sus actitudes corruptas, la esencia de la rebeldía contra Dios y la esencia de la cultura tradicional que la humanidad defiende, tema que hemos comentado recientemente, y la manera en la que Satanás corrompe a la humanidad y demás, la humanidad de entonces no habría podido entender nada acerca de ello en absoluto. En tales circunstancias, Dios solo podía amonestar y establecer exigencias para la humanidad de las maneras más simples y directas, mediante las normas de conducta más rudimentarias. Por tanto, la humanidad en la Era de la Gracia solo podía disfrutar de la gracia y gozar sin límites de la preciosa sangre de Dios como ofrenda por el pecado. En la Era de la Gracia, sin embargo, ya se había logrado la mayor hazaña. ¿Cuál? Que la humanidad, a la que Dios iba a salvar, había visto sus pecados perdonados por la preciosa sangre de Dios. Esto es algo digno de celebración; este fue Su máximo logro en la Era de la Gracia. Aunque el hombre había sido perdonado de sus pecados y ya no se presentaría ante Dios a semejanza de carne pecaminosa o como pecador, pues había sido perdonado mediante la ofrenda por el pecado y ahora era apto para presentarse ante Dios, su relación con Él aún no había alcanzado a tener el nivel de la de un ser creado con el Creador. Todavía no era la de la humanidad creada con el Creador. La humanidad bajo la gracia estaba todavía muy, muy lejos de cumplir con el rol que Dios requiere de ella, el de ser el amo y administrador de todas las cosas. Por eso, Dios tuvo que esperar; tuvo que ser paciente. ¿Qué significaba para Dios esperar? Significaba que la humanidad de entonces debía seguir viviendo rodeada de la gracia de Dios, de las diversas modalidades de la obra de Dios propias de la Era de la Gracia. Dios quiere salvar a mucho más que a un reducido número de seres humanos o a una única raza. Su salvación está lejos de limitarse a una única raza o a aquellos que pertenecen a una sola denominación. Por tanto, la Era de la Gracia, al igual que la Era de la Ley, estaba destinada a extenderse miles de años. La humanidad necesitaba seguir viviendo en la nueva era dirigida por Dios, año tras año, generación tras generación. Cuántas eras debe experimentar el hombre de esta manera; cuántos cambios en las estrellas, cuántos mares secos y rocas desgastadas, cuántos océanos dando paso a tierras fértiles, además, debe experimentar los diferentes cambios de la humanidad en diversos períodos y los que tengan lugar en la miríada de cosas de la tierra. Y mientras experimentaba todo esto, las palabras de Dios, Su obra, y el hecho de la redención de la humanidad por el Señor Jesús en la Era de la Gracia se extendieron hasta los confines de la tierra, por las calles y callejones, en cada rincón, hasta que se conocieron en todos los hogares. Y fue entonces cuando esa Era de la Gracia, que sucedió a la Era de la Ley, estaba destinada a llegar a su fin. Dios no se limitó a esperar en silencio durante este período; mientras esperaba, obró en la humanidad de la Era de la Gracia de diferentes maneras. Él continuó Su obra basada en la gracia, otorgando gracia y bendiciones a la humanidad de esta era, para que Sus acciones, Su obra, Su discurso y los hechos que Él obró y Sus intenciones en la Era de la Gracia llegaran a oídos de cada persona que Él escogiera. Dios hizo posible que cada persona que Él escogiera se sirviera de Su ofrenda por el pecado, para que ya no se presentaran ante Él a semejanza de carne pecaminosa, como pecadores. Y aunque la relación del hombre con Dios ya no era la de no haberle visto nunca, como en la Era de la Ley, sino un paso más allá, era una relación como la de los creyentes y el Señor, como entre los cristianos y Cristo, tal relación no es la que Dios quiere en última instancia entre la humanidad y Dios, entre los seres creados y el Creador. Es evidente que su relación entonces estaba todavía muy lejos de ser la relación que existe entre los seres creados y el Creador, pero comparada con la que existía entre la humanidad y Dios en la Era de la Ley, representa un gran avance. Esto era motivo de alegría y celebración. Pero, sea como fuere, Dios aún necesitaba guiarla; necesitaba conducir a una humanidad cuyo corazón, en lo más profundo, rebasaba de nociones sobre Dios, además de figuraciones, peticiones, exigencias, rebeldía y resistencia. ¿Por qué? Tal vez esa humanidad supiera cómo gozar de la gracia de Dios y que Él era misericordioso y amoroso, pero ignoraba absolutamente la verdadera identidad, estatus y esencia de Dios. Puesto que dicha humanidad ha sufrido la corrupción de Satanás, aunque disfrutaba de la gracia de Dios, su esencia y las diversas nociones y pensamientos en el fondo de su corazón seguían siendo contrarios a Dios y se oponían a Él. El hombre no sabía cómo someterse a Dios o cómo cumplir bien con el deber de un ser creado, y mucho menos cómo ser un ser creado satisfactorio. Menos todavía, por supuesto, había alguien que supiera cómo adorar al Señor de la creación. Si se le hubiera entregado a esta humanidad tan corrupta la miríada de cosas del mundo, habría sido igual que entregársela a Satanás. Las consecuencias hubieran sido exactamente las mismas, no hubiera habido distinción alguna. Por tanto, Dios todavía necesitaba prorrogar Su obra, continuar guiando a la humanidad hacia la siguiente etapa de la obra que Él iba a realizar. Esa etapa era algo que Dios llevaba esperando desde hacía mucho tiempo, la ansiaba desde tiempo atrás y la pagó con Su prolongada paciencia previa.

Ahora, por fin, esa humanidad que disfrutó de suficiente y abundante gracia de Dios, este mundo y dicha humanidad, vista desde cualquier ángulo, ha llegado al punto en el que Dios realizará Su verdadera obra de salvación. Ha alcanzado el momento en el que Dios conquistará, castigará y juzgará a la humanidad, en el que Él expresará muchas verdades para perfeccionarla y para obtener un grupo de seres humanos que puedan ser administradores de todas las cosas entre las cosas. Habiendo llegado ese momento, Dios ya no necesita ser paciente ni continuar guiando a la humanidad de la Era de la Gracia para que viva en gracia. Ya no necesita seguir proveyendo a la humanidad que vive en la gracia, ni pastorearla, velar por ella ni preservarla; ya no necesita proveer de gracia y bendiciones a la humanidad de modo incansable e incondicional; ya no necesita tener una paciencia incondicional con la humanidad en gracia, mientras esta solicita con codicia y descaro Su gracia sin adorarle en absoluto. Lo que Dios hará en lugar de esto es expresar Sus intenciones, Su carácter, la verdadera voz de Su corazón y Su esencia. Durante este tiempo, Dios, al mismo tiempo que proporciona a la humanidad las múltiples verdades y palabras que necesita, también derrama y expresa Su verdadero carácter: un carácter justo. Y al expresar Su carácter justo, Él no ofrece unas pocas frases vacuas de juicio y condena y ya está; en cambio, utiliza los hechos para poner en evidencia la corrupción de la humanidad, su esencia y su fealdad satánica. Dios desenmascara la rebeldía, la resistencia y el rechazo que la humanidad le manifiesta, así como las traiciones y sus diversas nociones sobre Él. En este período, la mayoría de lo que Dios expresa va más allá de la misericordia y el cariño que extiende a la humanidad es más bien el odio, la repulsión, la aversión y la condena que siente por ella. Este abrupto cambio o giro de ciento ochenta grados en el carácter y la posición de Dios pilla a la humanidad desprevenida, y la hace incapaz de aceptarlo. Dios expresa Su carácter y Sus palabras con toda la repentina fuerza de un relámpago. Por supuesto, también le proporciona a la humanidad todo lo que necesita con inmensa paciencia y tolerancia. De diferentes maneras y desde distintos ángulos, Dios le habla y le expresa Su carácter a la humanidad de las formas más adecuadas, apropiadas, concretas y directas con las que tratar a los seres creados, desde la perspectiva de Su posición como Creador. Tales son los modos, tanto de hablar como de obrar, que Dios lleva seis mil años anhelando. Los seis mil años de anhelo, los seis mil años de espera, hablan de Sus seis mil años de paciencia, que abarcan Sus seis mil años de anticipación. La humanidad sigue siendo la que Dios creó, pero después de haber pasado por seis mil años de incesantes cambios en la rotación de las estrellas y en