Maneras en las que se revelan principalmente la omnipotencia y sabiduría de Dios
Las palabras relevantes de Dios:
Desde que comenzó la creación de todas las cosas, el poder de Dios empezó a expresarse y a revelarse, porque Él usó las palabras para crearlas. Independientemente de cómo y por qué las creó, todas las cosas nacieron, permanecieron y existieron gracias a Sus palabras; esta es la autoridad única del Creador. En el tiempo anterior a la aparición de la humanidad en el mundo, Él utilizó Su poder y autoridad para crear todas las cosas para ella, y empleó Sus métodos únicos para prepararle un entorno de vida adecuado. Todo lo que hizo fue en preparación para la humanidad, que pronto recibiría Su aliento. Es decir, en el tiempo anterior a la creación del hombre, la autoridad de Dios se mostró en todas las criaturas diferentes de la humanidad, en cosas tan grandes como los cielos, las luminarias, los mares y la tierra, y en aquellas tan pequeñas como los animales y las aves, todas las clases de insectos y microorganismos, incluidas diversas bacterias invisibles a simple vista. Cada uno recibió vida, proliferó, y vivió por las palabras del Creador y bajo Su soberanía. Aunque no recibieron Su aliento, seguían mostrando la vida y la vitalidad que Él les concedió a través de sus diferentes formas y estructuras; aunque Él no les otorgó la capacidad de hablar que le dio a la humanidad, cada uno recibió de Él una forma de expresar su vida que difería del lenguaje del hombre. La autoridad del Creador no solo proporciona la vitalidad de la vida a objetos materiales aparentemente estáticos, para que nunca desaparezcan, sino que, además, le da a todo ser viviente el instinto de reproducirse y multiplicarse para que nunca se extinga y que, generación tras generación, transmita las leyes y los principios de supervivencia que el Creador les ha otorgado. La forma en que el Creador ejerce Su autoridad no se adhiere con rigidez a un macropunto o micropunto de vista ni se limita a forma alguna; Él es capaz de ordenar las operaciones del universo y tener soberanía sobre la vida y la muerte de todas las cosas; además, Él es capaz de manejar todas las cosas para que le sirvan; puede gestionar todo el funcionamiento de las montañas, los ríos, y los lagos, y gobernarlo todo dentro de ellos. Y, lo que es más, es capaz de proveer lo necesario para todas las cosas. Esta es la manifestación de la autoridad única del Creador entre todas las cosas aparte de la humanidad. Semejante manifestación no es para una vida solamente; nunca cesará ni descansará; nadie ni nada puede alterarla ni dañarla, añadirle ni deducirle, porque nadie puede reemplazar la identidad del Creador. Por tanto, ningún ser creado puede reemplazar Su autoridad, que es inalcanzable para todo ser no creado.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I
Antes de que esta humanidad naciese, el cosmos —todos los planetas y todas las estrellas en los cielos— ya existía. A nivel macro, estos cuerpos celestiales han estado orbitando regularmente, bajo el control de Dios, durante toda su existencia, sin importar cuántos años hayan sido. Qué planeta va a qué lugar, en qué momento particular; qué planeta realiza qué tarea, y cuándo; qué planeta gira por qué órbita, y cuándo desaparece o es reemplazado; todas estas cosas tienen lugar sin el más mínimo error. Las posiciones de los planetas y las distancias entre ellos siguen patrones estrictos, que pueden describirse con datos precisos; las sendas por los que viajan, la velocidad y los patrones de sus órbitas, los tiempos en que están en las diversas posiciones; todo esto puede cuantificarse con precisión y describirse por medio de leyes específicas. Durante eones, los planetas han seguido estas leyes sin la más mínima desviación. Ningún poder puede cambiar, o interrumpir, sus órbitas o los patrones que siguen. Debido a que las leyes especiales que gobiernan su movimiento y los datos precisos que los describen están predestinados por la autoridad del Creador, estos obedecen estas leyes por su propia voluntad, bajo Su soberanía y Su control. A un nivel macro, no le resulta difícil al hombre descubrir algunos patrones, algunos datos y algunas leyes o fenómenos extraños e inexplicables. Aunque la humanidad no admite que Dios existe ni acepta que el Creador hizo y domina todas las cosas, además de no reconocer la existencia de Su autoridad, los científicos, astrónomos y físicos humanos están viendo, aun así, cada vez más que la existencia de todas las cosas en el universo, los principios y patrones que dictan sus movimientos, están gobernados y controlados por una inmensa e invisible energía oscura. Esto obliga al hombre a afrontar y reconocer que existe un Todopoderoso en medio de estos patrones de movimiento, que lo orquesta todo. Su poder es extraordinario y, aunque nadie puede ver Su verdadero rostro, Él lo gobierna y lo controla todo en todo momento. Ningún hombre o fuerza puede llegar más allá de Su soberanía. Frente a esta realidad, el hombre debe reconocer que las leyes que gobiernan la existencia de todas las cosas no pueden ser controladas por los humanos, nadie puede cambiarlas; él también debe admitir que los seres humanos no pueden entender del todo estas leyes, que no ocurren de manera natural, sino que son dictadas por un Soberano. Todas estas son expresiones de la autoridad de Dios que la humanidad puede percibir a un nivel macro.
