Una decisión que no lamenté
Por Marta, EspañaMi novio y yo nos conocimos trabajando en el extranjero. Ambos creíamos en el Señor Jesús y solíamos ir juntos a la...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
Durante algún tiempo, tuve muchos problemas que surgieron en mi deber, tanto grandes como pequeños. Algunos eran por ser demasiado descuidada, y otros por no conocer los principios. Estaba algo preocupada, pues temía que mi líder o la hermana con la que trabajaba me podaran y dijeran que era negligente en mi deber, pero la hermana con la que trabajaba mencionaba muy poco mis problemas y solo me decía que tuviera más cuidado en el futuro. Esto siempre me hacía feliz. Más tarde, cuando vi algunos problemas evidentes que otros tenían en sus deberes, sentí que estaban siendo demasiado negligentes en su trabajo, y quise compartir con ellos y diseccionar el problema para que pudieran comprender la naturaleza de ser negligente y las graves consecuencias de seguir así. Pero luego pensé que señalar los problemas de los demás directamente heriría su orgullo. Sería mejor solo decir lo justo para que fueran conscientes de sus problemas y dejarlo así. Además, yo había tenido los mismos problemas, así que ¿qué derecho tenía a hablar? ¿Y si podaba a los demás por algo y luego lo hacía yo misma? ¿No sería una hipócrita? Pensé que era mejor no exponerlos ni podarlos, y que debía decir cosas agradables. Así, si yo hacía algo malo en el futuro, los demás no harían un escándalo. Perdonar a los demás es perdonarse a uno mismo. Cuando lo pensé así, la pizca de rectitud en mi corazón desapareció. Le dije a la hermana con la que trabajaba: “No hay necesidad de nombrar a las personas específicas que tienen problemas. Podemos referirnos simplemente a los problemas”. Ella no dijo nada en respuesta. Me sentí un poco intranquila después de eso. ¿Se darían cuenta los demás de que tenían un problema si no se les señalaba? ¿Cambiarían en el futuro? Si no lo hacían, eso afectaría al trabajo. Me sentí conflictuada. Quería hablar, pero no me atrevía; y al no hablar, sentía que no estaba cumpliendo bien con mi responsabilidad. Después, me pregunté por qué me resultaba tan difícil. ¿Qué me impedía exponer los problemas de otros hermanos y hermanas? Dije una oración silenciosa, pidiéndole a Dios que me guiara para entender mi problema.
Más tarde, le conté a otra hermana sobre mi estado y ella me envió un pasaje de las palabras de Dios. Su lectura me abrió los ojos y logré entender mi problema. Dios Todopoderoso dice: “¿Sois partidarios del enunciado de conducta moral ‘Lo que no quieras para ti no lo impongas a los demás’? Si alguien es partidario de este dicho, ¿pensaríais que es grande y noble? Algunos dirían: ‘Mira, no imponen cosas a nadie, no le ponen las cosas difíciles a los demás ni los colocan en situaciones complicadas. ¿No son maravillosos? Siempre son estrictos con ellos mismos pero tolerantes con el resto; nunca le dicen a nadie que haga nada que no harían ellos mismos. Les conceden a otros mucha libertad, y les hacen sentir mucha calidez y aceptación. ¡Qué grandes personas son!’. ¿De verdad es este el caso? La implicación del enunciado ‘Lo que no quieras para ti no lo impongas a los demás’ es que solo deberías dar y aportar a los demás las cosas que te gustan y te complacen. Pero, ¿qué cosas gustan y complacen a las personas corruptas? Cosas corruptas, absurdas, y deseos extravagantes. Si les das y aportas estas cosas negativas a la gente, ¿no se volverá la humanidad cada vez más corrupta? Habrá cada vez menos cosas positivas. ¿No es eso un hecho? Es un hecho que la humanidad está profundamente corrupta. Los humanos corruptos gustan de buscar la fama, la ganancia, el estatus y los placeres de la carne; quieren ser famosos, poderosos y sobrehumanos. Quieren una vida cómoda y son reacios al trabajo duro; desean que se les dé todo en bandeja. Muy pocos de ellos aman la verdad y las cosas positivas. Si la gente les da y les aporta su corrupción y predilecciones a otros, ¿qué pasará? Es tal y como imaginas: la humanidad será cada vez más corrupta. Los que son partidarios de la idea de que ‘Lo que no quieras para ti no lo impongas a los demás’ piden que la gente les dé y aporte a los demás su corrupción, sus predilecciones y sus deseos extravagantes, lo que provoca que los demás busquen el mal, la comodidad, el dinero y el ascenso. ¿Es esta la senda correcta en la vida? Es evidente que ‘Lo