las mareas, ya no es la misma ni tiene la misma esencia que la que Dios creó en el principio. Por tanto, cuando Dios comienza a obrar en este día, la humanidad que Él ve ahora, aunque es la que esperaba, también le resulta aborrecible y, por supuesto, es demasiado trágica para que Él la contemple. He hablado aquí de tres cosas; ¿las recordáis? Esa humanidad, aunque es la que Dios esperaba, también es la que aborrece. ¿Cuál era la otra cosa? (Es demasiado trágica para que Dios la contemple). También es demasiado trágica para que Dios la contemple. Estas tres cosas están presentes al mismo tiempo en el hombre. ¿Qué esperaba Él? Que semejante humanidad, después de haber experimentado la ley y luego la redención, caminara por fin hasta hoy, sobre la base de la comprensión de algunas leyes y mandamientos fundamentales que el hombre debe cumplir, y dejara de ser una simple humanidad con un vacío en el fondo de su corazón, como lo fueron Adán y Eva. En cambio, tendría una nueva medida de las cosas en su corazón. Tales cosas son las que Dios esperaba que la humanidad poseyera. Pero al mismo tiempo, Dios también aborrece a esta humanidad. Entonces, ¿qué es lo que aborrece? ¿Acaso no lo sabéis todos? (La rebeldía y la resistencia del hombre). La humanidad rebosa del carácter corrupto de Satanás, vive una vida horrible, no llega a ser hombre ni demonio. La humanidad ya no es tan simple como para solo ser incapaz de resistirse a la seducción de la serpiente. Aunque la humanidad tiene sus propios pensamientos y puntos de vista, sus propias opiniones definidas y sus maneras de considerar la miríada de acontecimientos y cosas, nada en absoluto de lo que quiere Dios se halla en las ideas de la humanidad sobre las personas y las cosas, o en su conducta y actuación. La humanidad puede pensar y tener ideas, y posee sus fundamentos, medios y actitudes para sus acciones, pero todo esto que posee tiene como origen la corrupción de Satanás. Todo se basa en las opiniones y filosofías de Satanás. Cuando el hombre se presenta ante Dios, no hay rastro de sumisión hacia Él en su corazón, ni tampoco sinceridad. El hombre está saturado de las toxinas de Satanás y lleno de su educación, sus pensamientos y de su carácter corrupto. ¿Qué indica esto? Que Dios tiene que pronunciar multitud de palabras y obrar mucho en el hombre para que este cambie su modo de existir y su actitud hacia Él, y más específicamente, por supuesto, a fin de que cambie sus formas y criterios a la hora de contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar. Antes de que todo esto surta efecto, la humanidad es objeto de aborrecimiento a ojos de Dios. ¿Qué necesita Dios cuando salva a un objeto de Su aborrecimiento? ¿Existe alegría en Su corazón? ¿Hay felicidad? ¿Hay consuelo? (No). No hay en absoluto consuelo ni felicidad. Su corazón está lleno de aborrecimiento. Lo único que Dios puede hacer en tales circunstancias, aparte de hablar sin descanso, es tener paciencia. Este es el segundo elemento de lo que Dios siente hacia esa humanidad, tal como la ve a través de Sus ojos: aborrecimiento. El tercer elemento es que es demasiado trágico contemplarla. A la luz de la intención original de Dios al crear a la humanidad, la relación de Dios con el hombre es la de padre e hijo, la de una familia. Esta dimensión de la relación puede no asemejarse a las de sangre propias de la humanidad, pero para Dios va más allá de las relaciones de sangre carnales humanas. La semejanza de la humanidad que Dios creó en el comienzo es totalmente diferente a la de la humanidad que Él observa en los últimos días. En el principio, el hombre tenía una semejanza simple y pueril y, aunque era ignorante, su corazón era puro y limpio. Se podía percibir en sus ojos la profunda claridad y transparencia de su corazón. Carecía de las diversas actitudes corruptas que el hombre tiene ahora; no poseía intransigencia, arrogancia, perversidad o engaño y, desde luego, no poseía un carácter reacio a la verdad. En el discurso y los actos del hombre, en sus ojos y en su rostro, se podía ver que aquella humanidad era la que Dios creó en un principio y a la que Él favoreció. Pero al final, cuando Dios vuelve a encontrarse con la humanidad, tanto el fondo del corazón del hombre como sus ojos ya no son tan claros. El corazón del hombre está lleno del carácter corrupto de Satanás, y cuando se encuentra con Dios, a Él su rostro, sus palabras y sus actos le resultan detestables. Sin embargo, hay un hecho que nadie puede negar y, debido a este, Dios afirma que tal humanidad es demasiado trágica para que la contemplen Sus ojos. ¿De qué hecho se trata? Un hecho innegable: Dios creó a esta humanidad que se ha presentado una vez más ante Él con Sus propias manos, pero ya no es la que era en el principio. Desde los ojos del hombre hasta sus pensamientos y hasta el fondo de su corazón, está lleno de resistencia y traición contra Dios; desde los ojos hasta sus pensamientos y hasta el fondo de su corazón, de él solo brota el carácter de Satanás. Las actitudes satánicas del hombre, como la intransigencia, la arrogancia, el engaño, la perversidad y el sentimiento de aversión por la verdad, brotan sin disimulo y con naturalidad, tanto de su mirada como de sus expresiones. Incluso cuando se enfrenta a las palabras de Dios o cara a cara con Él, el carácter corrupto y satánico del hombre y su esencia, que está corrompida por Satanás, brotan de esta manera, sin disfraz. Solo hay una frase que puede capturar lo que la aparición de este hecho hace sentir a Dios y que es “demasiado trágica de contemplar”. La humanidad que ha llegado hasta hoy y hasta esta época ha alcanzado el nivel de los requerimientos de Dios para la tercera y última etapa de Su obra, la de la salvación de la humanidad, tanto en lo que se refiere al entorno más amplio del hombre como a cada aspecto particular de las situaciones y condiciones en las que se encuentran las personas. Sin embargo, aunque Dios espera con grandes ansias a esta humanidad, también rebosa de odio hacia ella. Dios, por supuesto, sigue sintiendo que es demasiado trágica de contemplar, pues ve un ejemplo tras otro de la corrupción de la humanidad. Sin embargo, lo que es digno de celebración es que Dios ya no necesita dedicarse a una paciencia y una espera sin sentido en beneficio del hombre. Lo que Él necesita hacer es la obra que lleva esperando, anticipando y ansiando seis mil años: la de expresar Sus palabras, Su carácter y toda la verdad. Por supuesto, esto también significa que entre esta humanidad que Dios ha elegido, surgirá el grupo de personas que Dios ha esperado durante tanto tiempo, aquellos que serán los administradores de todas las cosas y se convertirán en los amos de todo. Si nos fijamos en la situación en su conjunto, vemos que todo se ha desviado demasiado de lo que se esperaba; todo ha sido muy doloroso y triste. Sin embargo, lo que más merece la felicidad de Dios es que, debido al paso del tiempo y a las distintas eras, ya han quedado atrás los días de sometimiento de la humanidad a la corrupción de Satanás. La humanidad ha pasado por el bautismo de la ley y la redención de Dios; finalmente, ha llegado al paso final de la obra que Dios tiene planeada: la etapa en la que la humanidad se salva como resultado final de su aceptación del castigo y el juicio de Dios y de Su conquista. Para la humanidad, esto es sin duda una gran noticia, y para Dios, desde luego se trata de algo que lleva esperando mucho tiempo. Desde cualquier ángulo que se mire, este es el advenimiento de la era más grande de la humanidad. Visto desde cualquier perspectiva, ya sea la de la corrupción de la humanidad, la de las tendencias del mundo, la de las estructuras sociales, la de la política de la humanidad o la de los recursos del mundo entero o la de los desastres actuales, el desenlace de la humanidad está cerca: esta humanidad ha llegado a la línea de meta. Sin embargo, se trata del momento más culminante en la obra de Dios, el momento que más merece el recuerdo y la celebración del hombre y, por supuesto, constituye también el advenimiento del momento más importante y decisivo en el que se decide el destino de la humanidad en los seis mil años de la obra de Dios en Su plan de gestión. Por tanto, sea lo que sea que le haya sucedido a la humanidad, y por mucho que Dios haya esperado y ejercido la paciencia, todo ha valido la pena.