A un nivel micro, todas las montañas, lagos, mares y masas continentales que el hombre puede observar sobre la tierra, todas las estaciones que experimenta, todas las cosas que habitan la tierra, plantas, animales, microorganismos y seres humanos incluidos, están sujetos a la soberanía y el control de Dios. Bajo la soberanía y el control de Dios, todas las cosas nacen o desaparecen de acuerdo con Sus pensamientos; surgen ciertas leyes que gobiernan su existencia, crecen y se multiplican según ellas. Ningún ser humano o cosa está por encima de estas leyes. ¿Por qué ocurre esto? La única respuesta es: por la autoridad de Dios. O, dicho de otro modo, por Sus pensamientos y palabras; por las acciones personales de Dios mismo. Es decir, son la autoridad y la mente de Dios las que dan lugar a estas leyes; que cambian y se transforman de acuerdo con Sus pensamientos, y todos estos cambios y transformaciones ocurren o desaparecen por causa de Su plan.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III
Dios vio nacer y permanecer por Sus palabras todo aquello que había creado, y vio cómo empezaba a cambiar gradualmente. En ese tiempo, ¿estaba Dios satisfecho con las diversas cosas que había hecho mediante Sus palabras, y los diversos actos que había logrado? La respuesta es “Vio Dios que era bueno”. ¿Qué veis aquí? ¿Qué representa que “Vio Dios que era bueno”? ¿Qué simboliza? Significa que Dios tenía el poder y la sabiduría para cumplir aquello que Él había planeado y prescrito, para conseguir los objetivos que Él había establecido cumplir. Cuando Dios hubo completado cada tarea, ¿sintió arrepentimiento? La respuesta sigue siendo “Vio Dios que era bueno”. En otras palabras, no sólo no sintió arrepentimiento, sino que quedó satisfecho. ¿Qué quiere decir que no sintió arrepentimiento? Significa que el plan de Dios es perfecto, que Su poder y Su sabiduría son perfectos, y que sólo por Su autoridad puede cumplirse tal perfección. Cuando el hombre lleva a cabo una tarea, ¿puede él, como Dios, ver que es bueno? ¿Puede todo lo que el hombre hace lograr la perfección? ¿Puede el hombre completar algo de una vez por todas, para toda la eternidad? Del mismo modo que el hombre dice: “Nada es perfecto, sólo mejor”, nada de lo que el hombre hace puede alcanzar la perfección. Cuando Dios vio que todo lo que había hecho y logrado era bueno, todo lo que Él hizo quedó establecido por Sus palabras, es decir, cuando “Vio Dios que era bueno”, todo lo que Él había hecho adoptó una forma permanente, fue clasificado de acuerdo a un tipo, y se le dio una posición, un propósito y una función fijos, de una vez y por toda la eternidad. Más aún, su papel entre todas las cosas y el viaje que estas deben emprender durante la gestión de todo por parte de Dios, ya habían sido ordenados por Él, y eran inmutables. Esta fue la ley celestial que el Creador dio a todas las cosas.
“Vio Dios que era bueno”, estas palabras simples, subestimadas, tan a menudo ignoradas, son las palabras de la ley y el edicto celestiales que Dios dio a todas las criaturas. Son otra materialización de la autoridad del Creador, una más práctica y más profunda. A través de Sus palabras, el Creador no sólo fue capaz de obtener todo lo establecido para ser obtenido, y de conseguir todo lo establecido para ser conseguido, sino que también pudo controlar con Sus manos todo lo que Él había creado, y gobernar todas las cosas que Él había hecho bajo Su autoridad; además, todo fue sistemático y regular. Todas las cosas también vivían y morían por Su palabra; más aún, por Su autoridad existían en medio de la ley que Él había establecido, ¡y nadie estaba exento! Esta ley comenzó en el mismo instante que “Vio Dios que era bueno”, ¡y existirá, continuará, y funcionará por el plan de gestión de Dios justo hasta el día en que el Creador la derogue! Su autoridad única no sólo se puso de manifiesto en Su capacidad de crear todas las cosas y ordenar que todas vieran la luz, sino también en Su capacidad de gobernar y tener soberanía sobre la totalidad de ellas; de conceder vida y vitalidad sobre todas las cosas, y, además, en Su capacidad de hacer que, de una vez y por toda la eternidad, todo lo que Él creara en Su plan apareciera y existiera en el mundo que Él creó, de una forma perfecta, en una estructura de vida perfecta y con un papel perfecto. Así también se manifestó en el modo en que los pensamientos del Creador no estaban sujetos a ninguna restricción ni limitados por el tiempo, el espacio, o la geografía. Como Su autoridad, la identidad única del Creador permanecerá inmutable desde la eternidad hasta la eternidad. ¡Su autoridad será siempre una representación y un símbolo de Su identidad única, y ambas existirán por siempre una al lado de la otra!