que no quieras para ti no lo impongas a los demás’ es un dicho muy problemático. Las lagunas y los defectos que presenta son claramente obvios; ni siquiera merece la pena diseccionarlos y discernirlos. Sometidos al menor examen, sus errores y ridiculez quedan a la vista. Sin embargo, muchos de vosotros os dejáis persuadir e influenciar fácilmente por este dicho y lo aceptáis sin discernimiento. Al relacionaros con los demás, a menudo utilizáis este dicho para amonestaros a vosotros mismos y exhortar a los demás. Al hacerlo, pensáis que vuestro carácter es especialmente noble y que vuestro comportamiento es muy razonable. Pero, sin daros cuenta, estas palabras han revelado el principio según el cual te conduces y tu postura ante los problemas. Al mismo tiempo, has desorientado y desencaminado a otros para que se acerquen a las personas y a las circunstancias con la misma opinión y postura que tú. Has actuado como alguien que realmente nada entre dos aguas, y sin duda has elegido el camino del medio. Dices: ‘No importa cuál sea el problema, no hay necesidad de tomarlo en serio. No te pongas las cosas difíciles ni a ti ni a los demás. Si le pones las cosas difíciles a los demás, te las pones difíciles a ti. Ser amable con los demás es ser amable contigo mismo. Si eres duro con los demás, eres duro contigo mismo. ¿Qué sentido tiene ponerse en una situación difícil? No imponer a los demás lo que no quieras para ti es lo mejor que puedes hacer por ti mismo, y lo más considerado’. Esta actitud es evidentemente la de no ser meticuloso en ningún aspecto. No tienes una postura o perspectiva correcta sobre ningún tema; posees una visión confusa de todo. No eres meticuloso y simplemente haces la vista gorda respecto a las cosas. Cuando por fin te presentes ante Dios y rindas cuentas, será un gran embrollo. ¿Por qué? Porque siempre dices que ‘Lo que no quieras para ti no lo impongas a los demás’. Todo esto te reconforta y lo disfrutas mucho, pero al mismo tiempo te causará muchos problemas, y hará que no puedas tener una visión o postura clara en muchos asuntos. Por supuesto, también te incapacita para entender claramente cuáles son los requisitos y las normas de Dios para ti cuando te encuentras con estas situaciones, o qué resultado deberías conseguir. Estas cosas suceden porque no eres meticuloso con nada; vienen causadas por tu actitud y tu punto de vista confusos. ¿Acaso no imponer a los demás lo que no quieras para ti es la actitud tolerante que deberías tener hacia las personas y las cosas? No, no lo es. No es más que una teoría que parece correcta, noble y amable desde fuera, pero que en realidad es algo absolutamente negativo. Es evidente que no es ni mucho menos un principio-verdad al que la gente debería adherirse” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (10)). Las palabras de Dios expusieron mi actitud hacia la relación con los demás. Cuando veía un problema en el comportamiento de alguien hacia su deber, no quería señalarlo claramente. Por fuera parecía que era amable, dejando que los otros resguardaran su imagen y no avergonzándolos, pero tenía un motivo oculto. Como yo también era negligente en mi deber con bastante frecuencia y tenía problemas similares, temía señalar los problemas de los demás y luego mostrar yo el mismo problema. ¿No me convertiría eso en una hipócrita? Creía que ser estricta con los demás sería malo para mí, al no dejarme una ruta de escape, así que no quería tomar en serio los problemas de los demás y prefería pasarlos por alto. Era muy consciente de que, si siempre eran negligentes en sus deberes, no solo no obtendrían buenos resultados ni tendrían buenas obras, sino que eso también repercutiría en el trabajo de la iglesia, incluso causando trastornos y perturbaciones mayores. Como supervisora, debería haber asumido la responsabilidad, haber compartido y señalado los problemas de los demás y, cuando fuera necesario, exponerlos, diseccionarlos y podarlos. Pero para guardar las apariencias y proteger mi estatus, perdí hasta la más mínima voluntad de practicar la verdad. De afuera parecía muy considerada pero, en realidad, quería protegerme y evitar que los demás mencionaran mis problemas. Si no hubiera sido por la exposición de las palabras de Dios, nunca me habría dado cuenta de que no señalar los problemas de los demás en realidad proviene de estar afectado y controlado por filosofías satánicas. Nunca hubiera visto lo falsa que era.