Regresemos al tema que nos habíamos propuesto debatir: “¿Por qué debe el hombre perseguir la verdad?”. El plan de gestión de Dios entre la humanidad se divide en tres etapas de obra. Él ya ha finalizado las dos primeras. Si observamos esas etapas hasta el presente, ya se trate de la ley o de los mandamientos, su utilidad para el hombre no era otra que hacer que este defendiera la ley, los mandamientos, el nombre de Dios, la fe en lo más recóndito de su corazón, algunos buenos comportamientos y ciertos buenos principios. En esencia, el hombre no está a la altura de la exigencia de Dios que le indica que debe ser el administrador de todas las cosas y convertirse en el amo de todo. ¿Verdad? Básicamente, no está a la altura de eso. Si el hombre, que ha experimentado la ley y la Era de la Gracia, hiciera lo que Dios le exige, solo sería capaz de involucrarse con todas las cosas mediante la ley o la gracia y las bendiciones que le han sido concedidas en la Era de la Gracia. Esto queda muy lejos de la exigencia de Dios de que el hombre deba ser el administrador de todas las cosas, y la humanidad dista mucho de cumplir con las cosas que Dios le exige que haga y con la responsabilidad y el deber que Él le exige que cumpla. El hombre simplemente no puede cumplir ni estar a la altura del estándar de la exigencia de Dios de ser el amo de todas las cosas y el amo de la próxima era. Por tanto, en la etapa final de Su obra, Dios le expresa y le dice al hombre todas las verdades y los principios de práctica que la humanidad necesita, en todos sus aspectos, para que el hombre pueda conocer cuáles son los estándares de las exigencias de Dios, cómo debe involucrarse con todas las cosas, cómo debe considerarlas, cómo debe ser el administrador de todo, de qué forma debe existir y de qué manera ha de vivir ante Dios como un verdadero ser creado bajo el dominio del Creador. Una vez que el hombre entiende todo esto, también conoce las exigencias de Dios hacia él; una vez cumplidas tales cosas, también habrá cumplido con los estándares de las exigencias que le hace Dios. Puesto que la ley, los mandamientos y los simples criterios de comportamiento no son sustitutos de la verdad, Dios expresa muchas palabras y verdades en los últimos días que están relacionadas con la práctica del hombre, su conducta y actuación, y sus propias ideas sobre las personas y las cosas. Dios le dice al hombre cómo ha de contemplar a las personas y las cosas y de qué manera comportarse y actuar. ¿Qué significa que Dios le diga al hombre todo eso? Significa que Dios te exige contemplar a las personas y las cosas, comportarte y actuar de acuerdo con todas estas verdades y vivir en el mundo de ese modo. Sea cual sea el tipo de deber que cumplas y la clase de comisión que aceptes de Dios, Sus exigencias hacia ti no cambian. Una vez que has entendido las exigencias de Dios, debes practicar, cumplir con tu deber y alcanzar la comisión que te hace Dios según Sus exigencias, tal y como las entiendas, con independencia de que Él esté a tu lado o escudriñándote. Solo de esta manera puede que de verdad te conviertas en un amo de todas las cosas en quien Dios confía, y que es apto y digno de Su comisión. ¿Acaso esto no alude al tema de por qué debe el hombre perseguir la verdad? (Sí). ¿Lo entendéis ahora? Estos son los hechos que Dios llevará a cabo. Así pues, perseguir la verdad no es tan simple como despojarse del propio carácter corrupto y no resistirse a Dios. La búsqueda de la verdad de la que hablamos tiene un mayor significado y un valor más importante. Realmente afecta al destino y la suerte del hombre. ¿Lo entendéis? (Sí). ¿Por qué debe el hombre perseguir la verdad? En un sentido restringido, esto se aborda en aquellas doctrinas más básicas que el hombre comprende. En un sentido más amplio, la razón principal es que, para Dios, la búsqueda de la verdad implica Su gestión, Sus expectativas hacia la humanidad y las esperanzas que deposita en ella; es una parte del plan de gestión de Dios. En esto se puede ver que, quienquiera que seas y por mucho tiempo que lleves creyendo en Dios, si no persigues la verdad ni la amas, inevitablemente terminarás siendo descartado. Está tan claro como el agua. Dios realiza tres etapas de obra; desde que creó la humanidad, ha tenido un plan de gestión, ha ido llevando a cabo cada una de estas etapas, una a una, en la humanidad y la ha guiado paso a paso hasta el presente. Qué inmenso ha sido Su meticuloso esfuerzo y el precio que ha pagado, y cuánta la cantidad de tiempo que ha resistido, avanzando hacia el objetivo final de obrar las verdades que Él expresa y cada faceta de los criterios de Sus exigencias que le declara a la humanidad, al hombre, para que se conviertan en vida y realidad en las personas. Desde la perspectiva de Dios, es un asunto muy importante. Él pone gran énfasis en ello. Dios ha expresado muchas palabras y, antes de hacerlo, hizo bastante obra preparatoria. Si finalmente no persigues ni entras en estas palabras ahora que Él las ha expresado, ¿qué opinión tendrá Dios de ti? ¿Cómo te clasificará? Está más claro que el agua. Por tanto, cualquiera que sea tu calibre, tu edad o los años que lleves creyendo en Dios, debes dedicar tus esfuerzos a la senda de perseguir la verdad. No deberías hacer hincapié en ningún razonamiento objetivo; deberías perseguir la verdad sin condiciones. No pierdas el tiempo. Si buscas y dedicas tus esfuerzos a la búsqueda de la verdad como el principal asunto de tu vida, puede que la verdad que obtengas y seas capaz de alcanzar en tu búsqueda no sea la que hubieras deseado. Pero si Dios afirma que te va a dar un destino adecuado en función de tu actitud en tu búsqueda y de tu sinceridad, ¡eso será maravilloso! Por ahora, no te centres en cuál será tu destino o tu desenlace, en lo que sucederá, en lo que te deparará el futuro ni en si podrás evitar el desastre y la muerte; no pienses en estas cosas ni las pidas. Concéntrate únicamente en perseguir la verdad en las palabras de Dios y en Sus exigencias, en cumplir bien con tu deber y en satisfacer las intenciones de Dios, a fin de no resultar indigno de Sus seis mil años de espera, de los seis mil años que lleva anticipando esto. Concédele a Dios algo de consuelo; permítele ver que hay alguna esperanza para ti, y deja que se cumplan en ti Sus deseos. Dime, ¿te maltrataría Dios si lo hicieras? Por supuesto que no. E incluso si el desenlace no es como uno hubiera deseado, ya que eres un ser creado, ¿cómo se debe tratar ese hecho? Debes someterte en todo a las instrumentaciones y los arreglos de Dios, sin ninguna agenda personal. ¿Acaso no es esta la perspectiva que deben adoptar los seres creados? (Sí). Esa es la mentalidad adecuada. Con esto concluiremos nuestra comunicación sobre la idea fundamental de por qué debe el hombre perseguir la verdad.