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I
Después de leer que “Abraham por seguro se convertiría en una nación grande y poderosa, y que todas las naciones de la tierra serán benditas en él”* en Génesis 18:18, ¿podéis sentir la autoridad de Dios? ¿Podéis sentir lo extraordinario del Creador? ¿Podéis sentir Su supremacía? Las palabras de Dios son ciertas. Él no habla así por confiar en Su éxito ni en representación de este, sino que Sus palabras son la prueba de la autoridad de Sus declaraciones y un mandamiento que las cumple. Aquí, deberíais prestar atención a dos expresiones. Cuando Dios dice “Abraham por seguro se convertiría en una nación grande y poderosa, y que todas las naciones de la tierra serán benditas en él”,* ¿existe algún elemento de ambigüedad en estas palabras? ¿Algún elemento de preocupación? ¿De miedo? Debido a las palabras “ciertamente” y “serán” en las afirmaciones de Dios, estos elementos particulares en el hombre y a menudo exhibidos por él, nunca han tenido relación alguna con el Creador. Nadie se atrevería a usar tales palabras al desear el bien de otros ni osaría bendecir a alguien con tanta seguridad como para darle una nación grande y poderosa, ni prometerle que todas las naciones de la tierra serán benditas en él. Cuanto más ciertas son las palabras de Dios, más demuestran algo; ¿y qué es ese algo? Demuestran que Dios posee esa autoridad, que Su autoridad puede lograr estas cosas, y que su cumplimiento es inevitable. Dios estaba seguro en Su corazón, sin la más mínima duda, de todo aquello con lo que bendijo a Abraham. Además, todo aquello se cumpliría según Sus palabras; no habría fuerza capaz de alterar, obstruir, perjudicar o perturbar su cumplimiento. Independientemente de lo que ocurriese, nada podría revocar ni influenciar el cumplimiento y la realización de las palabras divinas. ¡Este es el verdadero poder de las palabras que salen de la boca del Creador, y Su autoridad que no admite la negativa del hombre! Una vez leídas estas palabras, ¿sigues teniendo dudas? La boca de Dios pronunció estas palabras, y en ellas hay poder, majestad y autoridad. Este poder y esta autoridad, así como la inevitabilidad del cumplimiento del hecho, son inalcanzables e insuperables para cualquier ser creado o no creado. Solo el Creador puede conversar con la humanidad usando semejante tono y entonación, y los hechos han demostrado que Sus promesas no son palabras vacías ni alardes inútiles, sino la expresión de la autoridad única e insuperable por cualquier persona, cosa, u objeto.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I
Veamos el siguiente pasaje de las Escrituras: “Habiendo dicho esto, gritó con fuerte voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, […]”. Cuando el Señor Jesús hizo esto, dijo solo una cosa: “¡Lázaro, ven fuera!”. Lázaro salió entonces de su tumba; esto se cumplió con solo unas pocas palabras pronunciadas por el Señor. En aquel momento, el Señor Jesús no levantó un altar ni llevó a cabo otras acciones. Solo dijo esa única cosa. ¿Se denominaría esto un milagro o un mandato? ¿O era algún tipo de hechicería? Superficialmente, pareciera que podría denominarse un milagro y, mirándolo desde una perspectiva moderna, por supuesto que podrías seguir llamándolo milagro. Sin embargo, de ninguna manera podría considerárselo el tipo de magia que supuestamente trae de vuelta el alma de los muertos ni fue en absoluto ningún tipo de brujería. Es correcto decir que este milagro fue la demostración más normal y pequeña de la autoridad del Creador. Esa es la autoridad y el poder de Dios. Él tiene la autoridad de hacer morir a una persona, de hacer que su alma deje su cuerpo y vuelva al Hades, o donde deba ir. La hora de la muerte y el lugar adónde va una personaestá determinado por Dios. Él puede tomar estas decisiones en cualquier momento y lugar, sin limitación alguna por parte de los seres humanos, los acontecimientos, los objetos, el espacio o la geografía. Si quiere, puede hacerlo, porque todas las cosas y los seres vivientes están bajo Su dominio, y todas las cosas nacen, viven y mueren por Su palabra y Su autoridad. Él puede resucitar a un hombre muerto, y esto también es algo que puede hacer en cualquier momento y lugar. Esta es la autoridad que solo el Creador posee.
