I

¡Oh, Dios! Hay tanto en mi corazón que quiero decirte.

Tus palabras abrieron la puerta de mi corazón, oí Tu voz.

Tus palabras son la verdad que nutre mi corazón como agua de manantial.

Cuando pienso en Tus palabras,

mi corazón se alegra y está tranquilo, sosegado y jubiloso.

Con la práctica de Tus palabras entiendo gran parte de la verdad.

En Tus palabras veo Tu justicia, Tu santidad y Tu amor verdadero.

Cada vez percibo más Tu hermosura, ¡eres tan digno del amor del hombre!

En la fe he disfrutado del gozo y la paz, siempre más cerca de Ti.

II

¡Oh, Dios! Tu palabra, cual espada afilada, me atraviesa el corazón,

corta la perversidad de mi alma. Rebosa en mí el carácter satánico.

Soy arrogante, irracional, te miento y engaño a menudo.

Estoy profundamente corrompido y, lleno de extravagantes esperanzas, hago tratos contigo.

Sin el juicio acabaría hundido en el infierno por oponerme a Ti.

En verdad, Tu juicio y castigo son los que me han purificado y salvado.

Sin las verdades expresadas por Ti, mi fe en el Señor sería vana.

He visto la gran relevancia de Tu juicio para la humanidad corrupta.

Me propongo buscar la verdad y ser purificado para devolverte Tu amor.

De “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”

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