Nuestra charla de hace un momento se ha centrado sobre todo en por qué el hombre debe perseguir la verdad en términos del plan de gestión de Dios, desde la perspectiva de Dios. Al verlo desde el otro lado, es algo más simple. En términos del hombre mismo, desde la perspectiva de este, ¿por qué debe el hombre perseguir la verdad? Para simplificar, si la búsqueda del hombre, en el caso de vivir bajo la ley y no entender la verdad, solo consistiera en cumplir la ley, ¿qué acabaría saliendo de eso? En última instancia, el hombre solo sería condenado por la ley, debido a su incapacidad de cumplirla. Y entonces se pasó a la Era de la Gracia. En esa era, el hombre entendió mucho, y obtuvo de Dios multitud de información acerca del hombre, además de guías y mandamientos para el comportamiento humano. El hombre se benefició bastante en términos de doctrina. Sin embargo, sin haber entendido la verdad, todavía esperaba obtener más protección, favor, bendiciones y gracia de Dios; el punto de vista del hombre seguía siendo el de hacerle peticiones a Dios, y al hacérselas, su búsqueda todavía apuntaba y estaba dirigida hacia la vida y las comodidades de la carne, y hacia una mejor vida carnal. El objetivo de su búsqueda continuaba contradiciendo la verdad y se oponía a ella. El hombre seguía quedándose corto a la hora de poder perseguir la verdad, y no podía entrar en una vida tan real como aquella en la que la verdad se erige como el fundamento de la propia existencia. Estas son las realidades de la vida del hombre, vividas bajo el fundamento de haber comprendido todas las leyes o los mandamientos y restricciones de la Era de la Gracia, sobre la base de no haber comprendido todavía la verdad. Cuando estas son las realidades de la vida del hombre, muchas veces perderá el rumbo sin darse cuenta. Es tal como la gente dice: “Estoy confundido y perdido”. En tales condiciones de confusión ininterrumpida, el hombre a menudo se precipitará hacia un vacío, preocupado, sin saber por qué vive ni cuál será su futuro, y mucho menos cómo debe enfrentarse a las diversas personas, acontecimientos y cosas que la vida real le depara, o cuál es el modo correcto que debe utilizar para afrontarlos. Hay incluso más seguidores de Dios, creyentes, que, incluso mientras observan los mandamientos y disfrutan mucho de la gracia y las bendiciones de Dios, buscan el estatus, la riqueza, un futuro prometedor, distinguirse entre sus iguales, buenos matrimonios, satisfacción doméstica y fortuna. Además, en la sociedad actual, buscan el disfrute de la carne y la vida, y tranquilidad; buscan mansiones y coches lujosos; ambicionan viajar por todo el mundo, indagar en los misterios y el futuro de la humanidad. Al aceptar las normas y restricciones de una serie de leyes y criterios de comportamiento, la humanidad sigue siendo incapaz de despojarse de su propensión a indagar en el futuro y en los misterios de la humanidad, y en todos los asuntos que escapan a su conocimiento. Y al hacerlo, las personas suelen sentirse vacías, deprimidas, agraviadas, molestas, intranquilas y temerosas, hasta el punto de que, en muchas cosas que les ocurren, se ven en apuros para controlar su impulsividad y sus emociones. Hay algunas que caen en el desánimo, la depresión, la represión, etcétera, cuando se encuentran ante cualquier situación perturbadora, como condiciones duras en el trabajo, trifulcas domésticas, desavenencias domésticas o conyugales, o la discriminación de la sociedad. Hay algunas personas que llegan a sumirse en sentimientos extremos; otras optan incluso por poner fin a su propia vida con métodos radicales. Por supuesto, hay quienes optan por el aislamiento y la soledad. ¿Y a qué ha dado lugar esto en la sociedad? A reclusos, hombres y mujeres; a depresiones clínicas, etcétera. Tampoco faltan estos fenómenos en la vida de los cristianos; ocurren a menudo. Al fin y al cabo, la causa de todo esto, en su raíz, es que la humanidad no comprende lo que es la verdad, ni de dónde viene el hombre y adónde va, ni por qué está vivo y cómo debe vivir. Cuando se enfrenta a cualquiera de los múltiples tipos de personas, acontecimientos y cosas con los que se encuentra, no sabe cómo manejar, resolver, desechar o discernir y penetrar en todas estas cosas, para poder vivir feliz y tranquilo, bajo la soberanía y las disposiciones del Creador. La humanidad no tiene esta habilidad. Sin la expresión de la verdad de Dios, y sin que Él le haya dicho al hombre cómo debe contemplar a las personas y las cosas, y comportarse y actuar, los humanos confían en sus propios recursos, en el conocimiento que han adquirido, en las habilidades para la vida que han captado, en aquellas reglas del juego que han entendido, así como en reglas de comportamiento o filosofías para los asuntos mundanos. Confían en su experiencia de la vida humana y en su exposición a ella, e incluso en lo que han aprendido en los libros, pero se siguen sintiendo impotentes ante todas las dificultades que les plantea la vida real. Para quienes viven en esas condiciones, leer la Biblia no sirve de nada. Incluso orar al Señor Jesús es en vano, y mucho menos orar a Jehová. Leer lo que predijeron los profetas de antaño tampoco puede resolver ninguno de sus problemas. Así que algunas personas viajan por el mundo, van a explorar la luna y Marte, o buscan profetas que puedan predecir el futuro y conversan con ellos. Sin embargo, una vez que han hecho estas cosas, sus corazones siguen inquietos, sin alegría y sin consuelo. La dirección y el objetivo de su avance siguen pareciéndoles muy esquivos y vacíos. En general, la vida de la humanidad sigue estando vacía. Puesto que tal es el estado de la vida de la humanidad, esta inventa muchas formas de entretenerse, por ejemplo, los videojuegos modernos, el puentismo, el surf, el alpinismo y el paracaidismo que gustan a los occidentales, los dramas, las canciones y los bailes que gustan a los chinos, y los espectáculos de travestis en el sudeste asiático. Incluso ven cosas que satisfacen sus mundos espirituales y sus deseos carnales. Sin embargo, sean cuales sean sus diversiones, vean lo que vean, en el fondo de sus corazones siguen desconcertados respecto al futuro. Por muchas veces que alguien haya dado la vuelta al mundo, o incluso si ha estado en la luna y en Marte, una vez que ha vuelto y se ha asentado un poco, se encuentra totalmente enervado, casi igual que antes. En todo caso, se sentirá más triste e inquieto por haber ido que si no lo hubiera hecho. La humanidad piensa que el motivo por el que se siente tan vacía, tan impotente y por el que está tan desconcertada y agitada, por el que está tan deseosa de explorar lo venidero y lo que le resulta desconocido, es que las personas no saben cómo entretenerse, no saben cómo vivir. Creen que eso se debe a que no saben disfrutar de la vida o del momento; piensan que sus intereses y aficiones son simples, que no son lo bastante amplios. Sin embargo, por muchos intereses que propicien, por muchos entretenimientos en los que participen, por muchos lugares alrededor del mundo en los que hayan estado, la humanidad sigue sintiendo que su forma de vida y el rumbo y el objetivo de su existencia no coinciden con su deseo. En resumen, lo que la gente siente en general es vacío y aburrimiento. Debido a esto, algunas personas desean saborear todas las delicias gourmet del mundo; dondequiera que van, se empeñan en comer. Otros quieren divertirse adonde sea que vayan, y se divierten, comen y se entretienen todo lo que quieren, pero una vez que han comido y bebido y han disfrutado, están más vacíos que antes. ¿Qué se puede hacer al respecto? ¿Por qué es imposible librarse de esta sensación? Cuando la gente se halla en un callejón sin salida, algunos empiezan a tomar drogas, a consumir opio, a tomar éxtasis y a estimularse con todo tipo de cosas materiales. ¿Y qué resultado se obtiene? ¿Alguno de estos métodos surte algún efecto a la hora de resolver el vacío del hombre? ¿Puede alguno de ellos resolver de raíz los problemas? (No). ¿Por qué no pueden? Porque los seres humanos viven de acuerdo con sus sentimientos. No comprenden la verdad, ni saben qué origina en la humanidad tales problemas de vacío, malestar, desconcierto u otros del estilo, ni saben por qué medios resolverlos. Piensan que, si se satisface el placer carnal y se ha saciado y llenado el mundo de su espíritu carnal, desaparecerá la sensación de vacío en su espíritu. ¿Es así como funciona? La realidad es que no. Si sales de estos sermones habiéndolos aceptado como doctrina, pero no los sigues o los practicas en absoluto, y si no tomas estas palabras de Dios como la base y el criterio para tus ideas sobre las personas y cosas, y para tu conducta y actuación, tu modo de existencia y tu punto de vista sobre la vida nunca cambiarán. Y si esas cosas no cambian, eso significa que tu vida, su estilo y el valor de su existencia nunca cambiarán. ¿Y qué significa que el estilo y el valor de la existencia de tu vida nunca cambiarán? Significa que un día, tarde o temprano, las doctrinas que comprendes te parecerán pilares del espíritu; tarde o temprano, serán para ti frases hechas y teorías, cosas con las que llenar esa sensación de vacío en tu mundo interior, cuando la situación lo requiera. Si la dirección y el objetivo de tu búsqueda no cambian, serás igual que esas personas que no han escuchado ninguna de las palabras de Dios. La dirección y la meta de tu búsqueda seguirán siendo en aras del entretenimiento, del consuelo carnal. Seguirás tratando de resolver tu vacío y desconcierto viajando por el mundo e indagando en los misterios. No cabe duda de que entonces recorrerás la misma senda que esas personas. Después de haber probado los manjares del mundo y disfrutado de sus grandes lujos, se sienten vacíos, y a ti te pasará lo mismo. Puedes aferrarte al camino verdadero y a las palabras de Dios, pero si no las sigues ni las pones en práctica, acabarás como ellos, sintiéndote a menudo vacío, agitado, resentido y reprimido, sin auténtica felicidad, sin auténtica alegría, sin auténtica libertad y, más aún, sin auténtica paz. Y entonces, al final, tu desenlace será el mismo que el de ellos.