Cuando el Señor Jesús hizo cosas como traer a Lázaro de entre los muertos, Su objetivo fue brindar una prueba para que los humanos y Satanás vieran, para que supieran que todo lo relativo a la humanidad, a la vida y la muerte de la humanidad están determinados por Dios, y que, aunque Él se había hecho carne, seguía dominando el mundo físico visible así como el mundo espiritual, que los hombres no pueden ver. Hizo esto para demostrarles a la humanidad y a Satanás que no todo lo relativo a la humanidad está bajo el mando de Satanás. Esto fue una revelación y una demostración de la autoridad de Dios, y también una forma de enviar un mensaje a todas las cosas de que la vida y la muerte de la humanidad están en Sus manos. La resurrección de Lázaro por parte del Señor Jesús fue una de las maneras en las que el Creador enseñó e instruyó al hombre. Fue una acción concreta en la que Él usó Su poder y autoridad para instruir y proveer a la humanidad. Fue una forma, sin el uso de palabras, de permitir que los hombres viesen la verdad de que Él comanda todas las cosas. Fue una forma de decir a la humanidad por medio de acciones prácticas que no hay salvación si no es por medio de Él. Este medio silencioso que Él utilizó para instruir a la humanidad es eterno, indeleble y produce en los corazones humanos un impacto y un esclarecimiento que nunca se desvanecerá. La resurrección de Lázaro glorificó a Dios: esto tiene un profundo impacto en cada uno de Sus seguidores. Fija firmemente, en cada persona que entiende profundamente este acontecimiento, el entendimiento, la visión de que solo Dios puede controlar la vida y la muerte de la humanidad. […]
Cuando el Señor Jesús resucitó a Lázaro, usó solo estas pocas palabras: “¡Lázaro, ven fuera!”. No dijo nada más. Así que, ¿qué demuestran estas palabras? Demuestran que Dios puede conseguir cualquier cosa por medio de Sus palabras, incluida la resurrección de un hombre muerto. Cuando Él creó todas las cosas, cuando creó el mundo, lo hizo con palabras: con mandatos hablados, con palabras de autoridad, y de esta manera se crearon todas las cosas y así se las logró. Estas pocas palabras pronunciadas por el Señor Jesús fueron como las palabras habladas por Dios cuando creó los cielos y la tierra, y todas las cosas; del mismo modo, tenían la autoridad de Dios y el poder del Creador. Todas las cosas se formaron y se mantuvieron firmes por las palabras salidas de la boca de Dios y, de la misma forma, Lázaro salió de su tumba por las palabras de boca del Señor Jesús. Esto fue la autoridad de Dios, demostrada y materializada en Su forma encarnada. Este tipo de autoridad y capacidad pertenecían al Creador y al Hijo del hombre, en quien el Creador se materializó. Este es el entendimiento que Dios le enseñó a la humanidad cuando hizo regresar a Lázaro de entre los muertos.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III
Sostengo lo que digo, y lo que sostengo siempre lo llevaré a su conclusión y nadie puede cambiar esto; es absoluto. Trátese de palabras que he dicho en el pasado o de palabras que diré en el futuro, haré que todas se hagan realidad, una por una, y permitiré que toda la humanidad vea que se vuelvan realidad. Este es el principio detrás de Mis palabras y Mi obra. […] De todo lo que acontece en el universo, no hay nada en lo que Yo no tenga la última palabra. ¿Hay algo que no esté en Mis manos? Todo lo que Yo digo se hace, y ¿quién entre los seres humanos puede hacerme cambiar de opinión? ¿Podría ser el pacto que Yo hice en la tierra? Nada puede impedir que Mi plan avance; Yo estoy siempre presente en Mi obra, así como en el plan de Mi gestión. ¿Quién entre los seres humanos puede entrometerse? ¿No soy Yo quien ha hecho personalmente estos arreglos? Entrar en este ámbito hoy no se desvía de Mi plan ni de lo que he anticipado; Yo lo determiné todo hace mucho tiempo. ¿Quién de entre vosotros puede comprender esta etapa de Mi plan? Mi pueblo seguramente escuchará Mi voz, y todos y cada uno de los que me aman realmente sin duda regresarán ante Mi trono.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 1
