Decís que debemos aceptar la obra del juicio de Dios de los últimos días, dado que solo entonces nuestro carácter satánico sería purificado y transformado, y que solo así entraremos en el reino de Dios. Entonces, como el Señor lo exige, somos humildes y tolerantes, amamos a nuestros enemigos, cargamos con nuestra cruz, disciplinamos nuestro cuerpo, abandonamos las cosas mundanas, obramos y predicamos por el Señor, etc. ¿No son todos estos cambios que han tenido lugar en nosotros? ¿Estáis diciendo que esto no es suficiente para que podamos entrar en el reino celestial? Pienso que, siempre que sigamos esforzándonos de esta manera, nos haremos santos y entraremos en el reino celestial.
Versículos bíblicos como referencia:
“No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’ Y entonces les declararé: ‘Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad’” (Mateo 7:21-23).
“Buscad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14).
Las palabras relevantes de Dios:
En su creencia en Dios, la mayoría de las personas hacen especial hincapié en la conducta, como resultado de lo cual se producen ciertos cambios en esta. Después de haber empezado a creer en Dios, dejan de enfrentarse a los demás, de insultar y luchar con las personas, dejan de fumar, beber y robar propiedad pública —ya sea un clavo o una tabla de madera—, y hasta llegan tan lejos como a no acudir a los tribunales cuando sufren pérdidas o son ofendidas. Sin duda, se producen ciertamente algunos cambios en su conducta. Como, después de creer en Dios, aceptar el camino verdadero las hace sentirse especialmente bien, y como ahora también han probado la gracia de la obra del Espíritu Santo, son particularmente fervientes y no hay nada que no puedan abandonar o sufrir. No obstante, después de haber creído durante tres, cinco, diez o treinta años, al no haberse producido cambio alguno en su carácter vital, al final retroceden a las antiguas costumbres, crece su arrogancia y su soberbia y empiezan a competir por el poder y los beneficios, codician el dinero de la iglesia, hacen cualquier cosa que sirva a sus propios intereses, ansían estatus y placeres, y se han vuelto parásitos de la casa de Dios. En particular, la mayoría de los que sirven como líderes son abandonados por la gente. ¿Y qué demuestran estos hechos? Los cambios que son meramente de comportamiento son insostenibles. Si no hay una alteración en el carácter de la vida de las personas, tarde o temprano su lado agresivo se pondrá de manifiesto. Como la fuente de los cambios en su conducta es el fervor, acompañado de un poco de obra realizada por el Espíritu Santo en ese momento, resulta extremadamente fácil para ellas el volverse fervientes o mostrar bondad temporalmente. Como afirman los incrédulos: “Hacer una buena obra es fácil; lo difícil es llevar toda una vida de buenas obras”. Las personas son incapaces de hacer buenas obras durante toda su vida. La vida dirige su conducta; tal como es su vida, así es su conducta, y solo aquello que se revela de forma natural representa la vida y la naturaleza de una persona. Las cosas falsas no pueden perdurar. Cuando Dios obra para salvar al hombre no lo hace para adornarlo con una buena conducta; la finalidad de la obra de Dios consiste en transformar el carácter de las personas, en hacerlas nacer de nuevo como nuevas personas. Así pues, el juicio, el castigo, las pruebas de Dios y Su refinamiento para el hombre sirven todos para cambiar su carácter, de forma que pueda lograr una sumisión y una devoción absolutas respecto a Él, así como a llegar a la adoración normal hacia Él. Este es el objetivo de la obra de Dios. Comportarse bien no es lo mismo que someterse a Él, y mucho menos equivale a ser compatible con Cristo. Los cambios de conducta se basan en la doctrina y nacen del fervor; no se basan en el verdadero conocimiento de Dios ni en la verdad, y menos aún se apoyan en la guía del Espíritu Santo. Aunque hay ocasiones en las que el Espíritu Santo dirige algo de lo que las personas hacen, esto no es una expresión de la vida; mucho menos es lo mismo que conocer a Dios. Por muy buena que sea la conducta de una persona, no demuestra que esta se haya sometido a Dios ni que ponga en práctica la verdad. Los cambios en la conducta son una mera ilusión momentánea, nada más que la manifestación del celo. No pueden considerarse expresiones de la vida.