¿En qué se fija Dios en lo que respecta al desenlace del hombre? No se fija en cuántas de Sus palabras has leído o cuántos sermones has escuchado. Dios no se fija en esas cosas. Se fija en cuántas verdades has ganado en tu búsqueda, en cuántas verdades puedes practicar; se fija en si puedes tomar Sus palabras como base y la verdad por criterio para tus ideas sobre las personas y cosas, y para tu conducta y actuación en tu vida; en si tienes tal experiencia y testimonio. Si no existe tal testimonio en tu vida cotidiana y en tu proceso de seguir a Dios, y ninguna de estas cosas está del todo corroborada, entonces Dios te considerará igual que a los no creyentes. ¿Esa valoración que Dios hace sobre ti es el fin de la historia? No, Dios estaría lejos de considerarte como tal y dejarlo ahí. En cambio, Él decidirá tu desenlace a partir de eso. Dios decide tu desenlace en función de la senda que recorres, en función de cómo te desempeñas en el conjunto de tu búsqueda y tu meta, de tu actitud hacia la verdad y de si has puesto un pie en la senda de la búsqueda de la verdad. ¿Por qué es así como Él lo establece? Cuando alguien que simplemente no persigue la verdad ha leído las palabras de Dios y ha escuchado muchas de ellas, pero aun así no puede tomar Sus palabras como criterio para sus ideas sobre las personas y cosas, y para su conducta y actuación, al final no solo no podrá salvarse. Esto es lo más importante. ¿Qué podría llegar a ser de tal persona si se quedara? ¿Podría convertirse en ama de todas las cosas? ¿Podría ser administradora de todas las cosas en lugar de Dios? ¿Es digna de comisión? ¿De confianza? Si Dios te entregara todo a ti, ¿harías lo que hace ahora la humanidad, matar indiscriminadamente a los seres vivos que Dios ha creado, disipar de manera indiscriminada la miríada que Dios ha creado, profanar de manera indiscriminada la miríada que Dios ha concedido a la humanidad? ¡Por supuesto que sí! Entonces, si Dios te entregara a ti este mundo y todas las cosas, ¿a qué se enfrentarían al final todas estas? Carecerían de un verdadero administrador; la humanidad corrompida por Satanás las profanaría y las disiparía hasta convertirlas en nada. Al final, todas las cosas, los seres vivos entre estas y la humanidad corrompida por Satanás, correrían la misma suerte: Dios los destruiría. Esto es algo que Dios no espera llegar a contemplar. Por tanto, si tal persona ha escuchado multitud de palabras de Dios y solo ha entendido muchas doctrinas dentro de Sus palabras, pero aun así es incapaz de asumir el deber de un amo de todas las cosas o de contemplar a las personas y las cosas, y comportarse y actuar de acuerdo con las palabras de Dios, sin duda Él no le confiará ningún asunto, puesto que no es apta. Dios no desea contemplar todas las cosas que creó con esmero disipadas y profanadas hasta la nada por la humanidad corrompida por Satanás una segunda vez, ni desea contemplar a la humanidad que ha gestionado durante seis mil años destruida a manos de tales humanos. Lo único que quiere contemplar es la existencia continuada de todas las cosas de Su esmerada creación bajo la administración del grupo de personas que obtiene Su salvación, bajo el cuidado, la protección y el liderazgo de Dios, viviendo de acuerdo con el orden de todas las cosas y con las leyes que Dios ordena. ¿Qué clase de personas son, entonces, las que pueden soportar una carga tan pesada? Solo existe una clase, y son aquellos de los que hablo, los que persiguen la verdad, la clase de personas que pueden contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar, rigurosamente de acuerdo con las palabras de Dios, con la verdad por criterio. Esas personas son dignas de confianza. Su modo de existencia ha surgido enteramente de los modos de la humanidad que Satanás ha corrompido; en la meta y el modo de su búsqueda, en sus ideas sobre las personas y cosas, y en su conducta y actuación, son capaces de estar en todo de acuerdo con las palabras de Dios, y son del todo capaces de tener la verdad por criterio. Tales personas son las realmente aptas para seguir viviendo, y para que Dios ponga todas las cosas en sus manos. Son las que pueden soportar una carga tan pesada como la comisión de Dios. Desde luego, Él no le entregará todas las cosas a una clase de persona que no persigue la verdad. Sin lugar a la duda, Él no les entregará todas las cosas a personas que simplemente no escuchan Sus palabras y, por supuesto, no les confiará ninguna tarea. Ni siquiera pueden realizar bien sus propios deberes, mucho menos la comisión de Dios. Si Dios fuera a confiarles todas las cosas, no tendrían lealtad alguna, ni actuarían de acuerdo con Sus palabras. Trabajarían un poco cuando estuvieran contentos, y cuando no lo estuvieran, se irían a comer, beber y divertirse. A menudo, estarían vacíos e inquietos y sin saber qué hacer en su corazón, sin ninguna lealtad a la comisión de Dios. Desde luego, tales personas no son las que Dios quiere. Así que, si entiendes las intenciones de Dios y conoces las deficiencias de la humanidad corrupta, así como qué tipo de senda ha de tomar esta, deberías empezar por perseguir la verdad. Escucha las palabras de Dios y empieza por contemplar a las personas y las cosas, comportarte y actuar en todo de acuerdo con Sus palabras, con la verdad por criterio. Oriéntate hacia esa meta, hacia esa dirección, y llegará el día, tarde o temprano, en el que Dios recuerde y acepte tu gasto y tu pago. Entonces, cobrará valor el hecho de que estés vivo; Dios te dará Su aprobación, y ya no serás una persona corriente. No se te está pidiendo que seas tan perseverante como lo fue Noé construyendo el arca, pero al menos debes perseverar durante lo que te queda de vida. ¿Vas a vivir ciento veinte años? Nadie lo sabe, pero no hace falta decir que esa no es la esperanza de vida de la humanidad moderna. Ahora es mucho más fácil perseguir la verdad de lo que fue construir el arca. Construir el arca resultó muy difícil, y entonces no había herramientas modernas: se construyó únicamente empleando la fuerza humana, además de en un entorno desfavorable. Llevó mucho tiempo, no contó con demasiada ayuda. Ahora os resulta mucho más fácil perseguir la verdad de lo que fue construir el arca. Vuestro entorno a gran escala y las condiciones a pequeña escala de vuestra vida os conceden una gran ventaja y os otorgan facilidades para perseguir la verdad.