En la obra de los últimos días, la palabra es más poderosa que la manifestación de señales y maravillas, y la autoridad de la palabra sobrepasa la de las señales y las maravillas. La palabra revela todas las actitudes corruptas enterradas en lo profundo del corazón del hombre. No tienes forma de reconocerlas por ti mismo. Cuando te sean reveladas por medio de la palabra, llegarás a descubrirlas de forma natural; no serás capaz de negarlas, y estarás totalmente convencido. ¿No es esta la autoridad de la palabra? Este es el resultado alcanzado por la obra actual de la palabra. Por tanto, el hombre no puede salvarse totalmente de sus pecados por medio de la curación de la enfermedad y la expulsión de los demonios, y no puede ser hecho totalmente completo por medio de la manifestación de señales y maravillas. La autoridad para sanar enfermedades y expulsar demonios sólo le otorga gracia al hombre, pero la carne del hombre sigue perteneciéndole a Satanás y el carácter satánico corrupto permanece dentro del hombre. En otras palabras, lo que no se ha purificado sigue perteneciéndole al pecado y la inmundicia. Sólo después de que el hombre se haya purificado por medio de la palabra podrá ser ganado por Dios y ser santificado. Cuando los demonios fueron echados fuera del hombre y él fue redimido, esto sólo significó que él fue arrebatado de las manos de Satanás y devuelto a Dios. Sin embargo, si Dios no lo ha purificado ni cambiado, sigue siendo un hombre corrupto. Dentro del hombre todavía existen la inmundicia, la oposición y la rebeldía; el hombre sólo ha vuelto a Dios por medio de Su redención, pero no tiene el más mínimo conocimiento de Él y todavía es capaz de resistirse a Él y traicionarle. Antes de que el hombre fuera redimido, muchos de los venenos de Satanás ya habían sido plantados en su interior, y, después de miles de años de ser corrompido por Satanás, el hombre ya tiene dentro de sí una naturaleza establecida que se resiste a Dios. Por tanto, cuando el hombre ha sido redimido, no se trata más que de un caso de redención en el que se le ha comprado por un alto precio, pero la naturaleza venenosa que existe en su interior no se ha eliminado. El hombre que está tan contaminado debe pasar por un cambio antes de volverse digno de servir a Dios. Por medio de esta obra de juicio y castigo, el hombre llegará a conocer plenamente la esencia inmunda y corrupta de su interior, y podrá cambiar completamente y ser purificado. Sólo de esta forma puede ser el hombre digno de regresar delante del trono de Dios. Toda la obra realizada este día es con el fin de que el hombre pueda ser purificado y cambiado; por medio del juicio y el castigo por la palabra, así como del refinamiento, el hombre puede desechar su corrupción y ser purificado. En lugar de considerar que esta etapa de la obra es la de la salvación, sería más apropiado decir que es la obra de purificación. En verdad, esta etapa es la de la conquista, así como la segunda etapa en la obra de la salvación. El hombre llega a ser ganado por Dios por medio del juicio y el castigo por la palabra, y es por medio del uso de la palabra para refinar, juzgar y revelar que todas las impurezas, las nociones, los motivos y las aspiraciones individuales dentro del corazón del hombre se revelan completamente. Por todo lo que el hombre pueda haber sido redimido y perdonado de sus pecados, sólo puede considerarse que Dios no recuerda sus transgresiones y no lo trata de acuerdo con estas. Sin embargo, cuando el hombre, que vive en un cuerpo de carne, no ha sido liberado del pecado, sólo puede continuar pecando, revelando, interminablemente, su carácter satánico corrupto. Esta es la vida que el hombre lleva, un ciclo sin fin de pecado y perdón. La mayor parte de la humanidad peca durante el día y se confiesa por la noche. Así, aunque la ofrenda por el pecado siempre sea efectiva para el hombre, no podrá salvarlo del pecado. Sólo se ha completado la mitad de la obra de salvación, porque el hombre sigue teniendo un carácter corrupto. Por ejemplo, cuando las personas se enteraron de que descendían de Moab, se quejaron, dejaron de buscar la vida, y se volvieron totalmente negativas. ¿No muestra esto que la humanidad sigue siendo incapaz de someterse plenamente al dominio de Dios? ¿No es precisamente este su carácter satánico corrupto? Cuando no estabas siendo sometido al castigo, tus manos se levantaban más alto que todas las demás, incluidas las de Jesús. Y clamabas en voz alta: “¡Sé un hijo amado de Dios! ¡Sé un íntimo de Dios! ¡Mejor sería morir antes que inclinarnos ante Satanás! ¡Rebélate contra el viejo Satanás! ¡Rebélate contra el gran dragón rojo! ¡Que el gran dragón rojo caiga del poder de la forma más indigna! ¡Que Dios nos haga completos!”