Más tarde, leí algo en las palabras de Dios: “En un sentido literal, ‘Lo que no quieras para ti no lo impongas a los demás’ significa que si no te gusta algo o hacer una cosa cualquiera, tampoco deberías obligar a nadie a hacerlo. Esto parece inteligente y razonable, pero si usas esta filosofía satánica para ocuparte de cualquier situación, entonces cometerás muchos errores. Es probable que hagas daño, engañes o incluso perjudiques a gente. Es similar a lo que les ocurre a algunos padres a los que no les gusta estudiar pero tienden a obligar a sus hijos a hacerlo, y tratan siempre de razonar con ellos, instándoles a estudiar mucho. Si aplicaras aquí esta exigencia de que ‘Lo que no quieras para ti no lo impongas a los demás’, entonces estos padres no deberían hacer estudiar a sus hijos, porque a ellos mismos no les gusta. Hay otra gente que cree en Dios pero no persigue la verdad; sin embargo, en sus corazones saben que creer en Dios es la senda correcta en la vida. Si ven que sus hijos no creen en Dios y no van por la senda correcta, les urgen a creer en Dios. Aunque ellos no persiguen la verdad, quieren que sus hijos lo hagan y estén bendecidos. En esta situación, si obedecieran el dicho de que ‘Lo que no quieras para ti no lo impongas a los demás’, estos padres no deberían hacer que sus hijos crean en Dios. Eso estaría en línea con esta filosofía satánica, pero también destruiría la oportunidad de salvación de esos niños. ¿Quién es el responsable de este resultado? ¿Acaso no perjudica a la gente el dicho tradicional de conducta moral de no imponer a los demás lo que no quieras para ti? […] ¿No contradicen estos ejemplos claramente ese dicho? No es nada acertado. Por ejemplo, algunas personas no aman la verdad, codician las comodidades de la carne, y encuentran la manera de holgazanear durante el cumplimiento de su deber. No están dispuestos a sufrir ni a pagar un precio. Piensan que el dicho ‘Lo que no quieras para ti no lo impongas a los demás’ lo expresa bien, y le dicen a la gente: ‘Deberíais aprender a disfrutar. No hace falta que cumpláis adecuadamente vuestro deber ni que sufráis penurias o paguéis un precio. Si podéis holgazanear, pues holgazanead; si podéis salir del paso, pues salid del paso. No os pongáis las cosas tan difíciles. Miradme, yo vivo así, ¿no es genial? Mi vida es perfecta. Os estáis agotando por vivir de esa manera. Deberíais aprender de mí’. ¿No cumple esto el requisito de ‘no imponer a los demás lo que no quieras para ti’? Si actúas así, ¿eres una persona con conciencia y razón? (No). Si una persona pierde la conciencia y la razón, ¿acaso no carece de virtud? A esto se le llama carecer de virtud. ¿Por qué lo llamamos así? Porque tal persona ansía la comodidad, cumple su deber de manera superficial, e incita e instiga a los demás a que se unan a ellos en la superficialidad y el ansia de comodidad. ¿Cuál es el problema de esto? Ser superficial e irresponsable en tu deber es un acto de engaño y resistencia a Dios. Si sigues siendo superficial y no te arrepientes, serás dejado en evidencia y descartado” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (10)). “Si la gente tiene un corazón que ama la verdad, tendrá la fuerza para perseguirla, y podrá esforzarse en la práctica de la verdad. Pueden abandonar lo que debe ser abandonado, y dejar ir lo que debe dejarse ir. En particular, las cosas que se refieren a tu propia fama, ganancia y estatus han de ser abandonadas. Si no las dejas ir, significa que no amas la verdad y no tienes la fuerza para perseguirla. Cuando te suceden cosas, debes buscar la verdad y practicarla. Si, en esos momentos en los que necesitas practicar la verdad, tu corazón es siempre egoísta y no puedes dejar de lado tu propio interés, serás incapaz de poner en práctica la verdad. Si nunca buscas o practicas la verdad en ninguna circunstancia, no eres una persona que ama la verdad. No importa cuántos años hayas creído en Dios, no obtendrás la