La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte
Aunque puede que una persona haya hecho un gran número de buenas obras desde que cree en Dios, tal vez aún le resulten opacas muchas cuestiones y ni mucho menos haya llegado a entender la verdad; sin embargo, por sus muchas buenas obras, ya cree haber conseguido vivir en las palabras de Dios, haberse sometido a Él y haber satisfecho realmente Su voluntad. Esto sucede porque, cuando no surgen circunstancias adversas, haces lo que te mandan; no tienes reparos en cumplir con ningún deber y no te opones. Cuando te mandan difundir el evangelio, es un sufrimiento que puedes soportar y no te quejas, y cuando te mandan correr de acá para allá o realizar un trabajo físico, lo haces. Con estas demostraciones te crees una persona que se somete a Dios y un auténtico buscador de la verdad. Ahora bien, si alguien te cuestionara más a fondo y te preguntara “¿Eres una persona honesta? ¿Eres una persona que se somete sinceramente a Dios? ¿Acaso una persona cuyo carácter se ha transformado?”, entonces, al cuestionarte así y, con ello, confrontarte con la verdad para escrutarte, se descubriría que tú —y se puede decir que absolutamente cualquiera— presentas deficiencias y nadie sabe practicar realmente de acuerdo con la verdad. Por consiguiente, una vez confrontadas con la verdad la causa de todas las acciones y obras del hombre, así como la esencia y naturaleza de sus actos, todas ellas son condenadas. ¿Por qué? Porque el hombre no se conoce; siempre cree en Dios a su manera, cumple con el deber a su manera y sirve a Dios a su manera. Además, se considera lleno de fe y razón y, a la postre, cree haber obtenido mucho. Sin saberlo, llega a creer que ya actúa de acuerdo con la voluntad de Dios, que la ha satisfecho completamente, que ya ha cumplido con Sus exigencias y obedece Su voluntad. Si esa es tu impresión o si en tus varios años de fe en Dios crees haber cosechado algunos frutos, con mayor razón deberías regresar ante Dios para hacer introspección. Deberías considerar la senda por la que has caminado durante cuatro años de fe y comprobar si todos tus actos y toda tu conducta ante Dios han ido completamente tras Su corazón, si lo que haces se opone a Dios, si lo que haces es capaz de satisfacer a Dios, y si lo que haces cumple las exigencias de Dios y puede estar por completo de acuerdo con Su voluntad. Deberías tener claras todas estas cosas.
La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente
Un pecador como vosotros, que acaba de ser redimido y que no ha sido cambiado ni perfeccionado por Dios, ¿puede ser conforme al corazón de Dios? Para ti, que aún eres del viejo ser, es cierto que Jesús te salvó y que no perteneces al pecado gracias a la salvación de Dios, pero esto no demuestra que no seas pecador ni impuro. ¿Cómo puedes ser santo si no has sido cambiado? En tu interior, estás cercado por la impureza, egoísta y miserable, pero sigues deseando descender con Jesús; ¡qué suerte tendrías! Te has saltado un paso en tu creencia en Dios: simplemente has sido redimido, pero no has sido cambiado. Para que seas conforme al corazón de Dios, Él debe realizar personalmente la obra de cambiarte y purificarte; si sólo eres redimido, serás incapaz de alcanzar la santidad. De esta forma no serás apto para participar en las buenas bendiciones de Dios, porque te has saltado un paso en la obra de Dios de gestionar al hombre, que es el paso clave del cambio y el perfeccionamiento. Tú, un pecador que acaba de ser redimido, eres, por tanto, incapaz de heredar directamente la herencia de Dios.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Acerca de los apelativos y la identidad
Aunque Jesús hizo mucha obra entre los hombres, sólo completó la redención de toda la humanidad y se convirtió en la ofrenda por el pecado del hombre; no lo libró de la totalidad de su carácter corrupto. Salvar al hombre totalmente de la influencia de Satanás no sólo requirió que Jesús se convirtiera en la ofrenda por el pecado y cargara con los pecados del hombre, sino también que Dios realizara una obra incluso mayor para librar completamente al hombre de su carácter satánicamente corrompido. Y, así, ahora que el hombre ha sido perdonado de sus pecados, Dios ha vuelto a la carne para guiar al hombre a la nueva era, y comenzó la obra de castigo y juicio. Esta obra ha llevado al hombre a una esfera más elevada. Todos los que se someten bajo Su dominio disfrutarán una verdad más elevada y recibirán mayores bendiciones. Vivirán realmente en la luz, y obtendrán la verdad, el camino y la vida.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prefacio