. Tus gritos eran más fuertes que todos los demás. Pero entonces llegó el tiempo del castigo y, una vez más, se manifestó el carácter corrupto de la humanidad. Entonces, sus gritos cesaron, y su determinación se agotó. Esta es la corrupción del hombre; es más profunda que el pecado; es algo plantado por Satanás y profundamente arraigado dentro del hombre. No resulta fácil para el hombre ser consciente de sus pecados; no tiene forma de reconocer su propia naturaleza profundamente arraigada, y debe depender del juicio por la palabra para lograr este resultado. Sólo así puede el hombre ser transformado gradualmente a partir de ese momento. El hombre gritaba así en el pasado, porque no tenía entendimiento de su carácter corrupto original. Estas son las impurezas que hay dentro del hombre. A lo largo de un período de juicio y castigo tan prolongado, el hombre vivía en una atmósfera de tensión. ¿No se consiguió todo esto por medio de la palabra? ¿No clamaste tú también en voz muy alta, antes de la prueba de los hacedores de servicio? “¡Entra en el reino! ¡Todos los que acepten este nombre entrarán en el reino! ¡Todos participarán de Dios!”. Cuando vino la prueba de los hacedores de servicio, tú no clamaste más. Al principio, todos gritaron: “¡Dios! Allí donde me pongas, me someteré a Tu dirección”. Al leer las palabras de Dios, “¿Quién será Mi Pablo?”, la gente dijo: “¡Yo estoy dispuesto a serlo!”. Después vieron las palabras, “¿Y qué hay de la fe de Job?”. Y dijeron: “Yo estoy dispuesto a tomar sobre mí la fe de Job. ¡Dios, por favor ponme a prueba!”. Cuando vino la prueba de los hacedores de servicio, se vinieron abajo inmediatamente, y apenas pudieron levantarse de nuevo. Después de eso, disminuyeron poco a poco las impurezas en su corazón. ¿Acaso no se logró esto a través de la palabra? Por tanto, lo que habéis experimentado hoy son los resultados logrados a través de la palabra, incluso mayores que los conseguidos mediante las señales y las maravillas obradas por Jesús. La gloria de Dios y la autoridad de Dios mismo que tú ves no son vistas sólo a través de la crucifixión, la curación de la enfermedad y la expulsión de los demonios, sino, mucho más, por medio del juicio de Su palabra. Esto te demuestra que la autoridad y el poder de Dios no consisten únicamente en obrar señales, curar la enfermedad y expulsar a los demonios, sino que el juicio de la palabra de Dios es capaz de representar mejor la autoridad de Dios y revelar Su omnipotencia.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (4)
Ninguna de las obras de Dios entre la humanidad había sido ya preparada cuando se creó el mundo; más bien, fue el desarrollo de las cosas lo que ha permitido que Dios realice Su obra entre la humanidad paso a paso y de manera más realista y práctica. Por ejemplo, Jehová Dios no creó a la serpiente para tentar a la mujer, ese no era Su plan específico, ni tampoco era algo que Él había predestinado intencionadamente. Uno podría decir que esto fue un suceso inesperado. Entonces, fue debido a esto que Jehová expulsó a Adán y a Eva del jardín del Edén y juró que nunca más crearía a otro hombre. Sin embargo, las personas solo descubren la sabiduría de Dios sobre estas bases. Es como dije previamente: “Ejerzo Mi sabiduría sobre la base de las tramas de Satanás”. No importa cuán corrupta se vuelva la humanidad o cómo la tiente la serpiente, Jehová todavía tiene Su sabiduría; así, Él se ha involucrado en una nueva obra desde que Él creó el mundo, y ninguno de los pasos de esta obra se ha repetido jamás. Satanás continuamente ha puesto tramas en movimiento; la humanidad ha sido corrompida constantemente por Satanás, y Jehová Dios también ha llevado a cabo de manera incesante Su obra sabia. Nunca ha fallado ni ha parado de obrar desde que se creó el mundo. Después de que los seres humanos fuesen corrompidos por Satanás, Él ha continuado obrando entre ellos para derrotar a Satanás, el enemigo que fue el origen de su corrupción. Esta batalla se ha librado desde el principio y continuará hasta que el mundo llegue a su fin. Al hacer toda esta obra, Jehová Dios no solo ha permitido a los seres humanos, que han sido corrompidos por Satanás, recibir Su gran salvación, sino que también les ha permitido ver Su sabiduría, omnipotencia y autoridad. Además, al final, Él les permitirá ver Su carácter justo al castigar a los malvados y recompensar a los buenos. Él ha luchado contra Satanás hasta el día de hoy y nunca ha sido derrotado. Esto se debe a que Él es un Dios sabio, y ejerce Su sabiduría sobre la base de las tramas de Satanás. Por tanto, Dios no solo hace que todo en el cielo se someta a Su autoridad; sino que también hace que todo sobre la tierra se ubique bajo el estrado de Sus pies, y, no menos importante, Él hace que los malvados que invaden y acosan a la humanidad caigan dentro de Su castigo. Los resultados de toda esta obra son producidos por Su sabiduría. Nunca había puesto de manifiesto Su sabiduría antes de la existencia de la humanidad, porque Él no tenía