verdad. Algunas personas siempre buscan la fama, la ganancia y el interés propio. Sea cual sea el trabajo que la iglesia les asigne, siempre dudan, pensando: ‘¿Me beneficiará esto? Si es así, lo haré; si no, no lo haré’. Una persona así no practica la verdad; por lo tanto, ¿puede cumplir bien con su deber? Seguramente no. Aunque no hayas hecho el mal, no eres una persona que practica la verdad. Si no persigues la verdad, no amas las cosas positivas y, pase lo que pase, solo te preocupa tu propia reputación y estatus, tu propio interés y lo que es bueno para ti, entonces, eres una persona que solo se mueve por el propio interés, que es egoísta y vil. […] Si las personas nunca practican la verdad tras años de fe en Dios, son incrédulos, son personas malvadas. Si nunca practicas la verdad, y si tus transgresiones son cada vez más numerosas, tu fin está fijado. Es evidente que todas tus transgresiones, la senda equivocada por la que vas y tu negativa a arrepentirte conforman una multitud de malas acciones, por lo que tu final es que irás al infierno: serás castigado” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). No pude evitar sentir una sacudida en el corazón ante lo que exponen las palabras de Dios. Basar mis relaciones en la filosofía para los asuntos mundanos de “lo que no quieras para ti no lo impongas a los demás” me hacía parecer comprensiva y considerada con otros pero, en realidad, les estaba haciendo daño. No estaba practicando ni entrando en las palabras de Dios ni en Sus exigencias. Estaba consintiendo a los demás con sus problemas, no pidiéndoles que practicaran la palabra de Dios en ella, como si ellos debieran ser igual que yo, sin buscar progresar, siendo negativos y depravados. Hacer las cosas de esa manera es irresponsable. Es ser complaciente con la gente. Es falto de conciencia y carente de virtud. Así me comportaba yo. No amaba la verdad y solo buscaba mi comodidad. No quería tomar en serio mi deber ni ser minuciosa, lo que había llevado a todo tipo de problemas y anomalías en mi deber. Tenía miedo de exponer mis faltas y defectos, y esperaba que el líder y mi compañera no fueran demasiado estrictos conmigo. También era reticente a exponer a las personas que veía que tenían el mismo problema que yo, y temía que si era demasiado directa con los demás, tendría que dar el ejemplo y aceptar su supervisión, y tendría menos chances de cuidar de mi carne. Así que quería cubrir a los demás y permitirles ser como yo, no mencionar los problemas que notábamos, y no vigilarnos entre nosotros. Antes de recibir la verdad, las personas tienden a seguir su carácter corrupto en la vida, holgazaneando y siendo poco rigurosas en sus deberes. Es entonces cuando más se necesita la supervisión y la orientación mutuas. Esto es algo positivo y protege el trabajo de la iglesia. Como supervisora, debería haber tomado la delantera en la práctica de la verdad pero, además de no ser un buen ejemplo, permití que todos fueran negligentes y no se esforzaran por progresar, como yo. Esencialmente, tenía aversión a la verdad y no estaba dispuesta a aceptarla. Estaba tomando la iniciativa de ser negligente y de engañar a Dios. No solo no estaba cumpliendo bien con mi deber, sino que también estaba perjudicando a mis hermanos y hermanas. Cuanto más reflexionaba sobre ello, más veía que era un asunto más serio de lo que había pensado. Para proteger mi reputación y mi estatus, descuidé el trabajo de la iglesia y la entrada en la vida de los hermanos y hermanas. ¡Fui tan egoísta y vil! También llegué a comprender por qué Dios dice que personas así son incrédulas, que son gente malvada que se infiltra en la casa de Dios. Es porque lo único que hay en sus corazones son ellos mismos; no piensan en la obra de la iglesia. Dios espera que todos nosotros podamos practicar la verdad, hablando y actuando con principios. Pero yo no amaba la verdad. Esperaba que todos se cubrieran entre sí y que nadie practicara la