La enseñanza de hoy sobre “Por qué debe el hombre perseguir la verdad” ha cubierto fundamentalmente dos aspectos del tema. Uno era la simple enseñanza desde la perspectiva de Dios, sobre Su plan de gestión, Sus deseos y Su anhelo; el otro, una disecación de los problemas en las propias personas, desde su propia perspectiva, que sirvió para explicar la necesidad e importancia de perseguir la verdad. En términos de cualquiera de estos ángulos, perseguir la verdad resulta de enorme importancia para el hombre y es de vital urgencia. La búsqueda de la verdad, desde cualquier punto de vista, es la senda y la meta en la vida que debería escoger todo seguidor de Dios, todo el que haya oído Sus palabras. La búsqueda de la verdad no se debería considerar como una especie de ideal o deseo, ni tampoco deberían tomarse los enunciados que se hicieron sobre ella como una especie de consuelo espiritual. En cambio, uno debe tomar las palabras que dice Dios y Sus requerimientos para el hombre y tornarlos de manera totalmente pragmática en los principios y la base para su práctica en la vida real, de tal modo que pueda cambiar la meta de su vida y el modo de su existencia, algo que, por supuesto, hace que la vida de alguien sea más digna de ser vivida. De esta manera, cuando persigas la verdad, a una escala reducida, el camino que tomes y tu elección serán los correctos y, a una escala mayor, te acabarás desprendiendo de tu carácter corrupto porque persigues la verdad y vas a ser salvado. Aquellos que se van a salvar no son, tal como los contempla Dios, solo los niños de Sus ojos o Sus tesoros, y menos aún son meramente los pilares de Su reino. La bendición que te va a llegar, como miembro de la humanidad futura, es sin duda grande, de una clase nunca vista antes y que nunca más se volverá a ver; te llegarán cosas buenas, una detrás de otra, de una manera que tu mente es incapaz de concebir. En cualquier caso, lo que primero debes hacer es establecer la meta de la búsqueda de la verdad. Establecer esta meta no tiene como fin resolver el vacío de tu mundo espiritual, ni tampoco resolver la represión y la indignación, ni la incertidumbre y el desconcierto presentes en el fondo de tu corazón. No es ese su cometido. En cambio, sirve como una meta real y auténtica hacia la cual uno puede dirigirse para comportarse y actuar. Es tan simple como eso. Es sencillo, ¿no os parece? No os atrevéis a decirlo, pero el hecho es que es bastante simple, todo se reduce a si una persona tiene la determinación de perseguir la verdad. Si esa determinación es real en ti, ¿qué verdad hay que no tenga una senda específica de práctica? Todas tienen sendas, ¿verdad? (Sí). Tener una base específica de práctica de la verdad, en cualquiera de sus ámbitos, y tener principios de práctica específicos para cualquier proyecto en la obra; ese es un fin alcanzable para aquellos que poseen una determinación real. Algunos dirán: “Sigo sin saber cómo practicar cuando me encuentro con problemas”. Eso es porque no buscas. Si buscaras, tendrías una senda. ¿No hay un dicho para eso? Dice: “Buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7). ¿Has buscado? ¿Has llamado? ¿Has reflexionado sobre la verdad mientras leías las palabras de Dios? Si dedicas esfuerzo a esa reflexión, serás capaz de entenderlo todo. Toda la verdad reside en las palabras de Dios, solo hace falta que las leas y reflexiones sobre ella. No seas vago, presta sincera atención. En cuanto a los problemas que no puedas resolver tú mismo, debes orar a Dios y será necesario que busques la verdad durante un tiempo, y a veces deberás ser paciente y esperar el momento de Dios. Si Dios dispone un entorno para ti y en este lo revela todo, y te esclarece un pasaje de Sus palabras, trayendo claridad a tu corazón, y además posees principios específicos de práctica, ¿no habrás entendido entonces? Por tanto, la búsqueda de la verdad no es algo tan abstracto ni tan difícil. Ya sea a partir de tu vida cotidiana o de tu deber, o de tu trabajo en la iglesia o tus interacciones con los demás, visto desde cualquier ángulo, puede que busques la verdad para indicar la dirección y el criterio de práctica. No tiene nada de difícil. Es mucho más fácil para el hombre creer ahora en Dios de lo que era en el pasado, porque hay muchas palabras de Dios y escucháis multitud de sermones, y existe gran cantidad de enseñanza sobre todos los aspectos de la verdad. Si alguien tiene entendimiento espiritual y tiene calibre, ya habrá entendido. Solo aquellos que carecen de entendimiento espiritual y de suficiente calibre son los que dicen que no entienden esto o aquello y no pueden desentrañar las cosas. Se quedan confundidos en cuanto algo les sucede. La plática sobre la verdad lo aclara, pero un tiempo después, se vuelven a quedar confundidos. Todo esto se debe a que pasan los días sin preocuparse por nada. Son demasiado perezosos y no buscan. Las cosas serán fáciles de entender si buscas y lees más de las palabras pertinentes de Dios, pues todas esas palabras están en un lenguaje común que resulta fácil de entender. Cualquier persona normal puede entenderlas, salvo los deficientes mentales. Estas palabras dicen muchas cosas con claridad y te lo cuentan todo. A menos que no veas la búsqueda de la verdad como algo muy relevante, si realmente anhelas de corazón obtener la verdad y consideras su búsqueda como lo más importante en la vida, entonces nada puede impedirte o apartarte de comprender y practicar la verdad.