enemigos en el cielo, sobre la tierra, o en cualquier lugar del universo entero, y no había fuerzas oscuras que invadieran nada en la naturaleza. Después de que el arcángel lo traicionase, Él creó a la humanidad sobre la tierra, y fue a causa de la humanidad que Él inició formalmente Su milenaria guerra con Satanás, el arcángel, una guerra que se intensifica cada vez más con cada etapa sucesiva. Su omnipotencia y sabiduría están presentes en cada una de estas etapas. Solo entonces todo en el cielo y en la tierra ha sido testigo de la sabiduría de Dios, Su omnipotencia, y, en particular, la realidad de Dios. Aún sigue llevando a cabo Su obra de esta misma manera realista en el presente; además, a medida que Él desempeña Su obra, revela también Su sabiduría y omnipotencia. Dios os permite ver la verdad en el interior de cada etapa de Su obra, ver cómo explicar exactamente Su omnipotencia y, además, ver una explicación definitiva de la realidad de Dios.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Deberías saber cómo la humanidad completa se ha desarrollado hasta el día de hoy
En Mi plan, Satanás ha estado siempre acechando tras cada uno de Mis pasos y, como el contraste de Mi sabiduría, siempre ha intentado encontrar formas y medios para interrumpir Mi plan original. ¿Pero podría Yo sucumbir a sus esquemas engañosos? Todo en el cielo y en la tierra está a Mi servicio; ¿podrían los esquemas engañosos de Satanás ser diferentes? Es precisamente allí donde interviene Mi sabiduría; es precisamente eso lo que es maravilloso de Mi obra, y es el principio en que se basa el funcionamiento de todo Mi plan de gestión. Incluso aun durante la era de edificación del reino, Yo no evito los esquemas engañosos de Satanás, sino que continúo adelante con la obra que debo cumplir. Entre el universo y todas las cosas, he elegido las obras de Satanás como Mi contraste. ¿Acaso no es esta una manifestación de Mi sabiduría? ¿No es esto precisamente lo que es maravilloso acerca de Mi obra?
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 8
Cuando comienzo formalmente Mi obra, todas las personas se mueven cuando Yo me muevo, de tal manera que, en todo el universo, las personas se mantienen ocupadas siguiendo el mismo paso que Yo; hay “júbilo” por todo el universo y el hombre es impulsado por Mí. Como consecuencia, el gran dragón rojo mismo es puesto por Mí en un estado de frenesí y de desconcierto y sirve a Mi obra, y, a pesar de no estar dispuesto, es incapaz de seguir sus propios deseos, pero no le queda otra opción más que someterse a Mi control. En todos Mis planes, el gran dragón rojo es Mi contraste, Mi enemigo, y, también, Mi sirviente; así pues, nunca he flexibilizado Mis “requisitos” con respecto a él. Por lo tanto, la etapa final de la obra de Mi encarnación se completa en su casa. De esta manera, el gran dragón rojo es más capaz de darme un servicio apropiadamente, por medio de lo cual Yo lo conquistaré y completaré Mi plan.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 29
¡La victoria de Dios sobre Satanás es inevitable! En realidad, Satanás ya fracasó hace mucho tiempo. Cuando el evangelio comenzó a extenderse por toda la tierra del gran dragón rojo, es decir, cuando Dios encarnado comenzó Su obra y esta obra se puso en marcha, Satanás fue derrotado por completo, porque el propósito mismo de la encarnación era derrotar a Satanás. En cuanto Satanás vio que Dios una vez más se había hecho carne y había comenzado a llevar a cabo Su obra, que ninguna fuerza podría detener, este se quedó estupefacto al ver esta obra y no se atrevió a seguir haciendo más trastadas. Al principio, Satanás pensó que también poseía mucha sabiduría, e interrumpió y acosó la obra de Dios; sin embargo, no esperaba que Dios se hiciera carne una vez más, o que, en Su obra, Dios utilizara la rebelión de Satanás para servirle como revelación y juicio para la humanidad, para conquistar así a la humanidad y derrotar a Satanás. Dios es más sabio que Satanás, y Su obra lo supera con creces. Por tanto, como anteriormente he dicho: “la obra que Yo hago se lleva a cabo en respuesta a las artimañas de Satanás. Al final, Yo voy a revelar Mi omnipotencia y la impotencia de Satanás”. Dios realizará Su obra en primera línea, mientras Satanás seguirá su estela hasta que, al final, este sea finalmente destruido, ¡ni siquiera va a saber qué lo golpeó! Solo se dará cuenta de la verdad una vez que haya sido aplastado y hecho añicos; y para entonces ya habrá sido incinerado en el lago de fuego. ¿Acaso no se convencerá completamente para entonces? ¡Pues Satanás no tendrá entonces más tretas que usar!