verdad. Estaba haciendo lo contrario de lo que Dios quería: ¡esto era hacer el mal! Solía pensar que solo trastornar y perturbar intencionalmente el trabajo de la iglesia era hacer el mal que disgustaría a Dios, pero entonces vi que proteger mis propios intereses en todo momento, hablar y actuar basada en mis actitudes corruptas, y no practicar la verdad también era hacer el mal. Al darme cuenta de esto, rápidamente oré a Dios con arrepentimiento: “Dios mío, soy supervisora, pero no estoy practicando la verdad. Para proteger mi reputación y mi estatus, incluso quise que todas las personas se cubrieran entre sí y fueran negligentes. No tengo conciencia ni razón y no merezco este deber. Dios, quiero arrepentirme y cambiar”. Después de orar, enumeré todos los problemas que los demás habían tenido en sus deberes últimamente. Me quedé atónita cuando vi los detalles de todos estos problemas. Un par de personas habían sido irresponsables y negligentes en su deber, lo que significó que hubo que rehacer algunos trabajos. Ver un problema tras otro me hizo sentir realmente mal. No había imaginado que habría tantos problemas en los deberes de todos. Pero aún así había pensado que podía dejar las cosas pasar, consintiendo a los demás y a mí misma. No tenía ninguna consideración por la intención de Dios. Si las cosas seguían así, el trabajo se retrasaría en verdad debido a mí.
Una noche, leí un pasaje de las palabras de Dios que me ayudó a entender mi comportamiento. Las palabras de Dios dicen: “No importa lo que estén haciendo, los anticristos consideran primero sus propios intereses y solo actúan una vez que lo han pensado todo bien; no se someten verdadera, sincera y absolutamente a la verdad sin compromiso, sino que lo hacen de manera selectiva y condicional. ¿Cuáles son las condiciones? Se trata de que su estatus y reputación estén a salvo y de que no deben sufrir ninguna pérdida. Solo después de que se satisfaga esta condición, decidirán y elegirán qué hacer. Es decir, los anticristos consideran muy seriamente la manera de tratar los principios-verdad, las comisiones de Dios y la obra de la casa de Dios o cómo ocuparse de las cosas a las que se enfrentan. No les importa cómo satisfacer las intenciones de Dios, cómo evitar dañar los intereses de Su casa, cómo contentar a Dios o cómo beneficiar a los hermanos y hermanas; esas no son las cosas que les interesan. ¿Qué les importa a los anticristos? Si su propio estatus y su reputación van a verse afectados y si su prestigio va a disminuir. Si hacer algo de acuerdo con los principios-verdad beneficia a la obra de la iglesia y a los hermanos y hermanas, pero puede provocar que su propia reputación se vea afectada y causar que mucha gente se dé cuenta de su verdadera estatura y sepa qué tipo de esencia-naturaleza tiene, entonces no cabe duda de que no van a actuar de acuerdo con los principios-verdad. Si piensan que hacer algo de trabajo real provocará que más personas piensen bien de ellos, los respeten y los admiren, que les dará incluso un mayor prestigio o hará que sus palabras tengan autoridad y causará que más personas se sometan a ellos, entonces elegirán hacerlo así. De lo contrario, nunca escogerán renunciar a sus propios intereses por consideración hacia los intereses de la casa de Dios o de los hermanos y hermanas. Esta es la esencia-naturaleza de los anticristos. ¿Acaso no es egoísta y despreciable? En cualquier situación, los anticristos ven su estatus y reputación como algo de suma importancia. Nadie puede competir con ellos. No importa el método que sea necesario, mientras sirva para ganarse a la gente y que los demás lo adoren, los anticristos lo emplearán. […] En resumen, su objetivo y motivación para hacer todo esto solo gira en torno al estatus y la reputación. Ya se trate de su lenguaje, sus métodos o su comportamiento externos, o bien de un tipo de pensamiento, punto de vista o método de búsqueda, todas estas cosas giran en torno a