El precepto más simple en la búsqueda de la verdad es que debes aceptar todo de parte de Dios y someterte en todas las cosas. Eso es parte de ello. La otra parte es que, por muy difícil que sea, debes pagar el precio con tu deber y con lo que tienes que hacer y, por encima de eso, con la comisión que te ha asignado Dios y es tu obligación, así como con el importante trabajo ajeno a tu deber, pero que es necesario que hagas, el trabajo que se te ha encomendado y para el que se te ha designado. Aunque tengas que aplicarte en ello al máximo, aunque se cierna sobre ti la persecución, y aunque pongas en riesgo tu vida, no debes lamentar el coste, sino ofrecer tu lealtad y someterte hasta la muerte. Así es como se manifiesta en la realidad la búsqueda de la verdad, su gasto y su práctica real. ¿Es difícil? (No). Me gustan los que dicen que no es difícil, porque tienen corazones que anhelan perseguir la verdad, que son decididos y fieles; existe fortaleza en sus corazones, así que nada que les sucede les resulta difícil. Sin embargo, respecto a los que carecen de confianza, si dudan de sí mismos, como se dice a menudo, ese es su final. Si una persona es igual de inútil que un montón de barro, no está motivado para hacer nada productivo, pero se anima cuando se trata de comida, bebida y alegría; si se vuelve negativo cuando se enfrenta a dificultades y carece de entusiasmo, sin siquiera un atisbo de motivación, en lo que respecta a compartir sobre la verdad, ¿qué clase de persona es? Se trata de alguien que no ama la verdad. Si en la Era de la Gracia y la Era de la Ley se le hubiera exigido que persiguiera la verdad, eso hubiera supuesto un desafío para ella. No hubiera resultado fácil, porque las condiciones de la humanidad de entonces eran diferentes, como lo eran los estándares de los requerimientos de Dios hacia ella. Por tanto, en eras pasadas, no había muchas personas capaces de atender a las palabras de Dios y de someterse a Él, excepto figuras prominentes como Noé, Abraham, Job y Pedro. Sin embargo, Dios no culpó a las personas de estas dos eras, porque no les había dicho cómo alcanzar los estándares de salvación. En esta etapa de la obra en la última era, Dios les habla claramente de todos los aspectos de las verdades que deben practicar. Si siguen sin practicarlos y sin cumplir los requerimientos de Dios, eso no es culpa de Él, sino un problema relativo a que el hombre no ama la verdad y siente aversión por ella. Por tanto, lograr que las personas persigan la verdad en este momento, ahora que corresponde, no les supone un reto; de hecho, es algo de lo que son capaces. Por un lado, esto se debe a que todo es propicio para ello; por otro, a que las condiciones y los fundamentos de las personas son suficientes para perseguir la verdad. Si al final alguien no obtiene la verdad, es porque simplemente sus problemas son demasiado graves. Tal persona merece cualquier castigo que sufra, cualquier desenlace que tenga, cualquier muerte que recaiga sobre ella. No merece ninguna lástima. Para Dios, no hay términos tales como lástima o compasión para las personas. Él decide el desenlace que alguien debe tener con base en los requerimientos que le hace al hombre, en Sus actitudes y en el orden y las reglas que Él ha establecido; y como determinado comportamiento da lugar a un resultado concreto, de este modo se decide cómo son para alguien esta vida y el mundo venidero. Es tan simple como eso. No importa cuántos sobrevivan al final, o cuántos sean castigados. Eso a Dios no le importa. ¿Qué habéis entendido de esas palabras? ¿Qué información os transmiten? ¿Lo sabéis? Dejadme ver si sois lo bastante inteligentes e ingeniosos para responder. Si no podéis, os evaluaré con una sencilla palabra: estúpidos. ¿Por qué digo que sois estúpidos? Os cuento. He dicho que a Dios no le importa cuántas personas sobrevivan o cuántas acaben destruidas y castigadas al final. ¿Qué os dice esto? Que Dios no ha determinado un número fijo de personas. Puedes luchar por ello, pero quienquiera que al final sobreviva o sea castigado, seas tú, otro o cualquier grupo, no forma parte de un recuento que Dios ya ha establecido. Dios obra y habla como lo hace ahora. Él trata a cada persona de un modo justo y le concede a cada una de ellas una amplia oportunidad. Te concede una amplia oportunidad, una amplia gracia, una amplia medida de Sus palabras, además de Su obra y Su misericordia y tolerancia. Él es justo con todas las personas. Si puedes perseguir la verdad, estás en la senda de seguir a Dios, y puedes aceptar la verdad, por muchas dificultades que sufras o desafíos a los que te enfrentes; y si tu carácter corrupto se ha purificado, serás salvado. Si puedes dar testimonio de Dios y convertirte en un ser creado digno, en un amo digno de todas las cosas, sobrevivirás. Si sobrevives, no será porque tengas buena suerte, sino gracias a tus propios gastos y esfuerzos, y a tu propia búsqueda. Será lo que te mereces y a lo que tienes derecho. No será necesario que Dios te conceda nada adicional. Dios no te proporciona una guía y formación complementarias; no te dice palabras adicionales ni te hace favores especiales. Él no hace semejante cosa. Es la supervivencia del más fuerte, como en la naturaleza. Cada animal tiene sus crías, sea cual sea la cantidad que nazca y muera, según el orden y las reglas que Dios ha establecido. Las que pueden sobrevivir, lo hacen, y las que no logran vivir, mueren y luego vuelven a renacer. Las que sobreviven después de eso son las que hay. En un año malo, no sobrevive ni una sola; en un año bueno, sobreviven más. Al final, todas las cosas mantienen un equilibrio. Entonces, ¿cómo trata Dios a la humanidad que Él creó? La actitud de Dios es la misma. Así, Él le da a cada persona su justa oportunidad, y es así como le habla a cada una, públicamente y sin compensación. Es amable con todas y las eleva por igual; las guía, cuida y protege a todas. Si al final sobrevives persiguiendo la verdad y cumples los estándares de Dios, habrás triunfado. Sin embargo, si siempre vas sin rumbo fijo, perdiendo el tiempo, creyéndote desgraciado, tiendes a extralimitarte, no sabes qué hacer, vives siempre según tus sentimientos, sin perseguir la verdad ni seguir la senda correcta, al final no ganarás nada. Si siempre quieres que tus días transcurran sin hacer nada, ignorando la obra que Dios hace en ti, sin importarte lo más mínimo que Él te guíe, o que te brinde oportunidades, disciplina, esclarecimiento y apoyo, Él se dará cuenta de que eres un necio atontado, y te ignorará. Dios obrará en ti el día en que persigas la verdad. Él no recuerda tus transgresiones. Si no persigues la verdad, Dios no te forzará ni te llevará a rastras. Si persigues la verdad, ganarás; si no lo haces, no ganarás. La gente puede perseguir la verdad o no según le plazca. Es su decisión. Cuando la obra de Dios llegue a su fin, Él te pedirá que respondas, y te evaluará según los estándares de la verdad. Si no tienes ningún testimonio, serás descartado; no podrás sobrevivir. Dirás: “He cumplido muchos deberes y he contribuido con mucha mano de obra. ¡He gastado y pagado mucho!”. Y Dios dirá: “Pero ¿perseguiste la verdad?”. Y lo pensarás y te parecerá que, en tus veinte, treinta, cuarenta o cincuenta años de fe en Dios, no habías perseguido la verdad. Dios dirá: “Tú mismo dices que no has perseguido la verdad. Pues márchate. Ve donde te dé la gana”. Dirás: “¿No le parece a Dios una lástima haber salvado a una persona menos de las que debía, quedarse sin un amo de todas las cosas?”