Antes de que el hombre fuera redimido, muchos de los venenos de Satanás ya habían sido plantados en su interior, y, después de miles de años de ser corrompido por Satanás, el hombre ya tiene dentro de sí una naturaleza establecida que se resiste a Dios. Por tanto, cuando el hombre ha sido redimido, no se trata más que de un caso de redención en el que se le ha comprado por un alto precio, pero la naturaleza venenosa que existe en su interior no se ha eliminado. El hombre que está tan contaminado debe pasar por un cambio antes de volverse digno de servir a Dios. Por medio de esta obra de juicio y castigo, el hombre llegará a conocer plenamente la esencia inmunda y corrupta de su interior, y podrá cambiar completamente y ser purificado. Sólo de esta forma puede ser el hombre digno de regresar delante del trono de Dios. Toda la obra realizada este día es con el fin de que el hombre pueda ser purificado y cambiado; por medio del juicio y el castigo por la palabra, así como del refinamiento, el hombre puede desechar su corrupción y ser purificado. En lugar de considerar que esta etapa de la obra es la de la salvación, sería más apropiado decir que es la obra de purificación. En verdad, esta etapa es la de la conquista, así como la segunda etapa en la obra de la salvación. El hombre llega a ser ganado por Dios por medio del juicio y el castigo por la palabra, y es por medio del uso de la palabra para refinar, juzgar y revelar que todas las impurezas, las nociones, los motivos y las aspiraciones individuales dentro del corazón del hombre se revelan completamente. Por todo lo que el hombre pueda haber sido redimido y perdonado de sus pecados, sólo puede considerarse que Dios no recuerda sus transgresiones y no lo trata de acuerdo con estas. Sin embargo, cuando el hombre, que vive en un cuerpo de carne, no ha sido liberado del pecado, sólo puede continuar pecando, revelando, interminablemente, su carácter satánico corrupto. Esta es la vida que el hombre lleva, un ciclo sin fin de pecado y perdón. La mayor parte de la humanidad peca durante el día y se confiesa por la noche. Así, aunque la ofrenda por el pecado siempre sea efectiva para el hombre, no podrá salvarlo del pecado. Sólo se ha completado la mitad de la obra de salvación, porque el hombre sigue teniendo un carácter corrupto. […] No resulta fácil para el hombre ser consciente de sus pecados; no tiene forma de reconocer su propia naturaleza profundamente arraigada, y debe depender del juicio por la palabra para lograr este resultado. Sólo así puede el hombre ser transformado gradualmente a partir de ese momento.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (4)
Yo decido el destino de cada persona, no en base a su edad, antigüedad, cantidad de sufrimiento ni, mucho menos, según el grado de compasión que provoca, sino en base a si posee la verdad. No hay otra opción que esta. Debéis daros cuenta de que todos aquellos que no hacen la voluntad de Dios serán también castigados. Este es un hecho inmutable. Por lo tanto, todos aquellos quienes son castigados, reciben castigo por la justicia de Dios y como retribución por sus numerosas acciones malvadas.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prepara suficientes buenas obras para tu destino
Podríais imaginar que, habiendo sido un seguidor durante tantos años, habéis dedicado vuestro trabajo duro pasara lo que pasara, y se os debe conceder un plato de arroz en la casa de Dios solo por ser un hacedor de servicio. Yo diría que la mayoría de vosotros piensa de esta forma, pues siempre habéis buscado el principio de cómo sacar provecho de las cosas y que no se aprovechen de vosotros. Por tanto, os digo con toda seriedad: no me importa lo meritorio que sea tu trabajo duro, lo impresionantes que sean tus cualificaciones, lo cerca que me sigas, lo renombrado que seas ni cuánto hayas mejorado tu actitud; mientras no hayas cumplido Mis exigencias, nunca podrás conseguir Mi elogio. Desechad todas esas ideas y cálculos vuestros tan pronto como sea posible, y empezad a tomaros en serio Mis requisitos. De lo contrario, convertiré a todas las personas en cenizas con el fin de terminar Mi obra; y, en el peor de los casos, convertiré en nada Mis años de obra y sufrimiento, porque no puedo llevar a Mi reino o a la era siguiente a Mis enemigos ni a esas personas que apestan a maldad y tienen la apariencia de Satanás.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las transgresiones conducirán al hombre al infierno
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.