la reputación y el estatus. Así es como obran los anticristos” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Las palabras de Dios son muy claras. Todo lo que hacen los anticristos es para proteger su propia reputación y estatus. Nunca consideran cómo proteger el trabajo de la iglesia o qué beneficia a sus hermanos y hermanas. Prefieren ver el trabajo de la iglesia afectado antes que poner en peligro sus propios intereses. Se preocupan demasiado por la reputación y el estatus. Al reflexionar, vi que actué igual que un anticristo. Cuando me enfrentaba a algo, siempre ponía mis intereses, mi reputación y mi estatus por encima de todo. Cuando vi que algunas personas estaban siendo bastante negligentes en sus deberes, sabía que debía señalarlo, podarlas, exponerlas y compartir con ellas para que pudieran ver sus problemas y reconocer sus actitudes corruptas. Pero no quería ofender a nadie y quería proteger mi propia reputación y estatus, así que no practicaba la verdad. No podía ni siquiera sacar de mi boca una sola palabra en línea con la verdad. En cambio, me devanaba los sesos para asegurarme de tener una salida. Fui realmente evasiva y falsa, una complaciente que quería tomar el camino intermedio. Seguí persiguiendo la fama y el estatus, protegiendo mis propios intereses, permitiendo que otros hicieran sus deberes basados en sus actitudes corruptas, sin pensar en el trabajo de la iglesia. Estaba en la senda de un anticristo. Si seguía por ese camino, seguro que Dios me revelaría y me descartaría. Esta comprensión me mostró lo grave que era este problema. Oré a Dios, pidiéndole que me guiara para poder renunciar a la fama y el estatus, defender el trabajo de la iglesia y cumplir con mis responsabilidades.
Después, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Dios no le exige a la gente que no imponga a los demás lo que no quiera para sí, sino que tenga claros los principios que debe observar al gestionar las diferentes situaciones. Si es correcto y está en línea con la verdad de las palabras de Dios, entonces debes aferrarte a ello. Y no solo te tienes que aferrar a ello, sino que tienes que amonestar, persuadir y hablar con otros, para que entiendan exactamente cuáles son las intenciones de Dios y cuáles son los principios-verdad. Esta es tu responsabilidad y obligación. Dios no te pide que tomes el camino del medio, y mucho menos te pide que presumas de lo generoso que es tu corazón. Debes aferrarte a las cosas que Dios te ha amonestado y enseñado, y a lo que Dios expresa en Sus palabras: los requisitos, los criterios y los principios-verdad que la gente debe observar. No solo debes aferrarte y ceñirte a ellos para siempre, sino que también debes practicar estos principios-verdad liderando con el ejemplo, así como persuadiendo, supervisando, ayudando y guiando a otros para que se aferren a ellos, los observen y practiquen de la misma manera que lo haces tú. Dios exige que hagas esto; esto es lo que Él te encomienda. No puedes exigirte a ti mismo e ignorar a los demás. Dios exige que adoptes la postura correcta en los asuntos, que te aferres a los criterios correctos y que sepas con precisión cuáles son los criterios de las palabras de Dios, y que descubras con precisión cuáles son los principios-verdad. Incluso si no puedes lograr esto, incluso si no estás dispuesto, si no te gusta, si tienes nociones, o si te resistes a ello, debes tomarlo como tu responsabilidad, como tu obligación. Debes hablar con la gente sobre las cosas positivas que provienen de Dios, sobre las cosas que son correctas y adecuadas, y usarlas para ayudar, impactar y guiar a otros, para que la gente pueda beneficiarse y ser edificada por ellas, y caminar por la senda correcta en la vida. Es tu responsabilidad, y no debes aferrarte obstinadamente a la idea de que ‘Lo que no quieras para ti no lo impongas a los demás’, que Satanás te ha metido en la cabeza. A ojos de Dios, ese dicho es solo una filosofía para