. Llegados a este punto, ¿seguiría Dios pensando que es una lástima? Dios ya ha sido paciente durante bastante tiempo; ya ha esperado lo suficiente. Sus expectativas hacia ti se habrán agotado; habrá perdido Sus esperanzas en ti y te habrá dejado de prestar atención. No derramará ni una sola lágrima, ni padecerá más dolor ni sufrimiento por ti. ¿Por qué? Porque el desenlace de todas las cosas habrá alcanzado su final, la obra de Dios y Su plan de gestión llegarán a su fin y Él descansará. Dios no se alegrará por ninguna persona, ni le dolerá, ni se apenará, ni llorará por nadie. Por supuesto, tampoco se regocijará ni se alegrará de que alguien sobreviva o de que sea capaz de convertirse en amo de todas las cosas. ¿Y eso por qué? Dios ha gastado demasiado y durante demasiado tiempo en esta humanidad, y necesita descansar. Le hace falta cerrar el libro de los seis mil años de Su plan de gestión y ya no le va a prestar más atención, no va a planear nada, no declarará ninguna palabra ni hará ninguna obra en el hombre. Él les entregará el trabajo futuro y los días venideros a los amos de la próxima era. ¿Qué os estoy diciendo entonces? Lo siguiente: como ahora sabéis cuántas personas permanecerán en el final y quién podrá lograrlo, todos y cada uno de vosotros debéis esforzaros hacia ese objetivo, y la única senda para hacerlo es perseguir la verdad. No malgastéis vuestros días, de nada servirá estar confundido. Si llega el día en que Dios ya no recuerde nada de lo que has pagado y ya no le importe qué senda camines ni cuál sea tu desenlace, entonces, ese será el día en que realmente se decida tu desenlace. ¿Qué es lo que debéis hacer ahora? Debéis aprovecharos del presente, mientras el corazón de Dios todavía se esfuerza por la humanidad, mientras sigue haciendo planes para ella, mientras se sigue apenando y preocupando por cada gesto y movimiento de los seres humanos. Las personas deben elegir lo antes posible. Estableced la meta y la dirección de vuestra búsqueda, no esperéis a que lleguen los días de descanso de Dios para hacer vuestros planes. Si no sentís verdadero arrepentimiento, remordimiento, pesar y lamento hasta entonces, todo habrá llegado demasiado tarde. Nadie será capaz de salvarte, ni lo hará Dios. Esto es porque cuando llegue el momento en el que el plan de Dios realmente termine, y Él haya hecho la última marca y esté cerrando el libro de Su plan, entonces ya no obrará más. Dios necesita descansar; necesita saborear los frutos nacidos de Su plan de gestión de seis mil años y disfrutar de la administración de todas las cosas, realizada para Él, por parte de los seres humanos que queden. Dios quiere disfrutar viendo a los seres humanos que se queden gestionando todas las cosas según las reglas y preceptos que Él ha establecido, meticulosamente de acuerdo con el orden que Él ha creado para las estaciones y todas las cosas y para la humanidad, sin vulnerar nada de lo que Él quiere o desea. Dios quiere disfrutar de Su descanso, quiere disfrutar de Su comodidad, sin preocuparse más de la humanidad ni obrar por ella. ¿Comprendéis esto? (Sí). Ese día llegará pronto. Si habláramos de la longevidad humana en tiempos de Adán y Eva, a las personas les seguirían quedando siglos y bastante tiempo restante. Fijaos en lo que tardó Noé en construir el arca. Creo que solo hay un puñado de personas que hoy en día superan los cien años, y aunque vivas hasta los noventa o cien, ¿cuántas décadas te quedan? No demasiadas. Aunque ahora tengas veinte años y puedas llegar a los noventa, entonces vivirás setenta años más, que sigue siendo menos tiempo del que le llevó a Noé construir el arca. Para Dios, seis mil años es un parpadeo, y lo que para el hombre son sesenta, ochenta o cien años, para Dios son apenas unos segundos, unos minutos a lo sumo; un parpadeo. Incluso las personas que no caminan por la senda correcta o persiguen la verdad dicen a menudo: “La vida es corta: en un parpadeo, somos viejos; en un parpadeo, la casa se llena de hijos y nietos; en un parpadeo, nuestras vidas han terminado su transcurrir”. Entonces, ¿qué pasa si persigues la verdad? Para ti, el tiempo es aún más apremiante. Las personas que no persiguen la verdad y viven en un mundo vacío malgastan sus días, y a todos les parece que el tiempo pasa muy deprisa. ¿Y si persigues la verdad? Cualquier entorno, persona, acontecimiento o cosa dispuesta por Dios es algo adecuado para que lo experimentes durante un tiempo, y solo pasado un largo tiempo ganarás esa pequeña porción de conocimiento, perspectiva y experiencia. No es fácil. Cuando realmente poseas ese conocimiento y experiencia, se te ocurrirá lo siguiente: “¡Vaya! La humanidad no gana mucho por pasar la vida entera persiguiendo la verdad”. Hay muchas personas que ahora escriben ensayos sobre su testimonio vivencial, y veo a algunos que han creído en Dios durante veinte o treinta años limitarse a escribir sobre sus fallos y fracasos de hace diez o veinte. Desean escribir sobre algo reciente y de su presente entrada en la vida, pero no tienen nada. Su experiencia es lamentablemente escasa. Al escribir ensayos sobre testimonios vivenciales, algunas personas deben echar la vista atrás a sus fallos y fracasos, y aquellos de mala memoria necesitan que otros se los recuerden. Ese poco es lo único que han ganado en sus diez, veinte o incluso treinta años de fe en Dios, y escribirlo supone un duro esfuerzo. Algunos ensayos son incluso inconexos, partes inconexas unidas forzadamente y de un modo extravagante. De hecho, ni siquiera cuentan como experiencia vital; no tienen nada que ver con la vida. Así de lamentable es el hombre cuando no persigue la verdad. ¿No es así? (Sí). Así es como es. Espero que ninguno de vosotros llegue a ese día en que haya terminado la obra de Dios y, arrepentido ante Él, caigas de rodillas y digas: “¡Ahora me conozco a mí mismo! ¡Ahora sé cómo perseguir la verdad!”. Demasiado tarde. Dios no te prestará atención; ya no le importará si eres alguien que persigue la verdad, ni el tipo de carácter corrupto que tengas, ni qué tipo de actitud tengas hacia Él, ni le importará lo hondamente que hayas sido corrompido por Satanás, ni qué tipo de persona eres. Cuando eso suceda, ¿acaso no te quedarás completamente helado? (Sí). Imagínatelo ahora, si llegara realmente ese momento, ¿estarías triste? (Sí). ¿Por qué estarías triste? La implicación es que nunca se te da una segunda oportunidad. Nunca volverás a oír las palabras de Dios, y Él no volverá a preocuparse por ti. Nunca más formarás parte de Sus preocupaciones ni serás Su ser creado. No tendrás relación alguna con Él. Cuánto miedo da pensarlo. Si puedes imaginártelo ahora y, sin embargo, de verdad llega el día en que alcanzas ese punto, ¿acaso no te quedarás estupefacto? Será tal como dice la Biblia: cuando llegue ese momento, la gente se golpeará el pecho y la espalda, gimiendo, crujiendo los dientes, con tal llanto que podría causarle la muerte. Y llorar hasta la muerte será inútil. ¡Todo será demasiado tarde! Dios ya no será tu Dios, y ya no serás un ser creado de Dios. No tendrás ninguna relación con Él, no te querrá. Tu forma de ser ya no tendrá nada que ver con Dios. Ya no estarás en Su corazón, y Él ya no se preocupará por ti. ¿No habrás llegado entonces al final de tu senda de fe en Dios? (Sí). Por eso, si eres capaz de imaginarte que puede llegar un momento en que Dios te desdeñe, debes valorar el presente. Puede que Dios te castigue, te juzgue y te pode; incluso puede que te maldiga y reprenda con dureza. Todo esto es digno de aprecio: Dios al menos todavía te reconoce como Su ser creado, y al menos sigue teniendo expectativas hacia ti y permaneces aún en Su corazón, y continúa dispuesto a reprenderte y maldecirte, lo cual significa que todavía se preocupa por ti en Su corazón. Esta preocupación no es algo por lo que alguien pueda intercambiar su vida. ¡No seáis estúpidos! ¿Lo habéis entendido? (Sí). Si es así, en realidad no sois estúpidos; estáis fingiendo, ¿verdad? Espero que en realidad no seáis estúpidos. Si habéis entendido estas cosas, no perdáis el tiempo. La búsqueda de la verdad es un asunto importante para la vida humana. Ningún otro asunto es de tanta importancia como la búsqueda de la verdad ni supera en valor a la obtención de la verdad. ¿Ha sido fácil seguir a Dios hasta hoy? Date prisa y convierte tu búsqueda de la verdad en un asunto vital. Esta etapa de la obra en los últimos días es la más importante que Dios realiza en la gente en Su plan de gestión de seis mil años. La búsqueda de la verdad es la expectativa más elevada que Dios tiene de Su pueblo escogido. Él espera que la gente camine por la senda correcta, que es la búsqueda de la verdad. No defraudes a Dios, no lo decepciones, y no hagas que te expulse de Su corazón cuando llegue el momento final, y ya no se preocupe por ti o incluso ya no sienta más odio por ti. No permitas que se llegue a eso. ¿Lo entiendes? (Sí).

¿Cuál ha sido el tema de nuestra plática de hoy? (Por qué debe el hombre perseguir la verdad). Por qué debe el hombre perseguir la verdad. Es un tema un poco pesado, ¿verdad? ¿Por qué es pesado? Porque es importante. Es de máxima importancia para el futuro, la vida y la manera en la que existirá cada persona en la próxima era. Por tanto, tengo la esperanza de que escucharéis la charla de hoy sobre este tema un par de veces más, para que la impresión que os cause sea un poco más honda. Hayas perseguido o no la verdad en el pasado, y estés o no dispuesto a perseguirla, a esforzarte a partir de la enseñanza de hoy del tema “Por qué debe el hombre perseguir la verdad”, y de ahí en adelante fijar tu determinación y fortalecer tu voluntad con el objetivo de elegir perseguir la verdad. Es la mejor elección. ¿Puedes hacerlo? (Sí). Estupendo. Hoy hemos hablado acerca de por qué debe el hombre perseguir la verdad. Nuestro próximo tema de charla es cómo perseguir la verdad. Ahora que os he dicho cuál es, reflexionad un poco sobre ello para ver qué conocimiento tenéis sobre el tema en vuestro corazón. Echadle un vistazo previo, al menos. Con esto concluye la plática de hoy.

3 de septiembre de 2022

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