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Deberías saber cómo la humanidad completa se ha desarrollado hasta el día de hoy
Dios no participa en las políticas del hombre, pero controla el destino de un país o nación. Él controla este mundo y todo el universo. El destino del hombre y el plan de Dios están íntimamente relacionados, y ningún hombre, país o nación está exento de la soberanía de Dios. Si el hombre desea conocer su destino, debe venir ante Dios. Él hará que los que le siguen y adoran prosperen y traerá decadencia y extinción sobre los que se le resisten y lo rechazan.
Recuerda la escena bíblica en la que Dios forjó la destrucción sobre Sodoma y piensa también cómo la esposa de Lot acabó siendo una estatua de sal. Piensa cómo se arrepintió de sus pecados el pueblo de Nínive en cilicio y cenizas y recuerda lo que siguió después de que los judíos clavasen a Jesús en la cruz hace 2000 años. Los judíos fueron expulsados de Israel y huyeron a países alrededor del mundo. Muchos murieron asesinados, y toda la nación judía se vio sometida a una destrucción sin precedentes. Habían clavado a Dios en la cruz —cometieron un pecado atroz— e irritaron Su carácter. Se les hizo pagar por lo que hicieron y se les hizo cargar con todas las consecuencias de sus actos. Condenaron a Dios, lo rechazaron y, por tanto, solo tenían un destino: ser castigados por Dios. Esta fue la amarga consecuencia y el desastre en el que sus gobernantes sumergieron al país y a la nación.
Hoy, Dios ha regresado al mundo para realizar Su obra. Su primera parada es la gran reunión de dictadores: China, el acérrimo bastión del ateísmo. Dios ha ganado un grupo de personas con Su sabiduría y poder. Durante este período, el partido gobernante en China lo ha sido perseguido por todos los medios y lo ha sometido a un gran sufrimiento, sin un lugar donde poder apoyar la cabeza, incapaz de encontrar refugio. A pesar de esto, Dios aún continúa la obra que pretende hacer: alza Su voz y difunde el evangelio. Nadie puede explicar la omnipotencia de Dios. En China, un país que considera a Dios como enemigo, Él no ha cesado nunca Su obra. Por el contrario, más personas han aceptado Su obra y Su palabra, porque Dios salva a todos y cada uno de los miembros de la humanidad en la medida de lo posible. Confiamos en que ningún país ni ningún poder pueda interponerse en el camino de lo que Dios quiere lograr. Aquellos que obstruyen Su obra, se resisten a Su palabra e interrumpen y perjudican Su plan terminarán castigados por Él. El que resista la obra de Dios será enviado al infierno; cualquier país que lo haga será destruido; cualquier nación que se levante para oponerse a la obra de Dios será barrida de esta tierra y dejará de existir. Insto a las personas de todas las naciones, de todos los países e incluso de todas las industrias a escuchar la voz de Dios, contemplar Su obra y prestar atención al destino de la humanidad, para hacer que Dios sea el más santo, el más honorable, el superior y el único objeto de adoración entre la humanidad, y permitir así a toda la humanidad vivir bajo la bendición de Dios, así como los descendientes de Abraham vivieron bajo la promesa de Jehová, y como Adán y Eva, a quienes Dios creó primero, vivieron en el jardín del Edén.
La obra de Dios avanza como una poderosa ola. Nadie puede demorarlo ni detener Su marcha. Solo aquellos que escuchan Sus palabras con atención y lo buscan y tienen sed de Él pueden seguir Sus huellas y recibir Su promesa. Aquellos que no, sufrirán un desastre abrumador y un castigo bien merecido.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Apéndice II: Dios preside el destino de toda la humanidad
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