los asuntos mundanos; es una forma de pensar que contiene los trucos de Satanás; no es para nada la senda correcta ni es una cosa positiva. Lo único que Dios quiere que seas es una persona recta que comprenda claramente lo que debe y no debe hacer. Él no quiere que seas una persona complaciente ni nades entre dos aguas; no te invita a tomar el camino del medio. Cuando un asunto tiene que ver con los principios-verdad, debes decir lo que hay que decir, y entender lo que hay que entender. Si alguien no entiende algo, pero tú sí, y le puedes dar indicaciones y ayudarle, entonces debes cumplir sin falta con esta responsabilidad y obligación. No debes limitarte a echarte a un lado del camino y quedarte mirando, y mucho menos debes aferrarte a las filosofías que Satanás te ha metido en la cabeza, como por ejemplo no imponer a los demás lo que no quieras para ti. […] El dicho de conducta moral ‘Lo que no quieras para ti no lo impongas a los demás’ es real y verdaderamente una astuta trama de Satanás para controlar la mente de las personas. Si siempre defiendes esto, entonces eres alguien que vive según las filosofías satánicas; una persona que vive por completo en un carácter satánico. Si no sigues el camino de Dios, entonces no amas ni persigues la verdad. Da igual lo que pase, el principio que debes seguir y lo más importante que debes hacer es ayudar a la gente tanto como puedas. No debes practicar lo que dice Satanás, que es ‘lo que no quieras para ti no lo impongas a los demás’, y ser un complaciente ‘inteligente’ con los demás. ¿Qué significa ayudar a la gente en la medida de lo posible? Significa cumplir con tus responsabilidades y obligaciones. En cuanto veas que algo forma parte de tus responsabilidades y obligaciones, deberás compartir las palabras de Dios y la verdad. Eso es lo que significa cumplir con tus responsabilidades y obligaciones” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (10)). A partir de las palabras de Dios vi que “lo que no quieras para ti no lo impongas a los demás” es una táctica, un ardid que Satanás usa para corromper a la gente y controlar sus pensamientos. Cuando ellos viven de acuerdo a filosofías satánicas, el ambiente ya no es propicio para practicar la verdad en sus relaciones y se vuelven tolerantes entre sí y se cubren mutuamente. Si todos viven según su carácter corrupto, Satanás gana el control y el mal se impone. Eventualmente, el Espíritu Santo los abandona. Aunque todavía no podía estar a la altura de las palabras de Dios y Sus requisitos ni ponerlos en práctica, tenía que cumplir con mis responsabilidades y comunicar a los demás mi esclarecimiento y comprensión de las palabras de Dios. Si veía que la gente iba en contra de los principios-verdad en sus deberes, en lugar de mostrar una actitud de indulgencia y tolerancia, tenía que tener principios y ayudar a los otros compartiendo enseñanza y señalando sus problemas. Solo entonces estaría defendiendo la obra de la iglesia y cumpliendo bien con mi responsabilidad. También tenía que dar el ejemplo poniendo en práctica la verdad. Era un hecho que había problemas en mi deber, pero no podía ser permisiva conmigo, fingir o escapar de la realidad. Si lo hacía, nunca progresaría. Debía reconocer proactivamente mis problemas, aceptar la supervisión de los demás y tomar mi deber en serio. También me di cuenta de que la idea de que tienes que estar libre de errores y problemas para poder criticar a los demás no está en línea con la verdad en absoluto. Soy solo un humano corrupto con un carácter gravemente satánico. A menudo voy en contra de los principios-verdad en mi deber y necesito someterme al juicio y castigo, y la poda de Dios. También necesito la supervisión de los hermanos y hermanas. Debo considerarme correctamente y, si se manifiestan más problemas, tendré que afrontarlos, no seguir huyendo de ellos ni ocultándome. Darme cuenta de esto fue esclarecedor para mí, y encontré una senda de práctica.
En una reunión, primero abordé los problemas que había tenido recientemente en mi deber, exponiendo y diseccionando la naturaleza de mis negligencias, y pedí a todos que me vigilaran. También les dije que lo tomaran de advertencia. Por último, también señalé a dos de los hermanos y hermanas que habían sido especialmente negligentes, y les hablé de las consecuencias de no cambiar. Me sentí en verdad tranquila después de hacerlo. Fue realmente conmovedor para mí cuando un hermano que había podado reconoció su problema por haber sido señalado así, y me envió un mensaje que decía: “Si no hubiera sido expuesto y podado así, habría sido totalmente inconsciente de mi problema. Gracias por ayudarme de esta manera. Ahora realmente quiero reflexionar y entrar en la verdad”. Este mensaje me conmovió mucho. Solía odiar que me podaran y me expusieran, así que aún menos quería hacer eso a los demás pero, de hecho, eso no les hacía ningún favor. Lamenté profundamente que, por proteger mi reputación y estatus, siempre había consentido y tolerado los problemas de todos en sus deberes y no había cumplido bien con mi deber o responsabilidades. De veras estaba en deuda con Dios, y con los hermanos y hermanas. Me di cuenta de que solo las palabras de Dios son el principio con el que debemos actuar y comportarnos. Ser capaces de señalar los problemas de los demás sin pelos en la lengua es útil para ellos y también nos beneficia a nosotros mismos. Pero “Lo que no quieras para ti no lo impongas a los demás” es en realidad una falacia satánica que perjudica a la gente y a nosotros mismos. También vi que el hecho de siempre temer ser podada cuando los problemas surgían en mi deber, y no estar dispuesta a exponer y podar a otros por sus problemas, significaba que no entendía la importancia de la poda. Las palabras de Dios dicen: “Supervisar a las personas, observarlas, tratar de entenderlas, todo esto es para ayudarlas a entrar en el camino correcto de la fe en Dios, para que puedan hacer su deber como Dios pide y según los principios, para que dejen de causar perturbaciones o trastornos y de hacer trabajo inútil. El objetivo de hacer esto es únicamente mostrar responsabilidad hacia ellos y hacia la obra de la casa de Dios; no hay ninguna malicia en ello” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (7)). Es cierto. Todos tenemos actitudes corruptas y somos susceptibles de ser negligentes y escurridizos en nuestro deber. Si no hay nadie que supervise e inspeccione nuestro trabajo, o que nos ofrezca enseñanza y consejo y nos pode por nuestros problemas, no podemos hacer un buen trabajo. Solo nos dedicaremos a nuestra carne y codiciaremos comodidad, o incluso haremos algo adrede que perturbe el trabajo de la iglesia. Así que, cuando los líderes supervisan el trabajo o nos podan, están siendo responsables en su deber y lo hacen para defender el trabajo de la iglesia. También es bueno para nuestra entrada en la vida, no para hacernos las cosas difíciles. Pero yo era una supervisora que seguía la filosofía satánica de “Lo que no quieras para ti no lo impongas a los demás”. Veía problemas en los deberes de los demás pero seguía siendo amable con todos. No comuniqué, ni ayudé, ni podé a nadie, sino que los consentía y protegía. Era irresponsable, por no decir que era perjudicial para los demás y para la iglesia. Esta experiencia le dio un giro a mi idea falaz y me hizo ver la importancia de la supervisión, la crítica, la poda y la exposición.
Esta experiencia fue realmente conmovedora para mí. Vi que cuando vivimos con filosofías satánicas, todas nuestras ideas están distorsionadas. No podemos distinguir entre cosas positivas y negativas, y no sabemos lo que está en línea con los principios-verdad y los requerimientos de Dios. Es fácil seguir las filosofías satánicas y hacer cosas que trastornan y perturban el trabajo de la iglesia. Solo mirar las cosas y vivir de acuerdo a las palabras de Dios está en línea con Su intención. También comprobé la dulzura de practicar la verdad y gané la confianza para enfocarme en hacer lo que Dios demande en el futuro. ¡Gracias a Dios!
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